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RICARDO SCAVONE YEGROS

  DESPUÉS DE LA GUERRA - LAS RELACIONES PARAGUAYO-BOLIVIANAS DESDE EL TRATADO DE PAZ HASTA 1952 - Por RICARDO SCAVONE YEGROS


DESPUÉS DE LA GUERRA - LAS RELACIONES PARAGUAYO-BOLIVIANAS DESDE EL TRATADO DE PAZ HASTA 1952 - Por RICARDO SCAVONE YEGROS

DESPUÉS DE LA GUERRA

LAS RELACIONES PARAGUAYO-BOLIVIANAS

DESDE EL TRATADO DE PAZ HASTA 1952

Por RICARDO SCAVONE YEGROS

Editorial SERVILIBRO

Dirección Editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Asunción – Paraguay

Mayo del 2013 (170 páginas)



RICARDO SCAVONE YEGROS

Funcionario del Servicio Diplomático de la República del Paraguay. Ha servido en las Embajadas del Paraguay en Bolivia, Chile, México y Perú en la Representación Permanente ante la ALADI y el Mercosur. En Cancillería ocupo, entre otros, los cargos de Director en Integración Física, Director de América, Director General de Comercio Exterior, Director General de Política Bilateral, Director General de Asuntos Especiales y Jefe de Gabinete del Ministerio.

Es miembro de número de la Academia Paraguaya de la Historia correspondiente de las Academias de Historia de Argentina, Colombia, España, Bolivia y Republica Dominicana y del Instituto Histórico y Geográfico del Brasil.

Ha publicado los siguientes libros: Las relaciones entre el Paraguay y Bolivia en el siglo XIX (2004); Historia de las Relaciones Internacionales del Paraguay (en colaboración con Liliana M. Brezzo, 2010); Gregorio Benítez, un diplomático del viejo Paraguay (2011), y La Declaración de la Independencia del Paraguay (2011). Tuvo a su cargo la edición y estudios preliminares de los libros: Gregorio Benítez, Misión en Europa (2002); José Falcón, Escritos Históricos (en colaboración con Thomas L. Whigam. 2006) y Polémicas en torno al Gobierno de Carlos Antonio López en la prensa de Buenos Aires, 1857-1858 (2010)


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

I.       NUE VOS ENFOQUES PARA VIEJOS VÍNCULOS

- El Tratado de Paz del Chaco

- Restablecimiento de relaciones diplomáticas

- Afinidades políticas

- Promoción del intercambio comercial

- El acuerdo con YPFB

II.      LA IMPRONTA DE ESTIGARRIBIA

-  Nuevos gobiernos en el Paraguay y en Bolivia

- Visita del ministro Prieto a La Paz 

- Elección del general Peñaranda

- Ostria Gutiérrez en Asunción

-  El inesperado final de una etapa

III.     ENTRE LA DESCONFIANZA Y EL DESEO DE AVANZAR

- Sucesión presidencial en el Paraguay     

- La Conferencia Regional de los Países del Plata

-  Interrupción del impulso inicial

- Visita del presidente Morínigo a Bolivia

- Los acuerdos de Villamontes 

IV.    TIEMPOS TURBULENTOS

- Derrocamiento de Peñaranda

- El problema del reconocimiento del gobierno boliviano

- Visita del presidente Villarroel al Paraguay

- La caída de Villarroel y el asilo a los movimientistas

- Inestabilidad política en el Paraguay

V.      RETOMANDO EL IMPULSO

- Evaluación de una década de relaciones bilaterales

- Gestiones para la aprobación de los acuerdos de Villamontes

- La diplomacia boliviana frente al gobierno de Federico Chaves    

- Cambios políticos en Bolivia

- La vinculación bilateral después de la Revolución Nacional Boliviana

EPÍLOGO 

FUENTES CONSULTADAS



INTRODUCCIÓN

Después de la Guerra del Chaco y de la suscripción del Tratado de Paz, Amistad y Límites de 1938, resultó imperioso para el Paraguay y Bolivia dar a sus relaciones bilaterales un contenido diferente al que tuvieron hasta entonces. Los dos países no habían podido establecer aún corrientes comerciales estables, ni contactos culturales significativos; y la prolongada controversia diplomática por el Chaco Boreal contaminó completamente la vinculación oficial y predispuso a las dos sociedades a la desconfianza recíproca. Con tales antecedentes, la paz entre el Paraguay y Bolivia solo podría consolidarse, una vez concluida la guerra, creando vínculos nuevos, que permitiesen afianzar el entendimiento entre los gobiernos, reconciliar a las sociedades y enterrar los recuerdos dolorosos de la conflagración bélica.

Se registró, en consecuencia, en los años inmediatamente posteriores a la celebración del Tratado de Paz del Chaco, un periodo de inusitado dinamismo en las relaciones paraguayo-bolivianas. Hubo sucesión de visitas oficiales, se firmaron acuerdos y el discurso oficial promovió el entendimiento. Sin embargo, las intenciones declaradas no pudieron convertirse en realizaciones concretas y el aislamiento entre ambos pueblos siguió vigente, el intercambio comercial no prosperó, la desconfianza y el resentimiento larvado no pudieron extinguirse.

¿Qué faltó?, ¿sinceridad, persistencia, voluntad política? Quizás en la raíz de todo haya seguido estando el desconocimiento recíproco, que facilitó también el estallido de la Guerra del Chaco. Se trataba de dos sociedades diferentes, con estructuras productivas distintas, que no solo no se conocían, sino que tenían dificultades para entender la realidad social y los procesos históricos de la otra. La diplomacia no supo captar lo esencial de esas diferencias. Tampoco supo identificar los medios para ejecutar los grandes proyectos que se plantearon. Además, a pesar de los esfuerzos desplegados para dominarlo, el Chaco continuó siendo un territorio poco poblado, con malas comunicaciones, marginado de las prioridades gubernamentales.

El discernimiento de lo que ocurrió en ese periodo de posguerra, puede ayudar a comprender por qué las relaciones entre el Paraguay y Bolivia no han adquirido hasta ahora el gran potencial que deben tener entre dos países que comparten una frontera común, que padecen limitaciones geográficas similares y que se encuentran ante la misma necesidad de aprovechar sus recursos naturales y de afianzar su soberanía en un contexto de relaciones vecinales asimétricas.

Se presenta aquí el resultado de una investigación histórica acerca de la vinculación paraguayo-boliviana en el periodo que siguió a la Guerra del Chaco, centrada, sobre todo, en la acción cumplida por la diplomacia. Para su elaboración se ha recurrido fundamentalmente a los informes y documentos producidos por las cancillerías y las representaciones diplomáticas de los dos países en esos años, que se conservan en los archivos históricos de los respectivos Ministerios de Relaciones Exteriores.

El testimonio de los diplomáticos, como observadores calificados y protagonistas de estos acontecimientos, constituye una fuente valiosa para la reconstrucción y exposición del tema. De todas maneras, el presente trabajo debería complementarse más adelante con estudios sobre el peso que tuvieron en las relaciones bilaterales las opiniones públicas y los intelectuales, y sobre las preocupaciones de ambas fuerzas militares, que ejercían entonces muy relevante influencia en las decisiones de gobierno. Habría que considerar, asimismo, con mayor cuidado, la acción diplomática de otros países y la incidencia de intereses económicos externos e internos.

Para no perder de vista lo sustancial, se ha preferido obviar la mención de incidentes menores, vinculados por ejemplo con la representación cartográfica del territorio chaqueño, con alusiones despectivas a los antiguos adversarios o con la exhibición pública de trofeos de guerra. Tampoco pareció conveniente describir el desarrollo de la demarcación de los límites territoriales, proceso de carácter eminentemente técnico, que tuvo su propia dinámica. En cuanto a las referencias a la situación política interna y a la política exterior de los dos países, se utilizaron de manera preferente los informes diplomáticos, teniendo en cuenta que esos informes, por más que no fueran del todo correctos en la apreciación de los hechos, debieron haber determinado, en general, las actitudes y las acciones de los gobiernos en su relación recíproca.

Como el tema de este trabajo de investigación no ha sido abordado hasta ahora de manera articulada y sistemática, el mismo puede ser valorado como el primer intento de reconstruir y explicar un periodo relevante de las relaciones paraguayo-bolivianas, sobre la base de fuentes primarias, y tomando en consideración los condicionamientos que ambos países tuvieron que afrontar en ese tiempo.



I. NUEVOS ENFOQUES PARA VIEJOS VÍNCULOS

El Tratado de Paz del Chaco

Con el Tratado de Paz, Amistad y Límites suscrito en Buenos Aires el 21 de julio de 1938, las Repúblicas del Paraguay y Bolivia pusieron fin a la larga controversia por el Chaco Boreal, que los había llevado a una cruenta guerra de tres años, en la que se calcula que murieron más de 35.000 paraguayos y 50.000 bolivianos.

Naturalmente, el tratado de paz no satisfizo a todos, pero fue aceptado con el anhelo de evitar nuevas hostilidades. Ambas partes hicieron renunciamientos recíprocos en aras de una paz perdurable. Bolivia preservó la zona petrolífera en el extremo occidental del Chaco, pero quedó excluida del litoral del río Paraguay al sur de Bahía Negra; y el Paraguay ratificó su dominio sobre la mayor parte del territorio en disputa, aunque debió abandonar áreas conquistadas por su ejército durante la guerra.

Para asegurar la paz, resultaba necesario restablecer la confianza entre los antiguos beligerantes. El ánimo que predominaba en esos momentos en los dos países podría sintetizarse en lo que el Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay, Cecilio Báez, manifestó al de Bolivia, Eduardo Diez de Medina, cuando fue con el general José Félix Estigarribia, a despedirlo en la estación de ferrocarril en Buenos Aires, antes de que emprendiera el viaje de regreso tras la firma del tratado de paz. Le dijo entonces lo siguiente: “Venimos el general Estigarribia y yo hasta este sitio para repetirle, una vez más, que el corazón paraguayo no guarda rencor alguno al heroico pueblo boliviano; antes bien, lo quiere con cariño sincero, como se quieren dos hermanos heridos por el mismo dolor”. (1) Un destacado diplomático boliviano, Alberto Ostria Gutiérrez, reconoció que para entonces “estaban todavía frescas las heridas de la guerra, pero no existía ni había existido nunca odio entre los pueblos”, que se habían limitado a luchar “bravamente por lo que consideraban su patrimonio territorial”. (2)

El proceso que llevó a la concertación de la paz definitiva había sido muy complejo. En la última etapa de las negociaciones surgieron divergencias en el seno de la delegación paraguaya ante la Conferencia de Paz, que provocaron la renuncia del presidente de la delegación, Gerónimo Zubizarreta. El gobierno del Paraguay recurrió para reemplazarlo al general José Félix Estigarribia, el comandante de las fuerzas que combatieron en la Guerra del Chaco. Estigarribia respaldó así, con su gran prestigio, la solución transaccional de la controversia.

En esos días, el general Estigarribia declaró que la disputa por el Chaco se iba a arreglar y se debía arreglar porque resultaba necesario y urgente hacerlo, y que Bolivia y Paraguay tenían que armonizar sus intereses para beneficio mutuo. Carlos Montenegro, eminente periodista e intelectual boliviano, destacó el hecho de que un hombre de armas utilizara “el más impresionante lenguaje pacifista”, y agregó a continuación: “He aquí que, por primera vez en el examen del doloroso litigio, hay quien, con extraordinaria significación moral e intelectual, habla de algo que no se relaciona ya ‘con la sangre derramada que clama’ ni con ‘el heroísmo y el valor de la raza’; y que, por el contrario, habla de armonía de intereses y sentimientos, de amistad perdurable y sólida”. (3)

Estigarribia sentía que interpretaba la voluntad de sus compañeros de armas y del pueblo paraguayo al proceder así. Cuando conversó del tema con Zubizarreta, le manifestó que había encontrado en Asunción “un ambiente franco de disposición a la paz”, que la gente estaba cansada, que los partidos políticos no querían comprometerse con el arreglo definitivo por temor a las críticas, y que el ejército, en cambio, aceptaba asumir esa responsabilidad. (4) El general veía el tratado apenas como el inicio de la construcción de la paz. En conversación con una persona de su confianza, habría afirmado en el mismo mes de julio de 1938: “Este tratado será el punto de partida de una nueva época de las relaciones entre Bolivia y el Paraguay, en la que se dará cumplimiento a todas sus disposiciones, tanto a aquellas que se refieren al restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la demarcación de los límites territoriales, como a las que determinan los términos de los acuerdos económicos, tan importantes éstas como las primeras para cimentar la amistad entre estos dos pueblos”. (5)

Del lado de Bolivia, el peso de la decisión política recayó fundamentalmente sobre el joven presidente Germán Busch, considerado con justicia como uno de los máximos héroes bolivianos de la Guerra del Chaco. Víctor Andrade puso de manifiesto que habían sido precisamente dos militares los que respondieron “mejor que los otros al llamado de la historia”. “Ambos no vacilaron -acotó- en constituirse como los instrumentos para acordar la paz. Ellos, más que muchos de sus camaradas que veían la guerra desde sus escritorios de retaguardia o desde puestos de comando muy protegidos, comprendieron que para conseguir el acuerdo de paz, era necesario renunciar mucho. Lo hicieron así con la misma hombría, con la que enfrentaron el combate en el terreno”. (6)

De esta manera, en julio de 1938, luego de tres años de negociaciones, se alcanzó un entendimiento, que permitió la suscripción en el mismo mes del Tratado de Paz, Amistad y Límites entre las Repúblicas de Bolivia y del Paraguay. Se decidió que la línea divisoria fuera establecida por medio de un arbitraje de equidad, sobre la base de las últimas propuestas que se formularon. En realidad, los límites habían sido acordados previamente y el arbitraje constituyó un procedimiento utilizado para hacer más aceptable el arreglo por las opiniones públicas de los ex beligerantes. En el Paraguay, el tratado fue sometido a un plebiscito, en el que votaron por su aprobación más de 135 mil electores, y en contra unos 13 mil. El Colegio Arbitral, constituido por delegados plenipotenciarios de Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos de América, Perú y Uruguay, dictó su laudo el 10 de octubre de 1938. (7)

 

Restablecimiento de relaciones diplomáticas

El tratado de paz determinaba que los gobiernos del Paraguay y de Bolivia procederían a acreditar sus respectivos representantes diplomáticos en La Paz y Asunción, dentro de los treinta días siguientes a la fecha en que se expidiera el laudo arbitral. Conscientes de la importancia del restablecimiento de las relaciones oficiales, y de la tarea de aproximación que debía encararse, los dos gobiernos recurrieron para el efecto a personalidades descollantes. El Paraguay confió su representación en La Paz al doctor Justo Pastor Benítez, y Bolivia la suya de Asunción a Fabián Vaca Chávez.

Benítez (1895-1963) era dirigente del Partido Liberal, periodista, catedrático y ensayista. Fue Ministro de Relaciones Exteriores durante la Guerra del Chaco y, antes de eso, se había desempeñado como Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, y del Interior. En la diplomacia, actuó como encargado de negocios en Italia y ministro plenipotenciario en Brasil. Vaca Chávez (1881-1949), por su parte, había tenido intensa actuación en el periodismo, fue Ministro de Fomento y Comunicaciones y de Relaciones Exteriores del presidente Hernando Siles, así como ministro plenipotenciario en Brasil.

