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RAÚL AMARAL

  AL PARAGUAY y CELEBRACIÓN DE LOS RÍOS GUARANÍES - Poesías de RAÚL AMARAL


AL PARAGUAY y CELEBRACIÓN DE LOS RÍOS GUARANÍES - Poesías de  RAÚL AMARAL
AL PARAGUAY y CELEBRACIÓN DE LOS RÍOS GUARANÍES
 
Poesías de  RAÚL AMARAL
 
 

AL PARAGUAY

I

Paraguay:
te contemplo desde el tránsito de la nostalgia
con tu altura de sombra,
con tu vena de plata
que huye del despojado derredor
hacia su agreste fuego.
Te veo entre el espacio de las muertes
alzar la antigua herida
y volver por aquello que un día fue tu mano,
tu piel o tu inocencia,
con retorno de voces ya de piedra
(de perfumada piedra morena)
que están allí, que fluyen
cuando el viento
pone en las cosas el temblor de tina palabra
y en su esencia
los hombres descubren el perdido corazón
para exhumar su melodía.
Quiero encender, de nuevo,
tu nombre,
ahora que el confín de la madera
guarda un mensaje
de alas de agua,
ahora que un silencio de heredades
te socava la estría misteriosa
y que definitivos pasos
trascienden tus orillas.
Quiero encender, de nuevo,
la forma natural de la existencia
para saber -viajero, al fin, de tu alma-
a qué suerte de lágrimas o de cantar
te acercas.
 

II

Estás aquí,
sublimación del tiempo,
con tu comienzo de años,
de estrellas, de íntimos contornos,
en esta dura virtud de cada noche,
en el mirar ausente de la vida,
en aquella penumbra.
Estás,
como quien nace de su propia esperanza
libre para la hondura
de las sienes,
sueño de búsqueda
con desceñida imagen,
corona y brizna de la aérea oliva,
junto a las nubes.
Bajo tus pies
escucho una corriente,
un rumor de flores,
un estallido inaugural de pájaros,
bajo tus pies
la férrea geología de la sangre
cumple lenta vigilia.
La hoja que en tu mapa cubre
las fronteras de luz
cae con su desvelo
exacto y eterno y desolado,
y es un adiós y es el adiós
con que la inesperada
siembra de tus hijos
abre la niebla,
el horizonte extraño.
Vengo a tu mundo.
Detrás mío los pueblos,
la ceniza de los rostros,
la guitarra sin pulso,
el áspero tordillo
que se fue con el rumbo de los ríos.
Detrás de este quehacer
y de su asombro
algo hay que se quiebra para siempre
y que me deja,
con un azoramiento de universo,
la sombra apenas,
el desconcierto de la espuma
apenas,
y este -ya para ti-
salobre anuncio
del cereal milenario.
Escrita en: 1952.
 
En: “La Sien sobre Areguá".
 
Asunción, Alcándara. 1983.
 
 
 
 
 

CELEBRACIÓN DE LOS RÍOS GUARANÍES

I
Ríos del tiempo,
ríos heridos por los siglos,
dispersos en la piedra, llameantes en la arena
de silvestres y trágicas orillas,
nombrados por el hombre como una utopía de su alma,
desnudos a lo largo de este mapa,
y sin embargo vivos, silenciosos,
en busca de quién sabe qué signo de la tierra.

 
En un brazo salvaje recostándose,
en un brazo de árboles vírgenes allá lejos,
camino náutico de algas, hojas, tímidos caracoles,
a cuyo amparo el jakare sagrado
vela su mundo onírico,
a cuya luz despierta la paloma
y se levanta el monte, vuelca sus grandes ramas,
convoca el puro asedio de la luna
y un acompasado toque metálico
descubre a la esperanza o a la muerte.
Así marchan los ríos
viéndolos al través de las penurias,
sin la espuma ya de la fatiga, del andar
para que otros anden: insectos,
pájaros de canto subterráneo,
tremolante algodón, raudo y perdido,
que apenas entre la imagen de los troncos
salva su lumbre.

