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MARÍA LUISA FERREIRA

  LUNA DIURNA - Por MARÍA LUISA FERREIRA


LUNA DIURNA - Por MARÍA LUISA FERREIRA

MARÍA LUISA FERREIRA

Nació en Asunción el 21 de junio de 1964. Comunicadora, docente. Publicó los siguientes libros: En 1990 Víctimas del Régimen Stronista (Editorial Intercontinental, Ñanduti Vive y Don Bosco); 1997, Televisión, un acercamiento didáctico (Intercontinental); 2005 Oratoría, un enfoque práctico (Servilibro); 2013 Versos y Prosas (Servilibro), que fue premiado con una Mención Nacional “Hérib Campos Cervera” y recoge en más de 100 páginas, la creación literaria de esta autora. Es miembro de EPA.

 

 

 

 

LUNA DIURNA

 

 Por MARÍA LUISA FERREIRA

 

El guerrero debía enfrentarse al día siguiente en duelo desigual con el extranjero hostil. Y muchos decían que era valiente. Él solo cumplía la profecía, una especie de sino, más bien un mandato, no como el de los dioses paganos, sino el del Dios de Ejércitos, Yahveh, que guiaba a su pueblo. Él era pastor pero ante su Señor era una oveja. Había adquirido los hábitos de aquellos, que iban al matadero aceptando con humilde y alegre pesadumbre su sacrificio. No imprecaba, no odiaba. Su corazón no alteraba el ritmo de sus latidos. Él era una oveja. No se creía valiente ni cobarde. Aún adolescente, casi un joven con rostro aniñado, simplemente obedecía el mandato del Consejo de la tribu, que representaba la voluntad suprema de su Dios. Había sido elegido para el sacrificio. En el riesgo de su vida depositaban la esperanza del cumplimiento de las profecías que sobrevendría con la sobrevivencia del grupo nómada. Y él parecía decidido y seguro. Pero no lo era. Simplemente era obediente y sabio. Insistía en que no era valiente. No quería endilgarse cualidades que no eran de su naturaleza. Entendía que en la vida no siempre se elige. Por encima de la elección estaba el plan de Dios y en eso consistía su sabiduría; en negar esa parte de su humanidad que en momentos le gritaba. A veces, la vida tiene bretes y seguir en ella es avanzar irremediablemente. No se puede saltar ni retroceder. Caminando cuesta arriba en sus días de pastoreo había aprendido que apegarse a la vida es la apuesta más segura a la muerte. La vida era caprichosa y libre. Y se dejaba seducir por quien la despreciaba. Era ya tarde. Los últimos sonidos del campamento iban mermando, para dar paso a los aullidos de algún depredador del desierto. La luna cerraba la boca. Parecía sobrecogida. Se desentendía. La miró, buscando el frecuente diálogo de su alma con aquel cuerpo celeste. Le había revelado silenciosa, en confidencia profética, cómo serían los días en el desierto y en las aldeas. Cuando tocaba el kinnor en el plenilunio de verano, la luna parecía pulsar las cuerdas. En su místico pensamiento, entendía que el astro también obedecía a su Dios, como toda la creación. Pero hoy, ella estaba confabulada con el mandato. La luna acataba. Su único compañero suspiraba a su lado preocupado por su suerte y admirado por la serenidad aparente de su espíritu, que parecía un espectro bajo la luz nocturna. Habían apagado las antorchas. “Durmamos”, le dijo al amigo. “Mañana puedo morir o no. Si muero, habré cumplido. Si vivo, habré cumplido. Mi deber es luchar y hacer de mi lucha una saeta certera, Durmamos que no quiero estar en vela. Necesito soñar. Quizás en sueños la luna me cuente lo que calla en esta vigilia. Quizás esté ansiosa de hablarme. Durmamos”. Sus palabras eran un reproche a su antigua musa...

El alba y el rocío despertaron al joven guerrero con una milimétrica capa de frescura sobre su rostro púber. Tomó sus armas y fue al campo a esperar al extranjero hostil. Apenas llegó el gigante, lo derribó y lo mató. El gigante cayó estruendosamente levantando la polvareda de su derrota. Eran los efectos especiales de una escena universal que resonaría en la eternidad. Todavía la luna estaba allí... se había desvelado. Era una luna diurna. Se fijó en ella mientras suspiraba aliviado. No meditaba lo que vendría después. Era obediente como una oveja. Miró a la luna de día y entendió que ella había velado su sueño sereno antes de la batalla crucial. El camino de reconquista estaba allanado.

24 de febrero de 2014

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente:

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 MUJERES EN SU PROPIA COMPAÑÍA

Páginas 95 al 100

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