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JOSÉ CONCEPCIÓN ORTÍZ (+)

  AMOR DE CAMINANTE, 1943 - Versos de JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ


AMOR DE CAMINANTE, 1943 - Versos de JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ

AMOR DE CAMINANTE

Versos de JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ

Editorial AYACUCHO

Cubierta por JUAN SORAZABAL

Libro de edición Argentina

1943 (81 páginas)

 

 

 

 

JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ

Lírico y panteísta.  Nació en Va­lle Pucú, al iniciarse el presente si­glo. Es hijo del agro. Cursó sus es­tudios en la escuelita rural de aque­lla localidad. Completó el bachi­llerato en el Colegio Nacional. Aprendió a amar la lengua caste­llana y cultivarla con cariño apa­sionado, desde que escuchó a Del­fín Chamorro, el "maestro" y el esteta que nos dejó un arte de en­señar y “Todo está perdido" aque­lla "perla del mar en que se hun­dió su amor", como diría el ver­so inmortal de Guido Spano.

En 1920 Ortiz dejó el antiguo instituto de enseñanza. Más tarde se hizo profesor de Castellano, co­mo Chamorro. Y como Chamorro, hosco, modesto, pensativo y estu­dioso. Enseñó en el Colegio Poli­técnico y en el Colegio Nacional. Y escribía versos a escondidas. En su afán tenía el pudor de las sensi­tivas. Algún amigo le descubrió y le hartó un soneto y lo lanzó a la luz. Ortiz se encerró en su casa avergonzado. Pero de allí lo sacaron manos cordiales y también manos cordiales le sustrajeron los poemas que enjoyaron las páginas de "Ju­ventud."

Cuatro años después ingresó a "El Diario.” En esa casa fuimos testigos de su labor. Durante mu­cho tiempo escribió notas y edito­rales lanzados al viento por linoti­pos y rotoplanas. Desde las siete de la mañana, bajo la vigilancia severa de Eliseo Da Rosa, propieta­rio y director de "El Diario", Or­tiz producía en medio de un am­biente saturado de tinta y de pape­les, entre ruidos de máquinas y las interminables y acaloradas dispu­tas de Facundo Recalde y Manuel Campaya, sobre cualquier tema, mientras por allí trazaba páginas admirables Pablo Max Insfrán y chispeaba el talento de justo Pas­tor Benítez. En aquel tiempo, Or­tiz escribió "Vaivén' y "Amor de Caminante."

Este poeta es un observador ca­llado y pensativo. Contempla la na­turaleza, se arroba ante el embrujo de sus misterios y los canta en es­tancias salidas con dificultad, pe­ro expresivas, hondas, delicadas, con perfumes de jazmines y pureza de flor de caña. No cumple Ortiz, como se dijo, la bella e inútil mi­sión del ruiseñor. Sus versos son engarces de idealismos que exornan y eternizan las tradiciones patrias.

La desaparición, prematura y trágica, de Raúl Battilana, le ins­piró su más famoso soneto.

Después, los días triunfales de la revista "Alas", de la que fué director. En "Alas" aparecieron "Siderea", "Ocaso sentimental", "Delirio Lírico" y otros poemas.

Posteriormente abandonó el pe­riodismo y se dedicó a la cátedra. Hasta hoy sigue enseñando con apostólica dedicación. Cultiva la poesía y el cuento. Y sigue soñan­do en bellezas imposibles, enamo­rado del Misterio y del Gran Todo.

C. R. C.

 


PRÓLOGO

Cuando hace ya muchos años me propuse, en Buenos Aires, editar en folleto el "magnífico "Canto Secular" de nuestro magno poeta, Eloy Fariña Núñez, poco conocido en las letras y casi desconocido en su país, me pidió que le hiciera un prólogo. Me negué porque me consideré incapaz de juzgar su obra. Poco sabía de leyes de versificación, de ritmo y versos li­bristas. Amaba y siempre amé la poesía, al extremo de aprender de memoria las que me parecían bellas. Mi admiración por Dante, Shakespeare, Byron, Virgilio y Horacio, que sólo conocía a través de traducciones, me obligó a estudiar el latín, a perfeccionar mis cono­cimientos del inglés y del italiano para poder sabo­rear en su propio idioma sus versos inmortales.

Hablé de ellos en conferencias y revistas, sin atre­verme a enunciar juicios propios, sino a repetir los de sus admiradores más eminentes, que estaban de acuer­do con los míos. Esto motivó que alguien me llamara plagiario.

