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JOSÉ CANTERO VERNI

  EL FAMILIAR - Obra de JOSÉ CANTERO


EL FAMILIAR - Obra de JOSÉ CANTERO

EL FAMILIAR

Obra de JOSÉ CANTERO


La noche tira su manto
tejido de oscuridad,
lejano aullido se escucha
que se acerca más y más.


Retumba el eco de un grito
detrás del cañaveral,
cierran sus ojos los búhos,
se esconden pa´ no chistar.


Un gruñido del infierno
potente se hace escuchar,
es un gruñido que corta
filoso como un puñal.


El viento se apea despacio
sofrena su galopar,
el lucero entre las nubes
apenas puede alumbrar.


Si hasta los duendes nocheros
se ocultan pa´ no jugar,
la acequia calla sus aguas,
detiene su murmurar.


Por el sendero un paisano
silbando una zamba va,
mojado de vino y fiesta,
de albahaca y de carnaval.


Acecha la muerte el paso
con su filo pa´ cortar,
huye el silencio de prisa
al galope del lugar.


Corre peligro el paisano
nadie le puede avisar,
que le han soltao la cadena
al perro de Satanás.
Aullidos de muerte cubren
el verde cañaveral,
la luna en el cielo muerde
sus labios pa´ no llorar.


Duerme el patrón del ingenio
su negro sueño sin paz,
con ese pacto de sangre,
que él ha sabido firmar.


El monte tiembla asustado
percibiendo la crueldad,
que tiene afiladas garras,
colmillos pa´ desgarrar.


En la senda cae el paisano
con una herida mortal,
como ofrenda pal´ infierno
se lo lleva el familiar.


ANSELMO:


Allá en el cañaveral
anoche sonaban gritos,
como si el viento trajera
algún pedido de auxilio.


Después escuché un retumbe
como un galope tendido,
salí hasta el patio y oí
el eco de unos gruñidos.


Olor a azufre en el aire
me sofocó los sentidos,
como si fuera de pronto
a ver a un “Aparecido”.


Me quedé paralizado
con esos extraños ruidos,
que a poco se convirtieron
en misteriosos aullidos.

Ese misterio en la noche
inmenso y desconocido,
como una mano siniestra
me erizó hasta los sentidos.


Después sentí una presencia
que agitaba mis latidos,
que me acechaba la espalda
afilando los colmillos.


Que habrá pasado no sé
pero Juan Palavecino,
en el rancho no se encuentra
y ha trabajar no ha venido.


El siempre llega primero
es metedor y cumplido,
pa´ machetear a las cañas
le pone todo su oficio.


No tiene ningún pariente
no tiene esposa, ni hijos,
así que yo me pregunto:
¿Adonde andará Juancito?


CAPATAZ:


Por ese pobre peón
deja de afligirte Anselmo,
seguro que anda tomando,
gastándose todo el sueldo.


Vos decís que es cumplidor
pero tiene ese defecto,
le gusta empinar el codo
pa´ echarle vino al garguero.


Las veces que yo lo he visto
andar gateando en el suelo.
En las listas de las fiestas
siempre figura primero.

Si le dan setenta litros
al barril lo deja seco,
es cosa sería Juancito
pa´ andar echando festejos.


Siempre guarda en un rincón
con mucha pasión y empeño,
una cerveza en la acequia
pa´ refrescar el aliento.


No tiene ningún empacho
en beber sin miramientos,
en el trabajo a escondidas
un litro se manda adentro.


Si ya me ha dicho el patrón
que lo eche del ingenio,
el quiere gente sin vicios
pa´ trabajar en el cerco.


Juancito tiene el despido
ya firmado por el dueño,
por tomar a toda hora
se ha puesto la soga al cuello.


No tiene esposa, ni hijos,
ni un miserable heredero,
así que si no aparece,
no van a llorar los deudos.


Anda a trabajar tranquilo
deja de afligirte Anselmo,
capaz que en una de esas
pa´ su pago ya se ha vuelto.



RELATOR:


Anselmo enfila pal´ surco
con el día a pleno sol,
en sus ojos se dibuja
una gran preocupación.


En las ramas de un lapacho
canta sólo un ruiseñor,
hace sonar en las cañas
el viento su triste voz.


