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MARIO HALLEY MORA (+)

  AMOR DE INVIERNO - Obra de MARIO HALLEY MORA - Año 2003


AMOR DE INVIERNO - Obra de MARIO HALLEY MORA - Año 2003

AMOR DE INVIERNO

Obra de MARIO HALLEY MORA.

Colección homenaje – Nº 2.

 

 

Diseño de tapa: ROBERTO GOIRIZ.

MARIO HALLEY MORA

por BERNARDO NERI FARINA.

Comentarios: JOSÉ-LUIS APLEYARD

Editorial EL LECTOR,

Asunción-Paraguay 2003. 164 páginas

 

Versión digital: BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES

 

 

 

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Se ha sostenido siempre que el amor no tiene edad y que puede aparecer con fuerza en cada etapa de la vida. El autor de esta novela se ha sentido siempre atraído por personas que llegan a lo que eufemísticamente se llama tercera edad. Y es así como nos presenta a los protagonistas de la novela con caracteres bien firmes, pero con rasgos en los que prevalece la ternura que en ciertos pasajes llega a la belleza puramente poética.

Esa relación entre dos seres, dentro de un ambiente no muy propicio a reconocer el derecho de amar a quienes han traspasado los límites de una edad establecida por convenciones tan tácitas como falsas, encuentra en Halley Mora el más adecuado narrador de una historia de amor que renueva la sangre y el espíritu de quienes la experimentan. Un amor apacible, con sus pequeñas y pasajeras tormentas, pero puro y liberado de las violentas pasiones juveniles. Una novela que demuestra la intuición del autor para recrear personajes tan sensibles como los de esta hermosa novela que invita a ser leída en más de una ocasión.

 

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MARIO HALLEY MORA (Por BERNARDO NERI FARINA) : Nacido en Coronel Oviedo el 25 de setiembre de 1926, Mario Halley Mora, periodista por esencia, fue uno de los escritores más prolíficos de nuestra literatura y, sin lugar a dudas, el más fecundo de los dramaturgos paraguayos.

Novelista, cuentista y autor de teatro, su legado es inmenso. Su talento, su creatividad y su producción, lo llevaron a ganar el Premio Nacional de Literatura en el año 2001.

Se puede decir que Halley Mora fue un escritor hecho a golpes de lectura. La lectura fue la gran pasión de su vida. Leía con una avidez incontenible, en sesiones torrenciales, lo que le ayudó a superar ampliamente su falta de mayores estudios académicos. Siempre recordaba que siendo aún pequeño, su hermano Gerardo le hizo leer EL ERIAL, de Constancio C. Vigil. Desde aquel momento, vivió ligado a los libros. A tal punto que leer y escribir fueron sus actividades primordiales, el sustento de su espíritu creador.

En los años 50 se inició en el periodismo e incursionó en la radio en calidad de guionista de programas humorísticos como LA PENSIÓN DE ÑA LIGA y posteriormente LA PENSIÓN DE ÑA LOLITA, donde continuó la tarea de verdaderos maestros del género de la dimensión de Néstor Romero Valdovinos.

En 1956, Ernesto Báez, molesto con la crítica que le hizo el periodista Halley Mora a una obra que representó en el teatro Municipal, le retó a que él mismo escribiera otra. Mario aceptó el desafío y así nació la comedia dramática EN BUSCA DE MARÍA. Ése fue el principio de su grandeza dramatúrgica.

Se tornó en un clásico del teatro paraguayo y creó obras referenciales como MAGDALENA SERVÍN, UN TRAJE PARA JESÚS, EL IMPALA, EL ÚLTIMO CAUDILLO, LA NOTICIA, TESTIGO FALSO, INTERROGANTE, UN ROSTRO PARA ANA (incluida por el Ministerio de Cultura de España en la Antología del Teatro Latinoamericano), LA MADAMA, LA MANO DEL HOMBRE y RAMONA QUEBRANTO. Escribió también la zarzuela paraguaya LOMA TARUMA, con música de Florentín Giménez. Entre 1956 y 1990, creó cerca de 60 obras. La mayoría de ellas fue llevada a escena por el más recordado de los actores paraguayos, Ernesto Báez, a quien Mario Halley Mora consideraba un hermano.

Su prodigiosa imaginación y su enorme capacidad narrativa, llevaron inexorablemente a Mario Halley Mora a otros estilos de creación. Así nació el novelista y el cuentista. Su primera novela, LA QUEMA DE JUDAS (1965), fue premiada por el diario La Tribuna. Luego vinieron LOS HOMBRES DE CELINA; CUENTOS, MICROCUENTOS Y ANTICUENTOS; MEMORIA ADENTRO, AMOR DE INVIERNO, MANUSCRITO ALUCINADO (Premio El Lector en 1993), OCHO MUJERES Y LOS DEMÁS, LOS HABITANTES DEL ABISMO, CITA EN EL SAN ROQUE y la autobiografía YO ANDUVE POR AQUÍ.