Ambos agentes diplomáticos, designados con el carácter de enviados extraordinarios y ministros plenipotenciarios, presentaron sus credenciales el mismo día 26 de noviembre de 1938. Benítez lo hizo ante el presidente Germán Busch, y Vaca Chávez ante el presidente Félix Paiva, antiguo profesor de Derecho Constitucional, ministro y magistrado judicial, que encabezaba un gobierno dominado por los militares.

El representante de Bolivia anotó que su recepción oficial estuvo rodeada de gran solemnidad y espontáneas demostraciones de simpatía. Al llegar y salir del Palacio de López fue saludado con aplausos por el público que se encontraba en las galerías. La ejecución del himno nacional boliviano fue escuchada con respeto. En el discurso que leyó ante el presidente Paiva, el ministro Vaca Chávez no se refirió a la guerra ni a la reanudación de relaciones, limitándose a señalar, en lo esencial, que Bolivia y Paraguay necesitaban “orientar su destino dentro de un leal entendimiento y de una clara comprensión de sus conveniencias recíprocas y de sus deberes internacionales”. El presidente paraguayo, por su parte, destacó que ese acto revestía un significado trascendental, pues dos pueblos americanos, “después de larga búsqueda y de cruentos sacrificios”, habían encontrado “el camino que, recorrido en común, [habría] de llevarlos a la meta de sus más caras aspiraciones”. (8)

Justo Pastor Benítez, en cambio, sí aludió a la guerra pasada en el discurso que leyó al presentar sus credenciales. Manifestó en la oportunidad que: “El legado glorioso de los excombatientes del Chaco no [debía] ser el odio y la separación. Ellos lucharon por la grandeza de sus patrias respectivas. Y todo cuanto se haga en aras de ese ideal debe interpretarse como digno de tan heroica tradición”; agregando seguidamente: “Nuestra mediterraneidad y la similitud de nuestros problemas nos aconsejan la cooperación recíproca y la política de vecinos amigos y fraternos, para trabajar juntos en el común destino de América”. En respuesta, el presidente Busch, siguiendo la línea de razonamiento planteada por el representante paraguayo, expresó que: “Los hombres que murieron en la guerra nos aproximan en vez de separarnos, y en homenaje a su memoria debemos vivir unidos, porque su grandeza heroica [...] nos reúne en la más grande de las comunidades, la de la voluntad puesta al servicio de la paz definitiva”. (9)

En sus primeras visitas y conversaciones, el ministro Vaca Chávez constató que el tratado de paz había creado en el Paraguay una “atmósfera favorable” para Bolivia. En los sectores vinculados con la industria y el comercio podía percibirse “un vivo anhelo de establecer un contacto económico estrecho”; en los círculos militares, la buena disposición iba más lejos. Apuntó que se le había hablado incluso de la conveniencia de una alianza entre ambos países, para dominar su territorio y “evitar toda ingerencia extranjera”. En suma, manifestaba:

Lo que es innegable es que el pueblo paraguayo se encontraba fatigado con la vida de zozobra e incertidumbre que vivió los últimos años y que no quería saber nada de una nueva guerra. Los jefes y oficiales del ejército se daban cuenta de esta situación y de ahí su apoyo a una fórmula de transacción, que ha concluido con la amenaza de un futuro conflicto bélico. Se debe seguramente a esta circunstancia la cordialidad con que ha sido recibida la misión que presido, propicia de todo punto para una aproximación sincera y efectiva entre ambos países ex-beligerantes.

Me atrevo a pensar que existe una acentuada corriente de aproximación hacia Bolivia, pues no de otra manera pueden interpretarse las repetidas declaraciones que me han hecho elementos representativos del país que han venido a buscarme a mi llegada, como los presidentes de las cámara legislativas, el presidente de la Corte Suprema, el arzobispo de Asunción, el rector de la Universidad, militares, ex-diplomáticos, hombres de negocios y periodistas con quienes departo a menudo. (10)

Benítez, a su vez, aseguró a su cancillería, en marzo de 1939, que “solo con la acción del tiempo se [borrarían en Bolivia] los resentimientos dejados por la guerra”, aunque consideraba posible colaborar a ese fin mediante acuerdos comerciales y el intercambio de misiones culturales. Partía de la base de que “desarmar a Bolivia” y obtener “su amistosa colaboración” resultaba imprescindible para la tranquilidad futura del Paraguay. A su criterio, el presidente Busch y varios ministros de Estado mostraban buena disposición para ello. También pensaba que los gobernantes bolivianos y sus partidarios, en general, no se sentían responsables de la Guerra del Chaco, ni planteaban reivindicaciones al respecto, y que el interés inmediato del país se enfocaba más hacia el Pacífico que hacia el Atlántico. En la oposición tampoco percibía mala voluntad. Personalidades eminentes, como Alcides Arguedas y Gabriel Gosálvez, le manifestaron que la guerra había sido un error del presidente Salamanca. Pero Benítez no se animaba a especular sobre la opinión de los militares y aseguraba que en el periodismo se sentían algunos resabios. Por ejemplo, la prensa daba destaque a las denuncias -calificadas por él como fábulas— de maltrato a los prisioneros de guerra bolivianos en el Paraguay. En resumen, entendía que la labor sería ardua, pero que había que emprenderla, porque Bolivia era para los paraguayos “políticamente, uno de los tres países más importantes”, por ser limítrofe. (11)

El ministro Benítez evaluó con el Ministro boliviano de Fomento, Correos y Telégrafos, coronel Walter Méndez, el establecimiento de comunicaciones regulares entre el Paraguay y Bolivia. Conversaron sobre la posibilidad de unir las líneas telegráficas del Chaco, para uso oficial y comercial, y se comprometieron a estudiar la forma de facilitar el intercambio postal por la vía que resultase más corta. El ministro Méndez adelantó que su país dispondría en poco tiempo más de una moderna y completa instalación para comunicaciones radiotelegráficas y radiotelefónicas, y ofreció consultar al Lloyd Aéreo Boliviano si estaba en condiciones de conectar sus servicios de transporte aéreo con el Paraguay. (12) El Lloyd consideró factible la prolongación hasta Asunción de la ruta La Paz-Villamontes, con un vuelo semanal, por medio de “potentes trimotores de gran capacidad”. Pero como se requería que el gobierno paraguayo subsidiase una parte del costo de la operación, el proyecto no prosperó. (13) Se inició, además, la negociación de un convenio sobre canje de publicaciones oficiales y de otro sobre equivalencia de estudios y reciprocidad de títulos universitarios. (14)

De todas maneras, Justo Pastor Benítez permaneció muy corto tiempo en Bolivia. Poco después de presentar sus credenciales, se ausentó de La Paz, para participar, como delegado del Paraguay, en la Octava Conferencia Internacional Americana, que se realizó en Lima en diciembre de 1938; y en junio de 1939 ya estaba de regreso en Asunción, para asumir el cargo de Ministro de Hacienda en el gabinete del presidente Paiva.

 

El acuerdo con YPFB

El petróleo era, sin duda, el producto que más concretamente podía potenciar la efectiva complementación económica paraguayo-boliviana. A principios de 1939, se sostenía que el petróleo de Bolivia podía venderse en el Paraguay a un precio inferior al de otras procedencias y que su transporte por el Chaco, desde Camiri, era incluso más fácil y económico que de allí a los principales mercados del Occidente boliviano. (30)

En 1936 se había iniciado en Bolivia el proceso de nacionalización de los recursos petroleros, proceso al que Sergio Almaraz calificó a mediados del siglo XX como “la acción antiimperialista más importante de la historia boliviana”. En diciembre de ese año se creó la empresa estatal “Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos” (YPFB), que terminaría concentrando la producción y la comercialización del petróleo en ese país; en enero de 1937, se le asignaron zonas que se encontraban bajo reserva fiscal; y, en marzo siguiente, se decretó la caducidad del contrato con la Standard Oil Company de Bolivia, cuyos bienes, acciones y derechos pasaron a integrar el activo de la nueva empresa estatal. Después, se le dotó de una ley orgánica y se le confirió el monopolio de la importación y distribución de carburantes. Como asentó el mismo Almaraz: “Cada uno de estos pasos completó la organización de YPFB y creó las condiciones para que el Estado boliviano desenvolviera una política petrolera independiente”. (31)

En casi quince años de operaciones en Bolivia, la Standard Oil había perforado apenas 31 pozos e instalado solo dos plantas de destilación, en Camiri y Sanandita. En 1936 su producción fue de 105.042 barriles, que se dirigían fundamentalmente hacia la Argentina. La empresa estatal tendría, en cambio, que priorizar el abastecimiento interno. “YPFB recibió en sus hombros -según Sergio Almaraz-la responsabilidad de organizar perentoriamente una industria en base a yacimientos ubicados a centenares de kilómetros de los centros de consumo, sin contar para ello con la experiencia, el mecanismo administrativo y los recursos materiales necesarios”. Para más, tuvo que afrontar dificultades serias para obtener recursos financieros. (32)

A partir de estas decisiones, el petróleo comenzó a constituir, como lo ha destacado Gustavo Fernández Saavedra, un factor clave de las relaciones comerciales y políticas de Bolivia con Argentina y Brasil, en el marco de un cambio en la articulación geopolítica boliviana dentro del continente, que incluyó la construcción de ferrocarriles, oleoductos y caminos hacia los países de la Cuenca del Plata. (33) Como se verá, el Paraguay también intentó desarrollar con Bolivia, en esos años, proyectos de vinculación de las respectivas redes viales y de adquisición o tránsito de petróleo, pero no logró concretarlos.

A principios de 1939, se registraron las primeras gestiones para procurar una complementación paraguayo-boliviana en torno al petróleo. El principal impulsor de esas gestiones fue el artífice de la creación de YPFB y Ministro de Minas y Petróleo de Bolivia, Dionisio Foianini. El ingeniero Jorge Lavadenz comentó al respecto lo siguiente:

En Buenos Aires, el presidente de YPFB, doctor Foianini, que tuvo intervención indirecta y anónima en las negociaciones [de la paz del Chaco], detectó que en los altos círculos paraguayos había un ambiente favorable para un entendimiento entre ambos países para tratar en conjunto los problemas petroleros. Al fin y al cabo, Bolivia no había logrado una salida soberana al río Paraguay, y Paraguay no había logrado conquistar terrenos que probablemente eran petrolíferos. La salida lógica era que los dos perdedores se pusieran de acuerdo para tratar de aminorar sus deficiencias y que ambos bandos trataran de olvidar sus tragedias y compensar los males del pasado con una amistad cordial y duradera. En tales circunstancias, el doctor Foianini, que a la sazón era Ministro de Minas y Petróleo, decidió con la previa aquiescencia del presidente Busch destacar una comisión de alto nivel de YPFB para negociar con el gobierno del Paraguay condiciones generales de un acuerdo petrolero amplio. (34)

En efecto, como consecuencia de conversaciones mantenidas en Buenos Aires entre el ministro Dionisio Foianini y el Ministro de Hacienda del Paraguay, Enrique Bordenave, viajaron a Asunción Guillermo Mariaca y Jorge Lavadenz, presidente interino y gerente industrial de YPFB, respectivamente, con el objeto de sentar las bases del acuerdo. Tras más de dos semanas de trabajo, en un ambiente “de plena comprensión y efectivo deseo de cooperación mutua”, suscribieron, con el Ministro paraguayo de Economía, capitán de navío José Bozzano, el 21 de abril de 1939, un contrato ad-referéndum que contemplaba, en esencia, que:

- YPFB instalaría en zonas francas concedidas por el gobierno paraguayo, y ubicadas en la margen derecha del río Paraguay, plantas de almacenamiento, recepción y despacho de petróleo y almacenes para mercaderías;

- En una de las zonas francas, situada en las inmediaciones de Puerto Casado, YPFB dispondría la terminal de un oleoducto, a ser construido por su cuenta, en la medida que lo justificase la explotación del petróleo boliviano;

- En otra de las zonas francas, emplazada en las adyacencias de Villa Hayes, YPFB instalaría una planta refinadora de petróleo, para la producción de nafta, kerosén y gasoil, en cantidad suficiente para satisfacer al mercado paraguayo;

- YPFB adquiría el derecho exclusivo, por el plazo de treinta años, para destilar crudos, de procedencia boliviana, paraguaya o extranjera, para la República del Paraguay;

- El gobierno del Paraguay concedía gratuitamente a YPFB una franja de cien metros de ancho para la construcción del oleoducto convenido, e

- YPFB se comprometía a cooperar, “por todos los medios técnicos y administrativos posibles a su alcance”, en la búsqueda, cateo, exploración y explotación de petróleo en el territorio del Paraguay.

El contrato ad-referéndum debía ser sometido a la aprobación de los Poderes Legislativos de ambos países. (35)

Bolivia aseguraba de esta manera un acceso efectivo a los grandes ríos de la Cuenca del Plata, y el Paraguay lograba una participación preferente en los negocios vinculados con la exportación del petróleo boliviano -en los que pretendían tomar parte también Argentina y Brasil-, a costa de concesiones ciertamente onerosas, pero que conferían viabilidad económica a las obras proyectadas. El ingeniero Lavadenz señaló que cuando presentaron el contrato al presidente Germán Busch, éste dijo: “Pensar que hemos perdido cincuenta mil vidas y arruinado la economía del país sin haber intentado negociar un acuerdo de este tipo”. (36) Dionisio Foianini, que ejercía entonces las funciones de Ministro de Minas y Petróleo de Bolivia, apuntó que el presidente Busch se proponía iniciar con el Paraguay “la vinculación más leal y fraterna”, agregando: “Quería -como lo propuso y se firmó- un acuerdo de complementación económica con el Paraguay, comenzando por el aprovechamiento del petróleo mediante un oleoducto y una refinería sobre el río Paraguay, de propiedad binacional, para continuar una política de miras muy elevadas, con grandes proyecciones económicas y [de] política internacional”. (37)

Sin embargo, en el Paraguay surgió de inmediato una fuerte oposición a lo acordado con YPFB. Desde los periódicos La Tribuna, El Tiempo y Patria se pusieron de manifiesto los inconvenientes del contrato ad-referéndum. Se sostuvo, en líneas generales, que dicho acuerdo concedía grandes ventajas a YPFB, sin compensación apropiada para el Paraguay. (38) Especialmente intensa fue la campaña de La Tribuna que, en una docena de artículos editoriales atribuidos al prominente abogado Luis de Gásperi, señaló que Bolivia no tenía condiciones financieras para acometer las obras del oleoducto; que el contrato neutralizaba puntos neurálgicos para la defensa del Chaco, como Villa Hayes y Puerto Casado; que se estaba limitando la soberanía paraguaya en provecho de YPFB; que el Paraguay se avocaba conflictos futuros por las reclamaciones que había formulado la Standard Oil contra el Estado boliviano; que, además, el país perdía la facultad de trazar su propia política petrolera al conceder el derecho exclusivo de destilar, inclusive el crudo que pudiera extraerse en territorio paraguayo. El diario asunceno llegó hasta a sembrar dudas sobre intenciones ocultas del gobierno de Bolivia, apuntando cuanto sigue:

Mas, a lo que parece, no es precisamente el oleoducto lo que interesaba a Bolivia, sino cerrar por obra del propio gobierno del Paraguay todo el porvenir petrolero de nuestro país, porque solo así se explica que pretenda la exclusividad de la destilación de crudos por treinta años, sabiendo que concedida ella no habrá capitales, ni paraguayos, ni extranjeros que osen aventurarse a una inversión en nuestro país si han de estar obligados a entregar su petróleo a los efectos de su destilación a YPFB. (39)

La legación boliviana sostuvo que, en realidad, las que se oponían al contrato eran la compañía que administraba el puerto de Asunción -por entender que disminuirían sus ingresos con las ventajas otorgadas a YPFB- y la Standard Oil, y que lo defendían los jefes militares y el sector joven del Partido Liberal. No obstante esto último, los argumentos esgrimidos consiguieron crear un mal ambiente al contrato ad-referéndum. Con el ánimo de facilitar la aprobación del Congreso paraguayo, el ministro Vaca Chávez hizo hincapié en que si no se daban facilidades para el petróleo boliviano, el comercio de este producto se desviaría hacia Brasil o Argentina. Ante la reacción desatada, el gobierno de Bolivia decidió no aprobar el contrato hasta tanto lo aceptase el del Paraguay. (40)

La representación diplomática paraguaya en La Paz informó que el Brasil no veía con buenos ojos las gestiones para la provisión de petróleo boliviano al Paraguay, pues tenía interés en absorber todo ese petróleo en su propio mercado; (41) y el gobierno de Estados Unidos de América, velando por los intereses de la Standard Oil, pero temiendo también que Alemania financiara el oleoducto y las refinerías en su propio beneficio, ejerció presiones sobre el gobierno paraguayo para que no aprobase el contrato.

