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FLORENTÍN GIMÉNEZ (+)

  LA DANZA PARAGUAYA - Por FLORENTÍN GIMÉNEZ


LA DANZA PARAGUAYA - Por FLORENTÍN GIMÉNEZ

LA DANZA PARAGUAYA

 

Por FLORENTÍN GIMÉNEZ

 

Entre las expresiones artísticas más preponderantes están la plástica, el teatro de prosas, la música y la danza. La pintura, la arquitectura y la escultura forman el grupo de las artes plásticas, espaciales o de la belleza inmóvil, se desenvuelven sin necesidad de apoyo, aunque eventualmente pueden ser descriptas funcionalmente con los medios sonoros; sin embargo, la música y la danza integran el grupo denominado artes temporales o de la belleza en movimiento; la música funciona libremente sin necesidad de ninguna de las otras especialidades, aunque a veces existen obras musicales que expresamente incluyen la declamación, el baile u otros medios visuales. Existen artes que necesariamente se complementan, como la danza, por ejemplo, que sin el apoyo de la música no sería más que un arte de acción mímica, con gestos o ademanes de carácter simbólico. Por lo mismo, toda danza debe considerarse como un arte en movimiento, inseparable de la música.

Si bien la música paraguaya, una vivencia sonora de nuestra historia, con un perfil singularmente peculiar dentro de este continente, ha logrado emerger de la fragua de un largo proceso para alcanzar su afirmación espiritual, que del anacronismo de los modelos de la dinámica occidental ha pasado a definirse decisivamente con sus aires y acentos dentro de una perfecta característica; sin embargo, la danza paraguaya, que inalterablemente debe nutrirse del caudal rítmico y de lo esencial de su expresión, se ha quedado exánime, sin la menor significación de un avance en la misma medida del logrado por la música.

Esa vivencia sonora de la patria, la música, para perpetuarse prendida a los aconteceres cotidianos de nuestra historia tradicional, tuvo que transmutarse continuamente a la par de las expresiones lingüísticas, las transformaciones de las costumbres, los avances de la técnica y la modernidad, con un protagonismo cultural que raya lo universal; es hoy por hoy una presencia constante para el lucimiento de los artistas, creadores e intérpretes en el mismo nivel de cualquiera de los países del mundo.

Quizás este tema sea para algunos motivo de controversias; debo comentar que en mi largo recorrido por los países hermanos del continente, muchas veces he observado aquellas coreografías donde ellos han logrado la funcionalidad de sus movimientos, acorde con la música. Bolivia, Argentina, Chile, Brasil, como la mayoría de los demás países, han adecuado simbólicamente, con los gestos y sus graciosos movimientos, figuras relacionadas con las particularidades de sus costumbres.

Con los movimientos de los brazos, el contoneo de la cintura o los movimientos de los pies, la utilización de algunos objetos como el pañuelo, la flor y otros motivos, hacen de cada danza una vivencia de lo que sugiere la música; si ésta es estilizada, adecúan a ella su coreografía, convirtiendo cada escena a lo que la música inspira. O sea que es igual que las ceremonias del té, donde por más de una hora los japoneses o de otros países orientales, con cada gesto, cada movimiento del cuerpo, la forma de sentarse, los movimientos de la cabeza, y otras infinidades de actitudes, cada postura es en función al rito de una ceremonia tan particular y simbólica, que la practican como algo inmutable, dentro de esas tradiciones folklóricas.

Es asimismo con las danzas folklóricas de los países latinoamericanos citados, como la «Danzas del Trenzar» del norte argentino, donde ha llegado de Perú y Bolivia, cuando los niños de las poblaciones pequeñas ejecutan para Navidad, Año Nuevo y Reyes un baile de curiosas características. Esta danza es de supervivencia americana y corresponde a los ritos agrarios que numerosos pueblos de Europa y Asia consagran a la fertilidad del suelo.

El espectáculo consiste en lo siguiente: Fijado en el suelo o sujeto por alguien, se levanta un mástil o palo de dos y medio o tres metros, cuidadosamente alisado; de la punta superior cuelgan ocho cintas de colores cuyos extremos toman otros tantos niños, cuatro varones y cuatro niñas, que forman un círculo alrededor del palo. En un momento dado, los bailarines inician un paseo, las niñas en un sentido, los niños en el contrario, siempre dando vueltas en torno al mástil; pero como los niños se entrecruzan o giran conservando su cinta en la mano, resulta que en la punta del mástil las cintas empiezan a ceñirse sobre la superficie de la madera formando una especie de tejido.

