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JUAN EDUARDO DE URRAZA

  YRONIA - Novela de JUAN EDUARDO DE URRAZA - Año 2005


YRONIA  - Novela de JUAN EDUARDO DE URRAZA - Año 2005

YRONIA

Novela de JUAN EDUARDO DE URRAZA

 

Prólogo: AUGUSTO CASOLA

Diseño gráfico: CARLA PERONI

 

© Arandurã Editorial

Páginas: 477

Tamaño: 15 x 22 cm

Año: 2005

Asunción – Paraguay
 

 

Es el título de la segunda novela del autor, publicada en Julio de 2005. La temática de esta novela se basa en la vida de Orión y Pléyade, personajes secundarios de "La Sociedad de las Mentes". Ellos son dos mellizos jóvenes, iluminados por un don divino, que intentan salvar al mundo de una maldad extrema que está latente desde hace demasiado tiempo y que ni siquiera ellos entienden. Su comprensión del mundo que los rodea es tan grande que les permite manipularlo a su antojo, produciendo milagros y brindando enseñanza a su paso. Varios de los personajes entrañables de "La Sociedad de las Mentes" hacen fugaces apariciones en esta obra, así como muchos otros nuevos. La trama está entrelazada con la anterior, pero no depende de ella, sino que la complementa.

Yronia es un experimento que mezcla narración, poesía y reflexiones en un mundo habitado por numerosos personajes extraños y con habilidades sorprendentes. Según investigadores ha sido clasificada como una de las pocas novelas paraguayas Post-Modernistas escritas hasta el momento.

 

PRÓLOGO

UNA OPINIÓN REQUERIDA POR EL AUTOR
 

Dentro del juego de metáforas que propone Juan de Urraza en esta novela, nos vemos movidos a suponer que su intención es remitirnos a la vigencia de un mundo caótico, desordenado y mágico como es el de nuestra vivencia terrenal y ello se hace evidente si tenemos la capacidad de eludir las urgencias del día, traspasar la barrera de lo inmediato consuetudinario para trasladarnos a lo anecdótico ficticio e irracional, a veces, de las realidades propias de la imaginación donde ya no es tan claro distinguir lo real de lo irreal, en especial cuando esas realidades se encuentran escritas "epa un presenle riacierlo", dentro del cual le gusta manejarse al autor y donde se mezclan esos conceptos que regulan el juego del caleidoscopio de imágenes y propuestas para conformar un elemento sustantivo dentro de la arbitrariedad en la cual nos movemos y de donde es posible extractar múltiples interpretaciones.

El autor crea, para su propia diversión, el sintagma significativo para él, que a veces pierde y desorienta al lector predispuesto a adentrarse en una historia de aventuras fantásticas, para luego encontrar que el significado de las palabras y de los mismos acontecimientos, van más allá de la simple narración, para volverse una alucinante búsqueda de verdades que en realidad, nos transcienden, como transcienden a los personajes.

Juan de Urraza esconde sus motivos abstractos y los encubre dentro de la dialéctica propia de la literatura, como ya ensayó en su novela "LA SOCIEDAD DE LAS MENTES" y confirmó en " VERDADES FUTURAS Y MENTIRAS ANTIGUAS, ESCRITAS EN UN PRESENTE", colección de cuentos que resultó ganadora del 2° Premio Municipal del bienio 2002/2004. Los conceptos que movieron al autor a los artificios formales recurrentes de su novela anterior " LA SOCIEDAD DE LAS MENTES", encuentran resonancias esporádicas en “YRONIA” que pueden orientar y, a veces, desorientar dentro del cuerpo general de la historia, sin que el desconocimiento de los personajes anteriores modifiquen o reduzcan la posibilidad de comprender esta nueva obra.

A fizer de sinceros, la propuesta del autor pone ante nuestros ojos la forma alegórica y fragmentada de una teleología que lo inquieta y busca interpretar, a lo largo del desarrollo de su creación en general y de “YRONIA”, en particular: el fantasma de lo aparente sensible en contraste con lo aparente abstracto, a cuya dualidad busca dar un sentido moral al final de cada capítulo, donde asienta acotaciones en las que no faltan conclusiones relativas a su conjunto ni las recomendaciones que pueden salvar, tal vez, las incoherencias propias del accionar de sus personajes, numerosos y a veces dispersos en el mecanismo de la narrativa, elaborando conclusiones propias, que a su vez podrían quedar a juicio de los lectores.
En nuestra opinión, la novela se desenvuelve como una composición musical a varias voces, ese maravilloso ir y venir reiterado de las melodías, del que Juan
Sebastián Bach era un maestro, como una tautología fantástica en que cada una de las partes, en su momento envuelve a las demás y a veces las repite en diferente tono y con un sentido distinto, porque como dijimos antes, la novela de Urraza, pese a su primera apariencia de ser la historia aventurera de un grupo de personajes fantásticos, tiene el trasfondo profundo de un pensamiento filosófico y una inquietud existencial para los cuales el autor intenta abrir una brecha que les permita fluir hacia su objetivo final: los lectores.

La búsqueda interior es evidente dentro de un planteo humanista del que participan sus personajes Orion y Pléyade, Juan y Melissa y otros que aparecen y desaparecen en el transcurso de las circunstancias, entrelazados en un sin fin de aventuras y desventuras, en situaciones que los enfrenta a una realidad imaginaria y transitoria donde las resoluciones, arbitradas por el autor, deben esperarse de los poemas que integran el conjunto o en las reflexiones con que concluyen los capítulos.

Sin duda, la presencia de personajes de "LA SOCIEDAD DE LAS MENTES", agrega cierto sentido de coherencia al conjunto, integrada al amplio espectro de la novela, cuya tautología puede reforzar un concepto o anularlo, de ahí la importancia que cobran en YRONIA las ideas expuestas con anterioridad por el autor y el desarrollo de las ideas que servirán de hilos conductores para su producción futura. El autor, sostiene, sin duda, un criterio adecuado a la evolución de los procesos predecibles de una tecnología de avanzada que conduce al hombre a través de la simple apariencia de hechos programados, a los estratos indefinibles de los eternos conflictos humanos que conjugan, la realidad vital, con la conciencia de una trascendencia metafísica que lo compromete y lo obliga.

Pero el placer de la lectura de YRONIA, no se reduce a hurgar su contenido metafísico, oculto, reiteramos, en la narración de aventuras, la cual puede satisfacer a quien busca una novela entretenida, abriendo la alternativa al que sienta interés por descubrir los interrogantes que se abren a cada paso de la lectura del texto.

AUGUSTO CASOLA 

14 de marzo de 2005
 

 


COMENTARIOS DEL AUTOR

YRONIA es un experimento. Una obra para todos, o para algunos. Una narración quebrada con diversos personajes, historias, poesía, prosa y reflexiones. Aún no sé qué significará para mi desarrollo literario: si un paso gigantesco hacia adelante, o una negra mancha que cargaré toda la vida. Ustedes dirán, y como siempre, las opiniones de seguro serán dispares. La considero una novela, por ser la estructura narrativa que probablemente mejor describe lo que aquí se presenta. Pero me parece que es algo más que eso. No sólo me parece, sino que estoy seguro de ello.

Mi novela anterior, "LA SOCIEDAD DE LAS MENTES" fue tan sólo el despertar, la mejor exposición de las verdades que únicamente la lógica y el razonamiento podían brindar. Como los filósofos de la antigüedad, lo que buscaba era poder demostrar muchas de mis teorías mediante el pensamiento real, científico, y de paso añadir lo que había descubierto como el fin último de la existencia humana: la creación.

La preparación ya se dio en esa obra, ahora viene el entendimiento, y la comunicación. Un paso adelante. YRONIA actúa sobre la fe. Ya no importan las verdades que la mente pueda asimilar, o sus demostraciones, como en el anterior libro. Ahora importan las verdades que podemos sentir, a pesar de no lograr comprobarlas de ninguna manera científica. Es una doctrina. Y es una novela, motivo por el cual no todo es enseñanza, y hay muchas palabras de más. Pero prefiero comunicarme de esta manera que directamente, por lo menos por ahora.

