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LUISA MORENO DE GABAGLIO

  ECOS DE MONTE Y DE ARENA - Cuentos de LUISA MORENO SARTORIO - Año 2004


ECOS DE MONTE Y DE ARENA - Cuentos de LUISA MORENO SARTORIO - Año 2004
ECOS DE MONTE Y DE ARENA.


© Luisa Moreno Sartorio
© De esta edición: 2004, Editorial El Lector
Director Editorial: Pablo León Burian
El Lector I: 25 de Mayo y Antequera, Tel. 491 966
El Lector 11: San Martín c/ Austria,
Tel. 610 639 - 614 258/9
www.ellector.com.py ,
ellector@telesurf.com.py  
Armado de página: Jorge Miranda
Corrección: Celso Sosa
Diseño de Tapa: Amado Escobar Tirada: 2000
Asunción – Paraguay 2004 (127 páginas)
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A mis hijos
Fernando Luis y Analía
Luz María y Coral.
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PRÓLOGO
Luisa Moreno, auténtica intérprete del Paraguay más auténtico, esto es, del Paraguay rural, no nació en el Paraguay. Sus padres, ambos pertenecientes a partidos políticos diferentes perseguidos por el régimen dictatorial entonces imperante, tuvieron que exilarse. Luisa nació en el Chaco argentino, no lejos de Formosa. El padre, liberal; la madre febrerista, no por pertenecer a banderías en aquel entonces irreconciliables, formaban una pareja menos feliz; eran tan felices como se lo permitían las circunstancias del destierro.
Después de cuatro años de exilio a partir de la guerra civil de 1947, los Moreno pudieron regresar al Paraguay. La familia se estableció en Villa Hayes. A Luisita la esperaba un destino chaqueño. Nacida en el Chaco argentino, su niñez iba a transcurrir en el Chaco Paraguayo, ahora cerca del río Paraguay.
Cuando niña, en Villa Hayes, Luisita acompañaba a su padre en aventuras venatorias. El señor Moreno era entusiasta cazador. No sabemos cuándo despertó en Luisita su amor a los animales salvajes, como el carpincho, el puma, el tapir, el oso hormiguero. No sabemos si un día dejó de acompañar a su padre a la venación, horrorizada por la sangre inocente de venados y patos salvajes. Pero la vida en el campo, sus andanzas por los bosques, sus paseos en canoas, serían para ella una experiencia inolvidable. La dura vida en el exilio le hizo meditar precozmente sobre las atrocidades de las luchas políticas, sobre la injusticia, sobre la crueldad del hombre para con el hombre. Y las aventuras cinegéticas de su padre y otros, las crueldades de la venación, despertaron en ella su amor hacia los inocentes pobladores de selvas y esteros.
En su obra narrativa, lo antes aseverado se manifiesta con pungente elocuencia. De ahí los relatos como "LA COSECHA", denuncia de la injusticia, escritos hace algunos años.
Y de aquí el libro que el lector tiene en sus manos. Este, sin embargo, versa exclusivamente sobre animales y sus relatos tienen mucho del encanto de la historia del Bamby, de Walt Disney, aunque la similitud que aquí se señala sea puramente casual y en ningún sentido deliberada.