Citaré el caso. Había dado una conferencia, que se publicó después, sobre Alfredo de Musset. Dije al comenzarla: "Para no verme obligado a acumular ci­tas, tanto como para evitar la sospecha de que preten­do pasar por erudito, formidable adjetivo que no pue­do merecer y que deveras no ambiciono, diré de una vez que las fuentes de mi información se hallarán en Sainte Beuve, Hipólito Taine, Guyau, Engel, Anato­le France, Menéndez y Pelayo y otros de menor en­vergadura consultados al azar". De nada me valió mi previsión. Mi acusador no se había tomado el trabajo de leerla.

Si me allano ahora, contra mi costumbre, a pro­logar el libro de versos de este poeta de nombre eufó­nico, no es porque sepa más que antaño de. aquellas teorías de versificación y ritmo, sino porque siento hondamente la dulzura de su inspiración.

No canta al mar ni a los astros, canta al campo, al bosque, al pueblo, a la querencia, al Ycuá, a los di­funtos, al ocaso, a la bonanza. Nada de exotismo se encuentra en sus versos, no desfilan pajes, ní marque­sitas, ni guerreros de férreas armaduras. Todo es nues­tro, típicamente nuestro. Sus estrofas fluyen armo­niosas como las cristalinas aguas de nuestros arro­yuelos.

Su obra, "Un puño de versos", es poco conoci­da, sin duda a causa de su excesiva, de su incurable modestia. Y hay poesías suyas que debieran ser pues­tas en música, que merecen los honores de una bella guarania de Flores.

Hay una trilogía de poetas guaraníes, puramen­te nuestros, inspirados en seres y cosas de nuestra tie­rra: José Concepción Ortiz, Julio Correa, dramatur­go y comediógrafo en la dulce lengua nativa, y Vicen­te Lamas. El primero acaba de encontrar su editor, el segundo un Mecenas para sus versos, el tercero lo espera aún. Yo no sabría a cuál dar la preeminencia. Los tres me seducen por igual.

Ortiz ha escrito sólo cuatro sonetos, nada más que cuatro. Los cuatro bellísimos y de perfecta estruc­tura. Los dedicados a dos poetas muertos en plena ju­ventud, que fueron sus amigos, sus hermanos en el "terco ideal de la belleza", revelan hondo sentimien­to y conmovedora ternura.

Transcribo el dedicado a Raúl Battilana:

Yo sé que todo sobra cuando se está ya muerto: palabras, flores, lágrimas; todo eso, ¡qué más da! Se muere y... polvo... nada. Después, lo único cierto es que tarde o temprano se nos olvidará.

¿Tus cantos? Pues, apenas un trino en el desierto que el viento de la hora siguiente apagará;

¿tu amor? ¡Quién ama a un muerto! Cuando se está cubierto de tierra, ya no hay "antes", "después" ni "más allá". Hermano en el ensueño terco de la belleza,

este puñado de versos vuelco sobre tu huesa y me voy. Yo no puedo ser mejor que la vida ni peor. Y me voy. Quizá, ante tu partida, me invada un egoísta deseo de llorar mucho... y aun sea poco para mi llanto el mar.

Asunción, agosto de 1943.

 

 

INDICE

Prólogo

Amor de caminante

Día de difuntos

Siderea

Noche de augurios

Ocaso sentimental

A una aldeana

Delirio lírico

Vaiven

A Raúl Battilana

A Pedro Herrero

Esquela

Estampa de navidad

A una colegiala

Canción de Judit

Canto de Bonanza

 

 

 

AMOR DE CAMINANTE

 

Si florecen tristezas en tu senda

y sangra en tu interior oculta herida,

yo extenderé mí amor como una venda

sobre los sufrimientos de tu vida.

 

Sobre tus padeceres y quebrantos

derramaré, como un prodigio de hada,

el bálsamo sedante de mis cantos,

y te sabrás después transfigurada.

 

Y ya tus días no serán de angustia,

ni tus noches serán de desamparo,

porque pondré mí amor en tu alma mustía

y te cobijaré como un avaro.

 

Bajo las lunas dulces de tus ojos

me sentiré feliz con tu cariño,

pues hallarán albergue mis antojos

en tu opulenta juventud de armiño.

 

Tus senos me darán calor de nido

para mis orfandades prematuras

y mis ansías se habrán desvanecido

en el remanso azul de tus ternuras.

 

Olvidaré por siempre la tristeza

de vivir en mitad del abandono,

y a través del fulgor de tu belleza

ya no veré la vida con encono.

