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MARIO R. CENTURIÓN

  DEBIDO PROCESO Y DESARROLLO ¿POR QUÉ ES POBRE EL PARAGUAY? - Por MARIO R. CENTURIÓN - Año 2004


DEBIDO PROCESO Y DESARROLLO ¿POR QUÉ ES POBRE EL PARAGUAY? - Por MARIO R. CENTURIÓN - Año 2004

DEBIDO PROCESO Y DESARROLLO

¿POR QUÉ ES POBRE EL PARAGUAY?

Por MARIO R. CENTURIÓN

Editorial Servilibro

Dirección editorial: Vidalia Sánchez

Asunción-Paraguay 2004 (189 páginas)


 

ÍNDICE

Dedicatoria/ Agradecimientos/ Proemio/ Presentación

Primera parte

·         El debido proceso: origen, tránsito y vicisitudes

·         Herejías e inquisitivismo

·         Etapa final de la inquisición

·         Inglaterra y la inquisición

·         Paraguay, debido proceso y subdesarrollo

·         Impronta del inquisitivismo

Segunda parte

·         Teoría del desarrollo: noción

·         Sus diversos componentes: Componente económico, Sistema político eficiente y estable, Justicia independiente, Educación pública adecuada, La ecología

·         El capitalismo: origen y noción

·         “Neoliberalismo" y globalización

Tercera parte

·         El sistema político y las ideas económicas en el Paraguay: una síntesis

·         El sistema político: definiciones y experiencias

·         El caso del Paraguay: la inestabilidad política

·         Los partidos políticos: origen y males

·         Fraude por partida doble

·         Autocracia y autoritarismo

·         Prosperidad y espejismo

·         La estabilidad es posible: Eligio Ayala

·         Stroessner: oportunidad perdida

·         Transición y futuro

Cuarta parte

·         Justicia como componente del desarrollo

·         Debido proceso y desarrollo

·         Justicia sometida y Constitución

·         Breve momento de independencia

·         Presidencias cortas y varias Cortes

·         Peligros y tentaciones

·         Corte indecorosa y el respeto

·         ¿Cuántos ex miembros o actuales de la Corte y jueces guardan el decoro para ganarse el respeto de los ciudadanos?

·         Eficiencia y ética

·         Los abogados y el desarrollo

Quinta parte

·         El desarrollo posible y cambio de mentalidad

·         El desarrollo posible

·         Estructura productiva deficiente

·         El desarrollo es posible: cambio de mentalidad

·         El mal paraguayo: educación y guaraní

·         El desarrollo posible

·         Cambio de mentalidad: una necesidad. Incorporar valores: el desafío

·         Cambio de mentalidad

·         Creer que todo es público: grave falla cultural

·         Factor poblacional e inmigrantes

Anexos

·         Anexo I: Los presidentes del Paraguay de la era constitucional

·         Anexo II: Todas las Cortes Supremas de Justicia del Paraguay

·         Anexo III: Nuevos Gobernadores del Paraguay

Bibliografía

Índice de nombres



PRESENTACIÓN

Tres motivos me llevaron a escribir este libro.

El primero: siempre que los publicistas en el Paraguay escriben sobre temas de derecho, economía o política, lo hacen desde el punto de vista técnico, con un lenguaje y diagnóstico reducidos al ámbito de su propia ciencia, cargados de datos, premisas, ilustraciones, deducciones y conclusiones escabrosas, de difícil comprensión para la generalidad de la gente y de utilidad aun más reducida. En una sociedad (como la nuestra, donde se lee poco), una literatura con esa característica está condenada a no pasar el marco de la élite, la academia y los especialistas. Por tanto, sirve muy poco. Movido por la pretensión de sustraer del ámbito de los expertos y especialistas los grandes temas de la vida cotidiana para hacerlos accesibles, es que me propuse escribir "Debido Proceso y Desarrollo". Para que se comprendan con claridad conceptos de suyo difíciles y, sobre todo, para dotarles de una utilidad práctica, pues finalmente lo que importa es que algo sea útil para el progreso del ser humano. En caso contrario son sencillamente inservibles.