A medida que prospera la acción, el tejido baja recubriendo el palo, y así llega un momento en que el trozo de cinta no trenzado es tan corto y el tejido ha bajado tanto que los niños no pueden proseguir sus movimientos. Termina así una clase de tejido, y enseguida los ejecutantes inician exactamente las mismas evoluciones, pero al revés, siempre con la cinta en la mano, con lo que el tejido hecho anteriormente empieza a deshacerse. Basta una sola equivocación en los movimientos para que el enredo de las cintas determine el fracaso del conjunto.

Otra danza funcional que practicaban los habitantes de las comarcas ribereñas de los Ríos Dulce y Salado de la Provincia de Santiago del Estero, en el norte argentino, es el Baile del Angelito, en el que prevalecía el uso de la lengua quichua. Sus moradores vivían a su manera, diríase, pendientes aún de sus primitivas costumbres y leyendas. Es ésta una de las prácticas más arraigadas de tales comarcas, conservadas hasta los años 1918 a 1920. Se trata de una reunión danzante que acostumbraban realizar durante toda una noche los padres de alguna criatura fallecida, toda vez que ella fuese no mayor de 10 años, ya que hasta dicha edad la víctima era considerada inocente y libre de todo pecado.

De tal modo era creencia general que el espíritu de dicho ser ingresaba al coro celestial para ser ello motivo de regocijo para los padres que festejaban el hecho con la reunión de referencia. Para celebrar dignamente ese acontecimiento, el cuerpo de la criatura fallecida era depositado sobre una mesa, que hacía las veces de un catafalco profusamente alumbrado con velas de cera o cebo, previamente adornado con flores naturales o artificiales de múltiples colores. La encargada de preparar todo esto y mantener su cuidado durante toda la noche, era la madrina del angelito. En cuanto al instrumento de música que usaban, era preferentemente el arpa.

Como signo de despedida al ahijado, los últimos en bailar, ya al amanecer, eran los padrinos y luego se dejaban sentir las estrofas de la canción del angelito, motivo conmovedor en el aire de alabanzas y bagualas, cantadas comúnmente por los mismos oradores del lugar.

La Zamba Argentina es uno de los más animados y graciosos bailes del repertorio criollo. Es danza mímica que desarrolla el tema del asedio y requerimiento amoroso del galán y glosa rítmicamente los recursos de coquetería de la mujer, que rehúye una contestación categórica hasta el final. La zamba es originaria del Perú, hija directa del fandango español, donde fue danza preferida de los zambos, es decir, del producto de la fusión de las razas india y negra, y debe uno de sus nombres, posiblemente, al hecho de que las coplas que se cantaban iban dirigidas, precisamente, a las zambas.

Dispersa por Perú, Chile, Paraguay, Bolivia y Ecuador, llegó a la Argentina por dos vías, pasando de Chile a los salones de Mendoza y de Lima a los de Jujuy, Salta y Tucumán, entre 1825 a 1830. Danza de tan amplia dispersión se ha conocido por diversos nombres desde el originario zamacueca, tales como zambacueca, zambaclueca, chilena, marinera, siendo todas nominaciones regionales de una forma musical coreográfica común con leves variantes captadas del ambiente.

Es danza de pareja suelta independiente, de un paso picado, con más frecuencia usado por el caballero, donde el desplazamiento lateral se logra trasladando de planta el pie izquierdo por delante, mientras el derecho apoya en media punta, pero el borde derecho de la planta, atrás y a la derecha de aquél. Invertido se logra el desplazamiento hacia la izquierda. Ambos intérpretes llevan el pañuelo tomado con la mano derecha mientras con la izquierda la dama recoge levemente la falda y el caballero deja el brazo caído lateralmente.

Se enarbola a la altura de la cabeza, este último por lo general algo más alto, sin tapar los rostros. Libre en su revoloteo, se efectúa mediante la rotación de la muñeca, imprimiéndole el ritmo que la música le impone y el movimiento que la intención exige. Para su más fácil manejo se toma entre los dedos índice, medio y anular, por el ángulo o por el medio. Cuando anímicamente es necesario, el pañuelo puede ser manejado con ambas manos, y es tradicional que a la finalización de la segunda, la coronación realizada con aquél sea mucho más expresiva.