En estas páginas un sinnúmero de personajes irreales, fantásticos y sobrenaturales nos abren la mente, nos hacen dar cuenta de qué es lo que realmente somos, y de cómo lograr que el mundo sea lo que debe ser. Ese es el camino a seguir, ver más allá de lo que nuestros ojos nos brindan, despertar, ser lo que debemos ser como hombres, no lo que debiéramos ser como creen los hombres que debe ser. Es una narrativa fantástica, sobrenatural, con personajes que sienten la verdad y la predican. Pero que la carencia de ese tipo de personajes en nuestra vida cotidiana, martirizada por el sufrimiento de la ignorancia y la desazón ante la vida no nos engañe. El trasfondo es real, la vida puede ser cambiada, para bien, o para mal, según nuestras decisiones y los horizontes hacia los cuales caminemos. Y de eso se trata todo esto, de caminar hacia un rumbo fijo que nosotros mismos dictamos, no empujados por la corriente de las circunstancias sino por nuestra voluntad.
Los personajes aquí presentados pueden demostrar por momentos una cierta discordancia entre el pensar y el actuar, ya que a pesar de ser sublimes son humanos, meros profetas, a veces dominados por las pasiones humanas y la densidad de la materia. Y cada uno ve las cosas a su manera, puesto que el camino no es único ni está predefinido, sino que cada uno debe crearlo tomando el rumbo que lo lleve al destino deseado.

El capítulo 5, "VENGANZA", es uno de mis primeros textos, un cuento que escribí debido a un poema que surcó mi mente en aquellos años. Para ese entonces, mi capacidad de escribir relatos y expresarme correctamente era reducida, por lo que el producto fue una obra pobre, incompleta y muy evidente. Cuando la reescribí, hace poco tiempo, se convirtió a algo parecido de lo que realmente deseaba, pero era tan diferente a la original, que poco había quedado en pie del escrito inicial, sin olvidar que es muy difícil poner derecho algo que ya está demasiado torcido. Me causó pena. En ese momento ya tenía decidido que sus personajes se mezclarían en esta historia, grande y maravillosa. Y también sabía que Apolo estaría asociado a ella, como un nexo invisible, así que era obvio que él relataría la historia, tan verdadera como la anterior, pero a su manera, según su visión, tan primitiva como el primer escrito que realicé. Ahora conviven ambos, uno tan verdadero como el otro, en el mismo libro. Estoy muy contento por ello.

Como en la SOCIEDAD DE LAS MENTES, hay dos formas de leer esta novela: como un cuento, una historia interesante, una película que no nos deja nada más que el agrado de haber llegado al final y resuelto el enigma; o como un libro de enseñanzas. Pequeñas frases irrelevantes, comentarios emitidos en los momentos menos pensados, ideas ocultas. Hay mucho de eso, pero podemos tomarlo como mera fantasía y no creer... ¿Qué clase de lectura daremos a esta novela? A veces la historia no es lo más importante, sino un mero factor de unión de elementos aislados que uno quiere mostrar.

La idea de la obra era tomar personajes que fueran maestros, y que a lo largo de su peregrinar enseñaran o guiaran al lector. Pero, como siempre ocurre, la historia se creó a sí misma y me dejó de lado como mero espectador, y los maestros fueron aprendices al mismo tiempo. Es por esto que puse reflexiones al final de cada capítulo, reflexiones tienen relaciones visibles o invisibles con lo descrito en cada capítulo particular, pero que son cosas que pasan por la mente de los hermanos, por la sabiduría universal, mientras caminan y aprenden. Las reflexiones son simplemente agregar un granito de arena a lo que se muestra en cada capítulo. Y a veces cierran círculos que quedaban abiertos por la propia historia, y a veces son sólo pensamientos que surcaron mi mente mientras releía el texto.

Por eso nuevamente insisto en esto; esta obra no es una mera novela, sino el entrecruzamiento de la narrativa con la lírica y la filosofía de una manera sumamente especial. No sé si es la forma correcta de hacerlo, no me he cruzado con otros libros verdaderos similares, por lo tanto es un campo completamente inexplorado para mí. El resultado, de todos modos, me llena de satisfacción. Esta obra es lo que yo mismo buscaba, aunque no lo sabía. Tal vez otra mente fue quien me la dictó, otra mente que sí sabía lo que quena...

No tengo mucho más que decir, salvo que me siento tremendamente aliviado al finalizar esta obra que tanto sacrificio y esfuerzo supuso. Con que tan sólo una mente haya despertado, habrá valido la pena.

JEU AZARRU,

Julio 2005.

 



INDICE

PARTE I: EXPERIENCIAS.

Capítulo 1: La concepción de los elegidos./ Poemas: Eso Soy. Lo siento, hoy lo siento.

Capítulo 2: Recuerdos borrosos de una niñez incierta

Capítulo 3: El viejo conocido.

Capítulo 4: El regreso del padre./ Poemas: Ojalá Oda a un amor terminado.

Capítulo 5: Venganza./ Poemas: Cruce de caminos. Venganza.

Capítulo 6: La decisión./ Poema: Atrás.

Capítulo 7: Una dolorosa evolución./ Poema.- Puzzle.

Capítulo 8: El Sueño de AY230.

Capítulo 9: Encuentros./ Poema: Tiempo perdido.

Capítulo 10: El Ataque.

Capítulo 11: Adán.

Capítulo 12: El difícil regreso a casa.

Capítulo 13: El debate. Contraataque.

Capítulo 14: El exilio forzado.

Capítulo 15: Un breve relato de horror.

Capítulo 16: Los extraños seres, grandes amigos.

Capítulo 17: El Relato de Apolo.

Capítulo 18: Marcelo.

Capítulo 19: La Partida./Poema: ¿Adónde iremos?

Capítulo 20: El viaje, el sueño./ Poema: Círculos.

Capítulo 21: La Turba.

Capítulo 22: La ciudad abandonada.

Capítulo 23: La paz que precede a la tormenta./ Poemas: Que seremos. Pasado, presente, futuro.

PARTE II: CONFLUENCIA.

Capítulo 24: Sorpresa.

Capítulo 25: Un nuevo mundo.

Capítulo 26: El poder divino y la ciencia humana.

Capítulo 27: Cada día, una nueva partida.

Capítulo 28: La tierra prometida.

Capítulo 29: Asción (al fin).

Capítulo 30: Los Iniciados.

Capítulo 31: Una nueva familia./ Poema: Estás aquí

Capítulo 32: Un paseo, falta amor./ Poema: Rocío.

Capítulo 33: Fortaleza, Debilidad.

Capítulo 34: Ascensión.

Poemas: Diálogo. Melancolía de la vida.

Capítulo 35: Los Otros.

Capítulo 36: Reencuentro./ Poema: En vano.

Capítulo 37: Lucha de titanes.

Capítulo 38: El enfrentamiento final./ Poema. El fondo.

Capítulo 39: Marcos y un tiempo más de tantos posibles./ (Final Alternativo)

 


PARTE I: EXPERIENCIAS

CAPÍTULO 1: LA CONCEPCIÓN DE LOS ELEGIDOS

Soy lo que soy,

pero no lo que debiera.

Soy un ángel encarnado,

un profeta, un iniciado.

No lo ven, no lo sienten:

el hombre, la caída.

Soy lo que soy,

no lo comprendan,

simplemente conmigo sean.

Lo que debiera

está más allá de la conciencia,

más allá del amor y de la benevolencia.

Y la vida gira, confunde,

pero la confusión no es más que una prueba,

una etapa de crecimiento,

de la que saldré victorioso,

porque me has elegido,

me has creado para que demuestre

lo que eres

y haga crecer a los otros.

Soy lo que soy,

y no puedo evitarlo.

Ya cambié, ya crecí,

ya lo sé.

Sólo queda avanzar en la senda,

combatiendo los equívocos,

preparando tu llegada.

Porque soy lo que soy,

y tú lo has decidido.


Era una de esas noches tormentosas que pocas veces se habían visto sobre la faz del mundo. Un hombre, el predestinado, se hallaba solo en la cúspide del enorme edificio en ruinas. Desde su alta azotea podía observarse cómo las nubes impedían que se viera el suelo, el lugar de los desamparados.

