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JOSÉ MARÍA AMARILLA

  NICCOLO NO ERA MAQUIAVÉLICO (JOSÉ MARÍA AMARILLA)


NICCOLO NO ERA MAQUIAVÉLICO (JOSÉ MARÍA AMARILLA)

NICCOLO NO ERA MAQUIAVÉLICO
 
JOSÉ MARÍA AMARILLA



"Quien no quiera retornar ni a Moisés ni a Cristo ni a Mahoma, ni contentarse con una mezcolanza ecléctica, debe reconocer que la moral es producto del desarrollo social; que no encierra nada invariable; que se halla al servicio de los intereses sociales; que esos intereses son contradictorios; que la moral posee, más que cualquier otra forma ideológica, un carácter de clase".

Lev Davidovich Burstein (Trotsky)
"Su moral y la nuestra"

 

El pensamiento humano tiene como característica intrínseca el agitar ánimos y provocar polémica (cuando no acabar con ella). Sin embargo, fueron relativamente pocos -quizá una centena- los pensadores que a lo largo de la historia han conseguido llevar esa agitación hasta el paroxismo, creando corrientes de pensamiento como efecto aleatorio de su inicial propuesta. De esa centena, además una mayoría sólo consiguió extender los escozores por un período relativamente corto de tiempo.

En la mayoría de los casos, sus obras centrales si las hubo, en pocos siglos se convirtieron en piezas de colección, objeto de curiosidad o de excentricidad, más que referentes de reflexión.

Es probable que muchos de quienes estamos fuera de la religión fundada por Siddartha - Gautama - Buda desconozcamos las referencias básicas de los 423 versos del Dhammapada (versos en Dharma) la más bella colección de aforismos y circunloquios del menos fanático de los fundadores de las grandes religiones hoy vigentes en el mundo.

Al contrario, en muchos casos asistimos a diario a la aplicación práctica (por parte de actores que a veces no son del todo concientes de ello) de teorías cuyos autores no son necesariamente nombrados.

Más de un gobernante sudamericano hoy promueve la Teoría general del empleo, lucro y dinero de John Maynard Keynes, sin nombrar al autor benemérito.

Un caso todavía más extremo es el del matemático estadounidense Norbert Wiener, creador del libro (y el término) Cibernética, tan corriente a nuestra vida hoy día. Es altamente probable que incluso respetables diccionarios de filosofía ignoren al autor al definir la idea.

No es el caso de Niccolo Machiavelli -Maquiavelo- pensador italiano nacido en Florencia en 1469, funcionario gubernamental de segunda línea de la incipiente república florentina desde 1498.

Joven aún, es empujado del entorno del poder por los triunfantes Médici que extienden su poder monárquico de Venecia a Florencia en 1512, disolviendo la república. Tras pasar largos meses de cárcel y tortura, Maquiavelo inicia en 1513 un período de forzosa abstención de intervención en política que se extenderá hasta su muerte el 21 de junio de 1527.

Durante esos 14 forzados años de alejamiento de la política que lo apasionaba, Maquiavelo no tuvo más remedio que dedicarse a reflexionar sobre su pasión prohibida. En este tiempo, empleó su primera etapa de ocio en escribir sobre las desgracias de Italia (otrora cuna del Imperio Romano, una etapa histórica cercana que lo obsesionaba) que a causa del corrompido poder de los papas estaba imposibilitada de unir a sus regiones para intentar un resurgimiento político que al menos reprodujera a menor a la Roma imperial.

Discursos sobre la primera década de Tito Livio, fue la primera obra a la cual se abocó Maquiavelo. Sin embargo, la elaboración de este libro, iniciada en 1512, fue interrumpida a mitad de 1513 para dedicar unos meses a la que (él no llegó a saberlo) sería su obra cumbre: El príncipe.

Por motivos que algunos consideran un intento de acomodo al régimen que ese mismo año lo encarceló y torturó, Maquiavelo dedica la obra al reinante Lorenzo de Médici. En cualquier caso, el acercamiento no se dio y nuestro héroe terminaría sus días en el ostracismo. A esta obra, de la cual nos ocuparemos más adelante, siguieron la momentáneamente trunca "Discursos...", una Historia de Florencia encargada por los Médici y El arte de la guerra.