En efecto, el 24 de mayo de 1939, el subsecretario de Estado estadounidense Sumner Welles expuso en Washington al ministro del Paraguay, general José Félix Estigarribia, que el entendimiento paraguayo con YPFB se insertaba en un plan más ambicioso impulsado por el gobierno alemán con el propósito de monopolizar las exportaciones del petróleo de Bolivia. Estados Unidos, al tiempo de oponerse a ese plan, manifestaba su sorpresa por el hecho de que el Paraguay facilitase a los bolivianos la explotación de yacimientos petrolíferos que seguían siendo considerados como propiedad legal de la Standard Oil. Estigarribia, que para entonces era ya candidato del Partido Liberal a la Presidencia de la República, se limitó a asegurar que no tenía intención de entrar en connivencia con Bolivia “en un proyecto que [fuera] perjudicial al progreso de la política comercial liberal entre las repúblicas americanas y otras naciones del mundo”, ni de respaldar la confiscación sin indemnización de bienes de propiedad americana”. (42) Cabe recordar que, contemporáneamente, el representante paraguayo estaba negociando con el gobierno estadounidense un importante acuerdo de ayuda económica, que se concretó en junio de ese mismo año. Convenía por tanto, en tales circunstancias, esperar que el gobierno boliviano arreglase sus diferencias con la Standard Oil, para no perturbar la relación que se estaba construyendo con Estados Unidos.

El Paraguay no ratificaría el acuerdo con YPFB, pero no solamente por la objeción estadounidense, sino porque, además, decidió reformular la negociación, con el propósito de promover sus propios intereses en materia petrolera. En el Programa de Gobierno que el general José Félix Estigarribia presentó antes de asumir la presidencia, en agosto de 1939, él resaltó la necesidad de contar con una legislación sobre el petróleo, que sirviese para orientar acciones subsiguientes en esta materia. El futuro mandatario sintetizó así su visión sobre el particular:

Los estudios realizados hasta hoy han llegado a la conclusión, casi terminantemente asertiva, de que el Paraguay se halla colocado sobre una gran cuenca petrolífera, y que anticlinales ricos en petróleos de la mejor calidad se pueden hallar en nuestro subsuelo del Chaco y de la región oriental.

Dada la extraordinaria importancia del eventual desarrollo de esta fuente de nuestra riqueza nacional, es indispensable que se dicte la ley orgánica del petróleo, utilizando la experiencia de muchos años de otros países, en este orden de explotación económica. Las disposiciones generales sobre el régimen legal de minas de petróleo deben determinar con precisión todo lo relativo a la unidad económica del yacimiento; al sistema de las concesiones; a los periodos de trabajo; a la exploración; a la explotación; a la manufactura; a la refinación; a las concesiones para el transporte; a las reservas fiscales de la riqueza petrolífera; a la comercialización; a la utilización de la misma en beneficio de nuestras industrias y de la defensa nacional, y a otros muchos aspectos del problema, que el Poder Ejecutivo, en colaboración con el Congreso Nacional, deberá contemplar para hacer del “oro negro”, el motor más poderoso de nuestro progreso industrial y económico, y la base firme de nuestra prosperidad. (43)

El régimen legal se estableció, efectivamente, por Decreto- Ley 1755 del 8 de junio de 1940, que reglamentó la prospección, investigación y explotación de yacimientos de petróleo y otros hidrocarburos.

En síntesis, puede concluirse que en los primeros meses posteriores al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el Paraguay y Bolivia quedó en claro que esas relaciones podían afianzarse, que existía buena disposición en los círculos gubernamentales de los dos países para hacerlo, que la complementariedad de producciones facilitaba el incremento del comercio bilateral, y que la exportación de petróleo boliviano hacia la Cuenca del Plata podría dar lugar al desarrollo de proyectos conjuntos. Durante la presidencia del general Estigarribia, la vinculación oficial reiniciada con tan buenos auspicios se profundizaría mucho más.


NOTAS

1. Eduardo Diez de Medina, De un siglo al otro (Memorias de un hombre público), La Paz, Editorial “Don Bosco”, 1955, pp. 375-376.

2. Alberto Ostria Gutiérrez, Una obra y un destino. La política internacional de Bolivia después de la Guerra del Chaco, Segunda edición: Buenos Aires, Imprenta López, 1953, p. 171.

3. Carlos Montenegro, “Destinos paralelos: Busch y Estigarribia”, en Mariano Baptista Gumucio, Montenegro el desconocido, La Paz, Biblioteca Popular Boliviana de “Última Hora”, 1979, pp. 251-252.

4. Benjamín Vargas Peña, La guerra y la paz del Chaco, Asunción, Archivo del Liberalismo, 1988, pp. 58-59.

5.      Carlos Pastore, Capítulos de la Historia Política paraguaya, 1935-1940, Asunción, Criterio Ediciones, 1986, pp. 89-90.

6. Víctor Andrade U. (Ed.), Estados Unidos y la paz del Chaco, La Paz, Cuadernos de Hoy, 1982, p. 62.

7. [República Argentina], Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, La Conferencia de Paz del Chaco 1935-1939 (Compilación de documentos), Buenos Aires, E. L. Frigerio e hijo, 1939, passim.

8.      Vaca Chávez a Gabriel Gosálvez, Ministro Interino de Relaciones Exteriores de Bolivia, Asunción 18/12/1938. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 50.

9. Alfredo M. Seiferheld, Estigarribia. Veinte años de política paraguaya, Asunción, Editorial Laurel, 1983, pp. 334-335.

10.    Vaca Chávez a Gabriel Gosálvez, Ministro Interino de Relaciones Exteriores de Bolivia, Asunción 18/12/1938. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 50.

11.    Benítez a Elías Ayala, Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay, La Paz, 22/03/1939. AMREP, DCCP, volumen 118.

12.    Benítez a Ayala, La Paz, 9/02/1939. AMREP, DCCP, volumen 112.

13.    Gatti a Ayala, La Paz, 6/07/1939 y Chaves a Salomoni, 18/03/1940. AMRRP, DPD, volumen 278.

14.    Benítez a Ayala, La Paz, 27/04/1939. Ibídem.

30. Vaca Chávez a Diez de Medina, Asunción, 31/01/1938. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 50.

31. Sergio Almaraz, Petróleo en Bolivia, La Paz, Editorial Juventud, 1958, pp. 113-114 y 133-134.

32. Ibídem, pp. 134-136.

33.    Gustavo Fernández Saavedra, “Vinculación con el Mundo - Bolivia y sus circunstancias”, en Fernando Campero Prudencio (Dir.), Bolivia en el siglo XX. La formación de la Bolivia contemporánea, La Paz, Harvard Club de Bolivia, 2000, pp. 98-99.

34.    Jorge T. Lavadenz, Dos generaciones en el petróleo boliviano y otras actividades, La Paz, Empresa de Servicios de Secretariado Especializado, [1989], p. 213.

35. Contrato ad-referéndum entre el Gobierno del Paraguay y Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, Asunción, 21/04/1939. Lavadenz, Dos generaciones en el petróleo boliviano, cit., pp. 299-308. Ver también: Dionisio Foianini Bánzer, Misión cumplida, Santa Cruz, Imprenta Sirena, 1991, pp. 113- 115.

36. Lavadenz, Dos generaciones en el petróleo boliviano, cit., p. 215.

37. Foianini Bánzer, Misión cumplida, cit., p. 258.

38. “La concesión a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos”, en El Tiempo, Asunción, 6, 8, 9 y 10/05/1939. Reproducidos en Luis Manuel Andrada Nogués (Comp.), La Democracia Orgánica a través de El Tiempo, Asunción, Editorial Tiempo Nuevo, 2007, pp. 147-153; y Alfredo M. Seiferheld, Economía y petróleo durante la Guerra del Chaco, Asunción, Instituto Paraguayo de Estudios Geopolíticos e Internacionales, 1983, pp. 528-529.

39. “El porvenir petrolero del Paraguay”, en La Tribuna, Asunción, 17/05/1939. Este diario publicó trece editoriales con relación al tema, entre el 5 y el 21 de mayo de 1939.

40. Vaca Chávez a Diez de Medina, Asunción, 20/05/1939. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 50.

41. Información confidencial, La Paz, 27/04/1939. AMREP, DCCP, volumen 118,

42.    Michael Grow, Los Estados Unidos y el Paraguay durante la Segunda Guerra Mundial, Asunción, Editorial Histórica, 1988, pp. 76-77.

43. República del Paraguay, Programa de Gobierno del Excmo. Sr. Presidente de la República General de Ejército Don José Félix Estigarribia, Asunción, Imprenta Nacional, 1939, pp. 57-58.



II. LA IMPRONTA DE ESTIGARRIBIA

Visita del ministro Prieto a La Paz

Entre tanto, el doctor Julio César Chaves había presentado sus credenciales al presidente Quintanilla a fines de setiembre de 1939. Tras los discursos, conversó con el Jefe de Estado por apenas diez minutos. El diplomático paraguayo le transmitió los saludos del general Estigarribia y expresó la voluntad que animaba a su gobierno de estrechar las relaciones bilaterales. El general Quintanilla le comprometió la colaboración del gobierno boliviano a su gestión y le aseguró “que él personalmente y todo el Gobierno sentían viva simpatía por la persona del presidente Estigarribia”. (58)

Poco después se efectuó la visita oficial del Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay a Bolivia. El 19 de octubre, el ministro Prieto solicitó desde La Paz autorización para suscribir un convenio por el que ambos países se comprometieran a gestionar “conjunta y solidariamente de Estados vecinos facilidades que permitan tránsito libre y fácil de sus productos” y a concertar un acuerdo sobre establecimiento de una vía de comunicación terrestre, un tratado de comercio sobre la base del libre cambio de sus productos originarios, y un convenio que otorgase salida a la riqueza boliviana por el río Paraguay, en consonancia con lo dispuesto en el tratado de 1938. Anunció además que firmaría convenios sobre intercambio cultural, canje de publicaciones y establecimiento de servicios aéreos. De Asunción, se le contestó favorablemente, salvo en lo relativo a la gestión conjunta de facilidades y al libre cambio. (59)

Al día siguiente, 20 de octubre de 1939, los ministros Justo Prieto y Alberto Ostria Gutiérrez formalizaron los siguientes acuerdos:

— Protocolo sobre Cooperación Económica y Facilidades de Tránsito, en el que se convino la construcción, a la brevedad posible, de una vía de comunicación terrestre entre ambos países, así como la constitución de una comisión mixta encargada de estudiar las bases de un tratado de comercio y de otras convenciones sobre intercambio de productos y acrecentamiento de las vinculaciones económicas bilaterales, y de un convenio “que otorgue facilidades para la salida de la riqueza boliviana por el río Paraguay”, de acuerdo con lo establecido en el Tratado de Paz, Amistad y Límites de 1938 y en la Resolución de la Reunión de Consulta de Panamá sobre libre tránsito;

— Convenio de Intercambio Intelectual, por el que los dos gobiernos se comprometían a apoyar toda iniciativa de intercambio universitario, mediante el auspicio de viajes de estudiantes y profesores, y la invitación a dictar conferencias o realizar otras actividades culturales. Para el efecto, incluirían en sus respectivos presupuestos nacionales, a partir de 1940, una partida especial destinada a este intercambio;

-Convenio sobre Canje de Publicaciones, que preveía la remisión recíproca de publicaciones oficiales, o editadas con auxilio estatal, a las legaciones y Bibliotecas Nacionales de los dos países, y

-Protocolo que establece el Servicio de Aviones, en el cual se consignaba el compromiso de establecer un servicio aéreo permanente de pasajeros y correspondencia entre Asunción y La Paz, y el de otorgar todas las ventajas y facilidades posibles para la operación de los aviones del servicio permanente. La reglamentación de estos compromisos quedaba a cargo de las secciones públicas competentes de ambos Estados. (60)

Los cuatro acuerdos tenían un carácter más declarativo que práctico, pero concretaban las orientaciones oficiales en lo concerniente al intercambio cultural, la facilitación del comercio y la habilitación de vías de comunicación permanente entre los dos países.