El viento deja un lamento
que desgarra el corazón,
como un mensaje de luto,
de nostalgia y de dolor.


Anselmo mira las cañas
y una extraña sensación,
le embarga de pronto el alma,
la sangre y el corazón.


El silencio de Juancito
le carcome la razón,
en donde andará perdido,
sin rumbo y sin dirección.


Anselmo le da al machete
a puro empuje y sudor,
el capataz de reojo
lo mira desde un rincón.


El machete sube y baja
al compás de la emoción,
el azúcar nunca endulza
la amargura del peón.


Anselmo mira las cañas
con inquietante temor,
sospechando que el ingenio
oculta una maldición.

Con el rostro de un verdugo
y los ojos de un halcón,
se va el capataz despacio
pa´ la cada del patrón.


Toca la puerta tres veces
de adentro sale un señor,
bien peinado y perfumado
y planchado de almidón.


PATRÓN:


Que te está pasando Ruiz
que te noto preocupado,
parece que hubieras visto
con esos ojos al diablo.


Tenés algún mal de amor
o que bicho te ha picado,
o tal vez allá en las cañas
un peón se ha retobado.


No me digas que Juancito
del infierno se ha escapado,
si ayer solté al familiar
pa´ que haga su trabajo.


Gruñendo me ha dicho anoche
que ahora todos los sábados,
quiere llevarse al infierno
el alma de algún cristiano.


Capataz sabes muy bien
que hay que cumplir con el trato,
si no vamos a quedar
como tiras pa´ un asado.


Por eso tengo este Ingenio
y tanta plata en el banco,
y vos treinta propiedades
en Tucumán y Santiago.

Con su hechizo del infierno
es que vamos progresando,
la fama con el dinero
nos siguen a todos lados.


Todo viaja sobre rieles
desde hace veinte años,
así quiero continuar
pa´ que esto siga marchando.


Así que dale a la lengua
contá lo que esta pasando,
que si hay algún problema
le da solución el diablo.


CAPATAZ:


Le quiero contar patrón
que hay un peón que sospecha,
por la pista de Juancito
anda buscando respuestas.


Que anoche salió a su patio
y estaba la noche negra,
que escuchó una voz de auxilio
más allá de la tranquera.


Me ha contao que después
sintió pasos a la vuelta,
que el cuerpo se le erizaba
de la cabeza a las piernas.


De que alguien  lo observaba
escondido en la arboleda,
con los ojos de la muerte
de alguna fuerza siniestra.


Que raro le parecía
no ver ninguna luciérnaga,
con sus verdes farolitos
alumbrando por las huellas.

Tampoco sintió a los grillos
cantando con su presencia,
ni la acequia con sus aguas
con su sonora carrera.


Ese peón patroncito
es Anselmo de la Cuesta,
el nieto de Doña Rosa
la famosa curandera.


Que ha muerto el año pasado
yo calculo que de vieja,
y él se quedao más sólo
que corchito en la marea.


Espero que no alborote
buscando tantas respuestas,
que ponga a la peonada
del Ingenio en contra nuestra.


Algo tendremos que hacer
pa´ subsanar el problema,
antes de que el Anselmo
no traiga alguna sorpresa.


Yo opino que al familiar
le soltemos la cadena,
así se ocupa de Anselmo
cualquier nochecita de estas.




PATRÖN:


Lo que decís me sorprende
no lo tenía al Anselmo,
haciendo de detective
en este olvidado pueblo.


Que chasco se va a llevar
por enfrentar al Ingenio,
por querer averiguar
y descubrir sus secretos.


Le voy a soltar cadena
a ese monstruo que tenemos,
que se llama Familiar
y es el perro del infierno.


No sabe que se ha metio
Anselmo en un avispero,
que lo va a llevar la muerte
sin pagar ningún boleto.


Quisiera verle la cara
desencajada de miedo,
cuando lo ataquen de frente
las garras de nuestro engendro.


Cuando vea al Familiar
te apuesto sale corriendo,
con ese monstruo detrás
seguro no llega lejos.


Cuando mire sus colmillos,
sus rojos ojos de fuego,
se va a cansar de rezar
pidiéndole ayuda al cielo.


A este peón no lo salvan
ni Mil cuatrocientos rezos,
ya esta casi cocinado
con toda el agua hasta el cuello.

