POEMAS DE LA DESOLACIÓN Y LA ESPERANZA
Poesías de RENÉE FERRER
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Asunción, Paraguay
1 ° edición SERVILIBRO
Asunción, diciembre de 2011(216 páginas)
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Reservados todos los derechos
Impreso en Paraguay
POEMAS DE LA DESOLACIÓN Y LA ESPERANZA
RENÉE FERRER
PREFACIO
A lo largo de este año hemos vivido intensamente la recordación del Bicentenario de la Independencia del Paraguay, de cuyos festejos todos los habitantes participamos de una u otra manera, con un sentido de pertenencia, que pocas veces se da fuera de las situaciones límites.
Esta sensación de ser parte entrañable de un pueblo, me hizo pensar en mi país y la literatura. Y en la poderosa intensidad con que el sitio donde nacemos y estrenamos la vida, influye en la sensibilidad del artista y en la creación del poeta. Nuestra historia está amojonada por sucesos trágicos y temporadas infernales; de entre ellos tres han dejado huellas en mi poesía: Desde el cañadón de la memoria, pensado en ocasión del cincuentenario del inicio de la Guerra del Chaco; Viaje a destiempo, iniciado al término de la dictadura de Alfredo Stroessner; y Las cruces del olvido, escrito "en el nombre del Marzo paraguayo", luego de la nefasta masacre en la plaza del Congreso, hoy Centro Cultural de la República El Cabildo. Cuando Margarita Morselli me preguntó si tenía algún libro que se refiriera a nuestra historia, para ser publicado en ocasión del Bicentenario patrio, pensé que estos tres poemarios podían reunirse en un volumen que hiciera honor a la fecha que estamos viviendo, porque, además de tocar temas de entrañable valor histórico, tienen un eje semántico común, cual es la desolación y la esperanza, ambos sentimientos presentes en los actores y testigos de semejantes tragedias.
Porque el poeta es un testigo de su tiempo y de su historia nació el libro Poemas de la desolación y la esperanza, en un intento de conmemorar desde la palabra estos dos siglos de vida independiente.
Renée Ferrer
DESDE EL CAÑADÓN DE LA MEMORIA
(1982)
A los que quedaron,
a los que volvieron,
y en especial a la memoria
del Tte. Primero Luis Estragó Trías
PRÓLOGO
El tema de la Guerra del Chaco ha ido escasa y débilmente tratado en la literatura paraguaya de creación. Los estudiosos atribuyen esta carencia al factor compensatorio de la victoria del ejército-pueblo paraguayo (y aquí me niego a entrar en la polémica de si ganamos la guerra o perdimos territorio). La otra característica propia a nuestra cultura -con razón también evocada- es la falta de tradición en lo que concierne a la dimensión imaginaria. Y por el contrario, la inflación textual en el dominio de la historiografía, crónicas y memorias, fenómeno que también se constata a propósito de la contienda chaqueña.
Es por ello que resulta tanto más interesante el libro de Renée Ferrer, Desde el cañadón de la memoria. Se puede decir que el mismo equivale, en el dominio poético, al tratamiento que del tema hace Augusto Roa Bastos en Hijo de hombre, en lo que respecta a la producción narrativa. Es decir, proyectarlo a un nivel de transposición estética en el que la elaboración del significante trastrueca proteicamente los datos de la "realidad" histórica, sin que por ello sufra el contenido de la "verdad" emocional, de la verosimilitud textual. Que son niveles esenciales de la escritura en la producción imaginativa, cuando se trata de un tema como el abordado.
