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RONALD LEÓN NÚÑEZ

  REVOLUCIÓN Y GENOCIDIO. EL MAL EJEMPLO DE LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA Y SU DESTRUCCIÓN - Autor: RONALD LEÓN NÚÑEZ - Año 2011


REVOLUCIÓN Y GENOCIDIO. EL MAL EJEMPLO DE LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA Y SU DESTRUCCIÓN - Autor: RONALD LEÓN NÚÑEZ - Año 2011

REVOLUCIÓN Y GENOCIDIO.

EL MAL EJEMPLO DE LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA Y SU DESTRUCCIÓN

© RONALD LEÓN NÚÑEZ

Edición: NATALIA FERREIRA RIVAROLA

Corrección y estilo: EDUARDO ARCE SCHAERER,

SILVANA LEÓN NÚÑEZ, MARYBEL LEÓN NÚÑEZ

Y MARÍA BELÉN RODRÍGUEZ FANTILLI

Diseño de tapa: ALEJANDRO VALDEZ

Ilustración de tapa: ÁLBUM DE LA GUERRA DEL PARAGUAY.

TOMO II, N° 27. AÑO 1984, Ed. Argentina.

Arandurã Editorial

Tte. Fariña 884 Teléfono: (595 21) 214 295

www.arandura.pyglobal.com

e-mail: arandura@hotrnail.com

Asunción-Paraguay,

Julio 2011 (227 páginas)




ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

ROMPIENDO CADENAS

TIEMPOS COLONIALES

LA REVUELTA EN BUENOS AIRES Y LAS DOS PISTOLAS DE FRANCIA...

REACCIÓN DE LOS PORTEÑOS

MAYO DE 1811

LOS PRIMEROS MESES

EL PRIMER CONGRESO POPULAR DE AMÉRICA LATINA

EL CONSULADO: FRANCIA Y YEGROS

CAPÍTULO II

LA DICTADURA REVOLUCIONARIA EN SU CONTEXTO

PARAGUAY: ¿AISLADO POR FRANCIA?

 POLÍTICA ECONÓMICA RADICAL

EXPROPIACIÓN A LA OLIGARQUÍA EUROPEA Y CRIOLLA

EXPROPIACIÓN Y NACIONALIZACIÓN DEL CLERO CATÓLICO

LA REACCIÓN DE LA OLIGARQUÍA ASUNCENA

PRINCIPAL TRANSFORMACIÓN DE LA REVOLUCIÓN:

REFORMA AGRARIA RADICAL

COMERCIO EXTERIOR BAJO CONTROL ESTATAL

INCIPIENTE DESARROLLO DE LA INDUSTRIA NACIONAL

PRIMER SISTEMA DE EDUCACIÓN Y OBRAS PÚBLICAS

POLÍTICAMENTE: ¿QUÉ FUE EL RÉGIMEN DE FRANCIA?

CAPÍTULO III

LA ERA DE LOS LÓPEZ

DON CARLOS

EL "MAL EJEMPLO"

FRANCISCO SOLANO

CAPÍTULO IV

EL CUARTO JINETE DEL APOCALIPSIS

DE PIRATAS A FINOS CABALLEROS

UN CAPULLO MUY CODICIADO

CAPÍTULO V

LOS TÍTERES DE ALBIÓN EN EL RÍO DE LA PLATA

LA MONARQUÍA ESCLAVISTA DEL BRASIL

LA BURGUESÍA COMERCIAL Y GANADERA ARGENTINA

LA ARGENTINA EN CRISIS

PEQUEÑO Y ESTRATÉGICO PAÍS

CAPÍTULO VI

LA GUERRA "CIVILIZADORA"

LA SANTA CRUZADA PARA "CIVILIZAR" AL PARAGUAY

¿POR QUÉ LA GRAN GUERRA?

UNA GUERRA DE CONQUISTA Y EXTERMINIO DEL PUEBLO PARAGUAYO

LA CUÁDRUPLE ALIANZA

EL PARAGUAY ES ARRASTRADO A LA GUERRA

UN PUEBLO LEVANTADO EN ARMAS

EL FIN DE UNA GRANDIOSA REVOLUCIÓN

CAPÍTULO VII

VENCEDORES Y VENCIDOS

EL REPARTO DEL PARAGUAY

¿DÓNDE ESTÁ LA "CIVILIZACIÓN"?

LOS VERDADEROS VENCEDORES

CAPÍTULO VIII

LECCIONES DEL PASADO PARA LAS TRANSFORMACIONES DEL PRESENTE

LA PRIMERA INDEPENDENCIA A LA LUZ DE LA HISTORIA

REVOLUCIÓN O COLONIA

¿CÓMO ENCARAR LA LUCHA POR LA SEGUNDA INDEPENDENCIA?

BIBLIOGRAFÍA

ANEXO



INTRODUCCIÓN

 

Hace casi centuria y media, una pequeña República enclaustrada en el corazón de Sudamérica, era invadida por los ejércitos de tres naciones aliadas en santa cruzada "libertadora': Sus clases dirigentes declaraban ante el mundo que el objetivo de su empresa era sublime, excelso...una necesidad insoslayable. Se trataba ¡Oh, misión! de llevar nada menos que la "civilización" a aquel pueblo "bárbaro" y derrocar al “Atila de América”: Como en otras tantas ocasiones de la historia, los blasones de la "civilización" eran llevados en la punta de las bayonetas.

Nos referimos al mayor conflicto armado en el sur del continente americano hasta nuestros días: la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Contienda que exterminó al pueblo paraguayo y acrecentó la dependencia de sus verdugos al imperio británico, el poderoso cuarto jinete del apocalipsis paraguayo.

¿Qué pecado había cometido aquel pueblo para merecer tal sentencia de muerte? ¿Qué esquemas había transgredido? ¿Qué intereses el Paraguay desafiaba? Responder estas preguntas nos conduce al estudio de una de las más profundas y radicales revoluciones de independencia de la ex América española. Y no serán de poca monta las lecciones históricas, en estos tiempos de recolonización de nuestro continente, que esta experiencia insólita puede ofrecer a nuestros días. Mucha luz para el presente hemos de hallar hurgando críticamente el pasado de aquel Paraguay.

¿Cuáles fueron las verdaderas causas de la guerra contra el Paraguay? ¿Por qué y para qué fue exterminado el pueblo paraguayo? ¿Qué intereses económicos y políticos determinaron aquella matanza entre pueblos sudamericanos? ¿Fue realmente una guerra "contra el tirano de López" y no contra el pueblo paraguayo, como afirmaban -y siguen afirmando- los propagandistas de los intereses aliados? ¿Por qué existen serios impedimentos para una investigación objetiva en base a documentos oficiales? ¿Por qué razón, hasta nuestros días, los gobiernos del Brasil se rehúsan a abrir sus archivos internos de la época y el archivo que fuera robado durante el saqueo de la Asunción? ¿A qué temor obedece tal hermetismo?

El Paraguay y nuestra América aún sangran por aquella herida abierta. Es imperativo, entonces, estudiar y someter las "verdades" de la historia escrita por los vencedores a la prueba de los hechos. Hacia ahí iremos en el transcurso de estas páginas.

Es menester aclarar que en este libro no se hallará una historia cronológicamente reseñada de hechos políticos, militares o diplomáticos. Sin prescindir de ellos, el centro de este trabajo es ahondar en los intereses económicos, elementos centrales presentados con frecuencia de forma difusa, pero que fungen de motor en los principales fenómenos político-sociales en todo momento histórico.

El método de interpretación marxista de la historia y los postulados centrales de la teoría de la revolución permanente son los marcos teórico-políticos en los que desarrollamos este trabajo. Desde allí proponemos colocar en cuestión la historia que fue escrita e impuesta como oficial sobre los escombros humeantes del Paraguay.

Explorar en las profundidades de los hechos pasados, analizarlos e interpretarlos desde un prisma materialista dialéctico y en escala internacional, relacionándolos con la realidad actual significa romper atavíos. Es un acto de liberación política e ideológica. Durante casi dos siglos, se ha intentado conscientemente ocultar o falsificar la historia de la revolución de independencia en el Paraguay así como su destrucción final, hace 140 años, en Cerro Corá. Ese ocultamiento tiene la intención de seguir reforzando nuestra sujeción a viejas y nuevas cadenas.

Para los opresores de ayer y siempre, el esconder, deformar o estampar mentiras -sean éstas burdas o refinadas- sobre quienes tuvieron la osadía de cuestionar la división internacional del trabajo imperante en la época, es una necesidad política de primer orden. Y, ciertamente, en esta faena no escasean los escribas a sueldo.

Es como si el "mal ejemplo" de aquel pueblo rebelde que conquistó su absoluta independencia económica y política de cualquier potencia imperial o sub-metrópoli y que luchó hasta su exterminio defendiendo las conquistas de su revolución no haya sido destruido por completo. Parecería que aquella revolución guaraní se asoma y sigue acechando el presente. No hemos de equivocarnos si afirmamos que la experiencia insólita que protagonizó aquel pueblo libre y soberano -que transitaba el camino al desarrollo industrial sin el concurso de empréstitos e inversiones extranjeras- representa hasta nuestros días un peligroso fantasma para el imperialismo hegemónico y las principales burguesías de la región.

La historia coloca sobre los hombros de las nuevas generaciones, al cumplirse doscientos años del inicio de nuestra liberación del yugo español, la enorme responsabilidad y desafío de abrirse paso decididamente en la búsqueda de respuestas a una serie de interrogantes sobre aquel poderoso proceso revolucionario que terminó aplastado a sangre y fuego. Esta publicación es una búsqueda apasionada de respuestas. Un intento de análisis histórico serio y riguroso, aunque consciente de lo inacabado del proceso de estudio de un capítulo de la historia del Paraguay sobre el que tanto se ha escrito y tanto queda por escribir aún.

Un pueblo que no conoce su historia es un pueblo dócil. Convencidos estamos, por ello este libro, que el camino del conocimiento y la comprensión de su historia, para un pueblo que pretende ser libre, es la principal llave para tener cabal conciencia sobre su presente y delinear sus acciones tendientes a conquistar un futuro de mejores días.

Es desde la óptica de los intereses de este pueblo, desde el cristal de los explotados y oprimidos, que haremos la ponderación de los hechos, afirmaciones y documentos históricos. Desde este ángulo abordaremos las lecciones históricas que se desprenden de todo el periodo que va desde 1811 hasta 1870 y expondremos nuestras lecturas y propuestas estratégicas para el presente. Conscientes estamos que no faltará quien nos acuse, por tal motivo, de faltar a la “imparcialidad histórica”; la cual, en una sociedad de clases, no pasa de ser una ilusión.

No ha llegado, quizás, el historiador o escritor que pueda pintar con palabras aquella sublime inmolación popular en defensa de su revolución, su dignidad y soberanía. No obstante, vaya el trabajo como homenaje a aquellos hombres, mujeres, niños y ancianos que, en derroche de bravura y heroísmo, defendieron cada palmo de su suelo frente a invasores inconmensurablemente superiores materialmente. Es mediante la pluma, la palabra y la acción cotidiana que se debe acometer la tarea de desmontar el libreto que los fabricantes de mentiras esgrimen contra los oprimidos. He aquí esta contribución, esperando que sea el lector quien luego tome la palabra.

RONALD LEÓN NÚÑEZ

Asunción, mayo de 2011


 

CAPÍTULO III

LA ERA DE LOS LÓPEZ

«Ciudadanos: la bandera paraguaya surca nuevamente las espumosas aguas del Atlántico y tal vez a estas horas se verá solemnemente saludada por el pabellón de la Gran Bretaña, en cuyas aguas estará fondeado el Río Blanco [...] Vuestro vapor Tacuary tremoló también nuestro paño tricolor el inmenso océano. Cuatro vapores mercantes de vuestra exclusiva propiedad son cada día una patente revelación de nuestra Nación».

MENSAJE DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ, 1856


 

DON CARLOS

La muerte de Francia fue vista con extrema simpatía por los pocos ricos que lograron escapar a su dictadura. Sin embargo, vanos fueron sus intentos de restaurar la dominación de una oligarquía ligada al comercio. Don Carlos, que asumió plenamente la presidencia de la República el 13 de marzo de 1844, se dedicó desde el inicio de su mandato a llevar la obra de Rodríguez de Francia a elevadas cúspides. La continuidad del proyecto nacional autónomo no sólo se expresó en sus medidas concretas sino en el hecho de que muchos de los funcionarios, nombrados por el Dictador, permanecieron en sus puestos.

Las condiciones económicas y sociales estaban dadas para el progreso. La lucha seguía siendo la misma: desarrollar una clase burguesa autónoma a través de una política mercantilista. Don Carlos no vacilará a la hora de transitar este camino, a pesar de los inmensos obstáculos. La traba principal a este proyecto seguía siendo la obstrucción a la libre navegación de los ríos y el monopolio aduanero en Buenos Aires. A esto se debe agregar que, conforme pasaron los años, la situación internacional en el Río de la Plata se fue complicando, incubando grandes peligros para el pequeño Estado nacional. La independencia de la República del Paraguay aún no era reconocida por la Argentina1 ni por el imperio del Brasil, sus poderosos y ambiciosos vecinos.

Otro actor iría a ganar cada vez más peso: Inglaterra. Con proyectos de dominio total, este león ultramarino irá penetrando sus garras en las sumisas y codiciosas burguesías de la región. Pero esto lo profundizaremos más adelante.

El viejo López emprende decidido el proceso de desarrollo capitalista. Siempre en el marco de la política económica nacionalista del Dr. Francia, aunque con características más excluyentes. Veamos esta dinámica siguiendo a Creydt:

El cambio que se operó fue de grado, no de esencia. El gobierno de López representaba el poder de la burguesía nacional en una etapa superior de su desarrollo como clase. Los intereses de los comerciantes exportadores y de los estancieros tenían mayor influencia en el régimen de López que en el régimen anterior. Sin embargo, seguía siendo una burguesía en estado de formación, poco desarrollada desde el punto de vista capitalista. Por esta razón, siguió gobernando sólo indirectamente, por medio de la dictadura unipersonal2.

El régimen político durante el gobierno de Carlos A. López no tenía ni ficción de democracia para cuyas libertades pensaba el gobernante paraguayo que el pueblo “no estaba preparado”. Era tan unipersonal y firme, como el de Rodríguez de Francia. A este respecto, se lo puede definir como una dictadura de la burguesía nacional en gestación, una forma transicional cuyo objetivo era consolidar un Estado burgués de naturaleza claramente progresista en las condiciones particulares de aquella época3.

El desarrollo de una burguesía nacional tendrá como consecuencia un retroceso en cuanto a ciertos aspectos del régimen político. Los congresos, otrora representativos y populares, se limitaron a “200 ciudadanos propietarios”. De esta forma, comenzaba a tomar forma el Paraguay capitalista, donde los derechos políticos se transferían y garantizaban en base a la propiedad privada, acentuándose la diferenciación de clases. Esto indica a las claras una maduración de la clase burguesa vernácula. En efecto, en torno al gobierno de Carlos Antonio López empezó a formarse una nueva élite de origen y carácter claramente burgués. El propio Carlos Antonio López y sus hijos eran grandes estancieros y explotadores de yerba mate.

Reapareció además una alta jerarquía militar y al clero católico -casi destruido por Francia- se le concedió nuevamente una alta posición social y política4. En este sentido, don Carlos construyó o reconstruyó templos en Asunción y el interior del país, restableció las relaciones diplomáticas con Roma, prohibió la libertad de cultos y estableció constitucionalmente como única religión a la católica, a la cual el Estado pasó a otorgar subvenciones y pagar a sus sacerdotes.

