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JULIA ELENA BIBOLINI DE SAPENA (+)

  EL INDIO GUARANI - COMO FACTOR HOMOGÉNEO EN LA INTEGRACIÓN RACIAL (JULIA ELENA BIBOLINI)


EL INDIO GUARANI - COMO FACTOR HOMOGÉNEO EN LA INTEGRACIÓN RACIAL (JULIA ELENA BIBOLINI)

EL INDIO GUARANI

COMO FACTOR HOMOGÉNEO EN LA INTEGRACIÓN RACIAL

JULIA ELENA BIBOLINI

 

 

         Una nota pintoresca de la Asunción de hoy, la constituye el indio de sonrisa ancha, piel cobriza, que deambula por las calles ofreciendo el colorido de sus bellos plumeros, y son pocos los que se detienen a pensar, que, en un momento de nuestra historia, fue señor de estas tierras y qué grande es la diferencia de su actual status social; menos aún son los que recuerdan que estamos hermanados a él por lazos de sangre con raigambre de siglos.   Una simple palabra, "encomiendas", barreria con la autoridad guaraní, para pasar el indio a formar parte de "bienes españoles".

         Hoy, sólo nombres de ríos como: Yguazú, Paraguay, Paraná, son vestigios de su antiguo señorío.     

         Pero fue justamente este pueblo convertido en guerrero por la necesidad de defender las tierras conquistadas de otros grupos étnicos y que vivían en verdaderas fortalezas rodeadas de fosas y palizadas, el que mejor acogida daría a los conquistadores, siendo uno de los valores históricos de Salazar el haber intuido su mansedumbre a pesar de su bravura.

         En esta época en que todos los países abogan por la democracia pero hacen mal uso de este concepto, es interesante recalcar que entre los guaraníes que en pleno siglo XVI ostentaban una cultura propia de la edad de piedra, prevalecía ya un espíritu democrático, con conquistas que hubieran sido envidiadas por el mismo Solón y qué aún hoy la política de muchos pueblos civilizados sumergidos en caos incontrolables no ha podido alcanzar. Así, por ejemplo: era de lección popular el "Mburubichá" o Cacique, cuyo poder no era dictatorial, salvo en caso de guerra.

         No obstante ser importante para ellos una buena constitución familiar, aceptaban, como lo haría hoy cualquier sociedad civilizada, el divorcio, sin privilegio de

sexo y comprendiendo que la base familiar descansa en la conducta de la mujer; en caso de adulterio y en defensa de la moral era castigada con la muerte.

         Varias tribus resultaron accesibles a los misioneros por la creencia que tenían en un solo Dios; otras incurrieron en idolatrías tan comunes a los pueblos primitivos, falta en que hasta la culta Grecia cayó con su politeísmo confuso. Cuánto recuerda al Senado Romano de la época monárquica la Asamblea de guaraníes ancianos cuya autoridad pesaba tanto en las decisiones de importancia colectiva. Este pueblo tenía más visión y sentimientos humanos que los propios espartanos que buscando formar héroes, avasallaban la dignidad del niño, pues era lema del indio emplear con sus hijos la persuasión como medio educativo.

         Estas fueron, en líneas genérales, las características comunes de este pueblo que se vía obligado a ofrecer sus mujeres a las invasores para evitar su exterminio, después de haber demostrado los mismos invasores que civilización no implica siempre exclusión de barbarie, al traicionar la alianza que se asentaba en un pacto de ayuda mutua en plano de igualdad, cuando hacia 1539 establecieron el servicio personal repartiendo entre los blancos a los carios.

         Fue entonces cuando afloró el espíritu guerrero de éstos, en la conspiración de la "Semana Santa", del "39", dominada con sangre por Irala y los avasalló aún más en 1543, cuando se impuso a la sublevación de los caciques: Guarambaré y Tabaré. Aconteció lo mismo en Areguá y Tobatí, y en 1560, en Ybycuí, Carapeguá, Acahay.

         Dominadas estas sublevaciones, terminó definitivamente la libertad del indio, situación afirmada legalmente desde el punto de vista español, desde el año de 1556, al establecer en el Paraguay, el entonces Gobernador Irala, las tan discutidas "encomiendas" Y aunque España había dictado leyes para evitar los abusos, y Carlos V había ordenado la designación de oficiales que velarán por los indios, estas medidas entre tantas, no detuvieron la explotación inhumana de los encomenderos, denunciadas incluso por algunos gobernadores, como Ramírez de Velasco, en su ordenanza del 1° de enero de 1597.

         Era, pues, penosa la situación, tanto del Yanacona como del de la mita, su indigencia aumentaba con el tiempo, sin ser socorridos ni material ni espiritualmente.

La desmoralización cundió entre ellos y se extendió hasta a los representantes de Cristo el odio hacia la falsedad y engaños de los blancos que en 1628, cobró su primera víctima en el religioso Roque González de Santa Cruz.

         Los indios del Guairá, calificados por Charlevoix como "feroces y salvajes errantes y haraganes", fueron los que mayor preocupación acarrearían a Hernandarias; no obstante, sería entre ellos, donde la labor encomiable de los Jesuitas, discutidos y atacados a lo largo de la historia, sentarían las bases de la llamada: "República Cristiana", la que se inició con dos reducciones: la de "Nuestra Señora de Loreto" y la de "San Ignacio", cuyo florecimiento despertaría la ambición esclavista de los mamelucos y bandeirantes y el deseo de los vecinos del lugar de capitalizar para su provecho los éxitos obtenidos mediante está organización.

