A Julio
A Cecilia
A Alejandro
A Negra y Chinota Carmagnola
A Oli, Lalo y Osvaldo
y a la memoria de quienes nos aguardan
hoy
a más de treinta años del primogénito
—9→
Un sorbo de agua fresca nació de una de esas mágicas visitas con las que la Poesía me inunda cada tanto, tal vez sólo para que no me atreva siquiera a intentar desviar de mí su curso, hacerme la desentendida.
Incluye poemas -no todos- brotados a borbotones en enero de 1989 -mes de vacaciones en las tareas laborales con las que me «gano la vida» que pierdo y recupero en pos de la Poesía-; mes en que, gracias a la magia poética, no existieron el calor; los mosquitos ni las molestias inherentes, en este pequeño y cálido rincón del universo donde habito. Sólo quedó en mí, pasado el aluvión, la certeza de que en verdad nada necesito sino quizás Un sorbo de agua fresca (unas hojas blancas y algunos años de gracia para seguir bebiendo de este manantial inagotable) y...
Si jamás daré a luz el verdadero libro de poemas, ése que vive en mí ardiente y puro, renuente a mitigar la sed de mi reclamo, entrego al menos éste, cuyos versos, por la exigencia de su arribo, merecen un albergue más decoroso y una existencia algo menos efímera que el cajón de mi escritorio en el que los dejé arrumbados.
Por comprenderlo, gracias.
Asunción, 29 de marzo de 1995
G. C.
Cárceles
Este antiquísimo ritual doméstico
de cubrir bien el pan,
de ver que haya mantel para la mesa
y que no falte sal,
de tan asiduo escapa de mis manos
5
sin querer ni pensar
y es casi ya defecto irremediable
que no logro curar.
Del mismo modo, llevo en mí las sílabas
que alguien alguna vez escribirá,
10
aquí, en la yema tibia de los dedos
prontos a acariciar
o a extenderse en rotunda bofetada
que no alcanzo a frenar.
De cualquier modo vive encarcelada
15
quien no quiere escapar.
Además del amor
He vivido mis horas
acunando preguntas sin respuesta.
Además del amor dilapidado,
¿qué olvidé ya otra vez, tirado, afuera?
Preguntas y preguntas; dudas siempre.
5
Brotaron, hoy; sobre mi almohada, éstas:
¿Quiénes recogerán lo que mis manos
no han podido abarcar, de tan pequeñas?
¿Qué mirada un día los ojos
que violarán, impúdicos, mi letra,
10
y pasarán de largo; indiferentes,
mientras ella se encoge de vergüenza?
¿De dónde es este cáliz pertinaz
que me envenena?
Y sin embargo hay algo que comprendo,
15
muy parecido, casi una respuesta,
porque a fuerza de andar y desandar
esta jornada larga e incompleta,
es como si de pronto despertara
en enero, de alguna larga siesta,
20
para encontrar que nada necesito
salvo quizás un sorbo de agua fresca.
Espera
Viene la Crin del Sur a nuestra cita
cada noche, invariable.
¿En dónde estás? ¿Qué órbita navegas
que no te han visto por ninguna parte?
¿Cuál es tu ruta? ¿La velocidad
5
se mide en años luz; o eso era antes?
Hace ya tanto tiempo
practico la costumbre de esperarte
mientras, la Cruz del Sur
simula acompañarme.
10
(¡Quién sabe dónde está
cumpliendo su misión infatigable!)
Cada vez que la miro
siento aquí, en el torrente de mi sangre,
como una invalidez
15
irremediable.
No llegues, por favor,
demasiado tarde.
Si llegas hoy
Si llegas hoy, recuerda
que has de venir primero hasta mi patio.
¿Cuál bandera agitar para que entiendas
que de verdad te aguardo?
¡Y cómo contenerme
5
para no armar un soberano escándalo:
recibir de tan lejos
a un hermano!
Dime qué idioma entenderás mejor
y decido estudiarlo.
10
Que no haya interferencias
aunque sea a señales nuestro diálogo.
-En eso aquí tenemos experiencia:
por siglos lo venimos intentando.
De tanto practicar, quizá contigo
15
veremos finalmente el resultado-.
(¡Ayayay! Por favor, sin darme cuenta
me brota sin querer el tono amargo
de quien comprende ya todos sus límites
y no puede evitarlos.)