También el 20 de octubre, la Universidad Mayor de San Andrés distinguió al canciller paraguayo entregándole, dada su condición de profesor de Sociología en la Universidad Nacional de Asunción, el título de catedrático extraordinario de la misma asignatura en esa casa de estudios. Durante el acto, se constituyó el Instituto Boliviano-Paraguayo de Cultura, con la finalidad de “realizar en Bolivia una amplia labor de conocimiento y divulgación de la cultura paraguaya”. El instituto fue presidido por el propio Rector de la Universidad Mayor de San Andrés, Héctor Ormachea Zalles, y participaron en su fundación Juan Francisco Bedregal, Alcides Arguedas, Humberto Palza, José Carrasco, Javier Paz Campero, Néstor Galindo, Casto Rojas y Enrique Baldivieso, entre otras personalidades. (61) Poco antes, el 16 de agosto de 1939, se había establecido en Asunción el Instituto Cultural Paraguayo-Boliviano, a los efectos de “trabajar por la amistad y el acercamiento de los dos países, fomentar la unión cultural y espiritual, realizar un intercambio de misiones universitarias, divulgar las letras bolivianas en el Paraguay y las paraguayas en Bolivia y mantener estrecho contacto entre las universidades”. Intervinieron en la fundación de este instituto, entre otros, Justo Prieto, Efraím Cardozo, Justo Pastor Benítez, Policarpo Artaza, Julio César Chaves, Horacio A. Fernández, Emilio Saguier Aceval, R. Antonio Ramos, Carlos A. Pastore y Carlos R. Centurión. (62)

Por lo demás, antes de la visita del canciller paraguayo, el doctor Héctor Ormachea Zalles, que había representado a Bolivia en el acto de transmisión de mando en el Paraguay, informó al presidente Quintanilla y a su gabinete que el contrato ad-referéndum con YPFB, firmado en abril de ese año, “estaba muerto”; que era necesario negociar serenamente y sin prisas un nuevo acuerdo, y que en esa negociación deberían contemplarse los intereses de las dos partes y ventajas recíprocas para ambas, señalando que el convenio sobre el petróleo “tenía que constituir la vértebra de la política de acercamiento paraguayo-boliviano”. La legación del Paraguay pudo constatar que en Bolivia subsistía el interés en celebrar un acuerdo petrolero. De hecho, el Ministro boliviano de Minas y Petróleo, general Felipe M. Rivera, aseguró al ministro Chaves que ya se había contratado con Alemania la provisión de los tubos para el oleoducto, lo que quedó sin efecto a consecuencia del estallido de la guerra en Europa, aunque, de todas maneras, se pretendía interesar a los Estados Unidos en la realización de la obra. Chaves tenía instrucciones verbales del presidente Estigarribia y del canciller Prieto en el sentido de asegurar, a este respecto, “la buena voluntad del gobierno paraguayo para llegar a un convenio decoroso”. (63)

Los acuerdos suscritos en octubre de 1939 fueron aprobados por el Congreso paraguayo en diciembre siguiente. (64) En enero de 1940, el ministro Ostria Gutiérrez y el representante del Paraguay en Bolivia intercambiaron notas diplomáticas para acordar que, hasta tanto los aprobara el Poder Legislativo boliviano, se procediese a:

-Constituir de inmediato una Comisión Mixta de Estudios Económicos, conforme al artículo 2º del Protocolo sobre Cooperación Económica y Facilidades de Tránsito;

-Adelantar el estudio de la reglamentación sobre servicio de aviones entre Asunción y La Paz, por parte de las dependencias pertinentes de ambos países, según lo dispuesto en el artículo 4º del protocolo respectivo;

-Efectivizar el compromiso asumido para enviarse recíprocamente las publicaciones oficiales o editadas con apoyo oficial, tal como se había previsto en el Convenio sobre Canje de Publicaciones, y

- Adoptar las medidas necesarias para que las becas en favor de estudiantes y profesionales, establecidas en el Convenio de Intercambio Intelectual, pudieran ser utilizadas desde ese año. (65)

 

Elección del general Peñaranda

En los últimos meses de 1939, se fue afianzando la candidatura del general Enrique Peñaranda de cara a las elecciones presidenciales convocadas para el año siguiente. El ministro Chaves veía con agrado la postulación del antiguo Comandante en Jefe del Ejército boliviano en el Chaco, teniendo en cuenta los sentimientos amistosos que manifestaba hacia el Paraguay. A su criterio, la exaltación de Peñaranda a la primera magistratura consolidaría definitivamente la política de acercamiento que se llevaba adelante “con tanto afán”. (66) Chaves comunicó a la cancillería asuncena, en enero de 1940, que tuvo ocasión de conversar con el general en esos días y que éste le dijo “que uno de los primeros actos de su gobierno sería el de invitar oficialmente al presidente Estigarribia a visitar Bolivia”. El diplomático paraguayo entendía que la presidencia de Peñaranda permitiría resolver en forma rápida y satisfactoria las cuestiones pendientes, entre las que incluía el nuevo acuerdo petrolero, que, por su extraordinaria importancia, no podía ni debía negociarse con un gobierno provisorio, “en vísperas de terminar su precario mandato”. (67)

También en enero de 1940, el ministro Chaves habló sobre este tema con el ministro Ostria Gutiérrez. Le recordó que el contrato ad-referéndum entre el Ministerio de Economía e YPFB había encontrado resistencias en la opinión pública paraguaya y el Poder Ejecutivo no lo había sometido a consideración del Congreso, añadiendo que “como objeción fundamental se podía señalar la de haber sido gestado sin intervención de las Cancillerías”. El canciller boliviano, luego de coincidir en que “tratándose de un acuerdo de tal importancia las Cancillerías no podían en ningún caso declinar su intervención”, le manifestó que lo que correspondía era que el gobierno paraguayo planteara sus nuevos puntos de vista sobre el particular. Al informar sobre la conversación, Chaves señaló:

Opino que nuestra posición en este asunto es buena habiendo conseguido que se deje de lado el Convenio anterior y que se inicie una nueva negociación en la cual tendremos las manos libres. Debemos buscar con ahínco un nuevo acuerdo. La riqueza petrolífera boliviana es grande y su salida natural el río Paraguay. Este es el espíritu que animó el Tratado del 21 de julio. No debemos permitir que por nuestra desidia se creen por el Brasil o la Argentina vías artificiales para el petróleo boliviano [...]. Y mucho menos debemos permitir que intereses norteamericanos o argentinos -mimetizados en la opinión pública- saboteen el ideal de unión petrolífera que llevará una corriente de pujante riqueza por nuestros ríos hacia nuestra tierra. (68)

Por otra parte, los directivos de YPFB aseguraron confidencialmente al diplomático paraguayo, que “la salida natural del petróleo de Camiri era el río Paraguay”, y le recalcaron “las ventajas que un oleoducto reportaría a los dos países”. Chaves consideraba que, entre otras, debían introducirse las siguientes modificaciones a lo acordado con anterioridad:

- YPFB tenía que obtener personalidad jurídica en el Paraguay, quedando la parte del oleoducto construida en territorio del país, bajo el imperio de las leyes paraguayas;

- Debía regularse mejor los procedimientos a seguir en caso de hallazgo de petróleo en el Paraguay;

- Debía acordarse a la marina mercante paraguaya el privilegio para la conducción del petróleo al exterior;

- La refinería prevista para Villa Hayes tenía que construirse en Puerto Casado, tanto por razones militares como porque ese sería el punto terminal del oleoducto, y

- El plazo para la construcción del oleoducto tenía que ser perentorio.

El entendía que si el Paraguay no afrontaba con determinación el proyecto de dar salida por su territorio al petróleo de la zona de Camiri, “tarde o temprano, el Brasil o la Argentina -por cualquier medio y a cualquier costo-”, llegarían hasta allí, y explicaba así las ventajas del oleoducto de Camiri a Puerto Casado, desde diversos puntos de vista:

Comercial. Con el oleoducto irá el camino; el comercio paraguayo-boliviano será una realidad y no una utopía; se abrirán importantes mercados para nuestros productos.

Económico. Creación de una pujante corriente de riqueza hacia nuestro país que, tras de cruzar el Chaco, beneficiará una zona empobrecida y debilitada como la de Concepción.

Militar. Para el caso de un conflicto, seguridad de que el país dispondrá del petróleo necesario por vías no interceptables.

Internacional. El vínculo petrolífero es el más sólido del mundo moderno. Con la construcción del oleoducto, Bolivia que hoy es “país de estaño”, pero que en el porvenir será “país de petróleo” quedará unida a nuestra patria y atraída definitivamente a la hoya platense.

Agregaba el ministro Chaves que, descartado por causa de la guerra el acuerdo por el cual Alemania suministraría los materiales para el oleoducto a cambio de materias primas, quedaba la posibilidad de buscar financiamiento de Estados Unidos de América (previo arreglo entre Bolivia y la Standard Oil), de Argentina (mediante un acuerdo tripartito que le asegurase un porcentaje del petróleo de Camiri), o de Brasil (también sobre la base de un acuerdo tripartito vinculado con el ferrocarril que se proyectaba construir entre Concepción y Ponta Porá). (69)

Al margen de esto, las elecciones presidenciales y legislativas bolivianas se realizaron con normalidad en marzo de 1940, y el general Enrique Peñaranda fue elegido Presidente de la República. Para la legación del Paraguay el gobierno del general Quintanilla actuó con imparcialidad, garantizando la libre concurrencia a los comicios y la libre emisión de sufragios. No obstante, la compraventa de votos “estuvo a la orden del día” y las fuerzas de izquierda denunciaban a las grandes empresas mineras de buscar asegurarse mediante el cohecho una influencia decisiva en el Congreso. (70)

En esos días, el ministro Chaves tuvo ocasión de conversar con el presidente electo en un evento social, y le significó la simpatía con que el gobierno y el pueblo paraguayos contemplaban “su exaltación al mando supremo”. Peñaranda reiteró los sentimientos amistosos que mantenía hacia el Paraguay y su presidente, así como la firme decisión de impulsar una política de acercamiento entre los dos países. “Testigo como fui -le dijo- del heroísmo y del sacrificio de los dos pueblos en la cruenta Guerra del Chaco, no ahorraré esfuerzos para consolidar la amistad paraguayo-boliviana”. “Bolivia y Paraguay, naciones pequeñas rodeadas de grandes potencias, deben vivir estrechamente unidas”, concluyó.

Hablaron luego de la conveniencia de abrir una vía de comunicación a través del Chaco, “mejorando y completando los caminos existentes mediante la acción de los zapadores de ambos ejércitos”. El general Peñaranda se refirió a la posibilidad de crear un organismo -público o privado- que mantuviese el servicio regular de transporte desde Kilómetro 160 (terminal del ferrocarril de Casado) hasta Villamontes, e hiciera viable el comercio bilateral. En cuanto al acuerdo petrolero, el presidente electo “se mostró convencido de la importancia y utilidad recíproca de sacar el petróleo boliviano por el río Paraguay, mediante la construcción de un oleoducto”. Adelantó que buscaría una solución decorosa para el entredicho con la Standard Oil, preservando la nacionalización del petróleo, pues la medida adoptada contra esa compañía había dañado a Bolivia al atemorizar a los capitales extranjeros. Por último, Peñaranda reiteró su deseo de invitar al presidente Estigarribia a visitar Bolivia, señalando que él, por su parte, “iría gustoso al Paraguay cuando sus responsabilidades de gobierno le permitiesen”. (71)


NOTAS

58. Chaves a Efraím Cardozo, Ministro Interino de Relaciones Exteriores, La Paz, 2/10/1939. AMREP, DPD, volumen 656.

59.    Prieto a Relaciones, La Paz 19/10/1940. AMREP, DPD, volumen 278.

60. Bordenave y Rachid, Colección de Tratados y Actos Internacionales de la República del Paraguay, IV, cit., pp. 191-195.

61. Chaves a Efraím Cardozo, Ministro Interino de Relaciones Exteriores, La Paz, 21/10/1939. AMREP, DPD, volumen 656.

62. Carlos R. Centurión, Historia de la Cultura Paraguaya, tomo 2, Asunción, Biblioteca Ortiz Guerrero, 1961, p. 542.

63.    Chaves a Cardozo, La Paz, 2/10/1939. Ibídem.

64.    Ley 288 del 2/12/1940. República del Paraguay, Registro Oficial correspondiente al año 1939, tomo 6, Asunción, Imprenta Nacional, 1940. En realidad, por esta ley se aprobaron tres de los cuatro acuerdos suscritos; faltó aprobar el Convenio sobre Canje de Publicaciones.

65. Chaves a Prieto, La Paz, 19/01/1940 y Chaves a Ostria Gutiérrez, La Paz, 17/01/1940. AMREP, DCCP, volumen 112.

66. Chaves a Prieto, La Paz, 27/11/1939. AMREP, DPD, volumen 656.

67. Chaves a Prieto, La Paz, 8/01/1940. AMREP, DPD, volumen 362.

68. Chaves a Prieto, La Paz, 31/01/1940. AMREP, DPD, volumen 278.

69. Chaves a Tomás Salomoni, Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay, La Paz, 4/03/1940. AMREP, DPD, volumen 450.

70 Chaves a Salomoni, La Paz, 11/03/1940. AMREP, DPD, volumen 135.

71. Chaves a Salomoni, La Paz, 18/03/1940. AMREP, DPD, volumen 135.



III. ENTRE LA DESCONFIANZA Y EL DESEO DE AVANZAR

 

Sucesión presidencial en el Paraguay

Tras el fallecimiento del general José Félix Estigarribia, que fue ascendido póstumamente al rango de mariscal, los mandos militares impusieron la designación del Ministro de Guerra y Marina, general Higinio Morínigo, como Presidente Provisional de la República. La legación de Bolivia no tenía buen recuerdo del nuevo presidente, pues en marzo de 1940 había dado lugar a un incidente con el agregado militar de ese país, mayor Max España, a raíz de un discurso pronunciado en el Centro Militar y Naval de Asunción, en el que Morínigo manifestó que el general Estigarribia condujo el ejército paraguayo “de victoria en victoria hasta reconquistar la casi totalidad de nuestro Chaco ocupado por el invasor por más de medio siglo”. Más adelante agregó: “En la guerra, el pueblo paraguayo ha demostrado una vez más su gran fuerza moral y material, pues qué unido en un solo haz y sin banderías de ninguna clase venció a un enemigo superior en número, mejor preparado y organizado y con materiales modernos, bajo la enérgica e inteligente dirección del general Estigarribia”.

Esos conceptos disgustaron al mayor España, que abandonó de un modo ostensible el local donde fueron pronunciados. (90)

De todas maneras, el ministro Salinas Aramayo escuchó de los propios labios del presidente Morínigo, pocos días después de que asumiera el gobierno, que tenía la intención de proseguir la política de aproximación a Bolivia impulsada por su antecesor, y que se empeñaría en incrementar la vinculación económica paraguayo-boliviana, mediante la negociación de un tratado de comercio. (97)

De hecho, Morínigo se comprometió, en un principio, a dar continuidad a las orientaciones del mariscal Estigarribia y confirmó a todos los ministros en sus respectivas carteras. Sin embargo, antes de un mes provocó la renuncia de los ministros liberales. No fue un mero cambio ministerial, sino una verdadera redefinición política. El general Morínigo se fue desprendiendo después de los demás colaboradores de Estigarribia, y completó su gabinete con militares y un grupo de intelectuales católicos, críticos de los partidos tradicionales y sin militancia política, conocidos como “tiempistas”, porque tenían por vocero el diario El Tiempo. Partidarios del gobierno fuerte, al igual que los militares que sostenían al presidente, los “tiempistas” dieron contenido programático a la denominada “Revolución Nacionalista”, que pretendió desarrollar el presidente Morínigo.

Tiémpista precisamente era el doctor Luis A. Argaña, designado para reemplazar a Tomás Salomoni al frente de la cartera de Relaciones Exteriores en noviembre de 1940. Salinas Aramayo trazó la siguiente semblanza del nuevo canciller, que conduciría la política exterior paraguaya hasta 1944:

El doctor Luis Argaña -oye misa en la Catedral de Asunción y comulga todos los días- tiene toda la malicia política y la astuta energía que los biógrafos de Maquiavelo encontraban en el gran florentino. Su carrera la hizo en la Universidad, donde llegó a ocupar los más altos cargos. Las dos veces que actuó en política, fue llevado al gobierno por el ejército. Es hombre de múltiples recursos, tiene fortuna y sabe hacer política. Financió y fue el inspirador del diario “El Tiempo” y ahora está organizando el partido que respaldará al gobierno. Se complace en recibir a sus visitantes, en su Despacho, al pie de un monumental retrato del general Estigarribia, que el fervor de sus partidarios puso para que hoy sonría a sus pies este astuto caudillo a cuyas manos ha venido a parar, después de tantas vueltas, la herencia política del militar a quien tanto combatiera. (98)

Más adelante agregaría que el doctor Argaña era considerado “como uno de los políticos más sutiles de este país”, que cubría “con su apariencia, inofensiva y bonachona, esa malicia guaraní tan característica de los paraguayos”. (99)

También en este caso, el contacto personal disipó en el representante diplomático boliviano cualquier duda que hubiera podido concebir con respecto a un cambio de orientación en las relaciones bilaterales. Argaña significó a Salinas Aramayo, en la primera entrevista que sostuvieron, que había sido él, como Ministro interino de Relaciones Exteriores, quien autorizó la firma del Tratado de Paz del Chaco, añadiendo que “anhelaba dar al mencionado pacto su verdadera expresión, intensificando la política de acercamiento con Bolivia”. Le aseguró que, “una vez libre de compromisos protocolares”, se daría tiempo para plantearle algunos acuerdos que permitieran a los dos países establecer “una unión sólida e indestructible”. (100)

Tal vez el primer tema del que debió ocuparse el canciller Argaña con relación a Bolivia fue el nombramiento de un ministro plenipotenciario en ese país. El doctor Julio César Chaves renunció al cargo tras la salida de los ministros liberales del gabinete de Morínigo. Bajo la gestión de Salomoni se designó para reemplazarlo al doctor César Vasconcellos, pero éste presentó igualmente su renuncia, antes de asumir funciones, con motivo del cambio en la jefatura de la cancillería. Se terminó confiando el cargo, el 30 de diciembre de 1940, a un joven abogado, magistrado judicial y profesor de Derecho Internacional Privado, el doctor Raúl Sapena Pastor (1908-1989).

