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RENÉE FERRER

  POEMAS DE LA DESOLACIÓN Y LA ESPERANZA, 2011 - Poesías de RENÉE FERRER


POEMAS DE LA DESOLACIÓN Y LA ESPERANZA, 2011 - Poesías de  RENÉE FERRER

POEMAS DE LA DESOLACIÓN Y LA ESPERANZA

Poesías de  RENÉE FERRER

 

Secretaria Ejecutiva: Avenida República y Chile

 Telefax 443 094

Dirección Editorial: Vidalia Sánchez

Diseño de tapa: Carolina Falcone

Diseño gráfico: Mirta Roa

Edición al cuidado de la autora

© SERVILIBRO

Pabellón "Serafina Dávalos"

25 de mayo y México - Plaza Uruguaya

 Telefax: (595 21) 444 770

E-mail: servilibro@gmail.com

página web: www.servilibro.com.py

Asunción, Paraguay

1 ° edición SERVILIBRO

Asunción, diciembre de 2011(216 páginas)

Hecho el depósito que marca la Ley Ni 1328/98

Reservados todos los derechos

Impreso en Paraguay

 

 

POEMAS DE LA DESOLACIÓN Y LA ESPERANZA

 

RENÉE FERRER

 

 

PREFACIO

 

         A lo largo de este año hemos vivido intensamente la recordación del Bicentenario de la Independencia del Paraguay, de cuyos festejos todos los habitantes participamos de una u otra manera, con un sentido de pertenencia, que pocas veces se da fuera de las situaciones límites.

         Esta sensación de ser parte entrañable de un pueblo, me hizo pensar en mi país y la literatura. Y en la poderosa intensidad con que el sitio donde nacemos y estrenamos la vida, influye en la sensibilidad del artista y en la creación del poeta. Nuestra historia está amojonada por sucesos trágicos y temporadas infernales; de entre ellos tres han dejado huellas en mi poesía: Desde el cañadón de la memoria, pensado en ocasión del cincuentenario del inicio de la Guerra del Chaco; Viaje a destiempo, iniciado al término de la dictadura de Alfredo Stroessner; y Las cruces del olvido, escrito "en el nombre del Marzo paraguayo", luego de la nefasta masacre en la plaza del Congreso, hoy Centro Cultural de la República El Cabildo. Cuando Margarita Morselli me preguntó si tenía algún libro que se refiriera a nuestra historia, para ser publicado en ocasión del Bicentenario patrio, pensé que estos tres poemarios podían reunirse en un volumen que hiciera honor a la fecha que estamos viviendo, porque, además de tocar temas de entrañable valor histórico, tienen un eje semántico común, cual es la desolación y la esperanza, ambos sentimientos presentes en los actores y testigos de semejantes tragedias.

         Porque el poeta es un testigo de su tiempo y de su historia nació el libro Poemas de la desolación y la esperanza, en un intento de conmemorar desde la palabra estos dos siglos de vida independiente.

 

         Renée Ferrer

 

 

 

DESDE EL CAÑADÓN DE LA MEMORIA

(1982)

 

 

         A los que quedaron,

         a los que volvieron,

         y en especial a la memoria

         del Tte. Primero Luis Estragó Trías

 

 

PRÓLOGO

 

         El tema de la Guerra del Chaco ha ido escasa y débilmente tratado en la literatura paraguaya de creación. Los estudiosos atribuyen esta carencia al factor compensatorio de la victoria del ejército-pueblo paraguayo (y aquí me niego a entrar en la polémica de si ganamos la guerra o perdimos territorio). La otra característica propia a nuestra cultura -con razón también evocada- es la falta de tradición en lo que concierne a la dimensión imaginaria. Y por el contrario, la inflación textual en el dominio de la historiografía, crónicas y memorias, fenómeno que también se constata a propósito de la contienda chaqueña.

         Es por ello que resulta tanto más interesante el libro de Renée Ferrer, Desde el cañadón de la memoria. Se puede decir que el mismo equivale, en el dominio poético, al tratamiento que del tema hace Augusto Roa Bastos en Hijo de hombre, en lo que respecta a la producción narrativa. Es decir, proyectarlo a un nivel de transposición estética en el que la elaboración del significante trastrueca proteicamente los datos de la "realidad" histórica, sin que por ello sufra el contenido de la "verdad" emocional, de la verosimilitud textual. Que son niveles esenciales de la escritura en la producción imaginativa, cuando se trata de un tema como el abordado.