Más que cuentos, estas prosas de Luisa Moreno son poemas en prosa. En esta autora, la calidad poética de su inspiración trasluce en forma inequívoca, evidente aún en su físico mismo. Luisita parece una niña, una niña delicada y tímida con la figura perfectamente modelada de una estatuilla de Tangará. Pero Luisita es toda una señora esposa y madre de tres hijos. Es más, esta dama, que parece una niña delicada y tímida, ejerce una profesión que se diría incompatible con su temperamento poético: ella es veterinaria. (Claro es, por otra parte, que esta profesión tiene mucho que ver con los animales que le inspiran sincero amor)
En el Taller de Cuento Breve que funciona en el Club Centenario, su delicadeza y su más evidente virtud, la modestia le han ganado el mote de "LA VIOLETA".
Los días martes de tarde - días en que se reúne el taller literario, apenas hay un recreo, apenas una pausa en las sesiones, cuando Luisa Moreno desaparece. ¿Dónde está "la Violeta?" Sin que nadie lo advierta, se ha deslizado fuera del salón y se ha refugiado en un lugar silencioso desde donde contempla los jardines, y allí se pasa diez, quince minutos, con los ojos verdes absortos en una revërie.
Hay en Luisa una tendencia indomeñable a la ensoñación, a tal punto que, aun durante las sesiones del taller, cuando se la mira de soslayo, ella está ausente, lejos, perdida en el ensueño.
Pues bien, esta tendencia poética explica que sus escritos, en especial los de este libro, sean más poemas en prosa que narraciones. Apenas percibimos en estas prosas un tenue hilo argumental; un niño prohija un carpinchito, domestica al animal, y el roedor anfibio se hace amigo del perro de la estancia, de un viejo peón. Un día desaparece. Cuando reaparece, vuelve convertido en padre de familia.
Vemos cómo la prosa de Luisita está como urdida de versos, de líneas que son indeliberados versos auténticos y de otras que, casi lo son. Decía Nietzsche que la buena prosa es aquella que casi, casi es verso y que cuando lo va ser cabalmente, da un giro y se escapa de la música de la métrica. Tomemos el capítulo 9 de la historia de Pincho. Copiemos su texto distribuyendo sus frases en líneas paralelas como las de un poema:
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Pincho y el perro viejo
se han hecho muy amigos,
ignoro qué se dicen
pero intuyo que el perro
lo tomó bajo
su protección...
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¿Ven ustedes? Tres versos heptasílabos y dos pentasílabos.
Luisa Moreno hoy ya es una promesa convertida en realidad. Es tal su consagración a las letras, tanto estudia el arte de narrar en los maestros y tanto estudia el idioma mismo, cuyos secretos gramaticales se empeña en dilucidar con tesón, que es de esperar de ella una obra futura de cualidades cada vez más valiosas.
Un ejemplo del don poético de nuestra autora es "RÉQUIEM PARA UN DORADO". Léalo el lector lentamente y aprecie las dotes de paisajista literario y de emoción poética de Luisa Moreno.
HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ
 