Las nuevas relaciones políticas con la Iglesia católica tenían que ver, en parte, con solucionar un problema "moral" que en verdad tenía profundas razones económicas. Recordemos que Francia había prohibido el matrimonio de españoles o europeos con mujeres blancas quedando obligados aquellos a casarse sólo con mujeres indígenas, negras o mulatas. Esto provocó que ciertos sectores de la élite asuncena optaran por uniones libres y el concubinato -relación bastante más común en las clases trabajadoras- antes que contraer matrimonio con personas de extracción social que consideraban inferior. El resultado, a la muerte del Dictador, fue que el país registraba sólo un 30 al 40% de casamientos, con más del 50% de hijos "ilegítimos". El problema para los ricos tenía que ver con las herencias pues, al no dejar hijos o esposas reconocidas, los bienes pasaban directamente al Estado. En este sentido, don Carlos comienza una campaña para "moralizar" a la sociedad paraguaya, amonestando a quienes vivieran "una vida escandalosa e ilícita" y obligando a que se realicen matrimonios y se tengan hijos "legítimos': Fue entonces que la Iglesia católica fue llamada a cumplir un rol social de recomponer a las clases poseedoras y de profundizar su carácter elitista expresado en la "moralidad y la decencia" del "sagrado sacramento del matrimonio católico"5.

Por otra parte, se reflejó el avance hacia el capitalismo clásico en el campo paraguayo. En palabras de Creydt:

[...] la política agraria del gobierno de López estaba en concordancia con su naturaleza definidamente burguesa. Fue restablecido el diezmo, un impuesto que afectaba sobre todo a los campesinos. Varias medidas fueron puestas en práctica con miras a facilitar que gente con poco capital se convirtiera en propietarios de tierras del Estado, particularmente en estancieros6.

Una muestra más de que con don Carlos se consolidaba un Estado cada vez más burgués, asentado en la propiedad privada y el fortalecimiento de las fuerzas armadas.

Sin embargo, el proceso de formación de una clase capitalista que pudiera tomar por sí misma las riendas de la sociedad, aun era muy incipiente y el Estado siguió, cumpliendo roles estratégicos ante la ausencia de una fuerte burguesía, aunque todo lo que hacía el Estado, lo hacía para desarrollar a esa clase dominante. En otras palabras, el Estado seguía siendo la principal fuente de acumulación de capital en el Paraguay.

Fue por eso que don Carlos, aún con los elementos señalados, que no son menores, refuerza todo el sector estatal de la economía. Nacionaliza todos los arbustos de yerba mate y todos los árboles de madera aprovechable para la construcción, aunque estén en manos privadas. En 1854 salen del país 80.000 yardas de madera; el gobierno exporta 50.000 y el resto lo hacen los particulares, previo permiso oficial7.

Un decreto del mismo año prohibe adquirir tierras a los extranjeros. El gobierno disuelve las antiguas comunidades indígenas y declara sus tierras propiedad del Estado. Los originarios devienen así en campesinos libres o proletarios en la ciudad.

Las Estancias de la Patria aumentan al número de 65, produciendo alimentos para el pueblo y abasteciendo al ejército, así como cueros curtidos para la exportación. La producción agrícola aumenta cada año. Los depósitos están abarrotados de yerba mate, tabaco, algodón, caña de azúcar, mandioca. Todo va primero para el consumo interno y los enormes excedentes a la exportación. Con el tiempo, mediante la explotación comunitaria, se llega a cosechar hasta 7 millones de kilos de tabaco y 10 millones y medio de kilos de yerba mate. Existían alrededor de 7 millones de cabezas de ganado en toda la República.

La riqueza del país se exporta, a pesar de las trabas impositivas que impone Buenos Aires, cuyo puerto y aduana fueron cedidos a intereses mercantiles ingleses. La producción nacional había alcanzado un volumen tan exuberante, que exigía darle pronta salida. Tras la caída de Rosas, en 1852, se estableció la libre navegación por el Paraná, con lo cual el comercio paraguayo se potenció enormemente. No obstante, el Estado paraguayo siguió aplicando medidas proteccionistas sobre la importación.

El desarrollo y los resultados obtenidos mediante la reforma agraria en el campo, comenzada por el Dr. Francia y mantenida por don Carlos, seguían siendo impresionantes. Sin embargo, lo que dará la nota al gobierno del viejo López serán los avances en el terreno del desarrollo industrial, concretamente los adelantos técnicos que introduciría en el Paraguay. Carlos A. López se esforzó en crear una infraestructura básica en la cual sustentar una industria nacional. Y mal no le fue.

Paraguay, en lo que a desarrollo técnico-industrial se refiere, fue pionero en muchos aspectos dentro de América Latina. Fue el primer país de Sudamérica que contó con una empresa siderúrgica y metalúrgica, la fundición de hierro de Ybycuí, que contaba con 117 obreros y trabajaba las 24 horas, producía una tonelada de hierro por día desde 1850, y estaba al mando del ingeniero inglés Henry Godwin. Don Carlos, en su "Mensaje" de 1857, señala que los paraguayos estaban adquiriendo rápidamente conocimientos prácticos, como el jefe que fusileros Elizardo Aquino, quién “en breve podrá dirigir los trabajos de la fundería con otros paraguayos adelantados”.

Sigamos a López padre en su referido "Mensaje" a la nación:

Se han fundido en la fábrica de fierro catorce cañones de a veinte y cuatro, un gran número de balas de todos calibres, bombas y otros muchos objetos. Los cañones pronto serán taladrados en el Arsenal. En este establecimiento se prepara una fundición de cañones y otros objetos a evitar las dificultades que sufre el transporte de piezas de gran peso que se trabajan en la fábrica de fierro.

Se hallan corrientes en el Arsenal dos pequeñas máquinas de aserrar maderas a vapor, y se están montando otras dos máquinas grandes que dejarán sin uso en la Capital, el modo primitivo de aserrar maderas.

Queda concluido, y en uso corriente un camino de fierro de quinientas varas desde el Arsenal hasta la gran muralla de la ribera, con el fin de facilitar los transportes del muelle y los terraplenes de los muros.

En breve se construirá otro ferrocarril desde el muelle hasta la Aduana central.

Se han comprado en Inglaterra los materiales necesarios para un ferrocarril de quince leguas desde el muelle hasta Paraguarí: en parte quedan recibidos en esta Ciudad y siguen llegando los buques conductores de los rieles. También han llegado a este puerto los diez y ocho cañones de a 68, comprando últimamente en Inglaterra. Quedan colocadas en las Baterías de Humaitá otros 16 cañones comprados anteriormente en Inglaterra, a saber: 10 de 68, 2 de a 56, y 4 de a 32; a más de un crecido número de cañones que se han comprado en los puertos de Montevideo y de Buenos Aires. La fábrica de fierro proveerá de materiales para continuar el ferrocarril desde Paraguarí hasta el arroyo de Ybycuí y del punto indicado de Paraguarí hasta Villarrica.

Se ha preparado provisionalmente en la espaciosa casa del Estado N° 3 una máquina de acuñar moneda y queda pronta para funcionar. Se ha destinado un local conveniente para este establecimiento, y se ha encargado al ingeniero en jefe un modelo8.

Mientras que en el imperio del Brasil y la Argentina, convertidos en neo-colonias británicas, se importaba de todo, en el Paraguay se fabricaba desde utensilios domésticos, implementos agrícolas para los campesinos hasta armas y cañones. En 1855 se funda, además, el arsenal de Asunción, con más de 250 obreros y aprendices y dirigidos por el ingeniero inglés William Whitehead9.

Es lanzado el primer buque construido en América Latina, el Yporá, de 226 toneladas fundidas en Ybycuí y ensamblado íntegramente en los astilleros de Asunción. En su “Mensaje” al Congreso, don Carlos anunciaba: "Se está preparando la construcción de otros vapores para que el arsenal esté siempre ocupado. Al efecto se ha mandado comprar en Europa y ya se halla en nuestro puerto, el número de máquinas que por ahora se considera bastante para facilitar la navegación de nuestros ríos con vapores [...]"10. Ciertamente, pronto la flota nacional alcanzará el número de 11 buques de vapor, entre ellos el Salto del Guairá, el Ygurey, el Río Apa y el Jejuí, además de 50 veleros.

Estos hechos son patentes en el "Mensaje" de 1857 que citamos anteriormente:

[...] Hoy posee la República algunos vapores: el Tacuarí construido en Londres y armado en guerra del año 1854 por los señores Juan y Alfredo Blyth. Es de 448 toneladas y un quebrado con fuerza de 16 millas por hora.

El vapor Aquitania, comprado en este puerto el 24 de octubre de 1855, al señor Lobelly Scicnag, comandante de dicho buque como representante de los señores Juan Luis Maurel y Luis Humberto Pron de Burdeos. Este buque fue construido en el año 1854 es de 590 toneladas y cuatro quintos con fuerza de diez a 11 millas por hora. Luego que se verificó la compra se le puso la denominación Río Blanco.

[...]) El Vapor Yporá de 226 toneladas con fuerza de 70 caballos se ha construido en este puerto con todas las condiciones que exigen los ríos Paraguay y Paraná por donde ha de navegar en cualquier estado en que se hallen sus aguas: fue bendecido con la denominación de Yporá, y lanzado al agua el 2 de Julio último. Ha hecho tres viajes a Buenos Aires llamando la atención su hermosura y velocidad.

El Yporá es obra de paraguayos bajo la dirección única del inglés constructor Mister Thomas Smitk.

Se han construido también en este puerto bajo la dirección del citado Smitk otros dos vapores el uno de setenta caballos de fuerza y 241 toneladas de medida, y el otro de doce caballos de fuerza y de 31 toneladas de medida de casco. Ambos buques en breve serán lanzados al agua11.

Sólo tres años habían pasado de la aparición del buque norteamericano Water Witch, primer vapor que surcara las aguas del río Paraguay, y en la tierra de López se contaba ya con una flota de buques fabricados en el país y con capacidad de navegar los principales ríos y mares, mediante lo cual se podía comerciar con las naciones más avanzadas.

El control estatal sobre los sectores estratégicos de la economía y sobre el comercio exterior también se mantuvo firme. Mediante esta política el Paraguay tenía una balanza comercial con saldo positivo y una moneda estable, el único caso en la región. Esto le permitía realizar inversiones de capital sin recurrir a empréstitos. No existía deuda externa con ninguna otra nación, todo lo que el Paraguay compraba lo hacía al contado o intercambiando productos. Rara vez se pagaba en oro o metales preciosos.

Para sentar las bases del desarrollo industrial paraguayo, don Carlos contrató en Europa a los técnicos especializados que el país necesitaba. Su hijo, Francisco Solano, en misiones especiales a Europa, volvía con productos manufacturados, maquinarias, maestros, médicos y especialistas de todo tipo para dirigir las empresas estatales. En Inglaterra, durante el año 1853, el joven general Solano López es recibido por la reina Victoria y el príncipe Alberto. Visita los más importantes centros industriales británicos, como Liverpool, Manchester y Glasgow. En París es recibido por Napoleón III, que ratifica acuerdos comerciales. Luego parte a Madrid, Roma, Turín y Florencia contratando maestros y colonos. Por otra parte, el gobierno envió becados a jóvenes prometedores -y de escasos recursos- rumbo a Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos, con el fin de capacitarse en distintas áreas dentro de los centros culturales y tecnológicos más importantes del mundo.

De esta forma el Paraguay avanza y crece. El gobierno crea fábricas de pólvora, papel, loza, azufre y tintas. Se construyen caminos, escuelas, hospitales. Las fuerzas productivas se desarrollan. Todos los habitantes están inmersos en el trabajo productivo. No se registra desempleo. El gobierno nacionalista incursiona en la minería. Con apoyo técnico de los europeos contratados se hallan minas de hierro en Caapucú y en el cerro Reccobú, a 12 kilómetros de Ybycuí; en Apiraguá se encuentra plata; en San Miguel, Misiones, se halla Mercurio y en Santa María, algún vestigio de oro. Todo esto además de yeso, salitre, cal y azufre12-. En su "Mensaje" de 1857, el presidente López anuncia que funcionan obrajes de maderas y lozas.

Todo con capital del Estado, sin libras esterlinas ni dólares foráneos. Se estaba aprovechando el inmenso poder económico estatal legado por la dictadura revolucionaria de Francia.

Pero hay más. En la nación guaraní se construye uno de los primeros ferrocarriles de América Latina. Esta colosal obra fue planeada por el gobierno desde 1856 y ejecutada por el ingeniero inglés James Parkinson. En un principio se adquirió de la casa Blyth de Inglaterra material para unos 65 kilómetros de vías, planchas, asientos de riel y tres locomotoras. Muchos de estos materiales fueron utilizados de modelo para posteriormente ser fabricados en Ybycuí. Unos cinco mil hombres trabajan afanosamente en la construcción de las vías. El camino de hierro entre Asunción y Trinidad será planeado luego por el ingeniero Pablo Thompson y se inaugura en 1861. En poco tiempo, los 72 kilómetros de vía férrea entre

Asunción y Paraguay servirán para abastecer las necesidades nacionales y unificar el mercado interno. En otro ámbito, la introducción de la tecnología de vapor para aserrar la madera hizo obsoleto el sistema tradicional de explotación de la misma. La máquina de acuñar monedas preparaba la economía para un crecimiento sostenido con una eventual introducción del crédito. El telégrafo es instalado por un técnico alemán. El progreso es imponente, por ende, molestoso.


1 Juan Manuel de Rosas, Dictador de Buenos Aires, mantenía la negativa porteña a la independencia paraguaya y afirmó que deseaba incorporar al Paraguay a la Confederación Argentina. Se convocó entonces en Asunción a un Congreso, el 2s de noviembre de 1842, donde se ratificó que "La República del Paraguay en el Río de la Plata, es para siempre de hecho y derecho una nación libre e independiente de todo poder extraño". Diez años después de este Congreso, la Confederación Argentina, tras la caída de Rosas, reconoce la independencia del Paraguay el 17 de julio de 1852, 41 años después de su liberación de España. Este reconocimiento por parte de Buenos Aires, era un obstáculo para reconocimientos oficiales de las potencias europeas y de los EE.UU. Brasil reconoce la independencia paraguaya el 4 de setiembre de 1844, 33 años después del golpe militar de 1811.

2 Creydt, op. cit., p. 98.

3 Íd., p. 100.

4 Íd., pp. 98-99.

5 Barreto Valinotti, Ana: Elisa Alicia Lynch. Editorial El Lector. Asunción, 2011, pp. 24-25.

6 Creydt, op. cit., p. 99.

7 Pomer, op. cit., p. 44.

8 Areces, Nidia y González, Beatriz, op. cit., pp. 94-95.

9 Pomer, op. cit., pp. 44-45.

10 Íd., p. 45.

11 Areces, Nidia y González, Beatriz, op. cit., pp. 95-96.

12 Verón, Luis: Carlos A. López. Editorial El lector. Asunción, 2011, p. 522.



EL "MAL EJEMPLO"

 

Lo inédito y admirable del progreso paraguayo es que todos estos avances técnicos y económicos se forjaron sin financiamientos ingleses ni de ningún otro agente extranjero. Este hecho, por sí solo, generaba mucho recelo en el exterior. La cuestión era simple: la política socio-económica nacionalista y completamente independiente con que López estaba desarrollando al Paraguay no condecía con los intereses de las potencias europeas, sobre todo del hegemónico imperio británico. Tampoco tenía punto en común con el imperio del Brasil y la oligarquía liberal porteña.

En 1855, el cónsul británico Henderson escribe a su gobierno en son de alerta: "La mayor parte de la propiedad rural es propiedad del Estado. Las mejores casas de la ciudad pertenecen al gobierno y éste posee valiosas granjas de cría y agrícolas en todo el país"13. Esto ya lo había advertido el cónsul norteamericano Hopkins en 1846: "es la nación más poderosa del nuevo mundo, después de los EE.UU [...] su pueblo es el más unido, el gobierno es el más rico que el de cualquiera de los Estados de ese continente [...]"14.

