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LUIS ORTIZ SANDOVAL

  PARTICIPACIÓN Y DEMOCRACIA: DE QUÉ HABLAMOS? (LUIS ORTIZ SANDOVAL)


PARTICIPACIÓN Y DEMOCRACIA: DE QUÉ HABLAMOS? (LUIS ORTIZ SANDOVAL)

PARTICIPACIÓN Y DEMOCRACIA: DE QUÉ HABLAMOS?
 
LUIS ORTIZ SANDOVAL

 

 

 

LAS BASES HISTÓRICO-SOCIALES DE LA PARTICIPACIÓN DEMOCRÁTICA

 

 

La participación ciudadana contribuye al desarrollo de una sociedad, sin embargo la participación no es un elemento "neutral", del que basta hacer funcionar para que las cosas tomen un curso adecuado. La participación es un proceso social muy heterogéneo. Cuando hablamos de ella será necesario considerar los diferentes tipos y "niveles" de participación al mismo tiempo que las condiciones sociales que hacen posible participar. En este sentido, es crucial la discusión acerca de las diferencias en el acceso a la ciudadanía por parte de los diferentes grupos sociales.

Históricamente, el supuesto fundamental de la formación del régimen democrático ha sido el surgimiento del "ciudadano", de la ciudadanía política. El "hombre", sujeto de los derechos consagrados por la revolución francesa era el hombre burgués, expresión de una clase social emergente a quién correspondía -por fuerza- el nuevo "derecho natural" de elevar su antiguo dominio particular a un poder universal. El nuevo régimen político se expresó en el estado y la democracia, donde en nombre del "pueblo" cobraba legitimidad el monopolio burgués de la fuerza física. "La soberanía reside en el pueblo" afirmaban los principales ideólogos de la burguesía -tales como Rousseau-, ya mucho antes de su revolución política.

El "pueblo", empero, no podía ejercer el gobierno del poder político, sino por vía de representación política, proceso que sólo podía darse entre ciudadanos "libres e iguales". La "libertad" era la posibilidad objetiva de la clase burguesa -que detentaba la propiedad de medios económicos- de decidir respecto a sus relaciones políticas, la competencia económica y el contenido ideológico de su cultura: Se trataba del proceso histórico de distanciamiento del estado y la progresiva limitación a la intervención de éste en la actividad económica. Se era libre en relación al estado. Los que carecían de propiedad -como los obreros fabriles de inicio del siglo XIX-, sin medios económicos, la única "libertad" que tenían era la de vender su fuerza de trabajo en el mercado, -la que formalmente debía aparecer como decisión libre- y concretamente era su única opción de supervivencia. La "igualdad" por otra parte, partía del reconocimiento recíproco de los propietarios de medios económicos así como de su cultura (elevada al status de La Cultura desde la tradición ilustrada), condición que les daba carta de elegirse entre sí. La representación era así un requisito entre iguales. Por debajo de esos iguales, para la masa del "pueblo" que era "formalmente libre" y era "desigualmente igual", la representación política y la participación como "pueblo" era sólo una posibilidad ideal, una illusion burgeois. Como reza el dicho: "Sí, todos iguales, pero hay siempre alguno más igual".

El estado liberal había instalado por fuerza la relación social capital-trabajo y era necesario legitimarla políticamente como relación política representante-representado ("Digno" burgués representante, "toscos" trabajadores representados). Recién después de consolidado este régimen, todas las demás clases del pueblo que no eran clases "ciudadanas" (obreros de las fábricas, campesinos y en modo crítico sus mujeres y jóvenes) emprendieron luchas políticas para su participación en la democracia liberal, habiéndose percatado que la representación de sus intereses no era posible sin el acceso a la ciudadanía política. Luego de dos siglos de intereses sociales en pugna, fue posible una democracia pluralista en que la representación política cobró un carácter relativamente más incluyente, viéndose reflejado en el mejoramiento de las condiciones de vida de las otrora clases excluidas. La democracia así, es una categoría histórica, que hoy día sólo conserva el término griego de su primera experiencia ateniense. El proceso de formación de la democracia burguesa rebosa la acepción etimológica, evidenciándose en sus diferencias sociales desde su gestación en el siglo XVIII hasta finales del siglo XX.

