Portal Guaraní - LA ESPERANZA DE RENACER - Por MARYCRUZ NAJLE

Este año, la Pascua nos encuentra en un momento muy especial y diferente debido a la pandemia del COVID-19. Para el cristianismo, esta fecha simboliza vencer a la muerte y la oscuridad. Para los judíos es hora de rememorar el Pésaj, el salto desde la esclavitud hacia la libertad. En el hemisferio norte, el reverdecer de la primavera. Todos, en medio del temor, buscamos las palabras y las ideas que nos ayuden a entender y a no perder la esperanza.

La Pascua de Resurrección es la festividad máxima de los cristianos y coincide en el tiempo con la Pascua Judía o Pésaj. Es, en el primer caso, la promesa cumplida de vencer a la muerte y la oscuridad para los que abrazaron el cristianismo. Para el pueblo judío, que aguarda aún la llegada del Mesías, esta festividad, la más importante del año, está dedicada a recordar el paso hacia la libertad, abandonando la vida de esclavos en Egipto. La idea de revivir, de comenzar una nueva vida, es la que se comparte por encima de las diferencias de los diversos credos.

Este año, esta festividad universal, que es sinónimo de unión y de encuentros familiares y comunitarios, se nos presenta de una manera muy diferente. El mundo está en plena pandemia a causa del COVID-19 y el aislamiento social nos impide encontrarnos físicamente para cumplir con los rituales religiosos de cada credo en unos casos o para participar de eventos festivos familiares o sociales. Estar en cuarentena pone al mundo a reflexionar en otra cosa, con mayor profundidad en el valor real de la vida y en la capacidad de reinventarnos y, como lo hace la naturaleza cada primavera, aprender a “reverdecer” desde la oscuridad y el temor de estos días, floreciendo hacia la luz que nos empuja a tener esperanzas en volver a encontrarnos, libres y renovados.

Desde miles de años, la idea de recibir a la primavera (en el hemisferio norte) como la estación en la que todo vuelve a comenzar y bajo la luz del sol, la tierra reverdece, está ligada a esta época también. De ahí la idea de festejar con huevos de chocolate y dulces, con imágenes de conejos, símbolo de fertilidad que viene de lejos y se ha ido adaptando a la actualidad. Lo principal que hay que rescatar de todo este cúmulo de ideas que confluyen en la palabra “revivir” es trasladar el espíritu de renovación a la vida diaria y buscar con mayor profundidad el sentido de nuestras vidas.

Para lograr una mayor comprensión, nos acercamos a referentes religiosos para darle sentido a esta Pascua de características singulares. El sacerdote Gumercindo Caputo, de Areguá, en medio de las oraciones de Viernes Santo, nos dice: “La crisis sanitaria provocada por el coronavirus nos ha confinado en una Semana Santa única en nuestra vida, ante la amenaza de la muerte, la ansiedad y el miedo internos que revelan la fragilidad y el amor por la vida, los que creen y siguen a Jesús salen victoriosos y comparten la vida de Dios”.

– ¿Cómo podemos ahora, en esta situación tan especial, vivir la Pascua?

– La Iglesia celebra la pasión, muerte y resurrección de Cristo, que constituyen el misterio pascual, el centro de la vida del Señor. Este Domingo de Pascua, a partir de la emergencia sanitaria, será distinto: no habrá fieles presentes en las celebraciones religiosas y estas serán realizadas a través de plataformas digitales. En todo el país vamos a tener una Pascua inédita. Una Pascua especial. La vamos a celebrar en las casas como en tiempos de los Hechos de los Apóstoles, que nos cuentan que celebraban con sencillez de corazón y compartían allí en cada casa. Este año, la pandemia del coronavirus nos ha hecho vivir la Semana Santa confinados. Pero los obispos y sacerdotes llevan a las casas las celebraciones litúrgicas a través de las redes sociales y la televisión. La celebración de la Pascua es un momento privilegiado en estos días que celebramos como Iglesia para llamar a vivir la fraternidad y hacer vida real el mandamiento nuevo del amor.

En pleno impacto sanitario y social de la pandemia del coronavirus, que está causando una grave precariedad social y un intenso sufrimiento en tantas familias de nuestro país, la Iglesia invita a vivir esta Pascua en clave de fraternidad con todos los afectados.