Por preguntar por Juancito,
por saber su paradero,
solito se echó sentencia
sin un jurado en el medio.


Por querer averiguar
lo que pasa en el Ingenio,
lo está esperando el verdugo
camino del cementerio.


Preparate capataz
que ahora a fines de Febrero,
tendrá carne el Familiar
pa´ comer un mes entero.


Para el sábado que viene
justo hay fiesta aquí en el pueblo,
lo vas a mandar de noche
a trabajar al Anselmo.


Así sale el Familiar
al sitio que ya sabemos,
y se lleva a este peón
derechito pal´ infierno.


CAPATAZ:


Anselmo se va a llevar
la sorpresa de su vida,
una sorpresa de muerte
que ni siquiera imagina.


Lo voy a mandar de noche
como barco a la deriva,
por el camino sin vuelta
que se pierde tras las vías.


El viernes voy a informar
que sepa la policía,
que se ha marchao el Anselmo
del Ingenio al mediodía.

Así no lo busca nadie
como persona perdida,
que se ha mudao a otros pagos
de la distancia infinita.


Ahora me voy tranquilo
pues Anselmo tiene cita,
pa´ encontrar al Familiar
que viene a buscar su vida.


RELATOR:


Anselmo viene del surco
cansado de machetear,
se va derechito al rancho
para poder descansar.


Sigue pensando en Juancito
mientras pone a calentar,
la pava para los mates
para sentarse a matear.


Sale al patio de su rancho
mirando como se va,
la tarde hacia el horizonte
galopando sin cesar.


Se apoya en el alambrado,
se acerca la oscuridad,
la luna en el firmamento
redonda viene a alumbrar.


Anselmo mira el reflejo
del verde cañaveral,
que tanto misterio encierra
y nadie sabe explicar.


El lucero vespertino
le regala su brillar,
de sus ojos ese guiño
invisible de amistad.

Anselmo cuelga en el cuello
un extraño talismán,
que le dio su abuela Rosa
hace muchos años ya.


Anselmo lo lleva siempre
como herencia familiar,
es el único recuerdo
que tiene de propiedad.


Enfila de nuevo al rancho
y presiente que detrás,
una presencia siniestra
no lo deja de acechar.


Tira la almohada en el catre
dispuesto pa´ descansar,
y se duerme de un tirón
quietito sin pestañar.


Canta el gallo en la distancia
su canto de sol y paz,
anunciando el nuevo día
que ya comienza a rodar.


Se viste despacio Anselmo
se va a la acequia a lavar,
toma mate y se prepara
con todo pa´ trabajar.


Lleva en su mano el machete
afilado pa´ cortar,
en silencio sin palabras
lo llama el cañaveral.


Que es la vida de Juancito
no deja de preguntar,
y sigue rumbo a las cañas
que es cueva del Familiar.


De pronto una voz de mando
a Anselmo lo hace parar,
y en medio de los peones
aparece el capataz.



CAPATAZ:


Te quiero decir Anselmo
que vos ya estás asignado,
pa´ ir detrás de las vías
justo la noche del sábado.


Un extra y doble jornal
te van a dar como pago,
por regar toda la noche
trabajando desvelado.


Llevate algo de abrigo
que a veces se pone helado,
cargate alguna ginebra
pa´ darle al garguero un trago.


Pa´ combatir los mosquitos
que ahí te matan picando,
no te olvidés de tener
un paquete de cigarros.


Sólo el pico con la pala
tendrás pa´ echarle a la mano,
pa´ controlar el arroyo
que cuesta tanto frenarlo.


Anselmo por esa noche
vas a tener tu descanso,
tres días dijo el patrón
te va a dar como regalo.


Así que ya lo sabes,
vos ya estás anoticiado,
que vas a estar de vigilia
toda la noche del sábado.

 

ANSELMO:


Como diga capataz
como soldado estoy listo,
porque Anselmo de la Cuesta
siempre cumple su servicio.


Así que iré pa´ las vías
con la pala y con el pico,
a regar toda la noche
vigilando el arroyito.


Jamás mezquino ni un metro
pelar cañas es mi oficio,
que elegí para mi vida
y acepté como destino.


Para el sábado a la noche
se puede quedar tranquilo,
que yo estaré trabajando,
seguro cuente conmigo.