 

Y sí con mi cariño aun no consigo

curar tu corazón, ya moribundo,

seremos, ¡qué me importa sí es contigo?

dos dolores errantes por el mundo.

 

Más, si mi afán es vano; si mi anhelo

se frustra en el umbral de tu destino,

me alejaré de tí con el consuelo

triste de haberte amado en mí camino.

 


DIA DE DIFUNTOS

 

UNA oración ahora

por los lejanos muertos:

que no se aprenda ni se rece, sino

se esconda y sufra adentro.

 

Una plegaria sin palabras, hecha

de miedo y de silencio

desde la ciega angustia de la vida

hacía el límite sordo del misterio.

 

Una emoción, en fin, un vago rito

por los profundos y lejanos muertos,

que tardíamente vuelven, se aproximan

por la planicie blanca del recuerdo.

Su rito cada cual: yo, por los míos,

muero un poco: enmudezco.


 

SIDEREA

 

ESTRELLA que has de alumbrar

otro cielo, otro destino,

y que nunca en mí camino

llegarás, dulce, a brillar:

 

Te dedico mí cantar,

deslumbrado peregrino

ante el milagro divino

de tu belleza estelar,

que se detiene a tejer

esta corona de lirio

para tu frente, mujer;

aunque dieran en decir:

fué un loco que, en su delirio,

quiso a un lucero subir.


 

 

NOCHE DE AUGURIOS

 

 

CONMIGO. En la quietud de mi cartuja,

ni un motivo que engañe a mí tristeza.

Sobre el silencio de esta noche pesa

no sé qué helada sugestión de bruja.

 

Me encuentro solo, más que nunca, en frente

de todo mí pasado y mi presente;

y pienso que mi vida es un absurdo

que rueda a la deriva, mientras urdo

este vano crespón de mi nocturno.

Fuí un ser taciturnamente huraño

antes; y hoy sigo siendo taciturno

y esquivo como antaño.

 

Pero, ¿a qué hacer mi historia? Toda historia

me sabe a inconsistente vanagloria,

y además trato de olvidarlo todo:

porque en mi senda hay menos flor que lodo;

mucha más sombra que serena lumbre.

Soy un viandante que en inútil paso,

incapaz de subir hasta la cumbre,

ha caído al abismo del fracaso.

 

Mí vida, en fin, es un dolor cobarde,

que pudiendo extinguirse en la mariana,

prefiere despedirse por la tarde.

-¡ Oh, femenina timidez humana?

 

Pero sé que me iré, yo no sé cuándo,

-cuando menos lo espere- andando, andando,

hasta la Nada, y tendrá fin, al cabo,

con mí existencia, mi dolor de esclavo.


 

 

OCASO SENTIMENTAL

 

 

FUERON los días de pasión: te pierdo.

Sobre las ruinas del amor vencido,

tras el otoño blanco del recuerdo

ha bajado el invierno del olvido.

 

En el silencio cada vez más hondo

del alma, se irán luego, poco a poco,

sumiendo tu perfil divino y blondo

y mi sombra sonámbula de loco.

 

Del mundo extinto del pasado, nada.

Alguna moribunda voz, ¡quién sabe?

y allá en el porvenir, novia encantada,

la esperanza que canta como un ave.

 

Con otro amor restañaré mí herida,

con otro amor restañarás la tuya:

y a una nueva ilusión que dé la vida,

mañana cantaremos, ¡aleluya!

 

No decir males del destino malo

que en polvo anónimo el cariño aventa:

¿no queda al corazón, de él, como un halo

de dulzura remota y cenicienta?

 

¡Quién te dice que nadie llora junto

a los escombros tibios del presente,

el rojo llanto del amor difunto:

rocío tinta de fulgor poniente!


 

A UNA ALDEANA

 

Tu juventud evoca en el ardido

ambiente de la aldea virgilíana,

a una ninfa que huyendo del olvido,

se reencarnara esta lustral mañana

en tu fresca belleza adolescente

y enciende en mi cansada fantasía,

al cruzar por el valle lentamente,

el resplandor de una ilusión tardía.

 

Sueño al mirar tu cabellera bruna

y tu rostro de lírío de ladera,

que prestaron: tu faz, luz a la luna

y a la noche, negror tu cabellera.

 

Tus ojos insondables y estelares

son dulces como mi melancolía,

y una hemorragia tibia entre azahares

es tu boca: fontana de ambrosía.