En casa, en estos días de Pascua, detengámonos ante Cristo resucitado, medida del amor que Dios nos tiene. Pidamos la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar con quien sufre, con quien está solo y necesitado. No pensemos en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer.

Las personas y las familias están invitadas a recogerse en oración en casa, ayudados también por los medios de comunicación tecnológicos. Unámonos espiritualmente a los enfermos, a sus familias y a los que los cuidan con tal abnegación, los médicos y enfermeros. Recemos por los difuntos en la luz de la fe pascual. Cada uno está presente en nuestros corazones, en nuestro recuerdo, en nuestra oración.

De María aprendemos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en el camino de la cruz, que conduce a la gloria de la resurrección. Ella camina con nosotros y sostiene nuestra esperanza.

– ¿Cómo cree que los jóvenes deben pasar este tiempo y, sobre todo, esta Pascua?

– Mis pensamientos van a los jóvenes de todo el país que viven de una manera sin precedentes, a nivel diocesano, la pascua joven virtual. Les insto a los jóvenes a cultivar y dar testimonio de esperanza, generosidad y solidaridad que todos necesitamos en estos tiempos difíciles. En este período, muchos eventos están suspendidos, pero salen a la luz los mejores frutos de la cuarentena: la resistencia, el espíritu fortalecido, la hermandad, el dar lo mejor de uno mismo.

Que los jóvenes miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días: no son aquellos que tienen fama, dinero y éxito, sino aquellos que se entregan para servir a otros. Que se sientan llamados a jugarse la vida. Que no tengan miedo de gastarlo por Dios y por los demás. Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la mayor alegría es decir sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros.

– En las redes sociales, mucha gente se pregunta ¿dónde está Dios para salvarnos? ¿Qué les respondería usted?

– Es cierto que nuestra confianza en la gracia de Dios nos lleva a creer que todos los acontecimientos que Él permite en nuestra vida nunca serán situaciones que nos superen o que no podamos afrontar. Pero muchas veces uno puede quedarse pensando en esa frase que probablemente todos hemos escuchado muchas veces: “Dios nunca te dará más de lo que puedas soportar”. Meditando el Evangelio, el joven puede llegar a una conclusión diferente: Dios sí nos da cosas que no podemos soportar. La prueba está en que, en Getsemaní, le dio a su propio Hijo algo que no podía cargar, algo que Él mismo pidió no vivir. Por eso quizá contradiga un poco la fe que todos hemos puesto en esta frase. Pero estamos equivocados. Dios sí nos da cosas que nos son imposibles de soportar.

A la madre, cuya hija de 10 años lucha por su vida en un hospital. Al marido, cuya esposa perdió la vida en el parto, dejándolo solo con una familia que cuidar. A la chica, cuyo novio se está recuperando de una herida de bala en la cabeza. A la persona que lee esto, cuya batalla diaria es más profunda y más difícil que lo que nosotros nos podemos imaginar. La verdad es que Dios les está dando más de lo que pueden manejar o soportar…

Dios no espera que seamos fuertes y que enfrentemos solos estas pruebas. Él ya envió a alguien para salvarnos. Cuando permite todas estas cosas, quiere mostrarnos que apoyarse en Él es la única manera en que encontraremos la fuerza para seguir avanzando. ¿Estará allí Dios para salvarte? Sí. Vendrá un día en que Dios te dará más de lo que puedes manejar. La vida es muy dura, en algunos momentos uno se siente solo, confuso, sumido en la oscuridad. Dios no espera que lo haga solo, rendirse a Dios es la clave de la paz en nuestras horas más oscuras. Rendición significa confiar en que Dios vendrá. Significa esperar un milagro sin saber cómo Dios lo hará. Significa ir a los pies de Jesús todos los días y decir “confío en ti”…

Dios llegará, no hay que preocuparse demasiado. Dios está presente incluso en la ausencia de todo. Hay que apoyarse en Él. Buscarle. Confiar en su voluntad. Una persona no camina sola. Él va caminando a nuestro lado y está listo para llevar nuestra carga tan pronto como tomemos la decisión de entregarla a Él. “Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócele en todos tus caminos y Él enderezará tus sendas” (Proverbios 3, 5-6).

