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RUBÉN BAREIRO SAGUIER (+)

  ESTANCIAS / ERRANCIAS / QUERENCIAS, 1982 - Poemario de RUBÉN BAREIRO SAGUIER


ESTANCIAS / ERRANCIAS / QUERENCIAS, 1982 - Poemario de RUBÉN BAREIRO SAGUIER

ESTANCIAS/ ERRANCIAS/ QUERENCIAS

Poemario de RUBÉN BAREIRO SAGUIER

Colección Poesía, 10

© Rubén Bareiro Saguier

Alcándara Editora

Edición al cuidado de C.V.M. , J.M.G.S. y M.A.F.

Diseñográfico; Miguel Angel Fernández

Viñeta; Carlos Colombino

Tiraje de 750 ejemplares

Hecho el depósito que establece la Ley 94

Se acabó de imprimir el 3 de diciembre de 1982

en los talleres gráficos de Editora Litocolor

Asunción del Paraguay.

 

 

 

 

 

ESTANCIAS , ERRANCIAS , QUERENCIAS 

RUBEN BAREIRO SAGUIER

 

 

EN MEDIO DEL CAMINO

 

            “Nell mezzo del cammin di nostra vita…”

 

            Inferno, I, 1

 

            INSOMNIO

 

He cavado el sueño

y la vigilia.

Mosquito y luna nueva.

La noche del insomnio.

Agudo, pertinaz, impertinente,

memorable zumbido.

 

Incienso de los eucaliptos.

Aquella casuarina enredada

entre las cuerdas del viento

en el patio nocturno

de algún otoño efímero.

Luna sobre las colinas,

lechosa, inmemorial

y memoriosa.

Luna triunfal

sobre el banco de arena,

reverberante,

flanqueado por los fúlgidos peces

y las hilachas de una canción,

lenta como una puñalada

en el sueño incandescente

de esta noche de insomnio.

 

Ventana sobre las colinas

para buscar las huellas de los días,

el curso imperceptible de los astros

- vaghe stelle dell'orso -,

el disparo de una estrella fugaz,

cábala del triple voto:

volver, volver, volver...

Hueco en la piedra

por el que va pasando

la lenta progresión de la luz,

de la leche, la plata, la naranja

al estallido granado del amanecer.

Rendija en el muro

para ir buscando en astrolabio

una tierra donde enterrar

raíces.

 

 

            Coda Primera - TRISTES

 

Ya las muchachas recogen,

alegremente,

las amapolas silvestres.

Las praderas se empellejan

de colores,

y el pájaro bullanguero

canta la primavera.

La tijereta teje bajo los horcones

la tibia modorra de su nido.

La hierba, hasta ayer escondida,

asoma, empuja fuera de la tierra

su delicada ceja.

 

oiméne tajy poty

pe cerro omopytambáva

 

En el parral del patio

un brote apunta fuera del sarmiento;

pero la viña está lejos

de estas orillas.

Allá donde crece un árbol

el ramaje se hincha;

esos árboles están lejos de

estos parajes.

Aquí sólo contemplo

los restos de la nieve,

el lago de endurecidas aguas.

 

oiméne hy'akuâporâ

opárupi ka'aguy.

 

 

            TOSCANA

 

El primer sol se derrama lentamente.

De colina en colina,

mansa lengua de miel,

despierta a la Toscana.

El cielo tiembla de golondrinas azules

bajo las gotas parpadeantes

de los últimos grillos de entreluces.

El humo del primer crepúsculo

levanta su columna olorosa

entre el verde gris de los olivos,

el verde verde de los viñedos,

el verde cano de los castaños,

el verde viejo de los recuerdos.

La llamarada súbita del sol

prolonga la hoguera de vanidades

donde Savonarola acabó

también él encenizado.

Terraza tras terraza,

- con amor cultivadas –

se enciende la mirada

hasta llegar al cielo beatriz

arado por el amor del Dante.

 

Toscana.

El Arno corre desde el Ponte Vechio.

Con el partió Dante una mañana

hacia una selva oscura,

infierno sin retorno.

Nunca más contempló

una mañana igual

a ésta que me va creciendo,

igual a esta mañana

crecida en purgatorio.

Toscana,

hoy tengo la corriente de tus ríos

cargados de laureles,

de esplendor, de desechos.