Ellos cuidan que esas expresiones visuales, con gran respeto, sean difundidas a través de los textos de educación folklórica, de tal forma que con esos materiales didácticos se logren inculcar los detalles mínimos de cada coreografía adecuada a la música. Es así que las obras musicales nuevas adquieran las nuevas perspectivas que motívicamente van ofreciendo y los coreógrafos, a la vez, van presentando novedades que elevan el interés del público.

Crean escenas inspiradas en los momentos históricos, sean ellos de carácter épico o romántico, con concatenaciones de las músicas que se adecúan a la idea de cada coreografía. ¡Cuántas historias existen en otros países americanos para que la danza sea la idealizadora visual de todas las epopeyas! Aquellas donde cada pueblo de este continente ha participado para superar sus vicisitudes, sus luchas por la libertad, por los derechos humanos, por los mártires, para superar las injusticias, los momentos trágicos, y también en los momentos de gloria.

Luego de estas consideraciones, sin profundizar en las modalidades de la danza de otras latitudes de este continente, quiero referirme exclusivamente a la danza paraguaya. Donde, según mi criterio, se ha producido un estancamiento, que al no poder desarrollarse se ha quedado aislado, sin la debida transmutación a la par de la música. Y de allí, en su recinto de apaciguamiento, se ha quedado atascada y a medida que va pasando el tiempo está más alejada de la vivencia funcional de las particularidades que buscan adecuarse a los avances modernos, sin influencias foráneas, preservando la identificación de nuestra raíz autóctona.

Para justificarse en el contexto cultural se ha recluido exclusivamente en los valores obsoletos de las danzas tradicionales de la época colonial. En ese entonces todos los aires musicales eran de tendencia europea, que por la fuerte presión de las particularidades espirituales y expresivas del nativo, apenas ha logrado, defectuosamente, asimilarse a las peculiaridades nativas.

Dentro de ese estado de inercia ha entrado en un verdadero laberinto de incongruencia, que por falta de una apreciación puntual de los avances producidos en los ámbitos culturales de transformación, cada país trata de reconstruir los valores tradicionales para avanzar con nuevas fisonomías, con los logros obtenidos para enriquecer los ritmos y todo lo que nos ofrecen las investigaciones en el campo de la etnomusicología.

He notado en varios de los textos de enseñanza de la danza una falta de expansión, un conservatismo que evita avanzar. Que para justificar nuestra inercia en esa área se recurre a apreciaciones perimidas de gentes que ni siquiera cuentan con análisis correctos sobre la cuestión, ya que no son bailarines ni investigadores, los que, hasta el hartazgo, han opinado sobre esta materia y, para más desgracia, han tomado hasta las opiniones de extranjeros que apenas pueden ofrecernos algunas referencias sin vivencia de los hechos producidos dentro del proceso de nuestro desarrollo.

Existen tantas opiniones referentes a las especialidades artísticas, que para complementar sus trabajos se refieren a los diferentes oficios incursionando en los principios técnicos de la especialidad o profesión, y una vez hechas sus investigaciones, recién abordar cada tema. Así, los novelistas hablan sobre ópera, los articulistas incursionan en las críticas de artes, los que escriben poesías, ignorantes de las ciencias musicales, dejan conclusiones sobre composición musical; los historiadores escriben sobre folklore, músicos que no conocen las técnicas escriben sobre la danza o bailarines que escriben sobre música, etc.

Así se distorsionan las esencias, los hechos históricos y las tradiciones. Particularmente, yo no confío en las aseveraciones de estos autores que con desparpajo se introducen en el campo de los especialistas de estas áreas. En la mayoría de los libros y textos escritos en nuestro país es común encontrar que los autores dediquen profusos comentarios sobre los temas señalados. Esos comentarios generalmente carecen de substantividad, y si se pierden en su estrechez sobre la materia, recurren a aquellos comentarios de otros libros donde, sin una profundización en el tema, también desvirtúan la figura y, con tal de llenar el espacio propuesto, insertan en sus escritos, que luego aparecen para formar una cadena de artificios, sin ofrecer como aporte alguna novedad.

La danza, en los cuatro grupos bien definidos, conforma la danza cultural, la danza espectáculo (con su rama europea, el ballet), la danza social y la danza popular. A la fisonomía de la música para baile que adopte esta división tendrá que agregarle como grupos propios los tipos de ejecución, la forma estilizada de la música de baile y la Suite instrumental. Como en el baile mismo, en la música de baile se conectan tan estrechamente los diversos grupos por lo que es imposible lograr una división rigurosa.

