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CARLOS R. CENTURIÓN (+)

  LA LENGUA VERNÁCULA - Por CARLOS R. CENTURIÓN


LA LENGUA VERNÁCULA - Por CARLOS R. CENTURIÓN
LA LENGUA VERNÁCULA
 
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
 
 
 
 
 

El Paraguay es el único país bilingüe de América. Juntamente con el idioma traído por el conquistador hispano, la lengua rancia, colorida, dúctil y elegante con que el español rima sus endechas, llora sus tristezas, canta sus ensueños y plasma su pensamiento, en las regiones habitadas por los descendientes de los antiguos karaíves, se habla un idioma extraño, expresivo, gutural, pleno de giros raros y de onomatopéyicos sonidos. Es la lengua guaraní. Su origen se halla en el misterio de las selvas vírgenes, en el fondo obscuro de los siglos, en el arcano profundo y sugerente del alma aborigen. Creció en los toldos, ora en las riberas de grandes y caudalosos ríos, a plena y calcinante luz del sol de los trópicos; ora bajo el relente de las noches estrelladas, llena de murmurios, aromadas y tibias, en leyendosos solares de añosos caciques. Paseó por tierras ignotas en el carcaj del indio, de norte a sur, de este a oeste, de sur a norte, de oeste a este, de la Atlántida enorme, y no conocida por los blancos. Fue vínculo en la guerra y en la paz, melodía en el amor de la india, espíritu y materia aglutinantes de la unidad racial de la estirpe. Mediante ella predecían los autóctonos augures el sino misterioso del destino; de ella se valían los guerreros aborígenes en sus aprestos de conquistador. Sus voces sirvieron para adorar al Ñandeyara (48) de sus creencias, para rendir culto a sus muertos, para enseñar a sus hijos a andar sobre la tierra, para expresar su ira y su venganza y para rumiar su dolor.
 
Lengua florecida en la intemperie, como los árboles, sin temor a los vientos ni a las lluvias, fecundada por la observación de la naturaleza, enriquecida por la imitación del canto de los pájaros, del ruido de las alimañas pasajeras en la maleza, del desplome iracundo de las cataratas, de la canción eterna de las olas, del retumbar prolongado de los truenos, del espectáculo colorido de la aurora, del cobrizo paisaje del sol muriente.
 
Para desarmar al indio, en los días afanosos de la conquista, el español debía de aprenderla. Cuando la supieron, la llevaron consigo a las tierras gastadas de Europa. Pero ella no fue, como prisionera del ibero, en las cadeneras de las carabelas. Fue como vencedora, como nombre de regiones de extraña y fascinadora belleza, como títulos capitulares de acciones ciclópeas e imperecederas, como denominación científica de plantas medicinales y alimentos todavía desconocidos por los doctores del mundo antiguo. Así llegó al "Tesoro" de Montoya, a las graves asambleas de los sabios, a la historia universal.
 
Lengua dulce y expresiva, triunfadora de los siglos, cumplió en América la misión de la india. No se dejó matar ni olvidar por el conquistador. Su ternura, el encanto de su verbo le valió el amor del idioma castellano, y juntos fecundaron esta lengua paraguaya, la criolla, la nuestra, que tiene frescuras de fontanas y arreboles de un luciente amanecer. Porque el habla paraguaya no es la arcaica y flordelisada de Castilla. Sus voces son distintas, sus melodías diferentes. La lengua paraguaya, con base hispana e injertos guaraníes, tiene fragancia selvática, huele a pasto verde y húmedo, a jazmines y flor de caña. Modulada por los paraguayos, aparece con tonalidades insospechadas. Es más dúctil, más lozana, más americana.
 
El idioma guaraní, si bien se dio generosamente al conquistador, no se debilitó en su esencia. Siguió viviendo plenamente durante las centurias de la colonia. Mientras el indio, su creador, desaparecía – raro fenómeno – él se prendió al alma del criollo para internarse en los senderos del tiempo. Vivió el nativo trescientos años de epopeya, en el hogar y en la escuela, en las sementeras y en los vivaques. Fue expresión de sus anhelos y de sus padeceres, de su amor y de su odio. Anidado en la caja sonora de su espíritu, le fue leal en las horas inciertas y penosas de la vida y en los minutos rientes de la existencia, en los que espejea la esperanza y canta el corazón.
 
 
En 1811 sirvió al patricio para urdir la trama que nos dio la independencia. En esa lengua eterna, en voz baja, hablaron Fulgencio Yegros y Pedro Juan Cavallero. De ella se valieron José Montiel y Juan Francisco Recalde, Fernando de la Mora y Mariano Antonio Valdovinos, Mauricio José Troche y Juan Bautista Rivarola. Sus giros sirvieron para expresar la ira sagrada de Vicente Ignacio Iturbe en la Casa del Gobernador, y en guaraní se dijo el "santo y seña" que abrió las puertas del Cuartel de la Rivera a los hacedores de nuestra libertad. Y fue en la lengua vernácula que el pueblo de mayo cantó, por la primera vez, su emoción de patria y su fe en el destino perenne de la nueva nación.
 
