ESTHER BALLESTRINO
Esther Ballestrino nació en la República del Uruguay, en el año 1918, pero creció en el Paraguay, por lo que se la caracteriza normalmente como “militante uruguaya-paraguaya”. Es más, sin salir del tema de la nacionalidad, se puede sostener que nació en Uruguay, creció en Paraguay y desarrolló una de sus principales luchas en la Argentina, de donde debería ser caracterizada como “militante uruguaya-paraguaya-argentina”.
Esther se instaló en el Paraguay durante los gobiernos liberales, siendo muy joven aún cuando se produjo la caída del Partido Liberal del poder, en 1936, por lo que existe constancia testimonial y documental sobre que militó políticamente desde finales de los años 30, cuando Esther contaba con un poco más de 20 años.
Desde el punto de vista de la escolaridad, Esther primero se recibió de maestra, docente, pero después se formó de química farmacéutica.
Desde un poco después del derrocamiento del coronel Rafael Franco, Esther se declaró partidaria del febrerismo, si bien el febrerismo, propiamente, no tenía definiciones claras en ese tiempo. De todos modos, la sensibilidad social de la joven militante le llevaba a coincidir con las corrientes más progresistas del nuevo movimiento, que por cierto convivía con corrientes internas bien más conservadoras.
En el año 1940, Esther participó centralmente de la fundación del “Movimiento Femenino del Paraguay”, una organización de mujeres que se propuso corregir las situaciones marcadamente adversas que soportaban las féminas en ese tiempo. Sin embargo, tras la muerte temprana del general José Félix Estigarribia, presidente constitucional, dio lugar para que implante en el país una férrea dictadura, encabezada por el general Higinio Morínigo, que se basó en una controvertida medida: “la tregua política”, para limitar severamente todas las actividades.
Como a nivel internacional, el proceso fundamental entre 1939 y 1945 fue el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, en todos los países de América Latina, incluyendo al Paraguay, la discusión estribaba en decidir apoyar a “los aliados” o al “eje”. Bajo el gobierno de Higinio Morínigo de ese período 1940/1945), el sector dominante en la política de denominaba “Frente de Guerra”, una agrupación de clara orientación nazi-fascista, liderada por el coronel Victoriano Benítez Vera, comandante de la Caballería.
Toda la militancia democrática y progresista de la época centró sus actividades para combatir al “Frente de Guerra”. Esther, obviamente, actuó de manera coherente con respecto a la cuestión. Sin embargo, el “Frente de Guerra” apenas fue definitivamente derrotado entre junio y julio de 1946.
El derrocamiento del “Frente de Guerra” tuvo como efecto fundamental el impulso del primer proceso de apertura política, que se denominó “primavera democrática” y que consistió sobre todo en la plena vigencia de las libertades públicas. Y en el marco de ese proceso de apertura, precisamente, es que se daría la experiencia política más importante de Esther Ballestrino en territorio paraguayo.
Esther acompañó a un grupo de febreristas que lideraba un legendario dirigente de izquierda, Benigno Perrota, que recorrió parte del interior del país, con la expresa finalidad de organizar a las fuerzas progresistas en el campo. Después de concluida la llamativa experiencia, que se extendió por seis meses, la misma se recogió en una publicación de Benigno Perrota, denominada “Seis meses de febrerismo en el campo”.
Desde julio de 1946 el país estaba gobernado por un Gabinete de Coalición, integrado por militares, colorados y febreristas. Sin embargo, por desacuerdos entre los coaligados, el febrerismo decide retirarse del Gobierno el 10 de enero de 1947, y el 13 de enero, contra todo pronóstico, por la vía de un golpe de Estado el Partido Colorado se alza con el poder, lo que llevó inevitablemente a una contienda, la Guerra Civil de 1947.
En la contienda de 1947, que se dio entre abril y agosto, se enfrentaron:
- Liberales, Febreristas, Comunistas y Militares Institucionalistas, contra
- Colorados y una minoría de las Fuerzas Armadas.
Para asombro de propios y extraños, sin embargo, los revolucionarios terminaron siendo derrotados, lo que dio lugar a una feroz dictadura, de intolerancia extrema, que llevó a muchos paraguayos al exilio, entre ellos a Esther Ballestrino.
