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CARLA GABRIELA MOLINAS RIQUELME

  ALMA PEREGRINA - Novela de CARLA MOLINAS RIQUELME - Año: 2014


ALMA PEREGRINA - Novela de CARLA MOLINAS RIQUELME - Año: 2014

ALMA PEREGRINA.

 

Novela de CARLA MOLINAS RIQUELME.

 

Editor: EDITORIAL SERVILIBRO

Fotografía de tapa: GABRIELA ALVARADO.

Retoque digital y diseño de tapa: MARÍA EMILIA VIDAL.

ISBN: 978-99953-0-653-3

Asunción, julio 2014 (302 páginas)



LAS HISTORIAS HUMANAS TAMBIEN NOS INTERESAN

El trabajo del crítico literario es análisis puro y competente de un texto con pretensiones artísticas. Este análisis puede parecer unívoco por su carácter exegético. Pero hay distintas vertientes para enfocar su tratamiento. No es lo mismo escribir una reseña de prensa que un artículo académico. Y, por supuesto, no es semejante ninguno de ambos análisis a la confección del prólogo de un libro, tarea que, desafortunadamente, va perdiendo vigor, puesto que las editoriales comerciales han optado por los métodos de propaganda, incluyendo el boca a boca, en detrimento del prólogo. Sin embargo, esas palabras iniciales de una obra formuladas por una autoridad generalmente, es un instrumento necesario que nos permite acercamos a la obra, sobre todo cuando estamos ante un autor desconocido. El prólogo nos avanza un mundo con el que vamos a topamos y ha de valorar por qué el trabajo puede merecer la lectura. Incluso en estos tiempos donde en Internet hallamos tanta crítica aceptable o discutible.

Si un crítico acepta prologar una obra, la hace suya, la interpreta y la acepta como creación con algún punto de interés al menos. Sin embargo, la reseña se ajusta a obligatoriedades o voluntades propias de la necesidad editorial, comercial o personal. En todo caso, el buen crítico adapta con pasión la visión proporcionada por su lectura a su competencia y a su habilidad, modificando códigos y registros comunicativos según el objeto de su escritura. Porque sí: el crítico literario también es un escritor. Incluso a veces leemos críticas que parecen ficción pura, dicho sea con ironía y quizá simpatía por lo heterodoxo o lo laxo.

Prologar una obra no es reseñarla, aunque sea una tarea parecida. Existe un elemento común entre ambas: la elipsis de determinadas partes del contenido para evitar revelar al lector un desenlace o aspectos del argumento donde existe la necesidad de la identificación del lector con el argumento o con su forma y el descubrimiento sorpresivo. Pero existen diferencias. La principal es su sentido: la reseña comenta la obra publicada mientras que el prólogo es una invitación a la lectura de la obra.

Y es lo que pretendo hacer en este prólogo de Alma peregrina de Carla G. Molinas R. Lo primero que surgirá en la sociedad paraguaya es la pregunta de quién es la autora. Molinas es un apellido reconocido en la literatura del país, pero sobre todo es un nombre capital para la literatura escrita por mujeres: Yula Riquelme de Molinas. Ella, en un tiempo donde escribir era un asunto menor de y para aburridos (finales de los años ochenta del siglo XX), y donde pronunciar esa frase que tanto defendemos algunos como es “la cultura no es un gasto: es una inversión” era casi un delito o al menos gozaba de la incomprensión política, supo empujar el ambiente literario, sobre todo femenino, junto a otras escritoras como Renée Ferrer, Neida Bonnet, Dirma Pardo o Raquel Saguier, hasta normalizar el hecho de que se pudiera escribir sobre las inquietudes femeninas sin complejos y con ánimo de fortalecer a una sociedad que se encaminaba hacia una transición democrática... larga pero democrática, donde además la mujer debía demandar su importancia histórica en el país a pesar de su postración social y política. Yula Riquelme nos dio grandes obras, como Puerta, Bazar de cuentos, Palabras en juego y De barro somos en la última década del siglo, aunque en 1976 había dado a la luz el poemario Los moradores del vórtice.

Pero quizá no esperábamos que también nos diera un nuevo nombre a la literatura: su hija Carla Molinas. Y créanme que es un placer presentar a la hija de una amiga, que con el tiempo se ha convertido también en amiga. Comienza su camino con ambición. Con una novela: Alma peregrina. Una novela, lo cual es sinónimo de un gran deseo de entrar en este mundo complejo y envolvente de las letras.

Alma peregrina es una novela donde se mezcla lo fantástico y lo real. En este sentido, hereda las raíces de Puerta de Yula Riquelme. Pero solamente la capacidad de situar el presente del relato en un mundo fantástico, para partir de él a la búsqueda de una historia real. En Puerta un personaje se disolvía en el mundo de lo oculto hasta romperse los límites de lo real y de lo fantástico, porque el personaje accedía a una dimensión en la que no existía el tiempo y el espacio; un ambiente sobrenatural en ocasiones terrorífico. Como Yula, Carla Molinas utiliza el cervantinismo al incluir historias dentro de la narración principal; sucesos del pasado partiendo del presente, con medios retrospectivos para construir acontecimientos en los que se penetra en un espacio y un tiempo pasados.

Enfrenta así la lógica espacial metafísica con la realidad y un tiempo imperecedero a otro concreto y mensurable. Pero no hay otra manera mejor que comentar el argumento para discernir sobre su contenido. 

La novela consta de más de treinta episodios lineales que desembocan en un desenlace aglutinador de todas las historias. Es una compleja estructura de cruces, tensiones y distensiones entre los mundos de las aúreas y las almas terrenales. Comienza en un martes con un diálogo entre Mayn Dumas y Ofelia York, donde esta última le manifiesta no encontrar la manera de ayudar a Ani, una persona angustiada. Ignora las causas de su mal y ello le obsesiona, y finaliza ocho días después, un miércoles. Mayn comprende su frustración pues ambas se dedican a ayudar a mujeres, a aliviar sus penas, a atenuar el dolor de sus pasados difíciles. Para ello, han de darles confianza y fortalecer su autoestima, vapuleada generalmente por las circunstancias adversas de la vida que les ha tocado en suerte. Gravitando en el diálogo se encuentra un discurso feminista:

(...) -Es gratificante ver cómo ha progresado la situación de la mujer en la sociedad, despacio pero con paso firme.

-Sí, Ofelia, han avanzado. Sin embargo, aún no es suficiente.

-Tengo la convicción de que la mujer terminará convenciéndose de su valor y logrará hacerse respetar en todos los ámbitos; es una cuestión de tiempo y de lógica consecuencia.

Ofelia está preocupada con Ani, con su alma, pues es su alma a quien está destinada a salvar. Aquí aparece desplegada la imaginación de la autora; su capacidad para inventar mundos y progresivamente el relato va descubriendo el universo fantástico de estos personajes: áureos y áureas morando en la Aureolada, un sitio pequeño, habitado por seres bondadosos, pacíficos, instruidos, que no enferman y cuando sufren algún daño, sus cuerpos se regeneran rápidamente. Sus sosegadas vidas intensifica el interés que sienten estos seres hacia los humanos y su intención de ayudarlos. A través del Prado Cian incursionan en nuestro mundo, en él se reúnen semanalmente y sus trabajos de ayuda son valorados por el Aurea Mayor Guimen. En su última evaluación, Ofelia ha recibido una reprimenda por no seguir las normas establecidas. Es tal su identificación con el alma de Ani que no puede respetarlas al pie de la letra. Su férrea decisión de progresar en su ayuda le lleva a contactar con Erton Maunek, el más célebre compilador de historias de vidas humanas con que cuenta la Aureolada, y así entrar en su biblioteca a conocer los límites de las asistencias y sus características. Pero aquí la narración deja de seguir una linealidad y cambia de espacio. Los personajes se van ensanchando y estos ampliarán la interesante historia de las personas de carne y hueso, desembocando en la historia de Dionisia Fretes en los primeros años de la dictadura, una modista distinguida y su sugerente relación con Esther. Terminada ésta, el relato principal se irá complicando hasta centrarse en el propósito con el que Ofelia se ha sensibilizado e implicado hasta la transgresión: mitigar el tormento de Ani, que es en realidad el padecimiento de la mujer en el férreo ambiente patriarcal. Es una misión audaz y peligrosa puesto que el alma de Ani ha sido también el alma de Matilde Eleonora Torrente. Todo un reto que no cuenta con las simpatías de sus autoridades porque no se ha de intervenir sino asistir.

