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Jorge Sáenz

  EL EMBUDO - Ensayo fotográfico de JORGE SÁENZ - Año 2009


EL EMBUDO - Ensayo fotográfico de JORGE SÁENZ - Año 2009

 

 

EL EMBUDO

Ensayo fotográfico de JORGE SÁENZ

 

El Correccional Panchito López, de Asunción, es una casa particular convertida en centro de detención y padece gravísimos problemas de hacinamiento. Panchito López cuenta actualmente con 270 internos en un lugar sólo apto para un máximo de 80. Aproximadamente el 90 por ciento se hallan bajo detención preventiva y sin haber sido condenados, se encuentran recluidos en celdas insalubres con escasas instalaciones higiénicas, sin ocasiones para hacer ejercicios o de respirar aire fresco, mal alimentados y faltos de asistencia médica adecuada. Los malos tratos que a veces llegan a constituir tortura, son endémicos en Panchito López.

A los reclusos no se les ubica según la edad o el delito cometido: los niños agresivos, los tímidos, los reincidentes, los condenados por tráfico de drogas y los presuntos ladrones están todos mezclados.

El 11 de febrero del 2000, los reclusos de la celda ocho prendieron fuego a su dormitorio en protesta por el constante aluvión de malos tratos y, más concretamente, por la brutal paliza infligida la noche anterior por dos guardias a varios ocupantes de la celda. Nueve presos murieron y al menos otros 20 sufrieron quemaduras graves.

Tras producirse un nuevo incendio una semana después, cerca de 25 menores fueron trasladados a la prisión de Emboscada, un centro para adultos húmedo y plagado de bichos, sin luz ni ventilación suficiente y carente de instalaciones higiénicas adecuadas. Allí sólo les permiten salir a estirar las piernas media hora o una hora diaria y no disponen de servicios médicos, educativos ni sociales.

Las condiciones de reclusión de Emboscada son tan malas que el 11 de enero del 2001 se ordenó el traslado de los menores al centro Panchito López.

El 5 de febrero del 2001 otros nueve detenidos resultaron heridos en un nuevo incendio ocurrido en el correccional Panchito López. Los detenidos estaban recluidos en régimen de aislamiento y podrían haber sido objeto de represalias a causa de su huida del correccional, que tuvo lugar el 24 de enero y acabó con su captura.

En Marzo del 2000, 40 detenidos fueron llevados al nuevo Centro de Educación Integral de Itauguá, a 25 kilómetros de Asunción. Se trata de un antiguo centro de detención militar que ha sido adaptado para utilizarlo como correccional de menores. Está ubicado en una finca de nueve hectáreas y dispone de huertos propios, aulas, campos de fútbol, pistas de voleibol y otros lugares de esparcimiento. No obstante el nuevo centro no tiene capacidad suficiente para albergar en condiciones adecuadas a todos los internos del Panchito López y permitir el cierre de este centro, como el gobierno lleva prometiendo hace tiempo.

Hasta el momento, unos 100 presos han sido trasladados del Panchito López al Centro de Educación Integral. Las condiciones de reclusión son mejores que las del Panchito López, aunque también de allí han llegado informes de malos tratos. Los edificios nuevos no pueden resolver por sí solos los problemas planteados por la violencia que se halla enraizada dentro del sistema de detención de menores. Es fundamental que el Centro de Educación Integral no se convierta en otro Panchito López.

Resumen del documento: Paraguay - 

El Correccional de Menores "Panchito López": Una oportunidad

para que el gobierno de Paraguay cumpla sus promesas.

AMNISTÍA INTERNATIONAL, abril del 2001. (2410040.pdf)

 

 

INTRODUCCIÓN

Podríamos intentar acercarnos a la situación de los muchachos presos en Panchito López de dos maneras: Como a través de un microscopio, para detenernos en las partes más pequeñas del todo, en cada uno de estos muchachos que forman parte del conjunto estigmatizado como "muchachos presos". Las fotos de Jorge Sáenz y los textos de Nei Zuzek nos acercan esa individualidad lacerante de tal manera que no hace falta ninguna otra explicación.