El distanciamiento, temporal y de experiencia, de la autora con respecto a la circunstancia histórica evocada le permite conseguir las variantes semánticas, los matices diversos, múltiples con que encara esa transposición. El sugestivo título está ya dando cuenta de esa proyección, de esa refracción en el verbo. Y la reelaboración literaria del significado nos llega en el eco multiplicado con que la poesía sabe restituir su fluidez a la realidad. De pronto su voz se consterna ante el hecho trascendental de la crueldad inútil de las guerras, que reduce a todos los hombres a la misma cifra del destino:
"El soldado que esparce sus pedazos/ en la antesala del silencio/ es siempre el mismo" ("Guerras"). Es esa tónica reflexiva, grave, desolada o dolorida la que se mantiene en la primera parte del poemario ("Circunstancia", "Por qué"). A partir de "Despedida" ("mirada interminable/ abarcando las costas que se alejan"), son las situaciones circunstanciales, los lugares u objetos ("Trinchera", "Agua", "Noticia", "Caramañola"), o los personajes cargados con los signos del destino trágico o heroico ("Caídos", "Choferes", "Enemigos", "Arcángel", "Aguateros") los que ocupan el redondel de la luz poética. Para cerrarse sobre las consecuencias y los despojos de la cruenta representación ("Desde aquí", "Ex combatiente"). El balance del absurdo naufragio está dolorosamente rematado en el último poema, "Paz":
"Ya no tiene sentido
ni la angustia,
ni la espera ensombrecida de la aurora,
o el miedo,
o el coraje...
Solo duelen las almas asomadas
al brocal insondable de la ausencia..."
Renée Ferrer nos conduce en este deambular alucinado "entre las cruces del silencio", "por cañada y sendero/ por trinchera y ocaso..." con el paso seguro de una palabra constelada de imágenes de refractada emoción, cargada de símbolos evocadores, nostálgicos, devastados o tristes, que sigue de cerca el ritmo del "tiempo irremediable" en que quedaron "los huesos solitarios/ lamidos por la noche..." Porque el distanciamiento señalado no implica, en absoluto, indiferencia ante la tragedia compartida sombra que vivió su pueblo. La autora vibra al recomponer, "desde el cañadón de la memoria", el tejido doloroso de esa experiencia histórica. Su voz se encrespa de ira impotente, de orgullo solidario, se prosterna en dolida, en fraterna projimidad, despliega su estandarte "con relente de angustia", con "un frescor de lapacho", con "un incendio de alondras sobre el curso del alba". Por encima de ese "trágico desvelo/ en los acantilados del silencio", que es la guerra fratricida, hay una respuesta de esperanza compendiada en el díptico de su poema clave "Por qué":
"...el faro del ayer encanecido
en la rada del tiempo nos aguarda."
Hay aquí una evidente apuesta de futuro, en la que la poesía propone una continuidad entre un pasado herido y un proyecto que nos aguarda, como un desafío, "en la rada del tiempo". La voz acendrada de Renée Ferrer, que sabe trascender la anécdota, refringir plurívoca y apasionadamente la realidad histórica, es al mismo tiempo una respuesta a ese reto. Y esto porque la poesía que por esencia manifiesta la palabra de la colectividad, es capaz, como el pueblo, de superar las más sombrías calamidades, llámense guerras, pestes o dictaduras. Es lo que hace este intenso, este fulgurante poemario, Desde el cañadón de la memoria", que en cierta manera, una memoria de futuro.
Rubén Bareiro Saguier
París, enero de 1984
GUERRAS
No importa que las guerras tengan nombre
siempre serán un llanto
y un silencio,
un trágico desvelo
en los acantilados de la muerte.
Las aves agoreras beberán en los huesos
traspasados de viento
un sabor de abandono,
y partirá aún doliente
su vuelo fugitivo
hacia el tajo insaciable de la ausencia.
Se volverán los páramos albergue
de un pulso coagulado,
un alboroto en sombras,
y tendrán los crepúsculos
la calcárea tristeza del astro taciturno.
No importa que las guerras tengan nombre
y un lugar en el tiempo.
El soldado que esparce sus pedazos
en la antesala del silencio
es siempre el mismo.
CIRCUNSTANCIA
El hombre es pasajero de la aurora,
sereno timonel entre los astros,
caminante de un minuto demorado.
Va talando las horas en la huella
donde los sueños cantan
o se asfixia la sangre.
En la grieta del pulso se derrama
un tropel de congojas que perturba
la mansedumbre del remanso.
Todo cambia de pronto,
todo cambia.
Es un hombre varado entre los hombres
formando una miríada de alientos simultáneos,
un follaje de arterias tras el llanto
en la encrucijada de la violencia.
Todo cambia de pronto,
todo cambia.
Se reclina a lo lejos el sol acongojado
y en la distancia tirita cabizbajo
un hálito de sombras.
