PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
OSCAR ADOLFO BOGADO ROLÓN

  SOBRE CENIZAS - CONSTRUCCIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA DEL PARAGUAY 1869/1870 - Autor: OSCAR BOGADO ROLÓN - Año 2011


SOBRE CENIZAS - CONSTRUCCIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA DEL PARAGUAY 1869/1870 - Autor: OSCAR BOGADO ROLÓN - Año 2011

SOBRE CENIZAS

 

CONSTRUCCIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA DEL PARAGUAY 1869/1870

© OSCAR BOGADO ROLÓN

 

© INTERCONTINENTAL S.A.

Caballero 270 c/ Mcal. Estigarribia

Teléfs.: 496 991 - 449 738; fax: (595-21) 448 721

Pág. web: www.libreriaintercontinental.com.py

E-mail: agatti@libreriaintercontinental.com.py

Diagramación: GILBERTO RIVEROS ARCE

Corrección: ARNALDO NÚÑEZ

 

Mucho celo y técnica fueron empleados en la edición de esta obra. No obstante, pueden ocurrir errores de digitación, impresión o duda conceptual. En cualquiera de las hipótesis, solicitamos la comunicación a nuestra Casa Central, para que podamos esclarecer o encaminar cualquier duda.

La Editora y el autor no asumen responsabilidad alguna por eventuales daños o pérdidas a personas o bienes originados por el uso de esta publicación.

 

Hecho el depósito que marca la Ley N° 1328/98.

ISBN: 978-99953-73-84-9

Asunción – Paraguay

2011 (140 páginas)

 

 

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I: MIENTRAS CONCLUYE LA GUERRA

A)     OCUPACIÓN Y SAQUEO DE ASUNCIÓN

B)      INSTALACIÓN DEL GOBIERNO PROVISORIO

C)      EL GOBIERNO DE FACTO

D)     OCUPACIÓN DE VILLA OCCIDENTAL (VILLA HAYES)

CAPÍTULO II: CERRO CORÁ: CAE EL TELÓN

A)     LA EJECUCIÓN DE LÓPEZ

B)      GENOCIDIO Y MUTILACIÓN

CAPÍTULO III: CONSTRUCCIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA

A)     LA CONVENCIÓN CONSTITUYENTE

B)      EL ESTADO LIBERAL

APÉNDICE I: TRATADO SECRETO DE LA TRIPLE ALIANZA, CELEBRADO EL 1° DE MAYO DE 1865, ENTRE EL IMPERIO DEL BRASIL, LA REPÚBLICA. ARGENTINA Y LA REPÚPLICA DEL URUGUAY

APÉNDICE II: CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY SANCIONADA POR LA HONORABLE CONVENCIÓN CONSTITUYENTE EN SESIÓN DEL 18 DE NOVIEMBRE DE 1870

BIBLIOGRAFÍA

 

 

INTRODUCCIÓN

 

La guerra contra la Triple Alianzas1 (1864-1870), sin discusión alguna, ha dejado una huella indeleble en la historia del Paraguay, marcando su destino a sangre y fuego. En sus doscientos años de existencia independiente, nada es más sensible a su memoria. El gran conflicto americano que arrasó con la vida y la propiedad de los paraguayos estuvo a punto de acabar con la existencia misma de ese Estado, ampliamente perdedor.

Mucho se ha dicho sobre las causas y el desarrollo de la contienda, sobre las luces y sombras de sus protagonistas, especialmente sobre Francisco Solano López, cuya suerte corrió todo un país. Por eso ahora, a 140 años de su muerte, suena a burla aquello de que la guerra fue sólo contra el gobierno paraguayo, no contra su pueblo. Claro está, además, que López no puede ser exonerado de su responsabilidad por el inicio de la contienda, ni tampoco ser exculpado de las atrocidades cometidas a lo largo de la misma y que han dejado su estela de víctimas.

Hoy, el tiempo transcurrido permite mirar con más objetividad los hechos, sin el maniqueísmo de glorificar o denostar a los protagonistas, aportando elementos útiles para una justa valoración de las actuaciones.

Este trabajo, que dista mucho de ser una crónica de sucesos militares, desarrolla exclusivamente el periodo inmediato de la posguerra, que se inicia con la ocupación de Asunción y la instalación de un gobierno provisorio, a la par de la prosecución de los combates en plena campaña de las Cordilleras, aunque sin posibilidad de que éstos puedan alterar el curso del conflicto.

Después, llegaría la batalla final en Cerro Corá que sirvió de corolario a la destrucción de un país que terminó hecho ruinas, sin recursos suficientes para iniciar el penoso proceso de recuperación, que no estuvo exento de retrocesos.

La historia política de esos días difíciles está estrechamente ligada al epílogo diplomático de la guerra, donde se trabaron las interminables discusiones de los vencedores sobre cómo repartir las prendas del derrotado. Fue tomando forma la mutilación del territorio paraguayo que se materializó en el despojo, realizado tanto por brasileños como por argentinos, a través de tratados quitados por la fuerza.