Pero hay otra mirada posible: La del telescopio, para mirar hacia el conjunto, para abarcar todo en una dimensión más global. Desde acá, viendo hacia allá. Desde la mirada detrás de las rejas hacia el conjunto de la sociedad que esos ojos intentan ver, comprender y - tal vez, sólo tal vez... - perdonar.

 

NÚMEROS PARA COMENZAR

Según la planilla NOMINA DE INTERNOS del mes de mayo de 1997 del Correccional "PANCHITO LÓPEZ", 255 adolescentes de entre 14 y 19 años estaban encerrados en el lugar, de los cuales el 53% tenía 17 y 18 años.

94 de ellos ya habían estado ahí por lo menos una vez antes, lo que en porcentaje significa que el 37% de los presos juveniles era reincidente.

El 63% de ellos (160 chicos) fue detenido y encerrado por robo, en cualquiera de sus variantes: Intento de asalto a mano armada, frustrado, de motocicleta, de vehículo, domiciliario, con daño intencional, etc.

EL 18% ESTABA ENCERRADO POR HOMICIDIO. Y EL RESTANTE 19% DEL TOTAL ESTABA ENCERRADO ACUSADO DE OTROS DELITOS VARIOS, INCLUSO UNO DE ELLOS PERMANECÍA ENCERRADO "SIN EXPRESIÓN DE CAUSA...", LO QUE SIGNIFICA SENCILLAMENTE QUE ESTABA AHÍ SIN QUE NADIE SUPIERA MUY BIEN EL POR QUÉ.

En resumen –que equivale a simplificar los hechos-, están allí porque han sido declarados delincuentes.

 

EMBOSCADA - 1990-1993

PURGATORIO

 

Lo agarraron la primera vez que lo intentó, cuando quería saltar la valla del Puente de la Amistad. Le abrieron el bolso que llevaba en la espalda, en el que un sospechoso bulto cuadrado aristaba la tela, amenazando rasgarla. Su carrera de sacoleiro no duró ni una vuelta.

Entre sus antecedentes no oficiales figuraba el contrabando de mandarinas, tres, desde una casa hasta su refugio, abajo del monumento al Mariscal.

Dos veces, cuando se había sentido solo, se había agarrado al fastix; pero no había mejorado mucho.

Después de quitarle el bolso, lo llevaron provisoriamente al penal de Ciudad del Este, y lo encerraron en una celda común con todos los presos. Dentro de tres días lo trasladan a Asunción. En el encierro provisorio conoció a su maestro, doce años mayor.

Ahora se avergüenza de que el fastix lo hizo toser, y habla de la cocaína con propiedad, aunque no la distinga de una bolsa de cal. Ahora habla de calibres de dueños de bancos, y no habla más de mandarinas.

Pero nadie tiene ganas de escucharlo.

 

EMBOSCADA 1990-1993

CUERPO A CUERPO

 

Te agarro por atrás, te rodeo el cuello con mi brazo fuerte, apoyo mi pecho en tu espalda mi muslo en tu anca mi sexo en tu nalga. Te agarro con mi diestra el cuello, te aprieto el mentón.

Tu zurda se sube a mi mano y la aferra, mi zurda roza tu cintura tu codo tu bíceps.

Tu diestra, colgando, se crispa. Acerco mi aliento a tu nuca, a tu oreja, y respiro cortado agitado excitado.

Haces como que te resistís, aunque sabes y yo sé que en el fondo te gusta.

Pero decimos y creemos que estamos practicando técnicas de lucha.

 

EMBOSCADA 1990-1993

 

Hay paredes pintadas con cal.

Hay paredes cubiertas de hiedra.

Hay paredes que  sostienen paredes que sostienen ventanas que sostienen tejados.

Hay paredes medianeras, que separan lo tuyo de lo mío.

               hay  una   pared  que

               separa  lo  que  es  de

               todos  de   lo  que

               nadie  quiere.

Dicen las viejas: si las paredes hablaran.

Pero las paredes no hablan, y mucho menos ésta, que es una pared muerta.

 

EMBOSCADA 1990-1993

 

SIN TECHO

En el baño de Emboscada antes tal vez hubiera agua, tal vez duchas.