Lloraba... Ese día había decidido cambiar al mundo, eliminar la perversión... Convertirse en el sacerdote de la verdadera religión. Había despertado, al fin... Y se sentía a la vez feliz y afligido. No comprendía por qué él había sido designado para esa misión tan severa, tan dolorosa. Sólo sabía que había descubierto lo que él era en realidad, y que su vida como hombre normal había terminado.

El fresco viento otoñal lo balanceaba en la cornisa de la construcción. Estaba desnudo, sin marcas, inmaculado, naciendo otra vez. No podía moverse. La verdad revelada, que poco a poco se afianzaba en su mente, le demostraba que su existencia hasta ese momento no había tenido importancia... Debía esforzarse para que el resto de su vida fuera lo que el destino ahora le deparaba.

El hombre de blanca túnica se había evaporado hacía unos instantes a sus espaldas, ya había hablado suficiente. Dijo que volvería cuando fuese el momento, cuando lo necesitaran. El sueño de tantos años, la realidad absoluta... Todo se mezclaba en la mente de un enajenado, un loco, como lo llamarían durante el inicio de su campaña. Sabía que no era el único de los "diferentes", y que debía reunirlos para luchar por un mundo en cambio, en el que ellos serían el nexo con la verdad y el más allá...

Conocía la realidad: la maldad había penetrado en el mundo calando hasta lo más hondo de la sociedad, y limpiar ese mal no sería tarea sencilla, ni siquiera para él, el sumo sacerdote. Sus lágrimas se mezclaron con el refrescante llanto del cielo, en comunión y entendimiento. Sería difícil, lo sabía...

La marca circular en su muñeca brilló dolorosamente, y fue atravesada por otra marca que rompía el eterno círculo de la vida. El hombre observó sorprendido el milagro, y comprendió su significado. Ahora era su turno, debía actuar, estaba obligado a convertir sus sueños en realidad...

- ¡Haz que el elegido llegue hasta mí! ¡Lo esperaré, prepararé el camino para su llegada! - gritó hacia las alturas levantando los brazos en forma de alabanza.

Y tuvo una visión... El elegido dividía su existencia en dos, tenía que descender completo sobre la tierra, y no en forma parcial. Pero esa visión se borró, y tuvo otra en la cual el elegido era uno, que llegaría pronto, de una manera más acorde a sus expectativas. Los vástagos del segundo elegido eran los que vio en su primera alucinación, algo incomprensible para él. Desconcertado, el predestinado bajó de nuevo los brazos, y la confusión regresó a su mente... Ya no veía todo con la misma claridad que unos instantes antes, la perturbación de su parte humana nubló de nuevo la lucidez que poseía en ese momento... Pero de todos modos sabía lo que debía hacer, y para ello tenía que estar con los diferentes y desamparados, lejos de la sociedad perniciosa en la que había nacido. Debía llegar allí abajo, donde a ningún hombre normal se le permitía ir.

Miró las nubes, neblina eterna que cubría la realidad que existía debajo, temeroso. Un relámpago iluminó el cielo y se reflejó en la tierra, a la vez que su hermano, el trueno, resonaba en las alturas. En ese momento dos uniformados subieron por las derruidas escaleras y vieron al hombre, desnudo, con un pie en el aire, caminando hacia la nada. Sus órdenes eran claras: matarlo. No comprendían por qué debían hacerlo. Sabían que él era alguien influyente en su sociedad, medio loco, pero que no hacía daño a nadie. De todos modos les habían exigido eliminarlo.

El predestinado los vio, vio la verdad, las palabras en su mente eran ciertas... Volvió a mirar para abajo... El cabello, oscuro y ligeramente largo se interponía frente a sus centelleantes ojos; su mente le habló, le dijo que el momento había llegado... Y se dejó caer al vacío, con los brazos abiertos, abrazando al mundo...

Los uniformados lanzaron sus armas al suelo y corrieron hasta el capitel del que había saltado, observando cómo su cuerpo se hundía en la vaporosa neblina, desapareciendo en la tormentosa noche.

- Pobre... Realmente estaba chiflado. - dijo uno de los guardias.

- Diremos que murió... - completó el otro - Jamás resistiría una caída al abismo.

- Volvamos, es temprano, podemos pasar un rato por el bar antes de informar a los superiores...

- Tienes razón, este clima me parece tétrico, tengo frío... Un trago me vendría de maravilla...

* * * * *

El elegido existía. Estaba allí. Había recibido el llamado.

- Es hora de encarnar. - le dijo distante su propia voz - Fuerzas superiores piden que vuelvas al mundo...

Una eternidad transcurrió mientras dialogaba consigo mismo, con la totalidad.

- ¿Superiores? - se dijo - Sin embargo me pareció escuchar un llamado... De abajo... No debo responder a esos llamados, no depende de mí regresar, y mucho menos de esa convocatoria.

- Es hora. - se dijo, nuevamente - Sabes que te están esperando...

- Es hora... - repitió.

- Un hombre... Una mujer... ¿Por qué ellos? ¿Por qué tan lejos?... Está bien... Entiendo... Lo haré...

El fluir de la sangre... El calor corporal, la existencia... Hacía tanto tiempo que no sentía eso... Pronto sería un hombre más, su memoria acerca de la totalidad se perdería, aunque le habían prometido que esta vez no sucedería de esa manera.... Él no entendió; los humanos no estaban preparados para la verdad, su muerte sería inevitable si conocieran los secretos del cosmos...

- ¿Cómo? - preguntó.

 


- Es hora de que vean la realidad, - se respondió a sí mismo con una voz diferente - de que se cree un puente entre ellos y la totalidad, de que la salvación los alcance...

- Comprendo, el momento es ahora, la oscuridad ha cubierto por demasiado tiempo al mundo.

El elegido ya estaba entre los hombres... La dolorosa transición se llevó a cabo en un momento extático... Empezaba a gestarse dentro de ella... Ahora sólo había que esperar y comprobar que las promesas fueran ciertas. Su esencia se dividió, eran dos pero era uno, él mismo.

- ¡No pensé que sería así! - exclamó ahogadamente, al notarlo.

- No pensé que fuera de otra manera. - caviló enseguida - Está bien, acepto los designios que se me han impuesto. Todo tiene un motivo y un por qué, en su momento lo comprenderé.

 

* * * * *

 

Déjame ver,

más allá del ensueño, del portal,

del encantamiento.

La visión no es perfecta,

es un sueño, es correcta.

Pero la Iglesia, la gente,

lo necesita,

verlo, saber que es cierto.

Y los ángeles lloran,

y los demonios palidecen,

porque la verdad está más allá de ellos,

está en nosotros,

en lo que somos.

¡Cuánto desperdicio!

¡Cuántas almas sin rumbo!

Somos los mismos,

siempre los mismos,

los elegidos,

los amos,

los únicos.

¿Y el resto de la gente?

¿Debe comprender?

Sé que no, pero parece tan injusto.

Tengo el poder,

y todavía no puedo usarlo,

¿Cuánto falta?

La mente está abierta ya,

no la tortures por más tiempo,

la realidad vista de este modo aterra,

y los sueños, sueños son,

por lo menos para ellos,

es hora de que lo sepan.

 

* * * * *

El hombre sin nombre despertó repentinamente. Un frío doloroso recorrió todo su espinazo. Ella dormía a su lado apaciblemente, extenuada. Su respiración profunda le recordaba la apasionada noche anterior, hermosa, tierna, especial...

No sabía porqué, pero debía irse en ese momento, una fuerza lo empujaba y no podía esperar más, sintió el llamado... Había retrasado en demasía su viaje en busca de la verdad por causa de una mujer, fascinante y pura. Pero por más que su corazón se destruía con sólo pensarlo, tomó la difícil resolución de continuar su peregrinaje hacia las tierras desconocidas, las tierras de leyendas.

- ¿Qué haces? - le preguntó la hermosa joven arrebujada entre las sábanas - Es muy temprano, quédate un poco más conmigo, no quiero estar sola.