E interviene, penetra en la historia, hasta buscar la ayuda más profunda. La historia se vuelve cada vez más interesante, con unos personajes fuertes, sensibles y muy bien dibujados. De forma ambiciosa, Molinas va situando acciones relacionadas en paralelo, entre las que destaca la manifestación de Ofelia ante Adrián donde le cuenta su deseo de ayudar a Ani, su madre. La personalidad de Adrián es penetrante, y poco a poco se va revelando para él la procedencia del tormento de su madre. Ofelia intervendrá hasta la extenuación a pesar de la prohibición, lo cual es una reivindicación humanista de la valentía y de la necesidad de escapar de la norma establecida cuando resulte necesario ejercer la filantropía.

Ante estos cruces de historias, los discursos adoptan distintas formas. Incluso la poesía está presente cuando se expresan los sentimientos, pero también de manera formal en unas cartas encontradas. Sin embargo, es el diálogo el predominante: el tratamiento dialógico da vigor al texto, porque no solamente establece las relaciones entre los personajes sino también los cruces espaciales y temporales. De hecho, uno de los aspectos más destacables de la novela es el descubrimiento de los personajes y de las situaciones en sus conversaciones. No espere el lector enormes descripciones, aunque la necesidad obligue a hacerlo en algunos capítulos, sino sincronizadas confrontaciones verbales en cascada y dispuestas de manera dinámica. ¿Quién es Torrente? ¿Quién es Dionisia Fretes? ¿Quién es Matilde? ¿Quién es Juanita Esteche? Eso se lo dejaremos al hallazgo del lector.

Estamos ante una historia interesante, bien planteada y con una firme estructura lineal, en apenas una semana, pero con retrospecciones y avances capaces de transportarnos de la fantasía a la realidad y viceversa. Las marcas narrativas nos van relevando situaciones. Así, aparece que el tormento de Carmen Aurelia se inicia en la noche de bodas. Su matrimonio con Luis Antonio Torrente no le proporciona felicidad: es un martirio. Y la historia se va desentrañando cuando, gracias a Ofelia, Adrián encuentra unas cartas: ocho misivas de Carmen Aurelia y otras tantas fotografías que irán revelando su pasado. Es entonces cuando Adrián comprende la realidad y la grandeza de la ayuda de Ofelia, mientras Ani se encuentra en el hospital. Así, Molinas confronta el bien y el mal como dos espacios complementarios a los que separa una débil línea.

Pero las vidas cambian, todo evoluciona, incluso para la Aureolada. El progreso personal de Ofelia se forja con su intervención reveladora del pasado del alma de Ani; las causas de su desasosiego. Como áurea redentora, vindicará la necesidad de una vida pacífica y libre de penas. Ese vitalismo que transmite Ofelia, es, haciendo gala del simbolismo de su nombre (en griego significa “la que socorre a los demás”), una necesidad: los seres humanos hemos de recuperar el sentido de la ayuda al prójimo y la solvencia en las cuestiones vitales. Es un personaje intrépido que gracias a su osadía logrará salvar los obstáculos aparentemente imposibles, aunque ello suponga contravenir las normas establecidas. En el fondo, Molinas reivindica la necesidad de crear un mundo donde la convivencia sea posible y, sobre todo, la satisfacción del deber cumplido en el socorro a los semejantes, y así lo sentirán Ofelia y Mayn:

(...) Ofelia y Mayn, se estrechan en un intenso abrazo. Sus vidas han cambiado y también sus creencias. Y aunque sus ojos avisten horizontes opuestos, el propósito que han asumido, mantendrá a sus almas unidas mientras duren sus vidas y más allá de ellas.

No esperen ustedes un lenguaje complejo a pesar del empleo de términos y acrónimos en el mundo fantástico creado. Los diálogos son perfectamente normales, lo que los hace creíbles y, sobre todo cuando hablamos en términos literarios, verosímiles. Si en determinados momentos la historia puede derivar en lugares comunes o situaciones excesivamente románticas, las palabras pronunciadas los devuelven a ese marco llamado credibilidad. Molinas busca su propio estilo, su sello, y para ello no dudará en subrayar los motivos de la ruptura de la felicidad con un lenguaje preciso y sin barroquismos. Creer, vivir, soñar, fortalecerse, ayudar, tener autoestima... conceptos que despliega la novela sin caer en esa narración de autoayuda que más que ayudar destroza la psiquis.

Por ello, queremos recomendar esta novela que ofrece muchas virtudes. Un trabajo primerizo no es sencillo y más cuando se trata de una historia donde resulta complejo hilvanar distintos espacios, espaciales y reales, en diferentes temporalidades, además de dotar de vida a unos personajes enriquecidos por su expresión. Molinas solventa con habilidad el cruce de las historias desplegadas, mantiene la tensión con dominio innato de la gradación del suspense, lo cual demuestra su habilidad y su perfecta penetración en el universo literario paraguayo.

Disfruten de este trabajo como yo he disfrutado. Descubrirán a una nueva narradora con un instinto soberbio para contar historias, el fin primordial de la ficción. El lector se debe dejar llevar y, aunque no le gusten las historias donde se recurre a seres fantásticos para resolver problemas humanos, en este caso tendrá una feroz reivindicación de nuestros valores. Ofelia nos congratulará con nosotros mismos.

José Vicente Peiró Barco

Mayo 2014



Para y por Megan, Alison y Nicole


En un tiempo no muy lejano acostumbraba

a escuchar leer a mi madre.

Su voz suave y cadenciosa penetraba lentamente en

mí y se afianzaba despacio, tan despacio

que tardé muchos años en comprender

que el escribir es un acto impulsivo

al que se le debe dar la oportunidad de ser.

Mi mamá supo darse esa oportunidad y lo gozó

intensamente, lo sé porque yo nunca la sentí más libre

ni más plena que cuando

me leía sus historias.


En honor a esos inolvidables momentos compartidos

con Yula le dedico ahora yo

mis historias, con la ilusión de que en este mundo de

realidades y ficciones ella las disfrute

y me avale.


Mi amor incondicional y mi gratitud hacia mi padre,

Rubén Darío Molinas,

mi compañero en esta faena de escribir,

así como lo hizo en su momento con mi madre,

hoy lo hace conmigo.

Su apoyo constante, su interés y su cariño

hicieron posible el sueño de publicar mi novela.

Gracias papá.


Mi agradecimiento eterno para José Vicente Peiró, sin

su ayuda no hubiera sido posible

concretar este sueño.

Su pasión por la literatura y su gran generosidad me

permitieron incursionar en un mundo difícil que gracias

a él no lo transité en solitario.

No voy a olvidar jamás aquel primer e-mail donde

tímidamente le pedí ayuda, su respuesta fue inmediata,

una respuesta cálida y positiva, donde además dejaba

entrever esa capacidad innata que tiene de hacer sentir

bien a las personas.

Trabajar con José Vicente Peiró fue un privilegio,

soy consciente de ello y estoy muy agradecida.



MARTES

-¡Esta semana se me ha ido de las manos! Mañana debemos presentar nuestros informes y tengo tan poco que decir... No he conseguido más que dudas y confusión. Mi trabajo no progresa. Llevo seis días ayudando a Ani y me temo que está peor. Me mudaré a su casa hoy mismo, debo estar más cerca de ella. Su angustia es más profunda de lo que yo creía. ¿Me escuchas, Mayn?

-Por supuesto, Ofelia, siempre lo hago. ¿Te mudarás a su casa? Nosotras no hacemos eso...

