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SANTIAGO TRÍAS COLL (+)

  GUSTAVO PRESIDENTE - Novela de SANTIAGO TRIAS COLL - Año 1991


GUSTAVO PRESIDENTE - Novela de SANTIAGO TRIAS COLL - Año 1991

GUSTAVO PRESIDENTE

Novela de SANTIAGO TRIAS COLL

INTERCONTINENTAL EDITORA

Diseño de tapa: HIGINIO MURDOCH

Asunción - Paraguay

1991 (149 páginas)

1ª Edición, 1990 - 4ª Edición, 1991

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

         En todo hombre existe cierta proclividad a imaginar cómo hubiesen podido ser los acontecimientos que no llegaron a realizarse por esas cosas de la vida y la historia. Tal tendencia a crear situaciones a las que la realidad les puso su veto, surge un espíritu lúdico que juega con los imposibles y los improbables, desarmando las piezas de un presente o de un pasado inmediato, para reconstruirlas como si fueran parte de un rompecabezas apasionante.

         Tal lo intentado y logrado por Santiago Trías Coll en esta su segunda novela. La fecha inicial de su relato se sitúa en el célebre 2 de febrero de 1989. Los episodios anteriores son un simple prefacio de la acción principal. Y... comienza "lo que pudo haber sido". La imaginación del autor no puede ser libre del todo, ya que está limitada por ciertos cánones de los que no debe apartarse so pena del riesgo de caer en la pura ficción inverosímil. Los personajes -bien conocidos en su gran mayoría- tienen características tipificadas y permanecen fieles a ellas. Ahora, dentro de esos lindes, todo está permitido a la inventiva.

         Santiago Trías conoce perfectamente las reglas del juego y no se aparta de ellas ni un instante. Respondiendo a una pregunta que se plantea a sí mismo: qué hubiese sucedido en el país si el movimiento armado de febrero del año pasado hubiera fracasado, comienza a desarrollar, sobre la base de la hipótesis elegida, una serie de acontecimientos que tienen la virtud de atrapar al lector en una suerte de encantamiento del cual sólo logra escapar al concluir la última página. Tal fenómeno se debe a que la obra está construida sobre las proyecciones de la experiencia anterior, de prolongada longitud en el tiempo, a cuyo enriquecimiento en situaciones inesperadas contribuye con la fuerza de su imaginación, pródiga en sorpresas y revelaciones.

         Todo lo que acontece a lo largo de las páginas de este libro convence, precisamente, porque ese todo tiene el condimento de la verosimilitud; está dentro de las posibilidades y probabilidades aludidas más arriba. Y son esos pequeños detalles, esas situaciones, que, despojadas de lo anecdótico, se suman y pesan en la construcción de una realidad imaginada o, valga el juego de palabras, en pro de la verdad de una imaginación realizada.

         Cabe destacar las dotes de escritor de Santiago Trías, puestas de manifiesto en su estilo ágil y correcto y en la seriedad de los datos aportados, producto de arduas investigaciones previas y, muchas veces, nada fáciles, para evitar que la novela se aparte de su finalidad de ofrecer en la forma más completa posible todos los elementos tendientes a que lo hipotético no tome excesiva distancia de lo real.

         Finalmente, el propio autor ha confesado que escribió este libro como una diversión y, como tal, divierte también al lector en la acepción primera del vocablo, es decir, lo aparta de su realidad circundante y consigue que se sienta atraído por lo que surge del libro en sí. Y, ciertamente, uno de los fines más rescatables de la literatura lo constituye ese tipo de "diversión", desde Aristófanes, pasando a grandes zancadas por Rabelais y Cervantes, hasta llegar a García Márquez.

         Siempre he sido poco afecto a los prólogos extensos que me hacen el efecto de oscuras y largas galerías, cuya misión más parece apartar al lector del libro en vez de acercárselo a él. Prefiero que estas líneas se conviertan en un modesto atrio que sirva de acceso al edificio principal, sin más trámites ni palabras.

 

         José Luis Appleyard

         Asunción, marzo de 1990

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         Pienso que resultaría algo cínico y grotesco por mi parte si utilizara la ya gastada frase, que suele aparecer en varios trabajos novelados, anunciando la mera coincidencia accidental de dos hechos y personajes por si alguien pretende vincularlos con la realidad.

         Debo confesar que esta obra hubiese resultado inviable en su narrativa y vacía en su contenido si aquellos personajes no fueran de carne y hueso, porque ellos escribieron con sus hechos algunas páginas de la historia del Paraguay. Yo, sin embargo, sólo distorsiono esa historia.

         Algunos pensarán que trato con excesiva dureza a ciertos protagonistas del elenco, pero creo que la mayoría me acusará por haber humanizado; incluso, a quienes no lo merecen. En cualquier caso, considero que mi culpa no va más allá de lo perdonable.

         Cuando rondaba por el tercer capítulo, esta obra cambió de nombre... en principio debía titularse "EL AMARGO ENCANTO DE UNA CONTRA HISTORIA", pero la rebauticé porque preferí optar por algo más entrañable y, sobre todo, más latino.

         Si alguien que se sienta aludido pretende demandarme, lo asumiría con mucho gusto, porque por primera vez en la historia se abriría un proceso a la contra historia.

 

 

 

CAPÍTULO I

 

         Aquel jueves 26 de enero, un grupo de colegialas paseaba por la Avenida Mariscal López. Todas ellas portaban una voluminosa mochila en la espalda y, a paso ligero, se encaminaban a su colegio, en donde tendría lugar la despedida final de un campamento veraniego, que habían vivido en los bosques de Caaguazú a lo largo de veinte días.

         Las jovencitas charlaban y reían despreocupadamente, haciendo sus planes para el resto de vacaciones que todavía tenían por delante. Ninguna de ellas prestó la menor atención a los soldados que custodiaban la entrada principal del edificio "Comando en Jefe", como tampoco repararon en la figura del Presidente Bödeker, quien las observaba con aire paternal desde la ventana de su despacho.

         Tradicionalmente, los jueves eran los días señalados para evacuar las audiencias castrenses y numerosos militares de alto rango, desfilaban por el despacho presidencial impecablemente uniformados. Aquel día, Bödeker se encontraba esperando ansiosamente la llegada de un ministro civil a quien hizo llamar de urgencia, saltándose un protocolo que probablemente sorprendería a los generales y coroneles que aguardaban en la antesala.

         A los pocos minutos, un Mercedes negro escoltado por dos motoristas penetró por la rampa de acceso, hasta situarse enfrente de la entrada trasera. Allí descendió el ministro del Interior Sabino Campuzano, llevando consigo un pequeño portafolios. Los dos soldados que se hallaban apostados en ambos extremos de la puerta, cumplieron con el saludo militar al paso del ministro y los movimientos se ejecutaron con una sincronía perfecta.

         Un edecán dio la bienvenida al visitante y le rogó seguirle. Campuzano no devolvió el saludo ni tampoco apartó la vista del suelo. Sólo levantó la cabeza cuando el edecán abrió una de las hojas de la puerta del despacho presidencial. Al fondo se hallaba Bödeker todavía en pie, mirando a través de la ventana. Sin girar la vista ordenó...

         - Déjenos solos mayor y, usted Don Sabino, siéntese.

         - Buenos días señor Presidente -contestó Campuzano-.

         En instantes la puerta quedó cerrada, momento en que Bödeker se encaminó hacia la mesa de trabajo. Entretanto, el ministro del Interior aguardaba el momento de sentarse, a la espera que lo hiciera primero el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Con cierto tono de amargura, éste último dijo:

         - Ya es el cuarto jueves consecutivo que Gómez de Rodrigo no acude al "comando en Jefe".

         - El pretexto es la fractura de su pierna.

         - Me consta que se hizo enyesar sin necesidad alguna. No sufrió accidente ni lesión que lo justificara. ¿Dispone ya de los últimos informes de Caballería?

         - Hay varias versiones, pero la de mayor credibilidad es la que señala la víspera de San Blas, como día escogido para el levantamiento.

         - Ese día es precisamente el jueves próximo, 2 de febrero

         - En efecto y, en esta ocasión, parece que ya no se producirán más retrasos.

         - ¿Dispone de la lista ampliatoria de los oficiales que le serían fieles en caso de ejecución de la conjura?

         - La traje conmigo y me temo que sorprenderá a Su Excelencia.

         - ¿Muchas adhesiones más?

         - Gómez de Rodrigo dedica todo -su tiempo para lograr nuevas complicidades. Hasta el presente, hemos confirmado hasta un sesenta y cinco por ciento del cuadro de oficiales que han comprometido su apoyo al Comandante del Primer Cuerpo de Ejército.

         - A ver esa lista.

         De su portafolios, Campuzano extrajo un sobre sellado que entregó a Bödeker. En el vértice superior izquierdo se leía en letras mayúsculas: "MINISTERIO DEL INTERIOR- SERVICIOS ESPECIALES" y, en la parte inferior, estaba escrito "ALTO SECRETO". El Presidente contó las páginas que contenía el sobre antes de proceder a la lectura. Sin hacer comentarios comenzó a leer pacientemente los nombres denunciados por los servicios de Inteligencia Militar.

         Tres meses atrás, Bödeker había ordenado a los mejores especialistas en información militar que trabajaran en colaboración con ciertos elementos del Ministerio del Interior, para conseguir una mayor eficacia y discreción. Bödeker sabía que un buen número de oficiales y subalternos del servicio de Inteligencia Militar, ofrecían serias dudas de lealtad a causa de su proximidad a Gómez de Rodrigo.

         Con un tono irritado, el Presidente exclamó:

         - ¿Qué...? ¿El general Tomé también?

         - Sin duda alguna. La grabación de varias conversaciones lo confirma, la clave que utilizaban era de lo más infantil.

         - Veo que el coronel Pérez de los Ríos tampoco escapó a la tentación. El mes pasado apadriné el bautizo de su hija. Recuerdo que le sugerí tener un poco de paciencia para su ascenso.

         - Gómez de Rodrigo le prometió la Comandancia de Paraguarí.

         - Cuando llegue el momento irá a Paraguarí, pero no como general de brigada en el destacamento de artillería, sino como reo de sedición y, le garantizo, que tendrá mucho tiempo para meditar sobre el futuro de sus ascensos en los calabozos de la base.

         - A partir de la tercera página, se encuentran las confirmaciones de los casos dudosos anteriores.

         - Y, ¿qué resultados arrojan?

         - La totalidad se pasaron al bando de Gómez de Rodrigo.

         - ¿Hay alguna novedad de la notificación de pase a retiro?

         - Es totalmente inútil insistir. Esta mañana el teniente Paredes presentó por tercera vez la misma notificación al general rogándole su firma y, en esta ocasión, el teniente fue arrestado.

         - Esto es indignante, ese oficial pertenece al Regimiento Escolta.

         - Quisiera insistir a Su Excelencia, en la única solución posible para cerrar este penoso asunto.

         - Ya lo discutí con mis asesores militares, un arresto en los recintos de Caballería, es inviable. Sólo cabe la posibilidad de ejecutar la detención de Gómez de Rodrigo fuera de su cuartel.

         Campuzano recordó vanalmente a su Presidente:

         - En breve se cumplirá un mes de acuartelamiento.

         Bödeker permaneció en silencio unos instantes. De uno de sus cajones sacó un frasco de grageas y colocó dos de ellas sobre la mesa, poco después se las tomó con un poco de agua. Un breve suspiro parecía indicar que se sintió aliviado de algún dolor que le aquejaba. Luego prosiguió...

         - Bien, voy a llamar al coronel Ford. Me temo que a estas alturas, no queda otra alternativa que contar con la ayuda de los yanquis. Deseo que esté usted presente en la conversación, no se retire Don Sabino.

         El presidente se puso en comunicación con su edecán el mayor Morínigo a través del interfono y le ordenó que hiciera pasar al agregado militar de Estados Unidos, componente de la delegación americana acreditada en Paraguay.

