Portal Guaraní - PARAGUAY, CAPÍTULOS DE PROSOPOGRAFÍA SOCIAL - Por BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO

Viriato Díaz Pérez, Livio Abramo, Ildefonso Bermejo y otros ilustres paraguayos, tanto honorarios como de nacimiento, que vivieron en nuestro país y dejaron un valioso legado a su cultura desfilan por las páginas de esta obra «que viene a llenar un vacío elocuente en el imaginario colectivo nacional», escribe la historiadora Beatriz González de Bosio.

Esta obra viene a llenar un vacío elocuente en el imaginario colectivo nacional, que prácticamente determina que heroísmo, patriotismo, servicio a la comunidad y abnegación son virtudes estrictamente castrenses. Por mucho tiempo, la toponimia nacional parecía el cuadro combatiente de las dos guerras. Esta obra viene en parte a paliar esa injusticia pues, como dijo Borges en un poema, «La patria somos todos».

Al compilarla se eligieron producciones sobre personajes que pasaron su vida en el país y que contribuyeron de manera ingente, dejando un legado importante, aunque no necesariamente dimensionable.

Josefina Plá ( ), paraguaya honoraria, cubre la tarea de referirse a Ildefonso Antonio Bermejo, también español, que durante casi una década fue en nuestro país el equivalente de una universidad mayor por las enseñanzas que impartió en las más diversas disciplinas, pues fue docente, periodista, director teatral, crítico y editor de una revista literaria, polemista y hasta propagandista gubernamental. Su mayor contribución, por supuesto, fue literaria, con La vida en los tiempos del viejo López, que constituyó en muchos aspectos una fuente histórica primaria para conocer aspectos interesantes del gobierno de don Carlos Antonio López. Su mejor obra intangible, sin embargo, fue haber actuado de mentor de esa brillante generación compuesta por Natalicio Talavera, Juan Crisóstomo Centurión y Gumersindo Benites, entre otros.

Eva Morales Raya se refiere a Viriato Díaz Pérez, otro de esos personajes de fuste que por alguna recóndita razón eligieron hacer de Paraguay su segunda patria. Español, al igual que Cristóbal Campos y Sánchez, pero paraguayo hasta la médula en su amor a la patria, don Viriato también formó una familia distinguida y tuvo tiempo para llevar adelante un trabajo intelectual finamente reproducido en sus obras completas. Para la autora, don Viriato fue un mediador cultural entre España y Paraguay en la primera mitad del siglo XX y un introductor del modernismo que sacó a la juventud del letargo de lo clásico.

Charles Quevedo se refiere a la enorme relevancia del aporte a la cultura paraguaya del maestro brasileño Livio Abramo, fundador nada menos que de toda una escuela de arte, con numerosos discípulos, cada uno de los cuales adquirió renombre propio. Abramo fue quizás el mejor ejemplo de la importancia de los intercambios culturales en la diplomacia, y su legado es legendario. Ya conocido como grabador en Río de Janeiro y São Paulo, durante la presidencia de Juscelino Kubitschek, cuando Brasil comenzó su campaña para convertirse en potencia industrial, fue reclutado para enseñar su arte en nuestro país, seguramente por unos pocos años, pero tal impresión le causó Paraguay que eligió pasar aquí el resto de sus días. A través de la Escolihna de Arte de la Misión Cultural Brasileña propició un verdadero renacimiento de las artes plásticas tomando bajo su manto algunos de los nombres más destacados de la plástica local. En realidad, pertenecía, aunque no era activista, al Partido Comunista Brasileño, y su nacionalidad y condición de artista le llevaron a encontrar refugio en este reconocido bastión del anticomunismo durante la Guerra Fría.

Otros destacados personajes de esta obra ya tuvieron suficiente cobertura, como el inolvidable Luis Alfonso Resck, con sus luchas por los derechos humanos durante la dictadura de Stroessner. Julio Espínola ofrece una visión panorámica de este paladín de la democracia. Resck tuvo una distinguida carrera política en el Partido Demócrata Cristiano desde su fundación y su última gran contribución como ciudadano constituyente se plasmó en 1992 en este documento perfectible que sin embargo hasta hoy ha sido capaz de mantener el sistema democrático pese a varios intentos de violarlo para consagrar la prohibidísima reelección presidencial inmediata.