Tengo la curva andante

de tus colinas

por donde desfilaron

la peste, la gloria,

el fanatismo,

y se quedó vibrando

la láurica palabra de Petrarca,

el pulso inicial de Miguel Ángel,

la primavera adolescente de Boticelli...

 

Tierra de promisión,

tierra de extrañamiento.

Aquí Nicolás Maquiavelo

exilió su palabra.

Y Galileo,

que de tanto mirar el cielo

cambió el curso de los astros,

y perdió su tierra.

 

De aquí partió Vespucio

que rondó, contorneó

la tierra nueva,

la acarició amorosamente

y le dejó su nombre.

 

Toscana,

tierra de santos, ascetas y eremitas,

aquí se me impusieron

los estigmas de la ausencia,

del silencio,

del destierro.

 

 

            Coda Segunda - 137

 

Si yo de ti me olvido, Jerusalén,

que se seque mi diestra.

Que mi lengua se pegue al paladar

si pierdo tu recuerdo,

Guarnipitán.

 

 

 

            MUCHACHA COMO GREDA

 

Muchacha que apacientas

mi rebaño de fiebres,

de delirios.

 

Como mi tierra guardas

la sed y la simiente.

Y las tormentas súbitas

transitan tu cintura.

 

Los pétalos del sueño

han teñido tu piel

con olores del patio.

Y mi tacto salobre

sabe hallar en tu cuerpo

las naranjas jugosas,

la guayaba madura.

 

Amo tus pies que saben

apresurar las órbitas

y acercarnos al auge

de estrellas y temblores.

 

A orillas de tu mar

yo suelo contemplarte

para ver cómo crece

la marea en tu pelo.

Y en tus aguas profundas

naufrago con mis jarcias,

mi timón y mis quillas.

 

Y cuando amaina el viento

y las olas se calman,

náufrago sin resaca,

me gusta contemplar

el lento amanecer

de tu sonrisa.

 

En un lugar del tiempo

coincidimos.

Y tus manos supieron

apartar telarañas

de penumbra en mi cara.

Yo andaba por las calles

de una ciudad desierta,

que unas veces.

hasta llaman destierro,

y otras tantas tristeza.

 

Tus ojos de gacela asustada

venían desde lejos

acaso presintiendo

un estallido súbito

de muchos arcoíris.

 

Con tu amor en mi pecho

arrullo entre mis brazos

una tibia paloma.

 

 

 

EL DURO OFICIO

 

Es un duro oficio el del exilio,

muy duro.. .

 

            Nazim Hikmet

 

 

            TETÁ

 

Che retâ.

Ñane retâme

ko'émba.

Yma,

ara fiepyrûme.

 

Ka'aru pytû-pytû

Guyra kuéra opurahéi

opurahéi asy:

jaha, jaha rei,

ka'aru pytûaja.

 

Ñane retâme

ka’aru pytû

pytûasy.

 

 

            PATRIA

 

Mi patria.

En nuestra patria de todos

ya amanece.

Hace tiempo,

en el despuntar de los días.

Tardecita-cita.

Los pájaros cantan

cantan tristemente:

vámonos, vamos sin rumbo

con el atardecer.

 

En nuestra patria de todos,

oscura,

oscurece-rece.

 

 

            MOMBYRY GÜIVE

 

Distante, cerca,

unido a mi memoria,

a su andrajoso borde desflecado,

conservo mi paisaje.

 

Retengo, renuevo, recupero

el horizonte exacto de mi pecho,

por un atajo quedo,

un nombre susurrado

en voz muy baja,

una calle en penumbra,

la voluta del humo en la cocina,

el último pez atardecido

sobre el lomo del río.

 

Dulce o amargamente

este sur de sangre irremediable

me sigue refluyendo,

me seguirá llagando

hasta que mi cuerpo sea

un ahogado más en la corriente.

 

Porque el recuerdo es un animal

que no acaba nunca de ser domesticado.

Por allí me llega el galope de cascos furibundos;

por allí me escarifica la piel

el moretón de las humillaciones,

la rosa de algún beso;

por allí me duelen las navajas

sombrías de las rejas,

el hueco del silencio

a orillas de la noche.

 

Me apena no poder cambiar

el agua en vino,

ni compartir el pan de mi tristeza.

