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JOSÉ DUARTE PENAYO

  GOTTLOB FREGE, FILÓSOFO DEL ESPÍRITU - Por JOSÉ DUARTE PENAYO - Domingo, 26 de Julio de 2015


GOTTLOB FREGE, FILÓSOFO DEL ESPÍRITU - Por JOSÉ DUARTE PENAYO - Domingo, 26 de Julio de 2015

GOTTLOB FREGE, FILÓSOFO DEL ESPÍRITU

 

Por JOSÉ DUARTE PENAYO

 

joseduartepenayo@gmail.com

La Begriffsschrift (Conceptografía) de Gottlob Frege es el cimiento sobre el cual se levanta el complejo edificio de la lógica actual. Se la considera comparable solo con los Analíticos Primeros de Aristóteles. Dummett llama a Frege «the founder of mathematical logic» (el fundador de la lógica matemática), y Beaney, «one of the founders of analytic philosophy» (uno de los fundadores de la filosofía analítica). Pero ¿deberían la obra y la influencia de Frege ser valoradas primaria o exclusivamente por los aportes metodológicos de su Begriffsschrift? Desde la Universidad París I-Sorbonne Panthéon, donde se encuentra actualmente realizando el segundo año de su maestría en Filosofía Contemporánea, José Duarte Penayo (licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, y en Filosofía por la Universidad París IV-Sorbonne) reivindica, por el contrario, la filosofía de Gottlob Frege como fuente inagotable de un diálogo posible y necesario en torno a las nociones fundamentales que atraviesan, además de su propio proyecto filosófico, la fenomenología, la hermenéutica y la deconstrucción. En exclusiva desde París para los lectores del Suplemento Cultural.

Siete años antes de su muerte, ocurrida un día como hoy, 26 de julio, escribía Gottlob Frege «El pensamiento» («Der Gedanke»), primer artículo de sus Investigaciones lógicas, obra tardía que signa la madurez de su pensamiento al tiempo que lo instala en un ámbito de apropiaciones futuras cuya delimitación, como veremos, no puede ser limitada a una sola tradición filosófica. Profesor de Matemática de la Universidad de Jena, fundador de la lógica moderna, específicamente en lo que concierne al cálculo proposicional y al cálculo de predicados, crítico implacable de cualquier forma de psicologismo que pretendiera fundamentar las leyes del pensamiento en las operaciones concretas de una conciencia empírica, Frege ha sido además considerado el padre de la filosofía analítica del lenguaje. Con relación a este punto, y en cuanto me interesa resaltar el alcance filosófico de su aporte, me parece oportuno comenzar por mencionar su célebre artículo de 1892 «Sobre sentido y referencia» («Über Sinn und Bedeutung»), por el hecho de constituir la presentación de un programa de clarificación lógica, antes que lingüística, del fenómeno de la significación.

SENTIDO (SINN) Y REFERENCIA (BEDEUTUNG)

Si en sus primeros escritos, ligados a los fundamentos de la aritmética, nociones como «sentido» y «referencia» operaban todavía de manera casi indistinta (es preciso tener presente la extrema cercanía semántica en la lengua alemana de los términos Sinn y Bedeutung), se comienza a partir del citado artículo a hacer uso de una distinción técnica que será capital en el pensamiento de Frege: mientras que el sentido (Sinn) es aquello que es dicho como contenido ideal en una determinada proposición, la referencia (Bedeutung), por el contrario, hace alusión a la entidad trascendente a propósito de la cual algo se dice. Así, «el vencedor de Jena» y el «el vencido de Waterloo» constituyen sucesivamente dos ocurrencias de sentidos diferentes aunque ambas designen la misma entidad referencial, a saber «Napoleón Bonaparte». El sentido es entonces la vía epistémica de acceso a la Bedeutung, mientras que esta debe ser comprendida como el referente mismo, con todo su valor de trascendencia, de exceso irreductible frente a lo expresivo. Sentido y referencia no coinciden, y en su brecha misma reside la potencia de las principales reformulaciones que realiza el filósofo alemán de nociones aledañas tales como «pensamiento», «representación», «concepto» y «objeto». El sentido es siempre ideal, es decir, diferente al espesor ontológico de las cosas, a su ser exterior, pero asimismo es también siempre diferente a la realidad mental de la representación, a la interioridad de una conciencia. Vía de acceso a la referencia, el sentido constituye el pensamiento como un tercer orden de objetos, diferente a la vez de la corriente psicológica de la conciencia y de los objetos físicos de la realidad exterior, ni lo uno ni lo otro, sino tercera dimensión de una objetualidad sui generis.

Por ello, bajo el horizonte de una reflexión que subordina de manera deliberada el fenómeno de la significación al telos del conocimiento, resulta como consecuencia el hecho de que el sentido, por sí mismo, no sea jamás suficiente. Se requiere además la referencia, una suerte de intención, impulso, o, para ser claros, una exigencia de verdad que comande la aprehensión de la realidad bajo la mediación del sentido, el cual, es preciso aclararlo, se encuentra lógicamente depurado, expurgado de toda función inesencial al conocimiento.

