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MARIO HALLEY MORA (+)

  LA MADAMA / MAGDALENA SERVÍN - Autor: MARIO HALLEY MORA - Año 2005


LA MADAMA / MAGDALENA SERVÍN - Autor: MARIO HALLEY MORA - Año 2005

LA MADAMA/ MAGDALENA SERVÍN
Autor:
MARIO HALLEY MORA
© Herederos de Mario Halley Mora,
Editorial El Lector,
Colección Homenaje Nº 5
Director editorial: Pablo León Burián
Diseño de tapa: Marcos Condoretty
Asunción-Paraguay 2005
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** LA MADAMA y MAGDALENA SERVÍN fueron dos de las más impactantes obras teatrales de MARIO HALLEY MORA, sin duda el mayor y más prolífero dramaturgo paraguayo en la segunda mitad del siglo XX.
** Ambas obras conmovieron al público paraguayo cuando fueron estrenadas en el viejo TEATRO MUNICIPAL. Lo hicieron por la fuerza de su contenido y por lo conmovedor de su mensaje.
** MARIO HALLEY MORA, como pocos autores, fue un profundo conocedor de la idiosincrasia y del espíritu de sus compatriotas. Su capacidad de observación hizo posible que pudiera adentrarse en los profundos recovecos del alma de su pueblo y exponerla tal cual es.
** Tanto LA MADAMA como MAGDALENA SERVÍN, son obras ineludibles a la hora de hacer una antología de la dramaturgia paraguaya. Por sus personajes, por su estructura, por su proyección en el tiempo y por su vigencia permanente, se convirtieron en clásicos del teatro nacional que tuvo en MARIO HALLEY MORA a un exponente referencial de sus mejores momentos.
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LA MADAMA
Comedia en Tres Actos
REPARTO
LUISA: La Madama
CELIA: joven hermosa
DR. PEDERNERA: Viejo libertino
JOSÉ: Campesino. Hermano de Luisa
ROSITA: Otra joven hermosa
IRENE: Otra joven hermosa
PA'I: Cura del pueblo
DR. SOSA: Médico rural
DOÑA ELVA: Matrona pueblerina
CELMIRA: Matrona pueblerina
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ACTO PRIMERO
El decorado del Primer Acto: Una sala asuncena, elegante y con lujo recargado. Mucho color rosado, muchas cortinas, bibelots, divanes y floreros por todos lados. Hay un cómodo y suntuoso juego de living y en el techo una araña presuntuosa. Al fondo, un ventanal abierto, tras el cual hay un estrecho pasillo practicable, a modo de que se vea medio cuerpo a las personas que por el pasillo entran o salen de la casa. Al lateral derecho de la sala se abre la puerta que da a la calle, y en la del lateral izquierdo, a las dependencias interiores. En un rincón, una mesita con teléfono.
Al levantarse el telón del Primer Acto, la sala está desierta. Suena insistentemente el teléfono. Vuelve a sonar. Asoma, presurosa y muy elegantemente vestida, como para salir, Luisa, la Madama.
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LUISA: Ya voy, ya voy...(Pero antes de dirigirse al teléfono, se ha dirigido hacia la llave de la luz y enciende la araña, indicando que es ya el anochecer. Ahora sí, atiende el teléfono) Hola..Sí, sí, señorita. Yo pedí larga distancia. ¿Cómo? Bueno. Hola (Más fuerte) ¡Hola! ¿Quién está ahí? Doctor Sosa, ¡qué gusto de escucharle! ¡Lo mismo digo! ¡Ay, por favor, no sea tan exagerado!  ¿Y cómo anda mi querido San Ramón?  ¡Vamos! claro que quiero volver a mi pueblo. Pero, como le dije, doctor, voy a ir cuando se inaugure el Dispensario. ¿Cuándo? ¿De veras? Sí, ¡voy a estar allí en cuerpo y alma! No. No. Nada de medallas ni de pergaminos, por favor. Lo que se hace en beneficio del pueblo querido, tiene su premio en sí mismo. ¡Hola!...¿pero quién agarró el tubo? ¡Pa'i Julián! Vaya grata sorpresa. Bueno. No se peleen por el teléfono. (Ríe) Sí, acabo de decirle al Doctor Sosa que voy a ir cuando se inaugure el Dispensario. ¿Y nuestra escuelita parroquial? ¿Van a coincidir las dos inauguraciones? ¡Doble fiesta, padre! No. No. Por favor. Lo hice de todo corazón. ¿Premio? Bueno... rece por mí. Está bien. Pero siga rezando. ¿Cómo? ¿Que también reza porque mis negocios vayan bien? Y.. no está de más en estos tiempos. ¿Cuándo? ¿Las dos inauguraciones? A ver... sí, la fecha me queda bien. ¡Claro que voy a estar! Salúdeme al Doctor Sosa. Adiós, hasta luego... (cuelga) (Vuelve a discar) ¡Hola! Con el señor Adscrito, por favor. Gracias (Espera mirándose el brillo de las uñas y canturreando) Hola... ¿Bebucho? Luisa. ¿Y, está confirmado? ¿La hora? Correcto. Claro, con las tres, hombre. Pero mirá que... Dejáme hablar. Va a estar el gringo loco ese, ¿no? Ahora te hacés el bobo ¿Mister Johnson? ¿El de los talcos? ¡Ay, ¡pero que gracioso! El de la importación de soja. Que no se me escape, ¿eh? ...Sí, sí, puntualmente. Chau. (Cuelga)
** (Al colgar el teléfono, ha entrado, también elegantemente vestida, Celia. Su vestido es de calle. Celia es hermosa y elegante, un poquitín excesivamente maquillada, pero joven y resplandeciente. Luisa se dirige a ella) No arrugues ese vestido, ¿eh? ¿Y las otras?