         No tardó en aparecer el coronel Edward Ford. Con un cierto aire marcial se encaminó hacia el Presidente, portando la gorra militar sobre su antebrazo izquierdo. Detuvo su paso a dos metros de la mesa de Bödeker, momento en que inclinó su cabeza cumpliendo con la reverencia protocolaria...

         - Mis respetos, señor Presidente.

         - Tenga la bondad de sentarse coronel.

         Ford sabía que la conversación que se avecinaba, sería de gran trascendencia y afectaría notablemente las futuras relaciones de los dos países. Ciertamente se encontraba preparado para asumir la situación y aguardó, sin denotar señales de nerviosismo, a que el Primer Mandatario se pronunciara.

         - No es necesario que le presente al señor ministro del Interior, ustedes ya se conocen. Sin embargo, a partir de estos momentos sus relaciones deberán ser más estrechas a causa de los momentos delicados que vivimos. En primer lugar deseo que transmita al señor Embajador que no resultaría prudente concertar nuevos encuentros entre él y mi persona, por ello cualquier intercambio de información deberá pasar por su intermediación. No olvidemos que Gómez de Rodrigo también dispone de su servicio de inteligencia y, su punto de mira, está en los movimientos de la base secreta que ustedes administran en el Chaco.

         En ese momento, Bödeker miró fijamente a los ojos de Ford, esperando que éste tomara la palabra.

         - La vigilancia a que estamos sometidos en nuestra base de Cerro León, por parte de efectivos de Caballería, es nuestro principal motivo de preocupación. El Comandante del Primer Cuerpo de Ejército, nos está rodeando con fortificaciones y apenas podemos hacer un movimiento sin ser detectados por los puestos de vigilancia.

         - ¿Tienen información de los efectivos y armamento de esas fortificaciones?

         - En total estimamos trescientos hombres bien entrenados. Disponen del clásico armamento táctico para comandos de asalto.

         - Es asombroso -replicó Bödeker con cierta ironía-, Gómez de Rodrigo pretende bloquear con trescientos hombres el mayor potencial bélico de Sudamérica.

         - La idea del general rebelde no es disparatada. En caso de un levantamiento contra Su Excelencia, él sólo precisaría del tiempo suficiente para asaltar el Regimiento Escolta Presidencial y lograr su rendición. Por ello se está preparando para evitar o, al menos retrasar, cualquier apoyo táctico desde Cerro León. El sabe bien que, únicamente nuestros efectivos de la base del Chaco serían capaces de aplastar su fuerza armada, pero tampoco ignora que si consigue antes la rendición de Su Excelencia, mi gobierno se inhibiría al acto de cualquier intervención.

         - ¿Cuál es la postura exacta de su gobierno?

         - Un apoyo total a Su Excelencia. Si Gómez de Rodrigo accediera al poder, nuestra base de Cerro León sería desmantelada y eso no podemos permitirlo.

         - Correcto. Ahora deberíamos abordar la parte práctica. Los efectivos del Regimiento Escolta se elevan a ciento setenta y cinco oficiales y suboficiales y, la tropa, a mil soldados. Don Sabino, póngase en contacto con el coronel Colmán en la base de artillería de Paraguarí y solicite un refuerzo de cincuenta oficiales y quinientos soldados, los cuales deben ser transferidos inmediatamente al Regimiento Escolta. Quiero un acuartelamiento total a partir del lunes día 30. También deseo una revisión a fondo del armamento operativo. Los técnicos de Caballería, encargados del mantenimiento de los carros de combate, serán dados de baja inmediatamente del Regimiento Escolta para evitar posibles sabotajes.

         El coronel Ford preguntó:

         - ¿Cómo piensa solucionar, Su Excelencia, el abastecimiento de municiones?

         - Todos sabemos que el mayor contingente se encuentra en los arsenales de Caballería, por ello debemos establecer una estrategia muy precisa. En primer lugar, ustedes deberán suministrarnos del arsenal de su Embajada, munición suficiente para los fusiles de asalto FAL-FN, armas contracarro y una buena partida de misiles de 152 mm. para abastecer a los carros "SHERIDAN". Coincidirán conmigo en la necesidad de que Gómez de Rodrigo dé el primer paso para justificar nuestra contra ofensiva y poder calificar de conjura y conato de golpe su actuación. Es por esa razón que debemos dejarle salir con sus carros "CÁSCAVEL", la noche del 2 de febrero. A partir de ese momento, se establecerán dos puntos de batalla, uno en el Regimiento Escolta donde él pensará que yo me encuentro y el otro en Caballería, sede del Primer Cuerpo de Ejército. Allí, mi estimado coronel Ford, deberán estar listos para inmovilizar los tres regimientos que se hallarán en estado de alerta y, al mismo tiempo, hacer saltar por los aires los arsenales de municiones. Me temo que para esta acción, deberán ser empleados sus helicópteros "BLACK HAWK" equipados con los mortíferos "HELL FIRE".

         Ford tomó la palabra:

         - El plan me parece sumamente coherente, sólo existe un grave problema, la distancia que separa Cerro León de Asunción es de 600 kilómetros y, la velocidad de los BLACK HAWK con carga operacional, es de 315 kilómetros por hora, lo que supone prácticamente dos horas de vuelo desde su partida hasta alcanzar el objetivo. Ello permitiría a Gómez de Rodrigo disponer del tiempo suficiente para asaltar y, tal vez conquistar, el Regimiento Escolta Presidencial. Por otro lado, no es posible mantener prolongadamente los helicópteros en vuelo estacionario en las cercanías por limitaciones de autonomía, la cual no supera los 860 kilómetros. En otras palabras, los BLACK HAWK disponen de combustible suficiente para cubrir el trayecto y ejecutar la ofensiva de inmediato, la cual también implica su tiempo y consumo correspondientes. No es preciso que les señale la imposibilidad de equipar los aparatos con depósitos suplementarios cuando aquellos se encuentran en orden de combate.

         Bödeker ya tenía la respuesta en la boca...

         - Tiene usted razón coronel, pero si tiene la bondad de acompañarme, le mostraré algo.

         Apoyando las dos manos sobre la mesa, Bödeker se levantó despacio y se dirigió a la pared situada a su izquierda, donde se hallaba un mapa de la República. Campuzano también quiso participar de la explicación del Presidente y se reunió con ellos. El dedo de Bödeker señaló un punto situado a 60 kilómetros al Noroeste de Asunción, donde se leía: "FORTIN CUATRO CIERVOS". Sin mediar otra explicación dijo:

         - El miércoles día 1, dos mil galones de nafta estarán esperando a sus BLACK HAWK para repostar.

         Ford no logró ocultar su sorpresa de algo que no esperaba. Cuando se sobrepuso dijo:

         - ¿El día anterior al supuesto golpe?

         - Exactamente. La lealtad del oficial que comanda el Fortín está garantizada. Sus helicópteros permanecerán camuflados durante 24 horas. Todavía existe el problema de la vigilancia de Gómez de Rodrigo. No hay que olvidar sus fortificaciones alrededor de nuestra base, las cuales informarían inmediatamente de nuestro desplazamiento. Si así ocurriera, es prácticamente seguro que el general rebelde variaría sus planes y nos encontraríamos ante un posible factor sorpresa, el cual es preciso evitar a toda costa.

         - Hay una forma de despistarle. El día 1, despeguen rumbo Norte y estabilicen vuelo a tres mil pies de altura, de forma que puedan ser detectados fácilmente por cualquier radar. Cuando lleguen a la vertical de la frontera boliviana, desciendan bruscamente para proseguir en vuelo rasante. En este momento, deberán variar el rumbo dirigiéndose al Oeste hasta alcanzar el Hito V...

         Bödeker fue señalando en silencio la trayectoria del raid, que siempre coincidía con la línea fronteriza boliviana. Al llegar al río Pilcomayo, frontera natural con Argentina, su dedo fue siguiendo el cauce del río en dirección Sureste. La mano del Presidente parecía temblar, al pretender reproducir con su movimiento las pequeñas irregularidades y meandros naturales del río fronterizo. Al fin, su mano se detuvo al llegar al "FORTIN CUATRO CIERVOS", distante 60 kilómetros de la ciudad de Asunción y continuó diciendo:

         - Si así se hace, Gómez de Rodrigo recibirá una información confusa y creerá que la escuadrilla de helicópteros BLACK HAWK partió rumbo a Bolivia. Lo más importante es efectuar todo el vuelo a escasos metros del suelo, para escapar a la vigilancia de cualquier radar curioso.

         Ford permaneció en silencio, observando el trazado y calculando mentalmente la distancia a recorrer, para lo cual consultó la escala que se leía al pie del mapa. Instantes después, frunció el ceño y dijo:

         - Si no me equivoco, el recorrido del raid supera los 1.000 kilómetros, pero no habrá mayor problema si equipamos los BLACK HAWK con pequeños depósitos suplementarios, que serían desmontados en la base del Fortín.

         - Hay otra cuestión, coronel Ford.

         - Señor Presidente.

         - Durante el raid, sería prudente volar a un kilómetro por fuera de la frontera real, para evitar sospechas si son detectados visualmente.

         - Ello significaría sobrevolar territorio boliviano y argentino durante casi 1.000 kilómetros.

         - En efecto, pero si hay protestas pueden alegar un error de navegación y negar que se encontraban armados. Yo les apoyaré oficialmente afirmando que contaban con licencia paraguaya para efectuar maniobras.

         - Es una seria responsabilidad.

         - Coronel, ¿cuántas decenas de veces han violado espacio aéreo en países centroamericanos, cuando las circunstancias lo han exigido?

         - Sin duda, pero allí la opinión pública no da la menor importancia a las protestas por ser zona de alto conflicto.

         - Si son ustedes débiles en esta decisión, les garantizo que aquí tendrán zona conflictiva durante años.

         Ford se quedó pensativo y, al fin, concluyó:

         - Prefiero no consultar esta cuestión con el Alto Mando, se ejecutará el plan tal como lo concibió Su Excelencia.

         - Es usted una persona decidida e inteligente.

         Una breve despedida puso fin al encuentro, luego Ford salió del "Comando en Jefe" y abordó un coche oficial con matrícula diplomática e insignia de Estados Unidos. En pocos minutos, el automóvil llegó a la Embajada Americana y desapareció tras la verja de la entrada lateral.

         Bödeker y Campuzano comentaron durante unos minutos la importante entrevista con el agregado militar americano. Ambos se mostraban satisfechos por los compromisos contraídos por Ford, lo cual representaba la parte más vital de la respuesta a la inminente agresión de Gómez de Rodrigo.

         Media hora después, apareció en el despacho presidencial el ministro de Justicia y Trabajo, Eugenio Canet. Después de saludarle, Bödeker se puso de nuevo en contacto, a través del interfono, con el mayor Morínigo...

         - ¿No logró ubicar a Don Mario?

         Al levantar el pulsador, se escuchó la voz algo distorsionada del edecán:

         - Hace unos instantes conseguimos localizarle a través de Comunicaciones de la Presidencia. En pocos minutos ya estará aquí.

         - Que pase directamente cuando llegue.

         - A sus órdenes, señor Presidente.

         Canet tomó asiento al lado de Campuzano. Tenía un aspecto cansado y ojeroso, no reparó en el nudo de su corbata que había descendido notablemente, mostrando algo más su opulenta papada.

         El Presidente tomó la palabra dirigiéndose a Canet:

         - Don Sabino le pondrá al corriente de las últimas adhesiones rebeldes y también de la conversación mantenida con el coronel Ford. Ahora, vamos a concentrarnos en las fuerzas paramilitares. ¿En qué estado se encuentra la organización PARA-TARI?

         - A falta de afinar algunos detalles, los grupos están prácticamente estructurados. La base de "La Chacarita" cuenta con dos mil efectivos y puede considerarse como el grupo más agresivo y violento. La base de "San Miguel" en Lambaré dispone, hasta el momento, de mil hombres, pero esperamos reclutar trescientos más en los próximos cuatro días. Por lo que se refiere a la base de "Pitiantuta", en Fernando de la Mora, y a la base de "Mburucuyá", próxima a los cuarteles de Gómez de Rodrigo, la nómina de efectivos ya fue cubierta la semana pasada, contando con mil quinientos hombres cada una. En total podremos disponer de seis mil trescientos civiles medianamente adiestrados.

