POESÍA REUNIDA DE ESTEBAN CABAÑAS
Edición al cuidado de RICARDO DE LA VEGA
Editorial ARANDURÃ
Diseño de tapa: OSVALDO SALERNO
Asunción – Paraguay
Octubre 2012 (387 páginas)
ÍNDICE
LOS MONSTRUOS VANOS, 1964
POEMAS, 1964/1965
EL TIEMPO, ESE CÍRCULO, 1979
LOS CUATRO LINDES, 1980/1981
DESENTIERRO, 1982
PREMONICIONES, 1986
FOSO DE PALABRAS, 1992
EL NÁUFRAGO INSUMISO, 1998
LATIDO QUE NO CESA, 2010
LA POSTA OSCURA, 2011 (Inédito)
POEMA DEL EXTRAÑO Y LA CIUDAD, 1965 (Publicado en Revista Alcor)
LOS MONSTRUOS VANOS
1964
LA ESFINGE
a Josefna Plá
QUIÉN pensaría en ese rostro ambiguo
en que dejé mi suerte detenida
grabada en su serenidad y en su violencia
vuelve su risa y su dolor a un tiempo
a ser palabras de su boca antigua
a nacer y morir
en esa misma soledad que le destruye
y le crea sin cesar
entre las horadaciones de su piel
como una piedra que detiene lágrimas
borrando en su memoria arenas lluvias
quieto deshacerse de la prisa
para instalarse definitivamente en su sitio
en esa espera imperturbable
en esa mirada de vidrio sobre la línea
del desierto.
ENIGMAS de toro enarbolado
sobre el ataúd perdido de mi cuerpo
anclado en su palabra de fuego devastado
por sinnúmeras lenguas enigmáticas
mi boca ha recobrado su sabor sin memoria
su fruición que se viste de otras bocas
de otras lenguas de fuego milenario
salivas que consumen su frescura de aceite
en medio de las llamas.
Enceguecido busco
caído sobre cuerpos sin nombres repetidos
el combustible ardido el corazón quemante
navegación de cuerpos en perpetuo naufragio
consumidos.
UNO lleva sus pétalos sangrando
sobre los estambres púdicos que emergen
de grandes cópulas bermejas
El aire preconiza una vuelta hacia el orden
odiando la armonía
naciendo como un sol fiero y demente
o un ser caníbal
todo lleno de larvas despeñado
sin tregua a su banquete.
Los pequeños resabios ensucian los diagramas
que huelen como el tiempo
asumen los preámbulos sagrados
los intersticios cavados del deseo
Estos son su madero brújulas inquietas
alargadas a nortes monstruosos ojos mórbidos
de animales que crecen sin moverse
flores antiguas enormes navegando
en ese lugar que llega como un golpe
a completar el goce sin hallarnos.
DESHABITADO el viento, yo busqué la paloma.
Deshabitado el pez, hallé los ríos.
Deshabitado el hombre, su soledad tenía
la vestidura de sus huesos.
Deshabitado el tiempo, su angustia se ladea
como viejo caballo sin querencia.
Deshabitado el lento deshacer de sus horas
en su cristal de fuego innumerable
la soledad de Dios muestra su espalda vacía.
SÓLO era mía la brevedad del goce
y una fiera creciendo a mi costado
con el nombre completo
atardeceres vanos cuerpos tibios
pequeños bosques hieráticos recordadas verjas
escrúpulos
sueño y tiempo
relatándose viajes cuentos
caminatas
voces que anclaron ciegas
junto al naufragio solo
desenredados brazos de ahogado perdido
en un desierto frío de sal
con deseos de hincarse en otros cuerpos
probar su brevedad unirse a otro
buscar la soledad del otro como un puerto.
