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VICTORIO VILLALBA SUÁREZ

  PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA, 2006 - Por VICTORIO V. SUÁREZ


PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA, 2006 - Por  VICTORIO V. SUÁREZ

PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA

PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS

A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS

Por  VICTORIO V. SUÁREZ

Criterio Ediciones,

Asunción-Paraguay,

2006 (573 páginas)
 

 


ÍNDICE GENERAL

DEDICATORIA

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1: ORÍGENES Y MEMORIAS REMONTANDO UN POCO DE HISTORIA

- LAS LETRAS EN EL INICIAL Y TURBULENTO PROCESO

CAPÍTULO II: EL PERIODO DE LA INDEPENDENCIA Y PARAGUAY EN GUERRA

CAPÍTULO III: INFLUENCIA DEL LIBERALISMO EUROPEO

CAPÍTULO IV: DE LA TRAGEDIA SE INTENTA RECONSTRUIR EL PAÍS

- LOS PARTIDOS POLÍTICOS TRADICIONALES DEL PARAGUAY

- PERIODOS CONSTITUCIONALES ENTRE TERRIBLES MAQUINACIONES

- DURAS LECCIONES DE UN PASADO POCO FELIZ

- LA REVOLUCIÓN DEL 18 DE OCTUBRE

- LOS LIBERALES LOGRAN LA VICTORIA EN 1904

CAPÍTULO V: APUNTANDO HACIA EL 900. MODERNISMO Y VANGUARDISMO

-. ESLABONES QUE CONDUCEN AL "POSVANGUARDISMO"

CAPÍTULO VI: LOS DEL 40 SABÍAN LO QUE NO QUERÍAN

CAPÍTULO VII: EL 50 Y LA REIVINDICACIÓN DEL PAÍS POR LA CULTURA

CAPÍTULO VIII: CONSOLIDACIÓN DE LA DICTADURA Y VOCES DEL 60

CAPÍTULO IX: MILITANCIA POLÍTICA E INTELECTUAL DE LOS INTEGRANTES DEL 70

CAPÍTULO X: DECLINA LA DICTADURA Y SURGEN LAS VOCES DEL 80

- LA PENOSA Y LARGA TRANSICIÓN EN PARAGUAY

- APORTES QUE MARCAN EL PROCESO

- DEMOLER LOS VIEJOS MODELOS AUTORITARIOS

- OBSTÁCULOS E INTERROGANTES

- CONSTRUIR UNA CULTURA PARA LA DEMOCRACIA

CAPÍTULO XI: EL 90 O LA "GENERACIÓN DE LA TRANSICIÓN"

CAPÍTULO XII: CONSAGRADAS OBRAS CONTEMPORÁNEAS

- EDICIONES ANTOLÓGICAS DE NUESTROS MÁXIMOS POETAS

- ESLABONES Y CONSOLIDACIÓN DE LA NARRATIVA PARAGUAYA

CAPÍTULO XIII: EL CAMBIO ES UNA NOVELA DE FICCIÓN

- LA LITERATURA PARAGUAYA ENFRENTA LOS DESAFÍOS

CAPÍTULO XIV: ENFOQUE FINAL EN EL PROCESO DE UNA DEMOCRACIA QUE AÚN GATEA

-. A PESAR DEL PAUPERISMO HAY HONROSAS EXCEPCIONES

CAPÍTULO XV: RESEÑANDO ALGUNOS LIBROS QUE APARECIERON ÚLTIMAMENTE

APÉNDICE:

- ALGUNOS AUTORES PARAGUAYOS

- CONVERSACIONES CON EXPONENTES CONTEMPORÁNEOS DE LA LITERATURA PARAGUAYA

ÍNDICE DE AUTORES PARAGUAYOS

ÍNDICE DE REPORTAJES

 


PRÓLOGO

POR UNA CRÍTICA LITERARIA SÓLIDA

Victorio Suárez es un gran conocedor de la historia y evolución de la literatura paraguaya. En mi opinión, es uno de sus cerebros privilegiados y así nos lo ha demostrado durante muchos años. A ello, le ha beneficiado a largo plazo su labor como director del suplemento cultural de Noticias, allá por la última década del siglo XX, cuando el Paraguay se mecía entre las tentativas democráticas y la incertidumbre golpista. Eran unos años donde intentábamos poner orden en la menguada investigación crítica literaria. Afortunadamente, los ajos han pasado y ahora disponemos de una bibliografía apreciable que nos permite avanzar en nuestros futuros estudios, pero queda mucho trabajo por realizar y sobre todo desde dentro del mismo Paraguay, necesitado de críticos competentes que actúen como mediadores entre las inquietudes de los lectores y las necesidades de los lectores.