Me arena, me lancina

la carcoma del miedo,

la lenta polvareda del exilio.

Me asquea el viscoso reptar

de la palabra ciega.

 

Y nada puedo cuando

el último suspiro de mi madre

se apaga,

con su mirada de adiós

en el vacío.

 

 

            ÑANDA MAÑACHI - PRÉSTAME EL CAMINO

 

Préstame el camino,

el camino de tierra,

el camino de andar,

de andar a pie,

descalzo hasta la frente.

 

El camino de tierra,

el camino de barro,

el camino de polvo,

de caminar

a pie

sobre la misma tierra,

esta tierra desnuda.

 

Préstame el camino

para pisar mi nombre

para pisar mi sombra

para pisar mi sangre

para pisar mi tierra.

 

 

 

            GUARNIPITÁN

 

¿Cómo, cómo y cómo,

cómo tenerte,

retenerte,

recuperarte?

 

Me quedan casas,

rostros, árboles, perros,

entre el muelle

y los ranchos

goteando al espacio sin párpados.

 

Me quedan pájaros,

cigarras, lapachos,

resolanas,

entre las estrellas

y el canto de los grillos

en el pasto.

 

Pero me faltan

el río,

el campo,

el cielo, la tierra.

 

¿Cómo, entonces... ?

 

 

 

            LEJANIA

 

Interdicto del fuego y del agua,

lejos,

intento recuperar el perfil de los días.

Y tan sólo me vienen

las paredes manchadas del crepúsculo,

la noche

con su pueblo de insectos.

 

Y si busco el sabor,

el pan me sabe a moho,

el maíz a gorgojo,

como si con mis propios dientes

me hubiera roído las encías.

En cualquier momento

un pájaro puede volar

desde mis ojos

o morir los gusanos en mis huesos. Lejos.

 

 

 

            AUTORRETRATO

 

Mirar las aguas sucias,

contemplarse deshecho

en el cristal trizado

como un zarrapastroso narciso

de legañosa costra.

 

¿Qué es esta greda espesa

sino mi vestidura

hecha de sangre en coágulos?

¿Qué este oscuro amasijo

sino mi propia imagen?

 

¿Qué soy sino un terrón deshecho

de su abierta corteza,

la raíz más amarga

de su entraña de fuego?

 

 

 

            PAREMIOLOGÍA DEL PAN COTIDIANO

 

(Con comentarios salmódicos)

 

Levántame el día en que el miedo me invade...

 

encogérsele el ombligo

cerrársele el gollete

no tenerlas todas consigo

estar con el alma en un hilo

poner las barbas en remojo

dar diente con diente

escurrírsele la bola

atravesársele un nudo en la garganta

ponérsele los pelos de punta

írsele la sangre a los talones

 

. . . porque me pisan

todo el día hostigándome me oprimen.. . .

 

poner pies en polvorosa

andar a monte

salir pitando

apretarse el gorro

salir por la puerta de los perros

pasar las penas del purgatorio

llorar lágrimas de sangre

sudar la gota gorda

quedar en la estacada

echar los bofes

 

... todo el día retuercen mis palabras,

todos sus pensamientos son de hacerme mal. . .

 

entrar por el aro

cantar la palinodia

hincar el pico

cantar el kirieleisón

aguar el vino

aflojar las riendas

bajar el copete

tragar saliva

doblar la cerviz

besar la correa

 

... me pisan todo el día los que me acechan,

innumerables son los que me hostigan...

 

irse con el rabo entre las piernas

morder el polvo

tener cagaderas

agachar las orejas

dar el brazo a torcer

tener el pie sobre el cuello

flotar como corcho

cerrar los ojos

echar pie atrás

cagar fuego

 

... feliz quien te devuelva

el mal que nos hiciste,

feliz quien agarre y estrelle

contra la roca tu simiente. . .

 

 

 

            HUELLAS

 

Bajo las plantillas gastadas

de mis viejos zapatos

van pasando las calles

torrentosas del mundo: caras, voces extrañas,

manos, copas amigas.

Ausencia.

 

El frío del camino

se me sube a los huesos

por los hoyos del cuero

que calca en cada suela

la forma exacta

de mi patria.