Durante el gobierno de don Carlos se dan los primeros conflictos directos con dos poderosas potencias: los Estados Unidos y el mismísimo imperio británico. En 1855, tras un incidente político-comercial con el cónsul y empresario Hopkins, que terminó con su expulsión del país, los Estados Unidos envían una poderosa flota de 20 buques de guerra, 2.500 hombres y 200 cañones exigiendo reparaciones exorbitantes y disculpas oficiales. Para repeler el ataque, el entonces general Solano López alista unos 12.600 hombres en Humaitá con una reserva de 16.000. El conflicto casi detona en guerra. Superado este incidente por vías diplomáticas, cuatro años después, al gobierno paraguayo le toca vérselas con los ingleses. Aquella cuestión tiene que ver con el apresamiento en Asunción de un súbdito inglés, Santiago Canstatt, quien fuera descubierto como parte de un complot contra don Carlos. El Cónsul británico Henderson exige su libertad y una indemnización por "sus padecimientos personales" y por "falta de respeto al Gobierno de Su Majestad"15. Don Carlos, le responde devolviéndole su pasaporte. El gobierno paraguayo comisiona en Londres a Carlos Calvo para defender los intereses paraguayos en el pleito internacional, el cual no era otra cosa, por parte de los británicos, que la vieja táctica del “marinero herido”. Mr. Thornton, entonces, sentencia que Calvo no sería recibido en Londres mientras el Paraguay no cumpliese las exigencias inglesas de indemnización a Canstatt y el desagravio a Inglaterra por la falta de respeto al cónsul Henderson. Don Carlos responde, dignamente, en carta a Carlos Calvo el 20 de junio de 1860:

No ha de extrañarse la opinión del gringo Thornton [...] es la suma de la insolencia decir que Ud. no será recibido mientras no sea indemnizado el oriental traidor de Santiago Canstatt... ¿Capitular?...no por el valor de un peso, porque no se trata de la cantidad sino de la dignidad del gobierno. Diga Ud. que estamos dispuestos a aceptar la guerra como único medio de defender la paz de una manera honrosa y sólida, sean cuales sean los sacrificios que lleguen a importar16.

Por entonces, Francisco Solano estaba en Buenos Aires, donde fue en misión oficial a mediar entre Justo José de Urquiza, caudillo entrerriano, y Buenos Aires17. El 29 de noviembre de 1859, cuando intenta retornar en el Tacuary tras un jubiloso reconocimiento oficial de los porteños, aún en aguas argentinas, el Burzard y el Grapler, barcos de guerra ingleses, cañonean la nave paraguaya. Solano López, que ordenó posición de combate, es disuadido de responder la ofensa por intermedio de la tripulación inglesa del Tacuary El almirante inglés Lushington, le anuncia que su escuadra de 14 barcos de guerra y dos mil hombres de desembarco atacará el Paraguay. López protesta en Buenos Aires pero los porteños no realizan el menor reclamo. ¿Cómo podrían haber hecho tal cosa si el agresor no era otro que el dueño de las libras? Solano López debe volver al Paraguay por tierra.

Lord Russell, jefe del Foreign Office en Londres, estaba decidido a enviar la escuadra británica a bombardear Asunción. El asunto Canstatt era un problema artificial para justificar una intervención militar de Su Majestad. Sin embargo, finalmente, esto no sucedió. El conflicto con Inglaterra se solucionará luego por vías diplomáticas. Gran Bretaña, debido a ciertos hechos en el Plata, se había dado cuenta de que podría arreglar cuentas con el Paraguay rebelde sin necesidad de enviar a su escuadra ni a sus tropas. Los capitalistas ingleses sabían que, para sus fines, no faltarían serviles brazos ejecutores dentro de la región.

En medio de estas tensiones, agravadas por los problemas de límites con el Brasil y la Argentina, muere Carlos Antonio López el 10 de setiembre de 1862. Don Ildefonso Bermejo, un escritor español residente en el Paraguay, señalará que:

Cuando falleció don Carlos tenía la República un astillero, donde se fabricaban sus buques y vapores, la administración estaba regularizada, había más benignidad en la presidencia, su poder no era tan omnímodo, había escuelas regularmente dotadas, poseía fortalezas con cañones de moderno sistema, el ejército era numeroso y bien disciplinado y solo de este modo ha podido Paraguay resistir una guerra tan prolongada y sangrienta con tres aliados poderosos18.

El pensamiento del estadista paraguayo queda resumido en este pasaje de “El Paraguayo Independiente”, primer periódico nacional que fundara para defender la independencia y la libre navegación de los ríos:

La independencia de la República del Paraguay es la base y condición indispensable para la felicidad de sus hijos: soberana y libre de toda sujeción extranjera. Sin independencia ya la mirarían subordinada a una voluntad ajena o improvidente, cuando no hostil, y sus costumbres, opiniones y destinos esclavizados al arbitrio ajeno: Basta solo la idea para excitar la indignación [sic]19

Legó un país próspero e independiente. El único sin deuda externa ni interna y casi sin analfabetos. El único con astilleros, industria siderúrgica, textiles, de armas y municiones, telégrafo, flota mercante, marina de guerra, ferrocarril e imprenta gráfica. El único con un sistema de moneda y papel moneda impreso y acuñado en Asunción. El único libre de capital inglés y de bancos extranjeros en su economía.


13 Pomer, op. cit., p. 45.

14 Ibíd.

15 Íd., p. 47.

16 Castagnino, Leopardo: Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los países del Plata. Ediciones Fabro. Buenos Aires, 2011, p. 129.

17 En momentos en que el caudillo Urquiza tenía prácticamente rodeada a Buenos Aires y estaba listo para desembarcar sus tropas cuando interviene Carlos A. López y envía a su hijo Francisco Solano a mediar en el conflicto. López hijo convenció a Urquiza de hacer importantes concesiones al casi derrotado Mitre a través del Pacto de San José de Flores firmado el 11 de noviembre de 1859. Esta victoria personal de Francisco Solano salo debilitaría la posición paraguaya en la región al fortalecer al sector porteño, con Mitre a la cabeza, dándole el suficiente tiempo de recomponer su tropa y vencer a Urquiza en Pavón - Cepeda en 1861. Cuatro años más tarde, Mitre se asociaba a los brasileños para atacar al Paraguay y ocasionar su destrucción total.

18 Areces, Nidia y González, Beatriz, op. cit., pp. 101-102.

19 Verón, op. cit., p. 92.



FRANCISCO SOLANO

 

Desaparecido Carlos Antonio, en 1862, el poder político es traspasado a Francisco Solano López Carrillo, entonces con 36 años de edad. Hacía tiempo que venía preparándose la sucesión. Desde muy joven actuó y demostró notable capacidad como diplomático y militar durante el gobierno de su padre. En 1845 se inicia la campaña de Corrientes, producto de un pacto ofensivo-defensivo entre el Paraguay y esta provincia contra el Dictador de Buenos Ames Juan Manuel de Rosas, quien no reconocía la independencia paraguaya e insistía en que la República se uniera a la Confederación Argentina. López padre le contesta:

El Paraguay conoce lo que puede y vale; el juró su independencia, renueva anualmente ese juramento y sus hijos aman su tierra, que para ellos es sagrada. El pueblo paraguayo es inconquistable, puede ser destruido por alguna grande potencia, mas no será esclavizado. En estos términos son excusadas ulteriores contestaciones; además es injurioso proponer a un pueblo que abdique su nacionalidad y existencia política20.

Francisco Solano, como brigadier general, conduce las fuerzas paraguayas hacia Corrientes y comienza su carrera político-militar lanzando una proclama a sus soldados y a su patria:

¡Viva la República del Paraguay! ¡Independencia o Muerte! [...] ¡Soldados!: Vuestro General cuenta con el distinguido patriotismo y valor que siempre habéis demostrado. Vamos a encontrar al enemigo que pérfido niega y ataca nuestra independencia, hagámosles desistir de la marcha cruel, sangrienta y bárbara que sigue y volveremos a nuestra patria a disfrutar de aquella paz sólida y duradera que gozábamos [...] Sabéis que para ser soldados de la independencia es preciso defenderla y sustentarla: defendámosla pues, derramando hasta la última gota de sangre que circula en nuestras venas, antes que ver nuestra patria humillada a extranjero poder [...]21.

Con sumo e intachable patriotismo, el futuro mariscal continúa la obra del Dr. Francia y su padre. La burguesía paraguaya, en estado aún de estructuración, comprendía que para asegurar su desarrollo como clase, debía continuar con el proyecto nacionalista iniciado por la dictadura revolucionaria. Aún incipiente y de mirada estrecha como era, la naciente clase de capitalistas y propietarios rurales controlaba todos los resortes estatales, sobre todo las fuerzas armadas.

La diferenciación social fue en aumento, como parte inherente del proceso de consolidación del Estado burgués. En 1856 fue convocado un Congreso General extraordinario para efectuar la reforma constitucional, en virtud de la cual se redujo el número de diputados de 200 a 100 y quedó abolido el sufragio universal masculino hasta entonces vigente en el Paraguay, pues de acuerdo con la reforma, tanto de electores como elegibles debían gozar de buena fama, conocido patriotismo, goce de los derechos civiles, capacidad regular y, sobre todo, propiedad.

Ya hasta la capacidad se supeditaba a la propiedad.

Asistir a un baile oficial en Asunción era creerse en París. Altos funcionarios y jefes militares pasan a detentar considerables extensiones de tierras. La pareja Solano López- Alicia Lynch era propietaria de inmensos campos. No obstante, como luego veremos, el latifundio seguía siendo minoritario. El Estado seguiría siendo el principal propietario y comerciante.

Los progresos materiales continúan. En enero de 1864 fueron habilitadas las estaciones ferroviarias de Luque y Areguá; el 26 de marzo del mismo, la de Patiño e Ypacaraí; dos meses después se inaugura la de Pirayu. Se extiende luego el camino de hierro a Paraguay y después a Villarrica. Todas son construidas con dinero del Tesoro Nacional. El estallido de la guerra interrumpió estos trabajos, donde se planeaba un ramal hasta el campamento militar de Cerro León y otro hasta la planta industrial de El Rozado, en Ybycuí. Incluso, en plena guerra, se proyectó otra vía que una el Paraguay con Bolivia22.

La materia prima paraguaya fue explotada crecientemente por el gobierno. Con algodón y caraguatá se fabricaba papel; con caraguatá igualmente se hacían tejidos para prendas de vestir, se tejía lana para ponchos. Raspando los cueros se obtenía un pergamino de igual calidad que el europeo. La tinta se hacía de haba negra, de la que se extraía la sustancia colorante por medio de cenizas. De arbustos silvestres y cenizas vegetales se producía sal y jabón. La pólvora se elaboraba extrayendo el azufre de la pirita de hierro. En Ybycuí, imponente complejo industrial, se forjaban armas y cañones23. Como se aprecia, se comenzó a transformar la materia prima existente, estructurando una industria ligera.

El monopolio estatal del comercio exterior, que se entiende no era total, como no lo fue con el Dr. Francia ni don Carlos, se mantiene en los principales rubros estratégicos. La importación de manufacturas seguía regulada por el Estado. Quedaron exentos de todo derecho de introducción las máquinas para la agricultura y la industria y los instrumentos de navegación; tenían un derecho del 25% los artículos considerados suntuosos como las sedas y telas de seda; telas de lana; tul; batista; damascos; encajes; relojes; muebles; cristales; vehículos; calzados; monturas; vinagres; cervezas; sidra; tabaco; sal; manteca etc.24. Las medidas proteccionistas al desarrollo de la industria nacional eran pilares del modelo económico nacionalista.

En cuanto a la exportación, las tasas oscilaban entre el 5 y el 20%. La más baja correspondía al cuero curtido, por ser de materia prima y mano de obra nacional. El tabaco pagaba el 15% de impuestos. Los cigarrillos no pagaban nada, por tener incorporada mano de obra. Los créditos hipotecarios del Estado costaban 6% anual, cuando en el Plata costaban el doble. Los créditos comerciales ascendían a 18 y 24% anual25.

Esta política relativa al comercio exterior es exactamente la opuesta a la que se ejerce en la Argentina de Mitre. De los 30 millones de pesos oro que la Argentina importa en 1865, el 10% corresponde a bebidas y el 18% a comestibles finos traídos de Europa. Lo que atañe a maquinarias industriales sólo alcanza un 10%. El resultado son déficits crónicos del comercio exterior. Ello no sucede en la tierra de López, en donde desde 1851 hasta 1860, el comercio exterior tiene un saldo positivo de 3.850.014 pesos paraguayos o, su equivalente, 2.900.000 pesos fuertes o, en otros términos, casi 600.000 libras26. Los principales rubros de la economía paraguaya, en orden de ingresos, son: yerba mate, tabaco, cueros secos, cueros curtidos, cortezas, maderas y naranjas.

Otro producto paraguayo de primer orden es el algodón. Conoceremos más adelante el interés que el mismo despertará en los ingleses. Afirmaba en su "Mensaje" el viejo López en 1849: "el algodón es otra producción que debe formar un artículo importante de exportación. El algodón paraguayo tiene las tres condiciones que los fabricantes exigen del algodón: largo, fino y fuerte"27. El naturalista Alfredo Du Gratty, trece años después, dirá:

El algodonero crece admirablemente en el Paraguay y, puede decirse, casi espontáneamente. Devendrá, si se lo planta masivamente, objeto de un importante comercio, ya que da, en gran cantidad, algodón de la mejor calidad en todos los aspectos, pero, actualmente su cultivo se limita a unas pocas plantas que cada familia planta para sus necesidades28.

Añadía además que el gobierno paraguayo estaba tomando medidas para acrecentar las plantaciones de algodón en vistas de la situación provocada por la guerra civil norteamericana. El cultivo de algodón fue hecho obligatorio en todo el país, y se dedicó la enorme extensión de 30.000 acres a este rubro de la agricultura. Michael Mullhall, comerciante británico, estimaba que la producción total de algodón paraguayo para 1864 era de 2 millones de arrobas desmotadas29. El interés foráneo por esta materia prima aumenta.

Consecuentemente, Solano López envía al rey de Prusia unas 6.000 libras de yerba mate con el fin de imponer su uso en el ejército de aquel país. Le despacha como muestra al cónsul paraguayo en París, Ludovico Tenré, unas 1.500 libras de algodón en 1863. El mismo año le envía a John Blyth de Gran Bretaña 13 fardos de algodón y otros 14 van a Antuérpia, Bélgica, consignados a Du Gratty. Por vez primera el algodón paraguayo llega a Londres, Liverpool y El Havre, en Francia. Solano López importa máquinas de Nueva York para que el Estado explote la codiciada fibra. En 1864 arriban una prensa y dos desmotadoras a Asunción. De Londres, el mismo año, llegan dos máquinas de la "Cotton Suply Association" de Manchester. El cónsul en Francia, encantado con las muestras de algodón, pide ahora muestras de madera y tabacos. En 1864, el algodón paraguayo es cotizado en El Havre30. Las primeras partidas de algodón paraguayo que arribaron a Gran Bretaña se cotizaron a buen precio. En 1863 se pagaban 24d por una libra de algodón paraguayo31.


20 Cardozo, op. cit. (1994), p. 83-84.

21 Cristaldo Domínguez, César: Francisco S. López. Editorial El Lector. Asunción, 2011, p. 19-20.

22 Varón, op. cit., p. 50.

23 Pomar, op. cit., p. 49.

24 Ibíd.

25 Íd., p. 50.

26 Ibíd.

27 Woodbine, Parish: Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata. Editorial Hachette. Buenos Aires, 1958, p. 354.