La lucha por conservar la libertad ganada en 1811, y que se prolongó hasta el derrumbe glorioso de Cerro Corá, se la sostuvo al conjuro del guaraní. Era razón de autonomía más poderosa que los cañones; constituía un baluarte espiritual, una atalaya que se erguía, enhiesta y altiva, hermética y misteriosa, en actitud de defensa brava y constante.
 
La guerra de 1864 a 1870 se nutrió con la sonora armonía del idioma autóctono. Estaba en el lenguaje del héroe y en la canción de los campamentos; se hallaba en la orden del jefe y en la comprensión del soldado, en el recuerdo y en el penar de las madres, en la angustia de las esposas, en la tristeza de los niños. Irrumpía, marcial y vibrante, en el clarín triunfal de las trincheras y resonaba, alegre o melancólico, en las melodías de los campanarios. El drama hondo y terrible, la tragedia singular de aquella época lo sufrió, así, el pueblo paraguayo, en guaraní. Era la lengua en que lloraban las mujeres de la "residenta" y en la que odiaban y peleaban los varones de nuestra tierra. Era, en fin, el idioma confidencial de la raza paraguaya que dijera alguna vez de ella un fino espíritu del Brasil.
 
Los que reconstruyeron la Patria, después de Cerro Corá, supieron cuánto valor posee el idioma vernáculo. Con él se rimó el cantar de la fe sobre el osario, se enjugaron las lágrimas entre las ruinas, se curaron las heridas, se reedificaron los hogares derrumbados por el ígneo vendaval. El fue, entonces, algo así como la esencia reaglutinadora de la nación.
 
Y en la guerra del Chaco, conocen sus protagonistas cuánto servicio ha prestado en las trincheras. No solamente se lo utilizó para llevar y traer órdenes, para despistar al enemigo con sus claves ininteligibles y traviesas, sino arrulló las penurias del soldado, le dio ánimo y fervor en las horas de aflicción y de coraje, y tejió, sobre el cañamazo de sus tristezas, consoladoras esperanzas en el lenguaje eterno y etéreo del corazón.
 
La retaguardia se nutrió también con sus acentos. Las plegarias de las madres campesinas se rezaban en guaraní. En el dulce idioma, las novias añorantes del soldado del Chaco, suspirando, en voz baja, decían rõhechaga'u. Todo comentario, al fin triste o satírico, era más elocuente, satisfacía mas el ansia popular cuando se la hacía en la extraña y cariñosa lengua materna. Boquerón, Saavedra, Cañada Esperanza, Gondra, Campo Vía, Cañada El Carmen, Yrendagüe, Nanawa, Ballivián, Ingavi los vivió la raza en el idioma del cacique Lambaré.
 
Y los que pasearon por el extranjero, en peregrinaje feliz o en errabundo andar de desterrado, no olvidan ni podrán olvidar la emoción vivida al oír sus voces bajo cielos lejanos. Es como si en el silencio de la noche, en las horas de infortunio sufridas en la prisión, se escuchara, inesperadamente, las notas hondonas y enternecidas de una polca, la melodía instrumentada de una guarania o la triunfal y briosa carga del "Campamento Cerro León".
 
Y sigue andando el guaraní por las rutas del tiempo, prendida como una flor al espíritu de la estirpe. Va con ella a las altas cimas del poder y de la gloria o la acompaña en sus trajines por los atajos de la adversidad. Nada empaña sus encantos ni tizna su lealtad. Es la misma lengua virgen que viene trayendo en sí el embrujo de las tradiciones patrias, los sabores de dolores y alegrías de otros días, los jirones de añejos estandartes, las luces y las sombras que emergen de la historia; es la misma con que expresaron sus ensueños nuestros padres y hoy, nosotros, evocamos e invocamos ideales; es la misma que se enraíza en el pretérito, nos habla al corazón en el presente y se extiende, cautelosa, hacia el futuro. No le han dañado ni la indiferencia de los presuntuosos ni el desdén de los superficiales ni el desprecio de los ignorantes. Anda el guaraní atravesando siglos, ágil y armonioso, delicado y travieso, abrazado a su raza y en pos de su destino.
 
¡Salve lengua paraguaya, lengua inmortal!
 
 
 
 


ÉPOCA PRECURSORA y ÉPOCA DE FORMACION

EDITORIAL AYACUCHO BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)

Fuente: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP) - EDICIÓN DIGITAL
 
 

 
 

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