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JORGE PABLO BRUGNONI

  INTERPELANDO AL LÍDER: EL DESAFÍO DE CONSTRUIR GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA EN PARAGUAY (PABLO BRUGNONI)


INTERPELANDO AL LÍDER: EL DESAFÍO DE CONSTRUIR GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA EN PARAGUAY (PABLO BRUGNONI)

INTERPELANDO AL LÍDER:

EL DESAFÍO DE CONSTRUIR GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA EN PARAGUAY
 
PABLO BRUGNONI


 

Ya es folclórica la incapacidad que los ciudadanos mutuamente se endilgan respecto a la elección de los mejores candidatos para ocupar cargos de gobierno. Se extiende como una mancha de pesimismo democrático (germen de las propuestas autoritarias) la percepción de que la gente no sabe votar, que no sabe discriminar entre las opciones políticas y manifestarse así a favor de las mejores. Las explicaciones remiten a la corrupción, la ignorancia, la desidia... Varias son las razones expuestas. Pero no surge fácilmente una pregunta previa y fundamental: ¿qué debemos esperar de los políticos? Es decir: ¿con qué criterios evaluamos sus propuestas y desempeños?, ¿qué lentes nos permiten apreciar los valores verdaderamente relevantes? Ahora, cuando aún podemos abordar el tema relativamente despojados de nombres y partidos por la lejanía de las próximas elecciones, quizás sea un buen momento para la reflexión.

El sofista Protágoras dijo que "el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto son y de las que no son en tanto no son". Ni la razón ni la ciencia ni ninguna otra entidad superior pueden reclamar para sí el monopolio de la verdad. La definición de los problemas públicos dignos de atención y los caminos de acción que la comunidad emprenderá para resolverlos se ubican dentro del ámbito de la política, de la deliberación ciudadana. La multiplicidad de opiniones es la principal referencia de los asuntos públicos, por lo que es ingenuo plantear un decálogo del liderazgo político, o algún folleto con pretensión de manual sobre cómo votar bien. (1) Los criterios deben ser construidos por cada ciudadano con parámetros de tiempo y lugar determinados.

Lo que aquí se expone tiene, por tanto, el simple valor de un estímulo para que cada uno dé forma a sus propias conclusiones. El objetivo es llamar a la reflexión sobre las categorías que se utilizan para evaluar y elegir a quienes representarán en el ámbito político nuestros intereses e ideales. Utilizando aportes conceptuales provenientes de la noción de gobernabilidad democrática se proponen tres preguntas (entre la infinidad posible) que ayudarán en la tarea.

 

1.- ¿PROMUEVE LA INSTITUCIONALIZACIÓN?

 

El líder democrático apuesta por institucionalizar sus acciones, por darles permanencia más allá de las personas. Si ante cada problema recurre a soluciones ad hoc sin proyectar normas que marquen públicamente un procedimiento general de resolución su aporte se ve restringido notablemente.

Las instituciones son las "reglas de juego" que constituyen el marco relativamente estable de expectativas donde se desarrollan las interacciones socio-políticas. Los actores toman sus decisiones de acuerdo, en especial, a los costos y beneficios que promete el orden institucional del que se trate, ya que éste moldea el conjunto de incentivos esperados. Esto incluye a las normas y organizaciones formales o informales de la sociedad. Por ejemplo, si unos vecinos se movilizan preocupados por el daño ecológico que causa una fábrica recientemente instalada en su barrio por la emisión de gases contaminantes, tienen que considerar el contexto institucional. Deben saber si existen normas legales que los amparan. Si existen, ¿ante quién o quiénes reclaman su cumplimiento? Muchas veces lo informal es más poderoso que lo formal: ¿Se denuncia ante el fiscal correspondiente, a la policía o es más eficaz llamar a la prensa? Si no hay normas legales que reglamenten la situación, ¿intentan cambiar la legislación por medio de la iniciativa popular, o buscan medios más directos de resolución? ¿Es posible organizar solidariamente a los clientes y empleados de la fábrica para presionar a la gerencia? Si un vecino manifiesta algún tipo de influencia política, quizás el camino más rápido sea lograr su intercesión. De acuerdo al marco institucional que perciban (leyes, organizaciones, normas culturales, etc.), el grupo de vecinos elegirá el curso de acción que crea más favorable, y existen reglas que permiten una resolución fácil, sostenible y rápida de los problemas y otras que enturbian hasta el caos las alternativas.