 

 

 

            CONTINUIDAD

 

Y si yo caigo

antes del alba,

si caigo, digo,

el alba se levantará,

por mí,

cada mañana.

 

 

 

            ISLA SECRETA

 

            1

 

en medio de la tierra del mapa

hay una porción de tierra

enteramente rodeada de tierra por todos los costados

una isla debajo de la tierra

un isleo fogoso

o mejor

un escollo violento en las aguas mayores

una tierra de rabia silenciosa

balsa de tierra a la deriva

en una tempestad de tierra

 

            2

 

la gente vive enterrada en el paraje

a menudo aterrada

desterrada siempre

la gente navega tierra a tierra

los niños comen tierra

y los hombres siguen comiendo tierra

fácilmente

 

            3

 

tierra de pan llevar oscuro

en realidad tierra de mascar

tierra terregosa de tanto haber sido

tierra vegetal

y manca

 

            4

 

tierra de tierra rodeada

luna seca

o a veces tarde mojada

de lágrima en creciente

tierra de nadie

o de pocos

 

            5

 

sin embargo

por mucho que intentaron

no han conseguido echarte por tierra

aunque te sangre la piel de tierra roja

y el sol te saque heridas

de tierra inútilmente hermosa

 

            6

 

tierra de tierra adentro

de tristeza adentro

tierra terrible

ni siquiera puedo poner tierra entre nosotros

o echarte tierra encima

porque me estás doliendo siempre

me estás sangrando a mares que no tuve

 

            7

 

nada

silencio

hay cuervos

hay ortigas

osamentas

hay sequías largas

rogativas para que cesen

hay barro a veces

resbaladizo

no hay nieve

espinas en la lengua

pies en raigones

el calor prensa

isla de sol silencioso

isla de niebla

 

 

 

            CIUDAD SUMERGIDA

 

". . . la muy noble y muy ilustre. . . "

 

            Eloy Fariña Núñez

 

hubo aquí una ciudad

capas y más capas la cubren

sin pena alguna ni gloria

 

bajo el asfalto están

sus vértebras de árboles y niños

su trazado de nubes

de recuerdos

 

sus aguateros muertos

sus veredas de piedras desiguales

cuyas rayas no había que pisar

 

una memoria de ciudad

sumergida aquí bajo mares de wisky

de bebidas rigurosamente importadas

bajo montañas de delikatessen

 

en sus vidrieras se exhiben brocatos

muchachas

perfumes

hermanos despedazados

sombrillas de seda natural

y hombres con el precio clavado en la solapa

 

entre las casas pasan ráfagas de miedo

entre las caras

ráfagas de murga

entre los coches último modelo

entre los cohetes que escapan por las ventanas

(dos ángeles tocan música de jazz

mientras comienzan a desplomarse las paredes)

 

hubo aquí una ciudad

recostada en la silla del río

con pájaros

con adoquines bigotudos de pasto

con perros veinticuatro horas

con hombres y mujeres

 

una ciudad que se fue quemando sola

inundada de moscas

de babas

de langostas

inundada de azufre

de ceniza caliente

de llamas

sin un solo pedazo de Lot

 

extiendo la mano sobre el suelo

extiendo mi tristeza sobre el suelo

y trato de sobrenadar

en esta salobre, sin sal,

caja de ausencias.

 

 

 

            CARTA A JEAN, EN TOLOSA DE FRANCIA,

            QUE ACABA DE PASAR POR MI TIERRA

 

Querido amigo:

Cuánto lamento que debas postergar tu viaje a París.

Estoy ansioso de hablar contigo,

de escuchar de tu boca. . .,

de saber que la tierra es la misma

-si todavía es roja, por ejemplo-,

si ha cambiado la luz que desciende del cielo

con los pájaros del amanecer.

Necesito refrescar

el olor de la tierra mojada,

el de la madera mordida por la sierra,

el lento olor del humo,

el olor del atardecer.

Recordar los reflejos del río

que me nadan a contracorriente.

Saber si los amigos -la gente-

que dices haber visto

existen en verdad,

o sólo son fantasmas

que bogan a la deriva

en el naufragio gris de mi memoria.

Sabes por qué te lo pregunto.

Hace dos años, un día de octubre como éste,

yo estaba en una celda

de la Policía de Investigaciones

(calle de Presidente Franco,

en Asunción del Paraguay,

cuna de la Libertad de América).