20
Siéntate aquí. Al lado, el jazminero
te aromará de blanco.
Prueba qué fresca el agua de este cántaro.
Y qué dulce la fruta del guayabo.
Espero aún aquí, bajo la sombra
25
generosa, del mango.
Es enero. Es sábado.
No tardes más, hermano.
Cita cancelada
A Celeste Velázquez
Perdona que no acuda a nuestra cita
-ausencia por demás justificada-
No. No. No tengo tos. No necesito
un rico té de malva
como aquél tibiecito, azucarado,
5
que irremediablemente se perdió en mi infancia.
Tampoco siento frío ni calor,
a casi todo estoy acostumbrada;
ni es cuestión de abalorios o vestidos:
cuando hay amor -Amor-, nada nos falta.
10
Desde hace tiempo se me hizo tarde
para casi cualquier cita mundana.
¡A quién puede ocurrírsele a estas horas
estar enamorada,
o escribiendo poemas
15
perder una tras otra las pestañas,
o andar con corazón adolescente
por los blancos rincones de la casa!
¿Serán las manecillas del reloj
irresponsables, locas o sonámbulas?
20
Claro que no: me acosan mi bolígrafo
y una bella hoja blanca.
Queda entonces; por esta vez, la cita
indefinidamente postergada.
En realidad (disculpa, tú lo entiendes)
25
es cita cancelada.
Calendario
Nadie me ha consultado mis deseos.
No. No elegí el mezquino calendario
que me dispensa estos exiguos límites
de tan severos cálculos:
me dieron el tamaño de los ojos
5
y recibí las manos
que me fungen de alas dondequiera
aunque emprendamos vuelo equivocado.
Ignoro casi todo lo referente a un triste calendario.
Mas sé bien que hoy es sábado:
10
la vida toda es sólo para mí,
y nadie, aunque lo intente, va a evitarlo:
el universo es brevemente mío
y nuevamente voy a inaugurarlo.
Salario
A Nina Cuquejo
De repente las horas
se han vuelto polvo y agua entre mis brazos.
¿No existe una moneda algo más justa
que la que recibimos de salario?
¿He de mendigar siempre unos minutos
5
sabiendo la respuesta de antemano?
¿Cómo que no soy dueña de mi voz?
¿No son míos los dedos de mis manos?
Si es ajena la letra que pronuncio
¿de quién son estos labios
10
que hoy protestan por mí,
que pretenden gritar su desamparo?
Si no soy dueña de mis propios huesos,
no me robes, al menos, su cansancio.
Y déjame que diga mi verdad
15
con estos fieles labios alquilados
-pobre compensación
del mezquino centavo
por la disponibilidad que nos exigen-
en un lugar definitivamente equivocado.
20
Retraso
Sí. Pude haber tenido algún cincel
-allá en el cuaternario-
e invadido de imágenes rupestres
las cavernas de todos mis hermanos.
Pero he nacido en pleno siglo XX,
5
con algo más que relativo atraso.
Aunque a veces retorna a la memoria
mi ancestral, verdadero calendario,
no consigo llegar hasta las grutas
que fueron una vez mi único ámbito
10
y no logro encontrar en el paisaje,
ni siquiera un poema solitario,
ni un rasgo que me indique
la huella de mis manos.
Vivo por eso aquí
15
como esperando,
ya sin barrera temporal que impida
aguardar el momento de encontrarnos
con palabra y cincel que nos recuerden
que nada ocurre en vano.
20
Oveja negra
Tanta magnificencia me intimida.
Me empequeñece tanta maravilla.
Nada más puedo hacer: dale que dale
indago, araño; escarbo en la poesía.
(Hay quienes buscan expandir sus límites
5
navegando amarrados a una silla
-millones y millones de billetes
que cada vez más bocas necesitan-.)
¿Pretender enjuiciar la humana especie?
-¿Este ingrato rebaño, mi familia?-.
10
Aquella de la oveja descarriada
es una vieja historia resabida.
Asumo, pues, mi rol de oveja oscura
y salgo brevemente de la fila;
miro a mi alrededor, husmeo, reviso;
15
me concedo la exacta jerarquía;
disperso las marañas; me sacudo
de todo lastre, toda rebeldía;
busco dentro de mí los ojos puros,
el claro corazón de aquella niña.