 

UNA NUEVA CIENCIA

 

Más allá de los detalles de su obra, Maquiavelo y su pensamiento representan el fin de toda una era y el principio de otra totalmente diferente en materia política. El divorcio definitivo de la política de la teología, la mitología, la astrología y otras disciplinas a las que estuvo ligada por siglos.

El nacimiento de una especialidad técnica mensurable, cuantificable, reproducible, y hasta determinados niveles predecible. Una técnica científica tan concreta como la química o las matemáticas: la Ciencia Política, una nueva forma de ver y entender la vida pública.

La Antigüedad (fundamentalmente el pensamiento griego), partía de la premisa de que la sociedad humana es un asunto natural, y que sus reglas, al igual que las leyes de la naturaleza, podían ser conocidas pero no alteradas. En la edad media, el pensamiento dominado por la Teología, dio un salto atrás en materia de elaboración de ideas y la verdad única e indiscutible pasó a ser el tomar todo como parte de un gigantesco plan divino, predeterminado y obviamente inalterable por el hombre. Las batallas militares eran ganadas por Dios y los privilegios feudales estaban indisolublemente ligados a una predestinación de los seres dictada por Él. En un estricto sentido, Maquiavelo cometió un crimen: mató a Dios en lo político.

Herencia de aquel "crimen", el mundo lógico, comprensible y coherente que crea Maquiavelo lo convierte de inmediato en una aparición demoníaca, vetada y prohibida que sólo saltaría al idioma español en el siglo XVIII. No era para menos. Como producto final de la formulación política maquiavélica, aparece claramente delimitado un objeto antes deforme y difuso, manipulable por todos los estamentos de poder: el Estado. Y esta delimitación de Maquiavelo no aparece solamente descripta, sino filosofada, adjetivada y con "manual de instrucciones" sobre su uso y abuso. Una filosofía de la práctica política, tan desapasionada como las instrucciones de un juguete a escala para armar.

La lejanía con que Maquiavelo trata a su ciencia y la visión de sus ideas hizo (o tal vez sería más correcto decir hace) que su "manual de instrucciones" pueda ser empleado desde por simpatizantes de la Derecha ideológica más violenta hasta por políticos de la Izquierda más radical.

Dice Antonio Gramsci, uno de los fundadores del comunismo italiano: "En Maquiavelo se puede descubrir al desnudo la separación de los poderes y el parlamentarismo (el régimen representativo): su ferocidad va contra los residuos del mundo feudal y clerical, no contra las clases progresistas". Es decir, Maquiavelo pudo ver a los ojos el Estado como lo conocemos hoy, 500 años después.

 

EL ESCÁNDALO

 

Hemos dicho que la obra cumbre de Maquiavelo fue un pequeño ensayo, según sus propias palabras, copiado de lo habitual en los gobernantes más exitosos: El príncipe. El escrito, impreso masivamente sólo en 1532, cinco años después de la muerte de su autor, es un relevamiento topográfico de los intrincados laberintos de la política. Un manual operativo sobre cómo acercarse y llegar al poder, y luego cómo mantenerlo y acrecentarlo.

Este apartado de descripción de la obra se basa fundamentalmente en El príncipe, salvo cuando las citas e ideas están específicamente citadas como correspondientes a El Arte de la Guerra, obra complementaria de la primera, que formula consideraciones tácticas y estratégicas sobre política militar. El procedimiento parece adecuado porque la concepción política de Maquiavelo es en realidad un todo en el cual cada parte es fundamental, y entra las partes.

El escándalo mayor de la formulación maquiavélica es hablar abiertamente de que la moral es un asunto prescindible en el desempeño del político. Un acto es aceptable en tanto resulte útil a los fines de la persecución del poder; su valor moral es indiferente. Matar a un tirano puede ser útil o no para una nación. El político debe decidir cómo y cuándo hacerlo si es necesario, y salir con vida para disfrutar del poder. La muerte, siempre que no sea la propia, no es materia de interés en la política. Tal vez lo sea para la medicina, pero no para la política.