El hombre casi se deshizo de pena al mirarla, la punzada en su corazón crecía, alcanzando cotas inimaginables de dolor. No atinaba a hablar. Su endurecido rostro no mostraba sentimientos, siempre había sido así, curtido por la difícil existencia que llevaba, una existencia que no le permitía pensar en ser feliz.

- Sabes que te amo. - balbuceó con culpabilidad.

- Y tú sabes que yo también. - dijo ella restregándose las lagañas de los ojos, para observarlo con preocupación. Su oscura y larga cabellera cubría todo aquello que las sábanas no alcanzaban ocultar. Él estaba vistiéndose en forma apresurada y nerviosa. La muchacha se sentó lentamente en la dura cama, extrañada.

- Te vas... - le dijo secamente - Sabía que mi vida no podía ser tan perfecta...

- El día en que me conociste te relaté mis planes. Mis viajes se originaron en la búsqueda de conocimiento, un conocimiento que no encontré en ninguna de nuestras aldeas, un conocimiento que hasta ahora únicamente he escuchado en leyendas, del Sur... Debo continuar mi éxodo. Y no puedes quejarte, te enamoraste de mí sabiendo cuál era mi camino.

- Y tú de mí. - agregó ella - ¿No cambiaste tu visión de la vida luego de haberme conocido?

- Sí. Y es por eso que me voy. No permitiré que una vida como la que llevamos te destruya, como al resto de los habitantes de nuestras aldeas.

 


Debo salvarlos. Volveré con la verdad, que nos iluminará y guiará a una verdadera existencia humana.

- Espero que así sea... Y no quedar aquí esperándote en vano... - sollozó ella cubriéndose el rostro con la almohada.

- ¿Esperándome? - preguntó él, contrariado.

- ¿Qué más puedo hacer? - le dijo ella - Sólo esperar que algún día regreses.

- Selene, sabes que no puedo quedarme. Tu padre y el resto de la aldea me desprecian por no ser de aquí. Me desprecian doblemente, por haber enamorado a la hija del jefe. Yo no soy nadie, pero a mi regreso lo seré, te lo prometo.

- ¡Vete! ¡No me interesa! - gritó la mujer - Prefiero matar el dolor desde ahora que seguir sufriendo un minuto más ¡Vete!

El hombre tomó su chaqueta del respaldo de una silla, abrió la puerta, y miró de reojo a su pareja.

- Adiós... - musitó. Luego volvió a cerrar el postigo.

- Adiós... - se despidió ella acongojada - Adiós, amado mío... Te vas, por largo tiempo, y ni siquiera me has dicho tu nombre...

 

* * * * *

 

Cuando alguien descubre que el mundo es más de lo que le dijeron, más de lo que le contaron o instruyeron, debe tomar la difícil opción de crear una nueva senda y luchar por lo que debe ser, o permanecer en el mundo y dejar de lado el sentimiento divino que lo intentó despertar. La decisión es muy difícil y requiere una gran valentía, porque exige un rompimiento con su vida actual y una reestructuración de la misma, tal vez perdiendo amigos, familiares o pareja en el cambio, o logrando despertarlos a ellos también y consiguiendo su compañía. Normalmente se produce un quiebre, en el cual los valores cambian su orden de importancia, y la relación con el mundo se vuelve diferente. Algunos despiertan por sí mismos, otros gracias a los demás, y otros no lo hacen, o mejor dicho, no quieren hacerlo. La experiencia divina es única para cada uno, en forma e intensidad, y se da por lo menos una vez en la vida, pero a partir de ese punto ya no deberían vivir ciegos negando la realidad y la verdad, como tantos hacen, negándose a ver lo que es tan claro.

Los elegidos ven, entienden, comprenden, predican y luchan por los ideales verdaderos, y cada día son más. Todos somos profetas latentes, provenientes del mismo seno, y por lo tanto, tenemos la potencialidad de ser lo mismo. Nadie es más, nadie es menos, uno se hace más o se hace menos. Las circunstancias, el supuesto destino, a veces parecieran ayudar o dificultar las cosas, pero de todos modos es la actitud ante el destino la que nos forma y convierte en lo que somos, no el suceso en sí.

 


Al final debemos descubrir que somos lo que somos, no lo que debiéramos según la concepción de los demás, en muchos casos equivocada, ni del mundo, siempre errada. Cuando aceptamos lo que somos, podemos transformar al mundo, porque al conocernos tanto, al vernos interiormente como a un cristal transparente, vemos al mundo y lo comprendemos también tal cual es.

 

 

CAPÍTULO 2:

RECUERDOS BORROSOS DE UNA NIÑEZ INCIERTA.

 

Tener un hijo era una bendición difícil de conseguir en aquellas épocas. La mayoría de la gente era estéril, y muchos niños morían al poco tiempo de nacer, débiles y desnutridos. Por eso fue algo sorpresivo, casi increíble, el hecho de que la mujer hubiera dado a luz mellizos (niño y niña), ambos fuertes, sanos y especiales. La relación fraterna era una relación casi desconocida para el pueblo, puesto que era complicado que una mujer lograra dar a luz más de un hijo a lo largo de su vida, y que además tanto ella como los vástagos sobrevivieran. Algunos medios-hermanos por parte de padre existían, pero no se los consideraba parte de una misma familia.

Toda persona que observaba detenidamente a los mellizos, por unos instantes, sentía que ellos eran un caso aparte. Irradiaban una paz y una armonía asombrosa, que los hacía entrañables y temibles a la vez. Crecieron sin haber tenido una enfermedad, un tonto resfrío. El clima y la vida dura de la aldea jamás hicieron daño a la delicada piel que poseían. Pasados los dos años de edad no simplemente aprendieron a hablar, sino que podían mantener una conversación con un adulto casi sin problemas, y cada nuevo término que escuchaban se les quedaba automáticamente grabado en la mente, junto a su significado, que nunca preguntaban. En ese aspecto se los podía considerar niños prodigio, inclusive su madre se asombraba de lo rápido que crecían, especialmente en el campo intelectual.

Jamás habían reñido entre sí, eran uno solo, siempre pensaban igual y deseaban lo mismo. Cuando uno decía algo, el hermano lo apoyaba sin dudarlo. Compartían todo lo que tenían de buen grado, lo que pertenecía a uno, por defecto era del otro. Nunca trataron mal a nadie, nunca renegaron, nunca hicieron enojar a su madre. Lo único que a ésta le molestaba era no poder entenderlos, y que ellos no le explicasen lo que sentían o les ocurría interiormente.

Jamás tuvieron un amigo, un compañerito de travesuras, alguien con quien jugar; se tenían el uno al otro, y no necesitaban a nadie más. Ese era un gran problema, especialmente para su madre, quien pensaba que los niños necesitaban el contacto con otros de su edad...

- Son demasiado inocentes, no ven las cosas como nosotros. - alcanzó a excusarse la niña una de las veces que la mamá intentó presentarle otros chiquillos para que trabasen amistad - Además, no comprenden nuestros juegos.

La madre pasó de preocuparse por la falta de compañeros a preocuparse por el extraño comportamiento de los mellizos, cada día más taciturno y raro para ella. Era cierto, los demás niños jamás comprenderían sus juegos, es más, ni siquiera ella misma los comprendía, pero los niños tampoco estaban interesados en los juguetes, nunca tuvieron uno. Los jovenzuelos se sentaban por horas a admirar las pocas nubes que flotaban en el cielo, según ellos, para darse cuenta de cuál era el momento preciso en que cambiaban de forma... Otras veces corrían como locos de un lado a otro, y cuando ella les inquiría en qué consistía su pasatiempo, respondían que intentaban correr exactamente en el mismo sentido y con la misma velocidad que el viento, entrando en armonía y resonancia con el elemento... Otras veces estaban días completos dibujando imágenes con forma de espiral en el suelo terroso que tapizaba todo el mundo conocido por esa pobre gente. Después de terminar el trabajo de días, lo admiraban por escasos minutos y lo borraban con las manos, llenando los surcos con arena de nuevo... Otro gran entretenimiento que ambos tenían era encender hogueras detrás del pueblo, en lugares recónditos y totalmente oscuros, para mirarlas por horas, fascinados...

