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MONTSERRAT ÁLVAREZ

  SIN LÍMITES - Por MONTSERRAT ÁLVAREZ - Domingo, 18 de Marzo de 2018


SIN LÍMITES - Por MONTSERRAT ÁLVAREZ - Domingo, 18 de Marzo de 2018

SIN LÍMITES

 

Por MONTSERRAT ÁLVAREZ

 

montserrat.alvarez@abc.com.py

Stephen William Hawking (Oxford, 8 de enero de 1942-Cambridge, 14 de marzo de 2018), uno de los físicos más importantes del siglo XX, ha muerto este miércoles a los 76 años.

Aunque aplicar leyes observadas en laboratorio a puntos del espacio-tiempo cuyas condiciones pueden ser otras supone una obvia extrapolación, escribe Stephen Hawking en su libro (en coautoría con George Ellis) The Large Scale Structure of Space-Time (1), sostener que la estructura del universo determina las leyes físicas locales exige hacerlo. La gravedad, la fuerza dominante a gran escala, también afecta a cada partícula, como señaló Galileo por primera vez. En este universo, de estructura causal determinada por la gravedad, los campos gravitacionales desvían la luz, de modo que una gran cantidad de materia concentrada en un punto podría arrastrarla adentro, como, prosigue Hawking, señaló Laplace. Este libro de 1973 postula la «singularidad» como un lugar en el que las leyes de la física, llevadas al extremo, se rompen, y propone una singularidad en el inicio de la expansión del universo, es decir, en el inicio del universo mismo. No es un libro inaccesible; basta un pobre conocimiento (el mío lo es) de la teoría de la relatividad general –a partir de la cual se formula un modelo matemático para el espacio-tiempo–, algo de álgebra y geometría, idealmente, algo de topología, y poco más. Aun así, es exigente –casi no hay página sin ecuaciones–, y disto, pese a ello, de pensar que la lectura de este y otros textos parejos autorice a creer que uno entiende lo bastante de física para estar, sensu stricto, en condiciones de juzgar el estado actual de las teorías; darles crédito, habida cuenta de la distancia entre quienes no somos especialistas y las herramientas propias de la especialidad, es, me parece, una decisión de otra índole.

La explicación más completa y coherente del funcionamiento del universo que actualmente puede brindar la física teórica descansa en gran medida en los desarrollos del trabajo previo de, sobre todo, Einstein y Heisenberg, debidos a Hawking. Era algo generalmente aceptado que el universo se está expandiendo cuando en 1966, en su tesis «Properties of expanding universes» (2), describió un punto de volumen infinitamente pequeño y gravedad infinitamente grande, una «singularidad» que «constituye, en cierto sentido, un inicio del universo» con su explosión –el Big Bang–. Trabajando en la descripción matemática de ese punto (el «huevo cósmico» de Lemaître, cabe decir, con salvedades), propuso, con Roger Penrose, varios teoremas para describir sus condiciones cosmológicas de posibilidad. En su artículo de 1973 (en coautoría con Bardeen y Carter) «The Four Laws of Black Hole Mechanics» (3) expuso en ecuaciones las leyes de la mecánica de esas estrellas que colapsaron creando vórtices gravitacionales tan fuertes que ni siquiera dejan salir la luz. Y poco después, cuando se aceptaba que nada podía escapar de tal fuerza gravitacional, en su artículo de 1974 «Black Hole Explosions?» (4), explicó que esos agujeros negros no eran tan negros, que se podían disolver en un estallido de energía. Esa energía que ha cambiado la forma actual de entender el cosmos se llama hoy la «radiación Hawking».

Lo anterior es un intento tan salvajemente sintético como vano de esbozar lo que hace de Hawking uno de los físicos teóricos decisivos del siglo XX. Sin embargo, en el impacto universal causado por su muerte, ocurrida durante la madrugada de este miércoles, difícilmente pueden pesar mucho esos méritos. El lenguaje de su especialidad es matemático, y lo que se pierde en la traducción al lenguaje no especializado tendría que ser parte de la comprensión fundada de los motivos por los cuales la ciencia vigente acepta un determinado modelo de universo. Volviendo a la decisión de dar crédito a los especialistas, que no depende tanto del propio saber del tema cuanto del saber de la propia ignorancia sobre el tema, no la creo insensata, pero muy pocos la toman; la mayoría no decide creer sino que, sin decidirlo, da crédito a lo que no entiende por su autoridad y prestigio, me atrevo a observar, y en esto la ciencia –o lo que como tal llega al público– funciona con los mismos mecanismos que una iglesia.

