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CARLOS R. CENTURIÓN (+)

  OTROS PRECURSORES DEL SIGLO XVI - Por CARLOS R. CENTURIÓN


OTROS PRECURSORES DEL SIGLO XVI - Por CARLOS R. CENTURIÓN
OTROS PRECURSORES DEL SIGLO XVI
 
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
 
 
 
 
 
Hemos citado, antes de ahora, a Luis de Miranda de Villafañe, el clérigo poeta. Casi simultáneamente con éste, apareció en el Paraguay otro versificador reputado como eximio. Fue el portugués Gonzalo de Acosta. Se sabe de él que nació por el año 1500, vino a América en la expedición de Diego García, que vivió durante diez años en las costas de Santa Catalina y que regresó a España. Se sabe también que retornó al Río de la Plata acompañando a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, con quien llegó a la Asunción en 1542. Tocóle, así, en este accidentado viaje, ser compañero de sacrificios de Ñufrio de Chaves y Felipe de Cáceres, famosos conquistadores, y de Alonso Riquelme de Guzmán, padre del historiador paraguayo Ruidíaz de Guzmán. Regresó nuevamente a España, y con Martín Orué, como capitán del bergantín Todos los Santos, retornó por tercera vez a tierras de América. Viajó de nuevo a la península; pero no resistió al llamado de las vírgenes regiones colombianas y cruzó, en viaje postrero, el dilatado Atlántico, en las naves de Jaime Rasquín. Los tupís, en las costas del Brasil, terminaron con su vida aventurera. Y fue Pedro Morel, un amigo de Gonzalo de Acosta, quien llevó a España sus "obras poéticas", de escaso valor desde el punto de vista puramente literario, pero de indiscutibles méritos como expresión de una época histórica de las letras paraguayas. (33)
 
Otro poeta contemporáneo del anterior fue Gregorio de Acosta. Natural de Lisboa, en el año 1545 integraba en la Asunción un coro de músicos, compuesto de Juan de Jara, Antonio Coto, Antonio Tomás y Antonio Romero, primera orquesta asuncena de que habla la historia. En 1560 fechó, en dicha ciudad, una Relación en la que se hacían cargos contra Domingo Martínez de Irala y Ruiz Díaz de Melgarejo. Existe una carta del año 1575 dirigida a Juan López de Velazco, cosmógrafo del rey de España, en la que puede leerse este párrafo: "Gregorio de Acosta, en el Río de la Plata, es hombre vivo y muy gran poeta." (34)

Cronológicamente corresponde este lugar a Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Natural de Jerez y vecino de Sevilla, actuó como combatiente en Flandes, en Navarra y en los campos de Villalar, contra los comuneros de Castilla. Acompañó a Pánfilo de Narváes en la expedición a la Florida, donde quedó prisionero de los indios, en 1527. Salvó la vida gracias a algunas extraordinarias curaciones practicadas a los aborígenes, hechos fantásticos a los que el historiador Pedro Lozano llama milagros. Atónitos los montaraces ante tales proezas, no sólo le dieron su libertad, sino le hicieron jefe, circunstancia que aprovechó para escapar hacia México, en 1537, vale decir, después de diez años de cautiverio. La relación de esta larga aventura se halla en su libro Los Naufragios, el que, según se supone, ya lo tenía escrito, aunque no publicado, cuando hizo su entrada en la Asunción como segundo adelantado del Río de la Plata, el 11 de marzo de 1542.

Alvar Núñez era de natural díscolo y autoritario, carácter que le contrajo la general antipatía de los mestizos, criollos y aborígenes, profundamente democráticos y altivos, y el repudio de los españoles, entre quienes se encontraban antiguos comuneros castellanos venidos al Paraguay algún tiempo después de la derrota sufrida en Villalar. El segundo adelantado buscó imponer su autoridad por la fuerza; empero, el poder de su espada quebróse en manos del común, e125 de abril de 1544.
La actuación de Alvar Núñez Cabeza de Vaca en estas comarcas, dio origen al libro titulado Los Comentarios, escrito por el escribano Pero Hernández y basado, al parecer, en datos y anotaciones del infortunado conquistador. Era Alvar Núñez Cabeza de Vaca – según testimonios de sus compañeros de armas – desdeñoso y apuesto, "de bellos ojos azules y ensortijada barba de oro, por quien suspiraban de amor las mozas del Duero".

Existe una edición de Los Comentarios cuya dirección estuvo a cargo del Instituto Paraguayo, aparecida en 1902, en la Asunción.