Esos eran sus esparcimientos preferidos, por llamarle de alguna manera a esas extrañas actividades. Observaban al mundo con curiosidad y suspicacia, intentando comprender el funcionamiento y la relación de todas las cosas, hasta el de las más pequeñas. Pero nunca hicieron una sola pregunta a su madre, no les interesaban sus explicaciones, ellos debían descubrir por sí mismos cómo era todo en verdad.

Como a todos nos ha ocurrido con los eventos de la niñez, al crecer ellos no lograban recordar mucho de esa corta edad, pero las pocas cosas de las que se acordaban eran impresiones casi fotográficas, en las que ningún detalle se había perdido, momentos de lucidez extrema en los que habían comprendido hechos claves de la realidad.

 

* * * * *

 

La tormenta había pasado al fin, siendo uno de esos temporales que todos odiaban en la aldea, en los que las nubes de polvo cubrían completamente el firmamento, y el viento arrastraba todo lo que encontraba a su paso. Pero ninguna mísera gota de agua fue capaz de caer sobre el reseco suelo, que necesitaba tanto de su ayuda.

Los niños pasaron la noche en vela, su madre lo había notado, pero sabía que no tenía sentido intentar dormirlos, nunca logró que obedecieran alguna de sus órdenes... Las demás mujeres decían que ella era demasiado permisiva con ellos, que tenía que ser más dura para merecer su respeto. En el fondo ella sabía que no era así, que los pequeños, a pesar de su corta edad, sabían muy bien lo que debían o no hacer, y que no aceptarían imposiciones de nadie, ni siquiera de su madre, a pesar de cuánto la adoraban.

La tormenta había terminado, pero la reconstrucción del pueblo tardaría semanas, muchas casas se habían destartalado, y los corrales estaban caídos o desarmados. Gran cantidad de animales habían muerto sofocados, y varias personas estaban heridas. Los escasos cultivos se perdieron de nuevo, pero esto no preocupaba a los hombres del lugar, era algo común, ya sembrarían de nuevo.

Una de las mejores amigas de Selene irrumpió en la habitación donde ella vivía con los niños. Lloraba desconsoladamente, y entre lágrimas y gritos desgarradores le relató la manera en la cual su esposo se había perdido en el medio de la tormenta. Explicó que el hombre había emprendido viaje con una gran cantidad de animales hacia el sur, a otra aldea, para comerciar, y que dos horas después se había desatado el vendaval.

Cuando éste concluyó se envió a un grupo de personas a buscar a su marido, pero sólo encontraron un montón de animales muertos, semienterrados en la arena.

No había rastros del hombre en varias millas a la redonda, y lo daban por fallecido.

Orion, que era el nombre del niño, observó apesadumbrado a la mujer, que no detenía el llanto ni siquiera para respirar. Realmente debía amar de sobremanera a su esposo, porque él nunca había percibido el dolor de otro tan profundamente dentro de sí como en ese instante. Odiaba cuando eso ocurría, por lo tanto solía alejarse de la gente triste o de los lugares donde esa sensación lo ahogaba. Miró de soslayo a su pequeña hermana, que estaba haciendo pequeños garabatos en la tierra con los dedos. El niño entendió el significado de los mismos: era la misma visión que tan fuertemente se había presentado en su mente.

- No deberíamos intervenir. - dijo la niña en un suave susurro. Advertía lo que su hermano pensaba, pero no creía que debieran demostrar tener un conocimiento del mundo de manera tan especial.

- ¿De qué hablan? - preguntó la madre, mirando el dibujo en el suelo. Por un momento creyó comprender lo que sucedía. Ella era la única que estaba consciente de que sus hijos eran realmente "especiales".

- El hombre no ha muerto, no aún. - dijo secamente Orion.

Pléyade, su hermana, lo miró nerviosamente y dejó de dibujar. Inmediatamente se puso de pie, sosteniéndose en una silla, y salió de la habitación arrastrando los pies, no sin antes decir algo a su hermano.

- Yo también estoy apenada, pero esto ha sido un gran error, a partir de hoy, nuestra vida no será la misma. - El muchacho no alcanzó a darse cuenta si la voz provino de su hermana, o de su propia mente, pero algo era cierto, ella pensaba eso. Ninguna de las dos mujeres parecía haber escuchado a la niña, sólo miraban con desconfianza al muchacho.

- ¡Explícate! ¿Cómo sabes que no está muerto? - le suplicó la madre.

La otra mujer intentaba en vano enjugarse las lágrimas, sin lograrlo. Veía al muchacho como una mancha borrosa frente a ella. Pero lo escuchaba atentamente, sorprendida. El niño señaló al mapa dibujado por su hermana, y le agregó un camino entre los puntos que aparentemente había trazado al azar la niña.


- Él está sepultado en un pequeño y profundo hoyo - empezó a explicar el pequeño, señalando la senda irregular que había dibujado - a un lado del camino. Se guareció allí de la tormenta, pero el polvo selló la entrada y lo atrapó. El lugar está a unos pocos metros de donde se halla el cadáver de una oveja negra, creo que la única de todo el grupo.

- Es cierto, había una sola oveja negra en el rebaño... - murmuró sorprendida la mujer.

- Está agonizando, - continuó hablando Orion, sin dar importancia a la interrupción - deberán llevar palas para sacarlo de allí. Hay que apurarse, no le queda mucho tiempo antes de que se asfixie. Además, el hueco en el que se metió no me sorprendería que fuese de algún animal salvaje.

La mujer no salía de su asombro, incrédula, sorprendida, y sobre todo, asustada. El niño habló con tanta seguridad, que no podía evitar creerle. Luego miró a la madre, pasmada.

- ¡Qué esperas mujer! - exclamó Selene - ¡Ya has escuchado! ¡Corre, no queda mucho tiempo!

Ella se levantó desesperadamente y salió apresurada de la habitación, gritando a viva voz que sabía donde se encontraba su marido, y reuniendo a algunos de los hombres del lugar para que la acompañasen.

Luego de que la mujer se retiró, la madre permaneció observando intensamente a su hijo por un momento. Éste se sintió incómodo, y se levantó del suelo, para ir junto a su hermana. Selene lo continuó contemplando preocupada; ya había presenciado cosas semejantes de ellos, nunca tan importantes, pero jamás se habían hecho públicas. Sabía que preguntarle a Orion cómo conocía todo lo que reveló no tenía importancia, él le respondería que simplemente lo sabía, como supo tantas otras cosas.

Y no podía desconfiar del niño, nunca se había equivocado, por más descabelladas que fueran las cosas que dijera.

El pequeño se acercó a su hermana, que estaba sentada sobre el piso de madera del exterior de la cabaña. Ella miraba distraídamente hacia el horizonte, preocupada. Cualquiera que la viera sentiría que algo extraño ocurría... Un niño no podía mostrar en su rostro trazos de preocupación, no de esa manera.

- ¿En qué piensas? - le preguntó el hermano, para romper el hielo.

- Yo no pienso, entiendo. - le dijo ella con dureza - Sabes muy bien el problema en que nos has metido. A partir de ahora no nos dejarán en paz, o peor aún, nos evitarán.

- Discúlpame. No podía ver sufrir a esa mujer, era como si me clavaran lentamente una estaca en el corazón... Estoy seguro que sentías lo mismo que yo... Era un dolor insoportable. Y estaba a nuestro alcance evitarlo... Además, si rehuyen de alguien, será de mí, no de ti.

- Esa es una tontería. - lo interrumpió Pléyade - ¿Cuánto tiempo tardarán en darse cuenta de que soy exactamente igual a ti, tu gemela, no tu melliza?


- ¿Y qué pasaría si nos evitan? - preguntó el niño - ¿Acaso alguna vez nos ha interesado que alguien se nos acerque? Sabes muy bien que no.