20
Y ahora sí, con sólo un buen bolígrafo,
papel en ristre, afán de golondrina,
recojo, selecciono, ordeno, limpio
lo que más de un rebaño desperdicia.
Heme aquí, nuevamente ante tus ojos:
25
lágrima, letra, amor, hechicería,
quizá porque tan sólo para eso
me han puesto en esta vida.
Cómplice
Guardo en algún rincón aquel aroma
de lluvia sobre el monte;
de musgo pisoteado en el arroyo
en pleno bosque.
¿Era más fresca el agua de los cántaros
5
o el aire que corría en los corredores
como escapando de la resolana
a protegerse en la mansión de adobe?
Estaba siempre allí la parralera.
Y la belleza parecía entonces
10
ser exclusividad de las guayabas,
de las sandías, de los caracoles...
Era hermoso saber que las palomas
habían nacido para ser mis cómplices.
Cuando de aquel rincón llega el aroma
15
de musgo en pleno bosque;
el aire me trae súbitamente
el frescor del helecho de los montes;
intacta recupero la certeza
de mi horizonte,
20
y toda la hermosura
del universo es simplemente cómplice.
Asesinar a un ángel
Me viene de muy lejos este amor
a los cañaverales;
al luminoso verde de sus lanzas;
al coro susurrante
de sus pétalos ásperos, erguidos
5
contra el telón celeste del paisaje.
He bebido del jugo de su pulpa
su esponjoso dulzor inigualable;
y llevo desde entonces su legado
confundido en los zumos de mi sangre.
10
Quizá por eso entiendo, machetero:
tu diligente brazo no es cobarde.
Es que de veras duele
asesinar a un ángel.
Termina tu misión ineludible:
15
da el golpe de una vez sin lamentarte.
Y ven a compartir después conmigo
la belleza, ofensiva, de la tarde.
Clave
Si apenas sé de mí,
brevísimos fragmentos
y si de ti conozco mucho menos,
me queda solamente rastrear
mi corazón por dentro
5
a ver si él sigue dándome la clave
de lo cierto.
Viaje
¿Podré entonces al fin
saber más del amor?
¿Cómo en su presuroso carruaje
osan viajar las dudas, el temor,
y por qué en el trayecto hay siempre sitio
5
reservado al dolor?
¿Cuál es el calendario que lo rige?
¿Qué extraño mecanismo del reloj
logra que un día se detenga solo
sin ninguna razón?
10
Los duendes del amor
¿Sabré también al fin dónde se ocultan
los prodigiosos duendes del amor?
¿Dónde cultivan, afanosamente,
la flor
que alguien deja olvidada o ex profeso
5
al pie de mi portón?
¿Dónde viven los duendes? ¿No descansan
los duendes del amor?
¿O sólo son fantasmas los que habitan
-quizá a destiempo ya-
10
en mi corazón?
Qué me cuesta
Entre tanto trajín, he hallado un sitio
donde reconciliarme con los ángeles;
donde hablar el idioma y los dialectos
de los valientes y de los cobardes;
un sitio donde ocurre que el secreto
5
se muestra cada vez más vulnerable
y del que un día nomás, sin darme cuenta,
descifraré la clave.
Aunque nadie lo sabe con certeza,
lo que se busca está en alguna parte.
10
Y qué me cuesta entonces
vivir un poco más; reconciliarme.
Y dejar al arbitrio y al esfuerzo
de los ángeles
buscar por mí
15
mientras llega el momento de marcharme.
Y sin embargo sigo
Y sin embargo sigo,
con estos mismos pies, con estos ojos
moviéndome, buscando
hasta el límite mismo del asombro.
(Resulta a veces casi tan sencillo
5
como al paso arrancar la flor de agosto;
sobre el pasto perlado de rocío
ir descalza al arroyo;
o a la sombra del mango
nutrirse de su fruto generoso.
10
Pero más a menudo se transita
tambaleante en el polvo;
como escarbando viento entre cenizas,
o hundiéndose hasta el miedo en los escombros,
con riesgo de caer en un descuido
15
y nunca más lograr salir del fondo).
Sigo buscando aquello que perdimos
a ver si encuentro por ahí un cerrojo
que pueda destrancar
ayudadas mis manos por el óxido.