MILITANTE Y MADRE
Ante la represión sistemática que se desató contra los derrotados en el Paraguay, en 1947 Esther, al igual de decenas de miles de paraguayas y paraguayos, emigró a la Argentina, donde se vivía un complejo proceso bajo la Presidencia del general Juan Domingo Perón. Las movilizaciones sociales eran frecuentes y masivas, y por lo general en apoyo al carismático caudillo argentino.
Raymundo Careaga, prominente dirigente del febrerismo, del sector progresista, también se encontraba en la Argentina. Este terminó casándose con Esther y del matrimonio de ambos nacieron tres niñas: Esther, Mabel y Ana María.
Esther Ballestrino pasó a ser madre y militante. Desde su perspectiva de militante política de izquierda enfrentó el primer gran desafío en 1951, apenas 4 años después de concluida la contienda cívico-militar de 1947, cuando en el marco de la fundación formal del Partido Revolucionario Febrerista, tuvo que decidir sumarse al mismo o salir, postura promovida por varios militantes de izquierda, que sostenían que debían sumarse más bien al Partido Comunista Paraguayo, PCP.
Esta posición, solamente para citar a un prominente dirigente, fue propiciada con energía por Miguel Ángel Soler, cuyo padre del mismo nombre, adhiriera al febrerismo desde el inicio. Soler (Padre) fue embajador del febrerismo en 1936 y ministro de Relaciones Exteriores por el febrerismo en 1946/47. Soler (h), sin embargo, se abrió del febrerismo en 1951 y desde comienzos de los años 70 fue el máximo jefe de los comunistas paraguayos.
Esther –probablemente por respeto a su marido, Raymundo Careaga, que no salió del febrerismo– se mantuvo en una “franja confusa”, pues si bien existen referencias abundantes sobre su simpatía con respecto a la postura de salir del febrerismo, no adhirió al Partido Comunista de manera activa, en cuyo caso es casi seguro que en poco tiempo se convertiría en una de las jefas de mayor arrastre.
El desarrollo histórico-concreto fue dándole la razón, pues a mediados de los años 60 el Partido Febrerista pasó a legitimar al stronismo, participando de cuestiones municipales primero, en 1965, después en la Asamblea Nacional Constituyente, en 1967, y después en las elecciones generales de 1968, con representantes en las cámaras de Diputados y de Senadores.
Esa capitulación ante el stronismo, de hecho, causaría divisiones más fuertes al interior del febrerismo, y como consecuencia directa en la segunda mitad de los años 60 algunos referentes de la izquierda febrerista se había comprometido con propuestas políticas más radicales, como el caso del Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL.
Esther no experimentó frustración especial a partir del hecho, si bien compartió el profundo dolor que por ello sufrió el marido, debido a que sus posiciones políticas eran más definidamente marxistas. Hay testimonios, por ejemplo, que refieren que la combatiente paraguaya había cultivado una amistad digna de resaltar con el legendario guerrillero argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara.
Esto es más que probable que haya sido así, pues cuando el “Che” Guevara vino al Paraguay, en la segunda mitad de los años 60, colaboraron para ello los militantes de la izquierda febrerista y, con seguridad, también Esther Ballestrino.
Esther, de hecho, formó a todas sus hijas, sin excepción, en y con los valores del marxismo revolucionario. Ellas –las hijas– militaron en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, de orientación marxista y con un brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP. Ellas, las hijas, tuvieron como parejas comprometidos militantes de izquierda, que después del golpe de Estado argentino de 1976 serían severamente golpeados.
Muy resumidamente habrá que dejar constancia sobre que sus dos yernos, Manuel Carlos Cuevas e Ives Domergue fueron secuestrados y desaparecidos. El 13 de junio de 1977 la represión le tocó aún más directamente, cuando su hija Ana María Careaga, con tres meses de embarazo, fue secuestrada y después llevada y torturada en el centro de detención clandestino Club Atlético.
MADRES DE PLAZA DE MAYO
Detenida Ana María, su hija menor, desde junio de 1977, Esther tomó contacto con los familiares de otros presos y desaparecidos, impulsando las rondas en la Plaza de Mayo, una pequeña movilización de protesta, pero de altísima significación en dos sentidos: por una parte, llamaba la atención internacional por el abierto desafío a la salvaje dictadura militar argentina que se impusiera desde marzo de 1976; por otra parte, estimuló a los demás argentinos, padres y madres de presos y desaparecidos, que al perder el temor se sumaron a las movilizaciones.
