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Josefina (Abel de la Cruz) Plá (+)

  EL DIBUJO EN EL PARAGUAY - ETAPA HEROICA: (18... -1946) - Texto de JOSEFINA PLÁ


EL DIBUJO EN EL PARAGUAY - ETAPA HEROICA: (18... -1946) - Texto de JOSEFINA PLÁ

EL DIBUJO EN EL PARAGUAY ETAPA "HEROICA": (18... -1946)

 
 
 
 
 
 
I- ETAPA "HEROICA": (18...         -1946)
 
El dibujo, como otros aspectos artísticos, nace en el Paraguay en fecha tardía. No podemos contar como expresiones primarias propias o específicas, los apuntes tomados por cronistas antes y después de la Independencia, y hasta mediar el siglo.
 
Nos agradaría dar como punto de partida los grabados de CABICHUI y otras manifestaciones de la época. Pues para nosotros, el grabado, en-mascarado tras una aparatosa aunque elemental técnica, oculta su realidad de "dibujo reproducible"; y la espontaneidad y lirismo increíbles de los grabados de guerra nos lleva en un aletazo al otro lado y lejos de la sin embargo evidente intención ilustrativa: es decir, nos adentran en el ámbito del arte puro.
 
Este es sólo un parecer personal, que corre quizá el grave riesgo de no ser compartido, pero sobre el cual volveremos. Pasemos adelante. Por ahora.
 
Durante el lapso 1870-1900, y luego ya entrado el siglo, hasta 1910 se dio localmente más de un dibujante paraguayo o extranjero. (Entre ellos alcanzó cierta notoriedad uno llamado SPRINGER, judío, que firmaba con una florecilla; quizá aludiendo a su nombre: SPRING, primavera). Pero exhumar esa obra dispersa en diarios y revistas, acaso perdidos los más de ellos, sería tarea infinita. Quizá rescatara ésta útilmente -aparte el saldo positivo representado por el acto de justicia- la certeza total de que el dibujo en el Paraguay nació, no ya asociado, sino consustanciado con la caricatura: como ésta consustanciada con motivaciones casi invariable-mente de cariz político.
 
Los centros académicos locales de artes plásticas de retardada inauguración -fines del siglo XIX en adelante: ACADEMIA DE BELLAS ARTES DEL INSTITUTO PARAGUAYO (1899); ACADEMIA DE ARTE DE HÉCTOR DA PONTE (1906); ACADEMIA fundada por los becarios en Europa (1909); CLASES del Gimnasio Paraguayo (1920?) - no han dejado rastro alguno de cualquier posible -aunque no probable- influencia o acción fermental en lo que se refiere a la aparición de dibujantes; aunque lógicamente los profesores, comenzando por los primeros, los italianos Héctor Da Ponte y Guido Boggiani, enseñasen a dibujar como disciplina previa a la pintura.
 
Pero guardamos el orden cronológico, conveniente siempre.
 
A primeros de siglo van a Roma, becados, PABLO ALBORNO, JUAN A. SAMUDIO, CARLOS COLOMBO, JULIÁN SÁNCHEZ. Regresaron los tres primeros (el cuarto murió en Italia) como pintores de paisajes de retratos y de figuras.
 
Pero aunque el aprendizaje de la pintura presuponía inevitablemente el del dibujo, ninguno de ellos llegó a caracterizarse como dibujante, según la exigente y específica acepción de la palabra. Ser dibujante supone -o mejor, exige- una dedicación artística exenta, es decir, ya no practicada simplemente como etapa previa en la pintura, ni entendida como límite de una forma para posteriores manipulaciones plásticas; sino por sus propios y específicos valores, liberado por tanto de los conceptos que ligaron el dibujo a la pintura durante siglos y se prolongaron y reinaron hasta finales de siglo e inclusive (en tal cual o cual ambiente, hasta hoy) en más de un medio académico.
 