Suárez es una de esas personas afortunadamente culpables de este repunte crítico gestado desde la dictadura stronista. Afortunadamente culpable, reitero. Fuimos muchos quienes gozamos de su amparo cuando nos invitaba a publicar en su suplemento cultural, realizado más con voluntad que con medios excesivos. Algún día escribiremos un trabajo sobre la importancia de esos suplementos culturales en Paraguay, sobre todo desde aquel memorable de ABC Color en los años ochenta, bajo la dirección de Guido Rodríguez Alcalá, pasando por el de Suárez en Noticias, el de Susy Delgado en La Nación y el magnífico El Correo Semanal de última Hora, bajo la dirección de Antonio Pecci, que actualmente representa la resistencia en el periodismo cultural asunceño. Todos ellos son herederos de revistas como Alcor, dirigida por Julio César Troche y Rubén Bareiro Saguier, que desde los años sesenta expuso al universo literario internacional que el Paraguay era un país donde se podía escribir, a pesar de las restricciones políticas, y donde se podía conectar con el exterior para formar parte de la tradición cultural mundial.

Ahora, algunos suplementos se han transformado en publicaciones periódicas independientes, todas muy destacables. Victorio Suárez creó Arte y Cultura y Susy Delgado Takuapu. Aun con las limitaciones económicas habituales en el ámbito cultural, ambas ofrecen una calidad envidiable y nos permiten respirar oxígeno ante la prepotencia de tanto materialismo imperante y ante el sensacionalismo mediático pendiente de los sinsabores matrimoniales, los chismorreos deportivos y la búsqueda de la influencia política. Son revistas "puras" que todavía no se han visto contaminadas por la dictadura editorial y la burocracia cultural, con lo que nos sentiríamos halagados con su continuidad duradera.

Curiosamente, Victorio Suárez compagina su labor crítica con la ficción autorial. Como poeta demuestra ser un buen conocedor del estilo personal. Su poesía es "suya" ante todo y sus influencias son las marcadas por su inteligencia. Sus versos son muy cerebrales y completamente mensurados. Pero también es un crítico con personalidad que pronuncia sus ideas y demuestra conocer las del resto de analistas de la literatura paraguaya. Así lo podemos comprobar en esta obra que tiene Vd. en sus manos: PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA.

No estamos en ella frente a un proceso a la literatura paraguaya, sino ante un proceso de la misma. Suárez camina por su evolución entendiendo muy bien que las letras nacionales no se comprenden sin su adscripción a un contexto histórico, a un mundo político y a una sociedad integrada por gentes de raigambre y formación diversa. Como bien explica el autor en el prologo, se intenta capturar el desarrollo -camino espinoso y sin asfaltar- de la literatura paraguaya en su conjunto, sin mirar a presupuestos ideológicos. Existe, por tanto, una intención descriptiva como método de desentrañar la realidad de una literatura joven; una de las más jóvenes de los países latinoamericanos, cuya consolidación estructural se genera en pleno siglo XX con el realismo naturalista de José Rodríguez Alcalá o el modernismo poético de Eloy Fariña Núñez, Guillermo Molinas Rolón, Roque Capece Faraone o Manuel Ortiz Guerrero.