Este complejo entrelazamiento entre las condiciones sociales del poder público y el poder social -como mencionara Meiksins Wood- se vuelve crucial, pues en torno al poder político tiene un asidero específico de estructuración. La escisión entre poder social y poder político que se opera tras el ascenso del capitalismo a su vez se ejerce tras un proceso conflictivo y diferenciado. La construcción histórica de "ciudadanía" es la imposición del carácter de clase (propietaria, erigida como "representante popular" bajo sus condiciones de "igualdad") en el acceso a la participación y representación en el poder público. La contradicción fundamental en torno a la democracia real contemporánea (sobre todo en sociedades subdesarrolladas) es la correlación entre la expansión de la ciudadanía "formal" y la expansión de la exclusión "real".

La disyuntiva entre exclusión social y participación política se expresa entonces en el problema de la formación de ciudadanía política. Con esto no se trata de valorar ni de preguntarnos si los individuos pretenden o no ser ciudadanos, sino que refiere una situación según la cual la incidencia real y significativa en el estado requiere condiciones objetivas en los sujetos sociales de modo a transformarse en sujetos políticos.

El proceso de constitución de la democracia moderna se vio afectado por los límites de clase y de la institución de la propiedad privada -como refiere Sanchez Vazquez a propósito del concepto de democracia en Marx-, sobre todo cuando la escisión entre prácticas económicas y prácticas políticas aparecen escindidas bajo la fuerte mediación del estado y la ideología. Esta democracia "desnaturalizada", abstracta, en que el ejercicio real del poder social se invierte en un ejercicio formal de poder político y en la explotación y dominación económica-social. Esta ha sido la dialéctica de la lucha en el capitalismo: la contradicción entre el acceso a la representación política de las clases trabajadoras y su mayor distanciamiento del poder social. Es en esta contradicción en que las clases dominantes se sirven de los dispositivos ideológico-políticos de mediación para una explotación capitalista aggiornada, reconfigurada en un mar de contradicciones sociales.

Superar la concepción democrática limitada por la clase y la propiedad privada es prerrequisito en la superación de la lógica de la representación liberal, que opera como si fuera neutral tras la mediación del estado, pretendiendo universalizar los principios constitutivos de una clase particular. La contrapartida a esta propuesta deberá ser la universalización de los principios constitutivos de las clases sociales subalternas que no se apoyen en la dominación de una clase particular como relación de poder universal sino la ausencia de relaciones de dominación de clase.

 

 

PARAGUAY: DEMOCRACIA SIN CIUDADANOS

 

 

En Paraguay, el autoritarismo tomó las "formas" democráticas y las llenó de su propia Âme, su alma o contenido autoritario. Redujo la ciudadanía a una cuestión de cédula de identidad, convirtió al sufragio en voto pero no en elección y tergiversó la representación política haciendo de ésta la representación pública de intereses pecuniarios. Aquí no hubo ninguna implicación en la inclusión de las clases más desposeídas de este país. ¿Qué participación democrática puede existir en una sociedad en donde gran parte de los individuos están excluidos socialmente, fragmentados y anulados políticamente? ¿Cómo pueden éstos elegir "libremente" cuando son "esclavizados" por el sistema económico imperante? ¿Cómo pueden ser ciudadanos reales muchas personas que no tienen ni siquiera la educación escolar básica concluida y dedican la mayor parte del día a la subsistencia?

En este marco, la sociedad paraguaya se debate entre la igualdad abstracta y la exclusión concreta. Entre ambas realidades media un conjunto de circunstancias que orienta a los sujetos sociales a representarse la realidad social como contradictoria y en algunas circunstancias antagónica. Conciben la ciudadanía sin libertad real ni igualdad concreta, operan por reflejo a una imagen ficticia del poder, y a su vez reflejan en su práctica la ilusión de una "transición" democrática que nunca termina su tránsito.