(COMENTARIO DE JOSEFINA PLÁ A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL)
"ECOS DE MONTE Y DE ARENA"

Escrito de JOSEFINA PLÁ
Luisa Moreno vertebra en sus relatos una experiencia humana por muchos compartida en todas las épocas, nunca profundizada sin embargo, a no ser al nivel mágico (en la fábula o el mito); como patético pintoresquismo, o con el marbete de literatura infantil. Experiencia humana rara vez, repetimos, llevada al nivel que creemos debería ser. A pesar de las apariencias que se pudiera traer a colación: a pesar de no faltar en ninguna época de nuestra cultura autores que han dedicado curioso interés a la existencia del animal, domesticado o libre, hasta darle categoría de ejemplares en el paralelismo conductual de la fábula. No siempre se comprobará en esos hechos literarios la presencia del amor y respeto a los seres animados que comparten el agua, el aire, la tierra y el cielo de nuestro planeta, y a algunos de los cuales esta serie de cuentos dedica sendos espacios. Hechos que cualquiera puede vivir o haber vivido, en el medio urbano o en pleno mundo selvático, y los que nadie, sin embargo podrá nunca dar albergue mágico - sí repetimos la palabra- en el alma.
¿Cómo subtitula la autora estos textos? No dice que sean cuentos ni narraciones ni relatos: dice, esquivando el compromiso "ECOS DE MONTE Y ARENA". Podría haberlos titulado con alguna de las palabras antedichas: cuento, narración, relato. O podría haberlos llamado fábulas modernas. O cuentos infantiles, con igual derecho o inexactitud en cada caso; porque estos textos escapan o rebasan cada una de esas definiciones. Pero las rebasan incluyéndola. Queremos decir que son fábulas modernas pero no solo eso; que son también cuento infantil, y narración y poema. Sobre todo, coronando las demás definiciones con su halo, poemas.
Es sorprendente el impacto emotivo de las peripecias, acuñadas sin énfasis, no obstante; con un estilo conciso y diáfano, pero profundamente sensitivo, que no malgasta adjetivaciones y confía a los hechos, desnudos, la posibilidad de una adhesión plena en el lector, tanto más punzante esta, por cuanto menos preconizada, a la protesta contra el destino a que condenamos a estos crecientemente desposeídos cohabitantes de nuestro pequeño predio cósmico. Seres a los cuales solo se ha visto siempre una posibilidad de satisfacer el ocio, la gula, la avaricia, el latente sadismo... Cualquier cosa, menos lo que son, seres creados con un programa en la eternidad; testimonio de un plan del cual no somos árbitros, solo colaboradores... bastante remisos, además.
Cada cuento del índice, y aunque el título no siempre lo sugiere, es un alegato vibrando "humanidad". Sí, humanidad. Ya sabemos que el calificativo "inhumano" se aplica al individuo que obra cruelmente con sus semejantes. Pero la conducta que el así llamado adopta frente a los animales merece más aún ese rótulo. Aunque la afirmación parezca arbitraria, inclusive desmedida... El adjetivo corresponde, porque esa conducta desvirtúa, desnaturaliza, la misión terrestre del ser humano.
El hombre procede como si el planeta le hubiese sido entregado para su omnímoda propiedad y disfrute. Así lo quiere creer, y así procede, nuestra egolatría. En realidad, va mucho más lejos, decide y dispone; y opera como invasor y expoliador. La llamada ecología ha venido a terciar, queriendo detener el proceso destructivo irreversible que ponen al desnudo sus datos y conclusiones, pero no parece que hasta ahora se obtengan éxitos apreciables.
Este libro es algo más que una compilación de relatos de indudable valor literario, como a primera vista pueda aparecer y como señala bien el prologuista, maestro al que tanto debe el desarrollo de la narrativa local a través de la pluma femenina -y especialmente, este descubrimiento de más de una generación de narradores - Hugo Rodríguez Alcalá.
Es, como ya se dijo, una serie de episodios cuyos protagonistas son casi todos animales; narraciones confiadas a su propia realidad existencial, a su lenguaje exacto y sensitivo, y cuyo común denominador argumental es el desnudo egocentrismo humano. Episodios que resultan poéticos por ese componente que en ellos se integra y que radica en la sutil anunciación no ya solo de una convivencia, sino de una convergencia, una comunidad de misión, capaz de crear un mito. Es decir, su símbolo.
Así, sobre la realidad concreta de los hechos vibra también una "suprarealidad". La de la conciencia de una deserción de ese sentido misional: de lo que la actitud humana tiene de "inhumana", con estos "compañeros de peregrinaje en la eternidad". En ninguno de estos cuentos deja de imponerse esa sugestiva polivalente presencia en el ánimo del lector.