28 Pomer, op. cit., p. 53.

29 Herken Krauer, Juan y Giménez de Herken, Isabel: Gran Bretaña y la Guerra de la Triple Alianza. Editorial Arte Nuevo. Londres, 1982, pp. 41-42.

30 Pomer, op. cit., p. 53-54.

31 Herken Krauer, Juan y Giménez de Herken, Isabel: Gran Bretaña y la Guerra de la Triple Alianza. Editorial Arte Nuevo. Londres; 1982, pp. 41-42.




CAPÍTULO VI

LA GUERRA "CIVILIZADORA"

 

«Por su torpeza y ceguera junto con otros pecados, el pueblo paraguayo merece el completo exterminio que lo espera. El mundo tendrá justo motivo para congratularse cuando no haya en él una sola persona que hable el endiablado idioma guaraní».

CHARLES WASHBURN, Diplomático Norteamericano

Residente en Asunción


 

LA SANTA CRUZADA PARA "CIVILIZAR" AL PARAGUAY

El extermino del Paraguay estaba decidido. No obstante, para ejecutarlo, era necesaria una sistemática campaña de preparación ideológica. El engaño masivo era fundamental. No era conveniente para Gran Bretaña ni para sus lacayos en la Argentina y el Brasil, declarar abiertamente los reales objetivos políticos y económicos de lo que sería la mayor matanza de la historia sudamericana. Era preciso, como siempre, maquillar el rostro de la bestia imperialista con fina retórica.

El papel cumplido por la prensa porteña fue crucial en la campaña de mentiras para justificar la aniquilación del Paraguay. Es así que, el 24 de mayo de 1860, cinco años antes del estallido de la guerra, Domingo Sarmiento escribía en El Nacional: "Tenemos fe que de llegar el momento en que los países vecinos a la desgraciada población del Paraguay, han de intervenir para mejorar las condiciones del gobierno tan anómalo como el de don Carlos Antonio López"1 ¿Desde cuándo, nos preguntamos, tenían "los países vecinos" el derecho a "intervenir"?

Sigue Sarmiento con su análisis:

Si la solución del gran problema argentino tiene un feliz desenlace, entonces intereses comunes entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Brasil, han de aproximarlos y reunirlos para hacer triunfar en el interior de nuestros ríos, principios y libertades que nos garanticen contra gobiernos como el del Paraguay [...] con tal objeto la única alianza que tendrá objetos y fines de gran trascendencia para estos países es la que tienda a mejorar la actualidad del Paraguay. El Brasil para hacer efectiva la prosperidad de las ricas poblaciones en el interior de los ríos Paraná y Paraguay y las Provincias Unidas del Río de la Plata, para salvar y poblar nuestros feraces territorios de la banda derecha del río Paraguay desde la confluencia del Bermejo al norte, tendrán que entenderse un día u otro, más tarde o más temprano. Prever en la política es preparar el feliz desenvolvimiento de los sucesos que se vienen. Para los hombres de Estado del Río de la Plata y del Brasil es que trazamos estas líneas2. Estas líneas no representan otra cosa sino un abierto llamado a una alianza militar con el Brasil. Se está trazando el proyecto de la liquidación física del pueblo guaraní.

Cuando asume Solano López, en El Nacional del 26 de setiembre de 1862, escribe nuestro mismo autor: "No; si queremos salvar nuestras libertades y nuestro porvenir, tenemos el deber de ayudar a salvar al Paraguay, obligando a sus mandatarios a entrar en la senda de la civilización"3. "Obligar'; "intervenir"...estas eran las expresiones de los "civilizadores" que se aprestaban a destruir aquel "bárbaro" país casi sin analfabetos y donde todos trabajaban.

Bartolomé Mitre, desde su vocero particular La Nación Argentina, precisa estas ideas el 28 de octubre de 1864:

[...] las alianzas del Río de la Plata quedan así definidas: Alianza de la civilización y de las formas regulares del gobierno: la República Argentina, el Brasil y el general Flores, representante del partido liberal en la Banda Oriental, significan indudablemente el orden, la paz, las formas regulares de gobierno, la libertad y las garantías para los nacionales y extranjeros que se ponen bajo su amparo"4.

Nótese la diferencia que marcaban estos ilustrados jefes del liberalismo entre gobiernos anómalos y regulares. El primero, el del Paraguay, sin ataduras a los designios ingleses y extranjeros; los segundos, aquellos que se abrían a los dictados imperiales.

Conforme se acercaba la guerra, las formas y los rodeos iban quedando atrás. En los días en que Paysandú era bombardeada por la escuadra brasileña, aliada con las fuerzas de Venancio Flores, Mitre anunciaba al mundo en su diario el 23 de diciembre de 1864: "Viene ahora el turno del Paraguay"5. ¿Se puede pedir mayor claridad? No, pero Mitre nos la dará. Marcando el paso de la conjura oficial, el 10 de marzo de 1865, escribe: "No duden nuestros lectores que muy pronto sonarán los primeros cañonazos que anuncien al mundo que va a caer el miserable opresor de un pueblo mártir. Los hombres de todos los pueblos de América deben contribuir por todos los medios a su alcance a la caída del déspota opresor de una República hermana. Sigue el 24 de marzo: "Hoy se vuelven las miradas de todos los pueblos del Plata hacia aquella República esclavizada tantos años por el bárbaro poder de los López. Los acontecimientos que van a desarrollarse van a marcar una época en la historia de este continente"6. ¿"República esclavizada" aquella donde cada quien trabajaba su tierra y no debía una libra a ningún país extranjero?

Finalmente, el 3 de febrero, sin sombras de pudor, nuestro justiciero "civilizador" exhorta una alianza militar al Imperio esclavista:

La República Argentina está en el imprescindible deber de formar alianza con Brasil, a fin de derrocar esa abominable dictadura de López y abrir al comercio del mundo esa espléndida y magnífica región que posee a la vez los más variados y preciosos productos de los trópicos y ríos navegables para exportarlos7.

Las cuestiones quedan muy claras. Todo lo demás es hueca retórica para barnizar una política y una guerra de saqueo y exterminio de todo un pueblo.

 

1 Pomer, op. cit., p. 112.

2  Íd., pp. 112-113.

3 Íd., p. 113.

4 Ibíd.

5 Íd., p. 114.

6  Ibíd.


 

 

¿POR QUÉ LA GRAN GUERRA?

 

Montañas de mentiras se han escrito sobre las causas de la guerra contra la Triple Alianza. Diversos autores, absolutamente faltos de seriedad, afirman que la guerra se origina debido a supuestas apetencias expansionistas del Paraguay basadas en delirios monárquicos de Solano López, de quien dicen que sólo pensaba en hacer la guerra para "hacer conocer al Paraguay". Otros historiadores, más equilibrados pero superficiales, reducen las causas a meros problemas diplomáticos sobre límites territoriales.

No es el caso y nos faltaría espacio para polemizar con todas las mentiras, o falsificaciones que se derramaron al analizar -o justificar- la guerra contra el Paraguay. Nos centraremos en apuntar lo siguiente: las raíces del mayor conflicto armado en la historia sudamericana hay que buscarlas en concretos intereses económicos. La guerra es una continuación de la política por otros medios y "la política es la expresión concentrada de la economía'; enseñaba Lenin.

El Paraguay gobernado por Solano López, continuador de Francia y don Carlos, era un peligroso ejemplo que las clases dominantes de la región debían impedir que se propague. El nivel de productividad del país alcanzaba niveles muy altos y auguraba nuevos saltos en su desarrollo económico, social y cultural autónomos. La nación, mediante los avances técnicos que ofrecía la navegación a vapor, tenía la posibilidad de vincularse directamente con Europa. En este sentido, un importante centro comercial y portuario había surgido en Montevideo. Se abrió incluso la perspectiva de utilizar este puerto como una base para las comunicaciones de ultramar, con independencia de Buenos Aires, donde dominaba una oligarquía de latifundistas y comerciantes, mezcla de unitarios y rosistas, que todavía soñaba con la reconstrucción del Virreinato del Río de la Plata bajo su control económico y político. El problema fundamental seguía siendo el mismo: cómo garantizar de una manera definitiva la libre navegación de los ríos hasta el mar8.

La cuestión de fondo es que no se libera a un pueblo impunemente.

El Paraguay estaba evolucionando en forma independiente hacia el capitalismo industrial y para la burguesía monopolista inglesa esto resultaba inaceptable. Los paraguayos, además de productores, se estaban convirtiendo en consumidores de lo que producían, en mercado interno para su propia producción. Para Gran Bretaña, el Paraguay era un punto negro en Sudamérica. La división internacional del trabajo, impuesta por la primera potencia mundial de la época, debía mantenerse a sangre y fuego. El naciente imperialismo cerraba toda posibilidad de desarrollo autónomo de una burguesía nacional.

Desde los tiempos de Rodríguez de Francia, los ojos de Inglaterra habían advertido el "mal ejemplo" paraguayo. Ya en 1827, Mr. Hope, agente inglés de Corrientes, escribía a W Parish, cónsul inglés en Buenos Aires: "Yo supongo, si el tráfico se abriera, cerca de un millón y medio de dólares (i.e. pesos) sería el valor de las manufacturas británicas que pudieran introducirse anualmente allí"9. Se ve que los súbditos de Su Majestad andaban frotándose las manos cuando pensaban en estas ricas tierras.

En el mismo sentido, el comerciante inglés Richard Bannister Hughes escribió en sus memorias: "La apertura de los puertos del Paraguay al comercio exterior es el comienzo de una nueva era en la historia de Sud América, un hecho de trascendental importancia para el mundo entero [...]"10. En 1845, los representantes de los gremios comerciales de Liverpool señalan en la Cámara de los Lores las posibilidades "fantásticas que se les abrirían si se les franquearan los ríos argentinos hasta el Paraguay"11. Ya no son uno o dos individuos, sino toda una corporación de comerciantes. Imaginémonos como esto se acentuó en la década de 1860 con la crisis del algodón, materia prima vital que el Paraguay producía.

En 1862, en plena escasez de algodón, el gobierno inglés envía al Dr. Thomas J. Hutchinson y asume como cónsul en la ciudad argentina de Rosario. Había sido encargado de ex plorar el río Salado en busca de algodón salvaje y encontrar la mejor forma de embarcarlo a Inglaterra. La expedición de Hutchinson al valle del Salado, que además buscaba mano de obra barata para establecer las plantaciones, iría hasta el 10 de marzo de 1863. Este sabueso algodonero escribirá: "[...] aunque el Paraguay está fuera de la República Argentina, sin embargo, como está ligado con ella por el mismo río, puedo hacer notar que algunos cientos de miles de plantas de algodón, según se dice, se están cultivando allí, las que fueron plantadas a consecuencia de un edicto del último presidente López”.  El cultivo de algodón había fracasado en la India e Inglaterra considera el área mencionada "[...] en cuanto a clima, suelo, superficie y tipo de algodón, la mejor y más extensa región del globo entero para el cultivo de esa importante planta [...]': ¿Puede esta misión de Mr. Hutchinson, encargada por el Foreign Office, desvincularse del interés general de Inglaterra por abrir las puertas del Paraguay a sus mercancías y a la libre extracción de materias primas para su industria?12

El secretario de la embajada británica en Buenos Aires, Mr. Gould, decía que:

[...] [En el Paraguay] a pesar de los hábitos industriosos de sus habitantes, grandes recursos naturales sin desarrollar y una fertilidad extraordinaria, su comercio extranjero ha sido siempre muy limitado debido a las dificultades creadas por el gobierno, los monopolios que conservaba, existiendo restricciones de toda clase respecto a la navegación del Paraguay13.

Para Mr. Gould, el único monopolio válido es el inglés. Había que abrir el comercio a las manufacturas británicas. Tal faena, presentada como vital para la "civilización" humana, será encomendada a los cañones y a las bayonetas. El 28 de setiembre de 1862, el ministro norteamericano Washburn escribía a su gobierno desde Asunción: "Hasta donde pude colegir, era casi universal el sentimiento de que sería motivo más afortunado que alguna potencia poderosa enviase aquí una fuerza que obligase a respetar las leyes de la hospitalidad nacional e internacional"14.

Por si aún restan dudas sobre la participación británica en la deflagración de la guerra, demos la palabra al conocido diplomático Edward Thornton, que informa a su cancillería el 6 de septiembre de 1864, poco menos de tres meses antes del inicio de las hostilidades: "Paraguay cierra los ríos a nuestra navegación, no quiere nuestros empréstitos, no se interesa por nuestros tejidos y, lo que es peor aún, la mayoría de los paraguayos ignoran el poderío inglés y están convencidos de que es el país más poderoso del mundo y el más feliz de ellos [...]"15. En el mismo informe a Lord Russell, Thornton continúa su queja: "la gran mayoría del pueblo paraguayo es suficientemente ignorante como para creer que no hay país alguno tan poderoso y feliz como el Paraguay y que este pueblo ha recibido la bendición de tener un presidente digno de toda adoración"16.

Iniciada la guerra, un editorial de periódico inglés The Times publicado en 1865 tras la batalla de Riachuelo, expresa con bastante claridad la posición de la élite británica:

"La Argentina, que está llegando a la prosperidad bajo la dirección de Mitre ( ) Justo cuando el país se está recuperando de sus largas convulsiones internas y recibiendo las ventajas de una ciudad capital, como Bueno Aires, la tranquilidad es disturbada por el joven López, quien considera propio revivir viejos reclamos de territorio argentino y reinforzarlos con un ejército [ ] El desastre de los paraguayos es irreparable [...] Nosotros no podemos imaginar que gente que no viaja afuera, y que difícilmente permite a alguien venir a convivir con ellos, pueda ser muy eficiente en la construcción de los motores y las armas necesarias para la guerra moderna [...] López y su gente deberán ser eventualmente batidos y existirá toda razón para regocijarse ante el evento porque la apertura de los ríos Paraná y Paraguay a la libre navegación y el establecimiento de un sistema más hospitalario serían los resultados más probables. Una política como la que ha sido impuesta por los gobernadores del Paraguay no puede menos que ser derribada por los avances de la civilización y si esta guerra hace su parte en la tarea, entonces, tanto mejor17.

La matanza, como muchas veces en la historia, se hizo bajo la bandera de la "civilización'. Los aliados decían que el objetivo era "llevar la libertad y la civilización" al Paraguay y "acabar con la tiranía de López': Pura fraseología engañosa.

La "libertad" que tanto proclamaban los aliados y el naciente imperialismo inglés no era otra que la libertad para explotar al pueblo y los recursos del Paraguay, largamente ambicionados. Por "civilización" debía entenderse "libre comercio'; léase, libertad absoluta para que capitalistas ingleses traigan mercancías y saquen materias primas a su entero antojo y paladar. La "barbarie" era lo contrario, todo lo que no concordaba con la política de las potencias extranjeras, a empezar por la Inglaterra. "Bárbaro" era aplicar medidas proteccionistas a la economía nacional; incentivar la industria vernácula con capital propio; planificar la producción en base a las necesidades del pueblo; monopolizar el comercio exterior en beneficio de la nación; no contraer empréstitos con los bancos ultramarinos y no tener una burguesía que se arrodille ante las libras esterlinas. "Bárbaro" era el Paraguay por no someterse a los designios imperiales de convertirse en un mero país productor de materias primas y consumidor de productos manufacturados.

Evidente era el contraste de modelos. Mientras los López lo hacían todo mediante el propio esfuerzo de la nación, el presidente argentino Bartolomé Mitre proclamaba en 1861 al inaugurar el ferrocarril del Sud: "Démonos cuenta de este triunfo pacífico, busquemos el nervio motor de estos progresos y veamos cuál es la fuerza inicial que lo pone en movimiento ¿cuál es la fuerza que impulsa este progreso? ¡Señores, es el capital inglés!"18. Este era el problema central. El progreso autónomo paraguayo echaba por tierra todos los postulados sobre el "libre comercio'; la "libre empresa" y el "capital extranjero" que los gobiernos liberales del Plata, alineados detrás de la poderosa isla europea, tanto vociferaban.