         - ¿Están controlando las posibles infiltraciones?

         - En todos los casos se reclutan elementos de la facción militante del partido. Cualquier vinculación con el tradicionalismo o parentesco militar con el Primer Cuerpo de Ejército que comanda Gómez de Rodrigo, se considera como soldado no válido y es rechazado.

         Bödeker extrajo dos nuevas grageas del frasco y las ingirió antes de decir:

         - ¿Cuándo está previsto abastecer de armamento a las bases?

         - Mañana de madrugada saldrán de los depósitos del Regimiento Escolta seis mil fusiles de asalto FAL-FN cargados en camiones de transporte común y con destino a las cuatro bases PARA-TAR I. El resto de armamento ya se encontraba en nuestro poder desde que se inició el adiestramiento.

         - Es imprescindible que ningún paramilitar conozca su misión antes del mismo día 2, bien entrada la tarde.

         - Este aspecto lo manejamos con la mayor discreción. El pretexto de los reclutamientos no es otro que potenciar la Liga Armada Anticomunista.

         - ¿Quién estará a cargo de las arengas?

         - Disponemos de cuatro elementos muy válidos, quienes memorizarán el discurso preparado al efecto. El texto será el mismo para las cuatro bases y se pronunciará simultáneamente cuando se reciba la orden.

         - ¿Y la ración de combate?

         - En los depósitos de las cuatro bases, se hallan almacenados cien barriles de chop, quinientas cajas de cerveza y mil quinientas botellas de caña. La carne y chorizos para el asado, serán ingresados el mismo día.

         Apenas Canet había pronunciado la última frase, cuando se escuchó por el interfono...        

         - Señor Presidente, el señor secretario de Su Excelencia acaba de llegar.

         - Ya le dije que le hiciera pasar directamente.

         - A sus órdenes señor Presidente.

         Al poco rato, Don Mario se unió al grupo de los máximos colaboradores de Bödeker. Canet apartó un poco su sillón para ampliar el espacio central y permitir al Secretario de la Presidencia instalarse en medio de los dos ministros.

         Durante algo más de una hora, estuvieron comentando los pormenores y preparativos de una supuesta contraofensiva. A las doce el Presidente consultó el reloj y dijo:

         - Les ruego a ustedes que informen a Don Adán Visigodoy de los temas tratados en esta reunión. A propósito, ¿cuándo regresa de Brasil?

         El ministro Canet contestó:

         - Probablemente el 3 ó 4 de febrero.

         - Entonces se perderá los fuegos artificiales.

         Canet volvió a tomar la palabra:

         - Me permito recordar a Su Excelencia que fui designado como representante de nuestro gobierno para asistir, en Venezuela, al acto de asunción del nuevo Presidente electo.

         Termine de organizar bien las bases PARA-TAR I, pero no cancele su viaje -replicó Bödeker-. Esto nos servirá para que Gómez de Rodrigo se confíe. Por cierto Don Mario, ¿cómo está el ambiente en las seccionales?

         - Cada día que pasa, la militancia cobra más adeptos y el tradicionalismo, por el contrario, se debilita por momentos.

         Es preciso que en las próximas convencionales no se repita el escándalo pasado y la mayoría, militante sea real.

         - Cuente con ello señor Presidente -proclamó Don Mario con aire marcial-, este es el trabajo del Cuadrinomio. En los próximos comicios, su hijo Gustavo será designado candidato oficial del Partido Colorado para el cargo de Presidente de la República, por amplísima mayoría.

         - Eso espero, porque ya estoy muy cansado.

         Poco antes de levantar la sesión, Bödeker volvió a ingerir dos nuevas grageas del mismo frasco.

 

 

CAPÍTULO II

 

         Un sin fin de pintorescos comentarios circulaban de boca en boca en los días que precedieron a lo que muchos consideraban como inevitable. Pocas veces en la historia, el humor popular había jugado con tal ironía sobre su propio devenir.

         En los barrios circundantes al Primer Cuerpo de Ejército se especulaba, casi apostando, sobre cómo y cuándo los milicos iniciarían su enfrentamiento. Daba la impresión que todo un pueblo fijaba su vista en el péndulo de la historia, intentando adivinar en qué lado quedaría inmóvil en esta ocasión. Sin embargo, un extraño sentimiento de inhibición prevalecía en la actitud de todos ellos, aquello, pensaron, era una cuestión de arriba... algo así como un problema de lucha de poderes, de gigante contra gigante, en donde el papel popular se reducía a la mera expectación de una comedia en la que mujeres, niños, jóvenes y viejos del pueblo llano no fueron invitados jamás a pesar de que, únicamente dos hombres, decidirían en pocas horas el futuro de sus destinos.

         En aquel 2 de febrero, también podían contarse por millares los que nada especial esperaban de un jueves víspera de feriado. El día transcurrió sin pena ni gloria, con el habitual trasiego en la Avenida Eusebio Ayala y la tranquilidad de ciertas calles empedradas por donde apenas transitaban vehículos procurando evitarlas.

         Poco a poco, el crepúsculo comenzó a invadir la ciudad, cerrando un día corriente y rutinario de la vida asuncena y abriendo, lenta pero inexorablemente, una nueva página en la historia del Paraguay.

        

         Un camión transganado partió a las nueve de la noche de los recintos de Caballería. La caja del vehículo no contenía animales, sino cincuenta jinetes de élite armados hasta los dientes y con atuendo de combate. Lentamente, el rodado se fue aproximando a la rotonda donde confluyen las avenidas de Madame Lynch y Aviadores del Chaco. En ese punto, el enorme vehículo se detuvo a la espera del "Jeep vigilante", el cual debería aparecer de un instante a otro proveniente del centro. Pasaron unos treinta segundos antes que el jeep esperado efectuara, a unos cincuenta metros de distancia, las señales de faros que confirmaban la vía libre para ejecutar la misión.

         A partir de ese momento, el camión se dirigió a velocidad máxima hacia una vivienda privada ubicada sobre la misma Avenida Aviadores del Chaco, en donde, según las más recientes informaciones, se encontraba el Presidente de la República.

         A escasos metros de la mansión de Doña Taña, el eje trasero del transganado quedó partido y, de acuerdo al plan previsto, el voluminoso vehículo bloqueó la Avenida. Gómez de Rodrigo inició de esta forma un plan audaz, cuyo objetivo era arrestar a Bödeker y conminarle a firmar una renuncia irrevocable como Presidente de la República y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. De haberlo logrado, cientos de soldados inocentes no estarían hoy sepultados en tumbas anónimas y confinados en el triste recuerdo de una lucha estéril.

         En aquella ocasión, el azar quiso jugar caprichosamente con los destinos de muchos hombres y, un nuevo y trágico escenario, comenzaba a vislumbrarse cuando el coche que patrullaba permanentemente los alrededores de la casa de Doña Taña percibiera el extraño movimiento de unos soldados quienes en pocos segundos saltaron a tierra sigilosamente. Inmediatamente, un mensaje radiado procedente de la patrulla que orbitaba la residencia, informó al jefe de la pequeña escolta presidencial sobre las anomalías observadas a escasos metros de la vivienda custodiada. Ese jefe era el mayor Rodolfo Guardati, tal vez el hombre más fiel que el Presidente haya tenido jamás a su lado. Guardati era capaz de dar su vida por salvar un solo cabello de su amo. Bödeker había adoptado a Rodolfo desde su más tierna edad, desde entonces fue siguiendo paso a paso su educación y nunca ocultó sus sentimientos paternales hacia él. No pocos afirmaban que Guardati era uno de los hijos naturales del Presidente y, sin duda, de los más predilectos. La reacción del responsable de la seguridad de Bödeker fue inmediata... Después de confirmar la naturaleza del comando rebelde, apostó a los trece soldados componentes de la pequeña escolta enfrente de la entrada principal de la vivienda, la cual distaba unos cincuenta metros de la verja metálica por donde comenzaban a penetrar los jinetes de Gómez de Rodrigo. Luego, saltándose todos los protocolos, Guardati penetró en una pequeña sala donde se encontraba Bödeker en compañía de Doña Taña y exclamó:

         - Presidente, Presidente... ¡ya están aquí!

         Bödeker se incorporó de un salto, haciendo uso de todas las energías que le permitía su edad.

         - ¿Quiénes están aquí?

         - Un comando numeroso de Caballería... están entrando por la verja de la calle. ¡Rápido Presidente, salga por atrás!

         - Tú vendrás conmigo, Rodolfo, acompáñame.

         - ¡No Presidente!, debo cubrir su retirada, los soldados de la escolta necesitan un jefe, sino serían capaces de huir aterrados. Y, ahora, váyase Presidente, ¡váyase, corra!

         Doña Taña supo adivinar, a través de su inocultable intuición femenina, la inquietud que turbaba a su viejo amigo Alfredo... Le abrazó fuertemente, mientras sus ojos comenzaban a humedecerse al adivinar la gravedad y peligro de la situación. Con voz entrecortada dijo:

         - Yo me quedo, a mí no me harán nada, es a ti a quien buscan.

         - Cuídate Taña...

         Guardati agarró el brazo izquierdo del Presidente y le arrastró precipitadamente hacia la puerta trasera, donde aguardaba el coche presidencial. A pocos metros del vehículo gritó:

         - Sebastián, ¡rápido!, pon el coche en marcha y a toda velocidad al Regimiento Escolta...

         Cuando Bödeker penetró en el coche, volvió la vista hacia su hijo y no pudo evitar que sus ojos hablaran por él, al sentirse incapaz de comunicar con las palabras un adiós definitivo y para siempre. Ambos sabían que, en instantes, Rodolfo dejaría su vida por aquel quien, un día, le engendrará.

 

         La pequeña barrera que bloqueaba el paso de vehículos civiles y en la que se leía "ALTO CENTINELA", quedó hecha añicos tras recibir el impacto del coche presidencial al penetrar violentamente en el Regimiento Escolta, a través del acceso por la calle Acá Verá. El soldadito que custodiaba la entrada, apenas tuvo tiempo de montar el cerrojo de su arma y, en el último instante, optó por saltar hacia un costado para no ser atropellado por el Chevrolet Caprice del Presidente.

         Momentos después y, mientras el soldadito se aprestaba a recomponer su maltrecha barrera, el coche presidencial frenó bruscamente frente a una de las entradas del enorme recinto del Regimiento Escolta.

         Dos oficiales de la Unidad Militar se acercaron al Presidente; uno de ellos, el coronel Lesve, le dijo con voz alterada:

         - Señor Presidente, ¡ya han salido!

         Bödeker, quien ya esperaba esta noticia, replicó:

         - Se anticiparon al horario previsto, vamos a la sala de comunicaciones.

         Mientras el Presidente y su séquito descendían a los sótanos del cuartel central, comenzó a producirse un febril movimiento de tropas que respondía al toque de alerta y, cuyas notas, se escuchaban a través de los veinte altavoces distribuidos en las diez hectáreas del recinto.

         Cuando Bödeker llegó a la sala de comunicaciones, metió su mano en el bolsillo y exclamó:

         - ¡Mis píldoras...! ¿Dónde están mis píldoras...?

         Los oficiales se miraron entre ellos sin saber qué responder. Al poco rato, Bödeker dijo:

         - ¡Diablos!, se quedaron en casa de Taña... Rápido coronel, que me traigan un frasco de ISORDIL.

         - A sus órdenes, Excelencia.

         Instantes después, Bödeker llevó su mano al pecho al sentir unos leves pinchazos. Luego ordenó:

         - Comuníqueme con la casa de Doña Taña.

         El teniente que estaba a cargo de las comunicaciones, marcó el número de la residencia situada en la Avenida Aviadores del Chaco. Poco después dijo en voz alta:

         - Nadie contesta.

         - Quiero un informe inmediato de lo que ocurrió allí.

         - A sus órdenes, Excelencia -contestó Lesve-.