Mayn acomoda su cabeza en el regazo de Ofelia. Desde allí la observa y ve desazón en su mirada. Decide prestarle toda su atención.

-Ya lo sé, Mayn, pero esta vez tengo que hacerlo. Su tristeza es implacable y yo me siento impotente. Fueron muy pocas las veces que avancé con tanta ineficacia en mis trabajos y no estoy acostumbrada a sentirme fracasada. ¿Y tú? Cuéntame, cómo marcha lo tuyo, ¿es agradable la mujer a quien ayudas? Se llama Margarita, ¿verdad?

Ofelia York y Mayn Dumas se conocen hace muchos años. Su amistad es poderosa; es el lugar donde se sostienen mutuamente. Este vínculo entre ellas es fundamental para el esfuerzo que requiere la tarea de ayudar mujeres. A eso se dedican, a dar sin esperar a cambio más que un poco de agitación en sus vidas.

-Sí, así es, y supongo que es agradable o lo habrá sido en algún tiempo, pero por circunstancias aún desconocidas para mí, se encuentra en un estado terrible; la siento muy amargada y no pone de su parte. No colabora en lo más mínimo, es más, está entregada. Intuyo que será este un trabajo muy fastidioso... -suspira Mayn, entre ademanes sobreactuados de frustración y cansancio.

En Mayn Dumas todo es exceso: su belleza, su forma de amar y de proteger y, de modo más que evidente, su interés por la ropa. Le cautivan las prendas femeninas. Las adquiere arrebatadamente. Su amplia colección continúa en aumento. Toma un recuerdo de cada mujer a la que ayuda; un pañuelo o algún zapato. Y no considera esta manera de actuar más que una forma muy inofensiva de gratificación. De ningún modo presta atención al clima o a las tendencias, ni a los talles, tampoco le preocupa que sus zapatos pertenezcan al mismo par. Su única pauta a seguir es la de reunir todos los colores posibles en un mismo atuendo.

Acorde a esto ahora viste un precioso sari turquesa, bordado con hilos de oro, unos pantalones jeans “patas de elefante” con un dragón flameando, pintado a mano, en su pierna derecha y una antigua blusa dorada, atiborrada de pequeños botoncitos de perlas que ajustan su silueta desde la cintura hasta el cuello. Habitualmente sujeta en él, con una cinta de terciopelo negro, un camafeo con la imagen tallada en nácar de una mujer a la que ayudó. Por último, aunque no por eso menos importante, su omnipresente sinfonía de accesorios: pulseras, anillos, collares, cinturones, aros, tobilleras, etc.

-No exageres, Mayn, siempre dices lo mismo de todas las mujeres a las que ayudas y después acabas queriéndolas y protegiéndolas. Te recuerdo a Mora, a quien ayudaste al principio de muy mala gana, y no pasó mucho tiempo para que te encariñaras con ella. Yo sé, aunque no me lo digas, que sigues visitándola, a pesar de que tu trabajo concluyera.

-Es verdad, está bien, no tengo por qué negártelo; aprecio a Mora, pero ya no la ayudo, solo disfruto de su compañía de vez en cuando. Me gusta su espíritu, he aprendido mucho de las mujeres observándola y pude ir comprendiendo mejor sus conflictos.

-¿A qué te refieres exactamente Mayn? Explícame, por favor.

-He notado, Ofelia, que en el caso de Mora y en el de tantas otras mujeres, basta con que las ayudemos a fortalecer su autoestima para que se sientan capaces de enfrentarse a cualquier problema. La poca confianza en ellas mismas es consecuencia de las culturas machistas que imperan en sus sociedades, contra las cuales las mujeres lidian desde siempre y si bien es cierto que han avanzado, aún les falta mucho camino por recorrer.

Deben entender que les corresponde a ellas mismas terminar con las tradiciones opresoras. La solución ha de partir de la mujer, desde su familia y empezando con sus hijos. Es muy duro ver cómo la falta de afecto, de valoración y de respeto de las personas amadas, le hacen sentirse inútil e inferior, cuando la realidad es que sin ella, nada funcionaría igual.

La mujer es el motor de la familia, es generadora de vida, fuente de energía y aun no entiendo por qué, tanto hombres como mujeres, no tienen bien asumida esta verdad. Nuestro trabajo sería bastante más ágil, si pudiéramos partir de la presa de que, al menos, las mujeres comprenden su propia valía, pero no siempre es así.

-Eso es verdad, Mayn, también a mí me ha llamado la atención lo mismo. Algunas mujeres tienen una marcada tendencia a desvalorizarse...

-Desde que tengo la posibilidad de ayudarlas he comprobado que muchas desconocen el poder que se genera en ellas mismas, dentro de sus almas y de sus corazones. Se humillan continuamente y de forma tal que me asombra constatar cómo se entregan con total inconsciencia a situaciones que amenazan su dignidad.

-Es preciso fortalecer la confianza en ellas mismas. Ese debe ser siempre nuestro punto de partida -anuncia enérgica Ofelia.

-Estoy absolutamente de acuerdo contigo y con la misma intención inicio mis trabajos, susurrándoles insistentemente lo que valen y de cuánto son capaces; necesitan convencerse de ello, y una vez que asumen y reconocen sus fuerzas, están aptas para enfrentar el problema por el cual fui asignada para ayudarles.

Me ha sucedido incontables veces que sus conflictos desaparecen como consecuencia de haber remontado su autoestima.

-A mí también me ocurre con frecuencia lo mismo, Mayn -Ofelia la observa con una tierna mirada de admiración, pues reconoce que su amiga ya es toda una estratega en la ayuda a las mujeres.

-Eso fue lo que hice con Mora. Padecía un severo caso de autoestima arruinada. Le susurré al oído todo lo que valía y le hablé del poder de su alma. Le dije que, si bien merecía el respeto de su familia, por los años de abnegación y cariño entregados sin otro interés que el de verlos felices, no era su culpa si no fue justamente correspondida, pues ella no había hecho otra cosa que demostrar su amor y debería sentirse orgullosa por eso. Le repetí hasta el cansancio cuánto valía su alma y no me di por vencida hasta que confirmé que, aunque sea de a poco, se estaba regenerando su vapuleada autoestima.

-Me alegra que la hayas cuidado tú, Mayn.

-Ha sido una tarea difícil, Ofelia, pues se dejó llevar, permitió que le faltasen al respeto y le otorgó a la persona que amaba el derecho a pensar por ella. Fue manipulada con tal alevosía que su espíritu, ingenuo por naturaleza, fue reducido a un saco de penas y culpas. Cuando te mencioné que aprendí mucho de las mujeres con Mora, me refería a la forma absolutamente conmovedora en que fue recuperando la fuerza de su espíritu. Cuando pensé que estaba herida de muerte, empezó a sanar. Su alma agrietada aprendió a ver la vida de manera diferente y comprendió que se necesitaba de mucho más para quebrarla. Constató la fuerza que había en ella y actuó en consecuencia. Hoy día es maravilloso observarla, por eso la visito en mis tiempos libres y cuando no estoy con Seraf. Lo extraño tanto... nos vemos muy poco últimamente -suspira Mayn pensando en él.

-Pronto se encontrarán y estoy segura de que podrás comprobar que él te extraña aún más.

Quiero decirte, Mayn, que me gusta mucho cuando veo cómo te involucras con las mujeres... me refiero a tu empatía hacia ellas. Yo comparto todo lo que has dicho y estoy de acuerdo contigo en que el punto principal en donde debemos insistir es en la autoestima. Eso es fundamental. Es gratificante ver cómo ha progresado la situación de la mujer en la sociedad, despacio pero con paso firme.

-Sí, Ofelia, han avanzado. Sin embargo, no es suficiente.