En efecto, las organizaciones sociales de base así como las organizaciones populares en su conjunto, ven la participación política en el estado y la democracia de parlamento como una fantasmagoría. Si la democracia en sociedades capitalistas industriales significó el paulatino tránsito hacia el estado de bienestar -de relativa inclusión de las clases sociales desfavorecidas- en las sociedades de capitalismo atrasado como la paraguaya, la ausencia de las condiciones económico-sociales para el estado de bienestar forma el soporte de una dominación política -formalmente democrática- que hace del actual estado de cosas un "orden natural". Los paraguayos lo sabemos, lo sentimos, pero no lo logramos explicar (y por consiguiente, transformar).

Tenemos esperanzas y expectativas en la participación, pero no nos preguntamos acerca de las condiciones que la hacen posible: la inclusión social. Cada vez más sorprende el carácter romántico o metafísico de la "participación pro-activa" de muchos grupos de la sociedad, los cuales se preocupan más de la participación en sí que de la participación para sí, es decir para una ruptura con el modelo legitimadamente autoritario.

En el estado actual de cosas, las organizaciones sociales paraguayas se topan con limitadas posibilidades de participación en el estado (problemas de educación, falta de empleo, pobreza y exclusión política) y se debaten entre la cooptación clientelista por los grupos de poder (basta ver los casos de dirigentes sindicales y campesinos, exponentes eclesiásticos, intelectuales y otros) o las consignas radicales de constitución ciudadana para dar contenido al proyecto democrático. Este hecho plantea la necesidad urgente de contribuir a una crítica del estado y de las actuales relaciones políticas, para encarar tras ellas un nuevo modo de organización que permita la efectiva incidencia de los sectores menos favorecidos en el desarrollo sustentable de las fuerzas productivas y la socialización de las condiciones de trabajo en esta sociedad.

En este debate, la cultura devino como nunca antes un aspecto medular en la reproducción del poder. La cultura entendida como espacio de reproducción del consenso es dialécticamente del ocultamiento del conflicto.

Véase en el caso de la sociedad paraguaya, el énfasis concedido a prenociones populares que configuran en su conjunto "la cultura paraguaya". Estas prenociones operan ideológicamente como mecanismo que oculta las prácticas concretas de segregación, racismo cultural (y a veces hasta de presupuestos "naturalistas") y negación de las diferencias y diferenciaciones en el espacio social, de modo que en cinco siglos de intervención colonialista, se ha buscado construir el consenso a pesar de la resistencia a la desarticulación social. La "cultura paraguaya" vino a ser el corolario de esa reproducción, operada "hegemónicamente" por las clases dominantes forzando a conjugar y amalgamar sus concepciones particulares con ciertas concepciones particulares de las clases populares.

En nuestro país escuchamos como patrimonio de clases dominantes y dominadas elementos tales como: la lengua guaraní, el tereré, el chipá, la "raza guaraní" entre otros que caen bien en los circuitos más altos como en los más marginales. Tenemos sin embargo, que la "raza guaraní" elogiada en abstracto, ha sido en concreto violentada y perseguida en las etnias y pueblos autodenominados guaraní. Asimismo la lengua guaraní que aparece como patrimonio cultural es un patrimonio diglósico, en que a modo subalterno y estigmatizado se lo trata como "lengua de segunda categoría" "jopará" o "jerigonza". Ciertas concepciones de grupos -y lamentablemente de algunos intelectuales- en Paraguay, consideran tras los supuestos más absurdos que el guaraní "dificulta" el aprendizaje y el uso del castellano. (1)

Otro tanto sucede con el tereré como infusión masiva y difundida que se ha sustentado históricamente en la "yerba maldita", en cuya recolección se ejerció la explotación más vil en los yerbales paraguayos. Hoy día un sector de las clases dominantes procesa la yerba y la mercantiliza para aliviar refrescantemente los conflictos sociales.