Tanto Los Naufragios como Los Comentarios fueron publicados en un volumen, en 1555, en Valladolid. El último libro de los citados, que contiene ochenta y cuatro capítulos, es la expresión de una época importante de la historia del Paraguay de la conquista. Su valor no ha de buscarse, precisamente, en la forma en que se halla escrito, sino en la documentación que contiene. Es una versión de acontecimientos americanos, cuyas causas profundas escaparon a la videncia del autor.


Hemos citado en páginas anteriores a Isabel de Guevara. De ella se sabe que nació en España y que vino a América en la expedición de Pedro de Mendoza. El 2 de julio de 1556 escribió, desde la Asunción, a la princesa gobernadora doña Juana, una carta en estilo espontáneo y lleno de ternura, en la que le hacía relación de la contribución espiritual y material de la mujer en la obra gigantesca de la conquista y colonización de estas regiones. Esta carta se halla editada bajo el título genérico de Pequeña Biblioteca Histórica. – Cartas Históricas y Curiosas. La publicó Blas Garay, en la Asunción, en 1895, y en cincuenta ejemplares. Héla aquí:
"Muy alta y poderosa señora: A esta probinçia del Río de la Plata, con el primer goubernador della, don Pedro de Mendoça, avemos venido çiertas mugeres, entre las quales a querido mi ventura que fuese yo la vna; y como la armada llegase al puerto de Buenos Ayres, con mill e quinientos hombres, y les faltase el bastimento, fue tamaña la hambre, que, acabo de tres meses, murieron los mill; esta hambre fue tamaña, que ni la de Xerusalen se le puede ygualar, ni contra nenguna se puede conparar. Vinieron los hombres en tanta flaqueza, que todos los travajos cargavan de las pobres mugeres, ansi en lavarles las ropas, como en curarles, hazerles de comer lo poco que tenían, alimpiarlos, hazer sentinela, rondar los fuegos, armar las balletas quedando algunas vezes los yndios les vienen a dar guerra, hasta cometer poner fuego en los versos, y a levantar los soldados, los questavan para hello, dar arma por el campo a bozes, sargenteando y poniendo en orden los soldados; porque en este tiempo, como las mugeres nos sustentamos con poca comida, no aviamos caydo en tanta flaqueza como los hombres. Bien creerá V.A. que fue tanta la soliçitud que tuvieron que, si no fuera por éllas, todos fueran acabados; y si no fuera por la honra de los hombres, muchas mas cosas escriviera con verdar y los dier a hellos, por testigos, esta relaçión bien creo que la escriviran a V.A. mas largamente y por eso sesaré.
"Pasada esta tan peligrosa turbunada, subir el río arriba, asi, flacos como estavan y entrada de ynvierno, en dos vergantines y los pocos que quedaron viuos, y las fatigadas mugeres los curavan y los miravan y les guisauan la comida trayendo la leña a cuestas de fuera del navío, y animandolos com palabras varoniles que no se dexasen morir, que presto darían en tierra de comida, metiendolos a cuestas en los vergantines, con tanto amor como si fueran sus propios hijos. Y como llegamos a vna generación de yndios quese llaman, tinbues, señores de mucho pescado, de nuevo los serviamos en buscarles diversos modos de guisados, porque no les diese en rostro el pescado, a cabsa que lo comían sin pan y estavan muy flacos.

"Despues, determinaron subir el Paraná arriba, en demanda de bastimento, en el qual viaje, pasaron tanto trabajo las desdichadas mugeres, que milagrosamente quieo, Dios, que biviesen por ver que hen ellas estava la vida dellos por que todos los serviçios del navío los tomavan hellas tan a pecho, que se tenía por afrentada la que menos hazía que otra, sirviendo de marcar la vela y gouernar el navío, y sondar de proa y tomar el remo al sondado que no podía bogar y esgotar el navío, y poniendo por delante a los soldados que no se desanimasen, que para los hombres heran los trabajos; verdad es que a estas cosas hellas no eran apremiadas, ni las haian de obligación ni las obligaua, si solamente la catidad. Ansi llegaron a esta ciudad de la Asunçión, que avnque agora esta muy fertil de bestimentos entonces estaua dellos muy necesitada, que fue necesario que las mugeres boluisen de nuevo a su trabajo, haziendo rosas con sus propias manos, rosando y carpiendo y senbrando y recogendo, sin ayuda de nadie, hasta tanto que los soldados guareçieron de sus flaquezas y comenzaron a señorear la tierra y alquerir yndios y yndias de su serviçio hasta ponerse en el estado en que agora esta la tierra.