20
Seguir
Cuando se han balbuceado
las sílabas más bellas del idioma;
cuando se ha penetrado
la corteza sutil que las custodia,
y al menos se ha vadeado
5
un poco más allá de su corola
-aún lejos del portal de su hermosura
pero ya encaminada hacia su aroma-,
es imposible detenerse allí
-fingirse meramente espectadora-:
10
es preciso seguir:
buscar en su aparente paradoja.
Y en la tenaz certeza
de la indudable fuerza de sus dogmas
escoger la materia
15
que aguarda oculta, pródiga,
las manos que pretenden modelar
la verdadera forma de las cosas.
Experiencia
Indiscutiblemente, los humanos
somos expertos en variados dogmas
que figuran así en el diccionario:
dolor, invalidez, duda, congoja.
¿Hay sitio que podamos habitar
5
donde el pecado no nos reconozca?
¿Donde el llanto jamás sea la moneda
de la dicha que implora nuestra boca?
¿Donde nadie un buen día nos descubra
temblando de impotencia entre las sombras?
10
¿Donde nunca la muerte nos exija
entregarnos día a día, gota a gota?
¡Qué impertinencia! ¡Cuánta indiscreción!
¡Pues claro que lo sé por cuenta propia!
Ignoro si es propicia la ocasión
15
para invitarte a levantar la copa:
el viento nos regala una canción
y, pronta a florecer, vive la rosa
Búsqueda
En un viejo baúl yo había olvidado
el rostro de una niña muy querida.
Andando presurosa como tantas
en los trajines propios de la vida,
casi renuncio al respetuoso amor
5
que le tenía.
Al mirarla de pronto contemplándome
serenamente en la fotografía,
recordé la promesa de ser fiel
que le debía.
10
Y fui a buscarla. (Hace ya tanto tiempo).
Desde entonces, la busco todavía.
Desamparo
Me pasaría las horas contemplando;
el vuelo de los pájaros,
el agitar de los cañaverales,
el temblor del rocío sobre el pasto.
Me pasaría la vida simplemente
5
oliendo los aromas del verano,
ensayando un idioma
con el cual entenderme con los astros.
Es una vocación de verde y de paisajes
este añorar aquel remoto ámbito
10
en el que alguna vez, tímidamente,
posé los ojos y los pies descalzos.
Y sin embargo a veces tengo miedo
de confundir mi antiguo itinerario:
que ya no estés aquí cuando regrese;
15
que haya pasado el tiempo de encontrarnos.
En fin, que sólo soy lo que se dice
un ser humano
que busca aprisionar algún segundo al menos
entre los labios
20
y logra apenas susurrar, a veces;
su desamparo.
Destiempo
Si necesariamente debo marcharme ya,
quiero dejar al menos muy bien clarificado
que prefiero quedarme: ni siquiera conozco
los nombres de las plantas y yuyos de mi patio,
e ignoro todavía a quién pedir ayuda
5
-que no converse mucho ni exija demasiado
por desyerbar la tierra y podar bien los árboles
respetando los nidos donde empollan los pájaros-.
Pronto estaré dispuesta. Cuando sea mi casa
si no la más hermosa, la más limpia del barrio.
10
No. Aún no estoy lista. Quisiera discutir
las cláusulas que rigen el leonino contrato.
Entretanto
Entretanto, sigamos trabajando,
mientras alguien negocia cada cláusula
que nos permita prolongar el término
de legal permanencia en esta casa.
Sigamos trabajando:
5
alrededor es mucho lo que falta.
Quién sabe, alguna vez,
quizá en otra posada.
-Ya sin urgencia, sin severas normas
cronológicamente tan exactas-,
10
podamos ayudar a los gorriones
-sostenerles el peso de las alas-.
O en las ardientes siestas del verano
afinar su violín con las cigarras.
Y cumplida por fin nuestra misión
15
de voluntarias,
disfrutar de la vida, simplemente
contemplándola.
Mañana
Déjame la migaja cotidiana
que recibí hasta hoy sin mendigarla.
Bastante humilla ya mi corazón
el anhelarla.
Podrá esconder en una densa bruma
5
su redondez huidiza la palabra.
Pero están al alcance de mi mano
las llamaradas,
y cuando sea la hora llenarán
de resplandores puros la jornada
10
y brotará el poema, incontenible,
de entre las llamas.
Déjame este silencio que me habita
cuando el deslumbramiento me amordaza.
