SEPARAR LAPAJA DEL TRIGO

Por MANUEL FERREIRA BRUSQUETTI

La cooperativa más grande del país parece ser la Cooperativa Universitaria (CU). O por lo menos eso dicen ellos. Y debe ser cierto, por lo menos en cantidad de clientes. Y, obviamente, hay problemas en esa cooperativa: hay serias denuncias, incluso ante los tribunales, de que allí se está metiendo la mano en la lata.

Lo que queda claro en todo este escándalo es que, haya pasado lo que haya pasado, lo que ocurre y ocurrió en la CU está lejos de reflejar los valores del cooperativismo, y que una cooperativa de ese tamaño no puede ser controlada solamente por sus socios.

Primero lo primero. Cooperativismo es la colaboración de un grupo de personas para ayudarse a alcanzar un objetivo común. Es, en esencia, lo opuesto al conflicto. Wikipedia define un conflicto humano como "una situación en que dos o más individuos con intereses contrapuestos entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente antagonistas, con el objetivo de neutralizar, dañar o eliminar a la parte rival, incluso cuando tal confrontación no sea física o sea solo de palabras, para lograr así la consecución de los objetivos que motivaron dicha confrontación". A pesar de llamarse una cooperativa, lo que vemos en la CU es mucho más parecido a lo que dice esta definición.

La CU y el movimiento cooperativo paraguayo en general se han vuelto grandes y poderosos. La CU maneja un volumen importante de activos y de dinero que realmente tienen un impacto muy importante sobre un número también muy importante de compatriotas. Se habla de activos que superan los 200 millones de dólares y más de 60.000 socios. Digo se habla, porque en realidad no hay datos sobre esto, así como no hay información pública sobre ninguna cooperativa. Entonces no sabemos. Y no saber es un problema.

Dado que el sector cooperativo llega a mucha gente, maneja mucho dinero y no publica información, es preciso tener un control mucho más activo sobre el mismo. En cooperativas tan grandes como la CU la capacidad de los socios de controlar se vuelve extremadamente limitada, porque para manejar un negocio financiero de estas proporciones es preciso tener profesionales en el tema.

En el control de estas entidades debe estar directamente involucrado el Estado a través de sus organismos más capaces de realizar esta tarea. En Paraguay, gran parte de esta capacidad está en el Banco Central del Paraguay (BCP) y, en particular, en la Superintendencia de Bancos. El Instituto Nacional de Cooperativismo (Incoop), a pesar del crecimiento que ha tenido, todavía tiene mucho camino por transitar para alcanzar la capacidad real de hacer este control. Una alternativa podría ser trasladar al Incoop bajo la égida del BCP. No olvidemos que este control implica información precisa, detallada y actualizada de lo que ocurre en todo el sector cooperativo.

Otro elemento fundamental para que el BCP se involucre es que los volúmenes que manejan las cooperativas a través de sus distintos productos financieros tienen un impacto directo en la cantidad de dinero que existe en el país y, por tanto, en la inflación. La política monetaria del BCP será menos efectiva en la medida en que no se incorpore a las cooperativas dentro de las entidades reguladas por esa institución.

Este mayor control será muy positivo para el sector cooperativo. La lamentable imagen dejada por la CU, donde en un acto asambleario debe intervenir la policía para evitar contusos y heridos, ha dejado por el suelo la imagen del movimiento cooperativista. Muchas cooperativas serias y sin estos niveles de conflicto serán metidas en la misma bolsa por la opinión pública.

Con mayores niveles de control y con información clara y transparente, se podrá separar la paja del trigo.

Publicado el Domingo, 18 de Marzo del 2012

Edición impresa del diario ULTIMA HORA/ PARAGUAY