"E querido escrivir esto y traer a la memoria de V. A., para hazerle saber la yngratitud que conmigo se a vsado en esta tierra, por que al presente se repartió por la mayor parte de los que hay en ella, ansí de los antiguos como de los modernos, sin que de mi y de mis travajos se tuviese nenguna memoria, y me hallar dexaron de fuera, sin que de me dar yndio e nenguno genero de servicio. Mucho me quisiera hallar libre, para me yr a presentar delante de V. A. con los servicios que a S. M. e hecho y los agravios que agora se me hazen; más no está en mi mano, por quesoy casada con vn cauallero de Sevilla que se llama Pedro d'Esquivel, que, por servir a S. M. a sido cabsa que mis travajos quedasen tan oluidados y se merenovasen de nuevo, por tres vezes le saqué el cuchillo de la garganta, como allá V. A. sabrá. A que suplico mande me sea dado mi repartimento perpétuo, y en gratificación de mis servicios mande que sea proveydo mi marido de algun cargo, conforme a la calidad de su persona; pues el, de su parte, por sus servicios lo merese. Nuestro Señor acreçiente su Real vida y estado por mui largos años. Desta çibdad de la Asunçión y de jullio 2, 1556 años.
"Serbidora de V. A. que sus Reales manos besa
 
DOÑA ISABEL DE GUEVARA.
 

Tiempo prolongado de silencio obsérvase al finalizar el siglo XVI en lo que a coplas y romances se refiere. Parece que algo de este fenómeno se debe a aquella real cédula del 4 de abril de 1531, que prohibía introducir en América "libros de romanze de historias vanas o de profanidad como son los de Amadís e otros desta calidad". Esta prohibición, como es sabido, fue reiterada el 14 de julio de 1536, en las instrucciones al primer virrey de México, y en la real cédula del 20 de septiembre de 1543, dirigida a la Audiencia del Perú. Al explicar las razones en esta última, se decía: "Nos somos informados que de lleuarse a esas partes los libros de Romanze de materias profanas y fábulas, así como los libros de Amadís y otros desta calidad, de mentirosas historias, se siguen muchos incouenientes; porque los Indios que supieren leer, dándose a ellos, dexarán los libros de sancta y buena doctrina, y, leyendo los de mentirosas historias, deprenderán en ellos malas costumbres y vicios: y demas desto de que sepan que aquellos libros de historias vanas han sido compuestos sin auer passado ansi, podría ser que perdiessen el autoridad y crédito de la Sagrada Escriptura y otros libros de Doctores, creyendo, como gente no arraygada en la fe, que todos nuestros libros eran de vna avtoridad y manera. Y porque los dichos incouvenientes, y otros que podría auer, se escusassen, vos mando que no consintays ni desise lugar que en esa tierra se vendan ni hayan libros algunos de los susso dichos, ni que se traygan de neuo a ella, y proueays que ningún Español los tenga en su casa, ni que Indio alguno lea en ellos, porque cessen los dichos incounientes."

Los sínodos de fines del siglo XVI se ocuparon de este asunto. Ismael Moya expresa que, "los romances del ciclo bretón, por ejemplo, llenos de sugestiones supersticiosas, de hechos super humanos, de hechicerías reñidas con los principios de la Iglesia, fueron los más perseguidos. Esta censura, recomendada luego por los sínodos del siglo XVI en América – hubo uno en Tucumán en 1597, por iniciativa del obispo fray Hernando de Trejo y Sanabria –, restringió de un modo agobiador la difusión del romance, y ésta es una de las causas por qué se advierte un paréntesis de silencio tan prolongado en la colonia y por qué no se registran en las hojas de la época los romances tradicionales que llegaban en boca de los inmigrantes y seguramente se repetían a sovoz en el seno del hogar".
 

En el año 1538 arribó al Paraguay Ulrich Schmidl. Nacido en Straubingen, en Baviera, a principio del siglo XVI, revistó entre los que llegaron al Río de la Plata con Pedro de Mendoza. Fue testigo presencial de la destrucción de Corpus Christi. Naufragó de regreso de una expedición al Brasil. En 1542 apareció en el puerto de los Reyes entre los soldados de Domingo Martínez de Irala. Fue protagonista en las luchas trabadas con el cacique Aracaré. Acompañó a Alvar Núñez Cabeza de Vaca en su expedición al Perú, en 1543. Más tarde exploró los Xarayes, "sobre cuyas aguas flotan áureas leyendas". En 1552, después de más de catorce años de aventuras, abandonó definitivamente el Paraguay. Se embarcó en San Vicente, el 24 de junio de 1553, y desembarcó en Amberes el 25 de enero de 1554. En su maleta llevó, posiblemente, los originales de su famoso libro Viaje al Río de la Plata. Esta obra fue editada por un librero de Francfort del Mein, en el año 1567. Las primeras ediciones se hallan escritas en alemán y en latín, y su divulgación fue precarísima en América. La que se conoció en el Río de la Plata, según afirma Manuel Gondra, fue la de 1625, incluída en la colección de De Bey. (35)

El libro del conquistador alemán es ameno, aunque exento de toda elegancia. Su mérito es más histórico que literario, pues contiene referencias de valor estimable sobre la conquista y colonización de las regiones de la América del Sud, escenario de sus andanzas.

