CASACCIA SIN EL LAGO

Ensayo de GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

En 1952, Gabriel Casaccia publicó la primera novela que le daría notoriedad, La Babosa. Aunque su acción transcurra en un pueblo real, Areguá, la obra se distancia de la línea costumbrista que, hasta entonces, se suponía debía ser obligatoria en la narrativa paraguaya. Tampoco describió el paisaje, con el lago de Ypacaraí, idealizado en el folclore.

Esa ruptura con las convenciones le valió una crítica exaltada y poco literaria del periodista Facundo Recalde. El artículo de Recalde deploraba que la obra no pintara ni siquiera “el suave paisaje de Areguá con el lago a sus pies, con su dulce loma subiendo de rodillas hasta la iglesia; ni el aire triste de jardín abandonado de sus calles arboladas, ni sus arroyos discurriendo hogareñamente por los patios”. Por esta y otras omisiones, La Babosa era “antiparaguaya”. (“No es el pueblo más despreciable”, La Tribuna, 28 de julio de 1953.)

Con menor virulencia, otro periodista criticó la novela póstuma del autor, Los Huertas (1981), también situada en Areguá. Femando Cazenave escribió: “Luchamos contra Casaccia por rescatar, aunque sea para el fuero íntimo, la imagen de una Areguá para nosotros simpática desde el momento en que, detenidos en lo alto de la loma de la iglesia, para mirar el lago, se nos ofrece la estampa de una tarjeta postal para repartir por el mundo enseñando la hermosura de nuestra naturaleza”. (“A Los Huertas le falta abono”, Ultima Hora, 2 de enero de 1982.)

Recalde y Cazenave hacían suya una crítica incorporada a un texto de enseñanza de literatura del bachillerato: Casaccia no reflejaba la realidad nacional, a causa de su excesivo pesimismo, que solo le permitía ver el aspecto positivo del Paraguay; además de un paisaje acogedor, el país tenía hombres y mujeres de comportamiento ético superior. Esta crítica no podía responder la pregunta de ¿qué es la realidad nacional?, hasta nuestros días sin respuesta.

Para no entrar en debates metafísicos, por no decir teológicos, nos permitimos señalar un hecho, la contaminación del lago de Ypacaraí; azul según la leyenda; terroso hasta hace unos años; hoy verde a causa de la proliferación de algas cianóticas. Vivir a orillas del lago se ha convertido en un riesgo para la salud física, y no contribuye a nuestra edificación moral. ¿Alguna vez cumplió esa función? Debemos abrigar serias dudas.

El Paraguay que se pretendía definir por su naturaleza hospitalaria, trajes y las danzas típicas, era también el de la revolución de 1947, el de la posrevolución y la tiranía de Stroessner, causa del exilio de centenares de miles de personas por razones políticas, sociales o económicas. Fue también el país de la deforestación irracional de los bosques existentes en 1952, y contaminación del suelo y el agua donde ya no quedaban árboles. Y no hablemos del contrabando de whisky y cigarrillos, luego convertido en el de productos más peligrosos.

La Areguá sin lago, es una consecuencia de aquel sistema de relaciones humanas degradadas novelado en la creación de Casaccia, censurada por su presunto distanciamiento de la realidad. Aun sin ver la cuestión ecológica, el escritor comprendió la presencia “something rotten”, para citar a Shakespeare. Estaba en lo cierto, y tomaba como materia la que ha sido la eterna materia de la literatura: las acciones humanas, capaces de modificar la naturaleza.

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POETAS – ENSAYISTAS – NARRADORES

IV ÉPOCA Nº 20 – MAYO, 2011

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Asunción – Paraguay

Mayo, 2011 (299 páginas)