POR QUÉ?
Hay preguntas que solo se develan
bajo un claro de estrellas entornadas,
preguntas que trastornan
el brillo inaccesible de las constelaciones.
Somos los caminantes de un lucero
signado por un surco visionario.
Habitante de un redil
donde clarea un relente de angustia.
Coordenada indeleble
de vastas lejanías orográficas
en constante garúa de hora y ansia.
Un frescor de lapacho nos cobija
la espesura del alma;
el faro del ayer encanecido
en la rada del tiempo nos aguarda.
Las aves de la aurora se desbandan
cuando esparce la tierra sus andrajos
en desorden de sombras,
y un tórrido aguacero
anega la hendidura
en la quebrada insomne del misterio.
No quisimos el charco de amapolas ultrajadas,
un incendio de alondras sobre el curso del alba,
simplemente,
horadado nuestro suelo
le devolvimos su leche de guarania.
DESPEDIDA
Mirada interminable
abarcando las costas que se alejan.
Espuma taciturna
rompiendo quedamente
el minuto suspenso.
Adormida en los aires
se estanca la euforia primigenia,
el adiós largamente demorado.
Un tumulto de alientos se acurruca
en el corredor de la conciencia,
en tanto que la imagen chorrea débilmente
su tristeza a lo lejos.
Mil palomas se agitan
sobre una multitud esclava
del silencio.
Se aferra la congoja al horizonte
con la dulce nostalgia
de todo cuanto ha sido.
Grietas desconocidas tiritan en el aire
inundado de nombres,
y ante los arrebatos del destino
un desvalido asombro
se aglutina en la garganta.
TRINCHERA
Yacija donde rompe un oleaje de espera
y se anega el recuerdo maniatado.
Deambula la nostalgia
con la triste faena
de adormecer cenizas
en la opaca longitud de sus entrañas.
Fue un albergue sonámbulo
en las esquinas del verano,
mantel para un banquete taciturno
en los pozos del alba,
alcoba de un insomnio trastornado.
Del coraje rondando en un desierto
de lunas fugitivas
cobijó el sollozo mutilado,
el sudor acampado
en los harapos de la aurora.
En su cauce sin nombre
quedó el adiós definitivo
de los peregrinos de la muerte;
candiles permanentes
de un tembladeral abandonado.
En los estanques del péndulo
sus senos de telúrico silencio
amamantaron una estirpe
cautiva del destino.
VIAJE A DESTIEMPO
(1989)
Para los torturados
y desaparecidos durante la dictadura
PALABRAS DE LA AUTORA
Viaje a destiempo es, como reza su nombre, una meditación fuera de tiempo; un internarse en las circunstancias que ensombrecieron esta treintena de silencio que acaba de terminar, cuando estas empezaron a revelarse con su multiplicidad aterradora.
La condición primaria del poeta es mantener tenso el arco de su autenticidad, y solo puede hacerlo cuando se siente atravesado íntimamente por los hechos propios o ajenos. Sé muy bien que ningún poema tendrá nunca el poder de rescatar una vida o restañar el dolor de una ausencia, pero siento que debo dar testimonio de aquello que quedó resonando en mi interior.
Nada personal me ha movido a escribir este libro, salvo la secreta culpa de una indiferencia o desconocimiento compartidos, y el duelo que tanta tortura y tantas tumbas sin cruz provocaron en mi espíritu una vez develadas.
En este momento de nuestra existencia comunitaria, cuando cada quien se apronta a cumplir su tarea específica, el poeta se levanta también para oficiar los ritos de su propia liturgia, hablando por aquellos que se quedaron sin voz.
Renée Ferrer
Mayo de 1989
I
Me sumerjo en las aguas verdinegras de un lago
en busca de la tierra sin mal.
Se desnudan las luces en la otra orilla de mis ojos.
Luces en las lomadas
donde se apaciguan los naranjos.
Alguien borda un tapiz de candiles del otro lado
de la noche mientras crece la luna.
Mientras crece la luna los pasos de la tarde
chapotean
sobre un surco que horada la memoria.
Y en las piernas,
el abrazo de los camalotes como mordaza
empecinada.