Resulta bastante claro que la causa central de la guerra contra la Triple Alianza fueron las apetencias insaciables de la burguesía monopolista inglesa. El objetivo era destruir la estructura económica y política independiente del Paraguay e incorporarlo al mercado mundial como colonia, como productor de materias primas y consumidor de productos manufacturados provenientes del imperialismo y sus metrópolis.

 

7 Ibíd.

8 Creydt, op. cit., p. 101.

9 White, op. cit., p. 180.

10 García Mellid, op. cit. (1963), p. 397.

11 Íd., pp. 394-395.

12 Pomer, op. cit., pp. 163-165.

13 En línea: http://www.lagazeta.tomar/guerradelparaguay.htm  Fecha de descarga: 18 de abril de 2011 a las 13:30 horas.

14     Chiavenato, op. cit., p. 81.

15  Zárate, Jorge: Brasil se niega a mostrar qué se hizo ton los límites con Paraguay después de la guerra. En línea: http://www.ipparaguay.com.py/index.php?id=cmp-noticias&n=1539  fecha de descarga: 16 de marzo de 2011 a las 17:08 horas.

16 Rosa, José María: La Guerra del Paraguay y las Montoneras argentinas. Editorial Punto de Encuentro, Buenos Aires, 2008, p. 132.

17 Herken, op. cit., p. 99.

18 Pomer, op. cit., p. 250.


 

UNA GUERRA DE CONQUISTA Y EXTERMINIO DEL PUEBLO PARAGUAYO

 

Es preciso salir al paso de una de las mayores mentiras de la Triple Alianza. Nos referimos a aquella que afirma que la guerra “no era contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno”. Si acaso fuera posible creer que una guerra puede hacerse sólo contra un gobierno sin afectar al pueblo, y considerando que el resultado fue un genocidio consumado, se refuta totalmente esta afirmación de la propaganda aliada. Pero no sólo los hechos demuestran que el objetivo de la guerra era el exterminio del pueblo guaraní. Existen reveladores ataques de sinceridad de algunos finos caballeros. Conozcámoslos en esta faceta.

Después de la guerra, Mitre declarará:

[... ] Los soldados aliados y, muy particularmente los argentinos, no fueron al Paraguay a derribar una tiranía [...] fueron a vengar una ofensa gratuita, a asegurar su paz interna y externa, así en el presente como en el futuro; reivindicar la libre navegación de los ríos y reconquistar las fronteras de derecho [...] de la misma forma hubiésemos ido si en vez de un gobierno monstruoso y tiránico como el de López, hubiésemos sido insultados por un gobierno liberal y más civilizado19.

Agregará: "[...] no se va matar a tiros a un pueblo, no se va a incendiar sus casas, no se va a regar de sangre su territorio, dando por razón de tal guerra que se va a derribar una tiranía a despecho de sus propios hijos que la sostienen o soportan"20. Cinismo sin nombre. ¿Acaso no había escrito y declarado que "derribar una tiranía" no era la causa de la guerra? La guerra era contra el pueblo paraguayo como un todo, no sólo contra “su gobierno” La meta era la destrucción del Paraguay.

El sinceramiento sigue. El representante diplomático de los Estados Unidos en Paraguay, Charles Washburn, describe las impresiones de E. Thornton, jefe diplomático de Su Majestad en el Río de la Plata, al salir de Asunción:

El Paraguay estaba representado como la Abisinia y López como el rey Teodoro. Un despotismo implantado de este modo, era un obstáculo en el camino de la civilización. Insignificante en sí mismo, el Paraguay podía impedir el desarrollo y progreso de todos sus vecinos. Su existencia era nociva y su extinción como nacionalidad o la caída de la familia reinante debía ser provechosa para su propio pueblo como también para todo el mundo21.

Una vez más se revela que la guerra no era "contra el tirano" sino que perseguía la "extinción como nacionalidad" del Paraguay, es decir, su completo exterminio como nación.

Igual estima por el Paraguay sentía el anteriormente citado diplomático norteamericano Charles Washburn: "Por su torpeza y ceguera junto con otros pecados, el pueblo paraguayo merece el completo exterminio que lo aguarda. El mundo tendrá justo motivo para congratularse cuando no hubiera ni una sola persona que hable el endiablado idioma guaraní"22.

La guerra contra la Triple Alianza fue una guerra de exterminio. Toda la campaña de mentiras y calumnias vertidas por la diplomacia, la prensa y los historiadores que responden hasta hoy a la causa aliada tiene por objeto esconder esta verdad. Ni la mentada "tiranía" de Solano López pudo ni puede justificar el genocidio. Nada ni nadie podrá lavar la eterna vergüenza de los signatarios del Tratado Secreto.

Tal como plantea la interpelación que hiciere Luis A. de Herrera a los vencedores:

¿Acaso la circunstancia de que el Mariscal López fuese un tirano, sanciona las venganzas de la Triple Alianza? ¿Qué correlación entre causa y efecto puede existir entre el desmembramiento del país vencido y el régimen interior del gobierno? ¿Cómo se justifica el saqueo de Asunción? ¿Cómo se hace lucrativo el robo de prisioneros y su venta? ¿Y la deuda colosal impuesta? ¿Y el exterminio lento y tenaz de una raza? ¿Y la negativa de apertura de paz? ¿Y la ocupación arbitraria del territorio por seis años más, sumados a los cinco de guerra? ¿Y el inicuo pacto del botín? ¿Y el despojamiento de media nación? ¿Y su aniquilamiento moral y político?23.

 

 

LA CUÁDRUPLE ALIANZA

 

El 1 de mayo de 1865 se firmó oficialmente el Tratado Secreto de la Triple Alianza. Fecha vergonzosa para las clases dominantes de los países signatarios y para los bribones en Inglaterra. No obstante, el texto estuvo listo casi un año antes. En la actualidad sabemos que los puntos centrales se acordaron el 18 de junio de 1864 en la conferencia de Puntas del Rosario -cuatro meses y doce días antes que el Paraguay declarase la guerra al Brasil y casi diez meses antes que lo hiciera a la Argentina-, lugar donde se reunieron el ministro brasileño José Saraiva, Rufino de Elizalde, canciller argentino, el caudillo oriental Venancio Flores y el infaltable Edward Thornton.

El Tratado Secreto era la sentencia de muerte del Paraguay En él se establece la desmembración de su territorio, la anulación de su soberanía, la repartija del botín proveniente de los saqueos y la prohibición de entablar conversaciones de paz por separado24. Una guerra de aniquilamiento. Formula, además, hipotéticas condiciones de paz que sólo eran posibles con la destrucción del país; como finalmente sucedió.

Con un cinismo a toda prueba, los firmantes del Tratado Secreto proclamaban que "[...] la independencia, soberanía e identidad territorial de la República del Paraguay serán garantidas colectivamente [...] por las Altas Partes Contratantes, por el término de cinco años» 25. Alberdi, jurisconsulto argentino, los refutará diciendo:

[...] los aliados no pretenden ejercer ninguna especie de "protectorado" en el Paraguay; pero ellos se encargan de garantirle su "independencia, su soberanía e integridad territorial" sin que el Paraguay solicite semejante seguridad, ni necesite de ella, pues nadie le amenaza sino sus fiadores y garantes26.

Por si resultara poco, el Tratado establecía que debía ser el Paraguay el que debía correr con la "reparación e indemnización de los daños y perjuicios" causados por la contienda. De nuevo, Alberdi sale al paso y sostiene: "[...] Así, la guerra es hecha `contra el gobierno actual y no contra el pueblo del Paraguay'; pero no es el general López sino el Paraguay quien tendrá que pagar los cien millones de pesos fuertes, que los aliados harían sufragar a ese país, por los gastos y perjuicios de guerra"27.

En la esfera "oficial; el tratado comenzó a discutirse el 20 de abril de 1865, firmándose el 1 de mayo del mismo año. ¿Es posible creer que un tratado de tal magnitud pueda cerrarse en tan sólo 11 días y, debido a las dificultades de comunicación de la época, sin conocimiento del emperador del Brasil?

Todo es una farsa. Joaquín Nabuco, historiador brasileño de la guerra, señala que Mitre recibió al ministro brasileño Octaviano el 20 de abril y el 1 de mayo se firmaba el tratado: “pocas veces se ha realizado tan apresuradamente acto internacional de tal importancia” Jourdán agrega categóricamente: "El tratado ya había sido discutido y aceptado y el ministro E Octaviano de Almeida Rosa llegó para su pronta firma': Ramón Cárcano, historiador argentino, apunta que: "las clausulas ya estaban discutidas y en verdad Octaviano no venía a negociar sino a rubricar algo que ya estaba negociado"28. El mismo diplomático José Antonio Saraiva confesará años después que "Dichas alianzas se realizaron el día en que el Ministro argentino y el brasileño conferenciaron con Flores en Puntas del Rosario -18 de junio de 1864- y no el día en que Octaviano y yo como Ministros del Estado firmamos el pacto"29

La destrucción del Paraguay estaba decidida desde hacía mucho tiempo atrás.

Tan vergonzosa y odiosa era la letra del acuerdo, que sus mismos signatarios resolvieron mantenerlo en el más absoluto secreto "hasta que se consiguiera el fin principal de la guerra'; o sea, la destrucción del Paraguay. Por mucho tiempo el tratado fue ocultado al mundo. Y quizás nunca hubiera visto la luz de no ser por la infidencia de uno de los firmantes, el diplomático uruguayo Carlos de Castro. El texto fue publicado en Londres y desató la airada protesta poco menos que unánime en todo el mundo.

Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú, Chile, EE.UU. y otras naciones protestaron contra la naturaleza rapiñesca del tratado de la "triple infamia". E19 de junio de 1866, el ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Toribio Pacheco, expresa su severa repulsa. La guerra del Paraguay, dice, "es una guerra pura y simplemente de intervención, ante la cual las demás naciones no pueden permanecer como meras espectadoras [...] Hacer del Paraguay una Polonia americana, sería un escándalo que la América no podría presenciar sin cubrirse de vergüenza': Manuel R. García Mansilla, diplomático argentino, escribe a Sarmiento el 12 de enero de 1869: "López, Ud. sabe, contaba con las simpatías de ambas Américas y el pueblo paraguayo con las del mundo". La causa aliada, moralmente, fue condenada. Y las simpatías hacia Paraguay continuaron. Prueba de esto es la declaración del Congreso de Colombia el 27 de julio de 1870, que "admira la resistencia patriótica y heroica opuesta por el pueblo del Paraguay a los aliados"30. La verdad es que el ignominioso pacto no encontraba defensores ni entre los pueblos de las naciones aliadas contra el Paraguay.

Otro motivo político para mantener el Tratado en secreto, era la necesidad de presentar al Paraguay de López como "país agresor': Sin conocer la letra y esencia del Tratado Secreto, todos los hechos pudieron haber indicado que el Paraguay era el agresor. De hecho, fue esa la intención de la telaraña tejida por los aliados y el inglés Thornton. Conociéndolo, sabemos que el tratado no fue un hecho "de respuesta" a las acciones militares paraguayas sino un acontecimiento previo.

 

19      Chiavenato, op. cit., pp. 120-121.

20      Íd., p. 121.

21      Pomer, op. cit., p. 52.

22      Chiavenato, op. cit. p. 148.

23      Íd., p. 122.

27    Íd., p. 75.

28    Pomer, op. cit., pp. 225-226.

29    Rubiani, op. cit., p. 44.


 

EL PARAGUAY ES ARRASTRADO A “LA GUERRA”

 

Nos hemos ya referido a la guerra civil de Venancio Flores que impulsó Mitre y fue ejecutada con la ayuda militar del Brasil. El bombardeo de la escuadra y la ocupación del Uruguay por tropas brasileñas colocaban al Paraguay en la obligación de cumplir con lo pactado en 1850 y salir en defensa del Uruguay. El acceso al río Paraná y, por esta vía al río Paraguay, estaba ahora en manos hostiles al país guaraní y ésta era su única salida ultramarina a través del Río de la Plata.

El imperio del Brasil y la Argentina, con el visto bueno de Thornton, intervinieron abiertamente en asuntos internos del Uruguay. Propiciaron el derrocamiento de un gobierno legítimo para implantar al caudillo Flores y atacaron militarmente a los orientales. La escuadra brasileña que bombardeaba Paysandú se abastecía en Buenos Aires a plena luz del día. Todos los tratados que decían garantizar la independencia uruguaya y la no injerencia en sus asuntos internos habían sido violados por las élites brasileñas y argentinas.

Tras varias advertencias, el 12 de noviembre de 1864, López ordena la captura del buque brasileño Marqués de Olinda en Asunción. El 14 de diciembre de 1864, el Paraguay se vio obligado a romper relaciones y a declarar la guerra al imperio del Brasil. De inmediato inició operaciones ofensivas y despachó la primera expedición de soldados paraguayos rumbo al Mato Grosso. Negros nubarrones se cernían sobre la República. Comenzaba la mayor matanza-que jamás se diera en suelo sudamericano. Solano López despide a sus tropas proclamando:

Soldados: Mis esfuerzos para el mantenimiento de la paz han sido estériles. El Imperio del Brasil, poco conocedor de vuestro valor y entusiasmo, os provoca a la guerra: la honra, la dignidad nacional y la conservación de los más caros derechos nos mandan aceptarla. En recompensa de vuestra lealtad y largos servicios he fijado la atención en vosotros, eligiéndolos entre las numerosas legiones que forman el ejercito de la República, para que seáis los primeros en dar una prueba de la pujanza de nuestras armas, recogiendo el primer laurel que debemos agregar a aquellos que nuestros mayores pusieron en la corona de la patria en las memorables jornadas de Paraguarí y Tacuarí. Vuestra subordinación y disciplina y vuestra constancia en las faltas me responden de vuestra bravura y del lustre de las armas que a vuestro valor confío. Soldados y Marinos: Llevad ese mismo voto de confianza a vuestros compañeros que en nuestras fronteras del norte han de unirse a vosotros y marchad serenos hacia el campo del honor y recogiendo gloria para la patria y honra para vosotros y vuestros compañeros de armas, mostrad al mundo entero cuánto vale el soldado paraguayo.31

Lo demostrarán sobradamente.

Posteriormente, el 5 de marzo de 1865, el presidente Solano López explica al Congreso Extraordinario:

Los motivos de la ruptura de nuestras relaciones con el Imperio del Brasil y el estado poco cordial en que han quedado con el gabinete argentino, son los sangrientos acontecimientos que hoy enlutan la República Oriental del Uruguay y que amenazan dislocar el equilibrio del Río de la Plata.

Estas dos potencias garantes de la independencia de aquel Estado, son las que hoy la atacan, y el Brasil, que en 1850, en un tratado solemne, sostenía con nosotros la necesidad del statu quo de las nacionalidades de esta parte de América y especialmente la autonomía del Estado Oriental, se alía al partido rebelde que, lanzado de la capital argentina y con los auxilios de un comité revolucionario, públicamente establecido allí, asola la riqueza nacional y ensangrienta el suelo patrio32.

El mismo Congreso, el día 7 de marzo, lo nombra Mariscal y le establece un sueldo de 60.000 pesos, lo cual rechaza debido a los "crecidos gastos generales que el erario tiene que hacer frente"33.