Cuando se habla de la característica de la música paraguaya debe entenderse que se refiere a la particularidad de su contenido técnico, a través del cual se determinan la característica rítmica, la identidad y el género a que pertenece. De la misma forma, en la danza, cuando queremos identificar su característica, debe observarse a través de sus movimientos adecuados a la peculiaridad de la música, sea ella tradicional, actual o estilizada, con tal de que sea capaz de ofrecernos el lenguaje característico que lo identifique, o sea que, en la apreciación al referirse a las danzas tradicionales paraguayas, no se debe decir «tienen ciertas características interesantes de anotar». Como lo dice en su libro Celia Ruiz de Domínguez cuando se refiere a las características de la danza paraguaya.

De esa forma pude observar en un libro de Justo Pastor Benítez una opinión sobre la danza donde dice: «había danzas en que se imitaba a los pájaros: el Jaku jeroky, el Caterete, el Syryry, el Kururú (sapo), el movimiento de los peces...». Aquí debería referirse a una coreografía, ya que las imitaciones se pueden lograr solamente a través del canto, la música onomatopéyica o la coreografía.

También de las danzas tradicionales: Guaiguí pysapẽ, Mama Kumanda, Tatú, Yagua ñetu’õ y la Vida del Jagua. Esto nos demuestra que estas piezas pertenecientes a los motivos populares tenían una coreografía determinada, o sea que tuvieron sus coreografías propias, como aquellas danzas que nos transmitieron de la época colonial.

Celia Ruiz de Domínguez, en su libro «Danzas tradicionales paraguayas», cuando se refiere a la Polca paraguaya, hace una clasificación de la danza de pareja enlazada, y nos dice: «su nombre es similar al de la Polka europea, nacida más o menos por el año 1830, en Bohemia. Se difundió inmediatamente y como otras danzas de moda de Europa llegó a América». Luego hace una serie de aseveraciones, todas alejadas de la realidad de nuestros procesos de reafirmación espiritual, de constantes avances en pos de la modernidad.

La permanente alusión a la Polka europea, queriendo a través de la misma justificar la fuente donde se generaron nuestros aires tradicionales, ha sido una de las causantes de las desvirtuaciones por los que escribieron sobre esos géneros. Es hora de que todos los músicos, bailarines y también los que desean verter opiniones sobre esta especialidad artística se capaciten primero en la materia (la mayoría de los profesores de danza deben conocer las  técnicas del canto y la danza), y una vez que hayan conocido los detalles de esas artes, con la seriedad necesaria, escribir sobre los diversos temas que ellos generan.

Aquí debo repetir en forma sintética lo ya tratado para justificar mi teoría sobre la variedad que ofrece nuestra peculiaridad musical. Ella, a través de los años, en la fragua de la historia ha logrado su consolidación definitiva, denotando el perfil de nuestra personalidad autóctona. Sobre esto quiero citar una opinión sobre la Danza Autóctona en el Paraguay, de Dionisio Arzamendia, estudioso de nuestras tradiciones folklóricas; él dice así: «Referente al arte de la Danza musicalizada en nuestro país; diríamos que no ha nacido solamente mediante la colonización europea, prueba está que nuestra civilización Guaraní realizaba sus danzas en aras del advenimiento de buena cosecha de su agricultura, de la abundancia de la caza, de las fiestas de casamientos en luna llena, nacimientos y otros acontecimientos de la propia civilización precolombina; como la adoración al Tupa, al jasy, al kuarahy y otras natura-lezas».

Estos son los elementos razonables por los cuales nacieron la Danza como un lenguaje y no solo en nuestro pueblo sino en todos los pueblos del mundo.

Como ya dijimos, por estas razones peculiares cada pueblo posee sus danzas, con texto melódico, texto rítmico, con movimientos corporales, con personalidades propias de su civilización.

No se puede planificar enseñanza del arte de la danza sin la base melódica autóctona, utilizando solamente influencia del arte de la danza de los colonizadores europeos; la prueba es evidente por lo que, hasta hoy en día, en nuestro país, el pueblo urbano dice: «voy al baile». Este vocabulario podría ser confusión del vocablo ballet, que, viceversa, el pueblo dice: «Ahá jerokyhápe», «Ajerokysé jeroky syryry ha jeroky popó», etc., etc.

Las danzas precolombinas de la civilización guaranítica perdieron su vigencia porque fueron reprimidas por los colonizadores, quienes vinieron a desintegrar las culturas aborígenes.