La "cultura paraguaya" por tanto, esconde conflictos y articula el consenso. Pero a su vez la cultura en el Paraguay refiere un espacio de oposiciones y resistencias a la dominación colonial histórica así como a la imperialista actual. Basta ver, para citar un ejemplo, de qué modo los indígenas de suelo paraguayo, en sus diversidades simbólicas y lingüísticas -y por tanto sociales- reproducen el relato identitario y sus prácticas de autonomía. Tras este mecanismo, intentan -a veces con logros significativos- reproducir espacios ecológicos, derecho consuetudinario y relaciones sociales tradicionales, basadas en el parentesco y la reciprocidad. Al respecto nos dice Gruner que es importante considerar,

"(...) las formas en que las culturas dominadas por el colonialismo se "transculturan", reapropiándose de ciertos contenidos de la cultura dominante para poder hacer escuchar, aunque fuera intermitente y disimuladamente, su propio "acento" cultural: muchas de las formas del llamado sincretismo religioso o cultural que han proliferado, después de la conquista, en diversas regiones de América, son el testimonio de estos modos de resistencia "pasiva". Son, por lo tanto, testimonio -cuando se los lee desde esta perspectiva- de lo plenamente ideológica que es la pretensión de una cultura (para nuestro caso la cultura occidental moderna, que en verdad es la única que, por ser planamente "mundial", pudo sostener esa pretensión) de ser la representante de la civilización como tal". (2)

Las esferas política y cultural no pueden estar escindidas, es más, el poder es poder porque se construye como relaciones sociales que hacen posible en la cotidianeidad las prácticas de dominación. Por tanto las relaciones sociales son la condición de lo político en la cultura al mismo tiempo que la cultura se traduce políticamente.

La dominación ejercida por las estructuras actuales de poder tienen legitimidad porque son hegemónicos, es decir: logran la adhesión inconsciente de las clases populares para que estas participen en su propio proceso de dominación. Y esta adhesión se canaliza por la cultura. A través de la trama cultural, los sujetos tomamos una realidad particular concreta (como ser los intereses de las clases dominantes) y la transformamos en una imagen universal abstracta ("nuestro" interés). Ella se instala en nuestra visión de mundo y termina guiando nuestras acciones. Una ruptura con estos atavíos por lo tanto, para subvertir el estado de cosas, debe realizar el proceso inverso: requiere la interpelación de nuestras estructuras mentales mismas, atravesadas por la dominación y transformarlas en la práctica social.

 

CULTURA PARTICIPATIVA: LOS RETOS DE UNA RECONSTRUCCIÓN DEMOCRÁTICA

 

En la sociedad paraguaya existen elementos de una cultura de participación a la que podríamos denominar una cultura popular de participación democrática: la vasta y antigua experiencia de los pueblos indígenas nos enseña a partir de las relaciones basadas en el parentesco y la reciprocidad, que es necesario constituir una base social más igualitaria, donde el poder se articula en el consenso y en la participación colectiva directa de los miembros de la comunidad.

Parecería ingenuo pretender interpolar experiencias de sociedades con organizaciones sociales más simples, de espacios ecológicos y desarrollo tecnológico diferentes a nuestras sociedades capitalistas. Sin duda, hacerlo en cierto nivel sería ingenuo dado las diferencias referidas, sin embargo bajo ciertos aspectos sería crucial aprender de las sociedades indígenas. El desafío consiste en sumergirse en las contradicciones sociales, tomar en cuenta los contextos de pobreza y explotación que pretenden borrar las tradiciones culturales y construir colectivamente conciencia social frente a la universalidad abstracta de los intereses conservadores. En efecto, podríamos afirmar que hoy día en Paraguay, de todos los agentes sociales insertos en relaciones de dominación, los pueblos indígenas enfrentan de manera significativa los procesos de hegemonía.

La participación social de las clases subalternas de la población paraguaya -tales como los trabajadores de las ciudades, los productores agrícolas parcelarios- no puede encajar en la consolidación del proceso democrático. Influenciados por una amplia gama de elementos indígenas en sus costumbres y al mismo tiempo insertos en una sociedad capitalista perciben una contradicción entre ambas experiencias frente a las transformaciones que trae aparejada la modernización. (3) De allí que revitalizar los elementos propios de sus tradiciones podría constituir un gran potencial en la construcción de escenarios alternativos de organización social, política y económica así como una crítica decisiva al poder.