El nombre latino de Ulrich Schidl era Fabro. Cuando su obra se tradujo del alemán al latín, Gotardo Artus, su traductor, vertió también su apellido a dicha lengua y trasmutó el Schmidl derivado de Schmid, que significa herrero en alemán, en Fabro, hablativo de "faber", que tiene igual significado en latín. Los jesuitas españoles, como Lozano, que ignoraban la lengua originaria de la discutida crónica, no conocieron sino la versión latina, de aquí que únicamente mencionan a Fabro y no a Schmidl. (36)

Resta sólo decir de Ulrich Schmidl que su nombre dio origen a apasionadas discusiones, no sólo en lo que atañe a su apelativo latino, sino a la nomenclatura de su apellido bávaro. Muchos lo llaman Schmidell; pero su verdadero nombre, tal como lo ha comprobado Andrés Lamas, al descubrir el documento ya editado anteriormente, con la firma del cronista alemán, es Schmidl. Así consta en el facsímil del mismo publicado por Bartolomé Mitre en los Anales del Museo de La Plata.
 

Supónese, con mejor acierto, que en el transcurso del año 1585 arribó al Paraguay el franciscano Luis de Bolaños. Este sacerdote, destinado a entrar en la historia como uno de los más famosos civilizadores del nuevo mundo, era oriundo de la Mancha. Nacido, probablemente, en 1560, ingresó siendo muy joven en el convento franciscano de Santa Eulalia, en Sevilla.

De esta casa salió con destino a la América del Sur. Ya en el Paraguay, su preocupación principal fue el conocimiento de la modalidad espiritual de los aborígenes. Para ello estudió su lengua, tarea en la que fue adiestrado por quien más tarde sería fray Gabriel de Guzmán. Luis de Bolaños cimentó poblaciones estables en el Paraguay, y en su cruzada evangelizadora visitó también Corrientes. Itatí se debe a sus afanes de fundador. Recorrió la actual provincia de Buenos Aires, echando las bases de la reducción de Baradero. "Tanto penetró éste en la modalidad de los indígenas, que bien pronto se halló capacitado para traducir al guaraní el catecismo de la Doctrina Cristiana, que aprobara el tercer concilio provincial del Perú, celebrado en 1583, en la ciudad capital. La traducción de referencia que hiciera Bolaños fue, a su vez, aprobado por el sínodo reunido en la Asunción, en 1603. Y es digno de recordarse que esa traducción, a la que el padre Roque González de Santa Cruz (S. J.) hizo, luego, algunos agregados complementarios, fue el texto adoptado por los jesuitas en sus célebres reducciones y aquel mismo que dio motivos a los ardientes choques doctrinarios entre los padres de la Compañía de Jesús y los que le eran poco afectos, y que terminaron con el justo triunfo de los primeros. Tal éxito resultó, por consecuencia lógica, un éxito también del texto de Bolaños." (37)

Fray Luis de Bolaños falleció en el convento de San Francisco, en la ciudad de Buenos Aires, el 11 de octubre de 1629. Su historia, llena de leyendas, es un ejemplo de abnegación apostólica y de moral cristiana.
 
 

En la expedición del adelantado Juan Ortiz de Zárate, viajó con destino a América Martín del Barco Centenera. Nacido en 1535, en Logroño, fue arcediano de la Asunción, protector de los indios y juez eclesiástico. Integró la expedición de Juan de Garay, en 1578, hacia el norte del Paraguay, y aparece como protagonista de las fundaciones de Jejuí y Perico Guazú, en cuyas regiones bautizó a numerosísimos indios Ñuasá, traídos de los campos de Jerez. En el año 1581, Martín del Barco Centenera visitó Santiago del Estero y Chuquisaca. En 1583 actuó en el concilio de Lima. Desde 1585 hasta 1588, cumplió en la ciudad de Cochabamba las funciones de comisario del Santo Oficio. Pero perdió este empleo a consecuencia de un proceso escandaloso, y retornó a la Asunción. Su regreso a Europa lo realizó algunos años después, y apareció en España entre la servidumbre del marqués Castel Rodrigo. Visitó Lisboa al cerrarse el siglo XVI y es en la capital lusitana donde, en 1602, se publicó su libro Argentina y Conquista del Río de la Plata y Tucumán y otros Sucesos del Perú, en veinticuatro cantos. Es una malísima crónica rimada de la conquista del Río de la Plata. Paul Groussac, en su libro Mendoza y Garay, al referirse a esta obra, así como a su autor, lo hace con mordacidad terrible. Siquiera muy acostumbrado por el antiguo director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires el mantear a quien le plugiese, en este caso es enojoso el hecho, porque al concepto acre que expresa une la intolerable acrimonia de su lenguaje.

