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CARLOS VILLAGRA MARSAL

  ELVIO ROMERO, DE LA MEMORIA AL HOMENAJE - Por CARLOS VILLAGRA MARSAL


ELVIO ROMERO, DE LA MEMORIA AL HOMENAJE - Por CARLOS VILLAGRA MARSAL

ELVIO ROMERO, DE LA MEMORIA AL HOMENAJE

Por CARLOS VILLAGRA MARSAL


 

Se ha afirmado que un escritor trascendente engendra sus propios lectores, aparte de los habituales o compulsivos; si esto es así, ELVIO ROMERO es el más leído de los poetas del Paraguay. Anotemos que, gracias a similares excelencias, nuestro espléndido vate popular EMILIANO R. FERNÁNDEZ es el más escuchado, a través de sus textos de canción.


En tal entendimiento, me parece que la aludida capacidad -realmente apostólica- de cobrar admiraciones, resulta de la irreprochable conjunción entre los veredictos de la inteligencia y el dictado de la intuición, como por lo demás afronta el quehacer todo poeta digno de su condición y permanencia.


En efecto, rempujado por la mayor vocación lírica en la historia de las letras nacionales, Elvio produjo el árbol imponente de su obra: en un extremo, la raigambre penetrada por el suelo, la gente y el tiempo de la patria, y en el otro la copa planetaria, abierta a los cielos, al viento y a las horas de cada ser humano.


Unos cuantos, en rigor sencillos, son los valores con los cuales Elvio fraguó la universalidad de su escritura, de acuerdo con el aforismo de Tolstoi: en lo que atañe al contenido, un celo cenital por el país; la angustia incesable ante su pueblo estaqueado a la malaventuranza; la nostalgia hincada en la comarca natural y las dulces aguas de la infancia; el exilio progresando en el alma hasta rayar los huesos; el combate por la libertad del hombre, tan sustantivo como la respiración: el combate por la libertad, singular itinerario para alcanzar la paz. La nómina no extingue las materias tratadas por el poeta; cabe agregar las composiciones donde el erotismo y la épica se entrecruzan, vale decir donde se muestra que el amor no se acrecienta, ni quizá consiga su cúspide, sin la projimidad de la pareja con los desheredados y la esperanza común en su liberación. O las aseveraciones terminales del trasterrado, la atardecida en la que el ser de aquí o de allá se borrará sin pausa, o las canciones de homenaje a los héroes y heroínas populares, a los artesanos, a los pícaros legendarios, a los trenes, a la guitarra del camino, a los primigenios señores de la tierra, hoy humillados, desconvocados, inmóviles. La mayoría de los libros de Elvio está categóricamente habitada por rostros, gestos, decisiones, viajes, regresos y certezas, y también por espantos, cóleras, altas respuestas, et alia. La diversidad de asuntos es tal, que es preciso mencionar de nuevo a Emiliano, cuya opulencia temática es semejante o excede la de Elvio.


En lo que toca a las formas o expresiones lingüísticas, Elvio sabe bien lo que hace: por de pronto, los usos de lo que el profesor Samuel Levin llama "matriz convencional", o sea "el con junto de convenciones exteriores al poema, que el escritor adopta al aceptar normas determinadas": metro, acento o íclus, ritmo, rima, en definitiva leyes que el poeta se aplica a sí mismo, como en un juego o en una carrera de obstáculos, que es preciso salvar para que el texto triunfe mediante el ayuntamiento de fondo y forma en una unidad superior; en ese aspecto, el repertorio de Elvio es casi tan ancho como el de la tradición prosódica en lengua española: el octosílabo, verso popular por antonomasia del castellano; el endecasílabo y el heptasílabo "al itálico modo", adoptados por la poética hispana desde el Siglo de Oro, y por supuesto el verso en apariencia libre; eneasílabos; alejandrinos y, en sus poemas postreros, la combinación de metros cortos característicos de la poesía popular galaicoportuguesa y luego castellana de los siglos XIII y XIV, y de aquéllas con octosílabos, por ejemplo en Cielito del Paraguay. Añado la impecable acentuación rítmica, que hace análogos los sitios del verso en que se ubica, y la bienhechora asonancia, que Elvio maneja con mayor asiduidad que la rima perfecta.


Por el otro lado, anotemos deprisa alguno de los recursos y técnicas cuya conjugación con la forma poética per se es enunciada tenazmente por la teoría literaria a partir de Gorgias y demás retóricos de la Magna Grecia: las recurrencias, anáforas, villancicos (estribillos) etc., que probablemente ya practicó el homo sapiens sapiens, miles de siglos hace, al salmodiar sus experiencias o ritmar un cuento ante los contertulios de la tribu, de miradas relucientes y mejillas encendidas por el fuego agrupador.