CELIA: Peleándose por el collar de perlas. ¡Para mí que le toca a Irene!
LUISA: ¡Siempre se están peleando por algo!
CELIA: Pero si todavía es temprano.
LUISA: Pero la hora... es la hora. (Mutis a interiores) (Celia se dirige al teléfono, con cierto aire desganado y distraído. Disca. La atienden)
CELIA: Hola. ¡Con el señor Administrador, plisss! ¿Pero para qué quiere saber de parte de quién? ¡Llámelo y ya está! Ayyy, está bien, dígale de parte de la señora. (Espera. Ríe de golpe) Ay, pero viniste corriendo al teléfono. Y después te enojás cuando te digo «marido dominado». ¿Qué? ¡Pero soy Celia! Cel... (Se corta. Le han cortado el teléfono. Mira el tubo y murmura)
** ¡Pelotudo!
** (Empieza a discar nuevamente, pero antes de terminar, cambia de idea y cuelga. Toma una revista y se sienta en el diván a hojear perezosamente. Sin anunciarse completamente asoma la cabeza primero y todo el cuerpo después, de hacia la calle, el doctor Pedernera, que trae en una mano una botella de whisky y en la otra un disco y saluda a su manera libertina)
DR. PEDERNERA: ¡Ave María Purísima! Je, je, je...
CELIA: (Mirándolo con fastidio) Ufff (Para sí) ¡Mister Gerovital! (Se levanta)
DR. PEDERNERA: ¡Stop, stop! (La detiene en el borde del diván sobre el que estaba sentada) ¡Otra vez! ¡Otra vez!
CELIA: ¿Otra vez qué?
DR. PEDERNERA: Volvé a sentarte... ¡Pantera! (La empuja y ella vuelve a sentarse)
CELIA: ¿Otra vez?
DR: PEDERNERA: A cruzarse la piernita de papito... ¡Vamos! (Con desgano ella se cruza las piernas, mirándolo con el desprecio que usan las hembras jóvenes con los viejitos viciosos) ¡Monumental! Y ahora, levantate con ese gesto violento, de gata nerviosa... ¿a ver, a ver?... (Ella descruza las piernas y vuelve a levantarse) ¡Qué aire! ¡Qué nervio! ¡Qué ímpetu! ¡Una potranca ganadora cruzando las cintas! (Se le acerca) ¿Besito a papi? (Ella besa la punta de sus dedos y la pone sobre los labios) Ah, no, no, no. Besito estampilla no. Je, je, je. El médico me recomendó sensaciones fuertes, vasodilatadores, je, je, je. ¿Besito legítimo?
** (Ofrece los labios)
CELIA: (Intencionada) ¿Qué me trajiste? (Picaresco, él le muestra el disco. Que tiene una música de moda. Que el viejito canta y baila mientras le exhibe la cubierta del disco. Finalmente, ella le arrebata el disco) ¿Para mí?
DR. PEDERNERA: Para vos. ¿Y mi premio? (Vuelve a reclamar el beso. Ella, calculadora, clava la mirada en la botella de whisky. El viejito se da cuenta de que ella reclama también la bebida. Oculta la botella detrás de la espalda)
CELIA: ¿Esa botellita de escocés es para mí?
DR. PEDERNERA: No. Es para Irene.