Y este libro, leído oportunamente, sería además (con su temática y desarrollo, llamado a la imaginación a la vez que a la sensibilidad; la coincidencia es recurrente) en manos de la infancia y adolescencia incomparable cartilla ecológica. Se hace corto ya el plan de opción entre esta letal visión técnica del entorno terrestre y la visión sensitiva, que, aunque mutilado, puede conservar su status humanístico.
La injusticia y la hostilidad proceden del hombre, enemigo de comprender con la razón que hay otros seres vivos con los mismos derechos que él sobre la tierra, al estar dominado por la visión antropocéntrica del mundo. Y esa injusticia acaba reproduciéndose en el mismo hombre, capaz también de ser injusto con sus semejantes. Por eso, a esta crueldad, Lisa Moreno responde con la ternura que caracteriza a los animales, los verdaderos amos y conocedores de los misterios y riesgos que entraña la naturaleza.
La narración en primera persona hace que el relato llegue con mayor hondura al lector, porque el argumento a veces es un pretexto para provocar que el lector se sensibilice con el mundo animal. Para Luisa Moreno lo importante es transmitir las sensaciones contenidas en el cuento (que quedan por encima del argumento) y despertar la ternura emocional del lector.
Pero la autora no centra su amor a la naturaleza en la figura de los animales, sino también en la contemplación del paisaje y en la flora local. Transmite en un tono lírico las sensaciones expresivas y de misterio interior, casi místico, que se produce por la admiración por el paisaje.
El carpincho, un roedor anfibio que habitualmente ha sido muy perseguido por el hombre, simboliza en sí todo animal que sufre el exterminio de los cazadores sin escrúpulos. El niño comprende que el carpincho debe ser libre, a pesar del dolor que le supone perderlo, y que no tiene que conformarse con aceptar el cumplimiento de su modo de vida. Para Luisa Moreno lo importante es que el animal pueda vivir en su hábitat natural, en el entorno de libertad donde ha de desenvolverse.
El cuento que más prestigio ha dado a Luisa Moreno y que valora con más cariño es "RÉQUIEM PARA UN DORADO". Es con seguridad el más conmovedor de "ECOS DE MONTE Y ARENA" por su especial sentido dramático. En él retrata el sufrimiento de un dorado, víctima inocente de la pesca sin escrúpulos.
Luisa Moreno demuestra también conocer con profundidad los mitos y leyendas del país, especialmente las del Chaco. Llega incluso a aplicar la mitología indígena guaraní a la vida de los animales, como cuando recurre a la leyenda en la que se afirma que las víboras reinarán sobre todos los habitantes de la selva, apoderándose del misterioso secreto que los tigres guardan en sus manchas, en "El misterio de las manchas", o el carácter sagrado del cedro en "Kolot". Los relatos fantásticos infantiles sirven como fuente de los argumentos como en "ENTRE CORDELIAS Y CASCARUDOS" los personajes escuchan discos de Elvis Presley y Bill Haley y pintan ánforas egipcias con tinta china, demostrando que esta obra supera cualquier pretensión enaltecedora de lo local, y refleja el mundo de su país para utilizarlo con valor universal.
Hay una tendencia innata en Luisa Moreno por acercar sus relatos a la poesía. Trata de llegar a la emoción del autor para conmoverlo y hacerle crecer su sensibilidad y para ello se vale del lirismo. Su visión del mundo es universalista, a pesar del localismo chaqueño de los relatos, porque demuestra que los sentimientos deben ser lo más importante del hombre. El lenguaje es exacto y el relato conciso y de frases breves. Transmite sensaciones que desnudan el egocentrismo del hombre, y los localismos que aparecen, sobre todo en los sustantivos referentes a la flora y a la fauna del Chaco, no impiden que el lector que desconozca la zona pueda disfrutar de la lectura de los relatos. Con esto, Luisa Moreno defiende un mundo donde todos los seres que lo habitan puedan convivir. Sus cuentos son ecológicos, no son fábulas porque aunque los animales presentan caracteres y sentimientos antromórficos, no son seres humanos personificados, pero las narraciones contienen una moraleja en este sentido. Y más que convencer con ellos, la autora pretende conmover como forma de captatio. Así, Luisa Moreno es quien inaugura una tendencia narrativa que surge, de la expresión de los problemas que se sienten en el Paraguay actual.
 