EL HORIZONTE DE VERDAD

La exigencia de verdad impide toda autonomización de un sentido que pueda dar cuenta, por ejemplo, de la performatividad lingüística más allá de lo constativo (vía que seguirá Austin, siempre en dialogo con Frege) o, al decir de Derrida, de un franc-parler errante del signo como producción de sentido no subordinado a los imperativos de la filosofía del conocimiento. Con Frege, por el contrario, tenemos siempre como presuposición una ontología minimalista, modesta si se quiere, en la que el Ser que importa es el ser aprehendido bajo las mallas lógico-formales del objeto. Más allá de las críticas que puedan hacerse, desde las mismas que dirigió Heidegger a Husserl por razones similares, es decir, por diluir la temática del Ser a una determinación óntica del mismo, o los reproches que dirigió Quine a esta concepción «mítica» de la significación, es importante no perder de vista la complejidad de lo que implica la verdad para Frege, sobre todo en cuanto a su lugar de realización.

A este propósito resulta interesante evocar el problema retomando una de sus formulaciones más clásicas: el texto Contra los profesores, del filósofo escéptico Sexto Empírico. Se señalan ahí tres instancias como posibles candidatas a ser sedes de la verdad:

1) Algunos filósofos ubican la distinción entre lo verdadero y lo falso en lo decible incorpóreo, es decir, a nivel del enunciado o de lo que los estoicos llamaban lekton.

2) Otros lo ubican en la phoné, es decir, en el acto mismo de una emisión o, en términos modernos, de una enunciación en tanto acto de habla.

3) Finalmente, la sede de la verdad puede ser también el movimiento mismo del entendimiento discursivo, la dinámica del espíritu en su actividad judicativa.

Lo dicho en un enunciado, el acto de una enunciación y el movimiento del espíritu que juzga. Ante esta clasificación, aceptar el relato canónico que circunscribe de manera unilateral el legado de Frege a los estrechos márgenes de la filosofía analítica del lenguaje (oscilando de la primera a la segunda instancia) implicaría una omisión del hecho de que para el pensador alemán lo verdadero y lo falso se dicen siempre de un pensamiento provisto de un sentido irreductible a lo gramatical e igualmente irreductible a la instanciación de un acto de habla. Como se pondrá de manifiesto en su artículo «El pensamiento», son los contenidos ideales del pensamiento, y no las estructuras gramaticales del lenguaje, los que portan el valor de lo verdadero.

EL PENSAMIENTO COMO TERCER REINO DE OBJETOS

El pensamiento, entonces, no puede ser identificado ni con las estructuras lingüísticas de una gramática ni con las representaciones mentales de una interioridad. No se trata nunca de los pensamientos de una conciencia, de las vivencias de una singularidad individual ni mucho menos de un colectivo socio-histórico delimitado. El pensamiento no solo no pertenece a la vivencia particular de una conciencia aislada, sino que tampoco pertenece al orden de una lengua vernácula, de un idioma que sublime y exprese el solipsismo comunitario de las identidades locales. El pensamiento es lo que no puede ser dicho en primera persona, ni del singular ni del plural, sino únicamente bajo el modo de la tercera persona. Es por eso que Frege no se cansa de distinguir «pensamiento» de «representación», limitando esta a lo que concierne a la figuración interior, a la vivencia privada y al modo de aprehensión contingente de la necesidad del pensamiento.

Así, debe comprenderse que los pensamientos (Gedanken) son entidades objetivas de un tercer reino independiente del de la vivencia subjetiva y del de las realidades físicas de la exterioridad. A pesar de cierta cercanía teórica con la noción de «noéma intencional» de Husserl, el pensamiento de Frege se diferencia de la fenomenología husserliana por la no subordinación del pensamiento a ninguna instancia constituyente, por trascendental y no-empírica que sea. Para él, el pensamiento no es una determinación de la conciencia (las representaciones lo son), sino un dominio de realidad ontológica independiente, atemporal, no producido sino solo aprehendido como hallazgo en las aventuras de la reflexión filosófica. Si bien el dominio del pensamiento, en su inmanencia irrevocable, se encuentra en íntima relación con los significados de una frase o enunciado de carácter metalingüístico (principio de contextualidad), el pensamiento no debe ser considerado como asimilable a lo lingüístico ni a lo psicológico. Por el contrario, posee la propiedad de ser verdadero o falso independientemente de las conciencias particulares que puedan en un momento dado reconocer sus condiciones de validez, así como de las posibilidades expresivas de las lenguas naturales y artificiales. Es en este sentido, en tanto y en cuanto el análisis del valor lógico de todo enunciado conduce a una teoría del espíritu (Geist) radicalmente des-psicologizado y trascendente a la actividad cognitiva de agentes pensantes, que me resulta oportuno reivindicar –siguiendo la lectura del filósofo contemporáneo francés Jocelyn Benoist– la pertenencia de Frege no solo a una tradición anclada en la problemática del lenguaje, sino, además, por derecho, a la filosofía del espíritu, más acá de las celebraciones post-metafísicas, que envuelven con igual intensidad a la vulgaridad militante del positivismo y a la frivolidad decadente de la inflación lingüística. Por el contrario, la filosofía de Frege sigue siendo fuente inagotable de un diálogo posible y necesario en torno a las nociones fundamentales que atraviesan, además de su proyecto filosófico, la fenomenología, la hermenéutica y la deconstrucción.

Textos de referencia

Sobre el sentido y la referencia (Über Sinn und Bedeutung), de Frege.

El pensamiento (Der Gedanke), de Frege.

«El pensamiento», en Pensamiento y Lenguaje, de Frege.

Presentación de La pensée de Gottlob Frege, de Jocelyn Benoist.

La voix et le phénomène, de Jacques Derrida.

Philosophie du langage. Signification, vérité et réalité. Textes réunis par B. Ambroise et S. Laughier (Filosofía del lenguaje. Significación, verdad y realidad. Textos reunidos por B. Ambroise y S. Laughier).

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

  Domingo, 26 de Julio de 2015

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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