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VÍCTOR JACINTO FLECHA

  VOCES QUE NO SE APAGAN - VÍCTOR JACINTO FLECHA


VOCES QUE NO SE APAGAN - VÍCTOR JACINTO FLECHA
VÍCTOR JACINTO FLECHA - VOCES QUE NO SE APAGAN
 
CD 3
 
 
Entrevista realizada por VICTORIO SUÁREZ
 
Palabra viva de grandes escritores paraguayos
 
 
 
 
 

Poeta, periodista y catedrático. Nació en Asunción en 1947. Licenciado en literatura y economía política y doctorado en sociología por el "Institud d' Hautes Etudes de l'Amerique Latirle de l'Uníversite de la Sorbonne Nouvelle, Paris III". Es catedrático en las Universidades Nacional y Católica de Asunción. Por largos años fue miembro del consejo de redacción de la revista de cultura "Alcor", la más notable publicación de su tipo en la segunda mitad del presente siglo en el Paraguay. Es socio fundador de la Sociedad de Escritores del Paraguay, habiéndose desempeñado como miembro fundador del Teatro Popular de Vanguardia, alta cifra de las tablas hacia finales de los años '60. Perseguido por sus ideas y sus principios esencialmente democráticos, durante la dictadura del general Alfredo Stroessner, conoció la cárcel y el destierro. De esta suerte, vivió primero en México y luego en Francia, países donde se dedicó a actividades culturales diversas y a la investigación sociológica. Es autor de tres poemarios: "Poemas de la cárcel" (1966), "La llovizna ardida"(1982) y "De la primavera al largo silencio de la escarcha"(1994); y también de varios libros y ensayos de temática diversa, entre los que destacan "Les poetes latinoamericains devant la guerre civile d'Espagne" (coautor,1986) e "Historia de la transición paraguaya" (1994, en colaboración con Carlos Martini) Su labor corno analista en el diario "Última Hora" de la capital paraguaya lo ha convertido en un referente obligado a la hora de auscultar la no siempre fácil coyuntura política, económica y social que vive el país en la actualidad. Por su trabajo intelectual, en 1997 fue condecorado por el Gobierno Nacional, junto a otros referentes de la cultura paraguaya.

 

 

 

 

 

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VÍCTOR JACINTO FLECHA

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 
 
 

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VÍCTOR JACINTO FLECHA (ASUNCIÓN, 1947)

(8-XI-1992 – ABC)

“LOS ESCRITORES SON LOS GRANDES AUSENTES EN ESTE PROCESO”

Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

( GENERACIÓN DEL 60 - LITERATURA PARAGUAYA )

 

 

• “Aquí el escritor es tomado como irresponsable y bohemio. Somos una sociedad conservadora que cree que el poeta es un tekorei. No hay interés ni se valora la literatura”.

• “Vivimos en una aldea grande, donde la modernidad llega a través de programas televisivos cargados de violencia”.

• “Estamos enmascarados con el tova mokõi, eso nos inhibe. No hacemos nada para ganar el reconocimiento nacional”.

 

Nuestro país, empobrecido tras las confrontaciones bélicas y las revoluciones fratricidas, enfrentó una suerte de marginalidad dentro del contexto latinoamericano.

Estos problemas se sumaron a la ya aguda situación creada por la mediterraneidad y la orfandad. El precario andamiaje fue socavado aún más por una larga y corrupta dictadura. La herencia está a la vista de todos: una gran lentitud para reatar historias perdidas. Vivimos con gran expectativa un tiempo de efervescencia política, donde los que enarbolan las diversas banderas partidarias no han respondido con fórmulas claras respecto a la problemática cultural del país. Hasta ahora muy poco se ha hecho para mejorar la situación. Una anemia corrosiva flota en el ambiente, hay signos reveladores de desencuentros, incomunicación, esperas, vicisitudes e indiferencias. Seguimos en un trance demasiado difícil. Hay búsquedas interminables, avizoramos con cierta esperanza algunas pequeñas cosas; de ahí esta serie de notas que en cierta forma significan tentativas para desnudar las dificultades en nuestra literatura. Esta vez hablamos con Víctor Jacinto Flecha, poeta y sociólogo, exiliado (14 años) durante la vigencia del stronismo. El nos habló sin ningún tipo de actitud escapista. Pus énfasis de manera clara en todo aquello que bajo su óptica representan elementos problematizadores de nuestro atraso. Cabe apuntar que Víctor Jacinto Flecha publicó dos poemarios: Poemas de la Cárcel (1967); Llovizna ardida (1978). En preparación tiene dos obras de carácter político- sociológico: Sociedad y Estado, y otro libro acerca de la Constitución. Otras publicaciones: en un diario local realiza tareas periodísticas como analista político. Tiene un poemario inédito que escribió durante su estadía en París.