Es un cofre tu cuerpo, en que se anída

un tesoro de amor inexplorado,

donde asoman -colinas de la vida-

­tus pezones de nardo y de pecado.

 

Como un vano holocausto a tu hermosura,

amortajo en mis versos la divina

impaciencia que al verte me tortura,

y la ínhumo en tu senda, Campesina.


 

DELIRIO LIRICO

 

ENTRE tu oscura melena

confundir quiero el negror

de mi fortuna, morena,

(de mi infortunio, mejor).

 

En su espesura serena

ocultaré bien mí amor

guardándole de la pena,

librándolo del dolor.

 

Y preso en su fronda amena,

seré luego un ruiseñor,

feliz de estar en cadena,

divinamente cantor.

 

Liberado de la pena,

bien guardado del dolor,

¡cómo cantará mí amor

bajo tu negra melena?


 

VAIVEN

 

TENGO un capricho, mía: quiero volver ahora

contigo a aquellos días lejanos y divinos

como la juventud. No digas "No" ... ¡Quién sabe

sí los podré mañana resucitar contigo?

 

Vuelve a traer la hamaca con tu labor más blanca

bajo la fronda umbrosa del naranjal longevo,

y aguárdame de nuevo, como antaño en las siestas

de sol, mientras la aldea duerme su sueño lento.

 

No me traerás asiento; para adorarte, amada,

como reclinatorio me servirá la tierra.

Y vé, entre tanto acuda, tejiendo juntamente

con tu labor, tus sueños, para abreviar la espera.

 

Un instante tornemos a vivir aquel tiempo

aromado de anhelos, cuyo postrer minuto

se esfumará, tal vez, con la última cita

que a la sombra nos demos de los naranjos mudos.

 

... ¿Recuerdas cómo, apenas llegabas, con vehemencia

nos dábamos un largo beso de bienvenida?

Florezcan nuevamente, como antes, hoy, tus besos

en el claro silencio de la tarde amarilla ...

 

Enamorado un día remoto del ingenuo

florecimiento de tu cuerpo -nardo y mirra-,

te envolví entre las redes de mis ansias, ¿recuerdas?

y temblorosamente fundímos nuestras vidas.

 

Soltando nuestras almas unidas de las manos,

por los caminos anchos y amigos del recuerdo,

amémonos y olvidaremos los dolores

que como vientos malos batieron nuestros sueños,

 

Después... ¡qué nos importa lo de después, amada!

Bésame, como siempre, largamente, y soñemos ...

Que la vida es movible, fugaz, ¡como el vaivén

de tu hamaca en la umbría del naranjal longevo!


 

A RAUL BATTILANA

 

Yo sé que todo sobra cuando se está ya muerto:

palabras, flores, lágrimas: todo eso, ¡qué más da!

Se muere y... polvo... nada. Después, lo único cierto

es que tarde o temprano se nos olvidará.

 

¿Tus cantos? Pues, apenas un trino en el desierto

que el viento de la hora siguiente apagará;

¿Tu amor? ¡Quién ama a un muerto! Cuando se está

[cubierto

de tierra, ya no hay "antes", "después" ni "más allá".

 

Hermano en el ensueño terco de la belleza,

ese puñado de versos vuelco sobre tu huesa

y me voy. Yo no puedo ser mejor que la vida,

ni peor. Y me voy. Quizá, ante tu partida,

me invada un egoísta deseo de llorar,

mucho , . ., y aun sea poco para mí llanto el mar.


 

A PEDRO HERRERO

 

TE traicionó la Vida, te condenó el Destino,

¡y en medio del sendero te ejecutó la Muerte!

Tu corazón, en vano rodó por el camino

sonando ... La Implacable había de vencerte.

 

Y te venció. No más canciones al divino

dulzor de las amadas, que nunca ya han de verte.

Te has ido .Te rodea ya el blanco y vago lino

que visten los fantasmas. Fantasma, ¡ésa es tu suerte!

 

Violo tu silencio con mí palabra vana

y pongo en él mí inútil desolación tardía,

a modo de blasfemia o en forma de oración,

 

¡Qué importa! Inútilmente el sol cada mañana

pondrá sobre tu polvo, en su guarida fría,

su tibia luz ...   ¡Ya se apagó tu corazón!


 

 

ESQUELA

 

 

AL leer tu misiva

con tristeza sonrío:

voy leyendo entre líneas, esquiva,

que tu amor ya no es mío;

que mí ardiencia votíva

y mi canto bravío,

fueron culto a una bárbara díva,

oración al vacío ...