En segundo lugar, desde hace mucho tiempo -incluso antes de estudiar Derecho- me llama poderosamente la atención que los paraguayos no respetan la ley, pese a la abundancia de leyes. Esta realidad lo veía y veo a diario: gente que tira botellas, latas, desperdicios de todo tipo por las calles como si fueran basureros; automovilistas que no respetan señales de tránsito, violando semáforos y derechos de otros conductores; ciudadanos que recurren a todo tipo de artimañas para no pagar pasajes en bus o entrada a espectáculos públicos o para robar electricidad, agua, señal de cable; contribuyentes que se esmeran de mil maneras para no pagar impuestos; sufragios amañados y escamoteados; justicia servil y dependiente desde el nivel más bajo, como los juzgados, hasta el más alto, como la Corte Suprema de Justicia. En fin, es posible observar violaciones legales de todo tipo, de los más simples a lo más complejos y en todos los órdenes de la vida, siendo una cruda realidad que el paraguayo, en general, no respeta ni cumple la ley.

Esta conclusión preliminar, que venía espoleando la imaginación y la razón, súbitamente se convirtió en una sospecha fundada: que debe haber una causa profunda que determina en ese sentido la conducta del paraguayo, siendo por tanto una necesidad su descubrimiento para hacer el diagnóstico adecuado. Y esta sospecha se afianzó aun más en los días 30 y 31 de julio del 2002, cuando asistí en el Colegio de Abogados a unas Jornadas sobre Derecho Procesal Civil, dictadas por el jurista argentino Dr. Adolfo Alvarado Velloso; hizo una serie de comparaciones e ilustraciones de cómo el sinuoso camino recorrido por una de las instituciones más importante de la sociedad moderna -el debido proceso legal-, a lo largo de la historia afectó tremendamente la instauración y consolidación del Estado de Derecho y, especialmente, la justicia en una y otra parte del mundo. Demostró ilustradamente que la elección de un camino concreto por parte de los países con tradición latina y católica para hacer transitar el principio del debido proceso hizo que una sociedad determinada adquiera valores, hábitos y creencias completamente resistentes y negativos para que el Estado de Derecho sea una realidad, lo cual afectó la vida de las personas en todos los órdenes. Demostró que en cierto momento de la Edad Media se dio un punto de inflexión en el camino que venía recorriendo el debido proceso y que la inserción de los países con tradición latina y católica dentro de esa interpretación produjo una distorsión en la concepción original del principio, lo que -para desgracia nuestra- fue implantada por los conquistadores españoles en unión con la Iglesia Católica en.las Américas española y portuguesa con efectos devastadores sobre la sociedad, la economía y la política. Posteriormente, los criollos, mestizos e indios que pelearon la independencia, así como los actores políticos y sociales, intelectuales y la gente en general, que vinieron después y tuvieron algún poder de decisión sobre la nación, no fueron y no son capaces de advertir el problema con el fin de encontrarle una solución, por lo que el mal sigue tan campante en nuestro día.

Este era el empujón que hacía falta a mi precario razonamiento para emprender el osado proyecto de explorar la causa de la resistencia de los paraguayos y, en general, de los latinoamericanos, para respetar la ley, con plena conciencia por su-puesto de que esa resistencia genera graves consecuencias sobre el conjunto de la vida de la nación.

De alguna manera me convencí entonces de que principios jurídicos de sonido tan altisonante como el debido proceso legal, más allá de su concreta y limitada utilización en los procesos judiciales, debían ser tan útiles como la rueda-por ejemplo- para el progreso de una sociedad; que su existencia en nuestro mundo debía responder a necesidades y experiencias; y que por lo tanto era algo cuya importancia y utilidad debía ser comprendida por todos para que pueda dar resultado. De esta forma lo relacioné de inmediato con el tema central del libro: el desarrollo.