 

–No se han dado rupturas realmente importantes en nuestra literatura. Específicamente el campo de la poesía da la impresión de no llamar la atención. ¿Cómo ves la situación?

–Creo, sin embargo, que la poesía es un género más permanente en nuestra historia literaria, aunque no haya producido grande rupturas. La novela y el teatro se han manejado con grandes vacíos de por medio. Después de la guerra del Chaco, Julio Correa da una impresión rupturista. La poesía de 1900 al 1920 parece sostener una imagen de égloga, inclusive Ortiz Guerrero, quien a pesar de su grave tragedia existencial no tradujo en sus obras la desesperación de su experiencia. Parece ser que el tiempo modernista de la poesía taponó la visión de los poetas que aparecen entonces. Con el 40 se restaura el sentido humano y la creatividad se vuelve raigal. De aquel tiempo a esta parte no percibo cambios en cuanto a procedimientos o estilos. Ni siquiera los del 50 logran cambios notables en ese sentido, la guerra civil del 47 no los impactó profundamente. Algunos emigran y los que llegan después no logran planteamientos realmente nuevos. Repito, el gran innovador fue Julio Correa, quien con sus temas populares innovó la estética y retomó el camino ya iniciado por Rafael Barret. Correa con su teatro fue más allá del modernismo novecentista y del nacionalismo ditirámbico en el que triunfan O’Leary, Domínguez y otros. Su gran aporte fue justamente el hecho de haber vivido y reflejado su momento. Eso es meritorio porque nuestra realidad siempre fue un tabú para los escritores, inclusive para algunos comentaristas como Facundo Recalde, quien habló de “roedores del mármol de la patria” ante la aparición de la primera novela realmente trascendente de nuestro país: La Babosa. El pecado de Casaccia fue haber ignorado a la mujer de trenzas floridas que va a buscar agua con su cántaro.

 

–Tu experiencia es más cercana al 70. ¿Qué podés memorar al respecto, llevando en cuenta la praxis política a la que asociaron sus trabajos culturales los que integraron ese grupo?

–En realidad, estuve más cerca de René Dávalos y Nelson Roura. Conste que tenía ciertos contactos con la poesía de Luis María Martínez o Francisco Pérez Maricevich. Lo cierto es que se da una especie de fusión entre lo que yo hacía y lo que manifestaban creativamente Emilio Pérez Chaves, José Carlos Rodríguez. En el 70 la atmósfera de los temas fue relevante, más allá de esa poesía existencial y angustiada que caracterizó al 60. Seguramente nuestra experiencia fue más vital, los elementos de la vida formaron parte de la poesía del 70. Nuestra visión se vio alimentada por grandes acontecimientos que se dieron a nivel internacional: París del 68; los movimientos estudiantiles independientes; la Guerra de Vietnam; la visita de Rockefeller al Paraguay. En esos años, mi primer poemario, Poemas de la Cárcel, significó una metáfora del problema político que vivía el Paraguay. En el fondo nos definíamos en nuestra poesía, los poemas de amor de Emilito dan muestra de un ritmo cargado de efervescencia donde “ser y estar” en el mundo significa la plasmación del tiempo que uno vive. En el fondo no era poesía militante políticamente, no creíamos en eso, yo particularmente ya no tenía interés en esa arbitraria división entre poesía social y poesía intimista, porque con la obra poética uno expresa el mundo y se entremezclan las cosas porque el hombre vive y el medio acciona dentro de su intimidad múltiple. Eso expresábamos en el 70.

 

–Acerca de cómo se cataloga al escritor en su sociedad, ¿qué podés decir?

–En primer lugar, quiero decir que el escritor es tomado como una figura irresponsable y bohemia. Somos una sociedad absolutamente conservadora que cree que el poeta es un tekorei. No hay interés ni se valoran las obras literarias. Hay cuestionamiento social hacia el escritor; es un verdadero tema de encuesta para ver qué connotación se nos da, porque hasta ahora se percibe un rechazo, parece que hay mucho temor, desconfianza. Al margen de esto yo creo que somos incapaces de vivir la aventura del ser, el cuestionar todo y reflexionar para armar valores y una nueva visión del mundo. Hay poca aventura intelectual y el tratamiento de temas tabúes. Recuerdo a Dora Gómez Bueno de Acuña, de quien Walter Rela decía: “Es una mujer que canta al amor como ningún hombre”, ella había salido de los patrones de su época y pagó caro, por la imagen que se tenía de ella. Se pagan muy caro ciertas cosas y eso nos lleva a la predilección por los temas conocidos y no a husmear en lo desconocido. No existe un impacto fundamental, esencial y significativo para cambiar.