– Las últimas semanas no han sido fáciles. A causa del nuevo coronavirus, miles de familias han tenido que recluirse en sus hogares y permanecer en cuarentena, rompiendo totalmente con el ritmo de vida y manteniéndose alejados de la familia y amigos. Sin embargo, no hay COVID-19 que por bien no venga, porque aunque el panorama puede lucir sombrío, existe un lado positivo que podemos rescatar de esta cuarentena: el tiempo que se tiene con los hijos y las valiosas lecciones que esta situación deja.

Si hay algo positivo que ha traído esta cuarentena a nivel mundial es que muchas familias están teniendo algo que con el ritmo de vida actual cada vez sucedía menos: tiempo mejor vivido con los suyos. Al permanecer en casa, están reconociendo, compartiendo tiempo juntos y, sobre todo, valorando a quienes más se ama.

La cuarentena también ha obligado a recordar algo que muchas veces se suele olvidar: todos están juntos en esto. Todos viven en el mismo planeta. Podrán provenir de distintos países, de distintas culturas, creencias y religiones. Pero ahora es momento de entender que protegiéndonos unos a otros es como se saldrá adelante.

En medio de la tempestad y la incertidumbre se han visto iniciativas preciosas entre vecinos y comunidades, tanto físicamente como en línea, que no solamente piden que recordemos que todo estará bien, sino también regalan esperanza. Nos hacen sentir acompañados, pese a estar distanciados físicamente.

Algo positivo es el aprender a valorar las pequeñas cosas, tanto las que hoy se tienen como las que no. A ser agradecidos y darse cuenta que incluso en medio de estos momentos llenos de angustia hay cosas que pueden no parecer tan grandes, pero que si se ven con detenimiento tienen mucho valor: el tiempo con los hijos, escuchar sus risas, sentir sus abrazos, dormir a su lado, jugar y aprender con ellos, escuchar esas preguntas inocentes provenientes de sus mentes llenas de curiosidad, los gestos de cariño que tienen con los seres queridos, las llamadas telefónicas a aquellos que no están a nuestro lado…

También surgen los grupos de voluntarios, cuya finalidad es ubicar familias con antecedentes de violencia doméstica y procurar redes de comunicación afectiva para evitar agresiones…

– Los católicos, que trabajan intensamente, cuentan cómo los centros educativos y de tiempo libre para los niños, niñas y jóvenes se han cerrado, cómo se están declarando cuarentena estricta y hablan de las dificultades de la población. Muchos compatriotas de extrema vulnerabilidad a los que estos católicos acompañan son los niños y niñas en situación de calle. Así, los centros de acogida siguen trabajando sin descanso para proporcionarles refugio y protegerlos de la pandemia… Hoy más que nunca la solidaridad en nuestro pueblo es necesaria porque esta pandemia vamos a superarla juntos…

– ¿Cómo podemos ahora, en esta situación tan especial, vivir la Pascua?

– Para vivir la Pascua tenemos que entenderla y podríamos resumir de esta manera: la Pascua es la recordación del sacrificio hecho por Cristo en la cruz del calvario para salvación de la humanidad. Él era el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como lo declaró Juan el Bautista, y todo aquel que recibe a Cristo como su Señor y Salvador será salvo.

– ¿Cómo cree que los jóvenes deben pasar este tiempo y sobre todo esta Pascua?

– Cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto en la primera Pascua (Éxodo 12), ordenó que en recordación a ese evento los padres enseñen a sus hijos “por todas las generaciones” el acto de liberación de parte suya a su pueblo. Los jóvenes deben vivir este tiempo entendiendo lo que se recuerda y meditando en este evento qué es el centro del mensaje del Evangelio.

– En las redes sociales y como ocurre cuando pasan catástrofes como la que se vive actualmente, mucha gente se pregunta ¿dónde está Dios para salvarnos?, ¿qué les respondería usted?

– Dios es soberano y él tiene el control de todo, esa es una doctrina fundamental de las escrituras y nos debería llenar de paz, de que un Dios todopoderoso y amoroso tiene el control de todo. A él no se le escapa nada, tampoco lo que estamos viviendo. Dios no solo puede salvarnos, sino que también quiere salvarnos y toda circunstancia que él permite es una oportunidad para acercarnos a él. El sufrimiento es muchas veces un megáfono de Dios que llama a una humanidad alejada de él y este sufrimiento es una oportunidad para hacerlo. Dios nos está llamando: “Arrepiéntanse para que yo les salvé”. Tenemos que ver todo esto a la luz de las escrituras, no del fatalismo.