 

Visita del presidente Morínigo a Bolivia

La intención de consolidar las buenas relaciones paraguayo-bolivianas no era para nada rechazada por el gobierno del Paraguay. En febrero de 1942, el ministro Francovich mantuvo una conversación con el presidente Morínigo, en la que éste le aseguró que el pueblo paraguayo sentía verdadera estimación por el de Bolivia. “Antes de la guerra no nos conocíamos —dijo—; pero como no hay mal que por bien no venga, la guerra nos ha aproximado”. Tras declarar que el pueblo paraguayo deseaba vivir en paz, culpó a los políticos de haber, tal vez, “precipitado la guerra que pudo no haberse producido”. También enfatizó el presidente que la aproximación entre los dos países quedaría definitivamente consolidada, “eliminando para siempre toda suspicacia que pudiera surgir”, con la construcción de un camino que los vinculase directamente. El ministro boliviano estimaba sincera tal declaración, por ser el del general Morínigo, en su concepto, “un gobierno de carácter nacionalista, que [aspiraba] a eliminar las influencias extranjeras” y que reaccionaba contra la política liberal, a la que reprochaba, “como su mayor culpa, la entrega del país a la Argentina”. (122)

Para el gobierno del general Morínigo, la construcción del camino directo entre Bolivia y el Paraguay era la base de todo. En julio de 1942, el canciller Argaña propuso organizar una comisión mixta encargada de estudiar la construcción y financiación de la carretera. (123) La legación de Bolivia en Asunción abogó por la aceptación de esta propuesta, ya contemplada en el Protocolo de Cooperación Económica y Facilidades de Tránsito suscrito en octubre de 1939, y planteó evaluar la construcción de una carretera moderna, gestionando el financiamiento de los Estados Unidos de América o, al menos, la habilitación de los caminos existentes entre López de Filippis (actual Mariscal Estigarribia) y Villamontes, pues el Estado Mayor paraguayo entendía que, “con pequeños arreglos”, las rutas existentes podrían permitir un tráfico de camiones por el Chaco. (124) En Bolivia, el proyecto no despertó mucho entusiasmo. El Ministerio de Economía opinó que, desde el punto de vista económico, no era éste un camino esencial para el progreso inmediato del país, aunque podría resultar interesante si el Paraguay lo financiaba; la Dirección General de Vialidad alegó que por falta de informaciones técnicas, no se podía avanzar “todavía mayormente sobre el particular”, y el Ministro de Hacienda, Joaquín Espada, sostuvo que la construcción de un camino directo entre Bolivia y el Paraguay, pese a que podría constituirse en “un medio de progreso para las apartadas regiones del sudeste”, no convenía en esos momentos “por razones militares”. (125)

En lo concerniente al intercambio comercial, el ministro Francovich adoptó una posición equilibrada, explicando a su cancillería que las perspectivas no eran alentadoras pero que algo habría que hacer para incentivarlo. Sugería, en tal sentido, activar los trabajos de la comisión creada por el protocolo de octubre de 1939. A su criterio, no sería necesario aún negociar un tratado de comercio, sino -como sostenía la cancillería paraguaya- un modus vivendi que permitiese promover operaciones comerciales concretas. Este modus vivendi tendría un plazo limitado y “permitiría recoger las experiencias que servirían de fundamento para un tratado comercial con carácter definitivo”. Habría que gestionar, además, la concesión de facilidades bancarias y la rebaja de los fletes en los ferrocarriles argentinos, de acuerdo con lo previsto en el convenio celebrado en la Conferencia Regional del Plata, ya que las exportaciones de productos paraguayos a Bolivia se realizaban principalmente por la vía férrea Formosa-Embarcación-La Quiaca. (126)

En puridad, la habilitación de la carretera hasta la frontera con Bolivia no era suficiente para incrementar el comercio bilateral, pues las regiones bolivianas fronterizas con el Paraguay estaban asimismo mal comunicadas con el resto del país. La legación paraguaya en La Paz dejó en claro esta dificultad, al comentar las perspectivas que se presentaban al comercio bilateral en esos momentos:

La realización efectiva de un intercambio comercial con Bolivia es difícil, a causa de la falta de comunicaciones directas, y mientras esto no se realice por vía Chaco o se consiga con la Argentina una disminución equitativa de los fletes de sus ferrocarriles, continuaremos en la misma imposibilidad de establecer un mercado para nuestros productos en este país. Creo más conveniente que se debe insistir en la rebaja de los fletes de los Ferrocarriles Argentinos, debido a que en caso de que consiguiéramos establecer como vía del intercambio los caminos del Chaco, no nos reportaría mayores beneficios, porque la zona fronteriza de Bolivia se puede decir que se halla aislada del resto del país, por falta de medios de comunicación con ella, y además se debe agregar a esto, que esa región produce, si bien es cierto en poca escala, productos similares a los nuestros. Actualmente la Argentina ha conseguido introducir en gran escala sus productos en Bolivia, pudiendo decirse que tiene ganado el mercado. (127)

Para el tratamiento de estos temas, el ministro Francovich comenzó a abogar por la organización de un encuentro entre los presidentes del Paraguay y Bolivia. En ese encuentro, los Jefes do Estado podrían también considerar acciones concretas a fin de establecer comunicaciones aéreas directas y la venta petróleo boliviano al Paraguay, aunque fuese en pequeñas cantidades para abastecer a las guarniciones del Chaco, así como el intercambio de cadetes para cursar estudios en las respectivas Escuelas Militares y el envío de misiones universitarias. (128) La provisión de petróleo era contemplada entonces con reservas en Bolivia. El Presidente de YPFB indicó en febrero de 1943, ante una consulta sobre la conveniencia de facilitar la venta de petróleo y sus derivados al Paraguay, que la empresa estatal priorizaba el abastecimiento interno, “evitando en absoluto la venta al extranjero de los productos y refinados de su petróleo”, y que esa política se había acentuado aún más “en razón de las dificultades del transporte en el exterior y sobre todo hacia [Bolivia]”. De todos modos, Francovich pensaba que, “obedeciendo a un criterio más político que económico”, la cancillería podría obtener una mayor amplitud, y satisfacer con lo que se producía en Sanandita y Camiri al menos una parte de las necesidades del Paraguay. (129)

El esfuerzo por dar contenido a la agenda bilateral no impedía que Francovich mantuviese informado a su gobierno sobre la situación política interna del Paraguay, que resumió, en noviembre de 1942, en los siguientes términos:

El general Morínigo se esfuerza por dar a su gobierno, como lo hacía [el coronel Rafael] Franco, un carácter eminentemente popular. Dicta leyes protectoras de los trabajadores, y trata de asegurar a estos, condiciones de vida más convenientes de las que actualmente tienen. Visita los pueblos del interior del país. Les habla en guaraní. Les recuerda las glorias militares del Paraguay. Entre tanto su policía, con mano dura, ha venido persiguiendo toda oposición civil. Los hombres de algún valor que tiene el Paraguay —militares o civiles— están exilados o confinados. La prensa solo publica lo que le permite el Departamento de Prensa y Propaganda. No hay libertad de reunión. El espionaje está por todas partes. Con esos recursos, el gobierno ha conseguido, al presente, imponer una calma que si hasta poco era perturbada por tentativas de subversión, es ahora efectiva. (130)

Por lo demás, en febrero de 1943, el gobierno del Paraguay confió su representación en La Paz al ex canciller Tomás Salomoni (1884-1951), un decidido partidario del acercamiento paraguayo-boliviano. El ministro Francovich, luego de entrevistarse con él, escribió:

El doctor Salomoni piensa que los pueblos de Bolivia y el Paraguay no deben seguir alimentando recelos que no tienen sentido ni fundamento alguno. Por el contrario, cree que ambos países deben estrechar sus relaciones económicas y políticas en todo lo que sea posible. Sus ideas en este sentido llegan hasta la formación de una alianza de carácter militar, acerca de la cual, según me ha dicho, habló ya con el Canciller Ostria Gutiérrez cuando éste visitó Asunción en marzo de 1940. (131)

Salomoni asentó que el objetivo principal de su misión era el de procurar el acercamiento espiritual y comercial entre los dos países; y, al igual que Francovich, se esforzó por promover la construcción de la carretera y del oleoducto al río Paraguay. (132)

El impulso que comenzaron a tomar de nuevo las relaciones bilaterales se fortaleció con la visita realizada a Bolivia, a mediados de 1943, por el presidente Higinio Morínigo -el primer Jefe de Estado paraguayo en hacerlo-, atendiendo a una invitación formulada por el gobierno de ese país. La visita fue parte de una gira que se inició en Estados Unidos de América y terminó en Bolivia, después de pasar por México, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Chile.

El presidente paraguayo y su comitiva llegaron en tren a La Paz el 15 de julio de 1943, procedentes del puerto de Arica. En la Estación Central del Ferrocarril los esperaban el presidente Enrique Peñaranda, sus ministros y numeroso público. De allí, los presidentes se trasladaron en auto descubierto hasta el Palacio de Gobierno, desde cuyos balcones presenciaron un desfile militar. En la tarde, mantuvieron un breve encuentro y asistieron a un desfile estudiantil, en el que tomaron parte unos veinte mil escolares. Por la noche, el presidente Peñaranda ofreció una cena y condecoró a su colega paraguayo. Luego pasaron a un baile, que se prolongó hasta las primeras horas de la madrugada.

Durante el segundo día, los Jefes de Estado visitaron el Colegio Militar y participaron del Te Deum que se celebró en la Catedral de La Paz en recordación del movimiento independentista paceño del 16 de julio de 1809. El general Morínigo condecoró a Peñaranda y, tras almorzar en la legación del Paraguay, ambos asistieron a un desfile cívico efectuado con motivo de la fecha histórica. El 17 de julio, el presidente paraguayo partió, en aeronave, de regreso a Asunción. 133

Morínigo y Peñaranda hablaron, según testimonió el primero, “como representantes de dos pueblos hidalgos y valientes, que tenían similares problemas e inquietudes”, (134) y convinieron volver a encontrarse en la frontera de los dos países para la suscripción de los acuerdos que estaban en negociación. Quedó constancia, además, de que la visita dio oportunidad para que los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países, Luis A. Argaña y Tomás Manuel Elío, “pudieran comprobar la coincidencia de sus directivas internacionales”, que preveían el desarrollo de una política de decidida cooperación interamericana, el rechazo de la violencia y la conquista territorial, el acatamiento de los principios del derecho y la realización de una leal política de buena vecindad. (135)

 

Los acuerdos de Villamontes

Antes del nuevo encuentro entre los presidentes Morínigo y Peñaranda, se realizó un intercambio de visitas de autoridades militares. A principios de agosto de 1943, el teniente coronel Bernardo Aranda, Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas del Paraguay, viajó a La Paz para asistir a los festejos del 6 de agosto; y pocos días después, el 15 del mismo mes, su colega boliviano, general Antenor Ichazo, representó a Bolivia, como embajador en Misión Especial, en las ceremonias de Iniciación del Periodo Presidencial 1943-1948. El alto jefe boliviano entregó al presidente Morínigo, al Ministro de Defensa y al Jefe del Estado Mayor, las insignias de oficiales de Estado Mayor honoris causa de Bolivia, lo que fue inmediatamente retribuido por el gobierno del Paraguay. (136) “Estas visitas -anotó un testigo calificado- evidenciaron la mutua cordialidad existente entre las fuerzas armadas de ambos países. Fueron verdaderas fiestas de camaradería y fraternidad”. (137)

El general Ichazo, de cuya delegación formaba parte el entonces mayor Gualberto Villarroel, efectuó una visita a la hija del mariscal José Félix Estigarribia, con el objeto de saludarle y significarle “la admiración que [sentía] el Ejército boliviano hacia su ilustre padre”. “La entrevista fue de una gran cordialidad -declaró el general Ichazo-, en medio de la cual la distinguida señora derramó abundantes lágrimas porque me dijo: “En Bolivia reconocieron en mi padre, las virtudes que aquí, en su patria, le negaron”. Recordó el general que Estigarribia había destacado, en su momento, “el valor y el valer del soldado boliviano”, “y por eso fue el primer impulsor de un acercamiento sincero y provechoso entre estos dos países”. (138)

Con motivo de la visita del coronel Aranda, el ministro Salomoni manifestó al canciller Argaña que el momento le parecía propicio “para inclinar a los hombres que [dirigían] las Fuerzas Armadas de los dos países [... y] hacer que ellos [fuesen] la fuerza impulsora de los anhelos de solidaridad y vinculación” entre el Paraguay y Bolivia. Comentó que en el banquete ofrecido por Ichazo a Aranda, todos estuvieron “contestes en que era necesario olvidar nuestro pasado y fomentar el acercamiento, entendiendo ellos [los militares] que, más que nadie, eran los llamados a fortalecer los vínculos, y que en sus manos radicaba el resorte que [podría] mover a ambos países a comprenderse”. (139)

Además, tanto Bolivia como el Paraguay anunciaron la decisión de elevar a la categoría de embajadas sus respectivas legaciones en Asunción y La Paz. (140) En consecuencia, Salomoni fue designado embajador del Paraguay en Bolivia en octubre de 1943. No solo eso; en setiembre de 1943 el presidente Peñaranda confió el Ministerio de Relaciones Exteriores a Carlos Salinas Aramayo, que hasta poco tiempo antes se había desempeñado como ministro boliviano en Asunción.