Francisco Doratioto, historiador brasileño y autor de una obra que intenta reforzar la historia escrita por los vencedores, afirma que "hay que recordar que Solano López fue el agresor, el que invadió a los vecinos, no sucedió al revés" 34. Quienes esgrimen este argumento, conscientemente "olvidan" que quienes violentaron primero la soberanía uruguaya, un pueblo amigo del Paraguay, fueron el Imperio del Brasil y la Argentina. La agresión al Uruguay se realizó con el objetivo de generar el casus belli que detone la guerra contra los paraguayos.

López solicita por nota, el 14 de enero de 1865, permiso al gobierno argentino para atravesar con su ejercito la provincia de Corrientes e ir en defensa del Uruguay; recordándole que en 1855 había concedido igual permiso a una poderosa expedición brasileña contra el Paraguay. Mitre lo niega alegando ¡qué cinismo! una supuesta "neutralidad': Mientras los acorazados brasileños que atacaban la soberanía uruguaya se abastecían en el puerto de Buenos Aires.

Frente a esta situación, sin otra salida, López convoca al Congreso y el 18 de marzo de 1865 declara la guerra al gobierno argentino. La nota de comunicación oficial fue llevada el 29 de marzo de 1865 por el Tte. Cipriano Ayala. Mitre no se dio por notificado y ocultó la declaración formal de guerra al conocimiento público. Estaba aguardando el pretexto para sellar la alianza militar con el Brasil en contra del Paraguay. Hasta el propio Thornton informó a su gobierno el 12 de abril de 1865: "Desde el mediodía del 8 del corriente, ha circulado el rumor en esta ciudad de que el gobierno paraguayo, había declarado la guerra a la República Argentina. Esta noticia derivó del hecho de que ese día llegó a Asunción un mensajero para el agente paraguayo en ésta [...]"35.

Es así que, el 14 de abril de 1865, tropas paraguayas ingresan a Corrientes. Era la oportunidad de Mitre, que agita la idea de que no hubo declaración oficial de guerra y que el Paraguay era un agresor a mansalva.

Don Bartolomé que, recordemos, había calificado a López como "el Leopoldo de estas regiones" ahora lo llama el "Aula de América'; "la última vergüenza del continente" y habla "de los paraguayos libres que gimen bajo un tirano".

El 1 de mayo de 1865, fecha de la firma del Tratado Secreto, Mitre dice en su mensaje al Congreso en Buenos Aires: "Esta fecha quedará consignada a la altura de mayo: 1865; iniciación de la política expansionista del pensamiento argentino [...] la República entra en la labor de establecer las afinidades de la civilización en las regiones bárbaras de Sud América"36. Más tarde, siempre con aires solemnes, dirá: "Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña a recibir la merecida ovación que el pueblo les consagre, podrá ver el comercio inscriptas en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado para mayor gloria y felicidad de los hombres"37.

El mundo será espectador de un atroz y fríamente calculado genocidio contra un pueblo que resistiría estoicamente defendiendo su revolución hasta ser exterminado. El historiador José María Rosa sintetiza con claridad la sucesión de hechos relevantes a nivel regional que desembocaron en la mayor masacre que vio la América del Sur:

La guerra del Paraguay fue un epílogo. El final de un drama cuyo primer acto está en Caseros el año 1852, el segundo en Cépeda el 59 con sus ribetes de comedia por el pacto de San José de Flores el 11 de noviembre de ese año, el tercero en Pavón en 1861 y las "expediciones punitivas" al interior, el cuarto en la invasión brasileña y mitrista al Estado Oriental con la epopeya de la heroica Paysandú, y el quinto y desenlace en la larga agonía de Paraguay entre 1865 y 1870 y la guerra de montoneras en la Argentina de 1866 a1 6838.

 

30     Pomer, op. cit., p. 226-227.

31     Cristaldo Domínguez, op. cit., p. 80.

32     Pomer, op. cit., pp. 108-109.

33       Cristaldo Domínguez, op. cit., p. 82.

34 En línea: http://www.lanacion.com.ar/976408-francisco-dora_tinto-no-fuimos-víctimas-delimperialismo  Fecha de descarga: 18 de abril de 2011 a las 17:28 horas.

35       Rosa, op. cit., p. 189.

 


UN PUEBLO LEVANTADO EN ARMAS

 

No es motivo de este trabajo hacer una reseña cronológica ni detallada de las acciones militares durante los más de cinco años que duró la Guerra de la Triple Alianza contra él Paraguay Sólo nos detendremos en algunos aspectos importantes para dimensionar lo que significó aquella grandiosa epopeya protagonizada por todo un pueblo que resistió a los invasores hasta su devastación.

La guerra contra el Paraguay fue un enfrentamiento entre dos modelos de desarrollo económico y social. Un choque violento entre dos sistemas contrapuestos. Fue un conflicto bélico, de contenido, entre la principal potencia industrial y colonialista de la época y un pequeño Estado independiente latinoamericano.

El Paraguay se convirtió en “un David contra tres Goliats”. El ejército aliado disponía de unos 55.000 hombres para la invasión. Sumados los de la reserva, totalizaban unos 70.000 efectivos. La infantería disponía de modernos fusiles rayados de retrocarga con sistemas Witons y Minié. La poderosa artillería en tierra se componía de cañones de ánima rayada y calibres de 6 a 15 centímetros. Las fuerzas navales argentinas disponían de un centenar de barcos armados y transportes. El imperio del Brasil, por su parte, poseía la más poderosa escuadra en América después de los Estados Unidos. Al mando del Almirante Tamandaré estaban 17 acorazados de acero y anillados con 103 cañones de los más poderosos calibres conocidos en la época, cinco monitores y una flota de barcos de madera de distintos tonelajes. Todo esto sin contar las incontrastables ventajas logísticas de aprovisionamiento y reposición de material bélico y tropas a través de ultramar, los créditos siempre disponibles y un Estado Mayor compuesto de mariscales, barones, condes y generales de suma experiencia guerrera y formados en la mejores academias militares del mundo.

El Paraguay, en contraste, disponía de poco más de 25.000 hombres para la defensa. Su infantería usaba vetustos fusiles de chispa. Los cañones eran más propios de un museo que de una campaña militar acorde las circunstancias. Entre una de las piezas capturadas en Curuzú, comenta el historiador uruguayo Eduardo Acevedo, se llegó a encontrar un cañón que tenía grabados el nombre de Felipe IV y el año 166439. Para el combate naval, el Paraguay no contaba con ningún barco capaz de hacer frente a la moderna flota naval aliada. La flota de López estaba compuesta por 15 barcos mercantes, todos con cascos de madera y con sus máquinas por sobre el nivel del agua, que fueron anillados presurosamente para la contienda. Sólo se disponía de un barco de guerra, el Tacuary. Toda esta flota quedó destruida en una sola batalla apenas iniciada la guerra, la de Riachuelo, el 11 de junio de 1865.

Es aquí que se demostrarán los reflejos concretos de las respectivas estructuras económicas y sociales de los países beligerantes en el desarrollo del conflicto. Lejos de estar "en tres meses en Asunción'; como fanfarroneaba Mitre al inicio de las hostilidades, cinco largos años le costó a los ejércitos de tres naciones -financiadas y equipadas, como se vio, con el mejor armamento y flota militar en esos años- acabar con la feroz resistencia de un pueblo que luchaba por su revolución, por sus conquistas económicas, sociales y culturales.

La prolongación de la guerra, estando el Paraguay completamente bloqueado, se explica solamente por los progresos acumulados de la estructura económica autónoma de la nación, que fabricaba sus propias armas y autoabastecía a sus ejércitos. La base industrial, sobre todo el avance en materia siderúrgica que había construido el país, permitió que los paraguayos fabriquen sus propios cañones, balas, bayonetas, lanzas y pólvora. La estructura agraria, casi sin latifundistas, posibilitó el abastecimiento de carne y alimentos para la tropa.

Es preciso resaltar que el Paraguay comenzó y terminó la guerra sin recibir una sola libra esterlina como empréstito de ningún país. Fue invadido y enfrentó a tres ejércitos y aun así se mantuvo como el único de Sudamérica sin tener deuda externa.

Pese a las increíbles demostraciones favorables de su organización económica, la muerte del Paraguay soberano estaba sentenciada. Sin embargo, antes de morir, su pueblo iba a dar al mundo una de las más gloriosas y trágicas muestras de heroísmo y entrega completa a una causa.

El ejército del Paraguay era todo el pueblo levantado en armas. Como herencia de la dictadura revolucionaria de Francia, cada colono de las "Estancias de la Patria" o habitante de sus propias tierras, disponía de cuatro caballos, armas propias y debía estar siempre listo para el combate. Con ardiente voluntad revolucionaria, más dura que el acero de los acorazados enemigos y más poderosa que sus cañones, hombres, mujeres, niños y ancianos se aprestaron a la defensa de su independencia, en la inteligencia de que una patria sometida a los dictados de sus “civilizadores” sería en verdad la peor de las tiranías.

Observadores europeos afirmaron que el nivel cultural de los soldados rasos paraguayos era muy superior al de los aliados. Era común, por ejemplo, que cada paraguayo tenga cuatro o cinco profesiones. Un solo paraguayo podía ser carpintero, zapatero, sastre o mecánico. La aplastante mayoría de la tropa sabía leer y escribir y esto se demostró rápidamente como una ventaja militar sobre los aliados. En el frente, los propios soldados editaban boletines y periódicos donde se informaban y satirizaban al enemigo, manteniendo fuerte su moral combatiente. Estos periódicos eran "El Cabichu’í" (el abejorro), "El Centinela" y “Cacique Lambaré”; este último escrito totalmente en guaraní.

La mayoría de los oficiales paraguayos salieron de la tropa, pues no existían academias militares y las jerarquías castrenses de acuerdo con la clase social eran mínimas, en comparación con los ejércitos argentino y brasileño. Si algún joven rico se enlistaba en el ejército paraguayo, por lo general, debía comenzar siendo soldado raso y andar descalzo como todos los demás. La disciplina era sólida, casi espartana, y se sustentaba en una inmensa cohesión moral.

El valor, el arrojo, la bravura y el heroísmo, inherentes a cualquier conflicto armado, era acrecentado en el soldado paraguayo por el hecho de estar defendiendo su libertad, su nivel de vida, sus conquistas sociales y económicas acumuladas durante décadas. El pueblo paraguayo se sacrificaba defendiendo sus tierras, su ganado, sus viviendas, su acceso casi integral al sistema educativo. Los paraguayos no se rendían. No les intimidaba la incomparable y aplastante superioridad material de los poderosos ejércitos invasores de su suelo. De todos los rincones, hombres, mujeres, niños y ancianos iban completando los diezmados batallones para así continuar con la defensa del país. Impávidos ante el peligro y la muerte, el ejército paraguayo pudo triunfar en una proporción de 1 contra 3 (Humaitá); 1 contra 4 (Curupayty); 1 contra 5 (Itá Ybaté); 1 contra 6 (Bolas cuá); 1 contra 7 (Boquerón o Sauce); 1 contra 11 (Corrales).

Pocas veces en la historia se ha visto tal desproporción y, al mismo tiempo, tal sacrificio. Cuando casi toda la población masculina adulta había sido casi exterminada, la defensa del país fue asumida por los adolescentes y hasta por los niños. Como ejemplo de la extrema crueldad ocasionada por la guerra, nos remitimos al 16 de agosto de 1869, fecha de la batalla de Acosta Ñu, donde unos 3.500 niños de entre 6 y 14 años enfrentaron a más 20.000 soldados brasileños. Esta trágica página de nuestra historia americana, es relatada por Chiavenato de esta forma:

Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en la selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas empuñaron las lanzas y llegaron a comandar un grupo de niños en la resistencia. Finalmente, después de un día de lucha, los paraguayos fueron derrotados40

Cuando terminó la batalla, el Conde D'Eu, príncipe de Orleans y yerno del emperador Pedro II, ordenó incendiar el campo de batalla con todos los heridos y madres que iban a recoger los cuerpos de sus hijos. Estos eran los crímenes de guerra cometidos por los "civilizadores" del Paraguay, entre los que se contaban además el degüello de prisioneros o su venta como esclavos a las capitales de la Alianza, el envenenamiento de cauces hídricos con cadáveres coléricos, el incendio de hospitales de sangre.

La defensa de la plaza de Piribebuy nos puede dar otra idea de la entrega y el sacrificio de aquel pueblo que con los dientes defendía su soberanía. Relatemos este episodio de la epopeya guaraní, que se inicia el 12 de agosto de 1869. Contra 1.600 almas hambrientas y dirigidas por 4 humildes oficiales, el Conde lanzó más de 20.000 soldados altamente equipados. Eran 40 cañones rayados contra 12 piezas ligeras paraguayas, todas estas fundidas en Ybycuí. Tras rechazar varios ataques y cargando sus cañones con cocos, pedazos de vidrio, restos de fusiles y trozos de bayonetas, los paraguayos fueron reducidos a la ínfima porción. Ya no había soldados ni municiones. Fue vana la intimación que los invasores hicieron al comandante paraguayo Pablo Caballero, que respondió: "estamos aquí para pelear, para morir, si es necesario, nunca para entregarnos [...]". Dejemos que Juan E. O'Leary nos relate el final de esta inmolación:

[...] El drama parecía terminar. Más, aún quedaba algo por hacer. Todos habían sucumbido o estaban desarmados por la fatiga, desarmados, inermes. Todos ¡no! Aún quedaban en pie algunos centenares de madres, que habían presenciado la agonía gloriosa de sus hijos. Quedaban ellas para consumar el sacrificio, para rubricar con su sangre aquella página de romántico heroísmo.

Y las mujeres corrieron a las trincheras, a pelear y a morir. ¿Armas? ¡Para qué si eran inútiles! Se trataba de morir, y, para esto, sobraba con las armas enemigas.

Los cañones habían acallado, ya no crepitaba la fusilería. Los brasileños trepaban victoriosos sobre nuestras trincheras. Brillaban al sol sus agudas bayonetas. ¡Creían todo terminado!

Un grito, un largo grito de rabia y desesperación, un grito clamoroso saludó a los primeros imperiales que asomaron dentro de nuestras posiciones. Y a este grito que pareció surgir del fondo de la tierra, siguió una descarga de botellas vacías y nube de arena, que cegó a los asaltantes.

¡Eran las mujeres de Piribebuy!

Acumuladas en el foso de las trincheras, confundidas entre los muertos, no habían sido advertidas por el enemigo. Y ahora se alzaban, para tratar de caer al lado de los que habían amado en la vida, para acompañarles en la postrera jornada de lo desconocido.

Armadas de botellas vacías, de pedazos de vidrio, de sus uñas y de sus dientes, se abalanzaron sobre los enemigos. Y las botellas se rompían en los negros cráneos y los vidrios rasgaban las mejillas y los dientes arrancaban pedazos de carne, y las uñas hacían saltar los ojos.

Los soldados de tres naciones, los soldados hartos de la Triple Alianza, no sabían cómo librarse de la furia de aquellas escuálidas mujeres.

Sus bayonetas y sus espadas eran impotentes en medio de semejantes enemigos.

Aturdidos por la arena que les arrojaban a la cara, daban golpes de ciego, mientras las heroínas de Piribebuy empurpuraban sus manos tratando de vengar a los que allí mismo habían caído, a los que parecían seguir los episodios de aquella lucha, tendidos en el suelo, en la actitud airada en que les sorprendió la muerte, abiertos los ojos, todavía iracundos. ¡Y crispadas las manos por la desesperación!

¡Escena de Zaragoza!; exclama un historiador brasileño, que no puede menos que sentir la épica belleza de este cuadro. ¡Sí, escena fue aquella digna de figurar al lado de las más estupendas de la historia!

Escena que quizás no se vio ni en Zaragoza ni en ninguna otra parte, en ningún tiempo ¡jamás! [...]

¿Cómo terminó aquel duelo [...]?