-Tengo la convicción de que la mujer terminará convenciéndose de su valor y logrará hacerse respetar en todos los ámbitos; es una cuestión de tiempo y de lógica1 consecuencia. Mientras eso no ocurra, seguiremos ayudándola en todo lo que podamos. Yo también inicio siempre mis trabajos susurrándoles lo que valen y de lo que son capaces; es la mejor forma de abordar sus problemas, dejando bien en claro que es posible solucionarlos. Solo depende de saberse capaz de ello. Pero hay ocasiones -agrega Ofelia, con un leve cambio en su ánimo- en que la dificultad excede a la capacidad de razonamiento. Y en esta ayuda que realizo ahora es cuando me encuentro ante un problema donde la autoestima, al parecer, es irrelevante.

-¿Por qué dices que es irrelevante, Ofelia?

-Lo digo porque algunos detalles de la personalidad de Ani me indican que, a pesar de su pena, ella mantiene su autoestima saludable, tal y como siempre la ha tenido. Pero por causas que aún desconozco, su alma está casi deshecha y por eso necesito que me escuches y me prestes toda tu atención. Tengo que pedirte algo muy importante para mí: si por algún motivo me veo en la necesidad de ayudar a Ani de una forma más enérgica, es decir, decido hacer algo más que susurrarle consejos al oído y arriesgo una mediación... Lo que trato de decirte, Mayn, es que si resuelvo intervenir, no me juzgarías ¿verdad? Y no dejarías que hagan un juicio errado sobre mí, sin saber los detalles y, sobre todo, los motivos de mi intervención. ¿Trabajarías en mi causa, apoyándome como siempre lo has hecho? ¿Cuento contigo? -pregunta Ofelia, con tanta preocupación en su mirada que pone a Mayn en estado de alerta.

-¡No me asustes! Haría todo eso por ti y más, sabes que sí, pero necesito que me expliques qué te preocupa tanto. ¿Hiciste algo que no debías sin consultar antes con el Áurea Mayor? ¿Has intervenido ya? -pregunta Mayn, nerviosa, luego agrega mirando a Ofelia a los ojos. Llevas más de dos siglos ayudando a mujeres y no han sido demasiadas las ocasiones en las que te has arriesgado a intervenir y, a pesar de las innumerables veces en las que te has metido en problemas, siempre has sabido salir airosa de ellos. ¿Qué ocurre esta vez? Puedes confiar en mí, cuéntame.

A cada áurea con una trayectoria en el trabajo de ayudar a mujeres superior a los cien años, el Áurea Mayor le da la posibilidad de elegir entre quienes ella considera serán mejor asistidas, teniendo en cuenta la capacidad y la experiencia adquirida en los diferentes trabajos de apoyo de las áureas. Entre todas las mujeres que estaban en la lista destinada a Ofelia, ella eligió a Ani, a pesar de que los síntomas de su problema representaban un gran desafío. Intuyó desde el principio que el trabajo sería difícil, pues su alma se encontraba deteriorada y aunque no piensa desistir, reconoce que su ayuda se complica día a día. Por eso, necesita más que nunca del apoyo de Mayn, sin ella sus fuerzas se debilitan.

-No he intervenido aún, pero ante mis escasos resultados, estoy contemplando la posibilidad. Por favor, no te inquietes antes de tiempo. No existe nadie en quien pueda confiar más que en ti. Pero por ahora no tengo más para decirte, excepto que me reconforta saber que cuento contigo y que, cuando estamos juntas y te escucho hablar con tanto interés de todo lo que te rodea, me hago más fuerte. No sé qué haría sin ti, sin tu manera tan intensa de vivir la vida; no ensamblas con nuestro mundo, tú eres diferente, ¡eres única!

Ofelia admira a Mayn y su amistad es un bálsamo para su alma que a veces le pesa.

-Nada de eso, Ofelia, no pienses en qué harías sin mí, porque eso, desde luego, nunca sucederá. Tú eres mi amiga, mi guía, mi fortaleza. De las dos, has sido siempre la más responsable, la más intuitiva, la más tolerante... Es importante para mí que me valores y me demuestres tu cariño, así como lo haces. A veces, pienso que no me lo merezco, pues ya sabes... soy una áurea atípica, desordenada y testaruda.

No es del todo cierto lo dicho por Mayn; de las dos, la más fuerte es ella. Su espíritu es vigoroso, pero a la vez muy sensible, y esta fascinante mezcla le otorga el poder de hacer sentir a gusto a todos los que la rodean. Su fuerza se expande en cálidas oleadas de empatía. Es un alivio para Ofelia contar con su amistad, sobre todo, en las circunstancias en las que hoy día se encuentra su alma, tan cansada y confundida.

-Sí, te lo mereces, Mayn, y mucho más de lo que tú supones -admite Ofelia sensibilizada como siempre con su amiga-. Ahora debemos volver a cuidar de Margarita y Ani. Nos encontraremos de nuevo mañana en la reunión de áureas, aquí en nuestro prado, a las siete horas del atardecer.

-Estoy tan a gusto contigo, Ofelia, tumbadas una al lado de la otra, conversando sobre este mullido pasto verde, acariciadas por el pálido sol que asoma apenas en este cielo que, desde aquí, se ve tan azul. El lugar más maravilloso de la Tierra es, sin duda, el Prado Cian. ¿Sabes qué? Me encantaría que sanemos juntas el alma de Ani. Quiero trabajar contigo en ello. Margarita Ferraro es la mujer más pesimista que he conocido.

-Mayn -dice Ofelia, paciente y mesurada-, si te la encomendaron es porque eres la indicada para ayudarla a ver que su vida puede ser diferente, que depende solo y exclusivamente de cuánto empeño ponga en reencaminar su rumbo. Estoy segura de que ella necesita que alguien como tú le indique los pasos que la sacarán de su pesimismo crónico.

Mayn aún no puede elegir a quién ayudar, pues conforta a mujeres desde hace menos de cien años.

-Para poder cuidarla, antes necesito comprenderla; ojalá logre hacerlo. Después te cuento cómo hemos avanzado. Hasta mañana.

-Hasta mañana, Mayn.

Se alejan ambas áureas dejando atrás el Prado Cian. Para ayudar a mujeres, solo cuentan con su buena voluntad y con la capacidad de comunicarse con ellas por medio del sexto sentido, una franja sensorial habitualmente utilizada en la Aureolada, pero escasamente desarrollada en la Tierra.



LA AUREOLADA

Más allá del horizonte, cuando el sol ribetea la Tierra, se vislumbra la Aureolada. Un lugar pequeño, habitado por seres bondadosos, pacíficos, instruidos, de constitución corporal fuerte. Sus cuerpos no enferman y si sufren alguna herida o daño, se regeneran rápidamente.

Los seres aureolados son longevos. Algunos no recuerdan los años cumplidos. Las defunciones forman parte de las leyendas y, si han ocurrido, no hay registros de ellas. Antiguas historias hablan acerca de algunas muertes, pero las fechas y las causas de las mismas se pierden en el tiempo.

Unos aureolados sostienen que la desunión del alma y del cuerpo sería fatal, mientras otros advierten que la obstrucción mental sería el más letal de los males. Si el aureolar confunde quién es y qué espera, perderá el sentido de su existencia. Previendo esta situación, archivan minuciosamente en sus memorias los recuerdos adquiridos en sus muchos años de vida. Los disponen para tener al alcance del pensamiento solo los útiles.

Los áureos engendran una vez en su prolongada existencia. Las áureas también conciben una sola vez y, en escasas ocasiones, sus embarazos resultan gemelares. El período de fertilidad del ser aureolar comienza en los primeros años del tercer siglo de vida y se extiende indefinidamente.

Conviven de manera armoniosa, en hogares tan confortables como su economía particular se los permita y, ciertamente, los que trabajan con más ahínco, disfrutan de mayores beneficios.

El ser aureolar es un trabajador incansable, responsable, ordenado, y por ello goza de una vida en bonanza. Como consecuencia de esta prosperidad, el trabajo físico ya no representa una necesidad primordial. Por tal motivo, los aureolados diversificaron sus tareas, desarrollando sus capacidades intelectuales al máximo. En la actualidad ocupan casi todo su tiempo realizando investigaciones. Consideran a la labor intelectual como la mejor inversión, pues de esta forma satisfacen su imperiosa necesidad de sentirse útiles y al mismo tiempo conservan la dignidad del trabajo.