- No es eso... - respondió ella pensativamente - Nuestra vida cambiará de forma radical a partir del día de hoy. Todavía no hemos crecido del todo, nos faltan muchos años de estudio. Debíamos permanecer ocultos, intentando ser normales, dentro de lo posible, hasta que fuera el momento. Ahora no podremos aprender tranquilos. Todos sus ojos estarán posados en nosotros, observando cada una de las tonterías que según ellos hacemos. Nunca van a comprendernos, están varios niveles más abajo que el nuestro.

- Perdóname, te lo ruego, no puedo evitar ayudar a alguien que sufre si está en mí evitarlo.

- Te entiendo, - le dijo ella - yo sufro tanto como tú en estas situaciones, pero verás que a partir de ahora, nos buscarán por cada alfiler que se pierda... Y no quiero ni pensar lo que ocurriría si se enteran de nuestros demás dones.

- Yo tampoco. - asintió Orion, abrazando a su hermana.

- Es la primera vez que disentimos en algo. - habló la niña, al cabo de unos momentos de reflexión - Y me preocupa. Siempre vimos todo de la misma manera, éramos idénticos, pero ahora me doy cuenta que somos personas diferentes, y pensamos o creemos que las cosas podrían darse de otra manera. Tengo miedo, miedo de que nuestras mentes poco a poco se separen, así como nuestros cuerpos, y dejemos de ser lo mismo... No nos tendremos el uno al otro para comprendernos...

- Eso nunca ocurrirá. - la consoló el hermano - En el fondo de tu corazón estabas de acuerdo conmigo, no puedes negarlo.
- ¡No lo estaba! - exclamó la niña en voz alta - Ya te lo dije, fue un error. Pero nada podrá cambiar o reparar lo que ya se hizo, nada. Ahora sólo queda vivir una vida pública, una vida para la cual no creo que estemos preparados...

El silencio volvió a reinar en el lugar. Ambos permanecieron por horas mirando hacia los confines del mundo. Entendieron el problema que se había suscitado, pero no podían hacer ya nada por solucionarlo.

* * * * *

 

Y así se sucedieron los hechos. El hombre fue encontrado, moribundo, enterrado en un profundo hoyo, exactamente donde el niño lo había predicho. La gente del pueblo no comprendía cómo Orion supo el lugar correcto donde se hallaba el hombre, sin haber estado jamás allí, y empezó a mirar de forma suspicaz tanto a la madre como a los niños. En un primer momento se acercaron muchas personas a preguntar cosas, queriendo recibir ayuda de los pequeños. Pléyade jamás emitió una palabra. Orion, por su parte, evitó hablar más de la cuenta, sólo se refería a hechos realmente importantes, y evitaba ayudar en situaciones en las que su colaboración no sirviera directamente para solucionar un problema grave. Poco a poco intentó demostrar que no ayudaría salvo que fuera estrictamente necesaria su competencia, y esto molestó a la gente de la villa, que creía que el pequeño sería su salvación ante cualquier calamidad. Los demás niños del pueblo evitaban acercarse a la pareja "extravagante", como la llamaban, despectivamente...

En una ocasión, Orion y Pléyade correteaban por las callejuelas de tierra del pueblo, a la par del viento, como era su costumbre. Estaban llegando al punto en el que dejaban de sentir la brisa a su alrededor, porque corrían en la misma dirección y con la misma velocidad que ella. Se podría decir que habían logrado que el aire a su alrededor estuviera completamente quieto respecto a ellos. Estaban tan ensimismados, corriendo con los ojos cerrados y en comunión con la naturaleza, que no notaron al grupo de niños frente a ellos, jugando con unas canicas. Pléyade se llevó por delante a uno de ellos, y cayó a los tumbos al suelo, atropellando al niño también. Orion apenas se detuvo, casi chocando contra otro chiquillo.

- ¡Estúpida! - gritó el mocoso golpeado al levantarse. Pléyade se había lastimado una rodilla y estaba pasándose un poco de saliva sobre la sangre. La herida le ardía todavía. El niño se acercó hasta ella y le dio un tremendo puntapié en la pierna. - ¡Eres una tarada! - le gritó. Ella se retorció de dolor, y empezó a sollozar.

Orion, sumamente nervioso, corrió hasta el muchacho, y lo empujó hacia atrás.

- ¿Qué te pasa imbécil? - le preguntó en forma agresiva. Pléyade mientras tanto intentaba recomponerse.

- El imbécil serás tú. - le dijo el otro, llamado Roberto - Los dos son unos imbéciles, unos extravagantes. - el chico hablaba de una manera claramente peyorativa - Son unos bichos raros que ni siquiera tienen papá. - le espetó.

Orion se mostró sumamente dolido - Prefiero no tener papá a que sea un borracho como el tuyo. - le respondió con la tez endurecida.

El niño, enojadísimo, tomó una piedra del suelo y se la lanzó a Orion, con tanta puntería que le dio justo en la cabeza, que empezó a sangrar a borbotones. - ¡Eres un bastardo! - gritó desaforadamente. Los demás chiquilines proferían vítores mientras el niño caía lastimado al suelo.

- ¡No! - gritó Pléyade al ver el rostro de su hermano, dominado por la ira, y fuera de control. Éste se puso de pie, sacudió el polvo, y miró fijamente al oponente - ¡No lo hagas! - repitió la hermana. Pero él no quería oírla, su paciencia se había terminado. El otro niño le esperaba, con los puños cerrados, preparado para la lucha. Era un poco más robusto que Orion, pero nunca se imaginó que la pelea sería tremendamente desigual de todos modos.

 


Orion ni siquiera se rebajó a tocar al individuo. Mirándolo desdeñosamente hizo un gesto con la mano hacia él, sin pronunciar palabra, y luego se volvió a su hermana, para ayudarla a levantarse. Ella lloraba desconsoladamente, traumatizada por la situación. Siempre habían sido objeto de burla, pero nunca las cosas llegaron hasta tal punto. Ahora la situación se había tornado extremadamente dolorosa.

Un silencio mortecino se adueñó del ambiente escasos segundos después. Los demás niños corrieron asustados del lugar... Roberto había sufrido un estremecimiento, luego su nariz empezó a emanar sangre como si se tratara de una canilla abierta, y finalmente se desplomó en el arenoso suelo, temblando. La tierra inmediatamente se tiñó con el rojo de la sangre derramada.

- No debiste hacer eso. - le dijo Pléyade, entre lágrimas, a su hermano.

- Se lo merecía. - le respondió él - Además, no lo hice de forma consciente. Sabes que jamás dañé a nadie hasta ahora.

- Pero si puedes curar, ¿Acaso hay alguna diferencia con lastimar? Es claro que podemos hacer ambas cosas.

- De todos modos se lo merecía... - respondió el muchacho.

- Nadie se lo merece... Siempre hay otra forma.

Unos cuantos adultos se acercaron corriendo al lugar, mientras los mellizos se alejaban. Varios de ellos miraron con desprecio a los dos, pero no dijeron nada. Simplemente levantaron el cuerpo inerte y lo llevaron a la casa de sus padres. Para ese entonces, las marcas de la riña y de los golpes ya habían desaparecido de los hermanos...

* * * * *

Selene era la hija del jefe de la ciudad, que hacía poco tiempo había muerto. Ella no tenía intención de continuar el mandato de su padre, pero no existía otra opción. Tomó las riendas del pueblo, pero delegando las diversas actividades a un consejo de ciudadanos. Por lo tanto, su mandato se redujo simplemente a verificar que cada uno de los encargados cumpliera su misión, y ella sólo tomaba las decisiones importantes o brindaba orientación a quienes lo necesitaran.
Éste era el principal motivo por el cual nadie osaba oponérsele, por más que su mandato no fuera de fuerza sino de palabra. Todo el lugar había comentado desde un principio lo extraños que habían resultado sus hijos, pero hasta ese momento difícil nadie se había atrevido a tacharlos de peligrosos... Ahora lo hacían.
- ¿Cómo es posible? - gritaba la madre nerviosamente. Era muy duro regañar al niño, ya que nunca antes lo hizo - ¿Tú le hiciste eso? ¡No puedo creerlo!

- Mamá. - era Pléyade la que hablaba - No pudo controlarse, no fue algo intencional, todavía no somos capaces de dominarnos.