Una idea destacable del punto de partida del libro es la existencia de una única literatura nacional aunque el país sea bilingüe. En efecto: no hay tantas diferencias entre ambos modelos literarios porque parten de una misma realidad y contexto referencial único. Por otro lado, es bien cierto el declive de la innovación y el riesgo desde mediados de los años noventa del siglo XX, hecho curiosamente paralelo a la consolidación de las editoriales que favorecieron la aparición de tantas obras escondidas o surgidas ante determinado "boom" de la avidez lectora nacida apenas haber caído el régimen de Stroessner. Después, la desaparición tácita de los suplementos literarios en la prensa y la paulatina "vuelta a la normalidad" provocada por el desencanto que desembocó en el descreimiento generalizado de la población ante una democracia incapaz de empujar al país hacia el desarrollo educativo y económico, nos deja en una época, la presente, de indefinición, dificultades para la creación y pesimismo para el futuro. La situación económica no ayuda, a pesar de que resulta más fácil publicar ahora que hace veinte años, aunque el futuro no puede ser más triste que el presente.¿Y qué va a pasar?, me preguntarán. Ahora mismo, una vez perdidas las voces capitales de la Generación del 40 en pocos años (Josefina Pla, Elvio Romero y Augusto Roa Bastos), nadie ha ocupado su lugar en el extranjero. La globalización cultural ha dado la espalda a Paraguay. Las infraestructuras mediáticas no buscan en el país nada importante que no sean las asonadas o los accidentes, como el de Ycua Bolaños. Las agencias editoriales, verdaderas dominadoras del mercado editorial, no buscan valores literarios: reciben propuestas y la mayor parte acaban en la papelera. Son un imperio que estudia gustos y determina voluntades literarias. Se les escapa la buena literatura, casi siempre refugiada en editoriales pequeñas con limitada distribución en las librerías, pero les importa poco: es más interesante para el negocio el libro de un presentador televisivo o el de un personaje mediático. Con estas circunstancias, es difícil que los buenos autores paraguayos tengan su emplazamiento merecido en el mundillo libresco actual, si no se realiza una acción coordinada desde las autoridades para fomentar su conocimiento en el extranjero. Ello supone un enorme trabajo, a veces ingente, del que sólo se obtendrán sus réditos a largo plazo, y en esta sociedad donde sólo queremos la inmediatez de resultados, es muy difícil encontrar a alguien capaz de realizarlo.

Toda esta perorata es una reflexión importante a añadir al trabajo de Victorio Suárez. Él nos revisa la evolución de la literatura paraguaya desde sus orígenes; reúne opiniones dispersas, elabora las suyas y ordena el material obtenido. Nunca separa el discurrir literario de su contexto histórico, lo cual es necesario para nuestro entendimiento de un proceso a veces más complejo de lo que aparenta. Pero quizá sea la revisión de lo actual uno de los aspectos más interesantes de la obra y la capacidad para analizar con tenues palabras el presente y el pasado reciente de la literatura paraguaya. Si a esta primera parte le añadimos el examen de libros recientemente publicados, exponentes de la "palpitación del día", retomando el término azoriniano, más el compendio de entrevistas que le siguen, habremos recorrido por todo el proceso de la literatura paraguaya sin apenas lagunas. Las entrevistas, realizadas con rigor, nos revelan el pensamiento de grandes autores; de las voces capitales de una literatura que ha despegado y con dificultades se mantiene en el aire. Las personalidades entrevistadas son interesantes de por sí: Josefina Pla, Raúl Amaral, Augusto Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier, José Luis Appleyard y Carlos Villagra Marsal. Son exponentes del proceso de la literatura paraguaya sin discusión y sus afirmaciones no pasan inadvertidas porque hincan el dedo en la llaga de las situaciones planteadas. Pero los diálogos no se agotan con los clásicos contemporáneos paraguayos: también aparecen entrevistados autores más ; jóvenes con Andrés Colman Gutiérrez, Fernando Pistilli y Tony Lubeka, con lo que se ofrece una visión global generacional de los problemas inherentes a la vertebración de las letras nacionales y sus aspectos más intrínsecos. Estos diálogos nos hacen reflexionar sobre su discurrir y sobre sus problemas acaecidos a lo largo de la historia del país, sin dejar de mostrar la individualidad de los autores y sus preocupaciones.

Con este libro, en definitiva, Victorio Suárez prosigue el camino iniciado por Raúl Amaral, Hugo Rodríguez Alcalá, Roque Vallejos, Juan Manuel Marcos y otros críticos paraguayos que han emplazado al futuro sus investigaciones críticas. Generalmente se atribuye a la debilidad de la crítica literaria una de las causas de la falta de conexión de las obras con los lectores. Posiblemente esto siga siendo así, y dado que la crítica universitaria tampoco ofrece un panorama halagüeño para el fomento y desarrollo del análisis, el papel de intermediario del crítico queda postergado, a pesar del esfuerzo de personas que, como Victorio Suárez, lucha hasta la fatiga por una crítica honesta y completa. Esperemos que no sea así y adquiramos el compromiso para romper este maleficio.

De lo que sí estamos seguros es de que PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA es un libro que no va a pasar inadvertido y de que, desde estos momentos, ocupa un lugar destacable entre los estudios que los investigadores y críticos hemos de tener en cuenta en nuestros futuros trabajos.