         Bödeker comenzó a caminar en círculo con la mirada apuntando a suelo. Sólo elevó la vista al escuchar del teniente:

         - Dos comunicaciones para Su Excelencia. El coronel Ford desde la Embajada Americana y el coronel Gustavo Bödeker.

         - Páseme primero la de mi hijo.

         Agarró el teléfono con su mano izquierda mientras, la derecha, continuaba presionando su pecho.

         - Gustavo, ¿dónde te encuentras...? Tienes el tiempo justo para llegar al Regimiento Escolta, antes que Gómez de Rodrigo inicie su despliegue, ven de inmediato.

         Luego cambió de teléfono y se escuchó:

         - Coronel, pienso que está usted al corriente de la situación. Gómez de Rodrigo se adelantó al horario previsto e, incluso, intentó detenerme en una residencia privada... ¿Ordenó ya el despegue de los BLACK HAWK..? Correcto, permaneceremos en contacto.

         Tras cortar la comunicación, se dirigió a Lesve en un tono disgustado:

         - ¿Qué diablos está pasando con esas malditas píldoras?

         - No tardarán en llegar, Excelencia.

         Al fin, Bödeker decidió sentarse en una butaca de operador situada al lado del teniente.

         Poco después, el coronel Lesve se acercó al Presidente con dos mensajes dirigidos a "AURUS". En el primero se leía:

         "Las cuatro bases TAURUS listas para entrar en acción, sólo esperan órdenes de AURUS".

         "TAURUS I: Arenga y ración de combate librados.

         TAURUS II: Arenga y ración de combate librados.

         TAURUS III: Arenga y ración de combate librados.

         TAURUS IV: Arenga y ración de combate librados."

         Las claves TAURUS I, II, III y IV, respondían a las bases paramilitares de "La Chacarita", "Lambaré", "Fernando de la Mora" y "Mburucuyá". Por supuesto, AURUS no era otro que el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, General de Ejército Alfredo Bödeker.

         Lesve intentó retener el segundo mensaje, porque adivinaba el posible efecto fatal que provocaría en el ánimo de su Presidente. No se equivocó...

         La vista cansada del viejo primer mandatario fue barriendo lentamente las cuatro líneas del segundo mensaje. Al concluir la última palabra de aquella lectura, el coronel Lesve observó angustiado las lágrimas que fluían en silencio, deslizándose con dificultad por las mejillas ajadas de su Presidente. Luego, y sin que nadie pudiera evitarlo, el pesado cuerpo de Alfredo Bödeker se desplomó

         - ¡De prisa, un médico, un médico! -exclamó Lesve-.

         El oficial que salió corriendo a la busca de un doctor, tropezó con un soldado que penetraba a paso ligero a la sala de comunicaciones. Ese soldado, traía consigo un frasco de ISORDIL que jamás sería abierto.

         Fueron precisos tres hombres para conseguir situar sobre una camilla el cuerpo que acababa de sufrir los efectos de un violento paro cardíaco. No tardó en aparecer el doctor Nicora, quien ya conocía los problemas de corazón que arrastraba Bödeker, sensiblemente agudizados desde su reciente operación de próstata. Sin perder un segundo, comenzó a intentar la reactivación mediante enérgicos masajes en el pecho. Entretanto, un asistente procedía a desanudar la corbata y desabrochar la botonera de la camisa. Un minuto después, el corazón de Bödeker proseguía inactivo. Allí, Nicora decidió utilizar medios más radicales; sobre el pecho descubierto de aquel hombre agonizante colocó los dos polos de un desfibrilador. Bödeker recibió entonces cinco descargas eléctricas, las cuales hicieron convulsionar tan violentamente su cuerpo que algunos llegaron a pensar en un posible milagro, pero no fue así. Al fin, y en un esfuerzo desesperado, el doctor aplicó una inyección de adrenalina intracardiaca directa al corazón, la aguja alcanzó el órgano vital y evacuó todo el líquido que contenía la jeringa. Instantes después, la mano izquierda de Nicora sostenía un algodón empapado en alcohol sobre el punto donde había extraído la hipodérmica, mientras su derecha intentaba percibir algún débil latido en la yugular... Pero aquel corazón no enviaba señal alguna. Tampoco quiso volver a palpitar cuando Nicora insistió furiosamente con los masajes... Al final, Lesve detuvo sus manos diciendo:

         - Ya es suficiente doctor, sólo conseguirá romperle las costillas, el Presidente ya no volverá...

         Los dos brazos del fallecido colgaban inertes por ambos lados de la camilla rodante. El doctor Nicora se dispuso a colocarlos sobre el pecho de su Presidente antes de cubrir el cuerpo con una sábana blanca. Allí, Nicora descubrió involuntariamente el segundo mensaje que Bödeker leyera momentos antes que su vida se apagara. No fue fácil abrir la mano derecha que presionaba tenazmente aquel pedazo de papel. Cuando lo consiguió, miró fijamente a los ojos de Lesve a la espera de que éste le permitiera leerlo. Lesve asintió con la cabeza y Nicora desplegó la hoja arrugada. El texto era breve y preciso:

         "Informe de la residencia de Doña Taña Ilegal:

         Los trece efectivos de la escolta personal del Sr. Presidente murieron al sufrir el ataque de un comando rebelde. El mayor Rodolfo Guardati también falleció y su cadáver fue secuestrado".

 

 

CAPÍTULO III

 

         No fue fácil reunir los efectivos necesarios para bloquear los accesos de las zonas afectadas. Policías y soldados formaron un cordón impenetrable, en un intento de ocultar los resultados de un holocausto que sólo unos pocos sobrevivientes de la última guerra atroz pudieron comparar con algo pasado y que pretendían borrar de su memoria.

         De nuevo las páginas de la historia paraguaya se llenaron de sangre, luego de transitar por más de cuatro décadas sin luchas genocidas. Durante cinco días, Asunción fue un auténtico infierno, nadie podía dar crédito a lo que veían sus ojos.

        

         Los verdaderos enfrentamientos comenzaron cuando Gómez de Rodrigo fue informado sobre la presencia de un numeroso grupo de civiles armados, quienes rodeaban los recintos de Caballería, allí comprendió que si las tropas de reserva permanecían acuarteladas podrían ser aniquiladas desde el aire, y no se equivocaba. Cuando ordenó el despliegue total de los tres regimientos que, hasta entonces, se encontraban en estado de alerta, evitó una auténtica masacre porque, a los pocos minutos, los BLACK HAWK comenzaron a lanzar los mortíferos HELL FIRE... En poco menos de media hora los edificios y arsenales del Primer Cuerpo de Ejército dejaron de existir. La intuición militar de Gómez de Rodrigo salvó momentáneamente a tres mil hombres al evacuarlos de una ratonera mortal. Sin embargo, a partir de ese momento se encontraron frente afrente dos bandos enardecidos por arengas y raciones de combate, dispuestos a morir por alguien o por algo que la mayoría ignoraba. Sólo unos cuantos sabían por quién luchaban y qué defendían. Los oficiales y suboficiales no cesaban de dar órdenes a los jóvenes soldados indicándoles contra quienes debían disparar. No fueron pocos los casos en que la embriaguez del combate provocó masacres entre efectivos del mismo bando. Las luchas cuerpo a cuerpo, las balas perdidas y el ensordecedor estruendo de la artillería fue el escenario que ensombreció a la ciudad durante cinco días.

         El 6 de febrero todo estaba ya definido, las tropas leales y las fuerzas paramilitares consiguieron ocupar los puestos claves de la ciudad, al tiempo de bloquear por completo los apoyos rebeldes que iban llegando desde el interior del país. Ese día, precisamente, Asunción vivió las escenas más trágicas y desgarradoras... Cientos de soldados rebeldes buscaban desesperadamente uniformes de las tropas leales. Por desgracia, la única fuente de suministro no era otra que los cadáveres dispersos de soldaditos pertenecientes al Regimiento Escolta Presidencial. Allí, los cuerpos inertes de la joven tropa eran desnudados despiadadamente recibiendo a cambio los atuendos de camuflaje pertenecientes a los jinetes de Caballería, cuyos colores eran el blanco preferido de los fusiles FAL-FN en poder de los paramilitares.

 

         Martes, 7 de febrero. Las cercanías del Palacio de Gobierno se encontraban repletas de policía militar. La vigilancia del sector la complementaba un helicóptero que sobrevolaba en círculos la zona. Durante más de 48 horas no cesaron los relevos permanentes de los aparatos y, el monótono sonido de los rotores, vino a sustituir el bullicio del tráfico diario.

         El sillón presidencial estaba ocupado por Gustavo Bödeker, a su derecha se encontraban los miembros del Cuadrinomio. Ninguno de ellos podía ocultar su estado de agotamiento tras cinco jornadas de actividad febril.

         El coronel Bödeker se comunicó por el interfono con el general Ravetti:

         - ¿Solucionaron ya el aire acondicionado?

         - Es un problema de la ANDE, todavía están reparando la subestación.

         - Consiga un grupo electrógeno mientras tanto, este calor no hay quién lo aguante.

         - A sus órdenes.

         Gustavo miró fijamente a los miembros del Cuadrinomio antes de abrir un diálogo que marcaría la pauta de la delicada estrategia a seguir a partir de aquellos momentos.

         - Antes que nada, Don Mario, ¿cuándo comenzarán las exequias de mi padre?

         - No antes de pasado mañana. Desgraciadamente no podrán celebrarse de cuerpo presente.

         - Comprendo, pero lo más importante es cuidar de la solemnidad que requiere el acto.

         - Puedo asegurarle que nuestro país recordará por generaciones la solemnidad de los funerales que en breve darán comienzo.

         - ¿Ha establecido la duración de luto y duelo nacional?

         - Hemos pensado en diez días de duelo nacional. En ese tiempo permanecerán cerrados establecimientos y espectáculos públicos. El luto en instituciones oficiales lo prolongaremos por espacio de un mes.

         - Me parece correcto. Aunque sigo pensando en la difícil justificación ante el pueblo de una inhumación privada.

         - Las noticias que mañana comenzarán a ser divulgadas por la prensa y otros medios de comunicación harán especial hincapié en dos aspectos, primeramente la voluntad expresa del Presidente, que haremos aparecer en un testamento rubricado por el Escribano Mayor de Gobierno, en el que constará su deseo de ser enterrado en presencia exclusiva de sus familiares. En segundo lugar, se publicará el parte médico del forense, certificando la fecha del fallecimiento, que la situaremos en el día de hoy, 7 de febrero.

         - ¿Se mantienen contactos con la Embajada Americana?

         Campuzano gesticuló con su cabeza unos movimientos continuos, evidenciando una cierta preocupación por el tema...

         - Sí se mantienen -contestó el ministro- y lo cierto es que no resulta nada sencillo contener su irritación. Difícilmente perdonarán haberles ocultado la verdad durante tantos días, pero no cabía otra solución. Si hubiesen conocido el hecho cuando se produjo, corríamos el riesgo de un cambio de actitud en sus compromisos.

         - Bien, caballeros -dijo el coronel Gustavo Bödeker en un tono distinto al empleado anteriormente y que provocó una mayor atención de los miembros del Cuadrinomio-, llegó el momento de planificar con el máximo cuidado los pasos a dar a partir de estos momentos. Todos ustedes conocen detalladamente lo que especifica la Constitución Nacional ante situaciones como esta, cualquier movimiento en falso que aparente una manipulación, puede resultar nefasto ante la opinión pública. Mi padre no consumió los dos años mínimos de su mandato que exige la Constitución para que, en caso de fallecimiento, sea asumida la presidencia por cualquier paraguayo hasta completar el quinquenio sin necesidad de convocar elecciones. Nos encontramos, pues, ante la obligatoriedad de llamar a comicios en un plazo máximo de tres meses. Don Sabino, a usted le corresponderá la presidencia interina hasta que sea proclamado el nuevo Primer Mandatario.

         Campuzano parpadeó varias veces antes de frotarse los ojos con ambas manos. Con voz cansada, contestó:

         - En efecto, pero previamente debo convocar la Convención Nacional, que aglutina a la Cámara de Senadores, Cámara de Diputados y Consejo de Estado. Es a partir de ahí cuando se me confirmará en el cargo y se decidirá la fecha exacta de las nuevas elecciones.