CELIA: (Con fingida indiferencia) Y bueno. (Mira la tapa del disco. Canturrea la canción y menea voluptuosamente la cadera, mirando con intención de vez en cuando a Pedernera, a quien se le salen los ojos. Finalmente, con gesto de rendición, Pedernera le pasa la botella. Ella la agarra, agarra también al viejo, lo besa rápidamente, le da un empujón y le tira sentado en el diván, saliendo rápidamente mientras dice) ¡Le aviso a Luisa!
DR. PEDERNERA: (Se levanta, va al teléfono y disca) ¡Hola! ¿Jaime? Habla el patrón. Póngame con la mucama de la señora. ¡Hola! ¿Micaela? ¿Cómo está la señora? ...  ¿Cómo? ...¿Que le bajó la presión y le subió la fiebre? ¿No? ...Ah. Sí. Bajó la fiebre y subió la presión. ¿Ya le dio su remedio? No importa, dele otra vez, pero no tres pastillas de las rojas y una de la verde, sino tres de las verdes y una de la roja. Ah, y la pastilla para dormir, en vez de una, dele dos y si pregunta por mí, dígale que tengo una cena de Directorio. Hasta luego. (Cuelga)
** (De hacia la entrada, aparece José. Es campesino. Lo que se ve en su porte. Su ropa humilde pero limpia. Ha entrado lentamente, vacilante, con el aire desconcertado del hombre de campo entrando en una casa lujosa de la ciudad. Saluda al doctor Pedernera)
DR. PEDERNERA: ¿Y esto? JOSÉ: ¡Buenas noches, señor!
DR. PEDERNERA: Bueno, bueno, bueno. Mi querido arquetipo rural, se equivocó de casa...
JOSÉ: No creo porque ésta es la dirección que me dieron...
DR. PEDERNERA: (Le interrumpe) Mejor dicho, se equivocó de barrio. La calle Amancio González queda allá por Pinozá...
JOSÉ: ¿Y qué voy a hacer yo en la calle Amancio González?
DR. PEDERNERA: Buscar el menú de acuerdo a sus posibilidades económicas.
JOSÉ: Pero, ¿de qué menú me habla usté?
DR. PEDERNERA: E-ró-ti-co.
JOSÉ: Y.. ¿Eso hay aquí?
DR. PEDERNERA: En abundancia.
JOSÉ: ¿Y usté come aquí?
DR. PEDERNERA: No. Más bien me comen a mí. Pero... Ce la víe!
JOSÉ: Bueno, señor, antes que siga hablando en gringo, yo le informo que no vine aquí a comer ni a ser comido.
DR. PEDERNERA: Ah... ya, ya, (Picaresco, le clava un dedo en la barriga) de modo que... ¿Mariposita?
JOSÉ: Mainumby es mi marcante. Pero usted no es flor para mi pico, señor.
DR. PEDERNERA: ¿De modo que un tukecíto por aquí y otro tukecito por allá? Es lo ideal, así uno no se compromete. Pero yo ya no puedo. Me gusta lo fijo y lo seguro. Así que en este asunto ya me recibí de habitué. ¿Sabe usted lo que es un habitué?
JOSÉ: Si quiere hablar conmigo, hable en paraguayo.
DR. PEDERNERA: Quiero decir que tengo el buen hábito de venir a practicar puntualmente mis malos hábitos aquí. ¿Entiende?
JOSÉ: Ni medio. No sé qué pito toca usted aquí.
DR. PEDERNERA: ¡Ningún pito, señor! (se ofende) si me referí a los malos hábitos... bueno... ¡son malos, pero normales!
JOSÉ: Mire, señor. Yo no viajé 300 kilómetros para venir a averiguar si usted es gallo purutué, ayuraperõ o de riña, ni si su hábito es normalmente torcido o anormalmente derecho. De manera que si usté toca algún pito acá, toque de una vez y dígale a Luisa que viene José.
DR. PEDERNERA: Ah... ¿usted es José?
JOSÉ: ¿Y le parece que puedo ser Luisa?
DR. PEDERNERA: ¡Ah... ya ... ya! ^Luisa! Sí, pues. Así que... con Luisa era el asunto. Pero... ¿no le encuentra ya un poco pasadita? Porque si tiene plata, tiene para elegir. (Se interrumpe, porque ha entrado Luisa, que expresa cierta alarma al ver a los dos hombres juntos, y se adelanta rápidamente, abriendo los brazos y diciendo)
LUISA: José... ¡Mi querido José...! Pero yo no te esperaba hoy. (Le abraza y le besa. Mira intencionadamente al Dr. Pedernera) ¡Tenemos tanto que decirnos! (Al Dr. Pedernera) Pocholito, vas a ser buenito y vas a ir a dar las buenas noches a las chicas y después como un buen viejito, ¡te vas a tu casa a dormir!... (continúa)




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