Todos los pintores mencionados, y también sus compañeros de la generación inmediata, MODESTO DELGADO RODAS (1884-1963) y JULIÁN DE LA HERRERÍA (1888-1937) practican el dibujo en sus primeros pasos como etapa previa de la pintura, o sea como sostén límite del color. Más tarde se emancipan de esta pauta, especialmente el último, JULIAN DE LA HERRERÍA, que se ha iniciado casi adolescente, en la caricatura (regresará a ella efímeramente en 1920) llega a realizar, también, ocasionalmente dibujos, como disciplina autónoma; por ejemplo, en su exposición del Belvedere en Asunción, en 1920, donde expuso varios de ellos, a tinta y a lápiz.
 
Pero ese ejercicio esporádico u ocasional no lo cataloga como dibujante, ni tampoco a otros en las mismas circunstancias. Consideramos, en principio, sólo al artista que halla en la línea sus máximas posibilidades de expresión genuina, y si bien puede no hacer de ella su módulo exclusivo (puede ejercitar ampliamente otras técnicas) practica el dibujo por lo menos durante etapas bien definidas de su vida de artista, caracterizadas por la preocupación de dar vida a las formas exclusivamente a través de la línea, con la máxima espontaneidad e inmediatez. (Un ejemplo de esta definición decisiva la da Picasso).
 
Y así, en la imposibilidad de establecer, por el momento y dentro de los límites de esta recensión, precedentes dibujísticos propiamente dichos en la plástica de nuestro país, antes de 1920: y no pudiendo tampoco, conforme a lo dicho al principio, hallar lugar para el dibujo en función de ilustración pura (salvo en el caso de GUIDO BOGGIANI, antropólogo y etnólogo, quien escribió libros sobre etnias locales y los ilustró; pero en él la ilustración asumió papel de testimonio científico y además el libro apareció fuera del país), daremos patente preliminar, en el recuento del dibujo local, a la caricatura.
 
Esta, doblado el siglo XIX, prosigue su rol de encarnizado instrumento político hasta entrado el nuevo siglo, cuando aparece MIGUEL ACEVEDO (1889-1915).
Digamos, a propósito de esta profusión de la caricatura que ella pare-ce responder a un factor congenial del espíritu paraguayo. No es casualidad que los caricaturistas paraguayos sean muchos y buenos. En el arte no se dan casualidades.
 
El joven Acevedo no tarda en hacerse notar entre sus contemporáneos. De 1908 por lo menos, datan sus primeras caricaturas. No sabemos -hay tantos hiatos en la crónica de nuestras artes plásticas: hiatos que ya no se llenarán jamás- qué contactos, o qué ocasiones, tuvo de tratar a los pintores que, adolescente él todavía, regresaban de Europa. Pero la realidad es que ya en 1914 embarca para Francia. No permaneció allá mucho tiempo. El clima, o quizás las condiciones de su vida bohemia, o ambas cosas juntas, parecen haberle sido adversas. Al contrario sin embargo de JULIÁN SÁNCHEZ antes que él, o HERIBERTO FERNÁNDEZ, después, Acevedo pudo regresar a la patria para morir en ella.
 
Una buena colección de sus obras se conserva en nuestro Museo de Bellas Artes, merced a generosas gestiones del Director General de Archivos Museos y Bibliotecas, Dr. Hipólito Sánchez Quell, admirador del artista. Admiración justificada y que comparten cuantos conocen la obra de Acevedo. Estas caricaturas, obra de un artista que falleció apenas cumplidos los 25 años, tienen en efecto el toque de lo genial.
 
Como se ve, damos a Acevedo, caricaturista, rango de dibujante. Creemos puede dársele por lo que hay en su caricatura de rasgos singulares. Unos pocos caricaturistas nuestros se le han aproximado seguramente; y hasta pueden haberle superado en lo que pudiéramos llamar radio de motivaciones; pero ninguno le ha superado en vitalidad, en gracia, en penetración psicológica y hasta en algo que podríamos llamar "elegancia espiritual": el virtuosismo con el cual hace "decir" a la línea, simplificada al máximo, el más personal secreto rítmico. En sus "TIPOS Y TIPETES" se insinúa aunque brevemente, la sátira costumbrista.
 
Esperemos la iniciativa que sin demorar mucho permita apreciar en exposición individual esta obra, que descuella ciertamente entre la no escasa producción caricaturística de un país que se distingue por su floración caricaturista.
 