         Gustavo le interrumpió:

         - Esta decisión saldrá de aquí y no permitiré debates al respecto. Por segunda vez, Don Mario intervino en aquella reunión:

         - A mi entender, no debe consumarse el plazo máximo que contempla la Constitución, las elecciones deben ser inmediatas.

         - ¿Por qué tan inmediatas? -replicó Adán Visigodoy-.

         - Ya soy un viejo zorro en estas cuestiones -añadió Don Mario-, la estrategia a seguir es clara. Es preciso aprovechar la tensión que vive el país para no dar tiempo a que se barajen otras alternativas. Ya sabemos que la mayoría militante es, por ahora, cuestión de nuestros manejos, pero cada día que pase sería aprovechado por la facción tradicionalista para polemizar y quizás cuestionar el candidato del partido para asumir la presidencia. En otras palabras, hoy por hoy, tenemos en nuestras manos todas las áreas de decisión del poder.

         El ministro Eugenio Canet intervino en el momento que Don Mario tomaba aliento para proseguir:

         - A veces me pregunto si no encontraremos oposición en el Partido ante la ausencia de la figura carismática que nos dejó.

         Don Mario retomó la palabra:

         - Esa es la razón que nos obliga a actuar de prisa, no debemos permitir que se reorganice la maltrecha facción tradicionalista.

         - Caballeros, -interrumpió Gustavo- ese problema es el menos preocupante, lo que sí tiene importancia es la actitud de los generales y ciertos oficiales del ejército. ¿A cuánto asciende la nómina de arrestos?

         Apenas Bödeker había concluido su pregunta cuando se escuchó el sonido que produjo el cierre del portafolios de Campuzano. Lentamente fue ordenando unos folios y al fin dijo:

         - Veinticinco generales y más de un centenar de coroneles. Todos ellos se encuentran confinados en el Regimiento Escolta.

         - ¿Gómez de Rodrigo está incomunicado?

         - Totalmente.

         - Bien, deseo una investigación a fondo de los diez generales supuestamente leales a mi padre y que todavía ocupan sus cargos. A partir de mañana los miembros de la Junta de Comandantes, o lo que queda de ella, firmarán sin replicar los ascensos que iré proponiendo paulatinamente. Una vez completada la futura Junta de Comandantes, firmarán por unanimidad mi ascenso como General de Ejército.

         - ¿Será posible conseguir una unanimidad? -inquirió Canet-.

         - No me cabe la menor duda sobre el apoyo incondicional de los coroneles que ascenderán próximamente para ocupar las vacantes de las comandancias, estos futuros generales son y serán leales hasta el final. Sólo me preocupan los tres miembros que aún permanecen en sus cargos en la Junta de Comandantes. Si existe una mínima duda sobre ellos, deberán ser pasados a retiro sin más trámite.

         Todos comprendieron inmediatamente las intenciones de Gustavo y la estrategia a seguir para lograr situar a su futuro líder como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, obviando dos escalafones jerárquicos. Sin embargo, un cierto aire de preocupación se adivinaba en los rostros de los miembros del Cuadrinomio. Campuzano no tardó en balbucear:

         - No es difícil imaginar que la labor para situar en sus cargos a treinta y cinco hombres que compondrán el generalato de nuestras Fuerzas Armadas, se presenta como relativamente fácil. La gratitud por los ascensos y la lealtad pasada, son razones suficientes para no tener quebraderos de cabeza en los altos rangos, pero, ¿y los quinientos coroneles?

         Un prolongado silencio se produjo entre todos ellos. Ninguno se atrevía a pronunciarse sobre la última frase lapidaria lanzada por Campuzano. Momentos después Gustavo habló:

         - Sé a qué se refiere usted cuando cita a los coroneles. Es evidente que mi prestigio personal en las Fuerzas Armadas no es precisamente mi arma principal, pero les garantizo que en este país no se repetirá la historia de Grecia, tengo ideas muy claras al respecto. Y ahora, caballeros, manos a la obra. Ocúpense de convocar convencionales partidarias inmediatamente, en diez días quiero ser proclamado candidato oficial del Partido y, en cuarenta y cinco días, quiero sentarme en esta silla investido de los poderes presidenciales.

 

         Jueves, 16 de febrero. Las intersecciones de la calle 25 de Mayo entre Tacuary y Estados Unidos se encontraban totalmente bloqueadas por un cordón policial. La custodia de la sede del Partido Colorado suponía, aquel día, un penoso martirio para los responsables de seguridad. Un discreto movimiento de policías y ciertos personajes vestidos de civil, se observaba en ese espacio que, por primera vez, se hallaba vacío de vehículos estacionados. Los tejados de todos los edificios colindantes estaban coronados por paramilitares y algunos policías equipados con armamento de asalto y fusiles de francotirador con mira telescópica. El despliegue de seguridad fue tan impresionante que la ciudad de Asunción no recordaba una situación similar. Los comentarios de la mayoría apuntaban a considerar aquellas medidas como exageradas y muy por encima de las tomadas en la reciente visita papal.

         A las diez de la mañana se escucharon las sirenas de la escolta que precedía y seguía un Chevrolet Caprice, cuyo principal ocupante no era otro que Gustavo Bödeker. Sin duda, el presidenciable quiso seguir la tradición de su predecesor y aprovechaba cualquier similitud para evocar la imagen y figura de su padre.

         En instantes, el cordón policial que cerraba el acceso por la calle Tacuary se rompió por el centro, dejando el espacio justo para permitir el paso del vehículo.

         En el preciso momento que Gustavo abordara los primeros escalones de la sede partidaria, aconteció un hecho inesperado e insólito: Cientos de colorados tradicionalistas rompieron la barrera de policías que bloqueaba la entrada por la calle Estados Unidos. Aquella oleada estaba encabezada por el depuesto Dr. Clávez y su amigo Humberto Giménez, dos hombres que habían sufrido algún tiempo atrás el rigor monopolista del Cuadrinomio. El claqueteo de las ametralladoras se dejó escuchar cuando un líder paramilitar dio la orden de fuego abierto y a discreción. En dos minutos, treinta y cinco colorados tradicionalistas dejaron allí su vida. La sangre de la mayoría de ellos se confundía con el rojo intenso de los pañuelos que rodeaban sus cuellos. Mientras se escuchaban los últimos gemidos de las vidas que se iban apagando lentamente, se abría la sesión en la gran sala de la sede del Partido Colorado.

 

         Gustavo se encontraba sentado detrás de los asientos reservados a los miembros del Cuadrinomio. Un sillón se hallaba vacío, el que correspondía al Presidente interino de la República, Ministro del Interior y Presidente de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, Sabino Campuzano. Segundos antes lo había abandonado para dirigirse a la tribuna de oradores. Allí inició su discurso:

         "Correligionarios y correligionarias... Una etapa histórica irrepetible se cerró tristemente días atrás, con la desaparición del que fue nuestro único líder a lo largo de treinta y cuatro años. Nuestro país recordará durante décadas el adiós emocionado que todo un pueblo tributó a quien condujo sus destinos con acierto y patriotismo.

         Correligionarios y correligionarias... Nuestro líder se fue, pero el país y sus hijos siguen viviendo con la mirada puesta en el futuro. No estamos aquí para pronunciar discursos proselitistas, sino para ofrecer a nuestro querido Paraguay la solución que permitirá la continuidad de la obra que sembró a lo largo de más de tres décadas el insigne estadista que un triste 7 de febrero Dios quiso llevarlo consigo. No es hora de dudas o titubeos, no es hora de disputas o enfrentamientos, no es hora de intrigas o traiciones... Es la hora de la esperanza, la hora de salvar a nuestra Patria, la hora de proclamar al único candidato que garantiza la continuidad de la obra monumental de Alfredo Bödeker...".

         Repentinamente, un miembro del público que se encontraba en el anfiteatro prorrumpió a gritos, interrumpiendo al Presidente de la Junta de Gobierno.

         - ¡Gustavo Bödeker, Gustavo Bödeker!, ¡él es nuestro único líder!, ¡él lleva la sangre de nuestro Conductor, sólo a Gustavo Bödeker proclamamos y sólo a él entregamos nuestra lealtad...!

         Apenas hubo concluido la última palabra, cuando el auditorio en pleno se levantó, aplaudiendo y gritando con una intensidad ensordecedora. Los vítores y hurras duraron algo más de cinco minutos. En varias ocasiones, Campuzano intentó retomar la palabra, pero le resultó inútil. Al fin y tras un leve apaciguamiento de los ánimos, el Presidente prosiguió:

         "Correligionarios y correligionarias... Entiendo que está de más continuar leyendo papeles y también entiendo que esta proclamación es unánime y no será preciso llevar a cabo una votación individual. Si ustedes lo permiten, quisiera invitar al estrado al coronel Gustavo Bödeker para escuchar sus palabras...".

         De nuevo se escuchó el estruendo de los vítores y aplausos. Mientras tanto, el coronel Bödeker se aproximaba lentamente hacia la tribuna de oradores que acababa de abandonar Campuzano. Allí sacó de su bolsillo interno unas cuartillas y las depositó en el pupitre. Tuvo que aguardar más de un minuto antes de pronunciar el discurso que, en instantes, le proclamaría candidato oficial para la Presidencia de la República por el Partido Colorado...

         "Correligionarios y correligionarias... Por vez primera tomo la palabra en esta honorable institución. La emoción me embarga, pero también la pena y el dolor porque esta cátedra pertenece a mi padre y no a mí".

         Toda la concurrencia, sin excepción, se puso en pie aplaudiendo la última alusión al viejo líder. Poco después, Gustavo prosiguió:

         "Todos hemos escuchado del Presidente de la Junta de Gobierno en cierto pasaje de su discurso, que los hijos de esta amada tierra tienen los ojos puestos en el futuro. Yo estoy convencido que, al mismo tiempo, nuestro pueblo reservará siempre un espacio de su corazón en donde recordar con gratitud a un gobernante irrepetible, cuyo único anhelo fue levantar a un país y con él a sus gentes. Desde las altas esferas partidarias recibí una propuesta que me abruma pero, a la vez, me siento obligado a considerar, para cautelar el bien supremo de la Patria. Correligionarios y correligionarias, por este acto acepto..."

         Fue totalmente imposible continuar con su discurso. Durante el lapso de diez minutos las aclamaciones incontenibles llegaron a tal magnitud que a varios partidarios les costó una seria afonía. Gustavo optó, al fin, por guardar el resto de cuartillas que todavía quedaban por leer. Momentos después, el secretario presentó el acta donde quedó reflejada la nominación de candidato oficial para la Presidencia de la República por el Partido Colorado.

         Gustavo no dejaba de apuntar su vista hacia lo alto, parecía rechazar la mirada de frente a la concurrencia que todavía era presa del ambiente ruidoso y agitado. Alguien le tomó por el codo y le aproximó a la mesa donde aguardaba el acta a firmar. Inmediatamente después se retiró fuertemente escoltado, mientras se escuchaban frases tales como:

         - ¡Fuerza Presidente...! ¡Ánimos coronel...! ¡Que Dios ilumine a nuestro Presidente...!

         El acto había durado escasamente media hora. Los servicios de limpieza de la Municipalidad y algunos vehículos policiales apenas tuvieron tiempo de retirar los cadáveres y heridos agonizantes que todavía se hallaban postrados sobre el asfalto.

         Gustavo rechazó mirar el macabro espectáculo y no apartó la vista de sus rodillas en el instante que el coche oficial pasó junto a los cuerpos inertes bañados en sangre.

 

         Martes, 21 de febrero, once de la mañana. En las proximidades del Palacio de Gobierno se denotaba un movimiento desacostumbrado. Una nube de periodistas pululaba por los alrededores a la espera de una noticia que en breve se produciría. Aquel día soplaba viento Norte y el calor era asfixiante. Los hombres de la prensa aguardaban pacientemente la salida del subsecretario de Información, buscando un pedazo de sombra para defenderse de un sol abrasador.