AMAR es una cosa que se licua
sobre animales fieles de ojos muertos
quiere ser una niña viva y sola
creciendo en longitud bajo la sombra
Atestigua un furor de luna asida
por manos criminales flores pájaros
que se buscan en mares de saliva
con los grandes pétalos del hambre
Crecen en su honor enormes plumas
que parecen palomas deshojadas hojas quietas
de un antiguo otoño petrificado
llenan los ojos de su calle extraña
POEMAS
1964/1965
1
De viento en sangre
por espacios subiendo
como un árbol.
Clave de hojas
dibujada sobre el pliego
cubierto de miradas,
manos quietas que suben
buscando la caricia,
enarbolada pieza de metal
en la calle
por la que busca el tranvía
su despacioso tramo
y una lenta agonía
instalada en sus vidrios
en iluminadas ventanas
y voces transeúntes.
Sube el aire, muy viejo
con el goce final
donde se vierte
el horizonte pálido,
la rosa,
agrandándose
en animales ciegos
de mirada inútil
que buscan.
2
Era el hambre
uñas pálidas
de restregar
el hambre
voces largas de arañar
el hambre
su tierra grave de soportar
el hambre
sangre o borbotones
el hambre
policías que inventan
el hambre,
señores en enormes casas
el hambre
viejas mujeres con grasa y zapatos
el hambre
niños perfumados
el hambre,
guardada ventana para mirar
el hambre
con sus feroces rostros agrandados
el hambre
con sus menudos pies
con su corta edad
su vieja y larga edad
su desolada edad
el hambre.
3
La fuente de lo inútil
es una enorme piedra
con ojos en la orilla
donde oscurece el tiempo
su piel aletargada.
Veo que se estira
el gran pliego del ansia
sobre pedazos tibios
de carnes apagadas
y una tranquila mano
recorre su esperanza
con la pezuña antigua
de un animal de piedra.
Atrás la mesa muerta,
y el mar que sube y baja.
4
El que alimentó
sus muchas ausencias
inventa entregarse
pero no lo aceptan,
Diseca esqueletos
para hacer palomas
en la enorme hoja
de alumno sin dedos.
Por el aire sube
su animal despierto
no sabe la letra
y olvidó sus huesos.
5
Su cara de enemigo
se refleja en mi rostro,
quiere poblar el aire
mientras me dure el ansia
y por detrás, corriendo
con sus sombras de alambre
cubriendo el cuerpo oscuro
del tiempo.
Hay un pequeño encuadre
donde se fija el sueño
por sobre mi palabra
mi orgullo
mi abrumada presencia
mis residuos.
EL TIEMPO, ESE CÍRCULO
1979
CÍRCULOS
1
La razón del círculo es imitar su cola sin principio
el posible regazo de la nada
su ojo anticipado a medianoche
como un sol
su redonda potencia
su complicada lumbre única
su soledad partiendo desde el centro
donde no llega el fin
ni donde gira el cordón cerrado del infinito
2
Qué soy yo
sino una piedra vuelta
cuyo rostro ha caído
Qué soy yo
sino el revés de un traje
al final de un ovillo
El círculo no soy yo
ni la evidencia
sólo un fin
Que no se identifica
3
La soledad tiene la voz de la piedra
la soledad que muerde su despacioso aumento
como un furioso tren desenredado
La soledad que muestra su rostro resguardado
por horizontes quietos y brújulas sedientas
la soledad del viento cabellera de aire
cubre un campo viejo de cegados árboles
que desgarra su propia cola enhiesta
sin obstáculos
la soledad de la raíz sin tronco
la soledad del libro sin mirada
de un dedo solo de mano mutilada
la soledad sin respuesta
la soledad del grito desovando
sobre espejos caídos sin imagen
la soledad parada como un pito
de cópula siniestra
la soledad vestida de relojes
sin memoria posible
4
Suplir la piedra y encontrar el aire
donde el sueño se incuba su vigilia
y el silencio en ruidos permanece
En el principio los círculos cerrados
donde el pie la cabeza
Todo tiende hacia nada
y lo eterno descubre
el tiempo de morir
5
Dar la vuelta
es realizar el recuento
la insistencia del día que no cesa
No es un aire ni un pájaro entendible
Es un poema negro
como un signo vacío
Yo soy aquí con esta voz
con estos ojos
el más ciego y el más silencioso
porque no tengo nada sino esto
Porque este sueño vano de ser otro
es como ser libre
6
En el eje que no domino
el caminar ladea su sombra
y es el suelo que estira su solidez
fuera de sus límites
Quién está marcado
quién amarra el aire
de qué seca semilla nace el silencio
pero es el sueño un zapato sin pie
una envoltura
un olvidado aire
un sol un río un ave
un volverse lentamente hueco enorme
un pozo de metal inútil
en que el eco golpea su repetido eco
La cáscara que enarbolo en el eje
no es mi rostro
LOS CUATRO LINDES
1980/1981
UNO
I
La tarde no tiene casa
ni la más remota casa
aparece en el tiempo como su casa.