Este ejemplo nos ayuda a comprender la importancia de fortalecer las instituciones políticas. Si son estables y conocidas por todos, generan previsibilidad. Esto es, podemos saber con relativa certeza cómo van a actuar los demás. No será necesario golpear infinidad de puertas, imaginar múltiples escenarios, derrochando esfuerzos que podrían ser utilizados con mayor éxito en otras actividades. Así se reducen sobremanera los costos de información, aumentando la eficiencia colectiva de las decisiones. Por otro lado, el mayor nivel de certidumbre que otorga la institucionalización facilita las transacciones políticas y la cooperación por la posibilidad de repartir inter-temporalmente los costos y los beneficios. Si una organización no gubernamental decide intermediar entre los vecinos que protestan contra la contaminación y los gerentes de la fábrica, y ofrece, para dejar satisfechas a las partes, una ruta de solución que incluye la paciencia de los vecinos y el compromiso de un paulatino descenso de las emisiones contaminantes, se requiere un mínimo nivel de institucionalización de las organizaciones involucradas y de los compromisos asumidos, es decir, la relativa certidumbre de que la ONG no se irá al otro día, dejando estancado el proceso, ni que los vecinos cambiarán su opinión y, luego de comenzada la progresiva reestructuración productiva, reclamarán cambios inmediatos, ni que los dueños de la fábrica se aprovecharán de la espera acordada para seguir contaminando impunemente. Esa seguridad se logra si existe un colchón de garantías sociales, culturales y jurídicas que conforman la institucionalización de los intercambios; considerando que la mayoría de las decisiones sustentables incluyen la necesidad de acuerdos intertemporales, esta estabilidad institucional se vuelve imprescindible.

El buen líder, entonces, es aquel que aprecia la importancia de cristalizar sus acciones en procedimientos legítimos y conocidos para la regulación de los intercambios. Es aquel que demuestra normas éticas claras, que respeta la ley y los acuerdos realizados, aún cuando eso redunde en resultados inmediatos no deseados (a veces puede parecer más fácil eludir procedimientos formales para lograr una mayor eficiencia de las decisiones; sin saber que en el largo plazo se está socavando un orden que seguramente nos brinda más beneficios que cualquier ventaja puntual).

 

2.- ¿MANIFIESTA UNA CONTINUA ACTITUD DEMOCRÁTICA?

 

El líder democrático dibuja como horizonte de su camino la construcción y consolidación de un entramado institucional, pero no de cualquiera, sino del que da forma a un orden democrático, basado en el respeto, la tolerancia y la comprensión.

Llenando los titulares de los medios, la Democracia se convirtió en la escarapela que todos quieren lucir en la solapa. Pero sin discutir sus manifestaciones concretas en la vida cotidiana su significado parece perderse, vaciarse hasta quedar desnudo en un simple acto eleccionario cada algunos años, olvidando que la Democracia es un estilo de vida impregnado en toda la sociedad. Estilo de vida que implica, en primer lugar, una concepción de la vida en comunidad por la cual se valora el pluralismo, es decir la manifestación abierta de las diferencias, ya no como un período transitorio hacia el paraíso de la unanimidad, sino como la natural forma de convivencia, en la que cada uno afirma su identidad a partir de la confrontación en libertad de sus opiniones.