 

Es verdad que no dura

el bien. Nada es eterno;

todo llega y se va. La ventura

tuvo siempre su invierno...

Oh, lo sé; pero ignoro

si aun estoy sonriendo, o sí lloro.


 

ESTAMPA DE NAVIDAD

 

AMADA: en el retablo pobre de mí fortuna,

ha nacido tu amor como un divino infante.

Lo aguardó la esperanza, tenaz. Ya no hay ninguna

sombra en mi vida: deja que mí alegría cante.

 

En el hospitalario portal de tu belleza

se ha guarecido al fin todo mi desaliento

de vagabundo alucinado por la espesa

soledad, en que iba lo mismo que va el viento.

 

Que mil pascuas floridas de amor, mi errante paso

se oriente en el desierto de tu luz estelar,

hacia el tibio y fragante Belén de tu regazo:

oasis a mi ensueño; fin de mi caminar.

 


A UNA COLEGIALA

 

No conozco tu ruta, ni tu nombre: por eso

te llamaré la novia del ensueño más pura.

(Después diré tu nombre, quedo, como en un rezo,

hasta endulzar la boca triste con su dulzura).

 

Sobre tu adolescencia ruborizada, el beso

de mí desesperanza no grabará la oscura

huella de la pasión. (El anhelo ínconfeso

será en la tarde en sombras un reventón de albura).

 

Te pasarán doliendo la fe, el amor, la gloría,

por el desnudo corazón harto de olvido.

Descrífrarás en sílabas de llanto la ílusoría

lógica del destino, que brinda y quiebra el ala

del sueño ... y seré entonces, acaso, en tí un florido

recuerdo de tus claros tiempos de colegiala.

 


CANCIÓN DE JUDIT

 

Amé en vano a aquella pequeña

novia de encanto colegial,

que hoy al alma, que evoca y sueña,

aun baña de luz quinceañal.

 

A aquella intacta amada niña

aun la recuerda el corazón,

entre fragancias de campiña

y un colorido de ilusión.

 

Y ese amor en blanco, que guardo

sobre el velador del ayer,

aun me perfuma como un nardo

o un beso antiguo de mujer.

 

Quizá en él estaba la dicha,

predestinada, para mí,

¡y tú me la llevaste, "Chicha",

y me la perdiste, Judit?

 

Ya se van todos los amores

de la ,juventud, corazón.

Pon, corazón, en los dolores

el bálsamo de tu canción.

 


CANTO DE BONANZA

 

POR fin he acariciado su cuerpo adolescente.

Gímíendo entre mis manos de amor gozosamente,

me ha dado ella en el ánfora de su carne florida,

a beber la abundancia oscura de la vida.

 

Sabe a fruta silvestre su pubertad, tan blanda

al destino, que a ciegas el instinto presume

sea una primavera que Dios gratis me manda

para aplacar mi otoño a fuerza de perfume

y de candor. . . Aun debo tener el rostro ungido

de un ténue olor a novias, al morir, como ahora…

 

Siento el mundo impregnado de músicas de nido,

de efluvios de jardín y de tintas de aurora.

... Aún guarda paraísos la tierra: todavía

sobre el lote de angustias que se fuera a imponernos,

hay para nuestro herido sueño de ser eternos,

nacientes de esperanza, veredas de alegría.


 

QUERENCIA

 

EN la tierra natal, de dulzura materna,

-míño, esmeralda y oro: labranza, selva y sol-­

hallaré al fin holgura, de regazo o caverna,

suficiente para llenar mí humilde rol.

 

En la quietud antigua de la campiña eterna

seré un indio que dice su alma en español:

-alma donde el recuerdo con la esperanza alterna

con ronco acento de marino caracol-.

 

Allí mi vuelta aguardan, para inducirme a coro,

-son ancestral, aromas de infancia, luz de origen:

"hinca aquí tu raíz".

 

Acaso se me preñe la boca, en el sonoro

silencio campesino, del ímpetu aborigen,

y en mi voz rompa entonces a cantar mi país.

 


VISPERA

 

CAOS festivo donde se tiñe aun más de sombra

el adormido instinto de mi gente: mañana

ha de surgir el alba lustral que atíza y nombra

desde la madrugada mi corazón (campana

echada por heliófilas esperanzas a vuelo

-y por la desventura común, y toda mía­-

sobre la errante multitud, en son de duelo

por quienes van ansiando redimirse de la orgía

ritual de sus males, y han de volver a cuestas

con su dolor crecido). Paso, en el campanario

cordial, urgiendo soles tardíos, llamo a fiestas

futuras, pensativo de auroras, solitario.