El libro de Martín del Barco Centenera, escrito indudablemente en estas regiones, prueba que el comisario del Santo Oficio era un poeta detestable, como bien lo califica un escritor contemporáneo. (38) Mas, en sus páginas se hallan interesantes noticias de aquel tiempo heroico de la América española, algunas fantasías que embellecen el cuadro histórico de la conquista, extrañas supersticiones que inquietaban el espíritu oscuro y simple del aborigen, curiosos mitos de remotísimos orígenes y otros datos hoy valiosísimos para el investigador y el hombre de ciencia.

También en Lisboa, y en 1602, editóse su novela Desengaños del mundo. Martín del Barco Centenera falleció aquel mismo año, en la capital lusitana.
 
He aquí unas estancias de

ARGENTINA

Al pie de ochenta leguas adelante
El grande Paraguay entra famoso,
Con más quietud se muestra, y más semblante
A este río corriendo con reposo.
El Paraná se aparta allá á levante,
De á dó corre con fuerza muy furioso;
Del norte corre el otro, consumiendo
Las aguas que el Perú viene virtiendo.


Entrando el Paraná está Santa Ana,
De Guaranis provincia bien poblada.
Es tierra aquesta firme buena y llana,
Que mucha de la dicha es anegada.
Empero esta enjuta es muy galana,
De nuestros españoles conquistada;
Y así tienen aquí repartimiento
Los que en el Paraguay tienen asiento.


La peña pobre está más adelante:
Es alta como roca muy crecida.
Aquí han visto muchos un gigante
De gran disposición y muy crecida.
No está, según yo supe, el aquí estante:
Que allá la tierra adentro es su guarida;
Mas viene aquí a pescar muy a menudo,
De sus redes cargada, más desnudo.


Arriba de aquí están los remolinos,
Que es cosa de admirar y gran espanto.
En el medio del agua hay torbellinos,
Como suele acá en tierra: y esto tanto,
Que navegando algunos, los vecinos
Celebran sus exequias con gran planto,
Diciendo que Caribdis está a punto,
Para lo que viniere tragar junto.
Aquí muchas canoas se han perdido,
Y muchos en mi tiempo se anegaron.
Muy mal al de la Puente ha sucedido,
Y á aquellos que con él aquí bajaron.
Que habiéndoles Caribdis sumergido,
Las vidas y haciendas trabucaron.
Y aquellos que mejor les fué en la féria,
Aun lloran todabía su miseria.
El Salto ya me está gran priesa dando,
Diciendo este lugar ser propio suyo:
Y yo, solo en lo estar imaginando,
De miedo y de pensarlo de mí huyo.
Decir aqueste cuento procurando,
La mano está temblando, y lo rehuyo;
Por ser la cosa horrible y espantosa,
Y en todo el Paraná maravillosa!

Corresponde citar en esta página al primer criollo que ejerció las funciones de gobernador de la provincia del Paraguay, Hernando Arias de Saavedra. Hijo de Martín Suárez de Toledo y de María Ana de Sanabria, nació en la Asunción en el año 1564. Desde 1580 intervino activamente en las acciones militares tendientes a conquistar extensas regiones del Río de la Plata y Tucumán. Acompañó al gobernador Gonzalo de Abreu en su expedición a Elelín o la Tierra de los Césares; a Hernando de Lerma en la persecución y castigo de los indios de Casavindo; a Alonso de Vera y Aragón en la exploración del Bermejo; a Juan Torres de Vera y Aragón en la lidia fatigosa contra los guaicurúes, y a Juan de Garay en sus descubrimientos, conquistas y fundaciones. "En todas estas jornadas fueron numerosos sus actos de valor. Unía al ánimo esforzado una inteligencia despierta. Su personalidad comienza a perfilarse con la fundación de la ciudad de San Juan de Vera de las Siete Corrientes, indicada como una necesidad para la expansión del Paraguay." Salvó a Concepción del Bermejo de una amenaza siniestra de los guaicurúes.
El 13 de julio de 1592 fue designado por el Cabildo, teniente de gobernador y justicia mayor de la Asunción. "Ejerció el cargo con mucha paz y quietud y satisfacción de los vecinos, reedificando y levantando los templos y, asimismo, las obras públicas."
Cuando Hernando de Zárate llegó a Buenos Aires, Hernandarias descendía a esta población, donde fue nombrado, el 8 de marzo de 1594, capitán de las fuerzas." (39)

En enero de 1598 las autoridades y pobladores de la Asunción "eligieron y nombraron gobernador" a Hernandarias.

