HÉRIB CAMPOS CERVERA (p).

NOVECENTISTA OLVIDADO

Compilador LUIS MARÍA MARTÍNEZ

CRITERIO EDICIONES

Asunción - Paraguay

            En este libro, el autor contó con la asesoría investigativa de Nabel Felipe Estruc y Raúl Amaral y el resultado es, según su propia opinión asentada en la Introducción:

            Estimamos que el volumen Hérib Campos Cervera (p): un novecentista olvidado, titulo sugerido por don Raúl Amaral, sería uno de los más importantes aportes de las últimas décadas, tanto por contribuir a la reflexión a nivel del pensamiento nacional cuanto por alterar la paz de la crítica mecánica, repetitiva, que tiene entre nosotros la presencia del árbol viejo cuando su sombra insobornables, desde hace bastante tiempo.

            Paso a transcribir, parcialmente, dos artículos aparecidos en "El Monitor", el 5 de mayo de 1911 y en "El Tiempo", el 22 de junio del mismo año, respectivamente.

            LA SÁBANA Y EL PAÑUELO

            Matemáticamente se puede sumar, restar, multiplicar y dividir donde hay suma de energías orientadas. De una sábana grande se pueden hacer varias pequeñas con suficiente amplitud para que sigan siendo sábanas sin convertirse en pañuelos. Lo que no puede trocarse en sábana es el pañuelo.

            De un partido grande se pueden hacer varios pequeños y juntando los pequeños hacer uno grande.

            Lo que no puede hacer es un partido grande de uno pequeño como no se puede transformar el pañuelo en sábana.

            Mirando bien lo que sucede en todos los partidos que se disputan en la República la gloria de gobernarla, este es un instante especial en que todos los partidos están partidos, todos han dejado de ser sábanas y son pañuelos.

            El gran Partido Colorado, unido y fuerte como lo conocí antes de la revolución de agosto, es ahora un rosario de segmentos.

            El Partido Cívico, omnipotente, poderoso, inconmovible antes del 2 de julio, es ahora un segmento de segmento y el Partido Radical tan autócrata, tan artillado, tan jacobino en el poder, después del 17 de enero se ha dividido como una tenia por sí solo y gira, se estremece, se levanta y se hunde sin orientación como todo lo que está descabezado, acéfalo, dividido como la solitaria a quien el helecho macho extingue y mata.

            Ante la verdad de estos hechos ¿qué se impone?

            Ante la lógica de los acontecimientos fatales e irremediables, porque todos han pasado ya a la categoría de cosa juzgada, ¿qué hay que hacer? Yo no entiendo mucho de política porque no soy político; pero entiendo de lógica, porque sin ser político tengo cerebro y en él radica radicalmente el sentido común.

            El país necesita paz. Ella equivale al progreso y el progreso es civilización y civilización se traduce en riqueza y bienestar.

            Sin ser patriota, siendo simplemente hombre, siendo cualquier cosa, lo que busca el hombre esté donde esté es un pedazo de pan y un poco de tranquilidad.

            [...]

            Nuestro desgraciado país tan bello, tan rico, tan lleno de sol y de luz está gastando sus energías como las hormigas del Monte Helmont y va a llegar un momento si no hay un poco de sentido común en que la patria se va a morir ella sola y entonces le sucederá lo que al cadáver: vendrá la polonización de sus miembros como una consecuencia lógica de su podredumbre y de su energía. Le sucederá lo que a las casas deshabitadas, que su misma pasividad los derrumba; le ocurrirá lo que a un muerto que no puede defenderse contra el gusano y el microbio que lo extingue.

            ¿Por qué no se orientan las energías pequeñas para formar una grande? ¿Por qué todos los pañuelos no se juntan y de ellos se construye una sábana?

            Al abrigo de los pliegues dormiremos tranquilos el invierno de la muerte; cobijados bajo su blanca túnica no habrá peligro. Nuestra hermosa tierra diminuta por su territorio la haremos grande por nuestro empuje y con un poco de paz y de trabajo todos realizaremos un ideal, aunque sea pequeño.

            De los fragmentos de todos los partidos hágase uno grande, ya que no es posible que un solo partido gobierne a la República.