JOSÉ VICENTE PEIRÓ VALENCIA,

España Marzo de 2006
 

 


INTRODUCCIÓN

Otro libro sobre la literatura paraguaya. Mas, desde luego, mi propósito es publicar una edición donde la historia, la poesía y la prosa justifiquen el espíritu de este punto de partida que quiere, más allá de las conceptualizaciones críticas, constituirse en guía para quienes desean escarbar en la literatura paraguaya. En ese sentido, la amplitud de nombres y épocas puede avalar este intento que, repito, se inclina a capturar el desarrollo de la literatura paraguaya en su conjunto. Se trata, además, de una edición que va dirigida a los lectores con el esfuerzo de insertar en la misma la intuición poética necesaria que me hizo entender las páginas de los escritores paraguayos.

Sé perfectamente que la literatura paraguaya extiende un camino complejo, difícil y amargo. No obstante, a pesar de las peculiaridades grupales o personales -donde resulta tan fácil herir susceptibilidades- este trabajo siguió su curso, con sinceridad y buena fe, ante el riesgo inevitable de hallar en su camino, ojalá, saludables discrepancias. Como se sabe, ningún libro es impermeable a la fertilización de la crítica, muchas veces generosa, otras veces implacable. Lo cierto en todo esto es que los lectores encontrarán en esta "PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA", notorios períodos de nuestra historia, las coyunturas que emergieron de la misma y, por sobre todo, los protagonistas intelectuales que utilizaron la palabra como medio de comunicación, como vehículo estético, o simplemente como ráfagas contestatarias ante los difíciles procesos políticos vividos en el país.

En este libro aparecen, sin lugar a dudas, nombres consagrados de nuestra literatura, muchos de ellos de caudalosas obras. Y es posible también que falten otros nombres eminentes, especialmente aquellos para quienes la literatura significó un accidente dentro del periodo que les tocó vivir.

Autores de obras poéticas, novelísticas, dramáticas y ensayísticas aparecen en esta "PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA". De todos modos, creo que las indicaciones precedentes no precisan mi acierto, sino el propósito de extender ante los lectores la densa gama de maestra literatura hasta hace poco ignorada, arrinconada y despreciada por quienes no sintieron en la epidermis el facsímil de nuestra identidad.

Más allá de todo prejuicio, notablemente irreverente ante la sospecha respecto a los eternos saboteadores de sueños, el presente libro, para el cual he elegido un criterio cronológico, puede ser un material al servicio de los que buscan en el vendaval o en la serenidad del tiempo las profundas raíces que nos atan desde los siglos. No se trata del producto de un capricho intelectual bajo la mera perspectiva histórica en el sentido de las ideologías historicistas. Se trata sí de la mirada simple hacia los hechos que ocurrieron o de pintos de vista que tienen que ver con el pasado y la actualidad. La propia vida no es un mar absurdo en que nos zambullimos para darnos cuenta de la brevedad de nuestra Historia presente o de la terrible falsificación del pretérito llevada a cabo por los arquitectos espirituales de un universo cargarlo de ideólogos. De cualquier forma seguimos preguntando: ¿Está escondida la verdad hasta ahora? En realidad, las respuestas se diluyen entre juegos evasivos o escapistas, mientras los mantos de ignominia, cíe violencia, de modernas esclavitudes, desencadenan verdaderos símbolos en esta coyuntura epocal en que persiste la misma orfandad.

En ese contexto, bajo una mirada rígida y también complaciente en este soportable camino, como vástago de un período en agonía y de dialéctica avejentada, he recorrido diversos mundos de una literatura que a pesar de todo nunca estuvo de rodillas. Las páginas de esta edición corroboran plenamente la existencia de la literatura paraguaya, inclusive, desde tambaleantes procesos en los que me he concentrado en una impresionante cantidad de autores que he creído son los más representativos. Sin embargo, la selección es bastante convencional, como también el espacio dedicado a cada uno de ellos, de acuerdo a la actual tendencia de la literatura paraguaya.

Si bien la literatura paraguaya está conformada por el bilingüismo (guaraní-español), no es posible dilatar esa bifurcación, pues, a pesar de todo y de la existencia de dos directrices, hay una sola literatura flameando como en un reino universal, con sus respectivas cargas coyunturales en que los escritores luchan de manera obstinada poniendo a prueba el lenguaje y el efluvio de sus respectivas visiones. A lo largo de los años, comprendiendo esta circunstancia, los poetas y narradores hallaron el recipiente adecuado para expresar su propia experiencia en un marco pluricultural y bilingüe del que salieron airosos a pesar de la singular herencia. Es muy difícil entender la literatura paraguaya sin llegar a la profundidad de esta circunstancia.