Con ese ambiente favorable se realizó el encuentro presidencial de noviembre de 1943, sin las comodidades con las que se supone que actúan los diplomáticos. El presidente Morínigo, acompañado de los Ministros de Relaciones Exteriores, de Defensa Nacional y de Obras Públicas y Comunicaciones, y un gran número de militares y civiles, partió de Asunción el 11 de noviembre a bordo de una motonave de la Compañía Argentina de Navegación. El 13, previa escala en Concepción y en Puerto Pinasco, la comitiva llegó a Puerto Casado, de donde continuó por autovía hasta el Kilómetro 160, y desde allí cubrió los 125 kilómetros de distancia hasta López de Filippis (actual Mariscal Estigarribia) “en confortables y cómodos Jeep”, “por un camino perfectamente conservado”. De López de Filippis siguió la travesía el 14 de noviembre, a las cuatro de la mañana, en dirección a Cañada Oruro, en la frontera con Bolivia, a 224 kilómetros de allí, “distancia que fue salvada en 14 horas de trayecto, realizado en perfectas condiciones por rutas arregladas y camionables”. Esta parte del viaje fue, según la crónica, la más emotiva, porque se desarrolló “por lugares históricos, plenos de recordación de las diversas acciones victoriosas libradas durante la Campaña del Chaco”. Finalmente, la comitiva alcanzó Cañada Oruro a las seis de la tarde del mismo día 14. (141)

El viaje del presidente Peñaranda no fue más fácil. El agregado militar paraguayo, que acompañó a la comitiva boliviana, comentó en carta a su esposa estos detalles: “Para asistir al lugar de la entrevista, salimos de Villamontes a las cuatro de la madrugada [del 15 de noviembre] y solo a las diez y media estuvimos en el lugar señalado. Los caminos no estaban muy buenos que se diga: barro, mosquitos y calor. Solamente faltaban las balas.. .”. (142)

El 15 de noviembre, a las once horas, los presidentes Morínigo y Peñaranda se encontraron en la frontera. Ambos dignatarios se acercaron a la línea limítrofe y se dieron un abrazo. Después, cada uno presentó a los integrantes de su comitiva. Se puso la piedra fundamental del monumento recordatorio de los cadetes paraguayos y bolivianos caídos durante la Guerra del Chaco y se sirvió un almuerzo. De Cañada Oruro los presidentes partieron hacia Villamontes, a donde llegaron en la noche.

Al día siguiente, 16 de noviembre, los generales Morínigo y Peñaranda rindieron homenaje al soldado desconocido, pasaron revista a las tropas de la guarnición local y presenciaron un desfile militar, del que tomaron parte los cadetes de la Escuela Militar paraguaya. (143) Más tarde, en la denominada Casa de Gobierno de Villamontes los ministros de Relaciones Exteriores del Paraguay, Luis A. Argaña, y de Bolivia, Carlos Salinas Aramayo, suscribieron los siguientes acuerdos:

- Convenio para la Construcción de un Camino Carretero que una las Repúblicas del Paraguay y Bolivia, por el cual los dos gobiernos se comprometían a realizar acciones conjuntas con el objeto de obtener los fondos necesarios para la construcción de un camino carretero que uniese directamente ambas Repúblicas a través del Chaco. Tres meses después de obtenida la financiación, se constituiría una comisión mixta encargada de estudiar, en el plazo de un año, el trazado del camino carretero, sus características, costos y demás detalles técnicos;

- Convenio sobre Constitución de una Comisión Mixta que estudie las bases de un Tratado de Comercio y “Modus Vivendi Comercial’’, en cuya virtud las dos partes se obligaban a establecer una comisión mixta con atribuciones para estudiar las bases de un Tratado de Comercio. Cada sección nacional prepararía los datos e informes relativos al intercambio comercial bilateral y demás elementos de juicio necesarios para encarar las negociaciones respectivas y, una vez concluidos esos trabajos, se realizarían las sesiones de la comisión mixta, a los efectos de elaborar un informe con recomendaciones para los gobiernos y un proyecto de Modus Vivendi Comercial. Las partes se comprometían, igualmente, a suscribir el Modus Vivendi Comercial dentro de los sesenta días siguientes a su presentación, y a ponerlo en vigencia, hasta tanto se celebrase el Tratado de Comercio que debía regular, “de un modo definitivo y permanente, las relaciones económicas y comerciales entre ambas Repúblicas”;

Convenio para la Construcción de un Oleoducto, que preveía la organización de una comisión mixta para estudiar y preparar las bases de un convenio que estableciera las condiciones para la construcción del oleoducto a través del Chaco, destinado a transportar petróleo desde el territorio boliviano hasta un puerto del río Paraguay, en territorio paraguayo. El Paraguay se obligaba a conceder las facilidades necesarias para que entidades bolivianas pudiesen construir el oleoducto, y

- Protocolo sobre Cooperación Internacional, en el que se ratificaban las estipulaciones del Convenio sobre Reconocimiento del Estatuto Territorial vigente y Desarme Moral, de marzo de 1940, y se establecía una política de mayor acercamiento y colaboración entre los dos Estados, así como un procedimiento de consultas en relación a las cuestiones internacionales del continente. Además, se determinaba que: “Los Gobiernos del Paraguay y de Bolivia, reconociendo que los problemas económicos y políticos derivados de su mediterraneidad les crean limitaciones que entorpecen su pleno desenvolvimiento, convienen en prestarse recíproca colaboración y ayuda en las gestiones amistosas que realicen, dentro de un espíritu de respeto a los pactos internacionales vigentes y de armonía y solidaridad con las naciones del Continente, para que sea resuelto ese problema de su mediterraneidad”. (144)

Asimismo, se firmaron seis acuerdos por intercambio de notas reversales, para:

- Constituir una comisión mixta encargada de estudiar y proponer a los gobiernos las bases del convenio comercial previsto en el artículo séptimo del Tratado de Paz, Amistad y Límites del 21 de julio de 1938, a los efectos de reglamentar el libre tránsito por territorio paraguayo de mercaderías procedentes o destinadas a Bolivia, y la instalación de agencias aduaneras, depósitos y almacenes bolivianos en la zona de Puerto Casado;

— Encargar a las dependencias competentes de ambas cancillerías que coordinen acciones para concretar lo determinado en el Convenio de Intercambio Intelectual del 20 de octubre de 1939;

— Disponer que los Directores de Radiocomunicaciones de los dos países se pusieran en contacto, a los efectos de acordar el procedimiento de aplicación de la Convención Radiotelegráfica del 28 de marzo de 1940, de suerte que las comunicaciones telegráficas directas entre Bolivia y el Paraguay quedasen inauguradas antes del 15 de enero de 1944;

— Encarar conjuntamente una gestión diplomática ante el gobierno de la República Argentina para obtener “la disminución del cincuenta por ciento de las tarifas ferroviarias para los productos bolivianos o paraguayos que, en tránsito por territorio argentino, [utilizaran] el tramo Formosa-Embarcación, con destino a uno u otro país”;

— Realizar gestiones ante la Pan American Grace Airways Company, tanto en La Paz como en Washington, con el objeto de conseguir que se habilite el servicio semanal directo de aviones entre La Paz y Asunción, tomando como marco el Protocolo que establece el Servicio de Aviones de 20 de octubre de 1939, y

— Ejercitar una acción conjunta ante el gobierno de Estados Unidos de América para que uno de los ramales principales de la Carretera Panamericana vincule La Paz con Asunción, cruzando el Chaco en toda su extensión, o, en todo caso, para obtener de ese gobierno el financiamiento necesario para la construcción del camino carretero que uniera a ambos países. (145)

Los acuerdos de Villamontes establecieron, por consiguiente, un plan ambicioso de trabajo con el que se pretendía consolidar, en forma paulatina, vínculos estrechos entre el Paraguay y Bolivia. Su cumplimiento, no obstante, dependería de la voluntad y perseverancia de los funcionarios encargados de cumplir lo acordado. El esfuerzo en tal sentido podría verse facilitado por la convicción forjada en esos años en las esferas gubernamentales de los dos países de que el entendimiento bilateral sería beneficioso para ambos. “Todo confirmó —escribió al respecto Alberto Ostria Gutiérrez- que, junto a las cruces del Chaco, había florecido una auténtica fraternidad y que Bolivia y el Paraguay, rodeados en la Cuenca del Plata por dos grandes países vecinos como la Argentina y el Brasil, habían acabado por comprender que solo unidos podrían convertir su debilidad en una verdadera fuerza”. (146)

En la noche del 16 de noviembre, el general Peñaranda ofreció al general Morínigo un banquete oficial, en el que intercambiaron discursos alusivos a la importancia del encuentro. El presidente paraguayo significó, en la oportunidad, lo siguiente:

Vinimos, Señor Presidente, a rubricar una amistad ya sellada. Vinimos a materializarla en los hechos. Vinimos a buscar los medios de coordinar nuestros esfuerzos en pro de la grandeza y de la prosperidad de nuestras patrias. Usamos el lenguaje de la sinceridad, que tiene resonancias en las almas de los pueblos. Tiene significado especialísimo la circunstancia de que nos hallemos precisamente donde antes fue campo de batalla. Cierta augusta majestad preside el encuentro histórico: la majestad de aquellos héroes cuya fatalidad no fue el haberse encontrado frente a frente en la trinchera, sino el haberse desconocido mutuamente por largas generaciones.

De acuerdo con el programa preestablecido, de Villamontes los dos presidentes debían trasladarse en avión a López de Filippis, donde el general Morínigo retribuiría las atenciones recibidas. Pero las condiciones climáticas no permitieron hacerlo, y el presidente paraguayo partió de regreso por tierra el 18 de noviembre. (147) Esto último hizo que lo anecdótico predominase, en cierta medida, sobre el esfuerzo empeñado por los dos gobiernos para realzar la importancia del encuentro. En Asunción, circuló el rumor de que el viaje del presidente Peñaranda a López de Filippis fue suspendido a raíz de un altercado entre las delegaciones y se dijo que, al no efectuar el viaje, el Jefe de Estado boliviano había inferido un agravio a la dignidad del Paraguay. Se comentó también que el gobierno chileno había quedado descontento con el Protocolo sobre Cooperación Internacional, “y que las relaciones que ya [estaban] enfriándose entre Chile y Bolivia, [seguían] igual camino con respecto al Paraguay”. (148)

No obstante lo anterior, el encuentro de los Jefes de Estado en el Chaco fue, sin duda, un evento histórico. Ambos llegaron hasta los confines de sus territorios nacionales para transmitir un mensaje de confraternidad, y trazaron un curso de acción lleno de desafíos y de obstáculos, aparentemente ilusorio, pero que mostraba a los dos pueblos que, más allá de los resentimientos y la desconfianza que venían del pasado, existía la posibilidad de construir de cara al futuro una relación distinta y mutuamente ventajosa.


NOTAS

96. Salinas Aramayo a Ostria Gutiérrez, Asunción, 7/06/1940. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 52.

97. Salinas Aramayo a Ostria Gutiérrez, Asunción, 25/09/1940. Ibídem.

98.    Salinas Aramayo a Ostria Gutiérrez, Asunción, 6/12/1940 Ibídem

99.    Salinas Aramayo a Ostria Gutiérrez, Asunción, 15/01/1941 AMREB,

Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 53.

100. Salinas Aramayo a Ostria Gutiérrez, Asunción, 7/12/1940. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 52.

122. Francovich a Anze Matienzo, Asunción, 3/02/1942. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 54.

123. Francovich a Anze Matienzo, Asunción, 4/07/1942. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 55.

124. Francovich a Elío, Asunción, 29/11/1942. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 56.

125.  Memorándum sobre los asuntos que deben ser estudiados para la entrevista de los presidentes de Bolivia y el Paraguay, Asunción, 6/04/1943. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 57.

126. Francovich a Anze Matienzo, Asunción, 10/07/1942. AMREB, Legación en el

Paraguay, Recibidas, volumen 55 y Francovich a Elío, Asunción, 29/11/1942. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 56.

127. Godinot de Vilaire a Argana, La Paz, 19/02/1943. AMREP, DPD, volumen 254.

128. Francovich a Anze Matienzo, Asunción, 29/08/1942. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 55 y Francovich a Elío, Asunción, 29/11/1942. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 56.

129. Memorándum sobre los asuntos que deben ser estudiados para la entrevista de los presidentes de Bolivia y el Paraguay, Asunción, 6/04/1943. AMREB. Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 57.

130. Francovich a Anze Matienzo, Asunción, 20/11/1942. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 56.

131. Francovich a Elío, Asunción, 13/02/1943. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 57.

132. Salomoni a Aníbal Delmás, Ministro interino de Relaciones Exteriores, La Paz, 17/06/1943 y Salomoni a Argaña, La Paz, 12/08/1943. AMREP, DPD, volumen 254.

133.  [República del Paraguay], Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores correspondiente al año de 1943 - La Diplomacia Revolucionaria Nacionalista, Asunción, Imprenta Nacional, 1944, pp. 285-288.

134. Augusto Ocampos Caballero, Testimonios de un presidente. Entrevista al Gral, Higinio Morínigo, Asunción, El Lector, 1983, p. 126.

135. Ostria Gutiérrez, Una obra y un destino, cit., p. 377.

136. Francovich a Elío, Asunción, 20/08/1943. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 58.

137. Luis J. González, Paraguay, prisionero geopolítico, Buenos Aires, Ediciones Nogal, 1947, p. 80.

138. “Hay un ambiente sincero de confraternidad en el Paraguay”, La Noche, La Paz, 25/08/1943.

139. Salomoni a Argaña, La Paz, 12/08/1943. AMREP, DPD, volumen 254.

140.  Salomoni a Argaña, La Paz, 12/08 y 16/09/1943. AMREP, DPD, volumen 254 y Decreto Ley 86, Asunción, 25/08/1943. Bordenave y Rachid, Colección de Tratados y Actos Internacionales de la República del Paraguay, IV, cit., p. 442.

141. “Etapas del Viaje Presidencial al Chaco Paraguayo”, en Revista de las Fuerzas Armadas de la Nación, Asunción, 3 (35), noviembre de 1943, pp. 2651- 2661.

142. Carta del teniente coronel Fulgencio Yegros a su esposa, La Paz, 23/11/1943. Archivo del autor.

143. “Etapas del Viaje Presidencial al Chaco Paraguayo”, cit., pp. 2661-2666.

144.  Bordenave y Rachid, Colección de Tratados y Actos Internacionales de la República del Paraguay, IV, cit., pp. 203-208.

145.  Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores correspondiente al año de 1943, cit., pp. 43-46 y 361-364 y AMREP, DCCP, volumen 254.

146. Ostria Gutiérrez, Una obra y un destino, cit., p. 380.

147. “Etapas del Viaje Presidencial al Chaco Paraguayo”, cit., pp. 2666-2670.

148. Ernesto Soto Reyes al Secretario de Relaciones Exteriores de México, Asunción, 24/11/1943. AHGE-SRE, III-253-2 y Francovich a Salinas Aramayo, Asunción, 25/11/1943. AMREB, Legación en el Paraguay, Recibidas, volumen 60.



V. RETOMANDO EL IMPULSO

 

La diplomacia boliviana frente al gobierno de Federico Chaves

A diferencia del embajador Ramírez, el embajador de Bolivia en Asunción, Francisco Lazcano Soruco, que presentó credenciales en mayo 1950, se limitó en su gestión a observar la política interna e internacional del Paraguay. Su visión acerca del gobierno paraguayo no era completamente negativa, pues mostraba simpatizar con el Jefe de Estado, aunque no con sus partidarios. Luego de que Federico Chaves asumiera de jure la Presidencia de la República, en agosto de 1950, apuntó lo siguiente:

Personalmente, el nuevo Presidente Constitucional de la República del Paraguay, por su edad que es avanzada, pues pasa de los setenta años, y por las condiciones de comprensión y de tolerancia de que permanentemente hace un sincero ejercicio, ofrece a la ciudadanía paraguaya, inclusive a la que milita en la oposición, las garantías necesarias para una armónica convivencia. Bajo su gobierno y siempre que sean adoptadas medidas que hagan efectivo el anhelo del presidente de favorecer el advenimiento de una evidente pacificación social y política, será posible la reorganización de las fuerzas políticas paraguayas, hoy dispersas y extrañadas del país, tanto en su personal director como en sus cuadros de militantes [...].