Las heroínas de Piribebuy fueron casi todas exterminadas. Las que sobrevivieron fueron llevadas ante el serenísimo Príncipe, para presenciar después el sacrificio de sus compañeros, el degüello de los heridos, el incendio del hospital repleto de enfermos [...]

La mujer del Comandante Caballero fue obligada a contemplar el martirio de su esposo, quien no queriendo rendirse fue atado de pies y manos a las ruedas de los cañones, ¡suspendido así en el aire y luego degollado!

Y esta sí que fue una escena que no se vio ni en Zaragoza, digna de los tiempos de barbarie en que los rudos conquistadores hacían algo parecido con el infortunado Tupac Amarú41.

En defensa de la revolución ¡cuándo no! las mujeres cumplían un papel de primer orden. Desde el inicio de la guerra les correspondió sostener la economía y el aprovisionamiento del ejército. Cuando la movilización militar se hizo general y conforme pasaban los años las edades aptas de los varones iban bajando de 18 a 16, de 16 a 14 y de 14 a 12, fueron las mujeres paraguayas las que labraron la tierra durante 14 a 16 horas por día y organizándose en cuadrillas con disciplina militar bajo el mando de una sargenta, garantizando la confección y provisión de vestuario, actuando como agentes de enlace desde los lejanos pueblos hasta los cuarteles. Aquellas que acompañaron a sus parejas e hijos en el frente, pronto fueron asignadas a tareas como asistencia a los heridos, cocina, limpieza de los campamentos y, con el tiempo, la logística y transporte de armamentos42. En los últimos meses de la guerra, como demuestra el caso de Piribebuy entraron directamente en combate con las fuerzas aliadas.

Las pruebas del heroísmo paraguayo abundan. Hasta aquí esto podría parecer una simple exaltación "patriótica" al "valor" de un ejército. La cuestión es que el sacrificio paraguayo fue reconocido hasta por sus más enconados enemigos. Existe una prueba de esto que es incontestable y fue escrita por un personaje que muy difícilmente podría ser catalogado de amigo del Paraguay. Hablamos del Marqués de Caxias, jefe supremo de los ejércitos aliados durante la guerra.

Transcribimos parcialmente el texto de un folleto, escrito por Caxias el 18 de noviembre de 1867 y que lleva el título de: "Despacho privado del Marqués de Caxias, Mariscal del ejército en la guerra contra el Gobierno del Paraguay, a Su Majestad El Emperador del Brasil, don Pedro II': Dice la carta privada:

Todos los encuentros, todos los asaltos, todos los combatientes habidos desde el Coímbra a Tuyutí, muestran, y sostienen de una manera incontestable que los soldados Paraguayos son caracterizados de una bravura, de un arrojo, de una intrepidez, y una valentía que raya a ferocidad sin ejemplo en la historia del mundo.

[...] Su disciplina proverbial de morir antes que rendirse y de morir antes de hacer [sic] prisioneros porque no tenían orden de su jefe, aumentado por la moral adquirida, sensible es decirlo pero es la verdad, en las victorias, lo que viene a formar un conjunto que constituye a éstos soldados, en soldados extraordinarios invencibles, sobrehumanos.

López tiene también el don sobrenatural de magnetizar a sus soldados, infundiéndoles un espíritu que no puede apreciarse bastantemente con la palabra; el caso es que se vuelven extraordinarios, lejos de temer el peligro lo acometen con un arrojo sorprendente; lejos de economizar su vida, parece que buscan con frenético interés la ocasión de sacrificarla heroicamente, y de venderla por otra vida o por muchas vidas de sus enemigos [...]

El número de soldados de López, es incalculable, todo cálculo a ese respecto es falible, porque todo cálculo ha fallado [...]

Vuestra Majestad, tuvo por bien encargarme muy especialmente el empleo del oro, para acompañado del sitio allanar la campaña del Paraguay, que venía haciéndose demasiado larga y plagada de sacrificios, y aparentemente imposible por la acción de las armas; pero el oro, Majestad, es materia inerte contra el fanatismo patrio de los Paraguayos desde que están bajo la mirada fascinadora y el espíritu magnetizador de López [...]

Soldados, o simples ciudadanos, mujeres y niños, el Paraguay todo cuanto es él son una misma cosa, una sola cosa, un solo ser moral indisoluble [...]

¿Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos precisaremos para terminar la guerra es decir para convertir en humo y polvo toda la población Paraguaya, para matar al feto del vientre de la mujer? [...]43

A la paz con López, la paz, Imperial Majestad, es el único medio salvador que nos resta. López es invencible, López lo puede todo; sin la paz, Majestad, todo estará perdido, y antes de presenciar ese cataclismo funesto, estando yo al frente de los ejércitos imperiales, suplico a V Majestad la  especialísima gracia de otorgarme mi dimisión del honroso puesto que V Majestad me tiene confiado44

Las palabras de Caxias son elocuentes. Su condición de jefe máximo de las fuerzas armadas de la alianza da aún más realce a su valoración de la bravura del pueblo paraguayo.

En el mismo tenor, otro alto jefe aliado, el general argentino José Ignacio Garmendia, hace una descripción del temple paraguayo en combate:

Ahora atacaba la caballería paraguaya. Pintoresco espectáculo representaban aquellos bravos enemigos vestidos con camisetas rojas y chiripás morteros, jineteando a la criolla en rústicos aperos; colgados del sudado cuello, flameaba al viento de la carrera el grande y sucio escapulario.

Hombres de gran porte, con la tez color cobre y la mirada feroz y aguardentosa; el pesado morrión de cuero tirado hacia atrás, sujeto por la nuez; el brazo musculoso levantado, blandiendo el afilado sable curvo, sacudiendo con entusiasmo sus estandartes embarrados y laureados de agujeros gloriosos; las delgadas piernas, nerviosas y desnudas, oprimiendo los flancos de los potros recién domados, que desenfrenadamente se arrojaban sobre nuestros soldados.

No se oía sino la voz animosa de sus oficiales gritándoles en guaraní que no vacilaran, y el repicar de aquellas enormes espuelas nazarenas que sangraban los costados de sus torpes redomones. Veloces como el rayo embestían, sucediéndose los unos a los otros, rodando en sangrientas caídas, levantando nubes de agua de los esteros por donde pasaban inmensos en sus escuadrones, pero una disciplina sobrehumana cerraba aquellos horribles claros con una rapidez digna de loor45.

Ramón Cárcano, historiador argentino, también describe el sacrificio paraguayo en las postrimerías de la guerra con estas palabras:

En aquellos días solamente mueren paraguayos. Pelean sin armas, se alimentan de frutos silvestres, exhaustos y moribundos, nunca se rinden. Si caen prisioneros y logran escaparse, vuelven a combatir. La persecución no deja tiempo para abrir sepulcros. La abnegación es absoluta delante de la muerte. Individual o colectivo, el sacrificio es anónimo, no tiene nombre ni recompensa. Parece que todos quisieran morir. El heroísmo culmina en la gloria de la propia conciencia46.

Difícilmente, como afirman los escribas de aquella vergonzosa alianza, un pueblo hubiese combatido como lo hizo el pueblo paraguayo sólo por "temor" a López. ¿Por qué el combatiente paraguayo peleaba hasta morir? ¿Por qué aquellos prisioneros evadidos no se quedaron al abrigo de los "civilizadores" si el látigo del tirano ya no podía alcanzarlos? ¿Por qué volvían a los campamentos a pelear por su bandera?

Para entender esta cuestión es fundamental, sin negar por supuesto las acciones heroicas de los soldados aliados, inherentes estas a toda guerra, señalar las diferencias en la composición y la moral de los ejércitos en pugna.

En el ejército de Brasil sólo los nobles podían ocupar la oficialidad. La tropa estaba compuesta por esclavos o libemos que eran traídos a la fuerza de lejanas zonas o directamente de África. Por cada blanco había 45 negros. Sin duda, a un ejército de estas características, mucho espíritu de combate no se le podía pedir. La razón es hasta sencilla ¿Por qué razón los negros debían ir a morir en una guerra que no la sentían como suya sino de sus amos explotadores y opresores?

El caso del ejército argentino no es diferente. La guerra contra el Paraguay causó una repulsa generalizada en el pueblo argentino. Sabían que era una empresa planificada y ejecutada por la odiosa burguesía porteña. La mayoría de los argentinos de las provincias no sentían la guerra como suya. No querían ir a matar paraguayos, a quienes  estimaban como  pueblo amigo. Esto no era cobardía. Bien se anotaba la mayoría de los argentinos para ir a la guerra contra los porteños o los imperiales. En el caso de ir contra los paraguayos fue distinto. No importaba la paga ofrecida ni el prestigio de los caudillos, como Urquiza, a la hora de reunir ejércitos contra los paraguayos. El reclutamiento fue forzoso. Los "voluntarios" contra el Paraguay iban "engrillados" y atados "codo a codo". Tanto es así que obra en los archivos una factura pagada a un herrero por "doscientos grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay': Durante los cinco años que duró la guerra estallaron 85 “revoluciones” 27 sublevaciones de tropas y 43 sublevaciones de cuerpos militares por falta de pago. La represión a estos motines costó alrededor de 4 millones de libras47 y el propio Mitre tuvo que retirarse del campo de operaciones para ir a contener los problemas en su retaguardia.

El paraguayo, al contrario, luchaba por defender "lo suyo'; su nación, su soberanía. Esta era la gran diferencia con la Triple Alianza y lo que los convertía, al decir de Caxias, en "soldados extraordinarios, invencibles, sobrehumanos". En palabras de Juan B. Alberdi.

El ejército paraguayo es numeroso relativamente al pueblo porque no se distingue del pueblo. Todo ciudadano es soldado, y como no hay un ciudadano que no sea propietario de un terreno por él y su familia, cada soldado defiende su propio interés y el bienestar de su familia, en la defensa que hace de su país [...] El ejército del Paraguay es numeroso relativamente al del Brasil, porque se compone de ciudadanos, no de aventureros, de esclavos y de hombres venales: esos ciudadanos son libres en el mejor sentido en cuanto viven de sus medios, no del Estado, en que tienen un pedazo de tierra, un techo, una familia y deben a su trabajo el sustento de sus vidas; ese hombre y señor de sí mismo, es decir, libre en el mejor de los sentidos. Diez libertades de palabra no valen una libertad de acción y sólo es libre, en realidad, el que vive de lo que es suyo. Todo soldado paraguayo sabe leer y es raro el que no sabe escribir y contar. Esa condición no es la del esclavo en ningún país moderno y si la lectura preparase al servilismo, los países libres no la propagarían en el pueblo como elemento de libertad48.

 

36  En línea: http://www.lagazeta.tomar/guerradelparaguay.htm  Fecha de descarga: 18 de abril de 2011 a las 17:00 horas.

37  En línea: http://www.lagazeta.com.ar/tuyu-cue.htm  Fecha de descarga: 15 de abril de 2011 a las 09:00 horas.

38 Rosa, op. cit., p. 11.

39 Rubiani, op. cit., p. 25.

40 Chiavenato, op. cit., p. 179.

41 O'Leary, Juan E.: El libro de los héroes. Ediciones Servilibro. Asunción, 2007, pp. 115-117.

42 Barreto Valinotti, op. cit., p. 49.

43 Pomer, op. cit., pp. 230-231.     

44 Castagnino, op. cit., p. 522.

45 Rubiani, op. cit., p. 27.

46    Íd., p. 197.


 

EL FIN DE LA GRANDIOSA REVOLUCIÓN

 

Llegamos al l de Marzo de 1870. Tras una agónica retirada se establece el campamento paraguayo en Cerro Corá. Hasta tan alejado e inhóspito punto de la República habían llegado los restos de todo un pueblo levantado en armas para defender su independencia, dignidad y soberanía.

No eran más de 400 los hombres, mujeres, niños y ancianos que, aún enfermos, heridos y hambrientos, se reportaron "prestos para el combate" en la última revista realizada por el Mariscal Francisco Solano López. Una fuerza de más de 15.000 hombres bien armados, al mando del General brasileño Correa da Cámara, se aproximaba al reducto defendido por los paraguayos. El coronel Juan Nunez da Silva Tavares, en 1880, reveló que "antes del combate de Cerro Corá, el general Cámara había ofrecido 100 libras esterlinas al que matase al Mariscal López Carrillo49. La copa estaba servida, era preciso beberla.

Tras una "batalla" que no duró más de 15 minutos, los últimos defensores del suelo paraguayo fueron masacrados. Solano López, conductor inquebrantable de la resistencia nacional, inscribía su nombre en la gloriosa historia de la lucha por la independencia total de los pueblos. Desde los primeros campamentos en Cerro León, la consigna que guió a cada soldado paraguayo había sido la de vencer o morir. Cinco largos años de penurias e insufribles sacrificios habían pasado. Cientos de miles de anónimos héroes dormían el eterno sueño en los campos de batalla de la patria invadida. No iba ser ésta la excepción y Francisco Solano López Carrillo no rehuiría aquel supremo deber. Decidió pelear hasta el fin, decidió inmolarse con su pueblo y "morir por su patria".

Con el asesinato del mariscal terminaba la Guerra de la Triple Alianza y llegaba a su fin la primera revolución radical de América Latina.

47   Pomer, op. cit., pp. Z46-Z47.

48   Chiavenato, op. cit., pp. 128-129.

49   Cristaldo Domínguez, op. cit., p. 95.




CAPÍTULO VIII

LECCIONES DEL PASADO PARA LAS TRANSFORMACIONES DEL PRESENTE

 

«Los problemas centrales de los países coloniales y semi-coloniales son: la revolución agraria [...] y la independencia nacional, es decir, el sacudimiento del yugo imperialista. Estas dos tareas están estrechamente ligadas la una a la otra».

LEÓN TROTSKY, 1938

 

Marx escribía: "los hombres moldean su propia historia, pero no lo hacen libremente, influidos por condiciones que ellos han elegido, sino bajo las circunstancias con que tropiezan inexorablemente, que están aquí, transmitidas por el pasado. La herencia de todas las generaciones muertas acosa la mente de los vivos como una pesadilla"1. En efecto, la Guerra contra la Triple Alianza, fatal colofón de una de las más grandiosas revoluciones de independencia en América, sigue siendo una "pesadilla" no superada.

¿Qué lecciones de este pasado son válidas para entender y transformar nuestra realidad presente? ¿Cuáles son las tareas y alianzas que se imponen para recuperar nuestra independencia absoluta? ¿Qué tareas de la primera independencia debemos retomar para conquistar una segunda y definitiva?

El camino a estas respuestas deberá recorrerlo el lector. No obstante, permítasenos apuntar algunas conclusiones considerando los pasajes de la historia que hemos estudiado.


 

LA PRIMERA INDEPENDENCIA A LA LUZ DE LA HISTORIA

 

El proyecto independiente de la incipiente burguesía nacional paraguaya fue destruido porque no era compatible con la profunda transformación que el sistema capitalista mundial comenzó a manifestar desde mediados del siglo XIX. El capitalismo, otrora en ascenso y con carácter revolucionario, iniciaba su proceso de degeneración y entraba en su fase imperialista, acentuando así sus rasgos más parasitarios, monopolistas y exportador de capitales. Este proceso terminaría cristalizándose recién en 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Lenin analiza este asunto en el prólogo a las ediciones francesa y alemana de su famosa obra sobre el imperialismo en 1920:

[...] la propiedad privada fundada en el trabajo del pequeño propietario, la libre concurrencia, la democracia, todas esas consignas por medio de las cuales los capitalistas y su prensa engañan a los obreros y a los campesinos, pertenecen a un pasado lejano.

El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países avanzados. Este botín se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), que, por el reparto de su botín, arrastran a la guerra a todo el mundo2.