– Muchas cosas podemos quitar de bueno. Si uno tiene una mirada de fe en medio de tanta adversidad podrá verlo. El descanso, el desacelerar una vida llena de afán, el estar en familia, el valorar los momentos más sencillos y la oportunidad de meditar y servir. El cristianismo es servicio y solidaridad y el que sirve, vive, se llena de esperanza y lleva luz y consolación.

– En nuestra relación con Dios. Jesús dijo en Juan 14:6: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre si no es por mí”. La mayor meta de toda persona debería ser buscar su reconciliación con Dios y la salvación de su vida. Jesús preguntó: “¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mateo 16:26). En esta soledad entremos a cuenta con Dios en oración y arrepentimiento y una vez reconciliados con él tendremos la salvación de nuestras almas y la paz que superará toda circunstancia.

En un mensaje enviado a la comunidad judía, que está atravesando la la Pascua o Pésaj desde el miércoles pasado, el rabino Levi Fingelstock ha expresado: “Esta no es la primera vez que los judíos están encerrados en sus casas haciendo el Séder. La primera fue la noche antes de salir de Egipto, cuando se les dijo a nuestros padres: ‘Nadie salga de sus casas’.

Y estaban ellos todos encerrados haciendo el Séder, anticipando su inminente libertad: la salida de Egipto. Nuestros padres se prepararon físicamente y espiritualmente. Estaban excitados, con ánimo para la libertad, para la redención inminente que venía. Nosotros este año vamos a estar comiendo matzá, celebrando Pésaj, no solamente celebremos lo pasado. Tenemos también que festejar nuestra inminente redención. Nosotros también vamos a ser completamente libres en la llegada del Mesías, va a haber un tiempo de paz en el mundo, de salud en el mundo. Anticipemos, preparémonos y estemos listos para celebrarlo…”.

P. Alberto Rodríguez, sacerdote carismático. (Virgen de la Candelaria, Areguá).

La Semana Santa, como sabemos, es el culmen de la misión de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios. Vino a reconciliarnos con Dios con su muerte y resurrección. En la ley de Moisés decía: “El pecador debe morir”. Y como todos los seres humanos eran, o éramos, o somos pecadores, Jesús pagó el precio del pecado muriendo por nosotros. Y es eso lo que celebramos con tristeza el Viernes Santo y con alegría el Sábado de Gloria.

Y a partir del Domingo de Pascua bailamos de alegría por la nueva vida que comienza gracias a la resurrección de Jesús, el Cristo (Cristo está en griego y viene de la palabra hebrea mesías, que a su vez significa el ungido, que a su vez significa el elegido).

Este año es la Semana Santa más rara en mucho tiempo. En siglos pasados ya hubo pestes y epidemias. Pero lo nuevo del tema es que esto es una pandemia (pan significa “todo” en griego y epidemia significa enfermedad que se extiende por una amplia región). Al decir pandemia, decimos que una enfermedad se ha extendido por todas partes, esto es por todo el mundo. Todo el mundo está en cuarentena, todos aislados para evitar el contagio. Por esto los templos estarán vacíos. (Nadie debe salir de su casa para no encontrarse con el virus malhechor). Esto llevará a una profunda meditación y un gran encuentro con Cristo Jesús a través del silencio, las oraciones y el reencuentro de cada familia.

Ya no serán días de piquivóley ni arroyos, y músicas estridentes y bailes desenfrenados, viajes a las playas brasileñas, etc. Se quedan en casa para rezar.

Parece que Dios nos llama a un gran silencio. Los creyentes saldrán fortalecidos. Los no creyentes saldrán vacíos.

Espero con confianza que a todos nos convierta este nuevo estilo de pasar la Semana Santa.

El Papa, los obispos y todos los sacerdotes estaremos transmitiendo por los canales de televisión y a través de las redes sociales todas las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa 2020.

Que Cristo resucite en todos los cristianos. Y juntos hagamos resucitar a este mundo en un mundo nuevo. Amén.

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