Aún me sigo preguntando
que habrá sido de Juancito,
porque rumbo, porque senda,
en donde andará perdido.


Ahora me voy pal´ surco
a seguir con mi camino,
meta pelar a las cañas
con esfuerzo y sacrificio.




RELATOR:


Es sábado por la noche
ya está trabajando Anselmo
sin saber que entre las cañas
el Familiar anda suelto.


Siente un gruñido profundo
que le eriza hasta los huesos,
se queda paralizado
casi temblando de miedo.


De pronto rompe un aullido
hasta el sueño del silencio,
como un bramido de muerte
en ese lugar desierto.


Anselmo mira la noche
debajo de los luceros,
y divisa una figura
gigante de un perro negro.


Que babeando con sus fauces
lo acorrala contra el cerro,
afilando los colmillos
para saltarle en el cuello.


Cuando se está relamiendo
pa´ dar el golpe certero,
observa que un talismán
lleva Anselmo de amuleto.


Gira y gira el Familiar
mirando a cada momento,
como brilla el talismán
de Anselmo sobre su pecho.


Anselmo comprende entonces
de lo que está sucediendo,
que ese viejo talismán
lo protege del infierno.


El Familiar no lo ataca
sólo lo acecha gruñendo,
con voz cavernosa ruge
y así le habla diciendo.



EL FAMILIAR:


Quien te ha dao ese amuleto
que tenés de protección,
por culpa de ese amuleto
no puedo acercarme a vos.


A mi no me han dicho nada
ni el capataz, ni el patrón,
que vos estabas cubierto
por un talismán de Dios.


Si no te puedo agarrar
voy a llevarme a los dos,
cada promesa se paga,
es esa la condición.


Si tirás ese amuleto
fortunas te pago yo,
de esta tierra y de este Ingenio
te pongo como patrón.


La fuerza de ese amuleto
contiene la luz del sol,
si llega a tocarme el cuero
pierdo el habla y la visión.


Si lo tirás al arroyo
te prometo que te doy,
dinero, viajes y fama
y gualicho pal´ amor.


Si no tendré que volverme
sin nada pa´ esta ocasión,
y vos estarás rompiendo
cien años de maldición.

 

ANSELMO:


Le doy gracias a mi abuela
que me ha dao el talismán,
por salvarme de las fauces
del perro de Satanás.


Por tonto y por abreboca
me querés hacer pasar,
hablando de mil riquezas
que nunca me vas a dar.


Tan sólo intentas llevarme
pal´ infierno nada más,
por eso querés engendro
que me quite el talismán.


Ni borracho me lo quito
jamás lo voy a dejar,
lo voy a guardar conmigo
de aquí a la eternidad.


Te vas a quedar sin nada
y yo me voy a marchar,
de este sitio y de este Ingenio
pa´ no regresar jamás.


Pero antes que me vaya
a todos les via´ contar,
que aquí por las noches anda
sin cadena el Familiar.


Les voy a decir que marchen
a buscar otro lugar,
que este Ingenio está maldito
marcado por Satanás.





RELATOR:


Anselmo con su amuleto
se va silbando bajito,
al pasar por el arroyo
tira la pala y el pico.


Canta el gallo en la distancia
con su canto amanecido,
despacio viene clareando
el sol sobre un cielo limpio.


El viento mueve las ramas
con todo un coro de grillos,
Anselmo marcha sin prisa
contento por el camino.


El Familiar a su cueva
galopa despavorido,
si un rayo de sol lo roza
será cenizas y olvido.


Va masticando su rabia
con los ojos encendidos,
con el odio del infierno
retumbando en sus latidos.


Al patrón y al capataz
le clavará sus colmillos,
se va a tomar su desquite
por todo lo acontecido.


Mientras tanto sigue Anselmo
marchando libre y tranquilo,
aspirando el aire puro
se siente seguro y vivo.


Lo ha salvado el amuleto
que deja escapar un brillo,
el recuerdo de la abuela
que mira del infinito.

Anselmo observa el paisaje
que estalla con sus sonidos,
atrás quedó el Familiar
en ese lugar maldito.


Sublime se muestra el sol
con sus rayos amarillos,
Anselmo marcha adelante
silbando por el camino.



José Cantero Verni



 

 

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