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JOSÉ ANTONIO BILBAO (+)

  PLEGARIA, LA PATRIA EN ARMAS y EL CHACO - Poesías de JOSÉ ANTONIO BILBAO


PLEGARIA, LA PATRIA EN ARMAS y EL CHACO - Poesías de  JOSÉ ANTONIO BILBAO

PLEGARIA, LA PATRIA EN ARMAS y EL CHACO 

Poesías de  JOSÉ ANTONIO BILBAO 


 

PLEGARIA
Señor, aquí estoy
en medio de esta desolación.
 
Tú me ves, de pie,
firme al parecer como una roca
y sabes, muy bien, que estoy temblando.
 
Sabes, muy bien,
que mi bosque interior está sin hojas.
Un largo otoño estalló
entre sus ramas, quebrándolas.
 
Sabes, Dios, que una leve garúa
está apagando mis rescoldos.
La leña ya no aviva las brasas
y el viento helado las consume.
Me ves de pie
y soy como una esfinge en este barro.
 
Miro esta tierra
sin verdes y sin pastos
y se me endurece el corazón
y se me agrieta la piel.
Madera sin savia,
corteza que se va rajando.
 
Dime una palabra,
ahuyenta mis espantos.
Trasvásame tu sangre.
Háblame. Tengo como un grillo
las antenas preparadas para oírte.
Publicada en: El espectro del agua.
Asunción, 1988.
 
 
 
 

LA PATRIA EN ARMAS

Medio siglo ya tenía
esa paz que sobre muertos
de una guerra desmedida
forjara a golpes el tiempo.
 
Frágil, muy frágil se alzaba
como vaso recompuesto,
en cuyo seno la oliva
su verde oscura teñía
con manchones cenicientos.
 
Y se quebró, sin quererlo,
porque trajeron la guerra
 hombres venidos de lejos.
 
Era un regreso a la sangre
que borbotaba de nuevo
de olvidados manantiales
que se creían ya secos.
 
Los fantasmas de la muerte
de negros rostros siniestros
galopaban por terrenos
que escondían mil secretos.
 
Estaba en juego el gran Chaco
de hostiles verdes misterios,
antiguo sitio de indiadas,
de españoles, paso cierto.
 
Desiertos donde las flechas
en oscuros entreveros
 dieron quehacer a tizonas,
pusieron a prueba méritos.
 
Estaba la patria herida
por invasores cetrinos,
herederos de los incas,
buscadores de otros puertos
que no estaban en el mar
porque el mar ya lo perdieron.
 
Pisaban las tierras llanas,
atravesaban los bosques,
iban buscando el gran río
que bajaba, manso y lento,
hacia un mar que nunca vieron,
hacia el Plata, siempre abierto.
 
El padre río grandioso
de fluviales barbas verdes,
brazos largos de frescura,
era el imán de esas huestes.
 
La guerra a muerte y su grito
pobló los azules cielos,
entró por los rancheríos,
escaló todos los cerros,
y fue jalonando sitios
en las costas de los ríos.
 
Y el Paraguay, fue de nuevo,
una tierra de soldados
y sus viejas cicatrices
otros tajos las rajaron.
 
Hubo muchos sacrificios,
volvieron los desamparos.
Los hombres los ocultaban,
lo callaban las mujeres.
 
Si combatieron los jóvenes
en las cañadas chaqueñas,
las mujeres de ojos negros
los ricos campos labraron,
extirparon los yuyales
y un relumbrón de machetes
quemó sus manos morenas
con la llama azul del rayo.
 
La patria en armas surgía
cantando el único cántico
que subiendo por las venas
buscaba el aire incendiándolo.
 
Tuvo a Dios como testigo
por un lapso de tres años,
sabiendo que sus bravuras
con raíces en la sangre
volverían, como otrora,
a causar temor y espanto.
 
Y el Paraguay, fue de nuevo,
una tierra de soldados
y lauros que parecían
resecos y socarrados,
tuvieron retoños verdes
en las cañadas del Chaco.
 
Publicada en: Sobre tu piel oscura. Alcándara. Asunción. 1982.
 
 
 

EL CHACO

I
Tierra de origen vago y misterioso,
de calidez hostil, vasta y silente.
Coto del indio bravo y la serpiente,
del tigre siempre alerta y cauteloso.
 
En su mundo nutricio y salitroso
-llanos de soledad, fosca y mordiente-
el requiebro del agua no es corriente
y el ataque del bosque es alevoso.
 
Allí sentó la hazaña sus reales.
El español hizo brillar su espada
y el nativo sus flechas espectrales.
 
Y centurias después, los mocetones
cubrieron esa tierra violentada
con fiereza de tigres y leones.
 
II
Sus abras solitarias, sus desiertos,
la mudez de sus vastos quebrachales
vieron pasar, por altos pajonales,
las sombras del espanto, con sus muertos.
 
La guerra, con sus fúnebres conciertos,
volvía de otro modo. Fantasmales
soplaban ya sus vientos y, fatales,
los humazos del plomo, recubiertos.
 
Con las duras cadenas de sus soles
el Chaco milenario aprisionaba.
Las albas de limón, sin arreboles,
 
 secaban los suspiros y el aliento.
Mas la patria la suerte se jugaba
y había que escuchar gemir al viento.
Publicada en: Perennidad del Recuerdo. Asunción, Azor, 1982.

 

Fuente: POESÍAS DEL PARAGUAY – ANTOLOGÍA DESDE SUS ORÍGENES. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL, Dirección de la obra: OSCAR DEL CARMEN QUEVEDO. Recopiladores y autores: RAÚL AMARAL, MARÍA BARRETO DE RAMÍREZ, AÍDA ORTÍZ DE CORONEL, ELA RAMONA SALAZAR S., RUDI TORGA/ Tel. (595-21) 373.594/  arami@rieder.net.py  – Asunción/ Paraguay. 2005. 781 pp.).





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