            ¿Lo puede gobernar el colorado? ¿Tiene ejército y pueblo que lo imponga? ¿Lo puede gobernar el cívico? ¿Tiene hombres y cañones para decidir yo mando?

            ¿Lo puede gobernar el radical?

            ¿Tiene decisión, tiene artillería suficiente para él solo llenar todas las simples necesidades del gobierno?

            Entonces si todos separadamente son pequeños para una obra tan grande, fúndanse en uno nuevo, hagan de los segmentos de cada partido otro partido y si después que se vea que ese partido también es pequeño, habrá que ir a la dictadura o a la anarquía; habrá de elegir un solo mandatario o habrá que hacer a todos mandatarios de sí mismo, suprimiendo aduanas y ejércitos y escudos y banderas. O el gobierno del que manda más o el gobierno del que manda nada, en que cada uno es rey, presidente, emperador, zar, sultán o dios en persona.

            SEMBLANZAS PERIODÍSTICAS

            El periodismo nacional ha llevado una vida muy curiosa. Casi siempre, mejor dicho, siempre no ha producido otra cosa que dolores de cabeza. Por eso para ser periodista se tenía que ser valiente.

            Como en todas partes, el Paraguay ha tenido dos clases de prensa: una oficial, otra independiente o de oposición. En la prensa independiente han batallado casi todos los hijos del país de algún valer, y en la prensa oficial también han desfilado escritores de fuste como aquel célebre Manuel Mendoza, inteligencia superior que hizo periodistas a los hermanos Garay, y dejó escrita una obrita de lectura que sirve de texto en las escuelas.

            En la prensa de oposición el que más se ha distinguido por su valor y su constancia, es indudablemente un extranjero: don Juan Plácido Casaús, fundador y director de "El Látigo Inmortal". La policía le empasteló sus trabajos, y digo trabajos, porque hacía el milagro de editar un semanario de caricaturas con sólo una piedra, una mesa, los tipos y un rodillo. Carecía de máquinas. Cuando llegó a poseerlas, se las aniquilaron y destrozaron. "El Látigo" vivió muchos años. Fue sustituido por "El Garrote", otro destroyer de caricaturas del mismo poder ofensivo. En "El Látigo" dio sus primeros plumazos el doctor Cecilio Báez, como así también José de la Cruz Ayala, conocido por Alón, pseudónimo que se hizo después célebre en toda la República.

            Los más notables periodistas que tuvo el Paraguay fueron sin disputa, José de la Cruz Ayala y Blas Garay, el director de "La Prensa".

            Alón o José de la Cruz Ayala había nacido únicamente para el periodismo. Gozaba manchándose las manos de tinta y emborronando cuartillas. Su placer más grande consistía en leer por la noche los artículos que había escrito por la tarde.

            Se adelantó a su tiempo y fracasó. Tuvo que emigrar perseguido por el gobierno y murió en la ciudad argentina de Paraná, casi en la miseria, cuando era un joven que recién empezaba su brillante carrera. A esta fecha si Alón hubiera vivido, nadie le igualaría en las letras: sería el padre de la literatura y el decano de los periodistas.

            Blas Garay no tenía el fuego y el entusiasmo jacobino de Alón, pero era tan periodista como su ilustre antecesor. Además tenía la ventaja sobre Alón de haber nacido en otra época y de haber estudiado con más método y provecho. Blas Garay era doctor en jurisprudencia; había viajado por Europa, era fuerte, era un organismo poderoso que tenía tiempo para todo. Por eso, a la vez que redactaba "La Prensa" en persona, haciendo él solo toda la composición del diario, escribía libros y tramitaba pleitos.

            Indiscutiblemente "La Prensa" ha sido el mejor diario que hasta la fecha se ha publicado en el Paraguay. Blas Garay no ha sido reemplazado por nadie.

            El haber sido un poco agresivo, cosa que no puede dejar de ser un buen periodista, le costó la vida y murió llorado por todos sus compatriotas, porque al morir él, se puede decir que moría la prensa. Tan muerta había quedado, que sin temor a equivocarse, lo que he dicho de que no ha sido reemplazado es una gran verdad. [...]

Fuente: LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA. Por AUGUSTO CASOLA. Editorial ARANDURÃ, Asunción – Paraguay. Agosto del 2012 (244 páginas)