De esta manera impusieron su civilización en este Continente y así surgieron y se difundieron los nombres de las danzas nombradas en el libro «Danzas tradicionales paraguayas». En este punto es digno dar razón a la autora pero sin confundir en la enseñanza la palabra «tradicionales» con la autóctona.

Los pueblos con fundamentos propios de sus culturas han utilizado la topografía de sus medios para la coreografía, así también les pertenecen las adaptaciones corporales, vocales, melódicas-rítmicas para la creación de sus propias danzas (el jeroky).

Evidentemente, para realizar análisis justos se emplean ilustraciones del texto melódico con su forma musical: Por ejemplo, existen danzas sin introducción y otras con introducción, que, a veces, se danza desde el comienzo de la melodía y otras al término de la introducción, igual que nuestra Danza del Cántaro, que hoy día le llaman Danza de la Botella, después que se fabricaron las botellas.

La forma musical danzante de nuestra «Danza de Cántaro» sería una de las formas o estructuras autóctonas de nuestra Danza paraguaya, en donde el intérprete femenino especialmente muestra sus habilidades, su inteligencia y la gracia femenina de la mujer paraguaya, que sería justo nombrarla como Danza Autóctona y no Danza Tradicional.

Para terminar este aporte resumido, pongo a disposición la partitura para Arpa diatónica de mi «Danza A Porã Sy» (Danza a la madre de la belleza). Obra musical que me gustaría que sea analizada su forma de estructura rítmica y melódica. Esta obra fue danzada por el gran bailarín argentino «El Chúcaro» con su señora, en varios países de nuestro continente.

Antiguamente, las piezas como: El Chopí, La Golondriana y La Palomita, estaban escritas en 3/4 como la «jota española», y luego paulatinamente las convertimos a la expresión folclórica de la Polca de 6/8, pasando así a pertenecer a nuestro género musical, y si esas piezas tienen un patrón común como entienden algunas bailarinas de nuestro medio, todas las demás piezas que son inspiradas en algún motivo tradicional igualmente deberían tener sus danzas propias.

También se debe saber que la Polca paraguaya es un género de contenido formal y no una «forma musical». Otra apreciación ya señalada es que el ritmo de la Polca es siempre dentro del 6/8. Debemos desechar aquella equivocación tan dañina de que «existe un acompañamiento en 3 y una melodía en 2», cuando que las músicas paraguayas, excluyendo el Rasguido doble, todas son en 6/8, y de esa forma, cual un receptáculo, allí se generan todas las combinaciones de las células rítmicas, lográndose así el contenido singular paraguayo; de donde no se debe desglosar ningún componente en forma 98 separada, porque de esa complejidad de contenidos rítmicos surge el hecho genérico identificado como «Música Paraguaya».

Los estilos musicales que provienen de las vibraciones sonoras de nuestra historia se manifiestan o se inspiran en los hechos cotidianos. Así, por ejemplo pueden describir los momentos épicos con Campamento Cerro León, Cerro Corá, 13 Tuyutí, Tetágua Sapukái. La añoranza con Lejanía, Mi Lejano Amor, Mombyry guive, Techaga’u. El jolgorio en las fiestas patronales con Galopera, Achuita, Jeroky popo, Punta Karapáme Serrato ndive, 3 de Mayo, Arroyo y Esteros. Lo onomatopéyico con Pájaro Campana, Piririta, Taguato Caracolero, Mimby pu, Polca Burro. Lo político en Colorado, 18 de Octubre, Parapití Pora, Obrerito, etc., etc. De esta apreciación surge el hecho de que los estilos, el carácter descriptivo, la interpretación de cada uno de esos momentos, lugares y situaciones, no deben ser considerados o confundidos con otros nombres genéricos.

Todos los modelos descriptivos que fluyen del recipiente expresivo, sean Guarania, Polca, Galopa, Polca syryry, Kyre’y, Chamamé, Avanzada, Sarakí, Purahéi, y todos los de las danzas tradicionales que hoy se escriben en 6/8, corresponden a la música paraguaya. Todas las supuestas designaciones rítmicas como: Polca saraki, Polca popo, Carretaguy, Jetypeka, Guaiguingue, Karancho pepo, Kamba timboka, Kamba tísyry, Polca Zapateada, etc. son las que, utilizando las células y los componentes rítmicos del conglomerado característico armoniosamente, dentro de una combinación perfecta, establecen nuestra particularidad musical autóctona.

 

 

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Por FLORENTÍN GIMENEZ

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