Tiene una novela inédita, RAÍCES DE LA AURORA, que fuera la base de la película LA SANGRE Y LA SEMILLA, con guión de Augusto Roa Bastos.

La poesía lo tuvo a Mario Halley Mora como un pasajero temporario. El escritor produjo en 1967 el poemario PIEL ADENTRO, con prólogo de Roque Vallejos.

Su asombrosa capacidad de observador lo convirtió en un gran narrador de pequeñas historias que Halley Mora convertía en apasionantes travesías literarias. Sus cuentos breves (algunos brevísimos) son muestra de ello. Por ejemplo EL PERRITO, premiado por la Revue Françaíse de París con el galardón Víctor Hugo. Otro de sus cuentos clásicos es LIBRETA DE ALMACÉN.

Incluso en el periodismo, Halley Mora demostró su talento literario, especialmente a través de aquella memorable columna en la contratapa del diario Patria, llamada COMENTARIO'I, que era como un bálsamo en medio del contenido de ese medio que respondía al régimen de Alfredo Stroessner. Esa sección era como un silencioso refugio para el autor que confesaba que en medio de su trajín creativo, debía aceptar el trabajo periodístico para vivir.

De natural callado y carácter reservado y casi hermético, Mario Halley Mora guardaba en sí una cualidad que parecía impensable al observarlo personalmente: un tremendo sentido del humor. Sobre todo en sus obras de teatro era finamente irónico, sarcástico sin llegar a hiriente y agudo formulador de la tipología del paraguayo.

Por otra parte, sus novelas se caracterizaron por la sagaz descripción de la gente, su inclinación a pintar a las mujeres como protagonistas muy fuertes y por sus retratos urbanos con los que hizo de Asunción, su tan querida ciudad por adopción, casi un personaje omnipresente.

Este insigne creador de nuestras letras fue miembro de la Academia de Historia Militar y de la Academia Hispanoamericana de Letras de Bogotá, Colombia. El gobierno del Paraguay lo galardonó copla Orden Nacional del Mérito por su aporte a la cultura.

Mario Halley Mora falleció en la madrugada del 28 de enero del 2003. Queda en la memoria de todos los paraguayos, su condición de escritor emblemático y fundamental.

 

 

 

BREVE PROEMIO

 

El arte de narrar es un arte inmemorial. Nació con el hombre y morirá con él. Se mantiene como esa vocación innata de toda persona de referir sucesos reales o inventados que logra el interés y la atención del oyente. Cuando el hombre inventó los signos que representan el pensamiento trasmutando en palabras y los fijó, para darles permanencia, en el metal, la piedra, el papiro y el papel, esas narraciones pudieron ser transmitidas a las generaciones sucesivas, pues la perennidad de la letra suplía las fragilidades de la memoria. Fue entonces cuando esa capacidad narrativa fue buscando cauces diferentes, entre las cuales estaba el primigenio de la mera narración en sí, sin aditamentos, y otros en que tales sucesos adquirían características diferentes, pues exigían ser representados por otras personas con el objeto de darles mayor vivencia y emoción.

Este proceso indica que la poesía épica y la poesía dramática tienen un mismo origen, así como también la lírica. En un tiempo llegaron a separarse totalmente, formando compartimientos estancos, como si no tuviesen parentesco entre sí. Los grandes pontífices de las «artes poéticas» así lo habían resuelto y la situación se mantuvo casi inmutable por más de un milenio. Pero la creación no puede vivir entre lindes estrictos e inmutables. Los rebasa y fluye en una forma tal que aquellos cauces aparentemente irreconciliables vuelven a encontrarse y a entremezclarse y a reconocer su común origen que no es otro que la creación humana. Y es así como actualmente ya no puede hablarse con propiedad ni autoridad de géneros literarios estrictos y definitivos, sino sencillamente de comunicación artística por el irreemplazable medio de la palabra.