Ese periodo de transición, tan confuso como convulsionado, tiene como hito de relevancia la sanción de la Constitución de 1870, que, discutida en plena ocupación extranjera y con la mayoría de la población luchando por la subsistencia, es aprobada e118 de noviembre. Esta fecha marca el inicio de una nueva etapa, a partir de la creación de una estructura estatal con moldes rigurosamente liberales. Se inicia así la Segunda República del Paraguay, sobre las cenizas de la anterior. La titánica labor de un pueblo que, después de la hecatombe, seguía peleando por su existencia. Nunca estuvo el Paraguay tan cerca de perder su independencia, presa de las desmedidas ambiciones de los vencedores. El país, que después de la guerra retrocedió más de cien años, tuvo que ser edificado de nuevo con los escasos recursos humanos y materiales disponibles.

Esa etapa de reconstrucción nacional podrá ser escrutada, además, desde las aristas del derecho y la política, siempre tan necesarias para entender el desarrollo de una sociedad.

El Paraguay intentaba así dar sus primeros pasos, tratando de recuperar su soberanía avasallada, luego de una contienda devastadora que dejó en los sobrevivientes heridas difíciles de curar y enconos que, en esta ocasión, no se pretende exhumar. Se esbozan a continuación las deplorables condiciones de posguerra, tanto políticas como económicas, que constituyeron forzosamente el punto de partida hacia una nueva era.

 

CAPÍTULO I

MIENTRAS CONCLUYE LA GUERRA

 

... la historia no tiene tiempo para hacer justicia.

Enumera, como los fríos cronistas, sólo los éxitos,

rara vez en cambio los mide con criterios morales.

Solo se fija en los vencedores, dejando a los vencidos en la sombra.

Sin el menor escrúpulo, estos "soldados desconocidos"

son enterrados en la fosa común del olvido.

Stefan Zweig

 

A) OCUPACIÓN Y SAQUEO DE ASUNCIÓN

 

Si bien, militarmente, la guerra contra la tiple Alianza estaba definida ya a finales de diciembre de 18682, la contienda concluyó el 1° de marzo de 1870, con la ejecución de López, y, aunque suene contradictorio, la posguerra se inició más de un año antes de la batalla de Cerro Corá.

Muchas conjeturas se han tejido sobre las razones que motivaron al conductor del ejército invasor a facilitar la huida de López, en Lomas Valentinas. Lo cierto es, que pudiendo los aliados poner fin a las hostilidades, que tenían como propósito "altruista" la liberación de los paraguayos del gobierno tiránico que los sometía, no lo hicieron.

En esas circunstancias, continuar con una guerra militarmente resuelta y contra un enemigo inerme, aniquilando a la población que a causa de la prolongada contienda se debatía en la miseria, fue nada menos que un acto de genocidio.

José Falcón (2006:100), testigo y cronista de esos hechos, fue probablemente el primero en sugerir el interés de exterminio racial como verdadero fin de la guerra, objetivo que se evidenció en la inacción de Caxias, en los siguientes términos:

"¿Qué puede decirse a esta mansedumbre del enemigo? ¿No se confirman con este hecho las apreciaciones anteriores de que no querían concluir con la guerra? ¡Claro que sí! ¡El pueblo tenía que perecer por entero!".

Mucho antes, en 1866 en Yatayty Corá, cuando los aliados rechazaron la propuesta de López de abandonar el país para que, de esta manera, pueda concretarse el cese de las hostilidades, quedó evidenciado suficientemente que la guerra tenía como finalidad principal el exterminio del Paraguay3. La supervivencia de ese país se debió más que a una decisión del Brasil y la Argentina, al resultado de los conflictos que sobrevinieron como consecuencia de la distribución del botín.

En aquella oportunidad decidieron que la guerra debía continuar. En esta ocasión, con el mismo fin, los aliados permitieron que López reorganice sus fuerzas en Cerro León4, entrando en una inexplicable apatía militar y en la, bajo todo punto de vista censurable, dinámica del pillaje.

Claro que todas las guerras, inclusive las eufemísticamente denominadas "justas", son crueles y perniciosas para los beligerantes. Más aún para los civiles que viven en las inmediaciones del teatro de operaciones. A lo largo de la historia se han multiplicado hechos de asesinatos salvajes, vejámenes, vandalismo y rapiña. El saqueo, por imperio de la fuerza, acompañó siempre a la victoria. Lo hizo Alejandro Magno al conquistar el imperio persa que incluía a Siria, Fenicia, Judea, Gaza, Egipto y Mesopotamia; los romanos, en su proceso de expansión, destruyeron totalmente Cartago y tantas otras ciudades; Lo mismo pasó con Gengis Kan en Asia Central, Persia y Afganistán; Napoleón en España; Hitler en Polonia, Holanda, Bélgica, Francia y los norteamericanos en Irak5; estos episodios forman parte de los ejemplos más conocidos. El Paraguay no escapó a esa maldita regla.

En enero de 1869, los aliados ocuparon Asunción e iniciaron el aberrante saqueo de la capital paraguaya.