         Cerca de las doce del mediodía anunciaron la inminente presencia de Benito Ticman, quien debería anunciar públicamente la fecha de convocatoria de elecciones presidenciales, decidida por el gobierno interino.

         Una auténtica avalancha de fotógrafos, cámaras y periodistas provistos de grabadoras, rodearon a Ticman. Abundaba la prensa extranjera que seguía en detalle los eventos desde el fallido golpe de estado. Las preguntas y consultas que formularon simultáneamente varios de ellos impedían que el subsecretario de Información pudiese hablar. Al fin, Ticman levantó la mano derecha mientras que, con la izquierda, intentaba separar algunos micrófonos y grabadoras que golpeaban su rostro.

         - Señores, señores, por favor... Tengo la información que ustedes esperaban pero, por favor, de uno en uno...

         Se escuchó una voz clara y precisa que se destacó de las demás:

         - ¿Para cuándo, subsecretario, las elecciones?

         A partir de ese momento, las preguntas y murmullos se acallaron por completo. Ticman aprovechó aquella leve tregua para responder:

         - El Poder Ejecutivo, a través de su Gobierno interino, ha resuelto fijar para el domingo 19 de marzo la fecha de elecciones presidenciales.

         Una voz femenina replicó:

         - ¿No se agotarán los tres meses que contempla la Constitución?

         - La Constitución señala claramente que el plazo por usted aludido es el máximo. El gobierno interino está facultado para reducir ese tiempo si así lo estima conveniente.

         Un periodista con acento francés, inquirió:

         - ¿Participarán libremente los partidos de la oposición?

         - Aquellos que están legalmente reconocidos podrán proponer sus candidatos con toda libertad.

         - Pero, señor subsecretario, es imposible organizar una campaña electoral en el plazo de un mes.

         - El plazo fue decidido por el Poder Ejecutivo en funciones, cualquier aclaración deberán solicitarla a los miembros del gabinete o al propio Presidente interino. Mi labor se limita a informar sobre las resoluciones del Gobierno.

         - Señor subsecretario, ¿cuándo devolverán la libertad a Domingo Sapino?

         - No tengo noticias de su detención.

         - Se encuentra incomunicado en Investigaciones desde el 10 de febrero...

         - No tengo nada que comentar al respecto.

         En el momento que Ticman intentaba hacerse paso y liberarse del numeroso grupo, otro periodista preguntó:

         - ¿El general Gómez de Rodrigo será juzgado?

         - Ese asunto está en manos de la justicia militar y escapa a la competencia del Gobierno.

         Mientras los periodistas se disolvían rápidamente, Ticman abordó su coche y desapareció en pocos segundos.

        

         Un sol espléndido se asomó sobre Asunción aquel 19 de marzo. Numerosos grupos de policías iban ocupando los distintos centros electorales, amén de reforzar la vigilancia por todos los barrios de la ciudad.

         Varios reporteros acreditados y dos equipos móviles de televisión soportaban una larga espera en el colegio Monseñor Lasagna, lugar donde tradicionalmente y a lo largo de varios quinquenios, depositara su voto el que fuera Presidente Alfredo Bödeker. No tardaría en aparecer un Chevrolet Caprice, el mismo que en los últimos días acompañó a Gustavo en la maratoniana campaña electoral. A las nueve y pocos minutos llegó, al fin, el coche del candidato oficial del Partido Colorado, momento en que el grupo de periodistas se movilizó rápidamente intentando ocupar los mejores puestos para la cobertura informativa.

         En raras ocasiones se había visto a Gustavo con un aspecto tan demacrado. Tuvo que hacer uso de gafas de sol para ocultar unas pronunciadas ojeras que fueron el tributo obligado a muchas horas de vigilia y viajes agotadores a lo largo de todo un mes.

         Uno de los periodistas, consiguió hacerse un hueco entre los guardaespaldas...

         - ¡Coronel, coronel, unas declaraciones para la prensa!

         - Estoy cumpliendo con un deber cívico como cualquier ciudadano. He venido a depositar mi voto.

         Gustavo no detuvo su paso mientras pronunciaba estas palabras y se encaminó rápidamente hacia el interior del local.

         - ¿Algún anticipo del nuevo Gobierno?

         - Todavía no soy Presidente, si el pueblo decide elegirme tendré mucho gusto en contestar a sus preguntas.

         - ¿Cuándo liberarán al doctor Sapino?

         - Esto depende del Gobierno interino, como ustedes saben yo no formo parte de él. Y, ahora, si me disculpan, debo proceder con mi voto.

         Los responsables del centro electoral se apresuraron a despejar la pequeña cola de votantes para dar libre paso al coronel. Los tres componentes de la mesa aguardaban de pie y en su boca se dibujaba una amplia sonrisa. Tras los saludos de rigor, el que presidía la mesa invitó cordialmente al candidato del Partido Colorado a penetrar en un cuarto oscuro, donde se hallaban las papeletas con las distintas alternativas. Instantes después, Gustavo depositó su voto en la urna en medio de los aplausos de la concurrencia.

        

         Los resultados, prácticamente definitivos, comenzaron a publicarse el miércoles, día 22. No fue casual que los votos que dieron la victoria a Gustavo se aproximaran con asombrosa precisión a los que tradicionalmente recibía su padre. Los expertos independientes detectaron un abstencionismo sin precedentes; sin embargo, el número de sufragios oficiales favorables a Gustavo fue de 1.010.000 sobre un padrón de 1.400.000, con una abstención reconocida de tan solo 140.000 votantes, lo que arrojaba un porcentaje a su favor del ochenta por ciento.

         El día siguiente coincidía con el Jueves Santo y, ese mismo día, Gustavo fue convocado en el "Gran Cuartel General" por la Junta de Comandantes. El mayor Morínigo, quien fuera el fiel edecán del anterior Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, todavía conservaba su puesto y, fue justamente él, quien diera la bienvenida al coronel Gustavo Bödeker y le invitara a seguirle hasta la sala de reuniones donde aguardaban los siete miembros de la Junta de Comandantes.

         Cuando se abrió la puerta, los siete generales recién nombrados y confirmados en sus cargos se pusieron de pie. El color blanco del uniforme del almirante Penayo destacaba de forma singular. Allí se encontraban además los cuatro comandantes de los Cuerpos de Ejército, amén del general que comandaba el RI-14 y el responsable del Regimiento Escolta Presidencial.

         El general del primer Cuerpo de Ejército, considerado tradicionalmente como el de más alto rango, tomó la palabra:

         - Bienvenido, mi General.

         Con un tono de cínica cortesía, Gustavo contestó:

         - Mis galones sólo confirman mi grado de coronel. El general Maldonado sonrió antes de decir:

         - Sólo hasta ayer, porque a partir de hoy Su Excelencia se ha convertido en General de Ejército y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. En este momento el Senado en funciones procede a refrendar nuestra decisión... ¡A sus órdenes, mi general!

 

 

CAPÍTULO IV

 

         Martes, 28 de marzo.

         - Tu nudo de corbata está torcido Gustavo, nunca aprenderás.

         Con una especial ternura, María Eugenia se acercó a su marido y simuló centrar el nudo de una corbata granate de seda. Los ojos de aquella mujer irradiaban felicidad; cinco minutos antes había despedido a su peluquero y maquillador, cuyo trabajo duró más de tres horas. Cuando Gustavo fijó la vista en el rostro de María Eugenia se quedó deslumbrado ante la belleza de su mujer, por ello no dudó en premiarla con una de sus raras cortesías...

         - Pienso que Paraguay nunca tuvo una primera dama tan hermosa.

         - Eso lo dices porque no conociste a Madame Lynch en persona, por ahí se comenta que fue bellísima.

         - Ella nunca fue primera dama, pero sí te diré que algún día tu nombre figurará en una avenida más larga que la de esa señora.

         - Me conformaría con mucho menos y, ahora, debemos darnos prisa, sería una grosería hacer esperar a las autoridades.

 

         Diez minutos después, la numerosa comitiva emprendió camino hacia el Palacio Legislativo. Por vez primera, la escolta del Presidente electo fue la misma que la utilizada normalmente por el Primer Mandatario. Poco más tarde, las puertas del Caprice presidencial se abrían enfrente de la entrada del Palacio. La alfombra roja que se extendía desde el umbral hasta la sala de los diputados, estaba ocupada por algunos de los cien invitados al acto y todos ellos rindieron la reverencia protocolaria al paso del general Gustavo Bödeker.

         De una forma ordenada y bajo la dirección de los miembros del Ceremonial del Estado, los asistentes fueron situándose en silencio en los distintos lugares de la gran sala donde, en breves instantes, el Escribano Mayor de Gobierno invitaría al Presidente electo a pronunciar:

         "Yo, Gustavo Bödeker, juro ante Dios y la Patria desempeñar con fidelidad y patriotismo el cargo de Presidente de la República del Paraguay y observar y hacer observar la Constitución y las leyes. Si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden".

        

         El tono empleado por Gustavo fue solemne y al mismo tiempo austero. Daba la sensación que aquellas frases las conocía tan bien como el Padre Nuestro. María Eugenia sostuvo la Biblia sin parpadear, en ese corto lapso clavó su mirada en la boca de su marido, siguiendo atentamente cada articulación y cada sílaba que pronunciara.

         Los aplausos duraron más de un minuto, entretanto el nuevo Presidente iba departiendo abrazos a sus allegados más próximos. Tras la firma protocolaria del acta y la correspondiente rúbrica por parte del Escribano Mayor de Gobierno, Gustavo extrajo de su bolsillo interior las cuartillas que contenían el discurso inaugural, que sería transmitido por las dos cadenas de televisión y la totalidad de las emisoras de radio. Las palabras que pronunciara fueron las esperadas, no anunció novedades ni cambios, sólo insistía tenazmente en una política de continuismo, basándose en los logros pasados gracias a los aciertos de su progenitor. En ningún momento elevó su voz ni tampoco la disminuyó, durante aquella alocución predominó un timbre unísono y tedioso, sin enfatizar pasaje alguno. Sólo de vez en cuando, abría alguna que otra pausa para permitir que los presentes se explayaran con sus aplausos.

         Más tarde, un periodista del canal 9 consiguió abordarle en el instante que Gustavo se disponía a retirarse...

         - Presidente, ¿para cuándo la lista de su gabinete?

         - Resulta prematuro hablar de esto ahora, primero debo recibir las dimisiones del actual Gobierno interino.

         - ¿Los miembros del Cuadrinomio permanecerán en sus puestos?

         - Eso es competencia del Partido Colorado y no del Gobierno.

         En ese instante, el corresponsal de EFE logró zafarse del cordón que mantenía al resto de periodistas a cierta distancia y, con acento marcadamente español, inquirió:

         - Señor Presidente, ¿puede esperarse una amnistía para los presos políticos?

         Gustavo replicó inmediatamente:

         - En nuestro país no hay presos políticos, vivimos en la democracia. Yo les invitaría a permanecer aquí un tiempo para que lleguen a confirmar por ustedes mismos la paz y armonía que reina en nuestro pueblo.

         - ¿Qué nos puede decir entonces de Sapino y Lanier?

         - Creo entender que esos señores están retenidos por motivos cautelares y de orden público.

         - ¿Cómo se puede entender una retención de más de un mes, impidiéndoles su participación en la campaña electoral?

         - En este país no vamos a tolerar actitudes subversivas. Aquí valoramos la paz como el legado más preciado de los últimos siete lustros.

         - ¿Qué piensan hacer con Gómez de Rodrigo?

         - Las Fuerzas Armadas disponen de su propio cuerpo jurídico que interpreta las leyes castrenses. El general rebelde será sometido a un juicio justo.

         - ¿Se abrirá una investigación sobre la masacre de los treinta y cinco tradicionalistas?

         - Si hay culpables, serán castigados.

         - Las autoridades no han reconocido un solo responsable hasta ahora.

         - Por favor, caballeros, comprendan que los momentos son confusos y nuestro pueblo ha sufrido un duro golpe. En estos momentos existen ciertas prioridades a las que estamos abocados. Les garantizo a ustedes una rueda de prensa en la que anunciaré mi nuevo Gobierno y cumplimentaré sus cuestiones.