El viento no tiene casa
como los altos fierros que defienden la noche; la noche
sin casa.
No tienen casas los azules ni las sombras
ruedan sin casa las piedras
sin casa las calles
la ventana sin casa y esta puerta
no tiene donde ponerse.
No tiene casa esta mano,
el ojo en ese espejo sin nada
siente alargarse la angustia,
los cuatro lindes, las enredaderas,
la pierna de su madre
el corazón y el patio.
La sangre se derrama
más allá de su casa
que crece en sí misma
como un vacío
inabordable,
su casa no tiene casa
ni tiene casa en sí misma.
II
Aquí no estoy.
(Perdido en la mitad de un pañuelo
caído sobre los recuerdos).
Aquí no estás:
dilatado en el fondo de la noche
apenas cabe el rostro que ya no usas
la inquieta melancolía que sobrellevas
la pereza del viento
y esa luz amarilla que se arrastra a tu lado.
Aquí están las tormentas
el temor en la pisada
del animal errabundo
del objeto sin nombre,
la piel sin ternura y el beso roto.
Aquí está el silencio.
III
LAS LLAVES
Primero,
la que apagó los ojos de las palomas
en el principio del amor
y las sustituyó por piedras.
Después,
la que encendió la sonrisa
en medio de la vieja oscuridad
donde vigila el sueño
convertido en ángeles de cansancio y misterio.
La que abre la dulzura
sobre el despilfarrado
viento de la tristeza
que al retirarse deja la soledad varada
en medio del espacio.
La que cierra el pedestal
y cubre de hojarasca
las lápidas inmensas
donde inscriben
los retazos del tiempo.
La que guarda, en fin,
la pequeña alegría
que se instala
en los rostros de mis hijos
creciendo como vientos de amor
en la tormenta.
IV
El mar se envuelve
en su caracol transparente
y en el fondo, al final del ovillo
sueña el tiempo
donde no será más
o nunca o ha sido o tarde
y la petrificada sombra se desvanece
sin poseer jamás el presagio
donde todo ya es
y es nada
V
Cuando salgo a la calle y entiendo que estoy solo
y ya el relato arde en el fondo del cajón
hay un sonido espeso que alarga su palabra
para enhebrar el viento, para estrujar el aire,
iniciar el remate de las cosas usadas,
clavar las mariposas en una caja azul.
Cuadrada habitación, inmenso espacio
adentro, muy adentro, guardo la calle abierta,
desde aquella ventana
donde tu mano estaba y ya no está.
En la memoria cabe el dulce escarabajo
que apaga la caricia,
y la tristeza enciende la vieja soledad.
Sao Paulo, 12 de noviembre de 1980
DESENTIERRO
1982
a Dionisia Cabañas
"Aunque el discurso de largos años suele causar las más de las veces en la memoria de los hombres mudanza y olvido..."
dedico este libro a tía Dionisia, que no tuvo hijos,
ni hombre, ni perro que le ladre, y sin embargo era alegre y delirante,
contaba historias familiares y pensábamos que la pobre estaba loca de remate.