Los duros tramos de la historia del Paraguay tienen mucho que ver con la literatura. Desde el soplo escolástico del periodo colonial hasta los aires melancólicos del romanticismo, las tardías efervescencias del modernismo, la inquietante ebullición de la vanguardia y la impaciencia de la posmodernidad, se sujetan los resortes de la poesía, la novela, las piezas teatrales, la crítica y los ensayos históricos.

A los escritores paraguayos no les resultó tarea fácil orientarse a través de la literatura dentro de su mismo país. Los graves sofocones políticos impidieron un trabajo más sistemático. El romanticismo y el modernismo en Paraguay nos muestran que fueron por sobre todo periodos didácticos emergentes del fulgor de la era de los López y luego del novecentismo de la posguerra del 70, aunque en la década del 30 aparecen las primeras lápidas mortuorias sobre la influencias románticas-modernistas a través de los que posteriormente se consolidaron bajo los signos de la Generación del 40. La reacción de este periodo agitado conduce a los cambios profundos que llegaron luego con las promociones del 50, 60, 70 y 80 en Paraguay. La guerra contra Bolivia, la revolución del 47, la irrupción de Alfredo Stroessner y la consolidación del sistema dictatorial hasta 1989, abren el espectro de una literatura comprometida, exiliada o confinada dentro de su propio país. En ese sentido, los acontecimientos históricos y políticos nos interesan porque gran parte de la literatura paraguaya de todos los procesos señalados tienen que ver con los mismos. Sería lamentable subestimar o pasar por alto la efectividad de tina literatura que, de cara a la realidad, hizo lo que pudo ante los ojos de un país castigado por el silencio.

"PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA" contempla la caída de la dictadura, el comienzo de un largo proceso (hasta hoy) de transición hacia la democracia y rescata para la literatura paraguaya una sorprendente cantidad de autores y obras. Es notable, por ejemplo, la gran contribución de la poesía en el posvanguardismo y de la novela en las últimas décadas, que pintan con claridad cierta antítesis: lo renovador y lo conservador. Justificada polaridad en un período cambiante donde el lenguaje ha sido aceptado no con tanta desconfianza como en otros tiempos. Sin embargo, a pesar de los indicios rupturistas la literatura paraguaya de hoy (la más nueva) no señala nuevas tendencias. Si durante los últimos años del período dictatorial, la década de los '80, ha sido inquieta, no es menos cierto que al término de los '90 y comienzos del 2000 se observa cierta declinación, los entusiasmos van quedando atrás y una sombra pesimista se cierne sobre el firmamento sin que la misma encuentre una reacción. Se trata de un período en que la cultura se siente sofocada por la política. Por supuesto, el Paraguay no es el único país que siente estos embates, más aún en esta era de la globalización, en que aparecen los "errores siniestros e insensatos" que sacuden de manera inmisericorde los cimientos de las estructuras sociales, políticas y económicas. Tal vez se esté esperando de los poetas, novelistas y dramaturgos, que sigan diciendo, que se den señales o indicios acerca de lo que está ocurriendo. Hay muchas cosas nuevas para decir. De todos modos, la literatura paraguaya ha alcanzado la mayoría de edad, aunque el proceso de maduración sigue llevando a los escritores paraguayos hacia nuevos desafíos. Y si algunos no encuentran todavía su lugar y quieren volver la vista hacia ciertos tradicionalismos, esa tendencia tendrá que quedar definitivamente atrás. Resulta ingenuo sugerir el camino que se debe tomar, pero uno espera que los escritores paraguayos aprovechen la escena.

¿Qué dicen los representantes de la literatura paraguaya? También en estas páginas los poetas y novelistas de las diversas promociones ofrecen largas conversaciones con el autor de este libro, en las mismas se dan enfoques verdaderamente enriquecedores acerca de la situación de la literatura paraguaya, amén de la visión de cada uno de ellos sobre la realidad que vive el país. Algunos, inclusive, ya no viven, pero todos los que hablaron (hasta la promoción del 2000) no se apoyaron en subterfugios, sino en vocabularios precisos que desnudan sin cortapisas nuestro tiempo. - El autor

 

 

CAPÍTULO III

INFLUENCIA DEL LIBERALISMO EUROPEO

 