Valgan estos párrafos anteriores para detenernos en esta nueva obra de Mario Halley Mora, cuyo título «AMOR DE INVIERNO» sintetiza adecuadamente su contenido. Sobre la base de lo expuesto más arriba no podemos clasificar esta obra ni como novela corta, ni como cuento largo, ni como ninguna otra especie literaria pues, de hacerlo, nos desdeciríamos y nos convertiríamos en una suerte de entomólogos que con alfiler en ristre intentásemos clavar la obra dentro del lugar correspondiente. Limitémonos a decir que en estas páginas del conocido escritor el diálogo entre los personajes ocupa muchas de ellas, tal como si fuera una obra de teatro, mientras que en otras, la narración en sí, sin perder su esencia de tal, viene a desempeñar el papel de acotaciones al margen, para ilustrar mejor al lector. No faltan tampoco los soliloquios que permiten adentrarse en el pensamiento de los personajes con mucho mayor hondura que la que podría ofrecer el autor con procedimientos más convencionales. Tales características contribuyen a dar a la obra una agilidad y una frescura muy especiales y a, en cierta manera, paliar algunas aristas un tanto crueles de la acción en sí; crueles, decimos, porque es «amor de invierno» el surgido entre seres que han traspuesto holgadamente los umbrales de lo que hoy llamamos, con trasparente eufemismo, la tercera edad, y un amor en tales circunstancias linda con lo patético y lo desesperanzado.

No queremos detenernos en el desarrollo de la obra, en donde se advierte sin dificultad el oficio del autor tanto en los diálogos como en el juego de encontrar los caracteres. Su larga y fecunda trayectoria copio dramaturgo y como narrador avalan con solvencia los méritos de esta obra que se incorpora con luces propias a la extensa bibliografía de Mario Halley Mora y a las letras paraguayas. Hemos preferido ocuparnos de sus acusados perfiles formales que, a la vez de ser innovación, están encuadrados en una añeja tradición en el arte de narrar.

 

JOSÉ-LUIS APPLEYARD - Asunción, mayo de 1989

 

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

 

** El hombre viejo depositó unas flores ante una tumba, susurró un padrenuestro entre dientes, extrajo un pañuelo del bolsillo y lustró cuidadosamente la litografía de su finada esposa, que parecía mirarlo tristemente desde la pared del panteón. Cumplido el rito caminó por la fúnebre avenida rumbo a la salida. Le llamó la atención una señora vieja que, frente a una suntuosa tumba, hacía lo que no debía hacerse ante ninguna tumba, suntuosa o humilde: maldecía.

** -¿Puedo ayudarle en algo, señora?

** -Sí, vaya y consiga con el Intendente una resolución que prohíba hacer caca en este santo lugar.

** -No me diga que usted...

** -No la hice yo. ¡La pisé, señor mío!

** Se había sentado y con infinito asco y esfuerzos musculares olvidados  trataba de sacarse el zapato mancillado por la humana miseria.

** -¿Me permite...?

** El señor viejo ayudó galantemente a la señora vieja a despojarse del zapato, y se puso a limpiarlo cuidadosamente contra el césped que había invadido una losa olvidada.

** -Es usted muy gentil, señor.

** -Jamás paso de largo ante una dama en apuros -dijo el señor viejo-. Parece que el zapato ya está limpio, aunque todavía huele.

** -Gracias -dijo la señora vieja- y se calzó el zapato.

** El hombre viejo miró el retrato de un caballero de mirada dura tras los cristales del sepulcro, y abajo una leyenda: Jamás te olvidaremos. Tu esposa e hijos.

** -¿Su marido, si no es mucha curiosidad?

** -No, es mi padre. El retrato de al lado es mi madre. Estoy casi sola.

** -¿Viuda con hijos?

** -No, soltera con un hijo. Soy lo que se dice una madre soltera. O, mejor, una abuela soltera.

** -No me cuente si le duele.

** -¿Quién le dijo que me duele? Me hubiera dolido más ser soltera sin hijos. Y hubiera llegado a ser una abuela sin nietos.

** -Me gusta usted, señora. Toma la vida en solfa.

** -Tomarla en serio es muy triste. Me entristece la tristeza. ¿Y usted? Permítame decirlo. Luce usted elegante y distinguido con esos cabellos blancos. Lástima que huele a caca.

** -¿Lo que huele es su zapato, señora!

** -No me contestó la pregunta. ¿Toma la vida en solfa?

** -Hum... diría que no.

** -¿Y qué espera? ¿Espera llegar a morirse con ese porte tieso y pacato?

** -¡No espero morirme de ninguna manera!

** -¿Ochenta años?

** -Hum... setenta y nueve.

** -Ya es hora de que piense en la muerte.

** -¿Y usted piensa en la muerte?

** -¡Sí, por eso tomo la vida en solfa! ¿Casado?

** -Viudo.

** -Con hijos.

** -Con ex hijos.

** -¿Cómo dice?

** -Se fueron todos. Vivo solo. Bueno, es un decir. Hay una dama que...

** -¿Ya, ya, ya, hombres, hombres, hombres!

** -¡Tiene ochenta y cinco años, señora! Se supone que es la encargada de la limpieza y de darme los remedios a hora. No limpia nada y los remedios a la hora se los doy yo. Y no me diga que la eche. Es reliquia de la familia.