         No habiendo encontrado las riquezas, cuyas historias circulaban en España, tejidas con fantasía y mezcladas con las realidades aztecas e incas, el español encontró el medio de mejorar su status de vida sin esfuerzo alguno, mediante la explotación del nativo. De ahí la confusión y protestas en la Asunción de 1611, ante las Ordenanzas de Francisco de Alfaro, oidor de la Audiencia de Charcas, en contra del servicio personal. Pero en este caso, el propio indígena favoreció los intereses de su amo, pues fueron muchos los que prefirieron la servidumbre a un futuro incierto, sin  subsistencia asegurada en trabajos públicos o en jornadas particulares. Además, su falta de malicia e ignorancia favoreció al encomendero, que envolviéndolo con falsos tentáculos amables, lo persuadió a considerar honroso el servirle y cosa baja la de pagar tasas.

         En tanto iba aumentando el número de indios prisioneros y de pueblos de reducciones, la influencia de los padres de la Compañía de Jesús lograba que en 1633 la

Provisión Real librara de las encomiendas a los indios del Paraná, el Guaira y el Uruguay.

         Pero en 1640, aquel que con su ejemplo debía fomentar la caridad cristiana, el Obispo de la Asunción, Monseñor Bernardino de Cárdenas, encontró injusto que los "pobres españoles" no pudieran contar con mano de obra indígena, y empezó una campaña que culminaría con su elección como Gobernador y el vergonzoso asalto al colegio de la "Compañía".

         Esta situación, resuelta luego por el Gobernador enviado por Charcas, don Sebastián León y Zárate, no es sino uno de tantos ejemplos de la envidia y el odio anti jesuítico de la época.

         Las reducciones, cuya finalidad principal era la de rescatar hombres de la barbarie, tuvo también su "azoté de Dios" en la persona de los bandeirantes, que como

nuevos "Atilas", arrasarían sus pueblos; peligro éste que decidió a Lima a dictar la resolución por la cual se conceden a los guaraníes en 1646, el uso de armas de fuego.

         El ejército indígena llegó a ser ejemplo de disciplina y arrojo, y los mismos españoles reconocieron que la conquista en su aislamiento, no hubiera resultado efectiva sin la decidida cooperación guaraní.

         Reconocimiento tardío, que, producido antes, hubiera evitado tantas muertes, desde el primer alzamiento guaraní en 1543. Es cierto que es muy difícil el convivir dos mundos distintos en un ambiente de paz, pues necesariamente la autoridad de uno se impone al otro, siempre hubo y habrá "jefes". No es eso acaso lo que demuestra la misma doctrina marxista, a pesar de su aparente envoltura de justicia social?.

         Pero esto no excusa los abusos, y, en cambio, explica todas las rebeliones contra las excesos de las encomiendas. La más importante y última fue la de 1660, en Arecayá, durante la visita del Gobernador Alonso Sarmiento de Sotomayor y Figueroa, cuya represión cruel fue criticada y atacada por el doctor Adrián Cornejo, defensor en él Paraguay de los derechos de los indios, y mediante la cual y con conocimiento del rey, los indios de dicho pueblo fueron liberados de la servidumbre.

         Todos los pleitos que dividían a los habitantes del campo y de la ciudad giraban en torno a la "posesión de brazos", pero olvidaban la mínima obligación de cubrir el cuerpo de sus yanaconas, en tanto que empleaban castigos y maltratos para obtener mayor rendimiento. Esta situación continuó hasta la desaparición progresiva de las encomiendas hacia el siglo XVIII, época en que el indio pudo integrarse, aunque no totalmente, a la sociedad existente, pues aún hoy, a pesar de haberse logrado conquistas de carácter social y político, progresos económicos, igualdad de derechos civiles y políticos de la mujer, leyes laborales justas, igualdad de oportunidades, libertad de adorar a Dios de acuerdo con su creencia, cultura como un bien a merced de todos; el indio, bravo en la guerra y manso en la paz, otrora señor exclusivo de estas tierras, vive y se debate en un estado infrahumano, en una sociedad descreída y un Estado indiferente, que han hecho de la integración racial un concepto retórico con imágenes de claro-obscuro. Esta situación, injusta que motivo de vergüenza para todos, persiste con evidencia irrecusable.

         Es que no se busca una fórmula radical, sino tibios remedios, a manera de pausa en el tránsito inexorable de su total desaparición.

         El Estado y la Sociedad, en mancomunado esfuerzo se deben imponer esta tarea humana y solidaria de la integración, haciendo de estos seres hombres útiles, amantes del trabajo, que participan activamente en los bienes que la civilización atesora.

         De hoy en más, el indio que trae en sus alforjas vigor físico e inteligencia, debe incorporarse al capital y al trabajo, y debe relegarse al pasado la figura del indio con el torso desnudo y que sirve sólo para la distracción de turistas ávidos de curiosidad.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

1.- Charlevoix, Pedro F. Javier: Historia del Paraguay, Tomo I, Madrid, 1912.

2.- Furlong, Guillermo: Misiones y sus pueblos guaraníes, Buenos Aires, 1962.      

3.- Susnik, Branislava: El indio colonial del Paraguay, I, Asunción, 1965.

4.- Velázquez, R. Eladio: La rebelión de los indios de Arecayá, en 1660. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos. Asunción, 1965.

 

 

FUENTE - ENLACE INTERNO:

 

ANUARIO DEL

INSTITUTO FEMENINO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS

VOLUMEN Nº 1

ASUNCIÓN – PARAGUAY

1970 – 1971 (175 páginas)

 

 

 






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