El modelo económico-social autónomo que desarrolló el Paraguay, desde 1813 hasta 1870, fue producto de la revolución burguesa más radical y profunda de Sudamérica. Como en ningún otro país de la antigua América española, en el Paraguay se conquistó una independencia política y se realizó una radical reforma agraria. Como en ninguna otra ex colonia española, en la joven República se impuso el control casi absoluto del comercio exterior. Esto fue producto de una serie de factores internos y externos. Gaspar Rodríguez de Francia, cuya figura política debe ser reivindicada como la de un cabal revolucionario en su tiempo, fue empujado a ir más allá en su ruptura con las poderosas metrópolis europeas y con la oligarquía portuaria de Buenos Aires debido a los incesantes ataques a la independencia paraguaya.

La razón fundamental fue la ligazón económica estrecha de las élites criollas locales con España y los porteños. Como consecuente nacionalista, a cada acción que socavaba o ponía en peligro la frágil emancipación paraguaya, Francia iba rompiendo lazos. Debido al perverso bloqueo económico de Buenos Aires, para doblegar a la "provincia rebelde'; Rodríguez de Francia se vio también obligado a impulsar cambios radicales en la estructura económica paraguaya. En consecuencia, tuvo que apoyarse en la población más pobre, en los chacreros y pequeños artesanos, en aquella pequeña burguesía que poco 0 nada tenía que perder con el fin del comercio extranjero. Estos sectores de clase fueron la base de la revolución paraguaya.

Los logros económicos producto del monopolio del comercio exterior, la radical reforma agraria y la planificación de la economía en sus rubros más importantes permitieron un desarrollo material, técnico y cultural de considerables dimensiones en el Paraguay. No obstante, el avance del campo precisaba de un desarrollo industrial. Esto colocó la necesidad urgente de acceder a una relación directa con el mercado mundial en busca de tecnología y mercados para los excedentes de la producción nacional. Mediante los López, que profundizaron la obra de Francia, el país experimenta el nacimiento de una base industrial. Ferrocarriles, caminos de hierro, fundiciones, industria siderúrgica, astilleros, telégrafos, fabricas de armas, pólvora, imprenta y arsenales convertían al Paraguay en el país a la vanguardia en avances tecnológicos dentro de la región del Río de la Plata. Todo esto con capital nacional, con recursos propios del Estado-Nación, sin deber una libra a nadie en concepto de deuda externa.

El contraste era muy marcado y molesto. El mal ejemplo -¡no vaya ser que quiera ser imitado!-, debía aniquilarse. He aquí la aparición en escena del hegemónico capitalismo y la banca inglesa que, valiéndose de los poderosos y no menos codiciosos vecinos del país guaraní, concibe y financia un genocidio contra el pueblo paraguayo.

La primera revolución de independencia paraguaya fue ahogada en sangre. Su pueblo, que luchó con bravura defendiendo sus conquistas, sucumbió con ella hasta el aniquilamiento. El Estado-Nación fue destruido. Fue implantado el poder de los grandes latifundistas nacionales y extranjeros. El capital financiero penetró en todas las esferas y el mecanismo dominador de la perversa deuda externa hizo su aparición. El imperialismo británico y, posteriormente, en el siglo XX, el imperialismo norteamericano, pasaron a controlar todos los resortes del poder. El Paraguay perdió toda independencia económica y política y se transformó en una semi-colonia miserable, explotada por el imperialismo hegemónico y por las burguesías brasileña y argentina dentro del Cono Sur americano.

La experiencia histórica de esta primera revolución independentista paraguaya demostró, confirmando uno de los postulados de la teoría de la revolución permanente, que es imposible cualquier desarrollo económico y político autónomo mientras exista la dominación imperialista. Todos los países, más allá de sus particularidades nacionales, son parte de un único sistema económico mundial.

La historia del Paraguay, desde aquel fatídico año de 1870 hasta nuestros días, es la historia, por un lado, de la dependencia al imperialismo que garantizan los sucesivos gobiernos entreguistas y, por otro, el de la resistencia popular contra el saqueo y explotación neo-coloniales.

1 Marx, Carlos: El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Ediciones Libertador. Buenos Aires, 1998, p. 17.

2 Lenin, V.L: El imperialismo, fase superior del capitalismo. Ediciones Libertador. Buenos Aires, 2005, p. 12.


 

REVOLUCIÓN O COLONIA

 

Llegamos así a nuestros días. Existe un proceso de cambios estructurales en curso, un proceso que apunta a modificar las relaciones económicas, políticas y militares de América Latina con el imperialismo, en particular con los Estados Unidos. Un proceso al que no cabe otro nombre que el de recolonización. La recolonización del continente americano no es otra cosa, en los hechos, que retroceder 200 años y que nuestros países cambien su condición de países semi-coloniales hacia una realidad directamente colonial. La ofensiva del imperialismo, en todos los terrenos, tiene por objetivo garantizar una extracción enorme de plusvalor de las economías semi-coloniales, dejando cada vez menor margen para las burguesías nacionales e incrementando así la dominación extranjera.

En nuestros días, como lo fue en la era colonial, todos los recursos naturales y el producto del trabajo de los pueblos sirven para el enriquecimiento de las burguesías imperialistas y no para el desarrollo de nuestros países. Frente a esta dominación, y frente a los designios imperialistas de re colonizar el Paraguay y toda la América Latina, surge la necesidad urgente de una lucha por conquistar la Segunda y Definitiva Independencia.

Esta es una tarea histórica e impostergable.


 

¿CÓMO ENCARAR LA LUCHA POR LA SEGUNDA INDEPENDENCIA?

 

Nuestra visión de la lucha por la segunda independencia de América Latina está fundada en la concepción de Trotsky:

Los países coloniales y semi-coloniales son por su misma naturaleza países atrasados. Pero estos países atrasados viven en las condiciones de la dominación mundial del imperialismo. Es por eso que su desarrollo tiene un carácter combinado: reúnen al mismo tiempo las formas económicas más primitivas y la última palabra de la técnica y de la civilización capitalista. Esto es lo que determina la política del proletariado de los países atrasados: está obligado a combinar la lucha por las tareas más elementales de la independencia nacional y la democracia burguesa con la lucha socialista contra el imperialismo mundial. Las reivindicaciones democráticas, las reivindicaciones transitorias y las tareas de la revolución socialista no están separadas en la lucha por etapas históricas sino que surgen inmediatamente las unas de las otras3.

Conquistar la segunda y definitiva independencia significa, en los días presentes, romper con la dominación económica, política y militar del imperialismo estadounidense, europeo y de cualquier tipo en escala internacional. Una tarea comparable a la que realizó la dictadura revolucionaria del Dr. Francia.

Para llevar adelante esta tarea, existen sectores políticos, incluso que se denominan de izquierda, que defienden una alianza con supuestos sectores "democráticos'; "patrióticos" y "progresistas" de las burguesías nacionales e internacionales en el marco de una "moderna revolución de liberación nacional: Es con esta visión que la mayoría de la izquierda latinoamericana apoya actualmente a gobiernos nacionalistas burgueses o de frente popular en la región. El tronco teórico y programático de esta concepción etapista y de conciliación de clases no es otro que el stalinismo.

Oscar Creydt, ex secretario general del Partido Comunista Paraguayo, expone a este respecto que "la burguesía continúa siendo una fuerza objetivamente revolucionaria por sus intereses de clase, y participa de la lucha en cierta medida y forma". Es conocida esta tesis, derivada de la teoría estalinista de la "revolución por etapas': Este esquema sostiene que en un país con capitalismo atrasado, como el Paraguay o el resto de los países latinoamericanos, no están planteadas objetivamente las condiciones para la revolución socialista y el poder obrero sin pasar primero por una revolución democrático-burguesa, la cual debe ser liderada por la clase capitalista, aquella de la cual Creydt opinaba que "puede apoyar la revolución en cierta medida y colaborar con el desarrollo de la industria nacional»4.

Es preciso apuntar que la estrategia de la "revolución democrática'; en alianza con sectores proclamados "progresistas" de la clase burguesa, no llega siquiera a las viejas pretensiones de los reformistas con relación al sistema capitalista. La teoría y programa estalinista de la revolución democrática por etapas, en la actual época imperialista, es la negación no sólo de la revolución socialista sino de los mismos derechos democráticos más elementales. Con esta visión se anula la necesidad de una perspectiva anti-capitalista, anti-régimen y de clase en el combate cotidiano de las organizaciones de la clase trabajadora y el pueblo explotado. Al mismo tiempo, esta estrategia alimenta ilusiones y transmite una tramposa confianza, al interior de la clase trabajadora, en sus enemigos de clase.

En contra de esta teoría reaccionaria, el revolucionario ruso León Trotsky defendió la teoría de la Revolución Permanente. Expresa en ella:

[...] respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semi coloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas5.

Agrega Trotsky que la teoría elaborada por Stalin-Bujarín:

[...] a las revoluciones de los países atrasados les asigna como fin la instauración de un régimen irrealizable de dictadura democrática que contrapone a la dictadura del proletariado. Con ello introduce ilusiones y ficciones en la política, paraliza la lucha del proletariado por el poder en Oriente y retrasa la victoria de las revoluciones coloniales6.

Retrotrayéndonos de nuevo al siglo XIX para arrojar luz sobre el aquí y ahora, sostenemos que el objetivo de Francia y los López de desarrollar una fuerte burguesía nacional y de colocar sobre sus hombros la defensa de la independencia nacional y de la propia revolución democrático-burguesa correspondió a una época histórica que no existe más. Esa estrategia política de clase, cupo a la época de ascenso del sistema capitalista, cuando éste era progresivo y aún desarrollaba las fuerzas productivas.

Entrado en su fase imperialista, de decadencia y crisis, el capitalismo mundial demostró que no puede ofrecer ya ningún progreso a la humanidad. Ya no desarrolla las fuerzas productivas de la sociedad. No existe ningún avance de la técnica que no genere la destrucción del ser humano y la naturaleza. Sólo la ruptura con el imperialismo y el capitalismo posibilita, en nuestros días, el desarrollo de las fuerzas productivas.

Por estas razones, pretender que sea la burguesía nacional la que lleve adelante las tareas de la revolución democrática, es decir, la defensa de la soberanía o la reforma agraria, no constituye más que una utopía reaccionaria.

Las tareas de la revolución democrático-burguesa en los países coloniales o semi coloniales -soberanía nacional, reforma agraria, libertades democráticas-, se combinan inmediatamente con las tareas socialistas bajo un proceso de revolución permanente, cuya victoria y consolidación depende de un poder obrero revolucionario, con un régimen político de democracia obrera e internacionalista. En palabras de León Trotsky:

La dictadura del proletariado, que sube al Poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente7.

Las tareas de liberación nacional, no pueden desligarse de las tareas de liberación social e internacional. Esto significa que no habrá plena soberanía, reforma agraria, derechos nacionales indígenas, trabajo, educación, salud, vivienda etc., sin expropiar al imperialismo y a sus agentes nacionales, sin liquidar el capitalismo y recuperar las fuentes energéticas, los medios de producción y de cambio, colocándolos al servicio de los pueblos explotados y oprimidos de toda Latinoamérica.

La segunda y definitiva independencia nacional ya no está en las manos de ninguna burguesía local, pues ninguna burguesía nacional, en esta época histórica imperialista, cumple ni puede cumplir un papel progresivo o independiente de las potencias mundiales. La lucha por la independencia de nuestros países, es una lucha que debe librarse en contra de las propias burguesías nacionales y sus gobiernos en todo el continente.

Será la clase obrera paraguaya y latinoamericana, en alianza con el campesinado pobre y liderando a los demás sectores explotados y oprimidos, la que nos permitirá sacudirnos del dominio del capital foráneo; defenderá los recursos económicos latinoamericanos oponiéndose a las privatizaciones en cualquiera de sus formas; colocará en manos estatales el monopolio del comercio exterior; expropiará a la banca y el sistema financiero a favor del pueblo; defenderá la moneda; renacionalizará todos los recursos energéticos y no pagará un solo dólar de la infame deuda externa.

En Paraguay, la lucha por una nueva revolución que permita una segunda independencia, comenzará por realizar una nueva reforma agraria radical. Resulta indispensable retomar esta tarea que emprendiera Rodríguez de Francia al frente de los sectores populares en el siglo XIX. El Paraguay hoy es uno de los países con mayor desigualdad en la tenencia de la tierra. Según el Censo Agropecuario oficial del 2008, el 85% de las tierras agrícolas está en manos del 2,6% de los propietarios del país. Esta tremenda injusticia social, heredera del remate del país tras la destrucción de la primera revolución de independencia en 1870, se ha mantenido a lo largo del siglo XX. En 1956, el 1,04% de los propietarios poseía el 87,73% de las tierras. En 1981, el 0, 92% de los propietarios poseía el 78,59% y en 1991, el 1,55% de los propietarios detentaba el 81,32% de las tierras del país.

Esta es la histórica estructura latifundista, que los sucesivos gobiernos liberales, colorados o “de alternancia” no piensan atacar. Cabe a las luchas campesinas, en alianza con los trabajadores urbanos, encarar una reforma agraria radical. En la sección del Programa de Transición dedicada a los países atrasados, Trotsky insiste en esta cuestión afirmando:

Los problemas centrales de los países coloniales y semi coloniales son: la revolución agraria, es decir, la liquidación de la herencia feudal y la independencia nacional, es decir, el sacudimiento del yugo imperialista. Estas dos tareas están estrechamente ligadas la una a la otra. Es imposible rechazar pura y simplemente el programa democrático; es necesario que las masas por sí mismo sobrepasen este programa en la lucha [...] Es necesario ante todo armar a los obreros de este programa democrático. Sólo ellos pueden levantar y unir a los campesinos. Sobre la base del programa democrático revolucionario es necesario oponer los obreros a la burguesía "nacional"8.

El llamado está hecho. Viene de nuestro pueblo que dio la vida en la gran guerra por defender nuestra libertad y para no ver al Paraguay siendo esclavo de otras naciones. Nosotras y nosotros somos los herederos de su temple valeroso y de su gran ejemplo que está vivo y nos quema más que el fuego. De su extraordinario legado debemos estar orgullosos y orgullosas y lo debemos honrar mientras vivamos. Si acudimos al llamado de aquel pueblo bravo, podemos ganar esta guerra que aún no ha terminado. No se ha escrito todavía el último capítulo de esta historia, porque 1870 no fue el fin del Paraguay, como hubieran querido, fue el comienzo de la lucha por la segunda independencia nuestra y de todos los pueblos latinoamericanos.

Para conquistar nuevamente nuestra independencia, se precisa una nueva revolución. Esta batalla se concreta en la lucha por la revolución socialista internacional y la instauración de un gobierno obrero, campesino y popular, bajo el régimen de la dictadura revolucionaria del proletariado.

La anhelada y completa emancipación, en la actual época histórica, será realizada por las callosas manos de la clase trabajadora paraguaya, latinoamericana y mundial. Nuestro mejor homenaje al heroísmo glorioso de aquel pueblo paraguayo, es empuñar con fuerza la bandera del socialismo revolucionario, única vía para conquistar la liberación total de los oprimidos de nuestro país y el mundo.

Hacia allí vamos.


3 Trotsky, León: El Programa de Transición. En línea: http://www.marxists.org/espanol/ Trotski/1938/prog-trans.htm Fecha de descarga: 18 de abril de 2011 a las 18:19 horas.

4 Creydt, op. cit., p. 112.

5 Trotsky, León: La Revolución Permanente. Ediciones Yunque. Buenos Aires, s/f, p. 167.

6 Íd., p. 171.

7 Íd., p. 169.

8 Trotsky, León: Programa de Transición. En línea: http://www.marxists.org/espanol/

Trotski/1938/prog-trans.htm Fecha de descarga: 18 de abril de 2011 a las 18:32 horas.


 

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