Esther se constituyó en una de las más animadas y lúcidas fundadoras de la organización denominada “Madres de Plaza de Mayo”, que durante años se tornó la peor pesadilla para las cúpulas militares que lideraban el régimen dictatorial. Además, Esther pasó a cooperar activamente con la organización llamada “Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas” y con la “Liga Argentina por los Derechos del Hombre”.
Esther era consciente de una cosa: como la llamada “Guerra Sucia” había causado alrededor de 30.000 desaparecidos, en su inmensa mayoría jóvenes, la tarea central era rescatar a los mismos con vida de las garras de los represores. Y en esa línea trabajó sin descanso.
En octubre de 1977 Esther recibió un regalo del cielo: la liberación de su hija Ana María. Sin siquiera dudar un segundo, Esther se refugió de inmediato en el Brasil, con sus tres hijas, pese a que el destino final de todas fue Suecia. La determinación fue muy correcta, pues en Argentina –escenario central de la “Guerra Sucia”– no existía la menor garantía, y Brasil, aún bajo el control de una dictadura militar, tampoco era un espacio seguro. Llevó a sus hijas hasta Suecia, un lugar seguro.
Pero Esther estaba hecha con una fibra especial, por lo que en poco tiempo decidió volver a la Argentina para acompañar la lucha de las otras madres por la liberación con vida de sus hijos. Todas las integrantes de “Madres de Plaza de Mayo” coincidieron sobre que resultaba altamente peligroso que quedara en la Argentina, por lo que la instaron a retornar a Suecia. Más adelante, Ana María, su hija menor, comentaría que la respuesta de Esther fue única y contundente:
-No, voy a seguir hasta que aparezcan todos.
Las demás madres desistieron, pues sabían que cuando Esther se proponía algo, resultaba prácticamente imposible hacer que cambie de idea. Obviamente, pasó a tener el mismo dinamismo de antes, como si cada uno de los miles de desaparecidos fuese su propio hijo.
“EL ÁNGEL DE LA MUERTE”
Con ese nombre entró por el portón trasero a la Historia de Argentina el oficial de las Fuerzas Armadas de nombre Alfredo Astiz, quien entre el 8 y el 10 de diciembre dirigió a un grupo de militares que procedió a secuestrar a 12 de las “Madres de Plaza de Mayo”.
En la Iglesia Santa Cruz, localizada en el barrio San Cristóbal de la ciudad de Buenos Aires, las “Madres de Plaza de Mayo” solían realizar reuniones, para acordar acciones a desarrollar. Era el 8 de diciembre de 1977, justamente, cuando Astiz y un grupo de militares ingresó violentamente a la Iglesia Santa Cruz y secuestró a tres de las fundadoras de “Madres de Plaza de Mayo”. Se trataba de Esther Ballestrino, Azucena Villaflor y María Ponce.
Además, “el Ángel de la Muerte” ordenó que también fuesen secuestradas dos monjas francesas: Alice Domon y Léonie Duquet.
De acuerdo con las investigaciones posteriores, todas –incluyendo a Esther– fueron llevadas a uno de los centros clandestinos de detención de más triste memoria: la Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA, repartición que dependía directamente de la Marina de la República Argentina. Esther quedó recluida en un sector denominado “Capucha” y durante 10 días corridos, sin interrupción, fue sometida a salvajes sesiones de tortura.
Se tiene la firme versión sobre que entre el 17 y el 18 de diciembre de 1977 Esther y las demás detenidas en la Iglesia Santa Cruz fueron llevadas hasta el aeropuerto militar ubicado en el extremo sur del Aeroparque de Buenos Aires. En ese local, también de triste memoria, las detenidas fueron sedadas y alzadas en un avión de la Marina. La aeronave llevó a las detenidas y las arrojó frente a la costa de Santa Teresita, muriendo todas a chocar contra el agua.
Desde que fuera detenida, su esposo, Raymundo Careaga, y su hija mayor, también de nombre Esther, que en ese momento estaba con un embarazo de 7 meses, realizaron todas las gestiones imaginables para localizar a Esther y rescatarla con vida. Todos los esfuerzos fueron en vano. Se presentó un recurso de “Habeas Corpus” y no resultó; se entrevistaron con autoridades civiles y militares y nada. Se hicieron denuncias en todo el mundo, con amplia respuesta y repercusión, pero no arrojaron resultados concretos.
