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IRINA RÁFOLS

  CONVERSACIÓN EN UNA CAFETERÍA DE ASUNCIÓN SOBRE UN MAMBO SANGUÍNEO Y UN PROBLEMITA CON EL SOL - Por IRINA RÁFOLS


CONVERSACIÓN EN UNA CAFETERÍA DE ASUNCIÓN SOBRE UN MAMBO SANGUÍNEO Y UN PROBLEMITA CON EL SOL - Por IRINA RÁFOLS

CONVERSACIÓN EN UNA CAFETERÍA DE ASUNCIÓN

SOBRE UN MAMBO SANGUÍNEO Y UN PROBLEMITA CON EL SOL

Por IRINA RÁFOLS

 

-Si alguien viene y te dice que a un conocido lo mató un rayo… te suena medio raro pero lo podés aceptar. Pero si alguien te dice que a un conocido lo mató un rayo de sol… te matás de la risa o si sos uno de esos, muy apurado, con poca paciencia, le mirás mal y le decís andá a hacerle perder el tiempo a otro. Pero pasó así como te digo, fue verdad, le pasó a un compañero mío de la facu. No, no te boleo, escuchá, te voy a contar lo que le pasó… ¿Cómo que tenés que irte si recién llegaste? ¡No!, ¡no seas mala onda! Quedate, te compro un helado, a ver… ¡Picho!, ¿tenés helado? ¿De qué querés? ¿Hay de crema americana y dulce de leche? Dale. Sí. Uno. Como te iba diciendo, mi compa que se llamaba Gustavinovich, y le decíamos Gus, solo salía de noche. Nunca lo vi de día. ¿Qué? No, ja, ja, no, mi querido, no era vampiro, tenía problemas de salud.

Era hemofílico o no sé qué enfermedad de esas que tienen mambos con la sangre. Lo que sí, venía desde muy lejos a estudiar… fijate que Asunción queda bastante lejos de Rusia o Polonia o Rumania… No sé, era de uno de esos países raros que escriben las letras al revés. No, vino solo y nunca habló de su familia, hay gente así, muy ermitaña de espíritu solitario.

Mirá, acá viene el helado… ¡Pucha, qué mucho te sirvió! No, gracias, no quiero nada… Bueno, sí, ¿tenés café? A mí no me importa el calor, yo tomo café todos los días, tres termos, me mantiene bien lúcido. No, no, el temblor que tengo en las manos es por la computadora, ando mucho tiempo en el teclado, es eso nomás. Traeme… un moka doble… ¿Cómo que no hay moka doble?… Bueno, entonces me traés dos mokas. Sí, gracias. Y como te estaba diciendo, Gus no salía nunca de día.

Fijate que nosotros lo invitábamos a almorzar y no había caso, siempre tenía algún pretexto, pero siempre le insistíamos. ¡Ufa!, ¡dejá de decir que era vampiro! Estoy podrido de cuentitos de vampiros, los pendejos están todo el día con el vampiro en la boca. Te sigo contando, resulta que al no salir afuera el tipito estaba reblanco, ¡ah!, y un detalle: se maquillaba los ojos de negro, sí, con delineador. No… que yo sepa, no. No, no era, porque sabíamos bien que a la salida de la facu siempre venía a esperarlo una mina distinta y bien linda por cierto.

No sé qué les atraía de él si era flaco, tímido y demasiado blanco, parecía enfermo, cosa que estaba. Ahora lo de los ojos rojos durante la Luna llena era porque tenía un problemita en el iris de no sé qué mambo. Te digo que era muy enfermizo. ¡Dejate de decir lo mismo! Los vampiros son una joda jodibudence, es literatura yanqui, no seas pesado. Y como te decía, era buen alumno, muy buen alumno, sabía de todo.

Su fuerte era la historia del siglo IV. Sabía un montón de religiones y cosas esotéricas. ¡Fiu!, para qué te cuento, y hablaba de San Agustín como si lo hubiera conocido y… decía cosas como que era petiso y le olía mal el sobaco, no sé, no importa, vaya a saber de dónde lo sacó. Como te decía, leía mucho de historia y era además muy gentil con las chicas, era todo un caballero, a todas les decía mi lady esto y mi lady aquello, y a las compas les encantaba. Lo que sí sé es que los fines de semana salía de caza con un tío al que nunca conocimos… No, no sé que cazaba. ¿Deportes? Sí, su favorito era la espada, pero como nosotros jugábamos al fútbol no había manera. Decía que el fútbol era para la plebe.