El vacío dejado por Acevedo buscan pronto llenarlo varios jóvenes que procuran ansiosamente proseguir esa identificación del genio nativo a través del instantáneo cristal expresionista. La caricatura sigue representando desde el principio y durante ese lapso largo, la más auténtica forma de crítica, aunque a menudo mordaz y despiadada, y propensa, como antes se dijo, a lo político. Con los nuevos caricaturistas, el rumbo parece variar; se da cabida a otras formas o ámbitos de la visión humorística: se vira hacia el costumbrismo.
 
Entre los jóvenes caricaturistas que aparecen por esa época los principales son JUAN SORAZÁBAL (1902-1944) y ANDRÉS GUEVARA (1904-1964). ANDRÉS GUEVARA, caricaturista precoz, conoce a ANDRÉS CAMPOS CERVERA, que lo animó, en 1919.
 
No será menester insistir en los méritos diversos de ANDRÉS GUEVARA. Empezando por el más modesto: como diagramador solicitado por los diarios más prestigiosos de la América Cisandina; siguiendo por sus caricaturas individuales, en las cuales introdujo tempranamente elementos cubísticos; por su pintura en gran escala, en cuyo ejercicio se ha querido ver un precedente de Portinari; y terminando por sus composiciones ilustrativas, simbólicas o evocativas, donde explayó a sus anchas su agudo sentido expresionista; y que son sus más características obras dibujísticas.
 
A propósito de Guevara: El hecho de haber trabajado exclusivamente -con excepción de algunos breves ensayos adolescentes- fuera del país, contribuyó ello debe reconocerse, precisamente a la circunstancia de haber podido desenvolver sus capacidades en ambientes amplios. Lo que las circunstancias de este contacto con el exterior -su falta o su posibilidad según los casos- significó en el desenvolvimiento del arte local, lo prueba cumplidamente la más ligera ojeada a la biografía de nuestros artistas, durante largas décadas.
 
Con tanta razón como al hablar de Acevedo -y más aún, por cuanto la obra de Guevara se realiza fuera del país -se hace necesaria una exposición realizada con tiempo y empeño suficientes como para poner de relieve en su completitud la obra del compatriota.
 
Así como Acevedo fue el artista de CRONICA, Sorazábal lo fue el de JUVENTUD en la cual ilustró más de una etapa. JUAN SORAZÁBAL contacta en fecha relativamente tardía -frisando en los treinta- con otras expresiones que las locales; según propias declaraciones, recibió -en plena niñez- la influencia de Acevedo, también quizás la de Guevara, su contemporáneo precoz. Esta última influencia, aunque puede admitirse críticamente en lo que afecta al rumbo temático -de no muy amplia elección por lo demás; el terral y costumbrista- no podría aceptarse tan fácilmente en lo formal, ya que se trata de temperamentos esencialmente distintos. La caricatura de Acevedo no tuvo tiempo de desarrollar la iniciada modalidad de la "caricatura-crónica''; Sorazábal recogió la insinuación y la desarrolló a increíble escala.
 
En Sorazábal, la deformación caricatural es al principio poco apreciable, fuera de las semblanzas individuales. Sus dibujos amables (tapas de JUVENTUD) remitían la intención a los epígrafes. Trasladado a Buenos Aires, en 1931, trabajó allí como ilustrador en diarios como CRITICA y CLARIDAD, donde pueden hallarse muchos dibujos coloreados suyos en los cuales se manifiesta ya una definición ascendrada y libre, producto de las vivencias profesionales que este destierro le ha procurado como provechosa contrapartida.
 
Así se delinean en el artista dos corrientes o modalidades temáticas, y a la vez formales. Una -dibujo coloreado- que adopta la forma de escenas panorámicas "verdaderos paisajes humanos" urbanos, en los cuales despliega un humor juguetón y burlesco, multiplicando hasta lo increíble al hombre común en las variaciones infinitas de sus transparencias psicológicas ante una misma situación. Escenas por ejemplo de playas, kermesses o mercados pululantes de gentío. La riqueza de observación es sorprendente; la deformación -el adobo crítico de las expresiones y actitudes- es inagotable en sus máscaras (También tiene Sorazábal alguna escena tétrica: un rincón de la morgue con los atribulados acompañantes del muerto, por ejemplo; pero son pocas). La otra corriente, costumbrista también, responde a una íntima ansiedad evocativa: Sorazábal en ella dibuja con amor los tipos de la tierra ausente. Burreras, peones, mateadores, vendedores, adoradores de la cruz... pequeños cuadros realizados a tinta china; exclusivamente en blanco y negro. Sorazábal deja a un lado en estas series todo prurito caricatural; y su línea se vuelve ingenua y lírica en estas estampas. (Ellas fueron utilizadas para carátulas de la Revista PARAGUAY, publicada en Buenos Aires).
 