Los cuervos se cebaban en mí,

apenas un trocito de la entraña dolida

de mi tierra escondida,

mientras afuera

-ahí cerquita, en un lugar inalcanzable-

ardían los lapachos,

que habrás visto explotando

entre el verde y el verde de setiembre.

 

Después,

me cegaron la luz,

los lapachos, el río,

los pájaros, el pasto,

la sangre de mi tierra.

 

Querido Jean,

yo necesito hablar contigo

para saber si todo,

todo esto y aquello

es en verdad reflejo de mi memoria herida

o si sólo se trata

de alguna pesadilla

febrilmente soñada

entre lobos y medianoche.

 

Y necesito, además, hablar

para no ahogarme...

 

 

 

            CARTA A JOSÉ MARÍA

 

En respuesta a su libro Poemas

 

José María,

desvelado pastor de un rebaño de cantos,

de recuerdos,

de presencias

en un campo de niebla,

patria de mis heridas.

 

José María hermano,

yo no sé qué palabras decirte,

a ti que te quedaste

a poblar con tu voz nuestra ausencia,

y que has visto apagarse la lumbre,

crecer la escarcha del silencio

hasta desdibujar

las flores del lapacho.

A ti, amigo de la frente empinada,

de la sonrisa abierta,

de la voz constelada de nidos

y de alguna ventana entornada a la tarde.

A ti, compañero de andanzas y de tragos.

 

 

Recuerdo como si fuera ayer

nuestra llegada a Vigo.

Luciano llora besando la tierra

de sus recuperados pasos.

Galicia, cercana para ti,

más distante en el tiempo para mí,

tan honda en los dos por el efecto

nos recibe con su luz de morriña,

su cariño de muchacha tierna.

Trini nos abre la puerta,

el corazón,

la huerta de la vieja casona

que conoces de siempre

(porque Pura, tu madre,

y la madre de Pura... ).

La risa de María Emma

ilumina las rías.

Y en Pontevedra,

Vicente nos lleva hasta el puerto

para comer sardinas

que saben todavía

a la última estrella de la noche.

¿Te acuerdas del botafumeiro

embalsamado del sueño?,

¿de los fuegos la noche del Apóstol?

Nuestros ojos redondos

recogían las chispas

que empapaban Santiago

(donde ahora duerme José Domingo

bajo la lluvia mansa de sus cabellos blancos).

La primavera explota

en la cáscara de los melocotones,

en los huesos nuevos de las cerezas,

en las tascas de la calle del Franco,

con unción recorridas,

puerta a puerta,

mientras un río fresco

de Ribeiro nos surca

y se nos encasqueta la alegría.

 

Y de golpe,

aquí donde aprendí el otoño,

el gris de los inviernos

-ese gris sin compuertas-,

aquí,

empapado de sombra,

calado de tristeza hasta los huesos,

con toques de sollozo me sacude

este otro viaje que emprendemos,

compañero José, de la tierra a la tierra,

tú adentro,

viendo crecer la marea amarga de la afrenta,

la espuma del temblor,

yo afuera,

con el llanto crecido hasta el borde de los labios,

ahogándome de ausencia;

tú fuera de la ponzoña,

yo dentro de la nostalgia.

 

Cabotaje de niebla

en las amargas aguas

-aguarriba, aguarrabia-,

recalando en islotes

de dolor,

de impotencia,

de pan-mierda-comer

día tras día,

de desgarrado exilio,

tú adentro,

yo afuera. . .

 

Cabotaje de ciegos,

de niebla pertinaz,

pero no eterna.

En el fondo del ojo de la noche

persiste con tranquila inminencia

la pupila pálida del alba,

arasy,

irremisible madre de la luz.

 

Y cuando,

después de tanta oscuridad,

amanezca sobre la tierra de nuestras cicatrices,

allí estaré,

José María amigo,

para arropar mi mano peregrina

en la cálida mano de tu voz compañera.

 

 

 

PRISIÓN

 

 

            CRONOLOGÍA

 

            1

 

Entre sombras

oigo los golpes ciegos

del cercano reloj

que lento, inexorable,

me va enterrando el día,

las horas de la rabia,

los interminables minutos de impotencia,

la eternidad transida del bostezo.