En efecto, la lucha por la supervivencia, que es la realidad más tangible que toca experimentar cotidianamente a miles de paraguayos excluidos, debe transformarse en una lucha por la inclusión: la reconciliación de la esfera económica y política como única posibilidad de participación democrática. Los procesos de lucha social de las clases subalternas que plantean una transformación del "estado de cosas" deberán ir más allá de las "cosas del estado", de modo a construir una democracia sustantiva y orientarla -como decía Bourdieu- hacia una mayor democracia económica.

Sin este paso no se podrá socavar el supuesto racista y segregacionista de las clases dominantes según el cual sólo los "ilustres y notables" pueden participar democráticamente. De lo que se trata es de constituir y extender la ciudadanía política, haciendo así posible un sustantivo proyecto democrático que brinde el marco político para la reducción de la exclusión social. Esta empresa común nos plantea la necesidad del fortalecimiento de una cultura democrática todavía escuálida en esta "Isla rodeada de tierra".


 

NOTAS

 

1.En Paraguay en efecto la lengua guaraní, no es una "única" lengua guaraní. El guaraní que se habla en mayor proporción demográfica es fruto de un curso histórico de dominación diglósica en que ha quedado un "guaraní" paraguayo, apocopado en la estructura simbólica y dominado en la estructura social: la mayor extensión de población que la habla son campesinos e indígenas en tanto clases populares.

2.Gruner, Eduardo; Marxismo, cultura y poder, Clase XVI, Curso de teoría marxista, CLACSO, Buenos Aires, 2003.

3.En nuestros países, la modernización implicó un proceso de instalación violenta de la modernidad europea. Las secuelas de este proceso pueden evidenciarse en la debacle étnica así como en los más horrendos avasallamientos culturales en los últimos dos siglos.
 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Bourdieu, Pierre; Los motivos de la ira, Entrevista realizada por Romain Leick y Dieter Wild, Semanario Der Spiegel, Nº 50, 9 de diciembre, 1996.

Gruner, Eduardo; Marxismo, cultura y poder, Clase XVI, Curso de teoría marxista, CLACSO, 2003

Meiksins Wood, Ellen; Capitalismo y democracia, Siglo XXI, Mexico, 2000

Meliá, Bartomeu; El guaraní conquistado y reducido. Ensayos de etnohistoria, CEADUC, Asunción, 1996.

Merklen, Denis; Más allá de la pobreza: cuando los olvidados se organizan. Las organizaciones locales como capital social frente a los problemas de integración en barrios marginales, en Kliksberg, Bernardo y Tomassini, Luciano; Capital social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo, Fondo de Cultura Económica, México, 2000.

Ocampos, Genoveva y Rodríguez, José Carlos; Hacia el fortalecimiento de la sociedad civil en Paraguay. Un desafío pendiente. Base ECTA - CDE, Asunción, 1999

O´Connor, James; La segunda contradicción del capitalismo. Sus causas y consecuencias, en El Cielo por Asalto, Buenos Aires, Ediciones Imago Mundi, 1991, Año I. Nº 2. Otoño. Págs. 119-135

Prakash, Gyan; Los estudios de la subalternidad como crítica post-colonial, en Rivera Cusicanqui, Silvia y Barragán, Rossana (Comp.); Debates Post-coloniales: Una Introducción a los Estudios de la Subalternidad, SEPHIS, Editorial Historias y Ediciones Aruwiry, La Paz, 1997, pp. 293-313.

Sanchez Vazquez, Adolfo; Marx y la democracia, en Cuadernos Políticos (México D.F.) Nº 36, Abril-junio, 1983, Págs.31-39.

Tavares, Maria da Conceição, Globalização e Estado Nacional, Revista Conjuntura Econômica, FGV Caderno 50 Anos de Conjuntura Econômica, Rio de Janeiro, Nov. 1997.

Vial, Alejandro (Coordinador), Cultura política, participación ciudadana y sociedad civil. El caso de Paraguay, CIRD, Asunción, 2003..

 

Fuente: http://www.novapolis.pyglobal.com 

(Registro: Agosto 2011)

 

 

 

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