También merecería Sorazábal una exposición propia, suponiendo que se alcanzase a recoger suficientes obras suyas como para nutrir un catálogo representativo. Morir soltero y lejos de la patria, no es garantía para supervivencia de la obra relicta de un artista. Aunque tampoco en más de un caso la familia garantiza la permanencia de ese legado; su semblanza desnuda y huérfana, valiosa y desvalida, en un puñado de dibujos o una docena de cuadros.
 
Ausente Sorazábal en Buenos Aires, donde fallece en 1944, aunque durante esta etapa prolongada algún pintor se comide a contribuir con tal cual dibujo, y aunque Holdenjara ha realizado una serie de dibujos (escenas del frente de guerra del Chaco, ilustrando un periódico de trincheras) y Bandurek dibuja unos cuantos paisajes a tinta china, no nos resolvemos, por las razones dadas más arriba, a catalogarlos como dibujantes.
 
Hemos de llegar a 1946 para encontrar otro dibujante. Este, una mujer: OFELIA ECHAGÜE VERA, Becada a Buenos Aires en 1938, regresa al país en 1946.        Después de realizar una exposición que podemos considerar como punto de partida explícito en la incorporación a la pintura local de elementos formales más actualizados (en la figura especialmente) Ofelia se dedica al dibujo, del cual, además, da clases por largos años en el Ateneo Paraguayo. Su acción magistral ha sido considerable. Ofelia Echagüe Vera es pues nuestra primera mujer dibujante.
 
Por motivos particulares, Ofelia, aunque sigue dando clases de dibujo en el Ateneo, entra en receso como pintora activa a partir de 1950, y hasta finalizar la década del 70, pinta o dibuja poco, y sobre todo al margen de toda publicidad. Desde esta última fecha, Ofelia ha vuelto a su actividad de dibujante de retratos y desnudos. Su técnica preferida es el lápiz; sus retratos, de trazos concisos y amplios unas veces, otras suavemente difuminados, son expresivos en su línea nerviosa y exacta. Sus desnudos ejemplifican más que otra modalidad alguna, su vocación dibujística.
 
Los artistas reunidos en esta primera recensión representan, como se colige, la que pudiéramos llamar época heroica del dibujo nacional. Aquella en la cual el dibujo se abre paso trabajosamente al concepto autónomo de esta disciplina iniciado más de un siglo atrás en Occidente. El dibujo inicia así su emancipación y afirma su derecho a interpretar en su propio y específico lenguaje, con sus propios y específicos recursos, cualquier forma, como recipiente (aún la aparentemente más inerte) de un espíritu; todo estado o instante humano; reivindicando su privilegio de interpretar-lo, como se dijo, con espontaneidad e inmediatez, como vehículo directo de pasión frente al pincel, instrumento de reflexión. La línea no regresa: el pincel sí.
 
 
 
 
 
REVISTA "CRÓNICA"

Año 1 - Nº 11 y 12,

Asunción, Set. 30 de 1913.
 
 
 

ENLACES A OTROS ENSAYOS DEL DOCUMENTO:
 
 
III - LA EDAD DE ORO (1965 - 1978) por OSVALDO GONZÁLEZ REAL
 
 

 
DIBUJO EN EL PARAGUAY (1908 - 1978)
 
I PARTE (1908-1946)
 
 
 
 
II PARTE (1946-1964)
 
 
 
 
III PARTE (1965-1978)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Fuente: DIBUJO EN EL PARAGUAY
 
MAGISTER GALERÍA DE ARTE, NOVIEMBRE - DICIEMBRE,
 
ASUNCIÓN - PARAGUAY - 1985.

 

 

 

 

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