 
Entre sangre esperada y fúnebres esencias
siguen los ríos,
y es un pobre mortal el que retorna
desde anónimas sienes a la nada,
o es Adolfo Riquelme
-rubio caudillo de estandarte blanco-
el que navega en sueño,
sendero abajo de anhelantes peces.
Sombra insomne de camalotes
vueltos a un destino previsto,
honda estela de lúcidas jangadas
que alguna estrella lleva de su brújula,
quietud de gota que en la palma de una mano
expresa el universo de su origen.
Todo eso trascurre y no regresa.
Todo eso golpea,
quema en la conciencia,
hace pensar que el existir
es también un descenso, un pausado horadar
las entrañas de lo propio
y lo ajeno.

 
Río-gente, río-siembra,
igual aquí y en todas partes,
que en el nudo del alba,
en el corazón de las cosas,
sin querer nos anuncia
que aún hay el que saluda,
el que guarda en pañuelo sus adioses,
el que refresca el pulso
donde la claridad recoge sus instantes.
Esa es la misión, ese es el aire fluvial,
que determina otros aires remotos.
Nadie puede acercarse
-nadador, canoero, pescador-
sin vencer la rodilla,
sin avanzar al cielo algunas balas,
sin boyar de vez en cuando
unas naranjas
para que anticipen, ante pálidas nubes,
la ilusión del sol.
Ríos del tiempo,
los ríos guaraníes
penetran en la tierra y en el hombre,
en la raíz arisca y en el cuarzo,
labran la piel de las edades
y custodian
las flechas y arcabuces
con un brumoso ritmo de batalla.

 
II
Ríos que crecen
con la noche
y atormentados vuelan,
pasan entre neblinas, aguaceros,
relámpagos de pólvora, sumergidos villorios,
latiendo sin saberlo
en una música
de lluvias milenarias
que azota el nostálgico modo
de las gentes
y se alza en la palabra
donde la soledad
es retorno de unos cuantos.
Nadie intenta decirlos,
pero ellos están en su dibujo,
-papel sumado al viento-
en su dibujo de venas ancestrales,
ardidas y compuestas,
fina y celeste línea que en el hombre
prolonga su querer
o su desdicha.

 
Ríos solitarios,
abatidos de sed, de sal premiosa,
ya sin reflejo,
sin hondura cierta,
aguardando el milagro del arcoiris,
ciegos, pacientes,
arteria fugitiva,
y siempre aquí,
a imagen de las vidas
que han quebrado sus últimos destellos.
¿Quién los conduce,
los llama, los anima,
dispone derroteros en lo inerte,
busca líquidas alas
y algún día
echa a cantar
los ríos solitarios
desde una dulce luz mediterránea?

 
Ríos recién llegados al colegio,
flameando entre campanas
y sílabas inéditas.
Ríos que son corno los niños,
renacientes a cada primavera,
henchidos de raudales sin comienzo,
ocultos, salpicados de corolas,
mariposas agrarias,
flores lentas,
que transitan vertientes imposibles,
y que traen de las tardes
su ofrenda de tabaco,
su caliente verdor,
su yerbamate.

 
Ríos de eternidad,
brazos en un clamor y en un desvelo,
errantes por encima de los años,
que anudan la canción
y la sitúan a la altura del ser.
(La razón de vivir
entre riberas
y no hallar existencia sin el río).
Aquí en el Paraguay
todos los nombres
tienen sabor de nombres guaraníes,
y es en ellos que estoy,
en sus maternos límites brotando,
y es que con ellos
este mapa llevo,
sagrada siembra de agua
que entre llano y valle en cautiverio
concentra la vigilia
de los ríos del mundo.
En: La Sien sobre Areguá.
 
Alcándara, Asunción, 1982.
 
 
 

Fuente: POESÍAS DEL PARAGUAY – ANTOLOGÍA DESDE SUS ORÍGENES. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL, Dirección de la obra: OSCAR DEL CARMEN QUEVEDO. Recopiladores y autores: RAÚL AMARAL, MARÍA BARRETO DE RAMÍREZ, AÍDA ORTÍZ DE CORONEL, ELA RAMONA SALAZAR S., RUDI TORGA/ Tel. (595-21) 373.594/  arami@rieder.net.py  – Asunción/ Paraguay. 2005. 781 pp.).
 
 
 

 

 

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