Existe una crónica vetusta de su llegada a la capital de la provincia. Era el 19 de julio de aquel año. Arribaron "su señoría el señor Gobernador Hernadarias y su hermano el reverendísimo señor don Fray Hernando de Trejo, obispo de Tucumán".
Por tres veces ejerció el ilustre criollo la gobernación del Paraguay. "Su vida fue una vocación para la gloria y una energía inagotable para el trabajo. Era de la madera de los grandes conquistadores."

"Estaba casado con doña Jerónima de Contreras, hija de don Juan de Garay, fundador de Buenos Aires. Buen criollo, modelo de honestidad y de constancia, vivió setenta años, de los cuales más de medio siglo lo dedicó al bien de la provincia, larga y fecunda existencia que se apagó en Santa Fe en 1634.

"Después de Irala fue el hombre más constructivo y organizador de esta parte del continente. Su nombre vale un ejército, decía una nota del Cabildo. Fue enterrado en la Iglesia de San Francisco, que él hizo construir." (40)


Hernando de Trejo y Sanabria, hermano mayor del anterior, del criollo Hernandarias, entre cuyos actos de gobierno debe anotarse también la división de la provincia del Paraguay en dos gobernaciones, la entrada de los jesuitas en estas regiones y el haber dado "traza para que los hijos de esta tierra tuviesen estudio y quien los adoctrinase y enseñase", Hernando de Trejo, decimos, debe ser tenido como un emblema de cultura, en la historia de las letras paraguayas. Nacido al parecer en la Asunción, a mediados del siglo XVI, era hijo del capitán Hernando de Trejo y de María Ana de Sanabria. Estudió en Lima. Ingresó a los quince años de edad en el colegio franciscano de la ciudad del sol, institución fundada en 1553. A los veintitrés años obtuvo las sagradas órdenes. "Como estudiante, era de grande y capaz entendimiento, admirable juicio, moderado y desembarazado. Pensaba y pesaba primero lo que había de hacer y decir, y así en los consejos y discusiones escolares valía mucho su voto por ser de ordinario el más acertado y el que mejor daba en el punto del asunto." (41) A los cuarenta años de edad fue confirmado en la misma ciudad de Lima como jerarca de la orden franciscana, después de haber dado pruebas evidentes de ser un "teólogo eximio, consumado canonista y famoso orador". De Lima se trasladó a Córdoba, donde fue designado para obispo del Tucumán, en 1592.

Dos obras fundamentales consagran su dedicación civilizadora en este período de su vida: la fundación del Colegio de San Francisco Javier, en 1613, al que después "se confió el nombre, derechos y privilegios de universidad real". Es la histórica universidad de Córdoba del Tucumán, creada de su peculio; y la resolución del sínodo de 1603, por la cual se dejaba en reposo la espada del conquistador para sustituirla por la persuasión evangelizadora de los sacerdotes. Este nuevo régimen, dice José Manuel de Estrada, que formara el espíritu del sínodo de Trejo y Sanabria, es el que su ilustre hermano, el gobernador Hernandarias, implantó en el Paraguay. Falleció en Córdoba, el 24 de diciembre de 1614.


Es también en los primeros años del siglo XVII que Reginaldo de Lizárraga brillaba desde el obispado de la capital del Paraguay. Nacido en Lima, en el año 1545, profesó entre los religiosos dominicos. "Fue presentado primero para la imperial de Chile, pero como en 1589 sucedía la rebelión de aquel reino, la matanza de los cristianos y la destrucción de la catedral, trasladó su sede a Concepción." El 8 de febrero de 1607 fue designado para obispo de la Asunción, ciudad en la que hizo su entrada el año siguiente. El obispo Lizárraga fue orador sagrado. Dejó, asimismo, algunas obras, entre ellas la Descripción y Población de las Indias. Ésta se halla citada en la Biblioteca Occidental del limeño Antonio León del Pinelo. Lizárraga falleció en la Asunción, en 1613.

Hemos de nombrar también a su sucesor en el obispado de la Asunción, el doctor Lorenzo Pérez del Grado, arcediano del Cuzco, presentado como jefe de la Iglesia de la provincia del Paraguay, en donde arribó en 1617. Fue un propulsor ponderado de la educación de la juventud, un mantenedor de la cultura.