         Estas fueron sus últimas palabras, el resto de preguntas se disolvían en el aire sin ser contestadas. En el momento que Gustavo hizo el gesto de encaminarse hacia la salida, un cordón de guardaespaldas aisló por completo al Presidente y a la primera dama.

 

         Tras el "Te Deum" que se ofreció en la Catedral. Monseñor Roloni saludó al nuevo Presidente y primera dama, bendijo a ambos y, por último, deseó toda suerte de venturas al nuevo Primer Mandatario, al tiempo de invocar la inspiración divina que debería guiar cada uno de sus actos.

         Más tarde y por expresa voluntad de Gustavo, los jinetes de Acá Carayá regresaron a su regimiento sin escoltar al nuevo Presidente hasta el Palacio de Gobierno. La tradicional recepción en el Salón Independencia fue cancelada y la comitiva se encaminó velozmente hacia la residencia oficial, lo que provocó aires de descontento en las gentes que habían aguardado pacientemente en las calles, para aplaudir y ver de cerca al nuevo gobernante que marcaría sus destinos en los próximos tres años.

         Un profundo suspiro exhaló Gustavo, cuando se encontró solo con María Eugenia en el interior del Caprice. La mano izquierda de ella presionó suavemente la derecha de su marido y pudo, al fin, pronunciar lo que durante tantos años había esperado:

         - Bueno, ya eres Presidente, felicidades.

         - Tengo por delante un espinoso camino, estoy abrumado por la responsabilidad.

         - Todo es cuestión de acostumbrarse, cuentas con la lección de un buen maestro.

         - Mi padre no me enseñó todo, hay muchas cosas que deberé aprenderlas solo.       

         Un corto silencio interrumpió aquel diálogo. María Eugenia sabía que Gustavo se hallaba sumido en la más profunda soledad, a pesar de todo el aparato que le rodeaba. Sus ojos traslucían un angustioso desamparo que le fue imposible disimular. María Eugenia presionó algo más su mano y dijo:

         - Siempre me tendrás a tu lado, pase lo que pase...

         - Lo sé querida, cuento contigo.

 

         La primera reunión a puerta cerrada que tuvo lugar el día 31 de marzo entre el Presidente y los cuatro miembros del Cuadrinomio duró algo más de tres horas, en ese lapso sólo un tema fue discutido. Entretanto, el Comandante del Primer Cuerpo de Ejército, general Maldonado, aguardaba en la antesala a la espera de ser recibido. Cuando, al fin, Maldonado penetró en el despacho presidencial se encontró con cinco hombres notablemente abatidos, sus semblantes denotaban cansancio y preocupación. El Presidente invitó al general a sentarse antes de preguntarle:

         - ¿Alguna noticia de las complicidades de la fuga?

         Maldonado contestó:

         - Sólo estamos completamente seguros de los oficiales que desaparecieron con Gómez de Rodrigo, el resto está en curso de investigación.

         - ¿Informes de las fronteras?

         - Todos negativos, si Gómez de Rodrigo optó por huir del país lo hizo clandestinamente por el río, pero no es probable.

         - ¿Por qué?

         - Las grabaciones de los encuentros que tuvo con ciertos oficiales durante sus días de confinamiento, indican que su intención se inclinaría por permanecer dentro del territorio nacional.

         Campuzano tomó la palabra:

         - Si está en Paraguay es casi seguro que se encuentra en algún punto del interior. Asunción está siendo cribada al máximo y él sabe que acabaría siendo descubierto.

         Don Mario fue más lejos con su teoría...

         - Este asunto es muy grave, sumamente grave. No hay que olvidar la veteranía de Gómez de Rodrigo en Caballería, allí, durante décadas fue el amo y señor de la Unidad Castrense, conviviendo de forma muy directa con oficiales y tropa. Creo que llegó al punto de asegurarse una lealtad incondicional por parte de todos sus subordinados. Sin ánimos de subestimar la valía y virtudes militares del nuevo Comandante del Primer Cuerpo de Ejército, me atrevería a decir que la figura de Gómez de Rodrigo está todavía en el pensamiento de casi todos ellos. Mi pregunta es, ¿qué pasaría si oficiales y tropa escucharan la llamada de Gómez de Rodrigo?

         Gustavo se apresuró a intervenir:

         - Desde un comienzo ordené una remoción completa de oficiales que debían incorporarse a otras unidades castrenses. ¿Acaso no se cumple esta orden?      

         Maldonado contestó:

         - En la medida de lo posible; estos traslados llevan su tiempo, si se ejecutan de una forma brusca se produciría un auténtico caos.

         De nuevo Don Mario tomó la palabra:

         - Es cierto que la clave de supuestas lealtades se centra en los oficiales y no en la tropa. Sin embargo, insisto en algo importante: si un oficial de Caballería adicto a Gómez de Rodrigo es trasladado a otra unidad militar, sólo conseguimos exportar un cáncer. Por ello, Excelencia, antes que nada debemos extirpar este cáncer.

         Todos ellos se quedaron reflexionando sobre las palabras de Don Mario. Sin duda, los pensamientos de los seis hombres allí reunidos coincidían en algo esencial, pero sólo el Presidente tuvo el valor de expresarlo:

         - Extirpar ese cáncer significaría dejar al Ejército sin mandos. No se puede luchar contra mi impopularidad en las Fuerzas Armadas, pero sí es posible controlar desde dentro los movimientos de los disidentes. Por ello no cabe otra solución que multiplicar por diez los efectivos de Inteligencia Militar.

         Maldonado frunció el ceño, en segundos comprendió lo que se avecinaba: Un ambiente tenso en los cuarteles y todas las secuelas de intrigas, sospechas y purgas que supondría una persecución de tal naturaleza. Con voz algo entrecortada dijo:

         - Excelencia, esto supondría pases a retiro masivos.

         - ¿Piensa que son necesarios quinientos coroneles en el cuadro de las Fuerzas Armadas? -replicó Gustavo-.

         - Evidentemente no, pero me temo que las purgas afectarían a los más capaces.

         - No precisamos de cerebros en el Ejército y mucho menos en estos momentos.

         Instantes después terminó la reunión. Tras la partida de los cuatro superministros y del Comandante del Primer Cuerpo de Ejército, Gustavo se quedó en compañía del subsecretario de Información, Benito Ticman. Este le recordó que el Embajador de Brasil esperaba ser recibido aquella misma mañana. Cavalcanti no había acudido solo, le acompañaba un personaje desconocido en los medios diplomáticos pero muy popular en el mundo de las finanzas.

         - Mis respetos señor Presidente... Tengo el agrado de presentarle al señor D'Oliveira.

         - Tengan la bondad de tomar asiento.

         - Gracias señor Presidente.

         Ambos se sentaron, como ya era costumbre, en unos sillones dispuestos a la derecha de Gustavo y permanecieron en silencio a la espera que el Presidente se pronunciara, siguiendo los cánones protocolarios:

         - Pienso que a tres días de haber asumido la presidencia resultaría prematuro hablar de ciertos asuntos. Como comprenderán, el país está convulsionado y existen ciertas prioridades.

         - Sin duda Excelencia -asintió el Embajador-, si lo estima conveniente podríamos posponer esta entrevista para más adelante.

         - No es necesario, dada la situación creo que es mejor aprovechar el tiempo y evacuar asuntos.

         - Muchas gracias señor Presidente... Bien, aquí traemos el memorándum completo de la operación y las tablas de compensaciones.

         - ¿Se refieren exclusivamente al acuerdo ITAIPU-SOJA, o es extensivo a otros rubros tal como les solicité?

         Por primera vez se escuchó la voz de D'Oliveira:

         - La cuestión de los otros rubros se halla en estudio en estos momentos, dada la complejidad de las compensaciones. Estimo que el equipo económico que está preparando el informe concluirá su trabajo en el plazo de una semana.

         - Correcto, me agradaría que me expusieran las cifras de ITAIPU-SOJA a grandes rasgos.

         D'Oliveira se dispuso a informar al Presidente de acuerdo con sus deseos:

         - En pocas palabras le diré que nuestro país está dispuesto a conceder el visto bueno a trescientas mil toneladas de soja de origen brasileño para ser nacionalizadas en Paraguay. La contrapartida paraguaya sería la condonación de un veinte por ciento de los aranceles, pagaderos en divisa americana, por cesión de energía a Brasil, según los tratados de la ITAIPU Binacional.

         El Presidente se quedó reflexionando unos instantes. Tanto el Embajador como D'Oliveira sabían que en el pensamiento de Gustavo se barajaban cifras y cálculos mentales...

         - La compensación está desproporcionada -dijo Gustavo-. Brasil dejaría de pagar unos ochenta y cinco millones de dólares al año a mi país, procedentes de la renta de energía. Sin embargo, las trescientas mil toneladas de soja no representan más que sesenta millones de dólares por zafra anual.

         D'Oliveira replicó:

         - Las cifras apuntadas por Su Excelencia no están erradas. Pero en el memorándum se halla claramente detallado las divisas que Brasil dejaría de percibir por exportación de soja procesada, no de soja bruta.

         - Esperaba esta respuesta, pero sigo opinando que su equipo económico ha aplicado un valor agregado excesivo en la soja procesada. Ustedes conocen bien las dificultades que tiene Brasil en colocar los aceites y subproductos de soja en el mercado mundial, la auténtica venta sin problemas está en la soja bruta, cuya exportación, como tal, está prohibida por sus leyes.

         El Embajador y D'Oliveira se quedaron atónitos ante la exposición del Presidente. Al fin, D'Oliveira habló:

         - ¿Sugeriría Su Excelencia un reajuste en la compensación?

         - Pienso que podríamos cerrar el trato con quinientas mil toneladas.

         - Acordado.

 

         Tras la partida de los dos brasileños, terminaron las audiencias de aquella mañana. Mientras Ticman despedía al Embajador y acompañante en el umbral del palacio, Gustavo se encontró, por primera vez, completamente solo en el despacho presidencial... Con un leve impulso de sus pies, el gran sillón quedó algo separado de la mesa de trabajo, allí fue recorriendo con la mirada todo el entorno que acompañó a su padre durante treinta y cuatro años. Fue en ese momento cuando se preguntó si su progenitor sufrió alguna vez esa insoportable sensación de orfandad y, si así fue, cómo logró superarla...

         Sonó el teléfono. 

         - Señor Presidente, su señora esposa por la línea uno.

         - Hola... María Eugenia.

         - Soy yo querido, ¿qué tal?

         - Todo bien. ¿Qué hay de nuevo?

         - Te esperamos para almorzar, ¿vas a venir?

         - Saldré dentro de diez minutos. ¿Qué hay para comer?

         - Un dorado al horno como a ti te gusta.

         - No faltaré, pero tendrás que disculparme esta noche.

         - ¿Cenarás fuera?

         - Sí, y tal vez llegaré un poco tarde.

         - Comprendo... Bueno, te espero.

         - Hasta luego... -¡click!-.

         Gustavo pulsó un botón de línea interna que hizo sonar con un tono insistente el teléfono del responsable de Comunicaciones de la Presidencia:

         - Señor Presidente, le escucho.

         - Comuníqueme con el Canal 9.

         - Cómo no, inmediatamente, ¿alguna persona en particular?

         - Con el señor Blasi.

 

         El domingo 2 de abril amaneció con el cielo cubierto. Un cambio repentino de tiempo terminó con dos días de calor insoportable. Las aguas del río Paraguay parecían recorrer el camino inverso de su curso natural, al recibir el viento Sur que agitaba su superficie.

         El yate presidencial se hallaba fondeado en las cercanías de Puerto Paraíso. La tripulación aguardaba órdenes en el sector de proa mientras libaban mate y charlaban de sus cosas. En el amplio salón de la cabina se habían formado dos grupos bien diferenciados. Por un lado se encontraba Gustavo acompañado de sus amigos Juan Fermín Miranda, Enrique Segalés y Luis Alberto Delmás y, por otro, María Eugenia compartía con las respectivas damas.