- ¿Dominarse? - preguntó Selene contrariada - ¿Dominarse dijiste? ¿La vida de la gente de la aldea depende de que se dominen? ¡No puede ser! ¡Estoy discutiendo con chiquilines de ocho años! ¿Cómo pueden hablar de esta manera?

Pléyade estuvo a punto de hablar de nuevo.

- ¡No quiero saberlo! - gritó antes la madre - Si ese niño muere, la situación será muy difícil, tal vez tengamos que huir de la aldea antes de que nos maten a pedradas o nos linchen.

- No podrían. - dijo Orion.

- ¡No hables así! - le suplicó Selene - ¡Me asustas!... Hagan algo, no me importa qué... Encuentren una solución, cúrenlo. Iré a pedir disculpas a sus padres...

- No lo hagas. - le rogó Pléyade - Todo empeoraría. Nosotros haremos lo que esté a nuestro alcance. Pero no sé que tiene, ni si podremos sanarlo. Puede que sea una embolia, un derrame, quien sabe...

La madre miró extrañada a la niña - ¿Una embolia? ¿Un derrame?... ¿Acaso no fue un golpe muy fuerte? - preguntó mirando a su hijo, temblorosa.

Pléyade observó abrumada a su hermano; él estaba con la cabeza gacha - Todo se solucionará. - dijo consolando a Selene - Ya verás.

* * * * *

En la memoria de ambos, esa sería una de las noches más tensas de sus vidas. Estaban asustados. Orion había jurado no asistir al niño. No era la primera vez que éste los maltrataba, y no perdonaba que hubiera golpeado a su hermana. Pléyade intentaba convencerlo de que la ayudase a sanar al muchacho, puesto que el castigo impuesto era mucho mayor que el crimen cometido, pero Orion era demasiado tozudo para aceptarlo. Finalmente, luego de una larga charla, ella lo persuadió de que golpeara la puerta de la casa del niño y se disculpara formalmente frente a los padres.

En realidad, nadie sabía muy bien lo ocurrido. Sólo pensaban que los muchachos habían peleado, y que Roberto ahora estaba en un estado comatoso cercano a la muerte. Orion era acusado de este hecho, pero no estaban al tanto de cómo había sucedido. Todo tipo de rumores corrían en el pueblo, desde que Orion lo golpeó brutalmente llegando a dejarlo en ese estado, hasta que hizo caer un rayo del cielo para matar al niño.

Orion golpeó la puerta de la casa. Era de noche, y las estrellas iluminaban a su pálida manera la desolada tierra. Las casas del pueblo se mostraban como oscuras figuras iluminadas escasamente por las luces interiores. Un aire tenso se respiraba en el lugar, el pueblo guardaba total silencio, inclusive los animales estaban callados. No se escuchaba el viento, ni el llanto de los niños.

La madre de Roberto abrió la puerta, y emitió un grito repentino al ver al niño frente a ella. El padre se acercó rápidamente, preocupado, hasta la entrada. Cuando vio al niño, tuvo la misma reacción. Orion, sin dar importancia a la actitud de los adultos, habló.

- Quiero disculparme, - dijo - corren muchos rumores infundados sobre lo que hoy sucedió. Me gustaría explicarles la verdad...

Los padres se miraron, angustiados, inmóviles...

Pléyade saltó por la ventana y caminó sigilosamente hasta la cama donde el niño yacía exánime. Apoyó sus manos sobre la frente del muchachito e intentó comprender lo que le sucedía, así como reparar el daño causado por su hermano. Fue una dura prueba para la jovencita... Con Orion más de una vez habían sanado a los animales heridos que encontraban, o a sí mismos, cuando se lastimaban jugando. Pero rehabilitar a un niño que tuvo un ataque cerebral le parecía imposible.

- Tienes que entender. - le decía - No es el momento aún... Debes despertar, pero no creas que saldrás ileso de esta situación. Cuando despiertes habrás cambiado, serás uno de nosotros, despierto, y te darás cuenta de lo que sentimos. Cargarás con esto por el resto de tu vida, serás el primero después de nosotros en ver las cosas como realmente son, y sufrirás de la misma manera que nosotros lo hacemos, sufrirás el hecho del que te burlabas, extravagante...

Por unos minutos la niña se mantuvo fuerte en la fe que siempre fue su guía, reconstruyendo la destruida y dañada maraña que había en la cabeza del chiquillo. Respiraba pesadamente, al compás del convaleciente niño, y navegaba por las estropeadas conexiones nerviosas, viendo, escribiendo, construyendo... Las manos emitían una pálida luz azul invisible al ojo humano, y la muchacha sentía el fluir del poder en su cuerpo. Era mucho, mucho para un cuerpo tan tierno y débil, no estaba preparada aún para semejante experiencia. Finalmente todo se nubló en sus ojos y dentro de su mente. Nunca pudo recordar nada más de lo que ocurrió esa noche, ni los días subsiguientes...

Los padres de Roberto casi habían echado al muchacho, cerrándole la puerta en la cara, para volver a hacer compañía a su hijo moribundo. No estaban interesados en escuchar las explicaciones de un bicho raro, al que les hubiera gustado azotar de no ser por el temor que les causaba...

Pero cuando llegaron a la habitación, se encontraron con un cuadro más extraño del que podrían haberse imaginado: Roberto se hallaba de rodillas en el suelo, sosteniendo a Pléyade entre sus brazos, exhausta. La niña cayó en un estado suspendido que le duró varias jornadas, en las cuales ni siquiera Orion pudo servir de ayuda para su rápida recuperación.

La sanación de Roberto fue considerada un milagro, un hecho de esperanza, que hizo recuperar la fe en el futuro, y dar expectativas al pueblo. Los hermanos pasaron de ser ignorados o evitados a convertirse en el centro de atención de la comunidad. Todos los extraños hechos que sucedieron en esa época hicieron que los niños, a tan corta edad, fueran reconocidos, respetados y a la vez temidos, dentro de la pequeña sociedad en la que se desenvolvían. Poco a poco fueron recayendo tareas sobre ellos, y se convirtieron en cierto modo en los jefes que su madre no quiso ser. Pero tenían que crecer mucho aún para que sus habilidades fueran realmente útiles a los demás, y debían aprender a controlarlas.

 

* * * * *

 

Cuando uno logra superar el primer paso, el del despertar, se encuentra ante un mar de posibilidades, y se pregunta qué hacer. Por lo general, se requiere de un aprendizaje. Despertar no es más que vislumbrar, empezar a ver, como por el ojo de una cerradura, todo un mundo nuevo. Pero para poder vivir ese mundo, es necesario abrir la puerta, y no meramente pispar por el cerrojo y luego continuar la vida, o, aún peor, quedarse mirando a través del ojo de la cerradura todo el resto de la existencia, por temor a entrar, o por temor a los que quedan afuera y no comprenden, que nos dificultan la vida e intentan hacernos regresar. Eso siempre ocurrirá.

Entonces viene el aprendizaje. Corroborar, estudiar, y sentir que las cosas son como realmente hemos percibido que son. Empaparse de verdad y que cale hasta lo más hondo de los huesos, meditar. Y luego, finalmente, cuando ya se esté seguro de todo, y cuando nadie pueda echar por tierra sus convicciones, entonces viene la prédica, el compartir. No me refiero a salir a pregonar la verdad a los cuatro vientos, no es necesario, ya que pocos son tan valientes como para hacerlo, pero por lo menos hablar con propiedad, demostrar en los círculos que nos rodean que uno ya no es el de antes, que ya sabe, que ya comprende. Ese es el momento de terminar con la mentira y con las hipocresías, y ser lo que uno es, y ayudar a los demás a serlo también, y a despertar. Esa es la etapa pública del proceso.

Si no predicamos ¿Qué sentido tiene saber?

Si no cambiamos al mundo ¿Qué importancia tiene nuestra potencialidad de hacer?

 


CAPÍTULO 3:

EL VIEJO CONOCIDO

 

La entidad espiritual bajó como una estrella fugaz, quemándose al entrar al mundo, y formando parte de él. De ser un Deva, un espíritu de energía y bien, pasó a ser un ente atrapado en un cuerpo que no lo resistía, por lo que tuvo que ser y no ser al mismo tiempo, o por lo menos simular que era.