Tanto la quería mi madre que me dijo: dale una flor en su muerte, ese día.
(Estaba tan gris, que se orinaba en el cajón de risa).
Esta es la flor
después de mucha vida.
LOS PENSAMIENTOS DEBIDOS
Yo, Moquiracé, haré velar
los antiguos árboles
de donde sacamos la fuerza del venado,
la sangre de las víboras,
los penachos que la garza enarbola,
el agua petrificada
y el sol de la tierra
que al apagar sus fuegos
hace acontecer la oscuridad.
Yo, Moquiracé, hablé a mis hijas:
En el tiempo que fue,
cuando llegamos aquí
en grandes luchas con los payaguá;
comer al vencido
era buscar la fuerza
que su corazón guardaba.
Ahora llegan los extraños
con el palo de trueno y el poder,
con sus pieles tejidas al cuerpo,
con sus rostros crecidos
y desangradas manos.
Yo, Moquiracé, dije a mis hijas:
Es de ustedes este trabajo.
Apaguen los fuegos
de este sol que nos trae
un alba quizás enemiga.
Mis hijas: Coman de su carne.
Los hijos de ustedes
heredarán la fuerza del extraño
y seremos
-en la tierra sin mal-
una mañana.
Yo, Moquiracé,
no fui el vencido.
CON LOS CINCO CACIQUES DESCUARTIZADOS
POR ORDEN DE IRALA, HABLA EL ENGAÑO
La víbora calló
y el enorme fuego que agitara la selva
se nos puso aquí dentro
y allí se enterró.
Vino la tormenta y trató de apagarlo
con sus terribles aguas,
vino el sueño con una pesadilla que le prestó su voz,
vinieron los ojos que el verano incendió
y fuimos el barro calcinado
que arrastraba las piedras
sin levantar la vista de las manos:
Nos habían preparado la trampa
con nuestra propia sangre.
En un sueño de los caciques,
Domingo retrocede para verse
POR EL AIRE SE NUTREN
las bocas del alba,
anuncian silencios
los lejanos diagramas,
luces por el río,
en el frío, fogatas.
Las cenizas suben por los jazmines.
Hay un árbol que construye su sombra
bañado por la plata de los charcos.
El espejo delata los cuerpos
suspendidos en el inútil sueño.
Domingo camina por una frágil rama,
el sol se ha detenido en medio de su cara,
parece que sus ojos taladran.
La selva, tras un fondo insomne,
guarda el cuerpo de Leonor, preciso.
La piel es muy morena,
un reflejo que avisa
el deseo y la ira.
Pero ella sonríe con una risa vieja,
sólo el cuerpo lo entiende
y corre hacia sus piernas
la temblorosa araña de su sexo.
Afuera,
Domingo recibe a los caciques.
Su mirada es de vidrio.
El lagarto los desprecia con la lengua afiebrada
que seduce la siesta
en el látigo tenso
de un ojo congelado.
Malinche sueña al viento
(¿no es la misma?)
traspuesta la frente de Salazar dormido.
-Aquí están los caciques,
don Domingo-.
Los soldados levantan los maderos,
la soga va a la espera
sosteniendo en el aire
su círculo vacío.
En otro espejo los caciques
despegan a Martínez de Irala
de una mujer cansada y desteñida.
Lo llevan a la plaza.
(Sueña el viento
un aire periférico).
Domingo Martínez de Irala
cuelga de un árbol
con la soga al cuello.
¿Qué son esos dulces caballos,
uno por cada punto cardinal
y hacia cada rumbo?
Con el puñal, el indio los ciega
y al partir cada uno se lleva
un trozo de su suerte.
Don Domingo regresa a componer sus partes:
el espejo está roto.
PIENSA LEONOR
Era simplemente un hombre
con un corazón lleno de ojos
para sentir la noche.