La Guerra contra la Triple Alianza marcó uno de los episodios más tristes de nuestra historia. Sin embargo, siempre queda como consuelo el heroísmo de nuestro país que soportó por cinco largos años el asedio de los países conjurados que no vacilaron en llevar a la ruina a la nación. Cuando el 1 de mayo de 1865 se firma el Tratado de la Triple Alianza, se había firmado en cierta forma el pacto de extinción de la República. Fue una guerra de exterminio. Al respecto nos recuerda el distinguido historiador Efraím Cardozo: “Los paraguayos, siempre en inferioridad numérica y de armas, ni retrocedían ni se rendían y peleaban fieramente hasta morir”. (...) “El mariscal López encarnó con indoblegable voluntad y sobrehumana energía la decisión paraguaya de defender la patria hasta la muerte. Ejemplo de constancia, de tenacidad, de total entrega a la causa nacional, ganó imperecederamente un alto lugar entre los grandes capitanes de la historia”(1). Para Cardozo la muerte del mariscal Francisco Solano López, acaecida el 1 de marzo de 1870 en Cerro Corá, ha sido de incomparable grandeza. En ese sentido apunta: “Todas sus atrocidades, todos sus errores purgó el mariscal López con este holocausto final en aras de la patria. No hay paraguayo que no se sienta orgulloso de esta página sin par del heroísmo humano, cualquiera sea la opinión acerca de la actuación política del mariscal y la forma como condujo al Paraguay, en la faz diplomática o militar, durante el lustro épico” (2).

Fue realmente la guerra total en la que combatieron con heroísmo no solamente los adultos, sino también centenares de niños, ancianos y mujeres. Las recordadas residentas, por ejemplo, dejaron páginas conmovedoras en nuestra historia. Cuando finalizaba el año 1867, de los 100.000 soldados que combatieron, quedaron apenas más de 10.000. Sin embargo, la contienda terminó sin la capitulación y flameando el alto la bandera del heroísmo nacional.

Raúl Amaral en su libro “Escritos Paraguayos” invoca con mucha consistencia que el verdadero iniciador de la corriente romántica en Paraguay fue realmente el mariscal Francisco Solano López y que sus escritos corroboran tal afirmación.

El citado estudioso nos dice: “La Guerra contra la Triple Alianza –desde el instante mismo de solidarizarse con el Uruguay invadido– es una acción romántica en la que caben el amor, el dolor y la muerte; la sangre, las lágrimas y la gloria. Cerro Corá es un trágico estremecimiento romántico: equivale al pistoletazo que acaba con la vida de Larra; el fusilamiento del general Salaverry, en Perú; al pulmón derrotado de Gustavo Adolfo Bécquer, relámpagos de romanticismo” (3).

Después de la Guerra del 70, el Paraguay sufre la influencia del liberalismo europeo, especialmente de Gran Bretaña. Las finanzas públicas pasaron bajo una absoluta situación de dependencia a la financiera de Londres. Para afrontar las adversidades económicas se liquidaron hasta las vajillas y las reliquias del Palacio de Gobierno. De la misma manera se hipotecó el ferrocarril, y las tierras municipales y los empréstitos gestionados en Inglaterra resultaron un fiasco a causa de las crueles condiciones impuestas por los financistas londinenses.

La dependencia económica respecto al capital anglo-argentino se hizo una constante desde 1869, especialmente con el control de las compañías de navegación y del ferrocarril. Las importaciones se incrementaron notable mente aunque no así las exportaciones. La deuda pública era terrible, sólo Uruguay renunció a esa aterradora exigencia. Bajo el nefasto influjo de ese panorama, las industrias nacionales pasaron a manos de capitales ingleses y argentinos, especialmente en 1885 con la aparición de una ley sobre venta de tierras públicas. En ese contexto, nacen las tendencias políticas a cargo de una docena de hombres como: Iturburu, Decoud, Benigno Ferreira, Cirilo Rivarola, Juan Bautista Gill, Cándido Bareiro, Carlos Saguier, Cayo Miltos y Bernardino Caballero (prisionero de los brasileños tras la guerra). Los partidos tradicionales tienen sus raíces en esos componentes. Cada tendencia se atribuía la salvación de la patria. Por ejemplo, los integrantes de la Asociación Nacional Republicana argumentan que en el proceso histórico de nuestra nación el “Partido Liberal” fue responsable de las tendencias antinacionales y favorable a la influencia argentina y que “el conquistador vuelto encomendero, comerciante y patrón, porteñista, descontento, ideólogo liberal, legionario y gobernante de la posguerra de 1865, constituye la raíz profunda del Partido Liberal”.