         El distanciamiento, temporal y de experiencia, de la autora con respecto a la circunstancia histórica evocada le permite conseguir las variantes semánticas, los matices diversos, múltiples con que encara esa transposición. El sugestivo título está ya dando cuenta de esa proyección, de esa refracción en el verbo. Y la reelaboración literaria del significado nos llega en el eco multiplicado con que la poesía sabe restituir su fluidez a la realidad. De pronto su voz se consterna ante el hecho trascendental de la crueldad inútil de las guerras, que reduce a todos los hombres a la misma cifra del destino:

         "El soldado que esparce sus pedazos/ en la antesala del silencio/ es siempre el mismo" ("Guerras"). Es esa tónica reflexiva, grave, desolada o dolorida la que se mantiene en la primera parte del poemario ("Circunstancia", "Por qué"). A partir de "Despedida" ("mirada interminable/ abarcando las costas que se alejan"), son las situaciones circunstanciales, los lugares u objetos ("Trinchera", "Agua", "Noticia", "Caramañola"), o los personajes cargados con los signos del destino trágico o heroico ("Caídos", "Choferes", "Enemigos", "Arcángel", "Aguateros") los que ocupan el redondel de la luz poética. Para cerrarse sobre las consecuencias y los despojos de la cruenta representación ("Desde aquí", "Ex combatiente"). El balance del absurdo naufragio está dolorosamente rematado en el último poema, "Paz":

         "Ya no tiene sentido

         ni la angustia,

         ni la espera ensombrecida de la aurora,

         o el miedo,

         o el coraje...

         Solo duelen las almas asomadas

         al brocal insondable de la ausencia..."

 

         Renée Ferrer nos conduce en este deambular alucinado "entre las cruces del silencio", "por cañada y sendero/ por trinchera y ocaso..." con el paso seguro de una palabra constelada de imágenes de refractada emoción, cargada de símbolos evocadores, nostálgicos, devastados o tristes, que sigue de cerca el ritmo del "tiempo irremediable" en que quedaron "los huesos solitarios/ lamidos por la noche..." Porque el distanciamiento señalado no implica, en absoluto, indiferencia ante la tragedia compartida sombra que vivió su pueblo. La autora vibra al recomponer, "desde el cañadón de la memoria", el tejido doloroso de esa experiencia histórica. Su voz se encrespa de ira impotente, de orgullo solidario, se prosterna en dolida, en fraterna projimidad, despliega su estandarte "con relente de angustia", con "un frescor de lapacho", con "un incendio de alondras sobre el curso del alba". Por encima de ese "trágico desvelo/ en los acantilados del silencio", que es la guerra fratricida, hay una respuesta de esperanza compendiada en el díptico de su poema clave "Por qué":

         "...el faro del ayer encanecido

         en la rada del tiempo nos aguarda."

 

         Hay aquí una evidente apuesta de futuro, en la que la poesía propone una continuidad entre un pasado herido y un proyecto que nos aguarda, como un desafío, "en la rada del tiempo". La voz acendrada de Renée Ferrer, que sabe trascender la anécdota, refringir plurívoca y apasionadamente la realidad histórica, es al mismo tiempo una respuesta a ese reto. Y esto porque la poesía que por esencia manifiesta la palabra de la colectividad, es capaz, como el pueblo, de superar las más sombrías calamidades, llámense guerras, pestes o dictaduras. Es lo que hace este intenso, este fulgurante poemario, Desde el cañadón de la memoria", que en cierta manera, una memoria de futuro.

 

         Rubén Bareiro Saguier

         París, enero de 1984

 

 

         GUERRAS

 

No importa que las guerras tengan nombre

siempre serán un llanto

y un silencio,

un trágico desvelo

en los acantilados de la muerte.

 

Las aves agoreras beberán en los huesos

traspasados de viento

un sabor de abandono,

y partirá aún doliente

su vuelo fugitivo

hacia el tajo insaciable de la ausencia.

 

Se volverán los páramos albergue

de un pulso coagulado,

un alboroto en sombras,

y tendrán los crepúsculos

la calcárea tristeza del astro taciturno.

 

No importa que las guerras tengan nombre

y un lugar en el tiempo.

El soldado que esparce sus pedazos

en la antesala del silencio

es siempre el mismo.

 

 

         CIRCUNSTANCIA

 

El hombre es pasajero de la aurora,

sereno timonel entre los astros,

caminante de un minuto demorado.

 

Va talando las horas en la huella

donde los sueños cantan

o se asfixia la sangre.