LOS CONQUISTADORES SUEÑAN
UN SUEÑO ROTO EN ASUNCIÓN, 1560
"Tierra para siempre desencantada",
aplastada de azul,
las pequeñas hebras de la sangre
evocan el sudor
de sostener la piedra del cansancio,
la mañana sin pausa,
la noche sin remedio.
Un lucero levanta su misterio
sobre la piel del alba.
Ya no existe la luz:
el oro se ha licuado en el agosto
y este rostro se apaga en los espejos
donde un ojo de plata se extravía.
LA ENCOMIENDA LOS EMPUJA HACIA EL MONTE
Por montes y pantanos cargados con el sol
y la humedad como un junco perdido en la nostalgia,
comemos arañas, gusanos y culebras
-de paga, dos varas de lienzo-
y un árbol creciendo en medio de la cara.
Todo por haber cernido las esperas que el tiempo
hace llover en nuestras manos.
PREMONICIONES
1986
1
Viento que traes la espera
no detengas tu azotado sonido
no extiendas tu paso leve
ni tu voz que aquieta el sueño
nombre las cuatro lindes
ni en la cuenca de los ojos
reavive un nuevo brillo
Acércate al laberinto
que el ser aventa y sojuzga
Ya en los umbrales del miedo
pasa la tarde escondiendo
un anhelo traficante
de un dolor sin mariposas
de un dedo señalador
de quien migaja recuerdos.
No estoy en este misterio
el primero
No intento mirar tu rostro
donde la muerte ha cegado
sus dos monedas de polvo
Ni aquí ni allá
todavía
Ni en este cuenco sin fondo
donde un río remontado
despeña su espejo
acaso
Allí ya nadie se mira
tu rostro se ha vuelto cera
y el muerto crece en lo oscuro
hecho de carne huera.
2
¿Por qué antiguo ritual
se vuelve máscara tu rostro?
De tus innumerables rostros:
uno que cambia y nutre
aquella línea azul
donde tu boca se traga
todas las palabras.
Este segundo misterio se aproxima
cuenta un aire de cosas impresas
y huellas de una mano que no se identifica
Una mano congelada en un papel
en una carta
En el picaporte
y el ámbito incierto de la angustia
Al sacarse la máscara
no queda nada.
3
El tercer misterio es el de tu boca
que ha olvidado su amargura
en esa risa fácil que esconde
la tercera máscara
Porque la piel no es la piel
cubriendo el gesto exacto
de un estudiado atuendo
ni la palidez de una sonrisa
desvaneciéndose en el agua
El ojo un agujero por donde se mira el cielo.
4
El cuarto misterio no delata su presencia
está lleno de huecos
dejados en un juego de azar
huellas de un desesperado tiroteo
en una calle vaciada de pronto
de sus motores
de sus caballos rugientes
y el rostro caído en la vereda
apenas una máscara que no tuvo tiempo de huir
Me acerco hasta ese rostro ya callado
y le digo
que duele estar solo en esa calle
y que el río tarda
y las noches
me acercan otras máscaras otras voces
otros rostros que también se parecen
pero que están muertos de su muerte.
5
Máscara
no te conozco
no eres mía
ni lo que persigo:
el anhelo suave de una voz y el ansia.
De dónde vienes
tu piel no exhala aromas
ni rastro
ni rumores.
Alguien responde:
es la que no se hizo para usar
la máscara final
la que no tiene tiempo.
FOSO DE PALABRAS
1992
I
Tu caricia
se despliega en mí como un ave dulce que va a morir
Mi caricia es cuchillo abriendo tu tristeza.
Tu caricia deshoja la alegría de sus dedos
Mi caricia es una obscura mano
Tu caricia es un día claro
Mi caricia es herida
Tu caricia es una palabra simple
Mi caricia es sorda
Cava un pozo
De antiguas cegueras
De lejanas muertes.