Se rigen por cánones estrictos, basados en una ética plena y contundente. Las jerarquías están perfectamente establecidas y delimitadas, el orden es respetado. Han dominado, desde hace ya mucho tiempo, situaciones anárquicas que en el afán de hacer prevalecer la libertad, debilitaron otros valores como el respeto y la responsabilidad. Su gran baluarte para la concordia de la que disfrutan es el uso constante del sentido común. Por ende, han superado todo tipo de inconsecuencias y asumen que se encuentran ya en el último período de su estadía en el mundo. Se sienten preparados para iniciar la partida al Nimbo, en cuerpo y alma.

De sus cinco pasos evolutivos, cuatro se han cumplido: Génesis, Alianza, Tributo y Armonía. Pero el quinto, el de la Partida, sigue pendiente y los aureolados ancianos están preocupados. Se cuestionan por qué demora tanto el quinto paso de la evolución aureolar. Y el resultado de estas cavilaciones es la decisión de invertir parte de su tiempo en sus vecinos, los seres humanos, a fin de dinamizar y fortalecer sus espíritus atribulados por tanta espera. Los aureolados llevan ya muchos años trabajando en pro de la raza humana. Lo hacen con empeño y también con extrema prudencia, pues han comprobado que la buena intención de ayudar al ser humano a sobrellevar su paso por la Tierra no es suficiente para evitar errores en el proceso de la arriesgada tarea.



MIERCOLES

En el Prado Cian empieza la sesión de valoración del trabajo semanal de las áureas. Ofelia está tensa, nota que Mayn la observa. Siente frío, la hierba está húmeda y la brisa fresca traspasa su falda. Su mirada perdida se detiene de pronto en una gota de rocío a punto de desprenderse de una hoja, ve su rostro reflejado en ella y se ve caer. La gota pierde su forma en contacto con el suelo y desaparece... Ofelia se estremece.

-Mayn Dumas, confusa asistencia, tu comportamiento ha sido por demás ineficaz -de esta forma califica el Áurea Mayor Guimen Bourgeaus el trabajo de Mayn. ¿Acaso aún no comprendes que los consejos a la mujer a quien ayudas, solo puedes dárselos estando ella despierta o profundamente dormida? En el capítulo tercero, inciso décimo cuarto, del MPAA, el Manual Práctico del Áurea Ayudante, dice claramente: “Evitar el consejo en el transcurso del sueño en fase REM”. Durante este lapso, intentan filtrarse al subconsciente los delirantes Gangus, recuerdos de personas muertas que deambulan sin dueño, intentando implantarse en memorias que no le pertenecen, con el único fin de confundir, y utilizan al sueño ligero como móvil para ingresar a la mente. En la fase REM, el ser humano capta una gran cantidad de información de su entorno, debido a la alta actividad cerebral desarrollada, lo cual se toma peligroso si tenemos en cuenta el acecho de los Gangus. Por consiguiente, si tú, imprudentemente, aconsejas a la mujer en un estado de somnolencia, es probable que le produzcas alucinaciones y al despertarse actúe de forma errática, pues si asimiló tus consejos también tuvo que haber hecho lo mismo con los ajenos recuerdos de los Gangus. Te exhorto a que la persuadas, a ser posible, en estado consciente; es decir, despierta. Y si no puedes hacerlo, entonces aconséjala cuando se encuentre profundamente dormida. Ahora bien, si no logras aún identificar la fase del sueño profundo, te recomiendo que estudies su ritmo respiratorio, comprobarás que se vuelve más lento durante dicho sueño. Infructuosa ayuda, Mayn Dumas.

Continuó dirigiéndose al áurea de su derecha.

-Ofelia York, has realizado en el día de hoy una osada intervención y es perentorio que prepares un escrito para el ATIE (Alto Tribunal de Intervenciones Excepcionales), donde diga claro y conciso, que te haces cargo de las consecuencias de tan atrevido procedimiento. No es desconfianza hacia ti; es solo que ya hemos tenido bastantes problemas con ciertas tácticas arriesgadas y no creo necesario recordarte que eres tú, justamente, consecuencia de una de ellas. Desde el momento en que tu madre, hace más de tres siglos, decidió vivir como mortal en la Tierra con tu padre, un ser humano, dejándote a ti en la Aureolada, yo te acogí bajo mi custodia e hice hasta lo imposible para que te aceptaran y lo he logrado. No me decepciones ahora. Ten presente que por tu condición humaurí, mitad humana, mitad aureolar, te han asignado trescientos años de asistencia obligatoria hasta depurar tu alma mestiza, a diferencia de los aureolados que, en el afán de fortalecer nuestros espíritus, con dos siglos de asistencia humana es suficiente. Ya llevas involucrados en la noble tarea de

ayudar a las mujeres más de doscientos años; sin duda has aportado muchos beneficios a nuestra causa, y me siento orgullosa de ello. Pero no abuses; nadie es todopoderoso y debemos regirnos por nuestras reglas para que las asistencias resulten como esperamos. Evita las intervenciones peligrosas. Cautela, Ofelia, mucha cautela.

Dosrosas Fendin, en esta, tu última ayuda, estás avanzando estupendamente, como ya es costumbre en ti. Es una pena que pronto te alejarás de nosotras, pero te felicitamos porque has cumplido competentemente durante tus doscientos años de ayuda en la Tierra. Debo decirte que ha sido de mi agrado tu propuesta a la Delegación de Áureas Ayudantes (DAA). Me refiero a la solicitud para que en tu última tarea trabajes con mi nieta, Missa. Por supuesto, has contado con mi voto a favor, pues considero que es la mejor manera de introducirla en el trabajo con mujeres. Tu ejemplo es el más valioso que podrá tener. Gracias. La ayuda conjunta que estáis brindando tú y Missa a Dionisia Fretes y a Esther Barreiro tiene muy buen pronóstico. Sigue adelante, Dosrosas, que vas muy bien.

-Dosrosas Fendin es una áurea longeva, circunspecta y solitaria. Durante muchos años se resistió a la idea de abandonar la Aureolada para ayudar en la Tierra. No estaba de acuerdo con inmiscuirse en las vidas y en los problemas de seres con los que creía no tener nada en común. Su carácter templado, su mente sosegada y su proceder pausado, no parecían las características necesarias para ayudar a mujeres por lo general tan vitales y enérgicas como las que habitan en la Tierra. Sin embargo, Dosrosas, en las postrimerías de su vida, cambió de idea. El deterioro de su espíritu, acosado por la soledad y aletargado por los años acumulados, ya no quería dar batalla, pero la vida continuaba y Dosrosas, a pesar de su excesiva prudencia, nunca fue cobarde.

Luego de años de exhaustivas cavilaciones aceptó ayudar en la Tierra y decidió que su misión sería consolar espíritus solitarios, pues ella sabía de qué se trataba la soledad. Presentó su proyecto a la DAA, le otorgaron un permiso especial y Dosrosas Fendin dedicó los últimos doscientos años de su vida a ayudar, exclusivamente, a mujeres solitarias.

Su última ayuda se la está brindando a una complicada mujer, ambiciosa, altiva, dura a fuerza de embestir la vida. Una mujer con miedo a envejecer y más aún a hacerlo sola. Su nombre es Dionisia Fretes. Está resuelta a reconfortar su espíritu. Ella y Missa tienen un plan, unir la soledad de Dionisia con la de Esther Barreiro, su vecina, una anciana que también vive sola. Esther está en paz con sus años, pero su espíritu cariñoso no acepta la soledad e intenta huir de ella. Los días que el reuma se lo permite, recorre calles y plazas, y, con un poco de suerte, conversa con algún vecino. Asiste, disciplinadamente, a cuantos cumpleaños, velorios, misas y novenarios pueda. Sin embargo, con Dionisia Fretes no tuvo relación alguna: a pesar de ser vecinas hace más de veinte años nunca se han dirigido la palabra.