Hawking expresó varias veces que la confluencia en su trabajo de la termodinámica, la gravedad, la relatividad y la mecánica cuántica apuntaba a una «teoría del todo». En una entrevista a Zizek que vi hace poco, saltando de un tema a otro, el filósofo esloveno lanzaba de pronto: «¿Por qué la gente lee a Stephen Hawking?», «Why do people read Stephen Hawking?» Y aventuraba que la gente (perdón por citarlo de memoria) busca en la ciencia respuestas a las «grandes preguntas» (qué es el universo, qué somos, por qué es el ser y no más bien la nada, and so on, and so on) en las cuales (y Zizek, si mal no recuerdo –pondré el enlace al final de este artículo–, culpaba de esto al postestructuralismo) hoy la filosofía no parece interesada (5).

Aun sin estar en condiciones de juzgar, sensu stricto, el estado actual de las teorías, como decíamos, ni, por ende, de saber en rigor si era un «genio» y por qué o hasta qué punto lo era, Hawking es afirmado como tal por millones de personas que parecen lamentar su pérdida de modo hasta sentimental. De alguna forma, quizá se volvió representante de aquel, así asumido, depósito de saber superior al cual, como otrora a la iglesia, la gente acude, si seguimos a Zizek, en busca de respuestas a las «grandes preguntas». Hawking es, valga la reiteración, uno de los mayores físicos teóricos del siglo XX, pero se hizo famoso y querido como comunicador científico, autor de libros de divulgación –de bello título, A Brief History of Time, su primer gran éxito de ventas, no fue el último–, figura pública –se lo escucha en «Keep Talking», de Pink Floyd, hizo de sí mismo en The Big Bang Theory, Star Trek: The next generation, Los Simpson y Futurama, y ese sentido del humor (ah, sus fotos de anfitrión plantado en la mesa de su fallida fiesta para viajeros del tiempo) merece sin duda gratitud–, académico que opinaba sobre temas graves y actuales como la inteligencia artificial o el cambio climático, ejemplo de dignidad ante una enfermedad trágica y fuente de citas, siento decirlo (aunque la culpa tal vez sea más bien de quienes las eligen), uniformemente banales («It would not be much of a universe if it wasn’t home to the people you love», «The greatest enemy of knowledge is not ignorance, it’s the illusion of knowledge», «Look up at the stars and not down at your feet», etcétera).

Stephen Hawking, nacido en Oxford en 1942, entró a la Royal Society en 1974 y ocupó la cátedra Lucasiana de Matemáticas de Cambridge, donde antes que él se sentaron Isaac Newton y Paul Dirac, en 1979. Pero, como todos sabemos, también ocupó otra silla famosa, una de ruedas. La esclerosis lateral amiotrófica le fue diagnosticada cuando era un estudiante de cosmología en 1963, y le dieron un par de años de vida. Ha muerto esta semana, más de medio siglo después, y no perdió el tiempo.

Hawking dijo una vez que en sus sueños nunca iba en silla de ruedas. Personalmente, me gusta pensar la singularidad que hace del Big Bang un después sin antes, el exterior imposible de este modelo de cosmos, en términos matemáticos, autocontenido. Nada habría susceptible de ciencia, ningún espacio fuera del espacio, ningún tiempo antes del tiempo, en ese ámbito radical anterior al todo e inaccesible a la física, una forma más de representación de este universo, a fin de cuentas, nacida en él y sometida a sus leyes y a sus límites.

Notas 

(1) S. W. Hawking y G. Ellis: The Large Scale Structure of Space-Time, Cambridge University Press, Cambridge Monographs on Mathematical Physics, 1973, 400 pp.

(2) En línea: https://www.repository.cam.ac.uk/handle/1810/251038

(3) J. M. Bardeen, B. Carter, S. W. Hawking: «The Four Laws Of Black Hole Mechanics», en: Communications in Mathematical Physics, vol. 31, n. 2, junio de 1973, pp. 161-170.

(4) S. W. Hawking: «Black Hole Explosions?», en: Nature, vol. 248, marzo de 1974, pp. 30-31.

(5) Slavoj Zizek y Paul Holdengräber: https://www.youtube.com/watch?v=PIPjmmmh_os.

 

El joven Stephen Hawking, con sus colegas del club de remo, en Oxford.

 

 

 

Hawking es quien sostiene el pañuelo blanco.

 

 

 

El físico británico Stephen William Hawking en la Universidad de Oxford el día de su graduación.

 

 

 

 

Fuente:  www.abc.com.py

Suplemento Cultural de ABC Color - Página 1

Domingo, 18 de Marzo de 2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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