 

En la grieta del pulso se derrama

un tropel de congojas que perturba

la mansedumbre del remanso.

 

Todo cambia de pronto,

todo cambia.

Es un hombre varado entre los hombres

formando una miríada de alientos simultáneos,

un follaje de arterias tras el llanto

en la encrucijada de la violencia.

 

Todo cambia de pronto,

todo cambia.

 

Se reclina a lo lejos el sol acongojado

y en la distancia tirita cabizbajo

un hálito de sombras.

 

 

         POR QUÉ?

 

Hay preguntas que solo se develan

bajo un claro de estrellas entornadas,

preguntas que trastornan

el brillo inaccesible de las constelaciones.

 

Somos los caminantes de un lucero

signado por un surco visionario.

Habitante de un redil

donde clarea un relente de angustia.

Coordenada indeleble

de vastas lejanías orográficas

en constante garúa de hora y ansia.

 

Un frescor de lapacho nos cobija

la espesura del alma;

el faro del ayer encanecido

en la rada del tiempo nos aguarda.

 

Las aves de la aurora se desbandan

cuando esparce la tierra sus andrajos

en desorden de sombras,

y un tórrido aguacero

anega la hendidura

en la quebrada insomne del misterio.

 

No quisimos el charco de amapolas ultrajadas,

un incendio de alondras sobre el curso del alba,

simplemente,

horadado nuestro suelo

le devolvimos su leche de guarania.

 

 

         DESPEDIDA

 

Mirada interminable

abarcando las costas que se alejan.

 

Espuma taciturna

rompiendo quedamente

el minuto suspenso.

 

Adormida en los aires

se estanca la euforia primigenia,

el adiós largamente demorado.

 

Un tumulto de alientos se acurruca

en el corredor de la conciencia,

en tanto que la imagen chorrea débilmente

su tristeza a lo lejos.

 

Mil palomas se agitan

sobre una multitud esclava

del silencio.

Se aferra la congoja al horizonte

con la dulce nostalgia

de todo cuanto ha sido.

 

Grietas desconocidas tiritan en el aire

inundado de nombres,

y ante los arrebatos del destino

un desvalido asombro

se aglutina en la garganta.

 

 

         TRINCHERA

 

Yacija donde rompe un oleaje de espera

y se anega el recuerdo maniatado.

Deambula la nostalgia

con la triste faena

de adormecer cenizas

en la opaca longitud de sus entrañas.

 

Fue un albergue sonámbulo

en las esquinas del verano,

mantel para un banquete taciturno

en los pozos del alba,

alcoba de un insomnio trastornado.

 

Del coraje rondando en un desierto

de lunas fugitivas

cobijó el sollozo mutilado,

el sudor acampado

en los harapos de la aurora.

 

En su cauce sin nombre

quedó el adiós definitivo

de los peregrinos de la muerte;

candiles permanentes

de un tembladeral abandonado.

 

En los estanques del péndulo

sus senos de telúrico silencio

amamantaron una estirpe

cautiva del destino.

 

 

 

 

VIAJE A DESTIEMPO

(1989)

 

         Para los torturados

         y desaparecidos durante la dictadura

 

 

PALABRAS DE LA AUTORA

 

         Viaje a destiempo es, como reza su nombre, una meditación fuera de tiempo; un internarse en las circunstancias que ensombrecieron esta treintena de silencio que acaba de terminar, cuando estas empezaron a revelarse con su multiplicidad aterradora.

         La condición primaria del poeta es mantener tenso el arco de su autenticidad, y solo puede hacerlo cuando se siente atravesado íntimamente por los hechos propios o ajenos. Sé muy bien que ningún poema tendrá nunca el poder de rescatar una vida o restañar el dolor de una ausencia, pero siento que debo dar testimonio de aquello que quedó resonando en mi interior.

         Nada personal me ha movido a escribir este libro, salvo la secreta culpa de una indiferencia o desconocimiento compartidos, y el duelo que tanta tortura y tantas tumbas sin cruz provocaron en mi espíritu una vez develadas.

         En este momento de nuestra existencia comunitaria, cuando cada quien se apronta a cumplir su tarea específica, el poeta se levanta también para oficiar los ritos de su propia liturgia, hablando por aquellos que se quedaron sin voz.

         Renée Ferrer

         Mayo de 1989

 

 

 

         I

 

Me sumerjo en las aguas verdinegras de un lago

en busca de la tierra sin mal.

Se desnudan las luces en la otra orilla de mis ojos.

Luces en las lomadas

donde se apaciguan los naranjos.