El Aúrea Mayor continuó su revisión de las misiones de sus áureas.

-Seda Monroe. Comprendo el difícil trabajo en el que has decidido abocar tus energías. La muerte es incomprensible para nosotros. No obstante, poseemos la sensibilidad necesaria para apiadarnos de tan infame situación. Esmeralda Durán se está muriendo y lo sabe. No podemos imaginar lo cruel de dicha circunstancia. Pero yo confío en tu intuición para confortar mujeres, pues siempre has demostrado agudeza y compasión en tus asistencias. Estoy segura de que sabrás cómo hacer un poco más llevadero sus últimos momentos con vida. Tu informe evidencia que su espíritu está, de cierta forma, aliviado y que recibe a sus amigos como siempre lo ha hecho.

Transitar con una mujer el último tramo de su vida, acompañándola, confortándola, condoliéndote con ella, es propio de la nobleza de tu alma, pero la manera de hacerlo y el plan presentado en tu informe es producto del ingenio de tu mente, la cual admiro.

Seda Monroe es un áurea muy cerebral, perceptiva en grado máximo, enérgica e impaciente. Las dos últimas características son poco ordinarias en la Aureolada, motivo por el cual su trabajo en la Tierra empezó muy pronto en su vida. En su largo historial de trabajos con humanas tuvo la fortuna de confortar con bastante frecuencia a mujeres de gran personalidad; estas ayudas se convirtieron, desde un principio, en el motivo principal de su existencia. Su abnegación y su arraigado sentido del deber han facilitado el desarrollo de su gran intuición con las mujeres. Seda es capaz de distinguir inmediatamente a una buena mujer de una mala. Lo sabe por instinto y también por adiestramiento e, inevitablemente, actúa en consecuencia, pues su carácter justiciero es ingobernable.

Reconoce que a Esperanza Durán ya no puede ayudarla mucho más. Lastimosamente ha llegado muy tarde a su vida, solo para confirmar que con la fatalidad no se tranza. A pesar de todo el empeño puesto en sanarla, la enfermedad no da tregua. Como un ínfimo consuelo, Seda se propone hacer que la partida de este mundo de Esmeralda sea todo lo digna que su alma merece. Para perfeccionar su propósito, aleccionará de paso a una mala y envidiosa mujer: Alcira Monges.

Después de revisar los informes uno a uno, el Áurea Mayor Guimen se despide hasta el siguiente encuentro.

-Doy por concluida esta reunión y les recuerdo que no están solas. Siempre estamos pendientes por si se encuentran en dificultades y necesitan ayuda. No intenten responder a todas las preguntas, recurran a los que saben, los problemas cambian y últimamente se ha tornado muy difícil asistir a las mujeres. Sean prudentes; ellas no deben percatarse de que están recibiendo ayuda, no atenten contra su autoestima. Las humanas deben confiar en que pueden afrontar solas sus problemas, ya que eso es lo que hacen; ustedes solo intervienen en ocasiones extremas y con la autorización del ATIE. Mientras tanto, limítense a aconsejar susurrándoles al oído y trabajando específicamente en la zona perceptiva que nos concede el sexto sentido: es ahí donde nosotras tomamos preeminencia. Por último y no menos importante, vuelvo a reiterarles, aunque ya no debería hacerlo pues considero que han sido más que suficientes las veces que lo he hecho, que no tomen nada de las mujeres a quienes ayudan, ni como recuerdo, ni como préstamo. Eviten tentarse con sus prendas de vestir, sus cosméticos o sus zapatos. Entiendan de una vez que ponen en peligro nuestros trabajos, ya que no pasará mucho tiempo hasta que perciban que la ausencia de alguna de sus pertenencias coincide con la solución de algún problema. Esto las pondrá en alerta y nuestra ayuda se dificultará innecesariamente. Conténganse, áureas, la superficialidad no es, ni será una característica de nuestra raza y ni qué decir, la ratería.

Ahora sí, hasta la semana que viene. Cuídense y no se distraigan del objetivo que nos ha traído a la Tierra.

De esta forma, el Áurea Mayor Guimen Bourgeaus concluye la asamblea semanal que congrega a las, aproximadamente, quinientas áureas que están bajo su jurisdicción. Guimen es una áurea dedicada al servicio. Incluso antes de ayudar a las mujeres, ya se interesaba por sus conflictos y anhelaba mejorar la calidad de sus vidas. Ella está convencida de que la mujer solo necesita reconocer la fuerza de su espíritu, para luego hacerse cargo, de una vez y para siempre, de su propio peso histórico. Y a esa tarea, Guimen y sus áureas están abocadas con empeño, disciplina y buena voluntad, desde hace más de seiscientos años.

-¿Has escuchado a Guimen, Ofelia? Está claro que no le caigo bien. No era necesario que me humille públicamente. Además no es del todo cierto que haya aconsejado a Margarita durante la fase REM: solo he entonado una antigua canción que trata de cómo debe comportarse una mujer para enamorar a un hombre. No tuve otra alternativa. Es difícil la comunicación con ella. Si está despierta, tiene pensamientos muy desordenados y negativos y eso impide que pueda susurrarle al oído; y cuando duerme, su sueño es tan ligero, que prácticamente es una vigilia de sueño; está tan perturbada que a toda costa evita dormir profundamente e insiste en mantenerse alerta por si acaso. Pero anoche su cuerpo no dio más. Tomó unas pastillas relajantes y solo así se entregó al sueño. Eso hizo una sola vez desde que la ayudo y fue la única ocasión en que pude aconsejarla durante el sueño profundo y lo hice de forma eficiente; desde luego, eso no lo tiene en cuenta Guimen. ¿Qué más puedo hacer entonces? -pregunta Mayn. Al instante agrega: No me contestes, Ofelia, ya conozco tu respuesta: “Debes buscar otras alternativas de comunicación”, imitando la voz de su amiga. Pero te aseguro que no voy a darme por vencida tan pronto. No es mi intención desertar, de ninguna manera, tan solo me cuesta comprenderla. No sé que pasó en su vida para llegar a ese lamentable estado. Algo denso envuelve a su naturaleza y voy a averiguar qué es, te lo aseguro. En cuanto a la mención que hizo acerca de la ratería, tampoco estoy de acuerdo. No considero más que una insignificante muestra, involuntaria, eso sí, de agradecimiento de las mujeres a quienes ayudamos. Jamás he tomado nada que pudieran echar en falta. En fin, tenemos muchos puntos de vista diferentes con Guimen, pero en este momento eres tú quien me preocupa, Ofelia. Por lo visto ya te has instalado en la casa de Ani... ¿En qué estás metida? ¿Es ella una buena mujer? -cuestiona angustiada y aún afectada por las palabras de Guimen.

-Por supuesto que lo es. Ani es una mujer sensible que sobrelleva una gran pena en su corazón. Da la impresión de que carga con un dolor ancestral que le impide vivir en paz. La pena le fue ganando y por más que su espíritu es fuerte, hay situaciones que se le van de las manos y ya no puede controlarse. Está entristecida en extremo, pero a la vez es consciente de que no tiene un motivo real para tanta angustia. Reconoce que su vida es plena, que tiene un marido que la ama y dos hijos adorables. Si la congoja sigue arraigada en su corazón, me temo que puede perder la razón.

-Cuéntame más sobre Ani.

-Su nombre es Ana María Salguero, pero todos la llaman Ani. Es una mujer hermosa y lo sabe. Su sonrisa fácil y frecuente es su principal arma de seducción. A pesar de la pena que siente, todavía sonríe a menudo. Su actitud ante la vida es innatamente positiva, por eso su situación me ha parecido desde un primer momento discordante. Tal vez esta contradicción fue lo que me atrajo de ella y por eso decidí ayudarla.

-Siempre te han gustado los desafíos, Ofelia, y a mí también. Dime: ¿es larga la lista de mujeres que necesitan ayuda? ¿Son muy complicados los casos? Sé que en cuanto pueda elegir a quién ayudar, tendré un tremendo dilema para decidirme.