 

CANCIÓN DE ELLA

 

ANTOJOS de la edad (ya no me abraso,

fe de la juventud esperanzada,

en tu glorioso fuego astral) : acaso

no amanezca ya nunca en mi jornada...

……………………….

 

Más, vierte claridad sobre mis males,

lo mismo que una aurora, su presencia:

un amor de virtudes matinales

hoy me rejuvenece la existencia.

 

Suspiro oral, su voz, como ninguna

pacífica, jamás Ella me esconda:

¡Habría para siempre en mi fortuna

soledad y silencio a la redonda!


 

PLEGARIA

 

ME pareció aguardar siglos enteros

tu amor, velando envejecí de anhelo.

Nadie tanto esperó en tan poco tiempo.

 

Tu juventud es en mi ruta el último

oasis: el destino nunca puso

en mi sendero tantos dones juntos.

 

Puesto que al fin me olvidarás mañana,

prodígame en un beso, ahora, tanta

ternura como para siempre, y pasa.


 

YCUA TUPASY

 

FONTANA de aguas claras en la aldea

natal, junto al sendero: en tanto apago

la sed en ti, mi lengua saborea

como un gusto de infancia, puro y vago;

 

En pueriles recuerdos se me aniña

la mente, desandando años y males

y viendo transcurrir en la campiña

la imagen de mis días iniciales ...

 

Es como si bebiese en la frescura

de tu caudal, toda mí infancia pura.

 


ANIVERSARIO

 

OTRO año vacío de tu presencia. Dulce-

mente se va trocando mi dolor en nostalgia:

rasgo a rasgo, tu imagen revivo de memoria,

al recordarte ya sin lágrimas.

 

Las angustias de muchas madres por muchos hijos

padeciste por mí: ¡Cuánto he tardado para

vislumbrar el secreto maternal? Guía, amparo

y don, tu amor era una gracia.

 

Entonces me sabía siempre bajo la firme

sombra de tu asistencia, ya cerca, ya a distancia

de donde tú, en perenne vela por mí existencia,

mis ciegos pasos vigilabas.

 

Ahora, empobrecido para siempre me siento

sin tu sonrisa sobre mí destino, apagada

por la muerte, y a veces me duelo de mí mismo,

madre, desde que tú me faltas.


 

CANTOS DE LA SEGUNDA JUVENTUD

 

MADUROS de nuestro amor, uno tras otro

se van cumpliendo los desígnios de antaño.

Dicen que el tiempo de morir se aproxima

cuando al fin de la felicidad fruímos.

Quién sabe. Voy a asirme de ti con fuerza

y echar en torno de nosotros raíces.

(De todos modos te hubiera sido fiel:

imprescindibles como tú, hay mujeres

sin cuya presencia está incompleto el mundo;

¡sí concebí hasta la idea difícil

de amarte sin ser correspondido nunca!)

 

Siento gana otra vez de vivir ahora:

ya no es insípida la existencia; infundes

deseos de durar, y aun he de tornarme

capaz de tender contra la muerte algún

vástago victorioso ... un hijo, un renombre ...

Va a repercutir en todas mis palabras

venideras, una infinidad de besos.

 

Desde los bancos del colegio, en la adolescencia,

nos extasiábamos los camaradas felices

ante su rostro iluminado de pensamientos.

Otros la ansiaron después; la habrán querido mucho

sintiendo que nunca es posible amarla bastante.

Hubo enamorado de su tranquila hermosura

que bellamente la apodó " la novia de todos",

el origen de su gracia adivinando casi,

y es que llena con sólo existir, su destino.

Sobremanera y para siempre amabilizada

por la simpatía de tantos adoradores,

al canto en la segunda juventud me conduce,

pues hace brotar más que el deseo, la canción.

Es como el ideal: a la vez alegra y duele,

mi hermana, la de los tímidos pechos de niña,

y yo no sé qué tardía dulzura de gloria.

 


NO SE DONDE

 

FUÉ muy lejos, en un reinó de quimera

do la vida se devana en lenta calma,

que una tarde de muriente primavera

yo te dije los secretos de mi alma.

 

Yo te dije -tú me oías pensativa

remontando tu mirada en lontananza

“Como sombra de una muerta rediviva,

al mirarte, ha resurgido mí esperanza".