 

–En líneas generales, ¿podés argumentar otros factores que provocaron el estancamiento y atraso cultural de nuestro país?

–El stronismo durante su larga permanencia en el poder ha socavado sistemáticamente la expresión cultural, distorsionó la visión del hombre paraguayo e impuso una escuela memorista, con absoluta falta de libertad, de reflexión, de investigación. Fue un esquema verticalista donde se enseñó al niño a ser siempre receptáculo de lo que el maestro hacía. “La verdad” era el libro, lo que decía el programa era “la verdad”, nadie cuestionaba, eso muestra el escaso ejercicio de la imaginación. No olvidemos nuestro encierro natural, geográfico, somos una “isla rodeada de tierra” como dice Roa; somos “un pozo” como señala Colombino. Nos cuesta hoy entender ciertas cosas. Somos una aldea grande y la modernidad nos llega a través de programas televisivos cargados de violencia. En materia cultural estamos tan alejados respecto a lo que se produce en el mundo. No hay libros, no hay bibliotecas, las universidades parecen escuelitas nocturnas, no se crea conocimiento, no se enseña a reflexionar, no se investiga.

 

–Estás diciendo que no existe rigurosidad en nada. Se trata de una cuestión sumamente grave y lamentable. Eso nos resta canales para trascender.

–No existe rigurosidad ni crítica, en el buen sentido de la palabra; si bien hay críticos –y algunos pueden ser interesantes–, la crítica como corpus no existe. Respecto a los canales, tampoco existen, por eso tenemos tan poca trascendencia a nivel nacional e internacional. En nuestro país no hay valoración al trabajo creativo; no hay promoción ni estudios. Repito, falta trabajo con hermenéutica científica para ver la realidad. Aquí todo queda en una reunión de amigos, o en algún lanzamiento de libro, donde lo único que se dice: “Me gustó, no me gustó” y nada más. Son problemas que distancian al autor de su hábitat, la exploración es nula.

 

–¿Qué podés decir acerca de nuestra producción poética contemporánea? ¿Cómo abrir las compuertas para que nuestra literatura sobrepase las barreras de incomunicación?

–A pesar de todo, el Paraguay produjo en el género poético excelentes poetas como José Luis Appleyard, Mazó, Gómez Sanjurjo, Jacobo Rauskin. En el Paraguay los escritores no son promocionados. Es una pena que hasta hoy no se tenga un estudio serio acerca de la excelente producción de doña Josefina Plá. En relación a “las compuertas” para abrir un contacto permanente, creo que se trata de un tema sumamente complejo, tiene conexión con la educación, fomento del libro, casas de cultura; en cada pueblo faltan espacios de cultura, esto debería encararse entre sociedad civil seguramente con el Estado. La incomunicación sigue siendo grave. En mis recorridos por ciudades del interior he observado cómo la gente joven está interesada en llevar adelante tareas de nivel artístico-cultural. Se trata de un gran desafío para la intelectualidad paraguaya, más aún en este proceso en que emergen deseos enormes de participación, hace falta comunicación entre los escritores y su comunidad. Hasta ahora hay muy pocas opciones culturales para llegar a la gente, faltan medios de que fluyan naturalmente y en forma didáctica.

 

–Se habla de repeticiones, carencia de rupturas, etc., ¿hacia dónde transitan actualmente los poetas? ¿Cómo se insertan los productores culturales en el actual proceso?