-Todas tenemos esa dificultad, Mayn, por eso, antes de elegir a la mujer a la que ayudaremos, tenemos la posibilidad de observar detenidamente cada uno de los casos. Tomamos la decisión después de un análisis personal, sin imposiciones, ni apuros. Aunque, a decir verdad, la mayoría de las veces actuamos básicamente guiadas por el instinto. Con cada nuevo trabajo, la nómina es más y más extensa, y los detalles de sus diferentes problemas se superan unos a otros en complejidad. Hoy día casi todas las mujeres nos necesitan y nosotras somos muy pocas. Hacemos todo lo que podemos por ayudarlas, pero es preciso reconocer que no damos abasto.

-En realidad no sé cómo nos las arreglamos siendo tan pocas.

-Será porque nos gusta lo que hacemos, Mayn. Yo elegí ayudar a mujeres sin presión alguna y estoy orgullosa de haberlo hecho. Me refiero a que no lo hice por estar bajo la protección de Guimen, pues ella nunca me ha exigido que me dedique a esta labor; por el contrario, me permitió decidir entre todos los demás trabajos. Yo opté por este. Para mí es el más gratificante. ¿No piensas igual? Además, ya llevo más de dos siglos en esto. Me revitaliza trabajar con mujeres; me conmueven, me estimulan y, en cierta forma, me identifico con ellas. En algún lugar dentro de mí me enorgullece ver sus logros, pues siento que también son un poco míos. Te confieso que es para mí un honor ser humaurí, ya que eso significa que la mitad de mi alma tiene la fuerza y el coraje del alma de la mujer humana. Quiero que entiendas, Mayn, que, a pesar de esto, no desprecio el alma aureolar. ¿Cómo podría hacerlo?

-No te preocupes, Ofelia, no concibo que en tu alma anide el desprecio, jamás creería eso de ti, lo sabes. Pero continúa. Quiero que liberes todo lo que tienes aprisionado en tu alma; alivíala, es preciso que lo hagas.

-Sucede, Mayn -toma aire e intenta explicar lo que sofoca su alma-, que a veces pienso que los aureolados no soportamos lo mismo que le humanos, ni pasamos por las duras pruebas por las que atraviesan ellos. Entonces, es inevitable deducir que para que el alma humana se purifique hasta llegar al Cielo, a pesar de ser avasallada y herida en vidas llenas de vicios, traiciones, enfermedades, guerras y corrupción, debe ser tan poderos; que quizá no alcancemos a valorarla en su dimensión real, fe increíble pero, a pesar de lo que padecen, son felices. El corazón humano es capaz de rebosar de amor, con una simple mirada tierna de su ser querido. Y de este instante insignificante, pero tan representativo del amor humano, ellos obtienen la fuerza necesaria para enfrentarse a duras, durísimas, pruebas. Eso, para mí, tiene una sola explicación: los humanos conocen los dos lados de la misma moneda.

-¿Dime, a dónde quieres llegar, Ofelia?

-Te lo diré, Si los aureolados no conocemos enfermedades, guerras, discapacidades físicas, pobrezas extremas, vicios y traiciones, ¿cómo podemos saber de la felicidad de sanarse, del júbilo de la guerras concluidas, del orgullo de seguir adelante a pesar de los impedimentos físicos, del esfuerzo por salir del vicio hasta lograrlo, de la nobleza de perdonar y del honor de ser perdonado, de los sentimientos irrefrenables de compasión y solidaridad que experimenta el hombre hacia el prójimo que padece? Tiene tanto poder el alma humana que ni mil vidas serían suficientes para debilitarla. Ellos sobreviven al dolor de la muerte de un ser amado; eso es inexplicable para nosotros, ¿Cómo sobreponerse y seguir adelante a pesar de la separación física más absurda? Pues bien, ellos lo hacen y a veces más a menudo de lo que pueden soportar. Perdón, amiga, no deseo cansarte: es que me entusiasma hablar de los humanos y en segundos me pierdo en su mundo.

-Ofelia, no es preciso que te disculpes, entiendo perfectamente tu afinidad con los humanos. Tu reflexión es lógica teniendo en cuenta la dicotomía de tu alma. Es probable que sea ese el motivo por el que ves muchas de sus debilidades como virtudes y te parece injusto que padezcan tanto. Los aureolados no tenemos conflictos y vivimos nuestra vida en total concordia. Sin embargo, debo decirte que no comparto tu opinión sobre muchas de las cosas que has dicho. Nosotros somos seres que preservamos nuestra armonía espiritual y actuamos en consecuencia; no es necesario analizar demasiado para concluir que, si te metes en líos, con seguridad saldrás perjudicada. ¿No se te ha ocurrido pensar que los humanos están como están porque en cierta forma se lo buscaron? ¿Es que acaso sus almas, además de poderosas, no podrían ser un tanto perversas? Hasta parece que disfrutan metiéndose en problemas. Yo pienso que es más sencillo ser bueno que malo.

-Tu observación es claramente la de un ser aureolar, pues el alma del aureolado es originalmente pura, y su única misión a través de su larga existencia es conservar su pureza. En cambio, el alma del ser humano es en esencia vigorosa, porque necesita de esa fuerza para afrontar las dificultades de sus sucesivas vidas. El hombre es libre de utilizar la fuerza de su espíritu para hacer el bien o para hacer el mal, y es esta la difícil misión del ser humano: purificar su alma a pesar de sí mismo. Su albedrío le otorga poder, pero también lo condena.

-Solo puedo decirte, entonces, que me dan mucha pena los humanos. Luchar contra sí mismos, ¡qué controversia más grande! A partir de ahí, todo lo que viene se complica. Bueno, en fin, sigamos con Ani; ya nos hemos desviado bastante del tema y aún no me has contado sobre la intervención arriesgada que has hecho ayer, esa de la que habló Guimen.

-Como ya sabes, Mayn, me he mudado donde Ani... Descubrí entonces algunas cosas, pero sobre eso aún no puedo contarte nada, pero lo voy a hacer; siento que si lo hago ahora te preocuparás y de todos modos no lo entenderías, pues antes tengo que revelarte algunas cosas. Te seguiré hablando acerca de Ani. Ella tiene 46 años, hace 26 que está casada y tiene dos hijos. Su razón languidece y su alma está desgarrada. Ya sabes que soy muy meticulosa en mi trabajo y acostumbro ampliar mis perspectivas averiguando sobre las vidas anteriores de las mujeres a quienes ayudo, y en este complicado asunto tengo sospechas de que el dolor con el que carga su joven alma aconteció en su vida anterior, que fue la primera. En esa vida, su nombre fue Matilde Eleonora Torrente Montés. El problema que se me ha presentado y para el cual te necesito, es que cuento con muy poca información sobre esta vida, pues los archivos de la primera mitad del siglo XX, que fueron los años en los cuales transcurrieron los hechos que marcaron su alma, aún están en construcción. Son pocos los anexos que están disponibles en la Biblioteca Aureolar de Vidas Humanas (BAVH) y las informaciones no están completas. Por eso, se me ha ocurrido que quizá puedas ayudarme.

-Te refieres al señor Maunek, el marido de Neve Moon, la madre de Seraf, ¿no es así, Ofelia?

-Sí, Mayn, a él y a Seraf, que estoy segura hará todo lo que tú le pidas. No será demasiado, ya verás, solo quiero que me consiga una cita con el señor Erton Maunek, pues él es el más célebre compilador de historias de vidas humanas con que cuenta la Aureolada.

-¿Dices que él es el más célebre de todos? ¿Es que acaso hay muchos compiladores de historias humanas?