Alguien borda un tapiz de candiles del otro lado

de la noche mientras crece la luna.

 

Mientras crece la luna los pasos de la tarde

chapotean

sobre un surco que horada la memoria.

Y en las piernas,

el abrazo de los camalotes como mordaza

empecinada.

 

El agua me sube desde los tobillos hacia adentro,

hacia el conocimiento total de lo intuido,

hacia las imágenes que derrumba la tarde.

 

Negras ramas abiertas como ávidas manos estiran

su desolación

más allá de la lámina espejada del agua.

Una sábana de plata arropa el sueño de la tierra,

y detrás,

un parpadeo de vigilias distantes por todas partes.

 

Me demoro en las aguas verdinegras de un lago

bordeando el malezal,

la leve hinchazón de la espuma,

el péndulo entre lo incierto y la certeza,

en busca de la tierra sin mal.

 

 

         II

 

Negra noche

alta negrura

negra alta muda larga noche sin alba.

Todo lo envuelves,

lo envolviste,

lo has cubierto con tu luto implacable.

Sobre giros dispersos

buitres negros.

 

La aurora,

olvidada de clarear

se ahorca en sus giros lentos.

Olor a herrumbre,

a coágulo,

olor a grito con herrumbre coagulado.

Voz desmigajada de la voz

flotando,

retorciéndose,

hundiéndose en el agua,

yéndose

hacia el horizonte llamarada

donde mis ojos se sientan frente al crepúsculo.

 

Se agranda el agua en mi ser:

Se agranda dentro de su larva de silencio.

Me rodea,

me asedia.

Continúo.

Algas ataduras en los pies

me recuerdan

la grieta de un adiós detrás de un muro.

 

 

La aberración de mi andar

abre y cierra pozos en el agua.

Se recluye el cansancio en su cáliz de barro.

Peces yertos,

légamo,

ojos abiertos, boquiquietos.

No se pueden cerrar:

Están muertos.

 

Ya no hay estrellas.

Solo los ojos de la intemperie nos asombran

desde el telón constelado.

¿Dónde están las estrellas viejas como los versos?

¿Nuevas como la rajadura de la noche?

 

Esperanza, esperanza

en la hendidura.

Me duele el agua en la piel,

el frío que tirita en mi cuerpo,

el temor -viaje- absurdo

de que nunca amanezca.

 

 

         III

 

El espectro de mi obstinación

deambula

por el fondo del lago.

De ida hacia el recuento

el horizonte

nos mira de espaldas.

Mis plantas suenan en la orilla

como las alas de un ave

que alguien revienta.

 

Troncos de sonido,

en hilera,

a lo lejos.

Árboles de una selva que solloza.

Desenvainada de las gargantas

la voz

penetra en las sienes

para plantar la herida.

 

¿Dónde gimen los muertos,

dónde, dónde?

Cuartos anónimos,

cerrojo,

picalátigo,

puño sangre,

o alguna picada donde el estampido recto da

en el blanco.

 

La vida desangrándose

en el semicírculo de la mirada.

Un sordo destemplado

bajo alto

casi mudo lamento

resuena en el semicírculo de la mirada.

 

El susurro del monte se interrumpe

desmenuzado

bajo dentro sobre el agua.

Está aquí,

rodeándome,

sobre el atardecer,

bajo el reposo.

Todo está perfilado por el reposo de la noche.

 

Bajo la túnica de la luna

se levantan

los cilíndricos salmos de la desdicha.

Una hogaza de gritos

aumenta y retrocede,

disminuye y avanza

con su remembranza de cicatriz sobre la lengua.

 

Late un bosque de quejas al descender la noche.

Se ha echado a crecer

como un pan liberado.

Un clamor a destiempo en sus ramas afónicas.

 

 

         IV

 

Cuando el hacha raja el arco sonoro de la canción;

cuando sazona la pólvora los suntuosos sabores

de la promesa;

cuando el candado es capaz de estrangular la

respiración del ramaje;

cuando se lapida el perfume

y se abandonan los cuerpos a merced de las lluvias,

entonces,

el alma

se recoge en un cántaro

a beber su destierro.

 

 

         V

 

¡Oh, treintenaria noche,

no acabas de amanecer!

El duelo de tus estrellas

imparte aún

su maldición postrera.

Luz negra y ciegamente vaciada.

Ni derribada

la sombra

se liberan las mortajas.

 

Un pájaro de ácido sobrevuela los años.

Ruego y ácido

sus alas de quebranto.