 

            2

 

De noche los mosquitos,

por la siesta las moscas,

todo el tiempo las ratas.

¿Sentirán, quizás,

el pedazo de muerte

que aquí nos va creciendo?

 

 

 

            FLORACIÓN

 

Cuando me trajeron,

una siesta amarilla y morada,

los lapachos furiosos explotaban

en el cielo de octubre.

Los jacarandás,

aunque no los vea,

riegan sus pequeños cielos

sobre las veredas.

Aquí los tengo.

Ni las rejas,

ni la humedad,

ni el olor leproso

que me impregna la piel

me los podrán quitar:

a un hombre libre

apenas si le pueden apresar el cuerpo.

 

 

 

            MURALES

 

En la pared

encontré un nombre escrito y una fecha.

Salud, compañero, contesté el mensaje,

y me sentí menos solo.

 

En el muro de enfrente

alguien ha dibujado

un rancho de dos aguas,

con su corredor y su cocotero.

Cuando la sombra aleve

me aprieta las pupilas,

el ranchito, de golpe,

abre una ventana con sol:

una bocanada de vida.

 

 

 

            NECROLÓGICA

 

Acabo de leerlo.

Alejandra Pizarnick

terminó de suicidarse en Buenos Aires.

 

Cuando la conocí,

hace tiempo en París,

ya había iniciado

la larga travesía

entre un río de ausencia

y una pieza de niebla,

donde su sed le aguardaba.

 

Había en su mirada

la firme, la dulce decisión

de llegar al obstinado puerto.

 

Aquí,

a mitad de derrota

de sus navegaciones,

la comprendo aún mejor.

 

 

 

            ESPEJISMO

 

De siesta y por la noche

viene una niña a buscar

los restos de comida.

Tiene los ojos tristes

y una sonrisa herida de mujer hecha.

Su presencia frágil, ambigua,

es tan extraña en este sitio

como una flor abierta

en el desierto.

 

 

 

            PESADILLA

 

Como el perro de Pavlov,

cuando suena la noche

recomienzo con mi rumiar

de sueños.

 

Viscosas larvas,

cucarachas de miedo

rodean mi cadáver

cuando el día devuelve la mañana.

 

Esas mañanas que no tienen aurora.

 

 

 

            LLUVIA

 

Llueve desde algún cielo olvidado.

Está la tentación de volverse ridículo

y escribir los versos más tristes esta tarde.

 

Llueve en el cuadrado sucio

mientras oigo al rudo Job

maldecir el humillado día.

No es la lluvia la que engendra la aflicción.

La iniquidad brota del hombre.

Pero el rayo también es hijo suyo,

y algún día veré caer

sus casas faraónicas

hincadas en el polvo

sobre sus sucios corazones

de putrefacta arcilla.

 

Por momentos,

la lluvia me trae

la limosna piadosa de un consuelo:

muchos te acompañan,

están contigo en el afecto.

Mendrugo compasivo de mentira.

 

Aquí uno está solo,

aunque llueva,

en medio de su voz sin eco,

sus fantasmas,

su angustia fácil,

su digestión difícil,

sus lágrimas de plomo,

sus nostalgias furiosas,

su palabra enferma,

su tristeza

y sus moscas.

 

 

Solo,

aceptando el mundo en préstamo

para sobrevivir,

como si valiera la pena.

 

Porque la salmuera del recuerdo

duele sobre las heridas.

 

Y uno está tremendamente solo,

aunque llueva.

 

 

 

            MÚSICA DE LA MEMORIA

 

Hoy hace un mes,

o un año,

tal vez un siglo

de silencio

entre las mansas cucarachas

del olvido.

 

Pero anoche

una leve humareda de música,

una ráfaga de notas en el viento

desató el nudo de mis manos,

el hosco garrotillo en mi garganta

y el mundo me cayó

sobre los ojos,

sobre los labios,

goterones de voces,

de lágrima o de plomo

después de la sequía.

Hasta entonces lo huía.

Por ejemplo, no podía pensar

el otoño rojizo de París,

el París de herrumbrados castaños

y plazas escondidas.

 

Ni siquiera podía

evocar los jacarandás

azuleando el cielo

en las calles de la ciudad prohibida.

 

Es que el sol es apenas

un recuerdo manchado por las rejas.