         - Las nuevas reglas de juego deben quedar bien claras -decía Gustavo. En esta nueva etapa los negocios hay que encararlos de forma diferente. En primer lugar todos vosotros deberéis transferir vuestras acciones a terceras personas.

         Ninguno de ellos replicó tras la pausa que abrió Gustavo para tomar un poco de soda. Luego prosiguió:

         - No me importa la forma que queráis hacerlo, yo os sugeriría unos fideicomisos discretos, pero es esencial que renunciéis a la titularidad de vuestras empresas.

         Juan se frotaba la barbilla con la mano derecha, reflexionando en la forma de plantear una pregunta. Cuando al fin se decidió, dijo:

         - Me gustaría preguntarte la razón de una medida tan radical.

         - Es prioritario limpiar mi imagen, tanto dentro como fuera del país. No quiero correr el más mínimo riesgo de críticas o comentarios sobre privilegios hacia supuestos socios.

         - ¿No crees que resultaría extraño ante la opinión pública que los amigos del Presidente se quedaran en la calle de la noche a la mañana?

         - Prefiero que circulen suspicacias, antes de que se me imputen monopolios y cosas por el estilo

         Enrique intervino:

         - Por mí no hay el menor inconveniente, pero sí te diré que tu padre siempre manejó estas cuestiones a la perfección y sus socios trabajaban tranquilamente dando la cara.

         - Es cierto Quique, pero mis antecedentes no son los mismos que los de mi padre cuando asumió el poder. Ten en cuenta que yo estoy en la mira de muchos y, a la mínima, comenzarían a disparar.

         - ¿Y la dirección de las empresas? -preguntó Luis Alberto-.

         - A ninguno de vosotros os resultará difícil mover los hilos desde arriba. Casi preferiría que montarais unas compañías modestas que os servirán de tapadera y de justificante para seguir trabajando.

         - ¿Qué hacemos con tus propiedades inmobiliarias que están a mi nombre? -inquirió Juan-.

         - Esto déjalo como está.

         En este momento, María Eugenia se acercó al grupo de hombres para preguntarles en qué momento deseaban almorzar.

         - Cuando gustes querida, aquí todos morimos de hambre.

         - Voy a dar las instrucciones al Chef. Como es comida fría ya podéis pasar a la mesa.

         De una forma natural se volvieron a componer los dos grupos. En un extremo de la mesa se juntaron las cuatro mujeres mientras, en el otro, se iniciaba una charla informal sobre las preferencias de cada uno, por los distintos programas de televisión que captaban sus parabólicas.

 

         El día tocaba a su fin y el yate presidencial se iba aproximando al muelle donde aguardaban los choferes y secretarios. Con ellos se encontraba el ministro Campuzano, quien minutos antes se había comunicado por teléfono con el Presidente. Gustavo no había comentado con sus amigos el tema tratado con el ministro del Interior, pero a ninguno de ellos se le escapó el estado de nerviosismo que provocara aquella llamada en el ánimo de Gustavo. Juan estuvo a punto de preguntarle qué había pasado, pero Enrique le disuadió diciéndole que era preferible no intervenir.

         Al descender por la rampa, Gustavo dijo a María Eugenia.

         - Sería mejor que vayas a casa en otro coche, debo hablar en privado con Campuzano.

         - No hay problema querido, nos veremos luego.

         El semblante de Campuzano estaba marcado por un aire de tragedia que siempre le caracterizó cuando se presentaban situaciones graves. Se acercó al Presidente y le tendió la mano, inmediatamente después ambos abordaron el Caprice presidencial, obviando los saludos al resto de acompañantes.

         Apenas el automóvil había iniciado su marcha, cuando Gustavo se apresuró a preguntar:

         - ¿Dónde dijo que fue detectado Gómez de Rodrigo?

         - En una pequeña aldea llamada Ceibo.

         - ¿Dónde está esa aldea?

         - A unos noventa kilómetros al Noroeste de Concepción, es tan chica que ni siquiera aparece en el mapa.

         - ¿Consiguieron cercarle?

         - Señor Presidente, el asunto es más grave de lo que todos imaginábamos. En el momento que nos llegó la información, movilizamos por radio los dos fortines más próximos, al tiempo de alertar efectivos de Concepción. La inoperancia fue casi total.

         - Esto es indignante. ¿Dónde está Maldonado?

         - Del Club Centenario se fue a su residencia a la espera de recibir instrucciones de Su Excelencia.

         - Hay que actuar de inmediato.

         - Soy de la opinión de limitar la intervención del general Maldonado.

         - ¿Por qué?

         - Le aguarda una ruda tarea por delante, en su misión de purgar el Primer Cuerpo de Ejército, esto sólo ya representará un desgaste y cierta impopularidad en las Fuerzas Armadas. Si hay que aplicar sanciones y ceses en otras unidades, sería aconsejable que esas iniciativas partieran del Ministerio de Defensa.

         - Estos detalles no me interesan, si es preciso renovaremos la totalidad del cuadro de oficiales.

         La mano de Gustavo no cesaba de abrir y cerrar el pequeño cenicero que se encontraba a su derecha, su irritación había llegado al límite. El pequeño cenicero acabó por desprenderse de su soporte y cayó al suelo, momento en que Campuzano hizo un además para recogerlo, pero Gustavo se lo impidió diciendo:

         - Deje nomás...

         Minutos más tarde, el Caprice llegó a la residencia presidencial y ambos ocupantes se dirigieron al despacho privado de Gustavo donde, en repetidas ocasiones, había sostenido encuentros confidenciales con sus colaboradores. Ese despacho disponía de diez líneas telefónicas preferenciales y dos radios de onda corta. El Presidente descolgó uno de los aparatos y digitó los tres números que le enlazó de inmediato con el centro de Comunicaciones de la Presidencia.

         - Comunicaciones de la Presidencia, le escucho.

         - Habla el Presidente, localíceme al general Maldonado y a Melchor Carandel. Que acudan de inmediato a la residencia.

         - A sus órdenes, señor Presidente.

         Sorprendentemente, los dos coches de los personajes avisados se encontraron en la entrada de la residencia presidencial a los diez minutos de haber recibido la llamada. Tal coincidencia parecía haber sido orquestada pero, en realidad, sólo fue producto del azar.

         Un asistente se comunicó por el interfono con el despacho privado:

         - Señor Presidente, el Comandante del Primer Cuerpo de Ejército y el señor Jefe de Investigaciones, acaban de llegar.

         - Que pasen...

         Mientras los dos recién llegados se encaminaban hacia el despacho, Maldonado dijo a Carandel:

         - Parece que el asunto está bravo...

         - Tengan la bondad de tomar asiento caballeros -con estas palabras recibió Gustavo a los dos visitantes, luego añadió: ¿Están ustedes al corriente de los detalles de Ceibo?

         Antes de contestar, el general y el Jefe de Investigaciones se miraron a los ojos como si ambos se invitaran a responder en primer lugar. Carandel tomó la palabra:

         - Nuestro servicio de investigaciones no llega desgraciadamente a todos los rincones del país. La presencia de Gómez de Rodrigo en Ceibo fue detectada por pura casualidad. Lo peor es que el confidente quien nos facilitara la información ya no existe.

         - ¿Cómo? -exclamó Gustavo-.

         - Así es, Excelencia, minutos antes de su llamada me confirmaron el hecho. Su cadáver fue hallado en un arroyuelo con señales evidentes de tortura.

         - ¡Es increíble, increíble...! ¡Esto puede representar el inicio de una guerrilla sin fin!

         Gustavo se llevó sus dos manos a la cara, tapándose los ojos y frotándose levemente las mejillas. En su mente, sólo se repetía de una forma pertinaz una idea obsesiva: las pesadillas que le asediaron antes de asumir el poder se estaban convirtiendo en algo tan real como los acontecimientos que le tocaba padecer. Poco después calmó sus nervios e intentó serenarse. Fue allí cuando dijo:

         - Melchor, quiero a todos aquí, desde el primero hasta el último.

         Al Jefe de Investigaciones le sobraba la experiencia, estaba acostumbrado a interpretar las insinuaciones o voluntades de sus superiores, por ello su respuesta fue inmediata:

         - No faltará ni uno Excelencia, y también le anticipo que recibirán su merecido.

         - No me interesan las torturas ni las vejaciones, sólo quiero información y desenmascarar a los culpables, ¿comprende?

         - Esto está sobreentendido señor Presidente.

         - ¿Pues entonces, ejecución! -concluyó Gustavo-.

        

         Inocentes y algunos culpables iniciaron aquel día de abril, uno de los éxodos que la historia oculta recordará siempre en sus páginas oscurecidas por un luto de vergüenza. Aquella marcha sin fin, a través de las selvas del Chaco y de algunos tramos empantanados, dejaron en su caminar algo más de cincuenta vidas que se consumaron en el agotamiento, la sed y el hambre... evitando así, ser pasto de las cámaras de tortura que aguardaban pacientemente a suboficiales y soldados, quienes sólo ejecutaron órdenes casi anónimas y quienes, también, se lamentaron de no haber seguido la suerte de algunos de sus compañeros que sucumbieron en el penoso calvario.

 

         Transcurrieron dos semanas completas antes que Gustavo recibiera el informe de Investigaciones, en donde aparecían los resultados de infernales interrogatorios a que fueron sometidos algo más de un centenar de uniformados.

         Cuando el Presidente concluyó con la lectura, arrojó con toda su furia la voluminosa carpeta firmada por Carandel. Acto seguido se comunicó telefónicamente con él...

         - Melchor, si no te conociera de años pensaría que eres el hombre más incapaz del mundo.

         En el otro extremo del hilo se encontraba Carandel soportando una tormenta que ya imaginaba. Cuando el Presidente acabó de desahogarse, se escuchó la voz entrecortada del jefe de Investigaciones...

         - Señor Presidente, la gran mayoría ignoraba por completo lo que ocurrió. Puedo afirmarle que ni siquiera conocían la presencia de Gómez de Rodrigo en la zona.

         - Entonces, ¿por qué esta masacre?

         - Era indispensable.

         - ¿Indispensable?

         - En el estado actual de cosas, es preciso un toque de advertencia a oficiales y tropa para que sepan lo que les espera en caso de traición.

         - ¿Piensas que estoy de acuerdo con tus métodos?

         - Estoy convencido de que no, pero yo hago mi trabajo aunque no me guste. Cuando asumí el cargo fui advertido que las razones de Estado están por encima de cualquier método.

         Gustavo colgó el teléfono bruscamente, lo que costó un sobresalto a Carandel al recibir en su tímpano el golpe de ira del Presidente.

        

         De nuevo Gustavo debía enfrentarse con lo que más temía y no lograba superar: el fantasma de la soledad y la impotencia, un fantasma que invadía su alma al punto de envenenarla.

         Cuando Gustavo fijó la mirada en un retrato de su padre Alfredo, pronunció unas palabras en voz tan baja que nadie logró escucharlas:

         - Papá, ¿dónde estás...?

 

 

 

 

CONCLUSIÓN

(del autor)

 

         Ahí quedan esos cuatro meses de contra historia, que nacieron, deambularon y sucumbieron encarcelados entre cuatro paredes de una imaginación.

         En su inicio, el tiempo se detuvo y fue desviado caprichosamente, con el único objeto de sondear la insólita personalidad de unos cuantos que sí escriben la realidad de nuestros días.

         Por ello, ese 25 de mayo, el péndulo de la historia quedó fijado a un lado adivinable aunque incierto, siguiendo la tradición inmovilista de un país mediterráneo, sufrido y entrañable, que persiste tenazmente en la búsqueda de su identidad.

         Una súbita e inesperada palpitación en el corazón de Sudamérica, casi despierta a un pueblo sumido en un feliz letargo, que logró contagiar sucesivamente a más de veinte generaciones.

         Si bien, una extraña mezcla de sangre soñolienta, sigue marcando el devenir de un país que prefiere perseverar en las quimeras de ciertas esperanzas, magnificando entre tanto el vigor de un nacionalismo secular, que ayer lo hizo adulto y que, mañana, otros comprenderán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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