La organización política ideal, para Maquiavelo, se compone de una única cabeza de poder con amplias facultades y asistida por representantes de todos los sectores, un poder popular que aunque electo tenga toda la fuerza de una tiranía. Una administración fuerte e implacable, pero flexible.

 

Es posible esquematizar los puntos centrales del ideario estratégico político- militar maquiavélico (El Arte de la Guerra) en un decálogo:

  • Todos los estados nacen bajo alguna forma de monarquía, cuyos herederos son crecientemente mediocres y terminan derrocados por una nobleza que a su vez cuando es dueña del poder es insoportablemente arrogante y abusiva. Cuando los pueblos toman las armas y derrocan a los nobles abren una etapa democrática laxa y corrupta que es aprovechada por algún aventajado para adueñarse del poder. Esto seguiría hasta el infinito de no ser porque las naciones vecinas generalmente aprovechan alguna crisis para conquistar el estado en cuestión. Ninguno de estos modelos es eficiente para la política.
  • La república es responsabilidad de todos, pero las situaciones extremas deben ser manejadas por un solo hombre, que deberá reinstaurar la participación pasado el peligro o la catástrofe.
  • La organización política perfecta es una mezcla de monarquía, aristocracia y democracia (algo como el Vaticano). Un gobierno de poder popular representativo con una sola cabeza con amplias potestades y de largo período de mandato.
  • La educación política no debe ser privativa de las elites. Un pueblo libre y educado políticamente es un pueblo comprometido con el régimen político que sustenta.
  • Es muy importante que los propios ciudadanos defiendan a sus naciones. Los mercenarios son poco fiables, corruptibles, generalmente cobardes, expuestos a ser comprados por el bando contrario y significan endeudamientos impagables para el estado. Los ejércitos nacionales evitan la haraganería del pueblo, despierta el respeto de los vecinos y hace que los gobernantes sepan con qué fuerzas cuentan.
  • La naturaleza no se detiene. Las naciones tampoco: deben expandirse. Las guerras son la motivación central de las naciones. Los períodos pacifistas terminan necesariamente en procesos de decadencia. Ergo, los gobernantes pacifistas no son fiables. La paz lleva al ocio, el ocio es aniquilación segura.
  • El político debe ser sagaz y adelantarse a las contingencias futuras, ser flexible, realista y tener reflejos suficientes para pasar las tempestades dejándose llevar. Vencer obedeciendo.
  • Además de todo lo previsible, el político debe estar preparado para las contingencias. La buena fortuna es necesaria porque la suerte muestra su poder muchas veces malignamente.
  • El mejor contrarresto del azar es la Virtù humana. La Virtù se compone del valor, la capacidad administrativa, la inteligencia y la eficacia en el manejo de lo público.
  • La política exitosa se ocupa no solamente del presente, sino detalla su futuro y prevé los posibles problemas para adelantarse al azar.

 

 

MODO Y MANERA

 

Hemos dicho que la idea central de la obra es el manual de operaciones. Este es, justamente, el contenido principal de El príncipe. La receta puede ser igualmente esquematizada:

  • Se puede conquistar el principado montado en la Virtù del aspirante. Aprovechando una oportunidad, el talentoso puede hacerse del poder usando sus cualidades especiales. Si bien las dificultades iniciales serán muchas, le resultará relativamente fácil mantenerse en el poder porque estará fundando un nuevo orden más eficiente y porque contará sólo consigo mismo.
  • Es posible el acceso al poder exclusivamente gracias al azar, sin dificultades ("se diría que vuelan", dice Maquiavelo), pero a cambio los así llegados no podrán mantenerse en el poder cuando quienes les allanaron el camino no precisen de ellos.
  • Otra forma de conquistar el poder es por medio de traiciones, delitos y asesinatos. La crueldad debe ser aplicada con una dosis calculada como inicialmente alta, y posteriormente muy reducida pero siempre latente, acompañando el proceso con mejoramientos en la calidad de vida de los vivos. El empleo contrario de la dosis puede ser fatal para el político. La ventaja de esta vía es la rapidez, pero se requiere de precisión en su ejecución.
  • Para los principados eclesiales vale todo lo anterior, siempre que se haga dentro de los márgenes permitidos por la institución, o se aparente no salir de ellos.
  • Llegado al poder, también todo vale para mantenerlo y hacerlo crecer. Dice Maquiavelo: "un príncipe no debe preocuparse de su fama de cruel si esto mantiene a sus súbditos unidos y leales". Las dosis de clemencia y crueldad deben ser planificadamente empleadas, según el caso.
  • El príncipe debe aparentar sinceridad y moralidad, pero no debe practicarlas. No hace falta mentir sino decir verdades a medias y prometer todo pero cumplir sólo lo que conviene a los fines políticos.
  • El príncipe que conquiste nuevo territorio debe vivir en él, sobre todo si tiene una cultura diferente o una nobleza local fuerte hasta anular a la nobleza y hacerse ver como señor legítimo.
  • El principado más difícil de mantener es aquel que se impone a un pueblo con muchas libertades. La libertad no se olvida en mucho tiempo y nadie renuncia a ella. Si un pueblo libre es conquistado, debe ser aniquilado. Dice El príncipe: "quien se apodera de una ciudad acostumbrada a vivir libre y no la destruya, que se prepare a ser destruido por ella". La destrucción es la forma más segura e irreversible de dominación.
  • El príncipe debe tener una excelente formación, y sobre todo, debe rodearse de los colaboradores más capaces que tenga a disposición. No debe confiar del todo en ellos y debe evitar a los adulones. Nunca debe decir todo lo que sabe ni dejar que alguno sea o aparente ser mejor que él. "Quien favorece el poder de otro labra su propia ruina", dice en El príncipe.
  • Siempre, siempre, el poder depende exclusivamente de sus propias fuerzas y de su ejército nacional en última instancia.

 

Esta moral de la moral prescindible ha dominado desde entonces (bajo una prédica contraria, como manda Maquiavelo) la conducta de políticos de todo el mundo occidental. Dice Gramsci: "los grandes políticos empiezan maldiciendo a Maquiavelo declarándose antimaquiavelistas para poder aplicar sus normas santamente".

El mismo Gramsci plantea en sus Notas sobre la política de Maquiavelo que nuestro héroe pudo haber sido poco maquiavélico, por ser "uno que sabe, que conoce el juego y tontamente lo enseña, cuando el maquiavelismo vulgar enseña a hacer lo contrario".

Pero en una conclusión de lógica indiscutible, reconoce que "Maquiavelo pensaba en el que no sabe, se proponía educar políticamente al que no sabe, pero educarlo políticamente no de un modo negativo enseñándole a odiar a los tiranos... sino de modo positivo, de quien debe reconocer como necesarios determinados medios propios de los tiranos porque quiere alcanzar determinados fines".

La primera versión de El Príncipe fue publicada en 1532, cinco años después de la muerte de Maquiavelo. Desde entonces referencia el peor lado de la naturaleza humana.

 

 

¿FUE MAQUIAVELO MAQUIAVÉLICO?

 

¿Es justo llamar peyorativamente "maquiavélico" al burócrata por ser simplemente malvado e intrigante?

De no existir El Príncipe… ¿sería la política distinta a como la conocemos?

No. Tres veces no.

"El maquiavelismo es una ciencia y, como tal, sirve tanto a reaccionarios como a demócratas, del mismo modo que el arte de la esgrima tanto sirve a los gentilhombres como a los a los bandidos para defenderse o asesinar".

Benedetto Croce
"Conversazione critiche"


Fuente: http://www.novapolis.pyglobal.com  

(Registro: Agosto 2011)





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NOVAPOLIS,
NOVAPOLIS, REVISTA PARAGUAYA DE ESTUDIOS POLÍ



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