Lo cierto es que la formación de los partidos políticos Colorado y Liberal, en 1877, abre una serie de hechos que van desde el sencillo contubernio hasta las luchas armadas más violentas. Sin embargo, a pesar de las adversidades y la falta de caminos conciliatorios, queda a la vista la gran participación política de los ciudadanos durante ese largo proceso de reordenamiento de las instituciones del país. Es muy difícil precisar si aquellos exiliados actuaron realmente como traidores y que los lopistas fueron los únicos patriotas de la escena. Conste que los primeros –casi en su mayoría– participaron de la guerra contra su propio país. De todos modos, no se puede precisar si hoy día alguna polémica al respecto tiene valor.

Con el correr del tiempo queda a la vista que cada partido buscó su definición ideológica, aunque ambos procedían de las ideas liberales de aquella época. El manifiesto del Partido Colorado expone la importancia de orientar los esfuerzos. En ese sentido rubrica lo siguiente: “Volver efectivos los grandes propósitos consignados en el bello Preámbulo de la Constitución de la República”.

No olvidemos que se refería a la carta constitucional paraguaya de 1870, directamente inspirada de la Constitución Liberal de la República Argentina, que resaltaba la importancia de destacar el orden, la seguridad, la tranquilidad y el respeto a las libertades.

El Partido Colorado, calificado como una agrupación de fuertes influencias en la milicia, no ha sido infiel a su actitud de personalización del poder y de confianza plena en el hombre providencial, hecho que hasta hoy se repite regularmente en el pensamiento de los referentes de la centenaria asociación política.

El Partido Liberal ha sido más débil en su convicción de “personalización del poder” y daba mayor énfasis a la reivindicación de la libertad política. Y se posiciona en los principios de riqueza y propiedad. Asimismo, se opone al despotismo con amplio espíritu de tolerancia y conciliación.

En un largo periplo político, lleno de presiones y pasiones muchas veces incontrolables, el Paraguay atravesó una larga línea de fuego donde sobran pactos, resquemores, componendas, tentativas de acercamiento y acusaciones.

Se destacan, indudablemente, varias personalidades, desde la presidencia del ex legionario Juan G. González, hasta el advenimiento de Egusquiza y la aparición en la arena política de Benjamín Aceval, Juan Bautista Gaona, Manuel Frutos, Cecilio Báez, Alejandro Audivert, Fabio Queirolo, Benigno Ferreira, Facundo Insfrán, José de la Cruz Ayala (Alón), Manuel Gondra y otros pilares de la política nacional.

En un tramo realmente largo y agitado, colorados y liberales aparentaron cierta connivencia a pesar de las encarnizadas pujas por el poder entre los bandos políticos contrarios, aunque también se producían fuertes diferencias en los movimientos internos de cada partido. Así como el caballerismo y el egusquicismo marcaron a fuego a los colorados, también en el liberalismo se recuerda la fuerte pulseada entre el gondrismo y el schaerismo, que condujo a la famosa crisis de octubre-noviembre de 1921. Sería oportuno recordar el “arreglo de cuentas” entre Eduardo Schaerer y el brillante joven Patricio Guggiari. Se llegó nada menos que a la revolución de 1922 que tuvo como eje de la disputa al coronel Adolfo Chirife, quien fue apoyado por el ejército, los colorados, los schaeristas y aquellos antiguos jaristas que fueron derrotados ese mismo año en Ka’i Puente, cerca de Encarnación. El triunfo de Gondra y Guggiari, influenciado por Eligio y Eusebio Ayala, devolvió la calma al ajetreado ambiente político nacional. En ese entonces el Partido Colorado también sufría una profunda división encarnada por dos facciones: colaboracionista y abstencionista.

Se cree que la primera elección verdaderamente limpia se llevó a cabo en 1928. Por primera vez los dos partidos presentaron sus candidatos para la Presidencia y Vicepresidencia de la Nación. El Partido Colorado apoyó la candidatura de Eduardo Fleytas y Eduardo López Moreira. Los radicales por su parte promocionaron a José Patricio Guggiari y Emiliano González Navero. Los colorados perdieron las elecciones, pero también por primera vez reconocieron sin ninguna crítica la veracidad de los resultados. Aquello condujo a la afirmación de Guggiari tras los sucesos del 22 y la vuelta a la normalidad del Partido

Colorado que desde hacía tiempo se desgastaba en luchas intestinas entre los aliados de Pedro Peña (abstencionistas minoritarios) y Natalicio González (infiltristas mayoritarios) que se debatieron en grandes polémicas a través de sus órganos de prensa “La Opinión” y “La Unión”. El liberalismo había caído después de varias décadas, pero en todo el tramo de la restauración de la vida nacional podemos percibir sesenta años de ajetreada vida política amparada por una Constitución liberal y una evolución a veces sofocada por trágicos sucesos.