II
Llueve hasta enredarse
en aromas de líquenes y tierra
lodazales
donde busca el hendido fulgor de nuestras fiebres
licuado corazón casi cenizas
casi barro
Una mano ausculta tu caricia
perdida en el cajón de la alacena
hojas postales
y un dedal dormido
Cubiertos usados desteñidos un hueco y un cedazo
Pero esa lluvia cae sin remedio
sobre un montón de olvidos
y silencios
Sobre tus ojos
sin mirada abiertos
Sobre tu boca sin palabras.
III
Por esta puerta crece
donde la puerta inventa
la puerta puerta
de esperar como abrirse o cerrarse
que es lo mismo
sin que nadie llame
sin que nadie arriesgue algún sonido
una ciega palabra
una palabra apenas
un susurro.
El automóvil crece por la puerta
con el ojo cortado
La voz y el grito pasan
donde todo se pierde y nos abarca
o nos abre a la muerte o nos defeca.
IV
El amarillo
y un pedazo de agosto
un pedazo de pétalo
un pedazo de orín
un pedazo de azufre
un pedazo de mancha
el amarillo
un rasgo del pedazo
como abrir un zapallo a mediodía
desagotar el sol
el amarillo
el oro que mantiene en el engarce
una ínfima luz
que se derrite
el dolor que se abre
en girasol ardiente
el amarillo.
V
La forma más mórbida, que aún espera nacer
las pre-formas
la deformación que acontece al atardecer
las que se van
el secreto de las formas que se esconden
el misterio que surge de lo informal
de lo no conocido
de lo que se ignora
y sin embargo se ve
la visión de lo recóndito
de lo presentido en el fondo de un sueño
la esfera de las oquedades
o mejor el revés de un traje
que no se usa nunca
el interior mismo
la íntima imprecación del ansia
la poderosa inercia que fluye en el espasmo
hasta la boca cierta
de la que han huido los dientes
y sin embargo balbucea la palabra
un pequeño eco
hipo y grito
estertor
movimiento final
último presagio
unción de señales
automóviles que duermen en la noche
bajo árboles negros
superados por la oscuridad
repletos de silencios
enloquecidos de quietud y sombras
esas que hunden sus raíces en una desalentadora calle
y sin embargo qué penumbras
qué desasosiegos qué dudas
por qué se estriba al andén más perdulario
por qué no intentar traducir estas señas
su tiempo que aún conserva que aún no alcanza
que aún incita a preservar la espuma en la lejana orilla
Por qué no se guarda en esa forma
la voz del mar cuenco de nácar cáscara de lunas sosegadas
Por qué la luna no desarrolla su historia
y nos repite qué fue
qué oscura penetración gozó en el entreacto
se metió por el foro
hizo mutis
desenganchó la inútil insuficiencia
se irguió como un fanal que desenchufa el paisaje próximo
Por qué no puedo no haber sido
y dormir en el hueco de tu mano.
EL NAÚFRAGO INSUMISO
1998
I
En el principio
todas las cosas carecían de sueño
allí nació el párpado
y crecieron dos manos para volar.
En el principio había un velo
que urgía su extrañeza
como si todos los recuerdos se ocultaran
para morir.
En el principio era la palabra
y al final
donde decía amor hoy queda el viento
y la nada.
II
Era la música
que inventaba un silencio
más allá de lo audible.
Era el instrumento
que a su contacto exultaba
los misteriosos marasmos.
Era la propia tristeza
navegando en un mar de vaguedades.
Era la estatua de sal
y la mirada atrás.
El lugar ausente.
El no ser.
III
Imposible
definir el territorio
del pasado cercado
por la nomenclatura inicial
la puerta vedada
el vendaval petrificado.
Si hay un soplo
es porque el derrumbe no acaba de suceder:
es lo único que mantiene
en este sitio
su estatuto de existencia.
IV
Uso las carnes laceradas
las pinzas lúbricas,
las pestañas de cera.