En la primera plana de los periódicos

la putrefacción con pestañas.

Y a pesar de

y no obstante

y desde luego,

una porfiada esperanza

asomando sus nervaduras incipientes.

 

Rojas gotas en el centro de las pupilas.

Densas como plomo rojo

caen

desde el vértice puñal de las pupilas

sobre las cuantiosas palabras.

 

¡Oh, treintenaria noche,

cómo pesa

tu bóveda de navajas al filo de la aurora!

Todo es opaco en los trascuartos del inventario,

dolo,

herida,

cicatriz,

recuerdo.

 

 

 

 

LAS CRUCES DEL OLVIDO

(2001)

 

         En el nombre del

         “Marzo paraguayo”

 

 

PALABRAS DE LA AUTORA

 

         Se ha dicho muchas veces que el poeta es un testigo de su tiempo. Aún en el caso de aquellos que abrazan la poesía como expresión del sentimiento íntimo o la búsqueda exclusiva de la estética, no se puede ignorar que las coordenadas de lugar y época en las que transcurre su existencia imprimen un sello peculiar a la obra. El poeta escribe sobre aquello que sacude hasta la raíz sus fibras más recónditas.

         El amor, la muerte, el tiempo, la soledad son temas inevitablemente frecuentados, a través de los cuales explora su propia emoción o ingresa al territorio de los grandes interrogantes; sin embargo, no es extraño que trascienda su interioridad para mirar a los otros, asumiendo como propia la desdicha o la dicha de los demás, actuando como caja de resonancia del drama humano, con sus atroces o sublimes consecuencias.

         Y terribles fueron los acontecimientos del "Marzo paraguayo", donde la indignación y la utopía de todo un pueblo presenció la consumación de un desgraciado y perverso desenlace. No voy a reiterar en estas líneas lo que se leerá en los poemas que siguen, pero sí confesarles que el impacto de tamaña tragedia me apartó mucho tiempo del papel, por considerarla demasiado sagrada como para ensayar siquiera una palabra.

         La idea, sin embargo, me rondaba. ¿Cómo acercarse a escribir tan solo un verso sobre las tumbas sin profanarlas? ¿Cómo impregnar el discurso poético del dolor de la ausencia, extrayendo de las canteras del desconsuelo el verbo exacto?

         ¿Hasta qué punto es posible manifestar la verdadera reverencia buscando con afán una metáfora? Las respuestas son diversas, aunque el desafío permanezca idéntico.

         Entonces se invierten las preguntas. ¿Es posible callar cuando desde lo más profundo del ser la repulsa nos conmina a decir lo que nos duele? ¿Es válido silenciar la condena para evitar el riesgo de las calificaciones?

         Cuando un tema lo convoca, el poeta acude a la cita. Atendiendo a ese reclamo, inicié la escritura de Las cruces del olvido, en el nombre del "Marzo paraguayo". Me acerqué a los que se fueron y a los que quedaron con humildad, sabiendo que la palabra no reemplaza la vida, solamente la honra; no aminora la tristeza, aunque afirma la certeza de que aquella inmolación fue el escudo contra el cual se estrellaron los días tenebrosos de un futuro que pudo ser parte de la historia. Que estos poemas permanezcan como pabilos encendidos en la memoria colectiva.

         Renée Ferrer

 

 

 

         V

 

La otra tarde leí

que el hombre

es un ser para la muerte

pero la muerte inútil

me subleva

 

no hay muerte

que carezca de una causa

prendida

al cósmico engranaje

indescifrable

 

y no me vengan

con la historia

de que soy

un ser para la muerte

 

acepto que este cuerpo

alimente a la muerte

mis uñas

mis cabellos

mis ansias enlutadas

 

que la aorta golpee

las puertas del desánimo

convertida en gusano

 

consiento

en existir para la muerte

que viene de otras muertes

celebrando la vida

 

pero

no me vengan a decir

que todo se acaba

con la tumba

como se cierra

un paraguas

que no se necesita

 

eternamente

anclado en la condena

destinado a la dicha

o disuelto en la nada

 

como un barco sin remos

en playas sentenciadas

 

¿entonces   

los raudales del amor

la entrega

los delirios

las fogatas que avivan

la raíz luminosa

de todo cuanto he sido

serán lápida gris

marchitas azucenas

tereré o mate amargo

en tardes de domingo?

no

que no me cuenten

ese cuento

 

yo creo firmemente

lo contrario

que el hombre

es un ser para la vida

un tenaz peregrino

que avanza hacia la luz

 

 

         VI

 

no me digas Renée

que volverás a hablarnos

de las estrellas

 

ahora

que ocho espectros gatean

entre los remolinos

de papeles sucios

y el aliento consolador

de los perros

 

ahora

que la lluvia

(de palabras hueras ¿dijiste?)