Insólito: una de las mayores luchadoras por la aparición con vida de los desaparecidos estaba a su vez desaparecida. Su marido, sus hijas, siguieron buscándola, pues el vigor de Esther hacía pensar que se encontraba viva, en algún lugar de ese inmenso país castigado sin razón por las fuerzas más oscuras.
DEMOCRACIA INCOMPLETA
Cuando Raúl Alfonsín asumió la Presidencia de la República Argentina todo indicaba que se caminaría a pasos firmes en dirección al esclarecimiento de todos los casos de asesinatos, desapariciones, torturas y detenciones ilegales de decenas de miles de activistas políticos de la izquierda argentina. Sin embargo, la historia le daría un mentís a esta infundada presunción.
Hubo avances, por supuesto, en el sentido de que se restablecieron las libertades públicas y se abrieron espacios importantes que posibilitaron la investigación de los numerosos casos y permitieron la persecución de algunos de los principales responsables.
No obstante, la presión de los sectores conservadores por poner “punto final” al tema llevó confusión al seno de la ciudadanía, y así como se dieron avances, también se soportaron retrocesos, sobre todo bajo el Gobierno de Carlos Saúl Menem.
Carlos Menem fue sucedido por Fernando de la Rúa, pero la experiencia terminó en una de las peores crisis políticas. Es más que obvio que el telón de fondo de la inestabilidad política argentina fue la violenta represión de los años 70. Y solamente después de la Presidencia de Néstor Kirchner es que el proceso logró cierta estabilidad, lo que permitió, a su vez, avanzar con pasos más firmes en dirección al esclarecimiento de muchos de los crímenes políticos.
HALLAZGO CLARIFICADOR
Una muestra de sangre de Esther (h) permitió identificar a Esther (Madre). Se hizo un análisis de ADN a través del cual se pudo saber que los restos óseos hallados en el cementerio de General Lavalle, Sector B, Lote 3, sepultura 23, inhumados a fines de diciembre de 1977, correspondían a Esther Ballestrino de Careaga. Esto se dio en abril del 2005, con lo que se puso fin a una búsqueda que se prolongó durante largos 28 años.
Se ha establecido con precisión que los cadáveres aparecidos entre diciembre de 1977 y enero de 1978 en las playas de Santa Teresita, Las Toninas y Mar del Tuyú se enterraron como NN (Desconocidos, sin nombres) en el Cementerio de General Lavalle. Las “Madres de Plaza de Mayo” habían sospechado en ese tiempo que podía tratarse de las que habían sido secuestradas en diciembre de 1977 en la Iglesia Santa Cruz. Resultó impresionante, de hecho, cómo coincidió la sospecha con la realidad.
Apelando a engaños de todo tipo las autoridades consiguieron eludir las requisitorias de las “Madres de Plaza de Mayo”. No obstante, en el 2005, y gracias a la persistencia de los organismos de Derechos Humanos, así como a las tareas cuidadosas del plantel de antropólogos, se pudo establecer con precisión incuestionable que los cadáveres eran de las que habían sido secuestradas en la Iglesia Santa Cruz, una de las cuales Esther Ballestrino.
El 11 de diciembre de 1977, a tres días de su desaparición, Esther volvió a ser abuela, pues Ana María tuvo una niña en Suecia, a quien llamó Ana Silvia. Varios nietos más iría a tener, pero ya no los conocería; incluso Ana Silvia, la hija de Ana María, hace pocos años tuvo a Ramiro, primer biznieto de Esther Ballestrino. Raymundo Careaga falleció a fines de 2000, sin conocer el destino de su esposa.
Obs. : Retrato corresponde al artista FEDERICO CABALLERO
Fuente : REBELDES POR LA PATRIA, por ROBERTO PAREDES . SECRETARÍA DE LA MUJER DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA (www.mujer.gov.py). Comité de género de la ITAIPU BINACIONAL. COLECCIÓN KUÑA REKO. Editorial SERVILIBRO. E-mail: servilibro@gmail.com/ Web: www.servilibro.com.py. Asunción, Paraguay, 2011.