Y la posibilidad de disentir no se asegura solamente con los derechos formales, que son su condición sine qua non, también es necesaria la tolerancia como un valor extendido en toda la sociedad. El líder democrático no estigmatiza al que piensa distinto con motes difusos, que rehuyen el verdadero centro del problema, sino que defiende su posición ofreciendo argumentos claros en un debate responsable. (2) Articula discursos que marcan su postura con firmeza, pero consciente de sostener una opinión dentro del abanico dispar de posturas que deben ser respetadas, e incluso celebradas porque crean el ámbito de deliberación sobre el que se yergue el régimen democrático.

Para ello debe establecer relaciones de comprensión y empatía con otros grupos y personas. Esto significa tener la capacidad de colocarse en el lugar de los demás, saberlos diferentes en muchos aspectos, pero esencialmente iguales en cuanto personas inmersas, como todos, en la paradoja de la vida, sometidos a pasiones y pretensiones inefables, y acosados por el tiempo. Esa hermandad de la que hablaba Unamuno en "El sentimiento trágico de la vida", es entrañablemente distinta al simple (y muy común) llamado a conceptos generales y vacíos como el de humanidad, ya que está enraizada en vivencias reales y marcadas por el común sufrimiento:

Homo sum; nihil humani a me alienum puto, dijo el cómico latino. Y yo diría más bien: Nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. Porque el adjetivo humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el adjetivo sustantivado, sino el sustantivo correcto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere; el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.

Este sentimiento es similar al que expone Richard Rorty como base de su liberalismo irónico. Desde el individualismo es la afinidad en el dolor, y especialmente en la humillación, nos decía, la esencia invisible de la solidaridad. (3)

Si bien esa cualidad es difícil de discernir como atributo de alguna persona, fácilmente podemos descartar a muchos por constatar su ausencia ya no por alguna manifestación concreta sino por sus consecuencias. Si el líder político demuestra identificarse con el desposeído, pero presa de su intransigencia llega a la desmesura y luego culpa a la insensibilidad y torpeza de los otros por las consecuencias negativas de sus acciones, nos encontramos con alguien incapaz de sentirse junto a los demás, especialmente junto a los más pobres, que recibirán desnudos el impacto de sus aventuras. (4) Es imprescindible que acompañe sus convicciones con un diálogo abierto, sincero y transparente buscando la continua negociación y articulación de acciones colectivas para emprender en forma conjunta los proyectos, sabiendo que entre las personas no hay diferencia imposible de conjugar. Quien comprende que los demás también tienen sueños y utopías, y que desde su lugar el mundo se ve distinto, se encuentra un paso más adelante para lograr acordar acciones conjuntas, porque identificará entre las diferencias (que podrán permanecer irreductibles) puntos de concertación desde donde apoyar el cambio, sin exacerbarse por la disidencia. Así podrá asumir grandes proyectos encauzando inteligentemente las fuerzas sociales para lograrlos. Porque, como decía Bernard Shaw: "La verdadera alegría de la vida es poder servir a un propósito que tu mismo reconoces como poderoso... ser una fuerza de la naturaleza en vez de un pequeño, febril y egoísta guiñapo de aflicciones y rencores quejándose de que el mundo no se dedica bastante a hacerte feliz". (5)

Por otro lado, diferente al líder que adopta férreamente una postura sin tolerar correcciones, pero igualmente negativo, nos encontramos con aquel que no asume principios y programas claros, ya sea apelando continuamente a imposibilidades técnicas, internacionales o de cualquiera cariz, revistiendo de realismo una postura conservadora, o bien ostentando el pabellón del diálogo y la democracia, pero sólo para diluir en palabras ajenas cualquier compromiso verdadero. Porque es necesario asumir públicamente las prioridades, mostrando con transparencia las acciones que se acometen en pos de los principios declarados. Desde raíces claras, que marcan su esencia primera, la acción política se despliega considerando el entorno donde afincará su desarrollo.

