Portal Guaraní - UN TRANVÍA LLAMADO DESEO, EL CLÁSICO QUE NUNCA MUERE - Por MARYCRUZ NAJLE

No por un simple capricho algunas obras se convierten en clásicas y atraviesan los años y las décadas, inmutables. Los motivos son variados, pero siempre apuntan a que son las que mejor reflejan lo mejor y lo peor de la humanidad, sus dramas y pasiones. El recuerdo del estreno teatral de “Un tranvía llamado deseo” de Tennessee Williams, un 3 de diciembre de 1947, sirve para repasar uno de los más importantes hitos del teatro (y luego del cine) mundial.

Muchas veces, casi todas las que en alguna entrevista se le pregunta a una actriz reconocida mundialmente o a una estudiante qué papel le hubiera gustado representar en teatro, ellas responden que les encantaría poner el cuerpo a Blanche Dubois, la protagonista de “Un tranvía llamado deseo”. Ser “Blanche no es nada fácil, yo casi perdí todo el cabello cuando la representé en teatro, tuve que bajarme de la obra porque el estrés me estaba dejando sin pelo y estaba delgadísima...”, afirmó Cate Blanchet, que alguna vez se subió al escenario para hacer el icónico papel en la obra escrita por Tennesse Williams y estrenada un 3 de diciembre de 1947 en Broadway . Entonces, allá por el 47, los papeles principales de la obra, fueron representados por un iracundo joven llamado Marlon Brando al que el papel de Stanley Kowalski, violento y perturbador, le vino como anillo al dedo. La frágil Blance Dubois, entonces, estuvo a cargo de y Jessica Tandy, bajo la dirección de Irene Mayer Selznick .

Años despuées, en 1951, con la dirección y puesta de Elia Kazan, la obra fue llevada al cine con Vivien Leigh en el papel de Blanche , Marlon Brando, que fue el mejor Kowlaski de la historia y el acompañamiento de Kim Hunter y Karl Malden.

El éxito del filme, fue tanto de público como de crítica y sirvió, además de para poner en la vitrina de varios de ellos, algunas estatuillas doradas, para reafirmar la calidad y capacidad de Tennesse Williams como un autor capaz de reflejar sin temores a una sociedad con tanto prejuicio como violencia soterrada, tantas frustraciones como locura.

La historia, como todos los clásicos, es sencilla pero a la vez profunda y puede ser deshojada escena tras escena, palabras tras palabras, para llegar a lo más hondo de las complicadas y dolorosas relaciones familiares y la violencia que subyace en la cotidianeidad. La llegada de Blanche a la casa de su hermana donde ésta vive con su marido, Stanley Kowalski, un hombre de modales bruscos y perturbador, pone en marcha la historia que se rodea de unos personajes y espacio sureño, típico de la zona del barrio francés de New Orleans. En ese contexto de sociedad agobiante y colorido, se va dando forma a los personajes, especialmente a Blanche y su fragilidad, su esfuerzo por mostrarse equilibrada y completa, mientras se va desmoronando ante la fuerza de la realidad y su relación con los coprotagonistas.

Kowalski choca con brutalidad contra la actitud de Blanche, que busca dar una imagen casi elitista, distante y con aires de superioridad, totalmente infundados, pero que impulsan al ya violento Kowalski a ejercer presión sobre ella con una brutalidad que la arrastra. Y ese “duelo” entre ellos, además de causar conflicto los erotiza.

Blanche es al comienzo una “desconocida”, su historia real es un misterio pero su realidad va desnudándose ante la mirada de los otros. Mientras ella se muestra horrorizada por la violencia de su cuñado, su hermana, Stella, parece estar feliz de convivir con alguien que ejerce el papel de hombre siempre al límite , sometido a los impulsos violentos...Hsata que cae la mentira junto a la reputación de Blanche hasta convertirla en víctima de ese hombre que la viola. Una mujer sin reputación impecable “no merece consideración y respeto” piensa Stanley, y la sociedad también, la mayoría de hombres y mujeres de esa sociedad, también. Una sociedad que refleja a todas y considera a una mujer con un pasado “oscuro” como irredimible y a la vez, sujeto de cualquier abuso, hasta hoy. La locura y la pérdida del sentido de la realidad, la precipita al delirio y ya no hay regreso posible para Blanche en ese mundo que exige a las mujeres mantener su honor y reputación como patrimonio y riqueza.