Fueron contemporáneos del obispo Lizárraga, además del nombrado prelado, Rodrigo Ortíz de Melgarejo y Francisco de Guzmán, sacerdotes ilustres, nacidos en el Paraguay. Ambos eran hijos del conquistador Ruidíaz de Melgarejo, llegado a la Asunción en 1542.

Rodrigo Ortíz de Melgarejo, en 1604, servía, desde nueve años atrás, la plaza de provisor y vicario general del obispado de la Asunción. Fue orador sagrado. Pronunciaba sermones y predicaba fuera del templo, en castellano y en guaraní.
 
En cuanto a Francisco de Guzmán, sábese de él que sirvió el curato de la ciudad de Santa Fe y que fue secretario del sínodo de la Asunción, en el año 1603. En 1621 era cura doctrinante de los indios mbatarás y guacarás, de la jurisdicción de la ciudad de Concepción del Bermejo, en la época en que se sublevaron los infieles y asesinaron a los que se declararon adictos al cristianismo y leales a la amistad de los conquistadores y pobladores de aquella ciudad. De ésta, trasladóse a Santa Fe de la Vera Cruz. (42)


En 1554 nació en la Asunción Ruidíaz de Guzmán. Hijo de Alonso Riquelme, llegado al Paraguay en 1542, integrando la expedición de su tío, el segundo adelantado del Río de la Plata, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, y de Úrsula de Irala, hija de gobernador Domingo Martínez de Irala, y de una india llamada Leonor, Ruidíaz de Guzmán, a la edad de dieciséis años inicióse en los trajines de la conquista internándose en el Alto Paraná a las órdenes de Ruidíaz de Melgarejo. Esta expedición fue extraordinariamente rica en peripecias guerreras. Los tupís mostraron fiereza en la defensa de sus antiguos lares. No obstante los sufrimientos vividos en esta expedición, Ruidíaz de Guzmán prosiguió la ruda lucha. Fue uno de los conquistadores de la rica región guaireña y estuvo en el acto de la fundación de la Villa Rica del Espíritu Santo, en 1577. Posteriormente se trasladó a Salta, donde obtuvo el grado de alférez real. En 1584 ejerció el cargo de teniente en Ciudad Real, fundada por García Rodríguez de Vergara, en 1554, y el año siguiente, vale decir, en 1585, desempeñó el mismo cargo en Villa Rica. Participó también en el traslado de las dos citadas ciudades, y fundó Santiago de Jerez en 1593. "Parece una humana centella en su fuga incesante por las vastas comarcas rioplatenses. Visita Santa Fe y Buenos Aires en 1599; vuelve a Jerez en 1603; está en Tucumán en 1604, en La Plata en 1605, en Córdoba en 1607 y otra vez en La Plata de 1610 a 1612. En 1614 alcanza a ser gobernador y capitán general de los Chiriguanos y Llanos de Manso, y como tal funda San Pedro de Guzmán y erige dos fortalezas en las orillas del Palmar y del Magdalena. Los años se acumulan sobre sus hombros; siente el llamado de la tierra donde vio la luz, y en 1620 reaparece en Asunción. Sus coterráneos le reciben bien. Le hacen alcalde de primer voto. En tiempo en que desempeñaba esta función le sorprendió la muerte en su ciudad natal, en junio de 1629." (43)
Toda esta permanente actividad que caracteriza la vida de Ruidíaz de Guzmán no fue óbice para que, en los ratos de descanso, escribiese un libro que él mismo calificó como "primera fruta de tierra tan inculta y nueva". La obra intitulada Historia del Descubrimiento y Conquista del Río de la Plata, más conocida por La Argentina, fue terminada en La Plata, capital del Alto Perú, en el año 1612. Fue publicada, por primera vez, en 1835, en la "Colección de documentos para servir a la historia del Río de la Plata", editada por Pedro de Angelis. En 1845, en la Asunción, fue lanzada otra edición, que es la segunda, por disposición del presidente Carlos Antonio López. Posteriormente se hicieron otras, tales como la que apareció en el IV tomo de la Biblioteca del Comercio del Plata, y la dada a luz, en un volumen, en 1881, por Mariano A. Pelliza. Paul Groussac también publicó una quinta edición de La Argentina con "un comentario agrio, balbuenesco, que tiene mas concomitancias con el panfleto que con un estudio de investigación histórica".