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CUENTOS DE LUISA MORENO:
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PINOCHO Y CANELA
Era el día de las ánimas, cuando el cazador mató a la capibara, y quedaron cuatro carpinchitos, de los cuales solo dos sobrevivieron. Fueron criados con leche de vaca y los sabios cuidados de Maruto, quien les dio el nombre de Pincho y Canela, por la pelambrera dura de color canela.
 
Viven en un tajamar cercano a la casa. Al atardecer, cuando el sol hiere el espejo de agua, los hocicos charolados rompen el cristal y enfilan con la rapidez de un torpedo hacia la costa. Acuden solícitos, a mis silbidos, asoman el lomo en la orilla y salen sacudiéndose millones de diamantes de sus largos espinos. Desmonto de mi alazán y les digo cosas cariñosas. Ellos entienden, me miran dulcemente y acercan la cabecita para que les acaricie las orejas. Canela ofrece el cuello, y apasionados como son, se echan de costado para que siga con mis sobaditas en el vientre liso y osado, mientras el poniente se dora, se tuesta, se quema, toma el mismo color de Pincho. "Me tengo que ir", les digo. Ellos parecen entender, pero sé muy bien que les gustaría estar más tiempo conmigo. Pincho se incorpora y permanece con la cabeza gacha como los niños cuando simulan enojo. Subo de nuevo a mi caballo y me despido de ellos. Me siguen un corto trecho, se detienen, levantan la cabeza como para atrapar con el olfato ese algo del cual se impregna el aire que dejamos. Después nos borramos en la noche. Ellos vuelven a su hogar de aguas y camalotes; yo, hacia donde sube una columna de humo azul que huele a azúcar quemada.
 
CHAJÃ RAGUÉ
Ha comenzado la época de la escarcha. El sereno cuaja en pequeñas agujas de cristal, sobre los espartillos que crujen como vidrios rotos bajo los cascos de mi alazán. Al amanecer, el viento sur tiene filo de cuchillas, y en la cocina, los arrieros se convierten en hoscos adoradores del fuego. Matean en silencio. Algunos mascan tabaco o cecina asada sobre las brasas. Se abrigan con sacos de carpa listada, visten amplias bombachas, perneras de cuero y un poncho de lana. Le tienen miedo al invierno. Por todos lados flota una cerrazón celeste, gris, borrando del campo los palmerales. De cuando en cuando, aparece una vaca o alguna cabra como suspendida en la neblina. Me divierte escuchar el balido de una oveja que no alcanzo a distinguir, o el piar de los pájaros fantasmas que pasan rasando sobre mi cabeza.
 
Después se aclara un poco el día, pero sigue plomizo y frío. El viento esparce una pelusa blanca, leve, que aquí la llaman "Chajá ragué", por lo parecido a las pequeñísimas plumitas que el chajá tiene bajo las alas.
 
Hoy no salí al campo, estoy engripado y me prohibieron ir hasta el tajamar. Sé que Pincho me espera, necesita la tibieza de mis dedos en sus orejitas. Me invade una melancolía dulzona, con saber a mate de coco y miel.
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ÍNDICE
*. PRÓLOGO – Por HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ
*. (COMENTARIO DE JOSEFINA PLÁ A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL)
"ECOS DE MONTE Y DE ARENA" Por JOSEFINA PLÁ
CUENTOS DE LUISA MORENO:

*. CAPIBARÁ/ PINCHO Y CANELA/ MIEDO EN LA NOCHE/ HUELLAS DE BOTAS/ LA IMAGEN/ LA GOLOSINA FAVORITA/ CHAJÄ RAGUÉ/ MANO DE TIERRA SALOBRE/ ORFEO/ DE CACERÍA/ PINCHO ADOLESCENTE/ AUSENCIA/ CERTEZAS O ENIGMAS/ NI EN LA TIERRA NI EN EL CIELO/ EL MONTE DE LOS QUEBRACHOS/ EL BASTÓN DE GUAYABO/ EL COLLAR AZUL/ EL MISTERIO DE LAS MANCHAS/ KOLOT/ ENTRE CORDELIAS Y CASCARUDOS/ EL FIN DE LOS INOCENTES/ EL GRINGO DEL BARRANCO/ LA PICADA DEL PEREGRINO/ RÉQUIEM PARA UN DORADO.
 
 
 
 
 
 
 
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