PINTURA DE MARGOT MICHELAGNOLI,

Galería ARTE SANOS,

Junio de 1986, Asunción-Paraguay.

LA PINTURA ES VIDA PARA MARGOT MICHELAGNOLI; es vida y como la vida, cambia.

Esos cambios no se producen, evidentemente, porque "hay que" cambiar o porque "ahora se pinta así"; se dan como en la vida, en un proceso doloroso -a veces lento, otras rápido-, y sólo al comparar una etapa con otra, lejana, se puede percibir el cambio, la lenta transformación que se produjo.

¿Por qué cambia la pintura de esta pintora que nos tenía acostumbrados a paisajes de "lectura" y comprensión inmediata, aunque no siempre fáciles ni decorativos? Y quizá la pregunta más importante que debemos hacernos para comprender esta obra es ¿cómo cambia?

En la presentación de su exposición individual de 1983 decíamos que "sus pinturas - muchas veces a pesar de ella misma - eran como gritos de rebeldía envueltos en la apariencia de inocentes paisajes". Pero al observar las pinturas para escribir estas líneas tuve la posibilidad de penetrar un poco más atrás en la historia de la artista y eso me permitió entender el proceso. Al ubicar en el tiempo las fechas que ella me relataba pude recomponer el rompecabezas de datos sueltos que antes no podía armar en una unidad total.

Los escuetos datos del curriculum nos llevan de París a Río de Janeiro y de allí a Washington. Pareciera que su vocación ya estaba definida y nunca más dejaría de atender a esa voz, a ese llamado que la impulsó desde entonces a estudiar y pintar bajo la dirección de profesores cuyas enseñanzas fue asimilando a su proceso de mujer, de madre, de ser humano sensible, con una fuerte personalidad no siempre adaptada a las convenciones y, por eso mismo, buscando un camino para su libertad expresiva.

Antes que la conociera, ella había estudiado con Jaime Bestard, cuya técnica y sabiduría de colorista marcaron su obra.

De HOLDEN JARA, probablemente, venía su atracción por la representación literal del paisaje, aunque su fuerte personalidad no se vio afectada por las enseñanzas académicas del pintor-profesor. Recuerda una corta temporada de clases con AUREL KESSLER, pintor judío que, como BANDUREK, llegaba a estas tierras escapando del infierno europeo. También conoce a JOSEFINA PLÁ, en un seminario que dictaba la escritora sobre "ARTE BARROCO HISPANO-GUARANÍ". En los últimos diez años no sólo pinta con constancia y tenacidad sino que estudia, lee e intenta penetrar en la teoría del arte, lo que la lleva a reflexionar sobre las corrientes pictóricas que se suceden velozmente y las causas de ese constante cambio.

Su propio cambio acompaña, entonces, a la apertura hacia otros conceptos que la lectura y el estudio le van presentando, como puertas que guardan celosamente algo y que sólo se abren cuando manos y ojos curiosos buscan lo que hay detrás de ellas. MARGOT MICHELAGNOLI parte, siempre, de la observación del mundo que la rodea para expresar su mundo interior, pero ahora se detiene menos en describir lo que observa, lo que vé, en el paisaje que le sirve, muchas veces, de pretexto y presta más atención a esa tela, a ese papel que a partir de ser cubiertos con algunos colores se transforman y se convierten en otra realidad, en un sistema con sus propias leyes, en un lenguaje con vida propia que se presenta a los ojos de quien quiera ver y entender.

OLGA BLINDER - Junio - 1986