A pesar de todo, el Paraguay apuntó hacia la instauración de un régimen democrático, más allá de la doble tendencia que predominaba en cada uno de los partidos políticos tradicionales.

De cualquier forma, retomando el perfil literario paraguayo se puede decir que en la época de la posguerra (1870), si bien expande poca labor poética, el ejercicio intelectual encuentra su cauce en los ensayos y la prosa a través de meritorias publicaciones como “Revista Paraguaya” (1882), “La Ilustración Paraguaya” (1888), la afamada publicación “Revista del Instituto Paraguayo” (1895), y otras que, si bien aparecieron en el extranjero, no dejaron de tener su influencia en nuestro medio: “Revista del Paraguay” (1891), los folletos del “Ateneo Paraguayo” (1888), además de algunos semanarios y diarios como “La Regeneración” (1869), “La Voz del Pueblo” (1870) y “La Democracia” (1881).

En ese panorama que ofrece la llave para abrir el auroral escenario del 900 cabe mencionar la función cultural que cumplieron: “Ateneo Paraguayo” (1883-1889), “Instituto Paraguayo” (1895) y “Gimnasio Paraguayo” (1913). Raúl Amaral entiende que el periodo posromántico se cierra con “Antología paraguaya”, de José Rodríguez Alcalá, que surgió a finales de 1910, abarcando a románticos puros, posrománticos y hasta algunos modernistas. Anuncia, asimismo, que el primer grupo romántico tiene sus raíces hacia 1825-1840, y un segundo núcleo hace su aparición entre 1870-1880, de visión más universal gracias a aquellos que tuvieron la oportunidad de haber recibido una formación en el exterior, como el amplísimo José Segundo Decoud y Benjamín Aceval. En la última década del siglo XIX la levadura romántica se extingue y emergen nuevas voces para sustentar los potentes chispazos que anunciaron el advenimiento del modernismo.

 

 

1.- Cardozo, Efraím. “Apuntes de Historia Cultural del Paraguay”. Ed. Biblioteca de Estudios

Sociales Paraguayos, 2ª edición, pág. 278.

(2) Cardozo, Efraím. Ídem, pág. 287.

(3) Amaral, Raúl. “Escritos paraguayos”. 1ª parte. Ediciones Mediterráneo, 1984.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

* Amaral, Raúl. “Literatura del romanticismo en Paraguay”. Asunción: Editorial El Lector, 1985.

————. “El modernismo poético en el Paraguay (1901-1916)”. Asunción: Editorial Alcándara, 1982.

————. “Escritos paraguayos”, primera parte. Asunción: Ediciones Mediterráneo, 1984.

* Pérez Maricevich, Francisco. “La poesía y la narrativa en el Paraguay”. Asunción: El Lector, 1996.

* Vallejos, Roque. “La literatura paraguaya como expresión de la realidad nacional”. 1ª Ed. Asunción: Editorial Don Bosco, 1971.

————. “La literatura paraguaya como expresión de la realidad nacional”. Segunda edición. Asunción: Editorial El Lector, 1996.

* Plá, Josefina. “Españoles en la Cultura del Paraguay”. Asunción: Editorial Araverá. Serie Ensayos Nº 2, 1985.

* Plá, Josefina. “Antología. Voces femeninas en la poesía paraguaya”.

Asunción: Editora Alcándara, 1982.

* Guanes, Alejandro. “Antología poética”. Edición y estudio de Hugo Rodríguez Alcalá. Asunción: Editorial Alcándara, 1984.

* Fariña Núñez, Eloy. “Poesías completas y otros textos”. Asunción:

Edición de Francisco Pérez Maricevich. Editorial El Lector, 1996.

* Gómez Freire, Esteves. “Historia contemporánea del Paraguay”. Asunción: Ediciones Biblioteca Histórica El Lector, 1996.

* Julio César Frutos/Helio Vera. “Pactos Políticos”. Asunción: Editorial Medusa, 1993.

* Cardozo, Efraím. “Apuntes de historia cultural del Paraguay”. Asunción: Ed. Biblioteca de Estudios Sociales Paraguayos, UCA, 1985.

————. “El Paraguay independiente”. Asunción: Editorial El Lector, 1996.

————. “El Paraguay de la conquista”. Asunción: Editorial El Lector, 1996.

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