–Es una cuestión muy compleja, especialmente entre el 70/80, se da el cambio de valores, donde la ética humana se transforma en una búsqueda total de riqueza. Hay un cambio de valores porque la Constitución produjo eso, la poesía no ocupó allí su lugar, no expresó ese momento. Hasta hoy no conozco poetas que hayan tocado los cambios sociales de aquella época. Para mí, particularmente, faltó esa experiencia de raíz; se trató de retratar algo, pero de manera postiza. Aquello fue grave, porque nos llevó a carecer de una poesía que realmente exprese el tiempo. En este período de cambios el reacomodamiento es muy difícil, la misma transición muestra facetas conflictivas. Es probable que el momento incida para una carencia de nuevos recursos; en el fondo se da una ruptura con el viejo sistema –aunque no sean cambios considerables– y aparecen ciertas búsquedas. Si vamos al grano, podemos decir que estamos escarbando aún desde los viejos años del coloniaje; conste que en la literatura se dio algo interesante con la aparición de Hérib Campos Cervera, poeta de amplia gama existencial. No olvido a doña Josefina Plá, quien de manera desesperada se aferra a nuestro ser nacional –siendo extranjera–; increíblemente ella logra ser universal, reflejando las angustias del Paraguay. Nuestro grave problema es la falta de reflejo temporal en la poesía. Ni aquellos poetas que vienen del campo logran plasmar los hechos en sus producciones literarias. Me gustaría hacer al respecto un análisis de texto y contexto. Un análisis riguroso, científico, analítico, probablemente nos llevará a una conclusión más certera. Llama la atención el no verse, el hombre y su máscara. Hérib había escrito en una carta que el hombre se desnuda solo frente al amor y la creación. Esa es una forma de sacarse la careta. Hemos vivido enmascarados por tanto tiempo con el famoso “tova mokõi”, eso nos inhibe mostrar en la poesía algunos objetos poéticos que no podemos denudar. En este período de transición algunos sectores han aprovechado el espacio de libertad para producir coloquios, pero en la literatura no se ha hecho siquiera eso; es decir, no se ha hecho absolutamente nada, ni siquiera se han analizado autores, o la propia herramienta. Ni la Sociedad Paragua ya de Escritores ni el Pen Club se han empeñado en la tarea de reflexionar acerca de nuestra realidad. Creo que puede venir un gran cambio cuando comencemos a deliberar acerca de ciertas cosas que nos conciernen.

 

–¿Se puede decir que en este proceso los escritores paraguayos no cuenta para nada, no protagonizan absolutamente nada?

–Diría yo que los escritores son los grandes ausentes; en época de la dictadura la producción cultural jugó un papel dentro de la resistencia, dio elementos críticos, libros, a pesar de que la palabra cultura erizaba a la gente y era subversiva. Notablemente tras la caída de la dictadura los productores culturales están ausentes, especialmente los poetas y escritores, no así intelectuales de otras ramas como la sociología o las ciencias políticas. Es que somos isla –vuelvo a repetir a Roa– y vivimos en tribu. Como el espacio es pequeño, tenemos espíritu de aldea, se busca el reconocimiento internacional y se odia a los que consiguen la gloria. Aquí se busca todos los descalificativos posibles, y no se hace absolutamente nada para ganar el reconocimiento nacional. Los escritores deberían luchar por sus reivindicaciones. No existe sentido de corpus en la intelectualidad. Existe sí un canibalismo terrible que descalifica todo. Parece que todo el mundo se considera muy especial y lo que hace es esperar en sus casas.

 

–¿Se trata de abulia o automarginación?

–Creo que la cuestión está relacionada con la incapacidad de ser realmente intelectual. Ser intelectual supone muchas cosas. Supone una formación, una lectura profunda, y ser la conciencia crítica de la sociedad, conocer las herramientas que se utilizan para el trabajo. Es allí donde hay temor del intelectual por falta –muchas veces– de solidez en su formación. En el caso paraguayo, puedo decir que entre los pocos que cumplen con el requisito del ser intelectual está doña Josefina Plá, quien increíblemente traspasó la cultura nacional en medio siglo, es una heroína porque trabajó en condiciones realmente heroicas, sin temor a la pobreza. Aquí la mayoría somos intelectuales de fines de semana. No nos dedicamos a producir todos los días. Eso sí es una verdadera tradición en nuestro país.

 
 
 
 
 
 

LA MEMORIA DEL AGUA

Poesía de VÍCTOR JACINTO FLECHA

 

El agua

Soñoliento murmullo de paz o torrente atronador

Deja rastro en el mármol

En la arena que arrastra

En el tumulto de hojas que la besa

En el pez que la habita

En el pájaro que la observa

En el cielo que refleja

El agua cimienta su memoria en el devenir de las cosas

 

 

El agua

En el fluir de su vida

Construye recovecos

En el que sosiega su palpitante corazón de tierna agua

 

 

Acaricia la tierra

Horada a la piedra

Dándole forma de sinuosa cadera de árbol

Y ve con sorpresa

El reflejo de sí misma

En los ojos del venado

Que atentamente mira la desnudez del tiempo

Al otear la membrana del viento

 

 

El agua

Traspasa el tiempo

Hiere el cuarzo a su paso

Se despereza en las ondulaciones y cae en un torbellino

sin fin en las cascadas

Para calmarse en las planicies que corre

 

 

El agua al deslizarse

Deja rastros en las cosas

Y es configurada por las cosas

Como si fuera el mismo corazón

agua y cosas

Agua construida que al deslizarse arrastra su memoria

 


¿Con que riqueza de recuerdos llega el agua al lago o al mar que la recoge?

 

Fuente: 25 AÑOS DE LA SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY

Editorial SERVILIBRO. Asunción – Paraguay, Agosto, 2013 (180 páginas)

 
 
 
 
 
 

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