** -Y usted ¿Vive sola?

** -Con dos gatos y un perro. Los gatos se llaman Gorbachov y Lenín y el perro Bush. Es como tener un poquito el podrido mundo en casa. A lo lejos se oye un trueno lejano y empieza a oscurecer.

** -Bien aviada voy a estar si me mojo y me agarra la sinusitis. Buenas tardes, caballero.

** -La acompaño.

** El hombre viejo y la mujer vieja caminan por la avenida central. Ella pisa una baldosa floja y trastrabilla. El hombre viejo la sostiene gentilmente del brazo. Ya no la suelta. En el gran portal una anciana increíblemente nariguda le ofrece un lirio caído -de una corona-- al señor viejo.

** -¿Una flor para la señora?

** El hombre viejo le da un billete y ofrece versallescamente la flor a la señora vieja. Ríen a dúo.

** -¡Nos tomó por marido y mujer! -dice ella. Luego lo mira de pies a cabeza y dice: -No me hubiera casado jamás con usted

** -¿Y se puede saber por qué?

** -Habrá sido un joven demasiado solemne.

** -¿Cómo lo sabe?

** -Porque es un viejo demasiado solemne. Yo detesto la solemnidad. Jesús, empieza a llover.

** -No se preocupe. Yo la llevo.

** -¿Me lleva adónde?

** -¡A su casa!

** -¿Cómo?

** -¿En mi coche!

** -¡No me diga que usted maneja!

** -¿Con quién cree que está tratando, con un paralítico?

** -¿Pero maneja de veras?

** -Señora, me siento al volante, arranco, brrrummmmm y empiezo a andar!

** -¿Y cuál es su coche?

** -Aquél.

** -¿El negro?

** -¡El mismo!

** -Por todos los cielos... ¡es un armatoste

** -No ofenda, señora, no ofenda. ¡Es un Buick Dinaflower de ocho cilindros en línea modelo 1949! ¡Es un clásico!

** -En 1949 yo era todavía suficientemente joven como para bailar la pachanga. Si ese coche se fabricó cuando yo bailaba la pachanga, se está cayendo a pedazos.

** -Pero anda. ¿Vamos?

** Corriendo de la lluvia que empieza a arreciar, abordan el enorme automóvil negro. Ella se encoge, como si tuviera frío, o miedo.

** -Tranquila...

** -Es que su coche es lo más parecido que he visto a una carroza fúnebre. Sólo faltan unos candelabros.

** -Muy amable de su parte.

** El hombre viejo imprime velocidad al automóvil por la avenida Mariscal López. La vieja señora se alarma:

** -Oiga, señor mío. Yo ya pasé la edad de volverme loca por los tuercas. Así que más despacito, por favor.

** El hombre viejo aminora, maneja en silencio. Luego pregunta:

** -¿Dónde la llevo?

** -Vivo en General Santos y Pirizal. Dígame, ¿ese volante grandote es de fábrica o la puso usted porque es corto de vista?

** -¡Es de fábrica, señora!

** -Si es corto de vista me bajo, ¡aunque me enoje!

** -¡Leo sin lentes, señora!

** -¡Ay no, coquetería senil no, señor mío!

** -¿Coquetería senil?

** -Mire, se manifiesta en dos formas. Con la vista y con el sexo. «Todavía leo sin lentes» es una forma. Presumir de bajar calzones, otra.

** -Bueno, yo, por lo menos, leo sin lentes. Así que soy sólo medie coqueto. ¿Cuál es la calle Pirizal?

** -En la siguiente esquina. La de portones de hierro.

** El hombre viejo detiene el coche.

** -Bonita casa.

** -Me la regaló mi hijo. Le agradezco mucho, señor...

** -Me llamo Miguel.

** -Yo, Sara. Visítame alguna vez.

** -¿En serio?

** -¿Qué le pasa? ¿Les tiene alergia a los gatos?

** -Es que la idea me atrae. Siento un poquito el peso de la soledad Mis amigos más viejos ya chochean y con los más jóvenes no tenemos los mismos recuerdos. Conclusión, la voy a visitar.

** -Si viene para tomar el té traiga masitas, y si viene a la hora de aperitivo traiga su botella.

** -¡Me rindo ante su hospitalidad!

** -Así soy. Adiós, Miguel. Cuídese, aunque supongo que con ese armatoste no hay peligro en los raudales.

** Miguel, 79 años confesados, ochenta reales, sonríe y parte. Sara, que en 1949 era aún lo suficientemente joven para bailar la pachanga, entro en su casa con un andar de pato apresurado. La lluvia cae intensa y liar en el ambiente un penetrante olor de tierra mojada.

 

 

 

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 EDICIÓN DIGITAL: 

 

AMOR DE INVIERNO

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