La Argentina es un libro ameno, pleno del sabor legendario de la conquista. Lleno de noticias traídas desde sus propias fuentes, escrito en estilo espontáneo y fresco, matizado por descripciones jugosas, y si bien plagado de errores, puede ser leído sin sufrir el cansancio que produce la pesadez de la añeja forma. Paul Groussac dice que no se conoce el manuscrito original de dicho libro. Pedro de Angelis expresa que solo conoce tres de los códices antiguos. El Manuscrito de Leiva sábese que sirvió para la edición príncipe de 1835. Enrique Finot, en su Historia de la Literatura Boliviana, editada en 1942, informa que posee "uno de los poquísimos códices que existen de ese curioso documento". Cree que su origen data del siglo XVII, a juzgar por el papel, la escritura y la encuadernación en pergamino. Fue hallado en el archivo de una antigua familia de La Plata o Chuquisaca.

La última edición conocida es la del volumen veinte y cinco de la Colección Estrada, que trae un interesante prólogo y eruditas anotaciones de Enrique de Gandía. He aquí una página de La Argentina:
 
"Salido, pues, el bergantín, tuvo Mangoré por buena esta ocasión, y mucho más por haberse ido con los demás Sebastián Hurtado marido de Lucía, y así luego se juntaron por orden de sus caciques más de cuatro mil indios, los cuales se pusieron de emboscada en un sauzal, que estaba media legua del fuerte en la orilla del río, y para con más facilidad conseguir su intento, y fuese más fácil la entrada en la fortaleza, salió Mangoré con treinta mancebos muy robustos cargados con comida de pescado, carne, miel, manteca, y maíz, con lo cual se fue al fuerte, donde con muestras de amistad lo repartió, dando la mayor parte al capitán y oficiales y lo restante a los soldados, de quien fue muy bien recibido y agasajado de todos, aposentándosele dentro del fuerte aquella noche, en la cual reconociendo el traidor que todos dormían, excepto los que estaba de posta en las puertas, y aprovechándose de la ocasión, hicieron señas a los de la emboscada, los cuales con todo silencio se llegaron al muro de la fortaleza, y a un tiempo los de dentro y los de fuera cerraron con las guardias y pegaron fuego a la casa de las municiones, conque un momento se ganaron las puertas y a su salvo mataron a los centinelas y a los que encontraba de los españoles que despavoridos salían de sus aposentos a la plaza de armas sin poderse incorporar unos a otros, porque como era tan grande la fuerza del enemigo cuando despertaron ya unos por una parte ya otros por otra parte, y otros en sus mismas camas los degollaban y mataban sin ninguna resistencia..."


Finalmente, citaremos a Gabriel de Guzmán. Era hermano menor de Ruidíaz de Guzmán. Nació en 1560 y pertenecía a la secta de los franciscanos. Ordenóse en 1580. Sirvió como intérprete a fray Luis de Bolaños. Dominaba la lengua guaraní. Se supone que colaboró con aquel en la redacción de su famoso catecismo; fray Cristóbal Aresti, obispo del Paraguay y después del Río de la Plata, orador, citado por Lozano, Zinny y Larrazábal; y a fray Bernardo de Armenta, primer franciscano que con el cargo de comisario de otros cinco compañeros de la Orden, llegó al Paraguay, en 1538, por el puerto de Vera. Tanto fray Armenta como sus compañeros fueron predicadores y evangelizadores, y los primeros exégetas de la doctrina cristiana en estas tierras. Las crónicas de la época, según Trelles, daban a fray Armenta por la Asunción, en el año 1544.
 
 

Notas III.- Otros precursores del siglo XVI

33- J. NATALICIO GONZÁLEZ, Proceso y formación de la cultura paraguaya.

34-S. BUZÓ GOMES, Índice de la poesía paraguaya.

35-MANUEL GONDRA, Hombres y letrados de América

36-MANUEL GONDRA, Ob. cit.

37-RÓMULO B. CARBIA, Síntesis biográfica de fray Luis de Bolaños.

38-J. NATALICIO GONZÁLEZ, Proceso y formación de la cultura paraguaya.

39- JUSTO PASTOR BENÍTEZ, La ruta.

40- JUSTO PASTOR BENÍTEZ, Ob. cit.

41- FRAY JOSÉ LIQUERO, Fray Fernando de Trejo y Sanabria, fundador de la Universidad de Córdoba, 1916.

42- TRELLES, Revista del pasado argentino.

43- J. NATALICIO GONZÁLEZ, Proceso y formación de la cultura paraguaya.

 

 

 
 

 


ÉPOCA PRECURSORA y ÉPOCA DE FORMACION

EDITORIAL AYACUCHO BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)

Fuente: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP) - EDICIÓN DIGITAL
 
 

 
 

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