Ya tornará mi voz en una sílaba.
15
Mañana.
Jornada
Fecunda y generosa,
puntual se ha presentado la mañana.
Y vieja sabedora
de mis claudicaciones y mis mañas,
de la inexactitud de los relojes
5
que presiden mis horas y mis ganas,
desplegó su experiencia y alegría
en esta pura vida enmarañada,
y a pleno regocijo
me dio la descripción de mi jornada
10
dejándome elegir
entre hojas amarillas y otras blancas
y mostrándome sílabas dormidas
plácidamente sobre mi almohada.
Como siempre, segura de su método
15
-infalible en efecto y eficacia-
me dejó libremente
que yo las despertara.
Y está midiendo ahora por ahí
la exacta dimensión de las palabras.
20
Un poema
Anda de un sitio a otro
como canto rodado.
Que nadie lo despierte:
está cansado.
Cuando arrope el crepúsculo
5
las hojas del guayabo,
y sea el firmamento
como un bálsamo,
quizá se desperece
de su cansancio
10
y vuelva a canturrear
entre mis labios.
Poema unánime
Jamás quise una letra sólo para mí.
Quiero un bello poema para todos.
Que el canto tuyo y mío sea
para todos.
Y que en nuestra canción riamos juntos
5
todos;
lloremos juntos
todos;
gritemos juntos
todos.
10
Que se abra a nuestra voz el oxidado,
enmohecido cerrojo
y brote la verdad que aprisionamos
todos.
Que irrumpa la verdad, aunque lastime
15
al arrancar la venda, nuestros ojos;
aunque destroce
a su paso los labios temblorosos.
—50→
Que viva libremente:
que por fin aliviemos nuestros hombros.
20
Juntos.
Todos.
Llorar. Reír. Gritar nuestra verdad
todos.
Como lloran y ríen. Como gritan
25
los niños, los borrachos, los poetas y los locos.
Quiero verlo
¿Dónde se encuentra el hombre que han llamado
amo del universo?
¿Eres acaso tú, el de la voz
de límites impuestos?
¿Es ése, en cuyas manos sobreviven
5
unos míseros gestos?
O aquél quizá que arrastra los zapatos
fatigados de polvo, en el desierto?
¿Será tal vez el de los ojos tristes
de irrealizables sueños?
10
Si alguno lo conoce. por favor,
¿me tendería una mano en el intento?
Yo, mujer como soy, delegaría
en voluntarios mi ritual doméstico:
-uno, al laboratorio gastronómico,
15
y otra, al resto.
Las sílabas tendrán que acompañarme.
¿O aguardarán, ansiosas, mi regreso?
Casi todo lo tengo meditado
desde hace mucho tiempo:
20
no me interesa conocer su nombre,
su dirección, su método.
¿Para qué? No es preciso. Simplemente
deseo saber si existe. Quiero verlo.
Historia
Si vive; si murió, nadie lo sabe.
No indagues, por favor.
¡Es que lo ignoro!
Sólo creo recordar que alguna vez
se echó sobre los hombros
5
un manto desteñido y deshilado
y se marchó de pronto.
No sé, de veras.
Cuanto más pienso menos lo conozco.
Adiós.
10
Recuerdo haber oído decir
«nada» y «todo».
Sí. Se fue de repente
con su manto raído. Solo.
Sólo falta añadir que a veces aún lloro.
15
Esta mañana
Hay tanto que decir
esta mañana:
apaga ya la luz
de aquella lámpara
que nada necesita
5
esta creatura humana
sino la limpidez
de algunas páginas,
un sorbo de agua fresca
y esta vida que llega casi intacta.
10
Que espere. Sí. Que espere.
Apaga ya la lámpara.
Mejor no me preguntes
Mejor no me preguntes
lo que sucede aquí.
La mañana es tan viva, tan hermosa,
y mi boca no logra sonreír.
Se desliza el rocío, tímidamente,
5
del pétalo fragante del jazmín
y es como si de pronto hasta mis lágrimas
estuvieran allí.
Como si alguna rara hechicería
que jamás nos es dado predecir
10
me hubiera desgajado de la vida,
macheteando, certera, mi raíz,
y yo estuviera ciega, sorda, muda,
temerosa de huir,
impotente, cobarde, malherida,
15
sin posibilidad siquiera de morir.
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