 

abatió los pabilos encendidos

para oficiar

el santo requisito de la memoria

en la esquina

de aquel marzo irreversible

 

los días transcurren

mientras tanto

entre deliberaciones

y decretos inservibles

inservibles también

como mi muerte

 

no te afanes en decirme

que la conciencia sobrevive

a cara descubierta

en el pastizal

de las estrellas

 

todos sabemos que se oculta

en el cuarto del fondo

donde se arrumban

los testigos molestos

ante la mirada cómplice del silencio

 

no

por favor

nada de órbita azul

ni pulsación del universo

 

solo quiero la verdad

para mi tierra

la desnuda verdad

para mi ausencia

 

 

         VII

 

¿y aquella manzana

de cáscara resplandeciente

que deslumbró

la borra inquisitiva de los ojos

con su llamado a imaginaria

desde el territorio del futuro?

 

dime

si lo sabes

¿dónde está?

 

¿y las semillas

como gotas de luz

escondidas

invitando a bailar a la esperanza

en la pista de la vigilia

antes de que enloqueciera

la noche?

 

¿no viste

por si acaso

dónde están?

 

¿y las cavilaciones de la pulpa

en concilio de zumos

y fragancia

incitando a la cólera a tramontar

el lodazal del asco

y la vergüenza?

 

cuando

estoy

por tocarlas

ya no están

 

su imagen

se diluye en una rama incierta

como quimeras que se desmoronan

y

en la tierra

una partida de gusanos

se ensaña sobre los cuerpos

devorando

las últimas reverberaciones

del espejismo

 

 

 

         VIII

 

un pájaro surca el aire

con el trazo fugaz

de su inocencia

 

en sus ojos

-carbón disuelto en lágrimas-

se refleja

un oscuro resplandor

que asusta el viento

con su detonación intermitente

 

¿qué sucede

allá abajo?

se pregunta

las voces van izando

una escalera

por donde suben y bajan

las protestas

 

la indignación es una flor austera

salpicando sus alas con urgencia

y

una escarapela bermeja

en la pechera

¿qué ensordece

las notas

de su canto?

un seco salivazo se reitera

en los entretelones

de la noche

inmóvil su corazón viajero

 

desde la multitud

alguien levanta en andas

el estandarte de algún cuerpo

la garganta plural

se ha vuelto unánime

 

en su pico se estanca

un sorbo de silencio

 

 

 

         XIX

 

quisiera acercarme

hasta tus lágrimas

desde esta dimensión

que me aprisiona

 

a rozarte la cara

con las manos

consolando el ardor

de tus mejillas

 

¿cómo entender

que un cuarto de la casa

esté vacío?

 

sitiado de inmensidad

y tan distante

me lastima

el demorado arrastre

de tus pasos en vela

el acero de las inquisiciones

sin respuestas

 

mi frente extraña la frente

donde encender los besos

 

quisiera llevarte

de la mano de Dios

hacia la calma

con palabras sencillas

explicarte

que la muerte es un portal

que se abre

a los campos celestes

donde pastorean los espíritus

 

si pudiera tocarte

como antaño

 

sí,

si pudiera llegarme

hasta tu lado

a dejar

en tus párpados dormidos

el saludo de las buenas noches

y decirte que estoy bien

que lo aceptes

como se aceptan las cosas

sin remedio

 

puedo entender que un hijo

se me muera de repente

que inconsciente de amor

o de cerveza

embista una columna

antes del alba

que se enferme de sida

o se suicide

pero no me pidan que acepte

verlo muerto

en las trampas de un sueño

 

a no llores

mamá

que me hace falta

el relámpago de tus dientes

para seguir viviendo

 


 

ÍNDICE

Prefacio

 

DESDE EL CAÑADÓN DE LA MEMORIA

Prólogo

Guerras

Circunstancia

¿Por qué?

Despedida

Trinchera

Caídos

Agua

Noticia

Caramañola

Choferes

Enemigos

Arcángel

Aguateros

Ex combatiente

Paz

 

VIAJE A DESTIEMPO

Palabras de la autora

I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII.

 

LAS CRUCES DEL OLVIDO

Palabras de la autora

I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX.

 

 

 

 

 

 

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