El agua me sube desde los tobillos hacia adentro,
hacia el conocimiento total de lo intuido,
hacia las imágenes que derrumba la tarde.
Negras ramas abiertas como ávidas manos estiran
su desolación
más allá de la lámina espejada del agua.
Una sábana de plata arropa el sueño de la tierra,
y detrás,
un parpadeo de vigilias distantes por todas partes.
Me demoro en las aguas verdinegras de un lago
bordeando el malezal,
la leve hinchazón de la espuma,
el péndulo entre lo incierto y la certeza,
en busca de la tierra sin mal.
II
Negra noche
alta negrura
negra alta muda larga noche sin alba.
Todo lo envuelves,
lo envolviste,
lo has cubierto con tu luto implacable.
Sobre giros dispersos
buitres negros.
La aurora,
olvidada de clarear
se ahorca en sus giros lentos.
Olor a herrumbre,
a coágulo,
olor a grito con herrumbre coagulado.
Voz desmigajada de la voz
flotando,
retorciéndose,
hundiéndose en el agua,
yéndose
hacia el horizonte llamarada
donde mis ojos se sientan frente al crepúsculo.
Se agranda el agua en mi ser:
Se agranda dentro de su larva de silencio.
Me rodea,
me asedia.
Continúo.
Algas ataduras en los pies
me recuerdan
la grieta de un adiós detrás de un muro.
La aberración de mi andar
abre y cierra pozos en el agua.
Se recluye el cansancio en su cáliz de barro.
Peces yertos,
légamo,
ojos abiertos, boquiquietos.
No se pueden cerrar:
Están muertos.
Ya no hay estrellas.
Solo los ojos de la intemperie nos asombran
desde el telón constelado.
¿Dónde están las estrellas viejas como los versos?
¿Nuevas como la rajadura de la noche?
Esperanza, esperanza
en la hendidura.
Me duele el agua en la piel,
el frío que tirita en mi cuerpo,
el temor -viaje- absurdo
de que nunca amanezca.
III
El espectro de mi obstinación
deambula
por el fondo del lago.
De ida hacia el recuento
el horizonte
nos mira de espaldas.
Mis plantas suenan en la orilla
como las alas de un ave
que alguien revienta.
Troncos de sonido,
en hilera,
a lo lejos.
Árboles de una selva que solloza.
Desenvainada de las gargantas
la voz
penetra en las sienes
para plantar la herida.
¿Dónde gimen los muertos,
dónde, dónde?
Cuartos anónimos,
cerrojo,
picalátigo,
puño sangre,
o alguna picada donde el estampido recto da
en el blanco.
La vida desangrándose
en el semicírculo de la mirada.
Un sordo destemplado
bajo alto
casi mudo lamento
resuena en el semicírculo de la mirada.
El susurro del monte se interrumpe
desmenuzado
bajo dentro sobre el agua.
Está aquí,
rodeándome,
sobre el atardecer,
bajo el reposo.
Todo está perfilado por el reposo de la noche.
Bajo la túnica de la luna
se levantan
los cilíndricos salmos de la desdicha.
Una hogaza de gritos
aumenta y retrocede,
disminuye y avanza
con su remembranza de cicatriz sobre la lengua.
Late un bosque de quejas al descender la noche.
Se ha echado a crecer
como un pan liberado.
Un clamor a destiempo en sus ramas afónicas.
IV
Cuando el hacha raja el arco sonoro de la canción;
cuando sazona la pólvora los suntuosos sabores
de la promesa;
cuando el candado es capaz de estrangular la
respiración del ramaje;
cuando se lapida el perfume
y se abandonan los cuerpos a merced de las lluvias,
entonces,
el alma
se recoge en un cántaro
a beber su destierro.
V
¡Oh, treintenaria noche,
no acabas de amanecer!
El duelo de tus estrellas
imparte aún
su maldición postrera.
Luz negra y ciegamente vaciada.
Ni derribada
la sombra
se liberan las mortajas.
Un pájaro de ácido sobrevuela los años.
Ruego y ácido
sus alas de quebranto.
En la primera plana de los periódicos
la putrefacción con pestañas.
Y a pesar de
y no obstante
y desde luego,
una porfiada esperanza
asomando sus nervaduras incipientes.