-Hay algunos más, pocos, y todos ellos son discípulos del señor Maunek, él ha sido el primero y hasta hoy es el principal contribuyente de la BAVH. Sus investigaciones son las más acertadas y, si aún no están completos los archivos de la primera mitad del siglo XX, es porque él todavía no ha entregado todas sus observaciones. Necesito que consigas, por intermedio de Seraf, que el señor Maunek me conceda una reunión lo antes posible. Y ten en cuenta, Mayn, que deseo que el encuentro se fije en su casa, pues me encantaría conocer su biblioteca. No creo que sea muy difícil lograrlo, pues me han dicho que sale muy poco, apenas camina unos pasos hasta la Arcada de Woolf y va de vuelta a su casa, lo ven cansado, dicen... Inténtalo amiga, por favor. Estoy convencida de que sin la información que Erton Maunek pueda facilitarme, no habrá forma de avanzar en mi trabajo.

-Lo haré, hablaré con Seraf hoy mismo.

-He escuchado hablar acerca de la vasta colección de Maunek y dicen que son pocas las vidas humanas que no figuran en sus catálogos. También cuentan que lleva un inventario alternativo, donde destina las vidas que fueron indignas. Debe tener mucha información. Estoy ilusionada con encontrar entre sus libros lo que estoy buscando.

-Son complicaciones lo que estás buscando, sin lugar a duda, pero sabes que me gustan los retos tanto como a ti, así que vamos a ver cómo conseguimos esa cita con el señor Maunek. Él aún es un poco extraño para mí ¿sabes? Pero esto de la compilación de historias de vidas humanas sé que es su ocupación preferida. Seraf lo respeta y admira muchísimo, y además los une algo muy fuerte, el cariño que sienten ambos por Neve Moon.

-Neve Moon... dicen que es admirable. ¿Te ha contado Seraf acerca de la leyenda que existe sobre su padre?

-Sí, Ofelia, me la ha contado, aunque hemos hablado muy poco de su padre. Sé que se llamaba Iconis, que arriesgó su cuerpo y lo perdió, y que casi arrastró consigo, en su desgracia, a toda su familia. Hace ya mucho tiempo, Neve le contó a Seraf la historia de su padre. Él sabe que Iconis enloqueció, que perdió el sentido de su existencia. Sabe también que perteneció a una de las primeras camadas de áureos en asistir en la Tierra y que esta labor con los humanos le superó y lo trastornó profundamente.

Me contó Seraf que en su delirio intentó cambiar su cuerpo imperecedero por otro humano, debilitando de esta forma su alma aureolar, hasta que, inevitablemente, la perdió y con ella también la posibilidad de acompañar a su familia por toda la eternidad.

-Es una triste historia, Mayn. ¡Cuánto dolor para Seraf y para Neve! No conozco a otros aureolados que hayan perdido a un ser querido. Tú sabes que yo los comprendo. Tal vez por eso me he aventurado a investigar algo más sobre Iconis. Siempre me han interesado los casos de áureos y áureas que han optado por vivir en la Tierra, pues entre ellos está mi madre. He sabido que aquello que perturbó a Iconis fue su amor por una humana con la que quiso concebir un hijo, tarea imposible para él, pues ya tenía a Seraf. Neciamente, sometió su cuerpo inmortal a una serie de cambios científicos, pruebas médicas sin ética alguna, transformaciones irresponsables basadas en experimentos denigrantes, hasta que logró modificar su condición. Tuvo un hijo, pero su cuerpo se deterioró vertiginosamente, murió sin siquiera notarlo, confundido, pretendió volver a su vida aureolar con Neve y con Seraf. Fracasó en su intento y, desde entonces, su alma vaga por el inhóspito sitio de las almas perdidas.

-¡Qué inconsciente puede volver el amor! ¿Cómo sería sentir que te amen así, con tanto ímpetu? -se cuestiona Mayn, ron voz soñadora.

-No seas insensata, Mayn, eso no es amor -le reprende Ofelia, con una mirada que pretende ser dura, pero en realidad esconde una gran ternura- y Seraf te ama de verdad, es un hombre prudente y está orgulloso de ser aureolar, no arriesgaría la unión de su cuerpo y alma, por nada ni por nadie.

-Obviamente me refiero a la intensidad, Ofelia; es claro que Seraf no necesita arriesgarse a nada, yo soy aureolar y aún no he concebido, por lo tanto soy perfectamente viable para ser la madre de su hijo o hija o, tal vez, si la prosperidad está de nuestro lado... de sus hijos.

No tengo dudas sobre eso Mayn. Ahora es tiempo de volver al trabajo, nos hemos distraído demasiado, como siempre... Hasta pronto.

-Hasta pronto, Ofelia, cuídate. Encontraré la forma de ayudarte con el señor Maunek, ya lo verás.

Juntas abandonan el Prado Cian. Son las últimas en retirarse de la reunión semanal de áureas. Es este sitio el preferido de ambas en la Tierra. Bajo la sombra del añejo ombú, relatan sus aventuras y entrelazan sus espíritus. Y recostadas sobre la hierba húmeda, cubierta de pétalos de buganvillas y de coloridas campanillas, sus tan disciplinados cuerpos aureolados, se distienden gustosos.


Qué espléndidas perlas, muchas gracias, amor, veintiséis años juntos, toda una vida. ¿Qué podría obsequiarte yo a ti por tanta paciencia, Pablo?

-Ani, no necesito regalos, solo quiero que todo vuelva a ser como antes. Hace tanto tiempo que no oigo tus bromas cotidianas, tus estallidos de risas, tus comentarios ácidos. Incluso debo confesarte que extraño tus gritos. Quién lo diría, ¿no, amor? Necesito verte brillar de nuevo. Es todo lo que quiero. Te amo tanto o más que siempre...

-Dame un poquito más de tiempo, Pablo -pide Ani, con sus ojos húmedos, conteniendo las lágrimas-. Sabes que yo también te amo y es precisamente por ello que lucho con tanto ahínco por recuperar mi vida contigo y con los chicos. A pesar de mis cambios de humor y de los altibajos, sé que lo voy a lograr. Dentro de mí sigo siendo la misma, pienso lo mismo, siento lo mismo y hasta quizá con más intensidad que antes. Pero de repente, todo se oscurece y me desconozco de tal manera que presiento que alguien más habita en mí. Me vuelvo taciturna, melancólica y tú sabes, amor, que nunca he sido así. Yo también extraño a la Ani de antes y deseo sentir, más que ninguna otra cosa, paz en mi corazón.

-No pienses en nada más, amor. Ven aquí, todo estará bien, estoy contigo -Pablo la toma con fuerza entre sus brazos, besa sus cabellos y le dice suave pero claro-. Ani, yo soy feliz por el simple hecho de estar a tu lado; es un privilegio para mí envejecer contigo.

-Sí, Pablo, lo sé. Me lo haces sentir constantemente.

Ani lo mira con insondable tristeza porque reconoce ser la causante del distanciamiento entre ambos. La pena que habita en su corazón no admite compañías; es mezquina y se ha apoderado de su ser, con tal violencia, que no deja lugar para otro sentimiento que no sea el de la angustia más absurda.

-Te invito a cenar a tu restaurante preferido -le propone Pablo, mientras piensa “hasta cuándo tendremos que luchar contra esta ilógica situación y por qué tenemos que hacerlo justo cuando se supone que después de toda una vida juntos, ya solo deberíamos cosechar nuestros esfuerzos por mantenernos unidos y amarnos”-. Necesito renovar mi amor por ti, deseo dejarlo claro con palabras y se me antoja un brindis con tu champagne preferido. Quiero agradecer el haber tenido la suerte de encontrarnos.

-Me encanta la idea, Pablo. Me voy a poner linda y bajo enseguida.

Ani sube apresurada las escaleras hacia su dormitorio, porque se le escapan las lágrimas, las malditas lágrimas que hace un tiempo son su inseparable compañía. Ni bien cierra la puerta de su cuarto, se echa a la cama a llorar. Su desolada alma debilita a su cuerpo. Siente el peso físico de penas acumuladas, de angustias que no reconoce como suyas. Arrastra padeceres heredados sin saberlo.

No salieron a cenar. Ani tomó pastillas para dormir; Pablo, licor para olvidar.


........



 

 

 

 

 

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