Dicen, inclusive, que un día llegó a haber techo.

Pero todos esos elementos suntuarios - agua, duchas, techo - conspiran contra la seguridad.

          PORQUE, USTED SABE,

             EL AGUA SE DERROCHA,

             LA DUCHA RELAJA

             Y EL TECHO OCULTA.

 

EMBOSCADA 1990-1993

 

PLEGARIA

el pan nuestro de cada día

                            dánosle hoy

y dánosle también

una luz eléctrica cheraá

       para poder ver adentro del horno

       y saber si está listo el pan

que aprendimos a cocinar

con nuestras manos duras

       para que no tengamos que seguir

       reflejando con este espejito

       el último rayo de sol de la tarde

                        Amén

 

CAPÍTULO II

 

EL PANCHITO EN ASUNCIÓN

1993-1997

 

RED DE ALAMBRE

 

Trepar,

           subir,

                   saltar,

                              volar.

 

Llegar arriba,

           bien arriba.

                   Más alto

                              que la mugre.

 

Más alto

que el alambre.

Más alto que la pared, más que la garita, que el guardia y el alcance de la bala.

           y pegarle a la pelota

 

      Con rabia, con hastío, con rencor.

 

Y después caer, para volver a empezar.

 

EL PANCHITO EN ASUNCIÓN

1993-1997

 

EL PELO EN LA PALMA

DE LA MANO

Cuando el adolescente se acuesta después de un día tan tedioso como cualquier día adolescente, empieza a soñar.

En sus sueños, las princesas se desprenden sus corsés, las hadas cambian varitas por latiguillos y los fantasmas se convierten en mujeres de un solo ojo que hacen eyacular lava helada. Hasta ayer, los sueños tranquilizaban o asustaban; hoy, los sueños calientan. Y frente a la angustia de crecer, la masturbación en la cama tiene un algo de ritual secreto.

Una vez consumado el hecho, comienza la eyaculación de culpas, que mancha la conciencia más de lo que el semen manchó las sábanas. Se escudriña la palma de la mano, se buscan cómplices, y se finge, como todos, no habérsela hecho nunca.

La masturbación en la cama es una iniciación sexual frecuente entre hombres, y es, en muchos casos, la única escuela de sexualidad realmente placentera. Pero, más allá de todo, es el momento y el espacio en que el adolescente experimenta una libertad ilimitada, absoluta, casi ideal.

Quizá por eso los obliguen a dormir de a tres. De esa manera, no sólo se les preserva la moral

(apuesto que en el Panchito los chicos se masturban menos).

De esa manera se les preserva la sensación de encierro y se les mata cualquier posible ilusión de libertad.

Una vez logrado esto, los chicos del Panchito ya están listos para reintegrarse a la sociedad.

 

EL PANCHITO EN ASUNCIÓN

1993-1997

 

LA LIBERTAD cuesta cara

                              tiene un olor dulce.

                              está envuelta en papel barato.

                              El problema de la libertad es que después da mucha hambre.

 

EL PANCHITO EN ASUNCIÓN

1993-1997

 

REFORMATORIO

 

El cuchillo en la mano,

el pie pisando el pecho del otro,

la boca chueca,

la mirada perdida en odio,

el cuerpo magro pero fuerte,

la bermuda grande y las patas flacas,

la voz chillona y grave, así se

ESTUDIA para ser un "REFORMADO".

 

Más tarde,

el cuchillo será un revólver,

el pie pisará un acelerador robado,

la boca seguirá chueca,

la mirada será de rayban mau (ilegal, falso),

el cuerpo y las patas se ocultarán en un traje barato,

la voz sólo será grave y el motivo también.

 

Pero no importa: para eso ya existe la cárcel de mayores.

 

EL PANCHITO EN ASUNCIÓN

1993-1997

 

El respiro de LA LIMPIEZA, quien sabe, tal vez les haga bien a todos.

 

                        POR MÁS que sea inútil

                                          barrer la tierra.

 

                        POR MÁS que el cupí siga

                                          royendo la madera.

 

                        POR MÁS que la vinchuca amenace entre las

                                          grietas de las paredes derrumbadas.