Rojas gotas en el centro de las pupilas.
Densas como plomo rojo
caen
desde el vértice puñal de las pupilas
sobre las cuantiosas palabras.
¡Oh, treintenaria noche,
cómo pesa
tu bóveda de navajas al filo de la aurora!
Todo es opaco en los trascuartos del inventario,
dolo,
herida,
cicatriz,
recuerdo.
LAS CRUCES DEL OLVIDO
(2001)
En el nombre del
“Marzo paraguayo”
PALABRAS DE LA AUTORA
Se ha dicho muchas veces que el poeta es un testigo de su tiempo. Aún en el caso de aquellos que abrazan la poesía como expresión del sentimiento íntimo o la búsqueda exclusiva de la estética, no se puede ignorar que las coordenadas de lugar y época en las que transcurre su existencia imprimen un sello peculiar a la obra. El poeta escribe sobre aquello que sacude hasta la raíz sus fibras más recónditas.
El amor, la muerte, el tiempo, la soledad son temas inevitablemente frecuentados, a través de los cuales explora su propia emoción o ingresa al territorio de los grandes interrogantes; sin embargo, no es extraño que trascienda su interioridad para mirar a los otros, asumiendo como propia la desdicha o la dicha de los demás, actuando como caja de resonancia del drama humano, con sus atroces o sublimes consecuencias.
Y terribles fueron los acontecimientos del "Marzo paraguayo", donde la indignación y la utopía de todo un pueblo presenció la consumación de un desgraciado y perverso desenlace. No voy a reiterar en estas líneas lo que se leerá en los poemas que siguen, pero sí confesarles que el impacto de tamaña tragedia me apartó mucho tiempo del papel, por considerarla demasiado sagrada como para ensayar siquiera una palabra.
La idea, sin embargo, me rondaba. ¿Cómo acercarse a escribir tan solo un verso sobre las tumbas sin profanarlas? ¿Cómo impregnar el discurso poético del dolor de la ausencia, extrayendo de las canteras del desconsuelo el verbo exacto?
¿Hasta qué punto es posible manifestar la verdadera reverencia buscando con afán una metáfora? Las respuestas son diversas, aunque el desafío permanezca idéntico.
Entonces se invierten las preguntas. ¿Es posible callar cuando desde lo más profundo del ser la repulsa nos conmina a decir lo que nos duele? ¿Es válido silenciar la condena para evitar el riesgo de las calificaciones?
Cuando un tema lo convoca, el poeta acude a la cita. Atendiendo a ese reclamo, inicié la escritura de Las cruces del olvido, en el nombre del "Marzo paraguayo". Me acerqué a los que se fueron y a los que quedaron con humildad, sabiendo que la palabra no reemplaza la vida, solamente la honra; no aminora la tristeza, aunque afirma la certeza de que aquella inmolación fue el escudo contra el cual se estrellaron los días tenebrosos de un futuro que pudo ser parte de la historia. Que estos poemas permanezcan como pabilos encendidos en la memoria colectiva.
Renée Ferrer
V
La otra tarde leí
que el hombre
es un ser para la muerte
pero la muerte inútil
me subleva
no hay muerte
que carezca de una causa
prendida
al cósmico engranaje
indescifrable
y no me vengan
con la historia
de que soy
un ser para la muerte
acepto que este cuerpo
alimente a la muerte
mis uñas
mis cabellos
mis ansias enlutadas
que la aorta golpee
las puertas del desánimo
convertida en gusano
consiento
en existir para la muerte
que viene de otras muertes
celebrando la vida
pero
no me vengan a decir
que todo se acaba
con la tumba
como se cierra
un paraguas
que no se necesita
eternamente
anclado en la condena
destinado a la dicha
o disuelto en la nada
como un barco sin remos
en playas sentenciadas
¿entonces
los raudales del amor
la entrega
los delirios
las fogatas que avivan
la raíz luminosa
de todo cuanto he sido
serán lápida gris
marchitas azucenas
tereré o mate amargo
en tardes de domingo?