Sin embargo, se presume en diversos círculos de opinión, que la pacificación espiritual perseguida por el presidente Chaves, será obstruida por sus inmediatos colaboradores a quienes se reputa apasionados e intransigentes en su beligerancia con las fuerzas de oposición. (205)

El Paraguay, en concepto del embajador boliviano, disfrutaba de paz interna, pero obtenida por medio de la “opresión política”. No estaba permitido el funcionamiento de los partidos de oposición; dos de los tres diarios que se editaban en la capital eran oficiales, y el tercero, “no obstante su aparente independencia”, podía calificarse como pro gubernista; las radioemisoras estaban controladas por el gobierno. “En esta atmósfera de cerrado hermetismo a que ha sido sometida la opinión nacional -afirmaba-, prospera únicamente el comentario de corrillo, salpicado de maledicente ironía para la obra del gobierno, considerándose al presidente como cautivo de un estrecho círculo de intereses, de los que resultan beneficiarios unos cuantos jefes del partido oficial, del ejército y la policía”. (206)

En cambio, la visión que se había formado con respecto a las perspectivas de las relaciones bilaterales era muy positiva. Tanto el presidente Chaves como sus ministros mostraban sentimientos de amistad y solidaridad hacia Bolivia. El canciller, Bernardo Ocampos, llegó a expresar al representante boliviano, “con énfasis y rotundidad”, la opinión de que Bolivia tenía razón en su aspiración marítima y que el problema de su salida al mar era de “interés continental”. (207)

En abril de 1951, el embajador Lazcano Soruco reafirmó en términos generales sus impresiones anteriores, aunque añadió que el Paraguay era en esos momentos “un país sin pulso vital”, un “país insulado”, “bajo el enclaustramiento a que modernamente le han sometido sus vecinos, principalmente la Argentina, de quien depende política y económicamente”. Sus críticas hacia el Partido Colorado eran implacables, pero seguía excluyendo de ellas al presidente Chaves:

Los hombres del “coloradismo”, salvo escasas excepciones que tienden a marginarse de las responsabilidades del gobierno, están por debajo del nivel de la mediocridad. En mis primeros contactos con los miembros del Gabinete, supuse arrogancia lo que luego descubrí que era en ellos pobreza mental. Reservados en su trato, antisociales, es poco menos que un problema mantener con los Ministros un diálogo más alto que el que permita el cambio de los saludos de cortesía. [... Se] escudan en un mutismo que revisten casi siempre de altanera y burda indiferencia por el contertulio y por el tema cuya controversia eluden de tan poco elegante manera. Ni siquiera saben compensar sus deficiencias con humor o ironía, como es frecuente en el mediocre, de donde resultan herméticos e inabordables.

Una excepción en el cuadro de conductores del “coloradismo” es el Presidente de la República. Septuagenario ya, sus características son el aplomo y la madurez de sus juicios, la bondad de su alma, su acrisolada honradez, que le han llevado a mantener el propósito, infelizmente torpedeado, de reponer la paz de la familia paraguaya. Pero Chaves no cuenta para nada en el gobierno, pues, ni sus virtudes se imitan o ejemplarizan ni sus propósitos se cumplen. Cautivo de su estado mayor político y del militar que le dispensa la gracia de mantenerlo en el poder, tiene que ponerse una venda en los ojos para no ver cuánto se hace en su dintorno.

Asentó, por otra parte, que subsistían aún entre los paraguayos “sentimientos pasivos de rencor y de recelo” hacia los bolivianos, que afloraban al exterior en forma de gestos o motes discretamente evidenciados. Pensaba que a Bolivia le convenía “contribuir al fortalecimiento de la economía paraguaya”, para que pudiera liberarse del vasallaje que le imponía la Argentina, y que, en consecuencia, debía tratar de proveerle petróleo y derivados, de manera a cubrir sus requerimientos de esos productos. En suma, opinaba que “una activa, inteligente y mutuamente provechosa relación de intercambio económico” con el Paraguay, podía llevar en el futuro a este país “a buscar alianzas con [Bolivia], tomándose en evidentemente amistosa y fraternal una relación que hasta hoy ha sido de recelo y desconfianza, [y] que puede pasar de nuevo a ser de agresividad y violencia, si [se descuidaba] la urgente tarea de contribuir a su liberación económica y política de Argentina”. (208)

 

Cambios políticos en Bolivia

La tensión política que había dominado la gestión gubernativa de Mamerto Urriolagoitia creció de punto en mayo de 1951 cuando el Movimiento Nacionalista Revolucionario triunfó en las elecciones presidenciales con la fórmula Víctor Paz Estenssoro - Hernán Siles Zuazo, a pesar de que muchos de los dirigentes movimientistas permanecían exiliados y el partido soportaba persecución gubernamental. El presidente tomó entonces la decisión de no entregar el gobierno a quienes ganaron en los comicios, sino a las Fuerzas Armadas, constituyéndose una Junta Militar de Gobierno presidida por el general Hugo Ballivián. La junta así constituida anuló las elecciones presidenciales y canceló el mandato de los senadores y diputados.

Antes de adoptar esa decisión, el presidente Urriolagoitia intentó alcanzar un entendimiento con el MNR, y recurrió a la embajada del Paraguay para gestionarlo, considerando que los movimientistas le guardaban consideración especial por el asilo acordado años antes a Paz Estenssoro. El Jefe de Estado manifestó al embajador del Paraguay: “Yo ya he recibido la insinuación para ir a una dictadura con el apoyo del ejército, pero no he aceptado, ni aceptaré porque soy embanderado de los principios democráticos. Nuestro partido tiene la mayoría en el Parlamento y si se lleva allí la solución del problema presidencial seguramente se provocaría una situación de violencia y es eso lo que quisiera evitar”. (209) El embajador Ramírez llegó a hablar con el doctor Siles Zuazo, quien le expresó que se podría llegar al acuerdo planteado siempre que el presidente se mantuviese firme en el propósito de cumplir las prescripciones constitucionales, pero advirtiéndole que, en caso contrario, “correría mucha sangre en Bolivia”. Para el diplomático paraguayo, el cambio en la posición de Urriolagoitia se debió a la exhibición en el Consejo de Ministros de un supuesto pacto entre el MNR y el Partido Comunista, que lo hizo optar por no dejar que los comunistas se apoderasen de la administración del Estado. (210) De todos modos, entendía él que Urriolagoitia había traicionado su credo democrático. “Estaba en condiciones de pasar a la historia -apuntó-, haciendo honor a su expresa declaración de que entregaría el mando al ciudadano que tuviera la mayoría de votos populares. No lo hizo, quedando consumado el engaño al pueblo. Este engaño de que no se puede llegar al poder por medio de la elección, abre el camino a la violencia”. (211)

El gobierno paraguayo reconoció a la junta boliviana en junio siguiente. Al entregar la nota respectiva al ministro de Relaciones Exteriores, el embajador Ramírez quedó con la impresión de que con el nuevo gobierno se podrían realizar los proyectos que estaban en trámite entre los dos países; (212) y, en efecto, la junta militar decidió, en setiembre de 1951, poner en ejecución los convenios suscritos en Villamontes en 1943. Como el Congreso estaba disuelto, la decisión fue adoptada por la misma junta. (213)

La Junta de Gobierno presidida por el general Ballivián puso término, además, a la misión del embajador Francisco Lazcano Soruco en el Paraguay y consideró la designación en su reemplazo de un jefe militar -llegó a hablarse del general Armando Sainz Iturri-, pues se quería que fuera un militar “a trabajar por la consolidación de nuestras buenas relaciones, teniendo en cuenta nuestra pasada guerra y porque [era] el Ejército el que se [proponía] ejecutar los Protocolos de Villamontes”. (214)

Al concluir el año 1951, el embajador Ramírez sostenía que, a su juicio, las relaciones entre el Paraguay y Bolivia habían mejorado significativamente, y que se había conseguido cambiar la tradicional política de indiferencia por otra de interés internacional. Para él, el objetivo principal de la diplomacia paraguaya en Bolivia tenía que ser el de alcanzar una inteligencia que cimentara la garantía y confianza necesarias para evitar el renacimiento del “espíritu agresivo que ha sido causa de nuestro pasado conflicto”. Asegurado esto, podrían contemplarse varios acuerdos de carácter político y económico. Pensaba que las relaciones con Bolivia eran “de suma importancia para el Paraguay”, y que el país debía prestar atención a las potencialidades económicas bolivianas, señalando:

La riqueza de Bolivia despierta la codicia de los Estados Unidos, de Argentina, del Perú y Chile. Cada una de estas naciones trabaja activamente, ya sea por los yacimientos petrolíferos, ya por el estaño y los otros minerales, como el zinc, el plomo y otros tantos. El Perú hace lo que se llama la penetración financiera, mediante el Banco Popular del Perú y sus sucursales en Cochabamba, Oruro y Sucre. Es uno de los bancos importantes del país.

En medio de estas manifiestas rivalidades, venimos a actuar nosotros con los Protocolos [de Villamontes] y con nuestra diplomacia de comprensión y entendimiento. De aquí la importancia de esta Embajada. (215)

En los primeros meses de 1952, las pujas en el interior de las Fuerzas Armadas, así como la oposición que mantenía el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), fueron debilitando sensiblemente la autoridad de la junta militar. En enero de ese año, la embajada del Paraguay comunicó que los altos mandos castrenses reclamaban la convocatoria a elecciones, y que la junta se resistía a hacerlo por considerar que no contribuiría con ello a pacificar el país y solo facilitaría el acceso del MNR al gobierno. En febrero siguiente, sin embargo, se anunció la decisión de convocar a los comicios en el trascurso del año 1952. (216)

De todos modos, el levantamiento estalló en la primera quincena de abril de ese año y terminó llevando al MNR al poder. Para la representación paraguaya, la rebelión se inició a partir de un entendimiento entre el general Antonio Seleme, Ministro de Gobierno de la junta, y la dirigencia movimientista. Al principio pareció que los rebeldes contaban con el apoyo mayoritario de las Fuerzas Armadas. Pero no fue así, y se iniciaron encarnizados combates en la ciudad de La Paz entre los carabineros y simpatizantes del MNR, por una parte, y las fuerzas militares, por la otra. La lucha se generalizó “durante tres días con sus noches, empleándose en ella toda clase de armas”. “En esta lucha se destacó singularmente la forma como pelearon los militantes del MNR —acotó el embajador Ramírez en un informe dirigido a la cancillería paraguaya-, a quienes se les abrió el parque y se les entregó diez mil fusiles. La lucha fue feroz y cruel. Los carabineros dirigían a estos paisanos. Es así, que los carabineros y los militantes del MNR fueron los que vencieron a los ocho Regimientos del Ejército boliviano”. (217) Triunfante el movimiento, Víctor Paz Estenssoro asumió el gobierno, con Hernán Siles Zuazo como vicepresidente, reviviendo la fórmula que había sido electa en los comicios de 1951.

En el Paraguay, la noticia de la revolución boliviana fue recibida favorablemente. Tanto Paz Estenssoro como otros dirigentes del MNR eran bien conocidos por los gobernantes paraguayos; y el pueblo se mostraba más expresivo aún, “manifestando abiertamente su alborozo por la revolución triunfante, motivado en un sector por el espíritu revolucionario de sus gentes y en el otro por el ejemplo que ello le da en su descontento con el actual régimen, habiéndose hecho popular nuevamente la expresión de la necesidad de pedir coraje a Bolivia como solución de sus necesidades”. (218)

 

La vinculación bilateral después de la Revolución Nacional Boliviana

A mediados de mayo, la embajada del Paraguay en La Paz confirmó que el cambio político operado en Bolivia parecía ser sustancial, aun cuando no se había despejado todavía el horizonte, pues el gobierno no estaba completamente consolidado. Por una parte, se hacía sentir una tendencia extremista de izquierda en la acción de los ministros Juan Lechín, Germán Butrón y Ñuflo Chávez; por la otra, el vicepresidente Hernán Siles Zuazo, el Ministro de Hacienda y el Ministro de Defensa sostenían posiciones más moderadas; en el medio, estaba el presidente, influido, a juicio del representante diplomático paraguayo, por la doctrina del justicialismo argentino. Cada uno de los sectores buscaba definir la gestión del gobierno dentro de su respectiva orientación. Para el embajador Ramírez, el ministro Lechín, importante dirigente de los mineros, acrecentaba sus fuerzas y tenía condiciones de constituirse en árbitro de la situación. (219)

En ese mismo mes de mayo de 1952, el nuevo gobierno de Bolivia fue reconocido por el del Paraguay. (220) Unos días después, el embajador Juan Isidro Ramírez mantuvo una entrevista con el presidente Paz Estenssoro, a quien solicitó que le informase sobre la situación en que se encontraba el país. Víctor Paz Estenssoro le dijo que su primera preocupación había sido consolidar el gobierno, y que para ello había creado la escolta presidencial con dos mil afiliados al MNR, que rápidamente se estaban disciplinando. Agregó que, dentro del Cuerpo de Carabineros, el partido tenía a casi toda la oficialidad y que se iría eliminando a quienes no fueran simpatizantes del MNR, porque los sostenes del gobierno tenían que ser “los nacionalistas bien reconocidos”. Con ese mismo criterio partidario se pensaba reorganizar las Fuerzas Armadas. “El sacrificio que hemos soportado -le significó- ha sido doloroso y grave para perder de nuevo el poder”.

En cuanto a las fuerzas políticas, el presidente boliviano le expuso que el Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR) estaba liquidado; que el Partido Obrero Revolucionario (POR) no representaba una fuerza temible y que pronto sería destruido, porque sus miembros eran inmorales; que la Falange Socialista Boliviana padecía de la misma debilidad; que la “rosca” estaba aplastada y el Partido de la Unión Republicana Socialista (PURS), con sus generales y jefes corrompidos, no podría ya reaccionar. Agregó que los obreros respaldaban firmemente al gobierno, en razón de que los movimientistas nunca los habían engañado, procedían “con toda lealtad y franqueza” y tenían la resolución “de realizar sus legítimas aspiraciones”.

