EL EJÉRCITO DE LAS SOMBRAS

Por JORGE RUBIANI

Artículo enviado para su publicación al diario ABC.

No fue publicado.

Jerome Rifkin, norteamericano, ex asesor del presidente Clinton y autor de "El fin del trabajo" entre otros varios libros, declaró en un reciente reportaje que "...el fin del mundo no será lo que hemos imaginado desde siempre: el impacto de algún meteorito sobre nuestro planeta o un holocausto nuclear. Se producirá el día que los pobres de la tierra salgan a la calle a reclamar a los demás, a cualquiera que tenga algún patrimonio, lo que crean les corresponde o piensen que los demás tengan en exceso". Y que cuando esto suceda -predice- el mundo "estallará en una violencia inaudita". Es fácil especular que de producirse el fenómeno no nos salvarían los barrios cerrados ni las altas verjas de nuestras residencias. Ni el blindaje o el polarizado de nuestros automóviles. Ese día habrán desaparecido las instituciones y ya no habrá policías ni fuerzas armadas que defiendan nada ni a nadie. Y si suponemos que el acontecimiento está fuera de nuestras ocupadas agendas, podemos notar sin embargo que en el Paraguay se producen todos los días algunos remedos. Todavía tímidos. Aunque ya se han presenciado algunos "ensayos generales" de mayor escala en otras partes.

Cuatro de cada 10 paraguayos son pobres y de los cuatro, la mitad son pobres extremos. Sin contar que los otros cuatro -o cinco- no están en muchas mejores condiciones -económicamente hablando- que digamos. Pero la excelsa minoría no se percata del fenómeno. Es natural: el mundo percibe el problema del calentamiento global y reacciona; sufre el incremento de los precios del petróleo y reacciona. La humanidad ha despertado un día con el "crack financiero" y se ha paralizado. A propósito, los escalofriantes 700.000 millones de dólares inyectados al sistema para salvar de la cárcel a los banqueros irresponsables, ha sido mas importante que el hambre mundial cuya solución requería mucho menos dinero. Y ante el hecho, nadie reacciona. Mientras el mundo presencia las escalofriantes cifras mundiales de la pobreza y el incremento de la pobreza extrema, no reacciona. O reacciona impasible, indiferente.

En el Paraguay, los que vamos a misa, al supermercado, al gimnasio o a Ñu Guazu, creemos que esos compatriotas no existen. ¿Dónde están que no los vemos? No están en las estaciones de servicio, en las tiendas; en los sitios en que trabajamos, nos vamos de compras o nos divertimos. Ni siquiera en los buses. "No deben ser tantos" -reflexionamos indolentes- porque creemos que son sólo aquellos pocos que desnudan su miseria frente a los semáforos. Que son algunos pocos que recogen cartones de la calle. O los menos que desfilan por nuestras casas reclamando nuestras sobras. No son de temer -pensamos- ni son lo que las estadísticas pintan.

Pero están... No los vemos porque nos hemos entrenado para no verlos. Hemos decidido ignorarlos -como el resto del mundo- en la común e irresponsable creencia de que por ignorarlos ... no existen. Están. Agazapados en las sombras, endurecidos por nuestra indiferencia. Alentados por nuestra irresponsabilidad. Los pobres SON aplastante mayoría (por eso son tan mimados por los políticos y por eso no hay un sólo programa oficial serio -ni siquiera una propuesta- para reducir los índices de pobreza en nuestro país), carecen de todo, han sido burlados e ignorados un millón de veces. Les insulta nuestro desprecio, nuestros excesos, nuestra frivolidad. Ya no tienen paciencia. Ya no nos temen y se pondrán cada vez mas violentos.

Asimilemos el hecho: porque cuando renunciamos a la responsabilidad que nos compete como privilegiados de la sociedad, recibiremos -como recibimos ahora- los golpes de los primeros y todavía tímidos coletazos de la violencia. Y encima pretendemos que los órganos de seguridad nos amparen. Pero la policía no tiene efectivos entrenados, no tiene armas, no tiene patrulleras (y cuando las tiene no cuenta con combustible). Ya no perciben ni siquiera la idea del orden que tienen que cautelar. Porque el ORDEN es una disposición para la eficiencia. Y se nutre de códigos precisos, eficaces. Pero fundamentalmente de prestigio, de idoneidad y herramientas de trabajo. Y hoy nuestra "guardiana del orden" no tiene ni una de las tres cosas. Ni siquiera la idea del "orden". Mientras tanto, el presupuesto nacional se deshace para cubrir los reclamos de cualquier "alzado"; de los mas demandantes; especialmente de los mas organizados y violentos.

Preocupa la violencia, pero la miseria, no. Nos quejamos de la inseguridad pero nos desbarrancamos en el consumismo abrazando cuanta "modernidad" golpee nuestras puertas. Tecnologizamos nuestro estúpido ego y creemos llegar a la cima del mundo.

De allí nos bajará la dura realidad.

JR

Fuente:

http://www.jorgerubiani.com.py

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