Este es el fondo más hondo del pozo

y esta oscuridad se asume en soledad,

con la angustia, las moscas,

los olvidos, las ratas monstruosas.

La memoria es una llamarada

que quema, que lancina.

 

Y de golpe,

un traguito de música

puede más que las rejas,

que el dolor de la afrenta,

más que los interrogatorios,

que las garras prensadas de los cuervos.

 

 

 

            PARÁBOLA DE LA ROSA

 

Anoche un guardia,

un hombre con el rostro

oculto por una máscara de sombra,

entre las rejas me pasó una rosa

cortada de algún jardín público.

"Viene de afuera", me dijo,

y sentí que un hálito de vida

me invadía.

 

Supe que en el fondo del pozo,

en el charco de un pecho

puede florecer una rosa.

 

Aunque la fetidez

la marchitó en seguida,

la rosa existe.

 

 

 

            INCONGRUENCIA

 

¡Qué ridículo pensar

en el fondo de un calabozo

que el mar existe!

 

 

 

            EVIDENCIA

 

Y de golpe comprendo

que mi patria,

la antigua tierra abierta

de los dueños del viento,

se ha vuelto este pedazo de sombra

entre cuatro paredes

y una reja.

 

 

LUGARES

 

            Desde el fondo de la tierra hacia ti grito

            en el desmayo de mi corazón.

 

            Salmo 61

 

 

            VENECIA

 

Donde se muere el tiempo

recomienza el amor.

Este canal me lleva sin rupturas

hasta la bizantina almendra

de tus ojos.

 

En el mosaico umbroso,

vidrios y palomas

se incrustan como besos

en la piel.

 

El arco de tu cuerpo

sostiene el cincelado

capitel de quemazones.

 

Y las vetas de fuego polícromo

recorren las columnas,

las plazas,

las alcobas.

 

De un campo de penumbra

a una calle de sangre,

de una piazza de piedra

a un río sin riberas,

caminamos,

atravesando puentes

que conducen

del caracol de un sueño

al humo de otro sueño.

 

Nácar, concha, humedad,

espiral cadenciosa,

tiento,

a tientas

llegamos.

Venecia.

 

 

 

            TOLEDO

 

Un aroma suave nos camina

desde un patio,

un naranjo,

un jazminero,

la brisa de la sierra.

 

Onda con onda

arremolino tu cintura.

Yo el brazo del río,

tú la orilla.

 

De una mata a un pedruzco

el Tajo nos arrastra

mientras en la tarde

hace pleno abril.

 

 

 

            EL LUGAR

 

            I

 

Y entonces el verano montó

hasta dolernos la risa.

El lugar suficiente

estaba allí

junto a los encendidos árboles,

al calor de la piel,

al movimiento alterno de las hojas.

 

Y cuando transpusimos

el umbral de los rombos,

a través de los vidrios

veíamos

nuestros cuerpos de música

largamente extendidos,

la luz de nuestra sangre,

río al borde del río,

fuego quemando el fuego,

ya nosotros el leño,

el cauce,

la memoria.

Es que a veces le llaman

también eternidad.

 

            II

 

Lentamente, después

vendrá el otoño

a acariciar los vidrios

con sus dedos de cobre,

sus hojas coaguladas,

su nostalgia apenas sanguinolenta

(yo te seguiré contando

las etimologías:

dolor del regreso,

o quizás,

regreso del dolor).

 

Y llegará el invierno

con sus pasos de seda,

blanco y blanco hasta el llanto,

a florecer los apagados árboles,

más allá de los rombos

en la ventana.

 

La noche encenderá

las luces infinitas.

Y yo te buscaré

por el bosque azulado

de una rama desierta

a otra rama preñada.

 

El fuego de los leños,

el mismo que madurara el pan

cuando lo compartíamos

- ya siempre -

recordará el hueco de tu nombre.

 

Quizás en ese instante

nos invada la boca

un regusto de ausencia.

 

Pero el lugar existe.

 

Y al trozo de memoria

lo seguirán llamando,

quizás,

eternidad.

 

 

            N. Y. CITY

 

Es que todos andamos

buscando por aquí

los conejitos blancos.

Los maricas de la 54,

la muchacha

- junco negro y cansancio -

que en la 42 sonríe con un hello tan triste,

o el viejo legañoso de la estación central.