 

-Tú callabas, contemplando con desgano

la agonía ensangrentada de la tarde­-

". . . y de haberte hallado a tiempo yo me ufano:

¡para amarnos siempre es tiempo, nunca es tarde!"

 

Me miraste, levemente conmovida

y armoniosa musitaste: -Más, ¿quién eres?

-Soy un lírico creyente de tu vida,

que en su amor te diviniza, ¿no me quieres?

 

Cual sí en tí un viejo dolor resucitara

mí reclamo, me dijiste con tristeza:

"De otro amor grande y perdido frente al ara,

se arrodilla para siempre mí belleza".

 

Descendía lentamente la sombría

noche al mundo ... y en las sombras te perdiste.

¡Oh!, también dentro del alma descendía

otra noche negra y honda, densa y triste.

 

Sobre mis angustias viejas, el martirio

de perderte derramó sus amarguras ...

Desde entonces, por las sendas del delirio

fui buscando, vanamente, tus ternuras ...


 

CANCIÓN ANDARIEGA

 

OTROS llegaron a tu vera,

antes que yo, con su esperanza

y su perenne sed viajera

de amor perfecto y dicha mansa.

 

Y sin el goce que se espera

siempre, pero nunca se alcanza,

se alejaron con su quimera

camino de la lontananza.

 

Hoy llego yo también: ¿qué pido?

Un recuerdo para el olvido

y un seno fiel donde soñar . . .

. . . Después, en tí, hecho una vaga

y antigua voz que el tiempo apaga,

quedará mí último cantar.


 

MUSGO Y CENIZA

 

SIN tí es corno un inmenso vacío él mundo: un yermo

cargado de silencio, de soledad de polo.

Lejos de tí, por eso, soy un callado enfermo

que apura el inefable tormento de estar solo.

 

Para aplacar la angustia que me labró tu olvido,

me escudo en el exiguo broquel de tu recuerdo:

y como un vago espectro, desde que tú te has ido,

entre brumososlimbos de saudades me pierdo ...

 

En la orfandad en que tu desamor me sume,

florece el solitario dolor de tu abandono.

¡Y me impregné, otro tiempo, de edén en tu perfume

¡Y ahora me atosigas de llanto ... y te perdono!

 

Cruzaste, pasajera divina, por mí vida

como aromado aliento sobre rincón sombrío.

¡Después ... de mi camino la noche renegrida

por tí será más densa, fugaz ensueño mío!

 

¿Por qué se van algunos mientras se quedan otros

y todo es breve como fugaz hervor de espuma?

No pudo el buen cariño durar entre nosotros

acaso porque todo como tu amor, se esfuma ...

 

Para que veas cómo, lejana, te he querido,

este montón de versos te ofrendo: son mi herencia;

¡son ... la ceniza vana que amontonó tu olvido

sobre el estéril musgo que vegetó en tu ausencia?

 


"YSAU"

 

Como ojos de agua, por incontables bocas

surgen a borbotones desde los hormigueros,

noche y día -perenne mal de la agricultura-­

y a talar los cultivos se encaminan por valles,

llanuras y laderas. Inútil resistirlas,

pues donde, no es creencia, sus desmanes aumentan.

Sin embargo, el labriego monta en cólera, a veces:

fuego, raudal, arena contra sus líneas lanza,

o con solicitud, por distraerlas, pone

como cebo en sus sendas apetecibles ramos.

En balde: ni por malas ni a buenas las reduce:

tornan cargando en fila presas y maldiciones.


 

LANGOSTAS

 

LEGAN, y por el haz de los campos calientes

un vago escalofrío pasa, como de asco.

Van a ser devoradas por millones de bichos

todas las frondas, todas las verdes sementeras.

Improvisan banderas y bullas los labriegos

en la lucha sin tregua contra la manga innúmera.

Tuesta el sol de verano. Sudor, en vez de sangre,

mana de los sufridos paisanos y su prole.

Alzan por fin, el vuelo -noches de plenilunio-

­Nadie quiere pensar en la míes malograda;

mas en secreto echa la esperanza retoños

en las almas, al tiempo de renacer las hojas.


SEQUIA

 

ESTÁ ardiendo sin llamas todo el campo amarillo

(Las invisibles lenguas del incendio, este viento

donde pasa en volandas el monstruo de la seca).

Sueña entre pesadillas, sueña la tierra lluvias.