no
que no me cuenten
ese cuento
yo creo firmemente
lo contrario
que el hombre
es un ser para la vida
un tenaz peregrino
que avanza hacia la luz
VI
no me digas Renée
que volverás a hablarnos
de las estrellas
ahora
que ocho espectros gatean
entre los remolinos
de papeles sucios
y el aliento consolador
de los perros
ahora
que la lluvia
(de palabras hueras ¿dijiste?)
abatió los pabilos encendidos
para oficiar
el santo requisito de la memoria
en la esquina
de aquel marzo irreversible
los días transcurren
mientras tanto
entre deliberaciones
y decretos inservibles
inservibles también
como mi muerte
no te afanes en decirme
que la conciencia sobrevive
a cara descubierta
en el pastizal
de las estrellas
todos sabemos que se oculta
en el cuarto del fondo
donde se arrumban
los testigos molestos
ante la mirada cómplice del silencio
no
por favor
nada de órbita azul
ni pulsación del universo
solo quiero la verdad
para mi tierra
la desnuda verdad
para mi ausencia
VII
¿y aquella manzana
de cáscara resplandeciente
que deslumbró
la borra inquisitiva de los ojos
con su llamado a imaginaria
desde el territorio del futuro?
dime
si lo sabes
¿dónde está?
¿y las semillas
como gotas de luz
escondidas
invitando a bailar a la esperanza
en la pista de la vigilia
antes de que enloqueciera
la noche?
¿no viste
por si acaso
dónde están?
¿y las cavilaciones de la pulpa
en concilio de zumos
y fragancia
incitando a la cólera a tramontar
el lodazal del asco
y la vergüenza?
cuando
estoy
por tocarlas
ya no están
su imagen
se diluye en una rama incierta
como quimeras que se desmoronan
y
en la tierra
una partida de gusanos
se ensaña sobre los cuerpos
devorando
las últimas reverberaciones
del espejismo
VIII
un pájaro surca el aire
con el trazo fugaz
de su inocencia
en sus ojos
-carbón disuelto en lágrimas-
se refleja
un oscuro resplandor
que asusta el viento
con su detonación intermitente
¿qué sucede
allá abajo?
se pregunta
las voces van izando
una escalera
por donde suben y bajan
las protestas
la indignación es una flor austera
salpicando sus alas con urgencia
y
una escarapela bermeja
en la pechera
¿qué ensordece
las notas
de su canto?
un seco salivazo se reitera
en los entretelones
de la noche
inmóvil su corazón viajero
desde la multitud
alguien levanta en andas
el estandarte de algún cuerpo
la garganta plural
se ha vuelto unánime
en su pico se estanca
un sorbo de silencio
XIX
quisiera acercarme
hasta tus lágrimas
desde esta dimensión
que me aprisiona
a rozarte la cara
con las manos
consolando el ardor
de tus mejillas
¿cómo entender
que un cuarto de la casa
esté vacío?
sitiado de inmensidad
y tan distante
me lastima
el demorado arrastre
de tus pasos en vela
el acero de las inquisiciones
sin respuestas
mi frente extraña la frente
donde encender los besos
quisiera llevarte
de la mano de Dios
hacia la calma
con palabras sencillas
explicarte
que la muerte es un portal
que se abre
a los campos celestes
donde pastorean los espíritus
si pudiera tocarte
como antaño
sí,
si pudiera llegarme
hasta tu lado
a dejar
en tus párpados dormidos
el saludo de las buenas noches
y decirte que estoy bien
que lo aceptes
como se aceptan las cosas
sin remedio
puedo entender que un hijo
se me muera de repente
que inconsciente de amor
o de cerveza
embista una columna
antes del alba
que se enferme de sida
o se suicide
pero no me pidan que acepte
verlo muerto
en las trampas de un sueño
a no llores
mamá
que me hace falta
el relámpago de tus dientes
para seguir viviendo
ÍNDICE
Prefacio
DESDE EL CAÑADÓN DE LA MEMORIA
Prólogo
Guerras
Circunstancia
¿Por qué?
Despedida
Trinchera
Caídos
Agua
Noticia
Caramañola
Choferes
Enemigos
Arcángel
Aguateros
Ex combatiente
Paz
VIAJE A DESTIEMPO
Palabras de la autora
I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII.
LAS CRUCES DEL OLVIDO
Palabras de la autora
I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX.
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