Algunas entidades oscuras lo buscaron en el lugar del impacto, pero no fueron rivales a su poder, esfumándose ante la mera presencia del ser y de su luz divina. Observó su muñeca. Llevaba la marca de la verdad, de la transformación, de la esperanza: el círculo partido.

Caminó despreocupadamente hacia las profundidades de la ciudad, buscando su lugar, en línea recta, puesto que sabía dónde exactamente se encontraba, a pesar de estar tan escondido para los humanos. En un tiempo inexistente, un segundo eterno, alcanzó el pórtico de la Iglesia del Sagrado Retorno. Atravesó la puerta sin abrirla, y llegó al gran salón principal. Mucha gente trabajaba allí, cuidaba a los niños, o simplemente charlaba.

A pesar de nunca haber estado en ese sitio, todos lo saludaron, y lo llamaron por su nombre, como si fuera un habitante desde siempre del lugar. Y le mostraban respeto, como al resto de los iniciados, a pesar de no haber sido iniciado por otro humano, sino por el Único, quien lo creó en una emanación de pensamiento, de energía de vida.

La Sombra, saliendo de una habitación, se topó con el recién llegado en un pasillo.

- ¿Te conozco? - le preguntó sorprendido, mirándolo a los ojos. El semblante del recién llegado era genérico, como esos rostros que aunque nunca antes hubiéramos visto, de todos modos nos parecen conocidos de algún lugar. Sus facciones no tenían nada en particular, y sin embargo cada detalle era único.

- Claro que me conoces. - le dijo él, en su idioma, pronunciando las primeras palabras de su vida, puesto que nunca antes las había necesitado para comunicarse con sus pares.

- Es cierto, te conozco. - repitió el iluminado, antes de continuar su camino.

El ser fue directo a su habitación, la que siempre estuvo reservada para él, y se recostó en la cama. Cerró los ojos, y permitió que su esencia viajara a su verdadero lugar, lejos de ese mundo material, por lo menos mientras no fuera necesario regresar.

 

* * * * *

 

La asistencia divina siempre llega en el momento adecuado.

Ese momento muchas veces no es el esperado

 

 

CAPÍTULO 4 - POEMAS:

OJALÁ.

 

Siento que dije tanto ayer,

tantas cosas alvidadas.

 

Las palabras son inmundas,

ojalá no existieran…

Ojalá existieran sólo las miradas.

 

ODA A UN AMOR TERMINADO

Oye amor:

Yo tampoco quise que sea así,

óyeme amor:

Yo sólo deseaba correr contigo,

como niños, sin ataduras,

por ese verde prado que es la vida.

 

Tarde descubrimos que la vida

no es un verde prado,

y que nosotros no somos niños.

 

Oye amor:

Duele,

¿Oyes mi dolor?

 

Cuando gran parte de tu vida se derrumba

miras hacia atrás,

y ves...

Ves un gran amor,

de esos que nunca terminan.

Los días, los besos, los pensamientos,

todos arrancados de mi ser,

de mi corazón.

Porque sé lo que fue, es,

o será, o no.

Las imágenes turbias empañan mi mente,

me dominan.

Los momentos, los grandes momentos,

y las desilusiones.

No sé si vale la pena recordar,

o mucho menos olvidar,

sólo sé que lo que fue,

lo que vivimos,

nunca se repetirá.

Es cierto,

pero la vida no acaba ni aquí, ni ahora...

Y si bien las sendas se dividen,

sé que el camino que compartimos

nos hizo humanos,

valiosos, especiales.

 

El dolor, el temblor en mi mano.

Las líneas, los surcos en el papel,

la tinta borroneada,

las lágrimas, lo demuestran.

 

Duele.

 

El ser lo que somos nos hace valer,

la verdad nos ilumina.

 

Duele.

 

Oye amor:

Eres para mí lo que yo para ti,

óyeme amor:

La felicidad está dentro nuestro,

y el dolor al recordar.

 

No sé si debemos recordar.

 

Y si el arrancar al otro

nos hace sentir vacíos,

lo comprendo.

Y si nuestra esencia

se niega a dividirse,

lo entiendo.

No es humano amar,

ni dejar de hacerlo,

va más allá de eso.

 

Tantas cosas deseo decir,

tantas cosas en mi pensamiento,

que al fin y al cabo no importan.

 

No importan.

 

La verdad está en mis ojos,

esos ojos que conoces,

esos ojos verdaderos.

Y si a partir de ahora

ese cristal se empaña,

y no muestra el sentimiento,

es para evitar el dolor,

nuestro dolor.

 

Oye amor:

Ya no soy el que conocías,

y ahora debo decirte adiós,

en esta triste despedida.

 

*****

 

Todos somos el Hombre Sin Nombre, hasta que nuestros actos demuestran quiénes somos en verdad. Recién allí, la etiqueta que llevamos, la que nos pusieron nuestros padres, se desvanece, y pasamos a tener un nombre de verdad. La gente va no te llamará Pedro, Agustín o María, sino el Honesto, el Avaro, el Bueno, el ladrón, el Corrupto, el Sabio, el Santo. Y tú te denominarás a ti mismo como deba ser No sirve de nada que la apariencia de Bueno, Servicial, u Honesto engañe a los demás, a los ciegos, cuando tu corazón está podrido por dentro, cuando no eres lo que aparentas, porque la condena o el perdón, no procederá de ellos. Los demás obtendrán sus propios nombres también, así como tú lo has hecho, y responderán por ellos.

 

 

CAPÍTULO 5

VENGANZA

 

Cada cien años intento lo mismo:

Me introduzco en mi laboratorio (escondido)

e intento volverlo a la vida

con otros métodos,

de otras maneras,

y con renovadas esperanzas.

Pero hace tanto tiempo que lo intento

que ya estoy desanimado.

Tú que aquí eres nuevo

no debes comprender

de qué se trata esto,

por lo que intentaré explicarlo:

Él era un enemigo, mi enemigo,

él me hizo caer en la desdicha,

él me hundió...

Me produjo tanto dolor,

que la venganza se impuso en mi mente,

y pensé que el peor castigo que podría hacerle sufrir

era la muerte.

Pero luego de haber acabado con su vida,

me di cuenta de que ese castigo no valía,

no borró el dolor que en ese entonces sentía,

por eso ahora intento volverlo a la vida,

ésta es mi última chance...

Preparé los instrumentos,

los estoy accionando,

sólo me queda observar:

se producen movimientos, ¡Vive!,

y ahora tan sólo falta cumplir mi venganza...

Matarlo dos veces;

Ese es el peor castigo que podía sufrir,

que él nunca hubiera imaginado,

y sólo así mi odio será saciado

y sus culpas expiadas,

finalmente los dos estaremos en paz.

 

 

CAPÍTULO 34 - POEMAS:

 

DIALOGO

 

Si hablo, no hables.

Si callo, no calles.

Si te amo, ámame más.

 

 

MELANCOLÍA DE LA VIDA

 

¿Cómo el ser humano

no va a estar repleto de melancolía,

cuando la muerte espera

y acecha en cada esquina?

 

¿Cómo no va a estarlo,

cuando remendamos nuestro corazón

con piezas de otros corazones rotos,

quebrados por nosotros mismos?

 

¿Cómo no vamos a necesitar

un parche para el alma,

siendo tan débiles,

tan efímeros?

 

La melancolía se vuelve infinita en cada noche,

los deseos de ser más de lo que vemos,

la necesidad de reparar lo irreparable,

el delirio de la soledad en que vivimos,

la necesidad del otro,

el apoyo en el amor.

 

La melancolía no es nostalgia,

no son recuerdos de lo perdido

sino añoranza de lo jamás poseído,

un final incierto, aquello que falta,

impreciso, ausente, vacío.

 

Los hilos del tiempo se tejen hacia adelante,

y los nudos del pasado son la fuente del dolor.

 

El sentimiento más atroz es la melancolía.

 

 

 

 

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