Agonizan de sed bestias y vegetales,

y el gran abandonado, hasta de Dios, el rústico.

Van husmeando aquellas hacia imposibles aguas,

cabecean las plantas desesperadamente,

y la gente labriega ni alza ya los ojos

al cielo, de la inhóspita, desolada campiña,

que en los ocasos lentos rompe a llorar a veces

en la lamentación de las cigarras locas.


PUEBLO

 

VEGETA aún, el mismo siempre a través de años.

En torno, la agonía verde de la campaña.

Hay un silencio antiguo. Habla de desengaños

irremediables todo. Una visión que daña.

 

Al pasar, contemplando su abandono de lejos

(la vida, allí parece que va a extinguirse y reza,

y los rostros y formas, borrosos de tan viejos),

dan ganas de quedarse a curar su tristeza.

 

¡Cómo debe soñar desesperadamente

la juventud en esta soledad olvidada,

y cómo ya no debe soñar la añosa gente

ninguno de sus sueños de antes, ni un poco, nada!

 

Para sobrellevar, resignados, la suerte,

dánse al amor o al odio, al azar o al brevaje;

más el amor y el odio tienen sabor a muerte,

y el juego y la ebriedad, un ímpetu salvaje.


CAMPO

 

ALBUM de Dios abierto en horizontes,

para abarcado desde las alturas

de la oración o el canto sólo: mundo

donde, sin lenguaraz que lo interprete,

callado el hijo de la tierra sufre.

 

Todos sois extranjeros a su espíritu:

se esconde a nuestra vista, o bien se torna

y ausenta hacía sí mismo el paisanaje,

ya de tal modo herido de silencio,

que veis la cicatriz de la sonrisa

sin percibir nunca jamás la queja.

 

No columbráis tampoco lo que el humus

-metáforas del trópico en el álbum-­

en su vocabulario inverosímil

rojo, amarillo, verde, azul, os dice.

………..

Campo, fuera de tí soy grano estéril

de agrícolas estímulos privado,

mas en tu seno, como en un oasis,

revivo y crezco: siento sobre el hombro

el recio padrinazgo del destino,

y la ancestral legión a mis espaldas.


LOS FRUTOS DE LA TIERRA

 

CANTANDO y girando

vamos a decir

qué comimos antes

de venir aquí:

 

Ya sea el pan claro,

ya el moreno pan,

o los ricos zumos

que la tierra da.

 

-Yo he comido en casa

mandioca y maíz,

los providenciales

frutos del país.

 

-Yo comí poroto

y maní, las dos

más alimenticias

legumbres de Dios.

 

-Yo comí de postre

tanta fruta y miel,

que aún tengo la boca

dulce de comer.

 

-Dí ¿,por qué en silencio

sólo quedas tú?

-Es que tengo hambre:

no he comido aún.

( CORO )

Giremos cantando,

para no quedar

en la tierra nunca

ninguno sin pan.


LA CASA AZUL ROSA

 

UNA casa hagamos

de nuestra invención.

-Yo pondré unas cosas,

tú las otras pon.

-Pondré los andamíos

para comenzar.

-Y yo los ladrillos,

la arena y la cal.

-Yo traeré cuchara,

plomada y nivel.

-Pues yo la argamasa

voy a revolver.

 

-¡Ya la casa nuestra

está lista, al fin,

para ir en ella

todos a vivir?

-Pintémosla toda

de rosa y azul,

como son los días

de la ,juventud.

 

( CORO )

 

Llenemos ahora,

rincón por rincón,

la casa azul-rosa

con nuestra canción.


 

 

SUSPIRO

 

 

No haber sabido de algún modo,

cuando era tiempo todavía,

que nunca ya la olvidaría

del todo. . .

 

Y hoy sentir en lo profundo,

que pudo ser la compañera

más ligera

del mundo.

 


A JAVIER VILLAEAÑE

 

HE leído tus "Coplas, poemas y canciones",

(estos versos maravillosamente leves,

aptos para los frágiles y tiernos corazones

de las novias, los niños y los ángeles). Debes

tener, poeta, el alma como los ojos, clara.

Hasta el dolor se dulcifica en tu poesía.

¡Cuánta luz de bondad se te enciende en la cara!

¡En tus estancias, cuánta simple sabiduría!

 

Sí bien a burla, a queja suena tu acento a veces,

para mí tengo, desde luego -tal vez me engañe-­

que algo de santo hay en tí, aunque no reces.

Nada más. Hasta siempre, ¡oh, Javier Villafañe!







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