Fijate las ínfulas que tenía… nos hacía morir de risa, bueno, sí, sí, para qué te cuento, qué apurado estás. ¡Gracias, Picho! No. Yo quiero azúcar, no quiero edulcorante. Gracias. No me alcanza esto. Yo le pongo mucha azúcar, traéme ocho sobrecitos. Sí, ocho, Picho, ocho para cada moka… ¿Qué tiene? Yo lo tomo así. Dale, gracias, y como te decía, una sola vez lo visitamos en su casita de Luque, porque no me acuerdo si te conté que vivía en Luque. Vivía en el sótano de una casa.

El sótano no tenía luz eléctrica, pero era más fresco… ¡Ay, José!, ¡vos sabés bien que en verano te derretís de calor! No hinches más con eso… para mí es supercomprensible, yo no veo ninguna rareza, y como te iba diciendo, un día fui a visitarlo porque teníamos un trabajo práctico que hacer juntos. Es que insistió mucho en que fuera a su casa, no quiso saber nada de ir a la mía, y menos de día.

Decía que el sol le podía despertar soriasis y no sé que otros mambos, que podía transformarse en Michael Jackson, por eso no salía al sol. El tema fue que tenía que ser de noche, a las doce de la noche y encendió muchas velas, porque no sé si te acordás que te dije que no tenía electricidad. Y entonces vi que el sótano, que era su cuarto, estaba relindo.

Tenía cuadros antiguos, candelabros, escudos de armas de la familia, y tenía una cama negra, chiquitita, superfina de madera que solo entraba él bien estiradito, ni se podía doblar y además tenía una tapa que la dejaba rehermética, seguramente para protegerse del dengue… No. No seas bobo, no era un ataúd, era una cama rara, acordate que te dije que era de esos países donde se escribe al revés, es otra cultura lo que pasa, y era así además porque le afectaba la luz. Sí… ya sé que estaba en el sótano, pero dijo que por las dudas, que la luz le hacía mal y no lo dejaba descansar en paz.

Entonces sirvió la cena pero él no comió nada porque estaba haciendo dieta. ¡Dejate de decir pavadas y escuchá! Estudiamos un rato y me insistió con quedarme a dormir, pero no, si no había cama, y me quiso ofrecer su camita, y no, yo ni en pedo entraba, no, no entraba si de ancho medía sesenta centímetros. Bueno, y dijo que iba a dormir en el suelo, pero le dije, no Gus, me voy, porque si no amanezco en casa, mi vieja me pega. Sí, con veinte años que tengo, me pega.

Y ya me dijo que aunque tenga cuarenta, igual me va a pegar si no amanezco en casa cuando ella se levanta, y Gus que me insistía, quedate, quedate, y en cualquier momento iba a cantar el gallo.

Y casi empezaba a clarear y me voy, me voy, Gus, disculpame pero no, porque mi vieja me pega y entonces, Gus, no sé qué desesperación le viene, una especie de rayadura de la soledad y me agarra mal de la ropa, me agarra del cuello así, así me agarra… Y me mira con los ojos rojos, o sea, ya le estaba por dar algo, pero me solté y me vi en la necesidad de salir corriendo porque el pobre flaco no quería entender, y yo le tengo miedo a mi vieja cuando me pega, y entonces subí corriendo la escalerita, y él, que me corría y me corría detrás, y entonces salgo y ¿qué pasa? Canta un gallo de por ahí, sale Gus con cara de loco, al mismo momento que se le cae al sol la primer baba de un rayo y me doy la vuelta para verlo, para disculparme, y veo que se pone todo blanco, blanco, blanco y grita aaaagh y cae fulminado, y se queda negro, negro, todo negro, el shorcito que tenía: todo negro, la musculosa: deshecha, las zapatillas: hechas chicle, quedó pelado, sin nada de carne, puro huesito quedó, y le salieron dos colmillos de cuatro centímetros de las comisuras de la boca… No.

Tenía un problema de endodoncia. Seguro que al pobre le habían hecho una mala praxis, algún odontólogo sinvergüenza. Y nada, qué pucha, era un tipo con demasiados mambos de salud, ¿viste que no es joda lo del sol y la capa de ozono? ¿Viste que hay que hacer caso cuando los doctores te dicen que no te expongas al sol? ¡Qué pesado sos! ¡Dejate de decir que era un vampiro! No me tomás en serio. No se puede hablar contigo. Los vampiros son puro márquetin, un invento de los yanquis para vendernos películas malas. Me voy. No te aguanto. Che, Picho, ¿me traes la cuenta?

 

 Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR

Domingo, 3 de Junio del 2012

Fuente digital: www.abc.com.py

 

 

 

 

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