Uso un bloque de palabras
que están como haciéndose.
Uso las piernas del despacho
las medias,
el zapato.
Uso la calle que huye a cada paso.
Aún así, el ardido brazo
no me deja partir
me aferra al viento.
Uso para salir
un sombrero.
Pero estoy aquí, sin moverme
las cosas pasan a mi lado.
V
Cuando estabas aquí
me habías perdido.
Ahora que estás lejos
te he recuperado para siempre.
VI
Por fin he podido llorarte
un mar tragándose sus lágrimas
dos gotas arrasadas por el orgullo.
Estás sentado aquí
ocupas el borde norte de la cama
y sonríes.
VII
No sabíamos que todo
se reduce a unas horas
a un poco de pan,
a la luz que ensucia el amanecer
al secreto silencio que envuelve
las escasas razones
los pequeños inviernos
tu voz que ya me falta
sólo dijo: Buen día.
Ya es tarde. ¿Qué has traído?
Y yo: ¿dónde guardo
aquella voz
que jamás me ha pertenecido?
LATIDO QUE NO CESA
2010
UNO
Si el ojo se abre
la flor deja escapar un aliento
de mirada
con párpados sinuosos
con luces asombradas
sin sombras
fluye en el aire
y al ver su muerte
se detiene
se aquieta
cierra los pétalos
No sea que la oscuridad
penetre
Que la tormenta
se instale en las pupilas
que se obligue a ignorar
el paradero
la vía del tren traspasando
la garganta
con la sangre
vociferando a tientas
por callejones de esparto
de rostros denegados
sin ventanas
de garras emergiendo
de lenguas rígidas
con escupitazos
y cerco de púas
y espinas camufladas
donde se entierre la carne
Donde te nombre.
DOS
Un estiércol húmedo
nutre la semilla del ansia
su palidez
rellena el palio
bajo el que pasa un animal
transparente
erizado de alfileres
y piel expuesta
En el palimpsesto
una antigua huella
se borra.
TRES
No tener
ni un diminuto parapeto
Tener que huir a la trastienda
de las palabras
migrar al cero
comerse la pasión
librarse de la coma
reclamar el silencio
la presencia
la inútil forma
de esa vibración
iluminada.
CUATRO
La tierra se yergue
para comer a sus hijos
Y los devora aturdida
La tierra se esconde
Bajo las espuelas
al trote
el caballo
resopla
¿Detrás de esa puerta estás?
Hay quizás una ranura
¿Qué mirás?
No se ha cumplido
la hora y ya reclamás el sitio
Es tarde ya lo sé
No tengas piedad.
CINCO
Cae la calle en el patio
Cae la lluvia
desde el libro que arriba
se deshoja
repleto de palabras
De cada hoja cae una
de cada palabra otra
y se apagan en la arena
Algunas no dicen nada
otras nos miran
mientras el rostro
se hunde en la arena.
LA POSTA OSCURA
Diciembre, 2011
(Inedito)
EN LAS DURAS VEGETACIONES
Bronco viento se yergue
en las duras vegetaciones
en el musgo taciturno
en la ceniza que intenta
contagiar todas las cosas.
Aquí las sombras
se diluyen.
Aquí la oscuridad te cierra,
te saca desde adentro
manos transparentes.
Corazones de piedra.
Pedazos de palabras
apresando lo incierto
desollando la niebla.
LA PIEL DE LA CASA ADVIERTE
Los secretos me arden
con una comezón
profunda.
La lluvia recorre
la piel de esta casa
y me advierte:
hay que huir
tenés que huir.
Huir es la consigna:
borrarte, desaparecer.
Conectarte al silencio
por un trazo infinito.
Huir al dorso
internarte en el agua.
Sumergirte.
DUDAS EN EL FRAGOR DEL VIENTO
La música traspasa
el cerebro.
No sé si está presente
en el andar del sonido.