 

                        POR MÁS que la lluvia ensucie todo

                                          donde han sacado el techo.

 

Por más que la infección aceche en otros lados, por ejemplo en los punzones para tatuarse los brazos.

 

EL PANCHITO EN ASUNCIÓN

1993-1997

 

SIGLO VEINTE

Herido por un sable sin remache está mi brazo que te dice que te odio con todo mi corazón, que te amo con la svástica, que te deseo la paz de un riff de ACDC, y que si no me ahogo antes con el ancla entre mis brazos, estacionaré mi mountain bike entre tus piernas, para que te quede bien clarito que, aunque acá no tengamos biblias ni calefones, igual vivimos revolcaos en un merengue, y en el mismo lodo todos manoseaos.

 

EL PANCHITO EN ASUNCIÓN

1993-1997

 

MORIRSE

 

La primera vez que se cortó las venas se murió de dolor.

La segunda se murió de  miedo.

La cuarta no la sintió.

La sexta fue casi una caricia, una sensación dulce de que esta vez sí, esta vez la muerte venía en serio.

Pero la muerte no se lo quiere llevar.

Dice que no, que sólo tiene diecisiete años, y que además para qué,

si total a NADIE LE VA

           A IMPORTAR.

 

 

 

HISTORIA DE UNO

Entrevista por JORGE SÁENZ

 

El texto siguiente fue extractado de una larga conversación con Vidal Zárate, un joven de 22 años que pasó un tercio de su adolescencia entre rejas, con una decena de entradas y salidas del Correccional de Menores Panchito López, en Emboscada y Tacumbú.

 

¿Cómo fue la primera vez?

  Yo quería ser delincuente. Quería llegar a lo más alto... Cuando tenía 15 años conocí a dos tipos que me hicieron cabeza para ir a robar.  Entramos en el depósito de una mercería y no llevamos todo. Después nos hospedamos en un hotel del centro poniendo toda la mercadería en la cama y nos dormimos. Escuchamos golpes en la puerta antes de que  amanezca, abrimos y llovieron culatazos, caños y patadas por todos lados y nos llevaron a Investigaciones. Ahí nos pegaron, demasiado se encapricharon conmigo porque no cantaba, me pusieron una esposa con un cable de teléfono  con manija: Cada vez que te daban una vuelta te corría todo. También me pusieron una bolsa de nylon en la cabeza, ni así canté pero ya no daba más, me corté las venas a los seis días de estar en Investigaciones y me pasaron a Emboscada. 

 

¿Cómo te recibieron?

Éramos unos chiquilines. Los guardias te trataban como a un animal, peor que a un enemigo, todo el día descuereo. Por suerte la vieja me sacó rápido esa vez, estuve menos de un mes. Salí más delincuente todavía. Estábamos rodeados de gente con más experiencia, que pisaban fuerte en la cárcel y queríamos ser como ellos.  Después salí y me fui a Ciudad del Este con un argentino y entramos a robar en  una casa, nos llevamos nos puños de joyas y electrodomésticos y vendimos todo y compramos un kilo de marihuana. Salimos para Buenos Aires, quería viajar y conocer. Cuando volví de Argentina me agarraron tratando de entrar en una joyería. En Emboscada estaba de moda el descuereo para los reincidentes, tres días sin parar. Cada mañana y cada tardecita nos estiraban de la celda y descuereo total.  Tardé 3 meses en salir. No pensaba en nada bueno, sólo quería salir para conseguir un arma y buscar a todos los que me hacían sufrir. Pero no me llegaba a tanto el coraje. Salí y a los 8 días volví a caer, otra vez el descuereo.

 

HISTORIA DE UNO

Entrevista por JORGE SÁENZ

 

¿Por qué te habían castigado?

La primera vez que me castigaron fue por el motín, me señalaron como cabecilla. Estábamos cansados de comer mierda y vestirnos con trapos sabiendo que llegaban donaciones y el Director y el Jefe de Seguridad encanutaban todo para llevarse ellos o para hacer negocios. Hasta el Presidente Wasmosy y su señora vinieron a principio de su mandato a traernos pantalones y otras cosas. De las cosas buenas no vimos nada.