En suma, en el buen político la comprensión -el ponerse en lugar del otro y sentir como él- le permite sostener convicciones profundas que lo impulsan a un liderazgo aglutinador de la diversidad. Así nos manifiesta su compromiso democrático. Cuál es el contenido de ese compromiso lo veremos en el tercer y último punto.

 

3.- ¿PRESENTA UNA ESTRATEGIA DE DESARROLLO CLARA, CREÍBLE E INCLUSIVA?

 

El líder democrático debe exhibir, como condiciones inexcusables, una comprobada honestidad, el talento necesario para navegar en las aguas tumultuosas de la incertidumbre y la complejidad del mundo actual, habilidades para la negociación, capacidad de proyectar simbólicamente valores apreciados por la ciudadanía, una suficiente utilización de la información para la toma de decisiones, etc. Pero todo eso tiene que estar integrado en un programa de acción articulado flexiblemente que prevea la participación de múltiples actores en diferentes niveles, con la suficiente ductilidad para incorporar las diferencias en un eje claro que permita la responsabilidad sobre el camino elegido.

En la vorágine de la lucha política, necesita de una hoja de ruta clara y verosímil que establezca un horizonte hacia el cual caminar. Al plantear una serie de objetivos, estrategias y plazos se coloca sobre la mesa un camino explícito alrededor del cual construir los consensos necesarios para llevarlos adelante. Porque la intangibilidad de lo que siempre está abierto para la discusión tiene ciertos límites, líneas en las que al traspasarlas podemos estar de acuerdo en que cuestionamos severamente las posibilidades de un cambio positivo. Los caminos del desarrollo son múltiples y variados, pero todos deben incluir dos axiomas básicos. En primer lugar, la consolidación del Estado de Derecho, ya que allí radica el principal desafío latinoamericano, y especialmente paraguayo. La ley es el único cobijo del desposeído. El ámbito de igualdad que origina es un remanso atenuador de las relaciones asimétricas de poder. Sin ley la sociedad es una selva, y en la selva manda el más fuerte. La legitimidad de las instituciones estatales es una muralla de contención frente al poder del dinero, la violencia y la corrupción. Socavarla es atentar contra quienes tienen al Estado, muchas veces sin saberlo, cómo única posibilidad de cambio real. Quizás se lo proponga más pequeño y ágil, o en medio de una reconstrucción del espacio público que tenga en cuenta a los otros actores relevantes, pero siempre con el designio claro de la irrenunciable función que el Estado cumple en la vida social. En segundo lugar, es imprescindible que el Desarrollo Humano de todos y todas, para hoy y para mañana, sea la referencia continua para pensar caminos y estrategias de cambio. Sabiendo que cada ciudadano construirá la felicidad a su manera, el orden colectivo en el que está inserto tiene que procurar, como objetivo primario, ampliar las opciones de las que disponen sus miembros. Llevar una vida saludable, adquirir conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para mantener un nivel de vida decente son algunas, quizás las más importantes, de las condiciones para lograrlo. Y eso debemos intentar. Porque, en definitiva, ¿para qué buscamos un líder democrático sino para que nos ayude a alcanzar una sociedad sana, y con personas con más capacidad para decidir su propio destino?

 

CONCLUSIONES

 

Con una sociedad que cada vez más se sabe protagonista y hacedora de su fortuna, el líder democrático deberá aglutinar los esfuerzos de manera novedosa. Con ciudadanos libres y críticos, el liderazgo político que se requiere, sea el del presidente, legislador, campesino, voluntario de una organización no gubernamental, empresario, sindicalista, etc. ya no es el del mando, sino el de la articulación. Es tiempo de evitar diques y dibujar cauces, es decir, crear aquel diseño institucional por el que correrán, en su pluralidad, los ríos del desarrollo.