Se registran igualmente las siguientes estrategias del hacedor: desde luego la metáfora, columna vertebral que otorga la esbelta andadura y la danza al poema orgánicamente completo, junto con la aliteración, la enumeración caótica, el paralelismo, la correlación progresiva y otras costillas de la poesía, el receptáculo de un profundo y acordado aliento. Y bien, Elvio dispuso sapientemente de estos artificios de perpetua vigencia, acaso heredero de la eficacia con que su padre carpintero aserraba y pulía las maderas duras del país, lo cual por cierto corrobora el parangón de los trovadores provenzales: el poeta habrá de atarearse con el verbo lo mismo que el ebanista con sus nobles leños. En conclusión, justo es pensar que Elvio Romero cumplió cabalmente con la triple recomendación de Stephen Dedalus en el Ulysses a los escritores, al encarar éstos su trabajo: "Silencio, Exilio y Astucia".

El prólogo a esta ANTOLOGÍA POÉTICA de ELVIO ROMERO tuvo que haberse limitado al precedente recordatorio -de por sí breve y casi genérico, ya que apenas he ejemplificado los merecimientos objetivos del poeta con un par de citas de sus textos-. Pero por eso mismo me importa ahora que la introducción desemboque en gratitud y agasajo personales a una vinculación fraternal que permaneció cuatro décadas y media, aunque con ausencias físicas que en ocasiones abarcaron años: Elvio Romero fue uno de mis hermanos mayores en la Poesía, amigo probado y generoso; en ambos costados de un océano, en ciudades y campos interiores, en ríos fronterizos, con el pan y la sal compartimos secretos y añoranzas, nos otorgamos largamente el vino y la palabra, celebramos a un tiempo la intensidad de la poesía y la pasión de vida, nos intercambiamos las constancias de nuestros maestros y progenitores literarios, discutimos sobre lo humano y lo divino, derogando en el acto las mutuas contrariedades, rendimos cuenta de tristezas o bienestares inexplicables, pasamos noches en blanco condoliéndonos del Paraguay, que ha ido yéndose de andrajoso a desnudo y llagado, acendramos en cada encuentro nuestra lucha contra el fascismo, ejercimos enaltecimientos y vituperaciones, aventuras y holganzas, en una relación de afinidades electivas que interceptó su muerte, pero que renacerá con la mía en las segundas playadas del Paraguay celeste -por lo menos así lo aguardo, con fe y mi ánima por delante


Vaya entonces este envío en señal de anticipación por el poema que adeudo a su memoria. Acerco, por último, mi reconocimiento a la socia-gerente de Servilibro y editora de la justiciera selección, amiga Vidalia Sánchez, por pedirme el presente manojo de emociones y palabras, y asimismo a la familia del poeta: la querida Élida y sus hijos Zulma y Ariel; sí, el mismo de Tu brazo sobre el hombro/ y debajo/ tu hijo Ariel./y tú con él,/bajo la lluvia, en Glew, según la estrofa de José María Gómez Sanjurjo, el otro compañero vencedor del olvido.


CARLOS VILLAGRA MARSAL

Última altura, abril de 2007.

 

 

Fuente:

ELVIO ROMERO - ANTOLOGÍA POÉTICA (1947-2005)

Poesías de ELVIO ROMERO
 

Dirección editorial: Vidalia Sánchez
 
Editorial Servilibro.
 
Asunción-Paraguay, 2006
 

**/**

COMENTARIO DE ELVIO ROMERO:
“He pretendido que mis libros respirasen como los hombres; que contuviesen el aliento de nuestra naturaleza encendida por su vasto espacio verde y por el verano; por eso los poblé de personajes y de árboles que cantan y de gente cuyo oficio era sentarse en mitad de la luz del mediodía o del fulgor de la luna, de guitarreros demorados bajo las ventanas para entonar sus endechas; quise que esos libros invitasen a los viajeros a detenerse y a contemplar la magia de nuestra región escarlata, y los he imaginado saliendo a las calles y andando con esos vecinos en cuyos hombros descansan las golondrinas después de un largo vuelo. Resumiendo: quise que mi libro oliese a huerta con azahares en flor, a valle perdido entre las colinas, a bosque o a persona trashumante, y que sus páginas tuvieran un color de banderas sobre los techos solitarios de los pueblos. Al fin y al cabo, yo había salido del silencio de esos pueblos y no podía vivir sino con la costumbre de llevarlos conmigo” 
 
Elvio Romero.


 






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