La obra teatral fue un enorme éxito y en el cine, la versión protagonizada por Marlon Brando en el esplendor de su carrera (y belleza, seamos sinceras) con la figura ycalidad interpretativa de Vivian Leigh, batió records de taquilla y atrajo al público con la promesa de un drama en el que el erotismo de ambos era el condimiento atractivo para el público del mundo entero. El esfuerzo actoral es enorme ya que la tensión y los diálogos son parte importantísimos, tanto de la obra representada en el teatro y también en el cine.

Williams supo darle forma y sustento a una obra maestra, como otras de su cosecha, poniendo en relieve su capacidad de pintar, contar y retratar con claroscuros y crudeza lo que la idealización romántica de las comedias de esa época, escondían. Blanche está sola con su locura y dolor, como tantas mujeres a las que ni siquiera sus personas más cercanas, ayudan una vez que están en el suelo. Stanley, se “justifica” ante los ojos de los demás porque no es nada más que el que viola a la mujer que aparentaba ser una cosa y sin embargo fue promiscua y “vaya a saber qué más”. Algo que desgraciadamente podemos encontrar hoy en día en nuestro vecindario o leemos en las crónicas periodísticas que reflejan los hechos de violencia, casi a diario. La historia es totalmente otra y el drama de Blanche tiene que ver con otra cosa, como el suicidio de su esposo cuando ambos eran jóvenes, pero eso no importa a la hora de juzgarla con dureza y dejarla caer...

Los clásicos, como decíamos al principio, trascienden los tiempos humanos y se elevan por encima de calendarios y relojes, de paisajes y escenarios. Desde aquellos dramones personificados por dioses y diosas crueles, enojados, apasionados o capaces de lanzar a los hombres a una guerra por el amor de una mujer, hasta los relatos de niñas que se salvaban de los lobos o doncellas que durmieron por siglos en una caja de cristal en el bosque esperando un beso para despertar, pasando por toda la locura, el odio y la soledad de los monarcas locos que desvelaron a Shakespeare o acompañaron el viaje de regreso a Ítaca del extraviado Ulises, todas las historias cuentan sobre el amor, las pasiones y el odio. Sobre lo terrible y maravilloso de existir.

Tennesse Williams, lo supo siempre y estuvo a la altura de la parte de la historia y el lugar en donde ocurrió su vida. Y la contó con una belleza excepcional, que aún estremece al verla representada en escenarios como obra teatral, ópera o en el cine, representada por quienes buscan el papel más importante y prestigioso de sus vidas.

Nacido Thomas Lanier III. apodado “Tennesse” por sus compañeros de escuela, debido al acento sureño que siempre lo acompañó, es uno de los dramaturgos más grandes de todos los tiempos. Nació Columbus, Misisipi el 26 de marzo de 1911 y murió atragantado en una comida, en Nueva York, el 25 de febrero de 1983. En 1948, ganó el Premio Pullitzer por “Un tranvía llamado deseo” y en 1955 por otro clásico “La gata sobre el tejado de zinc”, además de premiadas ambas obras por la Crítica Teatral de New York. También fue autor “La rosa tatuada” , de “Ell zoo de cristal (1945) y La noche de la iguana” (1961) .Recibió numerosos premios, como el Tony a la mejor obra por La rosa tatuada. Muchas de sus obras trascendieron mundialmente debido a que fueron llevadas al cine en la época de mayor importancia -y calidad-del mismo en EE.UU. Por la aguda crítica a la sociedad estadounidense de esa década previa al Macartismo, fue llamado el “revolucionario silencioso”.

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