Paz Estenssoro y el embajador conversaron también sobre las relaciones bilaterales. Ramírez le preguntó si era cierto que el MNR mantenía contactos con los opositores del gobierno paraguayo, franquistas y moriniguistas, “para estimular ciertas inquietudes del orden público del Paraguay”. El Jefe de Estado le respondió que no existían ni existirían tales contactos, asegurándole que él conocía “bastante la ideología de los partidos paraguayos”, y que quería corresponder a la política de comprensión y entendimiento que aplicaba el gobierno del Paraguay. Le confesó, no obstante, que había recibido varios cables de felicitaciones de los emigrados paraguayos, con quienes había tratado durante su propio exilio en Buenos Aires y Montevideo. (221)

El embajador Ramírez mantuvo, asimismo, conversaciones con el nuevo canciller boliviano, Walter Guevara Arze. En uno de sus primeros encuentros, Guevara, que al parecer hablaba sin rodeos, planteó al representante paraguayo la posibilidad de “seguir una política de comprensión entre Bolivia, Paraguay y Uruguay para explotar la riqueza boliviana”, pues el MNR, al acceder al poder, se había encontrado con tratados de explotación petrolífera consumados con Argentina y Brasil. “Necesitamos de un puerto -le dijo- para disponer de una explotación propia”. Ramírez le señaló que el tratado de paz de 1938 contemplaba una salida al río Paraguay, y el canciller le replicó que esa salida no era soberana. “De inmediato le contesté -anotó el embajador paraguayo- que la causa de nuestra guerra fue la salida soberana y ese punto estaba definitivamente concluido”. (222)

Poco después, el gobierno de Paz Estenssoro designó embajador en el Paraguay al doctor Carlos Montellano (1896 - ¿?), un abogado nacido en Sucre, que había actuado como diputado y prefecto del Departamento de Oruro, y era hermano del doctor Julián Montellano, ex vicepresidente de Gualberto Villarroel. (223) El nuevo embajador de Bolivia presentó sus credenciales al presidente Federico Chaves el 13 de agosto de 1952, y en la oportunidad, el Jefe de Estado paraguayo le manifestó “la buena voluntad de su gobierno y el deseo definido de un pronto entendimiento económico”. (224)

Entre tanto, el representante diplomático del Paraguay no dejaba de apreciar con preocupación el desarrollo de la política boliviana que, a su criterio, se deslizaba peligrosamente hacia la izquierda. En setiembre de 1952, informó de nuevo sobre las divisiones existentes en el interior del oficialismo, entre moderados y extremistas, ubicando ya el presidente Paz Estenssoro entre los segundos y señalando que los comunistas se estaban infiltrado en ese grupo. Ramírez no dudaba de que “el sentimiento nacionalista” del MNR lo enfrentaba al comunismo, pero entendía también que el gobierno debía adoptar una definición categórica. (225)

En octubre siguiente, el ministro Guevara volvió a abordar el tema de la salida por el río Paraguay en una conversación con el embajador Ramírez. Recordó que Bolivia tenía un triángulo sobre dicho río, al norte de la Bahía Negra, pero que era “una región totalmente baja” en donde resultaba imposible instalar un puerto de utilidad. “Entonces estamos pensando -expresó concretamente- enviar allá ingenieros competentes para hacer un estudio bien serio para ver si cabe construir un gran canal, en ese triángulo llamado Man Céspedes, a fin de tener un buen acceso sobre el río Paraguay”, en vista de que necesitaban de un puerto para sacar la producción del Oriente boliviano. Ramírez no opuso reparos al proyecto, y lo transmitió a su cancillería, explicando que se vinculaba con la explotación del hierro del Mutún y recomendando que el gobierno paraguayo encarara, por su parte, la realización de obras públicas en Bahía Negra y Fuerte Olimpo. (226)

Al margen de la renovada preocupación boliviana por habilitar una salida fluvial soberana hacia la Cuenca del Plata, intención a la que el Paraguay parecía no estar del todo dispuesto a contribuir, los viejos temas de la agenda bilateral se retomaron con nuevo ímpetu bajo el gobierno de Paz Estenssoro. En diciembre de 1952, tuvo lugar en Asunción la reunión de la Comisión Mixta para estudiar las bases del Tratado de Comercio y Modus Vivendi Comercial, y los delegados de ambos países coincidieron en la conveniencia de:

-Establecer las bases definitivas del convenio para la construcción de un oleoducto, destinado al transporte del petróleo boliviano hasta un puerto paraguayo sobre el río Paraguay y la instalación de refinerías de petróleo;

— Ejercer la acción necesaria para la construcción de una carretera paralela al oleoducto, que uniese directamente las dos Repúblicas, y para la concesión de un puerto franco a favor de Bolivia, en la terminal del oleoducto sobre el río Paraguay;

— Establecer las bases definitivas para el Tratado de Comercio y Modus Vivendi Comercial entre ambos países, y para un Convenio de Pagos;

— Ejercer la acción necesaria para la ejecución del Protocolo del 20 de octubre de 1939, relativo al establecimiento de servicios aéreos entre Asunción y La Paz;

— Poner en ejecución el Convenio de Intercambio Intelectual del 20 de octubre de 1939, y la Convención Radiotelegráfica del 28 de marzo de 1940, e

— Impulsar la creación de la Cámara de Comercio Boliviano-Paraguaya. (227)

De esta manera, 1952 se cerraba con una agenda bilateral ordenada. En su memoria anual, el embajador Juan Isidro Ramírez ratificó la convicción de que el Paraguay y Bolivia debían avanzar hacia “una perfecta armonía”, “a fin de estudiar analíticamente sus respectivos intereses, tales como el intercambio de sus productos, la construcción del oleoducto, el trazado del camino a través del Chaco, así como la salida por el río Paraguay de varias riquezas mineras de Bolivia y el intercambio de intelectuales y periodistas”. Complementaba lo anterior afirmando:

Paralelamente a estos nobles propósitos materiales y espirituales, habría que desarrollar una comprensión e inteligencia recíproca en la esfera internacional sudamericana, hasta lograr un apoyo mutuo en el juego de la política exterior, ante los dos grandes vecinos. Esto no significa propósitos agresivos sino de defensa.

El clima actual que observo, me parece propicio y hasta podría afirmar que existen comienzos halagüeños al respecto.

De aquí la necesidad de que exista una continuidad activa y profunda de esta labor, si se quiere que se realice la evolución natural que buscamos en las relaciones externas de ambos pueblos.

No está demás anotar aquí que graves dudas me asaltaron cuando comencé a ejercitar una diplomacia sin prevención ni odios. Felizmente, ellas ya fueron disipadas y vamos hacia una ruta de franca evolución, favorable a las buenas relaciones internacionales entre las dos naciones.

Recomendaba, finalmente, la definición de una línea política que abarcara los intereses de Bolivia, Paraguay y Uruguay, con el propósito superior de tener “una gravitación internacional fundamentada en el derecho y en la persuasión constante contra el trato desigual y en cierto modo inamistoso de otros países”. (228)

El embajador Juan Isidro Ramírez concluyó su misión en Bolivia en los primeros meses de 1953, después de tres años de perseverante labor. Lo sustituiría, desde setiembre de 1953, el contralmirante Wenceslao Benites. El país que dejaba era diferente del que había encontrado cuando llegó. Profundas transformaciones se estaban operando a partir de la Revolución del 52, pero las relaciones boliviano-paraguayas siguieron girando en torno a los mismos temas. En 1954 se concertó el primer Modus Vivendi Comercial Fronterizo; en 1956 se suscribió un Tratado de Intercambio Cultural, se prorrogó y amplió el Modus Vivendi Comercial, y se concretó un Convenio sobre Oleoductos y Abastecimiento de Petróleo; en 1958 se firmó un Convenio sobre Transportes Aéreos Regulares, y en 1962, los Convenios sobre Cooperación en materia de Navegación Fluvial y sobre Unión Caminera. Costaba, a pesar de todo, transformar las intenciones en realizaciones.


NOTAS

205. Lazcano Soruco a Zilveti Arce, Asunción, 21/08/1950. AMREB, Embajada en el Paraguay, Recibidas, volumen 71.

206. Lazcano Soruco a Zilveti Arce, Asunción, 29/11/1950. Ibídem.

207. Lazcano Soruco a Zilveti Arce, Asunción, 21/08/1950. Ibídem.

208. Lazcano Soruco a Zilveti Arce, Asunción, 21/04/1951. AMREB, Embajada en el Paraguay, Recibidas, volumen 72.

209. Ramírez a Ocampos, La Paz, 11/05/1951. AMREP, DPD, volumen 287.

210. Ramírez a Ocampos, La Paz, 19/05/1951. Ibídem.

211. Ramírez a Ocampos, La Paz, 28/05/1951. Ibídem.

212. Ramírez a Ocampos, La Paz, 11/06/1951. Ibídem.

213. Ramírez a Ocampos, La Paz, 11 y 25/09/1951. AMREP, DPI, volumen 310.

214. Ramírez a Ángel Florentín Peña, Ministro interino de Relaciones Exteriores del Paraguay, La Paz, 28/11 y 3/12/1951. AMREP, DPD, volumen 482.

215. Memoria de la Embajada del Paraguay en Bolivia correspondiente a 1951, La Paz, 28/01/1952. AMREP, DPD, volumen 124.

216. Ramírez a Ocampos, La Paz, 14/01 y 11/02/1952. AMREP, DPD, volumen 33.

217. Ramírez a Ocampos, La Paz, 14/04/1952. Ibídem.

218. Guido Valle Antelo a Walter Guevara Arze, Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia. Asunción, 26/04/1952. AMREB, Embajada en el Paraguay, Recibidas, volumen 73.

221.  Ramírez a Ocampos, La Paz, 3/06/1952. Ibídem.

222. Ramírez a Ocampos, La Paz, 10/07/1952. AMREP, DPI, volumen 310.

223. Ramírez a Ocampos, La Paz, 4/06/1952. AMREP, DPD, volumen 482.

224. Montellano a Walter Guevara Arze, Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia. AMREB, , Embajada en el Paraguay, Recibidas, volumen 73.

225. Ramírez a Ocampos, La Paz, 23/09/1952. AMREP, DPD, volumen 41.

226. Ramírez a Ángel Florentín Peña, Ministro Interino de Relaciones Exteriores del Paraguay, La Paz, 14/10/1952. Ibídem.

227.  Declaración de la Comisión Mixta que estudia las bases de un Tratado de Comercio y Modus Vivendi Comercial, Asunción, 7/12/1952. Enrique B. Bordenave y Leila Rachid (Comp.), Colección de Tratados y Actos Internacionales de la República del Paraguay, tomo V, Asunción, Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción” - Instituto Paraguayo de Estudios Geopolíticos e Internacionales, 1987, pp. 114-115.

228.  Ramírez a Ocampos, La Paz, 30/12/1952. AMREP, DAP, volumen 53.



EPÍLOGO

Desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en 1938, los gobiernos del Paraguay y de Bolivia se esforzaron por encontrar nuevos contenidos para la vinculación bilateral, que hasta entonces había estado dominada por la controversia en torno al territorio chaqueño. Se entendió que, para asegurar la paz, resultaba necesario que los contactos oficiales fuesen constructivos y tendiesen a acercar a las dos poblaciones, a restablecer la confianza recíproca y a restañar las heridas dejadas por la Guerra del Chaco.

Además, el Paraguay y Bolivia compartían, como comparten hoy, la misma situación en el interior de Sudamérica, sin acceso propio y soberano al mar, lo que dificultaba su comercio exterior y frenaba su desarrollo; y los dos estaban rodeados por países con economías mayores que generalmente hacían prevalecer sus propios intereses sobre cualquier otra consideración. Se planteó, en consecuencia, la conveniencia de aunar esfuerzos para gestionar una más amplia y efectiva libertad de tránsito, así como tasas justas por el uso de puertos y medios de transporte en los países vecinos.

Por otra parte, desde el punto de vista de las oportunidades comerciales, al Paraguay le resultaba atractivo el mercado boliviano, como opción para sortear, en alguna medida, la dependencia en que se encontraba con respecto a la República Argentina. Le interesaba, también, adquirir petróleo de Bolivia, con el objeto de garantizar la provisión segura y económica del carburante requerido por el país. No obstante, ambas posibilidades presentaban problemas prácticos insalvables.

El comercio bilateral encontraba, antes que nada, el inconveniente de la falta de una carretera o vía férrea que vinculase los principales centros urbanos de los dos países. Las zonas fronterizas estaban prácticamente aisladas, y los gobiernos carecían de recursos para afrontar por sí solos, de una vez, obras viales costosas en áreas poco pobladas, como las del Chaco. El intercambio mercantil, en consecuencia, solo pudo operarse en pequeña escala, sin estabilidad, y las mercaderías paraguayas tuvieron que competir sin éxito con las de otros Estados vecinos, que contaban con mejores vías de acceso a Bolivia.

En cuanto al oleoducto, hay que señalar que en los años de la inmediata posguerra del Chaco el petróleo producido en Bolivia era insuficiente para asegurar el autoabastecimiento y llegaba con dificultad a las regiones más pobladas de ese país. Por tanto, si bien Bolivia miraba el oleoducto hasta el río Paraguay como un medio para adquirir autonomía en el manejo de su riqueza petrolífera, priorizó las inversiones tendientes a atender, sobre todo, sus necesidades internas.

Los gobernantes del Paraguay buscaban con el oleoducto, en primer lugar, satisfacer la demanda local de carburantes. En ese sentido, sería muy pertinente investigar los intereses económicos vinculados con la provisión de productos petrolíferos al mercado paraguayo, de manera a determinar si interfirieron en el desarrollo de este proyecto, que tenía condiciones de generar entre el Paraguay y Bolivia un fuerte vínculo de cooperación y de oportunidades comerciales. Por otra parte, está comprobado que, en algunas ocasiones, el entusiasmo con relación al oleoducto fue aplacado por las expectativas de encontrar petróleo en el Chaco paraguayo.

Llama la atención que los informes de los funcionarios diplomáticos de ambos países solo registraran superficialmente, cuando lo hacían, las circunstancias y los condicionamientos indicados. Por ejemplo, no se encuentran en los archivos paraguayos, salvo de manera excepcional, referencias acerca de la producción y las obras emprendidas por la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, cuya actividad estaba íntimamente ligada a la concreción del oleoducto. Muy poco se informaba sobre las zonas fronterizas o sobre las obras viales emprendidas por los dos gobiernos. Queda la impresión de que la diplomacia se movía cómodamente en el campo de las buenas intenciones, pero no se preocupaba mucho por determinar lo que debía hacerse para materializar las aspiraciones contenidas en los acuerdos suscritos.

Como se adelantó en la introducción, un profundo desconocimiento siguió separando después de la Guerra del Chaco a las dos sociedades, a sus gobernantes, a sus intelectuales, a sus hombres de empresa, a sus medios de comunicación; e imperaron aún, por muchos años, los sentimientos que dejó la contienda. Los excombatientes, en general, recordaban con respeto a sus antiguos adversarios, con quienes compartieron privaciones y padecimientos. Fuera de esto, los paraguayos percibían en Bolivia un más o menos velado resentimiento, patente en la inconformidad con lo que allí calificaban como la pérdida de un territorio propio. En el Paraguay, se sentía, a veces, una combinación contradictoria de menosprecio y desconfianza hacia los bolivianos, aunque, antes que nada, predominaba la indiferencia.

Las acciones más concretas por alcanzar el pretendido desarme espiritual de los dos pueblos se produjeron en el marco de las visitas y encuentros oficiales, pródigos en expresiones de fraternidad, que no servían, empero, para dejar huellas profundas o alterar convicciones arraigadas. No hubo políticas sostenidas para la aproximación de profesores, estudiantes e intelectuales paraguayos y bolivianos, ni para promover un amplio y efectivo intercambio cultural.

De esta suerte, en 1952, las relaciones oficiales entre el Paraguay y Bolivia se desenvolvían bajo el impulso de una predisposición amistosa, aunque no del todo libre de suspicacias. La agenda bilateral no registraba conflictos ni diferencias sustantivas, sino un conjunto de buenas intenciones, que los gobiernos se proponían ejecutar sin apuros. De todos modos, quizá lo más importante del periodo posterior a la guerra haya sido la orientación trazada por los principales conductores del esfuerzo bélico, como lo fueron Estigarribia y Peñaranda, en el sentido de que debía buscarse un entendimiento leal y estrecho entre el Paraguay y Bolivia, para que -en palabras de Germán Busch- dejaran de ser, en el futuro, “el instrumento de las potencias americanas”.



FUENTES CONSULTADAS

Archivos

Archivo del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas del Paraguay.

Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia (AMREB)

Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay (AMREP)

— Departamento Político y Diplomático (DPD)

- Departamento de Política Internacional (DPI)

— Departamento de Congresos, Conferencias y Propaganda (DCCP)

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