El Paraguay es subdesarrollado; es un país pobre. Lo hemos escuchado hasta el cansancio. Para tener una simple idea de la falta de desarrollo, de la pobreza de nuestro país, basta saber que Chile y Puerto Rico exportan anualmente por un monto de más de 20 mil millones de dólares, respectivamente, lo cual es como arrojar con una gigantesca pala esa cantidad de dinero sobre estos países cada año, para ser usado en consumo, ahorro, inversión, gastos y satisfacción de necesidades; en tanto la exportación del Paraguay no llega a los mil millones y si a esto se suma el comercio exterior ilegal que es otro igual, aún es insuficiente para darle alcance a los países citados, que por otra parte ni siquiera alcanzan el nivel del Estado más pobre de los EE.UU., que es Mississippi, y ni qué decir del Estado más rico, California, que tiene un PIB de 1.400 billones de dólares con 35 millones de habitantes, frente a los 6 mil millones de dólares del Paraguay. Lo que equivale a decir que ese Estado puede comprar cada dos días todo lo que el Paraguay produce en un año. La descripción sirve para tener una idea clara de que el Paraguay está anclado en el fondo del subdesarrollo y que por eso nuestras energías, imaginaciones e inteligencias, por necesidad, deben orientarse en la búsqueda del camino para llegar al desarrollo.

Por tanto, entre el Estado de Derecho que se da en gran parte bajo la forma práctica del debido proceso -que hace posible la plena vigencia de la justicia- y el desarrollo de una nación existe estrecha vinculación. No existe desarrollo sin Estado de Derecho.

El tercer motivo tiene que ver con la preocupación. Ella tiene en su base la certeza de que en el Paraguay no se ha transitado ni se está transitando por el camino correcto para pasar del subdesarrollo al desarrollo. Venimos de equivocaciones tras equivocaciones, siendo la mejor prueba de esto que en casi 200 años de vida independiente el Paraguay continúa tan pobre y atrasado como en 1811, en términos relativos, y mucho más aún comparado con los países que consiguieron desarrollarse. Para tener una idea: a principio del siglo XIX el ingreso per cápita de EE.UU. ya era el doble del conjunto de los recientes independizados países de América Latina; a principio del siglo XX, siete veces más; y actualmente 30 veces más. Pero si esta realidad es dramática, más dramática todavía resulta saber que dentro de nuestro propio país se tiene prueba para demostrar los errores que se han venido cometiendo, no sólo -seguramente- de la clase política, sino de toda la sociedad, al comprobar por ejemplo que, tras poco más de 75 años de presencia de los menonitas en el Chaco y otros inmigrantes en la zona de Itapúa -sin mayores vinculaciones con la política, cultura e instituciones del Paraguay-, han conseguido lo que los paraguayos no han podido en casi 200 años: desarrollarse. De modo que la primera lección de esta observación es la preocupación que genera y luego la firme convicción de contribuir en algo para dejar de persistir en el error.

Por tanto, al inicio del siglo XXI el mayor desafío es la superación de su principal problema: la pobreza. La búsqueda de una respuesta adecuada y acertada a la pregunta de por qué el Paraguay es pobre, material y culturalmente, es obligación de todos los paraguayos. Es un acto patriótico. Es injusto e indignante que 48 de cada 100 paraguayos abandonan la educación primaria; que 77 de cada 100 abandonan la secundaria, y que solo 3% llega a la Universidad. Es igualmente injusto e indignante que 81 de cada 100 carezcan de cobertura médica. En tanto el ingreso per cápita apenas llega a 1.000 dólares, el PIB (lo que produce en bienes y servicios en un año) es de solo 6 mil millones y las exportaciones (ventas al exterior) no llegan a los mil millones. Las descripciones que arrojan estos números son puras realidades y nos dicen claramente que es imperativo responder a la pregunta de por qué el Paraguay es pobre. 

EL AUTOR.

 

 

 

 

 

 

 

 

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