No sé si se impregna
el aire
el fragor de la madre
el ámbito del miedo.
No sé si tengo
que agrandar el
viento
que avente las sombras.
O que invente la tolerancia
y la subvierta.
COMO PÁJAROS SECOS
Busco un recipiente
para acarrear
todas las lágrimas
todos los aromas.
Tomo el hacha
para dejar la marca.
La música se expande
por el corredor del ansia.
Del árbol caen los frutos
como pájaros secos.
Inclino la cabeza
al volverme zumo
con el olor a siempre.
El rostro de mi padre sonríe
tenemos algo en común:
la soledad.
EL FANTASMA Y EL HUMO
El color huye por el peto
sube la armadura
mas el humo
sin embargo
baja
quiere permanecer acostado
besando el suelo.
Un fantasma de niebla
va apagando
el tiempo.
SÚPLICAS DE LA BURBUJA
Sobre este edredón
sobre la almohada
el sueño, el cuerpo
que se desparrama
bajo las cobijas.
Advierte una burbuja
al desprenderse un hálito
apenas una pluma
o quizás una piedra
o quizás un ave:
vengo a suplicarte
no sea que me borres
que no me abras la
puerta
que esté frente
a la muerte y me desandes.
POEMA DEL EXTRAÑO Y LA CIUDAD
1965
(Publicado en Revista Alcor)
I
Cotidianamente
las sombras me separan naranjos
caídos en la muerte,
las pequeñas ranuras de veredas
donde gotea, cuadriculada y sola,
el alma.
Sustituida piedra de la gracia,
amarillo es el orden,
la milicia en el pasto
de amarillo,
los grises policiales
sobre los arcos de los ojos viejos
que pulen la estupenda caricia
de la llaga.
II
Ya fue la flor.
Ya escupe el golpe que desborda.
Ya dijo, reprimiéndose,
pequeñas cosas del decir diario.
Se juntó a los poetas que remedan
las viejas prostitutas del soborno.
Ya se cansó.
III
Porque aquí todo huele
hasta el aire,
ya se mezclan sonidos especiales,
ya las víboras corean los ruidos
que sacuden el sueño,
y hay enormes zanjones
que se tragan residuos, camiones,
esqueletos,
pozos donde la noche mira
el agua envenenada.
Y sube por el hilo
la envidia con sus patas,
con su cuerpo geométrico,
con sus pelos de infinito,
arrastrando los chismes que lastiman
a tientas, como ciegos.
Y ya me desconoce la pisada,
me desestima el viejo rumor del viento,
y las esquinas gritan a mi lado
su puntiaguda soledad de espanto.
IV
Pero aún así,
uno busca volver,
encontrarse de nuevo en la ciudad
oír la luna subiendo en el tejado,
enhebrarse en la gente conocida
como culebra falsa, rutinaria.
Destapar la sonrisa a cada paso
para tirar saludos.
Ir al cine los sábados de tarde,
los domingos a misa,
trabajar cinco días,
como un buen hombre,
un jardín en la parte delantera,
un corral, un excusado atrás,
un por si acaso, basurero y todo.
Así, de noche, cenamos
nos acostamos y morimos.
V
Alguien habló ya del raudal
que pone a la ciudad
su verdadero rostro;
sus tentáculos fuertes esparcen
los residuos blandos de humedad
erótica;
el despoblado queda
cubierto de zapatos quietos,
cascotes lustrosos,
oscuros objetos que nadie conoce,
desinflados pudores en un mapa
de creación fluvial
que deja
el morir del agua.
VI
Nace el desastre por el aire.
Caminan ahora a mis costados
enormes casas, mujeres y perros,
ventanas pintadas,
hombres que saludan a coches inmensos.
Pero está el silencio.
Por detrás de los árboles podados
en primavera,
por esta procesión que nos lleva
a un cementerio oculto
está el silencio,
está una larga y sutil espera.
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