Por eso fue el primer motín. Tomamos el Panchito, abrimos el depósito y quemamos todito, había kilos de carne en el congelador. Después de que entraron y nos molieron a palos nos llevaron a Emboscada, que ya era cárcel de alta  seguridad. Allí un interno se la tomó conmigo por una historia vieja y me metió cinco puñaladas, me socorrieron mis amigos porque en el penal no había ningún doctor, me vendaron con una sábana y me dejaron en un colchón. El director dio aviso a Panchito en Asunción, para lavarse las manos, y le contestaron que no tenían la camioneta para ir a buscarme. Me salvaron dos tipos que enseñaban la Biblia, que me vieron cuando venían para rezar con los presos.

Al final mi vieja consiguió hablar con el juez y en esos días me vino la libertad.

 

¿Y los otros castigos?

Otra vez fue la última que estuve en el Panchito. Quise virar el plato de comida y el guardia no me quiso dar más. El tipo me dio con el cucharón del tacho en la cabeza, yo saqué un cuchillo que tenía en el pantalón. Se me vinieron encima varios guardias, mi pisaron el cuello y la cabeza, me solté y uno que es karateca me pateó contra un ventiluz que atravesé con el brazo y me corté todo el brazo, me querían matar.

Después vino una señora, la sicóloga, que me defendió. Me mandaron a Tacumbú para curaciones. Ahí se ven muchas cosas, en esos días mataron a uno en el patio, le hicieron el corralito, le dieron como veinticinco puñaladas.

La verdad que algunas cosas son mejores en Tacumbú, tenés las privadas donde podés pasar un rato con tu mujer sin que nadie te moleste.

 

¿Supiste de algún guardia que abusara de los menores?

 Hubo uno que empezó en Emboscada como soldado y después se hizo guardia, todavía está en el Panchito. Se metió una vez en el baño y se quiso hacer coger por un interno, como el pibe se negó le pegó con el travesaño de una cama en los pies.

Ellos son peores que nosotros. Nosotros no torturamos a nadie, pero a veces son los mismos presos que le cogen a uno entre varios. Las autoridades ponen a 60 ó 70 en un pabellón y así ocurren esas cosas. La gente se aburre mucho adentro.

Nunca te enseñan un oficio, y luego cuando salís, cuando te largan de judiciales, ni para tu pasaje tenés.

Tu familia no te quiere recibir o viven lejos, no te queda otra que volver a robar. ¿No viste que los caballos locos que agarran son siempre gente  que acaba de salir? Algunos tardan tres o cuatro horas en volver. Y vuelven más furiosos.

 

HISTORIA DE UNO

Entrevista por JORGE SÁENZ

 

¿Cómo fue la última vez?

Una noche estábamos medio borrachos con un amigo. Íbamos para la casa de su hermano en el barrio chino y vimos un grupo de  policías, y un par de parejas encima del muro. Nos altearon y corrimos porque mi amigo tenía un 38 en el bolsillo. Nos tiraron y me pegaron acá al costado, me metieron bala en la cadera, pero me di cuenta después de correr unas cuadras.

Me toqué atrás y tenía todo mojado de sangre y un agujero, un pibe me ayudó a llegar a casa de mi hermano y no supe más nada hasta que me despertaron en Primeros Auxilios dos policías. Me preguntaron quién me había disparado, yo tenía miedo de irme a la cárcel de nuevo, les dije que había tenido problemas con unos patoteros. Después de dos meses me salió la bala por la pierna, era del nueve...

 

¿Qué pensas hacer ahora?

Ya no doy más, quiero hacerme la última operación, para que me cierren la panza, porque así no puedo trabajar. El bebé ya está por llegar, y no quiero que me encuentre tan débil. Voy a probar de nuevo con la pintura, me va a ayudar uno de mis hermanos. Quise llegar a lo más alto, mirá cómo estoy ahora. Si sigo como antes me van a matar, el único consuelo es que yo nunca mate a nadie.

Espero que esta vez me dejen en paz...

 

Fuente en Internet: http://www.noticias.nl

Registro en Portalguarani.com: Junio 2009

 

 

 

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