Isel Talavera trata de un personaje menos conocido, por la represión del régimen militar stronista: el sacerdote Ramón Talavera, valiente agitador social y político de la década de 1950 que encontró en el púlpito de la parroquia Virgen del Carmen del barrio Pinozá un foro con algo de impunidad por algún tiempo para criticar los abusos del naciente gobierno. El padre Talavera fue asesor nacional de la Juventud Obrera Católica entre 1949 y 1953. Ahí descubre que la manera más efectiva de llevar adelante la represión por parte del Estado era la tortura; y, aprovechando su condición de religioso, solicita y es autorizado a entrar en el departamento de investigaciones para llevar auxilio cristiano a detenidos y torturados, particularmente los de 1956, en la estela de una rebelión contra el gobierno. Finalmente, el régimen no soportó su continua prédica y fue exiliado a Uruguay, donde continuó su tarea de hacer conocer la verdadera naturaleza del gobierno. Dejó el sacerdocio y trató de llevar adelante una tarea política de denuncia inclusive en las Naciones Unidas, donde no encontró mucho eco.

Claudio Fuentes Armadans escribe sobre Pietro Gori, abogado italiano que militó en las filas del anarcosindicalismo y, huyendo de destierros, desembarcó en Asunción con una apretada agenda de conferencias en la capital, Villarrica y Concepción, con destaque en la prensa local, así como en la revista porteña Caras y Caretas. Su figura es mencionada en la historia del sindicalismo paraguayo; como la mayoría de los movimientos sociales de la época, el anarcosindicalismo tuvo sus principales figuras actuando en Argentina. Durante su permanencia en nuestro país, recibió el trato de sociólogo, ya que su formación como jurista y su producción como criminólogo eran interpretadas por la prensa paraguaya como activismo en las ciencias sociales. Gori polemizó con monseñor Hermenegildo Roa, paladín del pensamiento tradicional, y los espacios académicos paraguayos abiertos a Gori fueron luego cerrados a Rafael Barrett.

Gabriella Dalla-Corte Caballero ( ) e Iñaki Marqués Rodríguez se ocupan del español Carlos Casado del Alisal, que, por haberse radicado en Argentina, aparece en nuestro país como abanderado del capital rioplatense. Su gran contribución fue haber logrado la explotación comercial del mayor latifundio de Paraguay en el Chaco, nada desarrollado durante los gobiernos de la Primera República, más interesados en las franjas del litoral que hacía que los ríos se volvieran interiores sin mayores ambiciones para el desarrollo del hinterland. Casado desarrolló industrialmente la zona con la explotación del quebracho, materia prima del tanino utilizado en las curtiembres para procesar el cuero. El imponente quebracho, sin embargo, fue aserrado sin planificación alguna en materia de reforestación, por lo que cada año la materia prima se alejaba más de la planta industrial, lo que obligó a construir un ferrocarril que llegó a ser muy útil en la guerra del Chaco para el transporte de tropas.

José Antonio Gómez Perasso es abordado a través de sus obras por Victoria Taboada Gómez, que pone en valor el trabajo a partir de las memorias en la conformación del legado cultural de los pueblos indígenas. Perasso contribuyó a los estudios arqueológicos de Paraguay con una innovación técnica conocida como Metodología de Superficies Amplias. En 1977 publica Estudios maka, cultura material, resultado de investigaciones realizadas. Se licenció y doctoró en historia, e investigó y publicó sobre el siglo XVIII. Taboada caracteriza como «excavador de memorias» a este investigador prolífico cuya obra le sobrevive. Esta es una valiosa contribución a la historiografía nacional que aún necesita sedimentarse más.

Las breves biografías de los sujetos de este estudio pueden fácilmente convertirse en temas de tesis y disertaciones doctorales que arrojarán mayor luz sobre la historia social paraguaya. La prosopografía es un género que busca la descripción detallada de un personaje determinado o de algún colectivo histórico con mucha influencia en el medio particular; es una adaptación actualizada de una técnica historiográfica utilizada en la era medieval y renacentista para el estudio de las élites aristocráticas y eclesiásticas, como señala en la presentación de la obra el coordinador de la misma, Carlos A. Peris.

Textos de Josefina Pla ( ), Eva Morales Raya, Charles Quevedo, Julio Espínola, Isel Talavera, Claudio Fuentes Armadans, Gabriella Dalla-Corte Caballero ( ), Iñaki Marqués Rodríguez y Victoria Taboada Gómez.

Asunción, Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica, Biblioteca de Estudios Paraguayos, vol. 120, 2019.

Josefina Plá está entre los autores compilados en esta obra. Ella escribe sobre Ildefonso Bermejo, otro español decisivo para la cultura paraguaya.

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