Esto implica también un cambio cultural, una apuesta por la comprensión y la solidaridad. El líder democrático deberá atender a los periodistas, literatos, directores de cine, etc., todos los que, narrando otras vidas y formas de ver el mundo (que ineludiblemente presentan similares contradicciones y pesares), nos ayudarán a sentir desde los demás, involucrándonos en historias diferentes, fomentando así el respeto y la dignidad, que son los pilares culturales básicos de la democracia.

Si así se hace, tenemos el mejor contexto para consolidar el Estado de Derecho y la Democracia, y desde allí trabajar por el Desarrollo Humano. Porque esos son, en definitiva, los motivos de nuestros desvelos.
 

 

NOTAS

 

1. Esta interpretación "política" (distinta a la tradicional gnoseológica) del pensamiento sofista, que lo coloca como propulsor principal del pensamiento democrático, la extraje del libro de Pablo da Silveira: Política & Tiempo. Hombres e ideas que marcaron el pensamiento político. Editorial Taurus, Buenos Aires, 2000.

2. Como ejemplo, los campesinos, actores muy relevantes de la sociedad paraguaya por su número, movilización y aporte a la producción, son frecuentemente menospreciados en su calidad de interlocutores válidos. Morínigo alerta que en la sociedad paraguaya se extiende una perspectiva conservadora que los descalifica con estigmas tales como "anticuados", "manipulables", etc. excluyéndolos, en el imaginario colectivo, del debate sociopolítico. Ver José Nicolás Morínigo: "De la protesta social al movimiento campesino", en Revista Novapolis n° 2, Asunción. Ilustrativo de esa generalizada visión despectiva es un editorial reciente del diario ABC Color, el de mayor venta en el país: "A nuestros campesinos sin duda les faltan educación y conocimientos, pero también entusiasmo. Se abandonan a sí mismos en la pobreza, asidos al consuelo del fatalismo; sin duda, a algunos la vida les sonríe regalándoles suerte, a otros no les da fortuna. Lamentablemente, muchos sacerdotes católicos alimentan esta resignación destructiva asegurándoles que luego serán premiados, porque 'de los que sufren es el reino de los cielos', tergiversando el mensaje cristiano para consolarles en vez de incentivar su espíritu de superación. Pero estos mismos sacerdotes a la vez claman desde los púlpitos que el país debe salir de la pobreza.
Más grave se torna la situación cuando esta actitud indolente y conformista del campesino paraguayo contrasta a ojos vista con la del colono extranjero que se instala a su lado (trabaja de sol a sol y no toma tereré), quien comenzando con la misma cantidad de tierra progresa y se enriquece, lo supera fácilmente y lo somete encima a la humillación de sentirse avasallado en su propio país por la ignorancia de las técnicas con las que produce su vecino. Aquí es donde surgen otros personajes negativos: los oportunistas políticos, que ven en esta situación la chance para acaudillarlos y convertirlos en clientes electorales. Les fomentan el odio a ese extranjero, al que convierten en chivo expiatorio de las desgracias del campesino, y lo incitan a este para acorralarlo, desanimarlo y, si se puede, expulsarlo." Editorial Diario ABC Color, 15 de febrero de 2004.

3. Rorty, Richard; "Contingency, irony, and solidarity", Cambridge University Press, 1989.

4. Weber subrayó la ética de la responsabilidad, alternativa a la ética de la convicción, como norte de acción de los políticos. Ver Max Weber; "El político y el científico", Alianza Universidad, 1967.

5. Citado por Joan Prats Cátala, en "Instituciones y Desarrollo en América Latina: ¿Un lugar para la ética?", documento disponible en la biblioteca virtual: www.iadb.org/etica

 

 

 

NOVAPOLIS – REVISTA DE ESTUDIOS POLÍTICOS CONTEMPORÁNEOS

EDICIÓN Nº 6 – FEBRERO DE 2004

REFLEXIONES SOBRE EL ALCA

DESDE UNA PERSPECTIVA PARAGUAYA

 

Fuente: http://www.novapolis.pyglobal.com

(Registro: Agosto 2011)






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