 

Yo también,

caminante perdido en la maraña,

mudo entre tanta hojarasca de niebla,

pez en la pecera de silencio,

detrás de los vidrios opacos,

o de los vidrios rotos

por las calles de Harlem.

 

Perdido entre muchachas

de pulida sonrisa chees,

labios de rojo ketchup

y un balancín

entre el pecho y el sexo.

 

En el Danny Boy's

ingiero mi aséptica pitanza plastisápida.

Y aturdido de golpe,

me pregunto:

¿por qué gritan tanto?

¿Son en efecto

los amos del planeta,

o simplemente la obesidad

les subió a la garganta?

 

 

 

            SICILIA

 

Toqué la rosa de los tiempos

con los dedos del corazón.

Hundí mis manos, mis raíces

en los ríos de sangre

que atraviesan

tu piel incandescente

de azufre y de paloma.

Palpé con mis pupilas

la interminable llama

de soles y de sales,

de tuétano y de piedra

que quema tu corteza

de pan al mediodía.

 

Ocre, verde, cobrizo,

explota tu espinazo

al contacto plomizo,

añil

del mar,

surcado desde siempre

por venas y por naves

de agónico furor

para negar la muerte.

 

¿Recuerdas aquel día

redondo en Scopello?

La hostia bizantina del sol

crecía en la montaña

sobre el agua dorada.

Higueras, tunas, rocas,

palmeras y cipreses.

El tramonto

desangraba lenta, majestuosamente,

el mar, el horizonte.

 

Y luego,

la luna más rotunda

enfruteciendo el cielo.

Eternidad metálica,

coagulada, concéntrica.

 

Nuestros pies caminando

- serpiente de calor –

kilómetros y espacios

de silencios y abejas

de viñas y cigarras.

 

Y de golpe,

el olor inmemorial del pan,

el fragor del melón,

el halo del panal,

la dulzura del higo,

la frescura luminosa del agua.

 

 

 

PROVENZA Y EL DESTIERRO

 

Amanece largamente

en Provenza

sobre los menudos cielos

de la lavanda

y la madura miel secreta

de los campos.

 

Amanecen todas las luces

y los gallos no cantan.

 

 

 

                        INDICE

 

EN MEDIO DEL CAMINO

Insomnio

Coda primera - Tristes

Toscana

Coda Segunda - 137

Muchacha como greda

 

EL DURO OFICIO

Tetâ

Patria

Mombyry güive

Ñanda Mañachi - Préstame el camino

Guarnipitán

Lejanía

Autorretrato

Paremiología del pan cotidiano

Huellas

Continuidad

Isla secreta

Ciudad sumergida

Carta a Jean, en Tolosa de Francia, que acaba de pasar por mi tierra

Carta a José María

 

PRISIÓN

Cronología

Floración

Murales

Necrológica

Espejismo

Pesadilla

Lluvia

Música de la memoria

Parábola de la rosa

Incongruencia

Evidencia

 

LUGARES

Venecia

Toledo

El lugar I, II

N. Y. City

Sicilia

Provenza y el destierro

Ecuador recuperado

Estambul

Jerusalén

Puebla de los Ángeles

Un sitio cercano de la muerte

 

MOTIVOS

Dos motivos kaigüe I, II

Variaciones sobre el deshabitado

Derrotas

Historia trivial

Cara o cruz

Feria de domingo

El río de Heráclito

Contra Heráclito

Balance

Sin palabras

Círculo

 

CANCIONES ANTERIORES

Al filo de Omega

Palabras casi dichas

Variaciones sobre la navidad ausente I, II

Salvación de la reja

Mañanita

 

NOCIONES DE HISTORIA PERSONAL

Primera versión

Segunda versión

 

 

 

 

ENLACE RECOMENDADO A OTRA OBRA DEL AUTOR

(HACER CLIC SOBRE LA TAPA)

LITERATURA GUARANÍ DEL PARAGUAY

Por RUBEN BAREIRO SAGUIER

 Editorial Servilibro, Asunción-Paraguay 2004

Versión digital, en la

BIBLIOTECA VIRTUAL “AUGUSTO ROA BASTOS”

del CENTRO CULTURAL DE LA REPÚBLICA “EL CABILDO”

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

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