Al anochecer del primer día del año 1869, 1.700 hombres desembarcaron en el puerto de una evacuada y desértica Asunción, comandados por el coronel Mermes da Fonseca; el grueso del ejército aliado arribó el día 5 de enero; los edificios y espacios públicos fueron íntegramente tomados. Asunción, más que una ciudad, parecía un gran campamento militar.

La ocupación de Asunción no era el objetivo de la guerra. En el cuestionado Tratado Secreto de la Triple Alianza contra el Paraguay, celebrado el l de mayo de 1865, se estableció que la finalidad principal era derrocar a López y que las hostilidades no estaban dirigidas contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno. Sin embargo, mientras el presidente del Paraguay huía y reorganizaba su ejército en Cerro León, los invasores saqueaban y destruían no sólo Asunción, la misma suerte les ha tocado a ciudades vecinas, como Luque (que fue declarada segunda capital ante la evacuación de aquella), Capiatá, Itauguá, Itá y Yaguarón.

Fueron rapiñadas todas las viviendas asuncenas, cuyas puertas y ventanas se violentaron con hachas, martillos y barretas para luego despojarlas de todos sus bienes preciados6. No es que la ciudad estaba desprovista de valores, como algunos llegaron a afirmar. Por el contrario, Asunción contaba con muchas casas lujosamente amobladas, ricamente decoradas con objetos de arte, pianos, además de vajillas y ropas de fina calidad.

Los argentinos, por su parte, se instalaron en las afueras de Asunción, en la zona de Trinidad y Campo Grande, intentando de esa manera rehuir de las responsabilidades históricas del pillaje que, mayoritariamente, estaba siendo realizado por los soldados brasileños. Sarmiento aprobó ese proceder tal como lo expone en su correspondencia a Emilio Mitre, de fecha 21 de enero de 1869, donde se puede leer:

"Aplaudo la determinación prudentísima de Ud. de no entrar en Asunción, dejando a la soldadesca brasileña robar a sus anchas. Esta guerra tomará proporciones colosales en la historia y es bueno que nuestro nombre figure limpio de reproche".

Sin embargo, y según lo refiere Doratioto (2004: 369), "El diario La República asegura que, en abril de 1869, los muebles del Palacio de López se hallaban en la Casa de Gobierno argentina. Y, de hecho, allí los vio el conde d'Eu cuando fue recibido por el presidente Sarmiento a comienzos de abril de 1869”.

Es conocido por todos el desprecio que Sarmiento profesaba hacia López y su pueblo, repulsa que dejó evidenciada en su copiosa correspondencia. Paradójicamente, los bienes del presidente paraguayo, que fueron arrebatados durante la ocupación, no fueron aborrecidos por el gobernante argentino.

No se puede atribuir la rapiña a un mero acto de "indisciplina" de los soldados, puesto que el saqueo era realizado a la vista de todos y con el perfecto conocimiento de los altos mandos. Además, los bienes secuestrados como botín fueron trasladados, a bordo de los buques aliados, hasta los puertos argentinos y brasileños, donde eran vendidos públicamente, ante la curiosidad de la población que se agolpaba a observar el contenido de los cargamentos provenientes del Paraguay. En el puerto de Buenos Aires, con mucho morbo, centenares de personas iban a contemplar las embarcaciones que llegaban repletas de muebles, obras de arte, tapizados, cubiertos y hasta frutos del país que habían sido saqueados.

Para alternar los actos de vandalismo que se sucedían, uno trás otro, los brasileños secuestraban criaturas y pedían a cambio recompensas de dinero, como se dio en el recordado caso del niño Manuel Domecq García, cuya tía Concepción Domecq de Decoud tuvo que abonar 8 libras esterlinas para poder recuperarlo7.

En cuanto a otros bienes públicos entrados a saco, las tropas de ocupación robaron, además, de los depósitos fiscales, yerba, tabacos, cueros y otros productos que eran de propiedad del gobierno y que fueron declarados botín de guerra.

Que los aliados hayan hecho uso del "derecho" al despojo de las prendas del perdedor no fue nada improvisado. Debe recordarse que al tan criticado tratado secreto le sigue un protocolo de fecha 1 de mayo de 1865, igualmente vergonzoso y execrable, firmado por los aliados y que consta de cuatro artículos. En él ya se contemplaban, previsoramente, los criterios a seguir con el resultado de saqueo, en los siguientes términos: "... los trofeos y presas que fuesen tomados del enemigo se dividirán entre aquellos que hayan efectuado la captura".

No es difícil construir la imagen de una ciudad devastada. Luego de la evacuación que sucediera a la caída de Humaitá, sus calles, aún de tierra, se llenaron de malezas a raíz del abandono; los cultivos de las adyacencias sufrieron la invasión de maciegas, alentadas por la desidia. Durante la ocupación, quedaron convertidas en una enorme caballeriza desbordada de soldados ávidos de riqueza expoliando todo lo que sea de valor, sin dejar restos ni para alimento de ratas y, como secuela del frenético cateo de tesoros, el saldo de muchas casas incendiadas y destruidas.

Por ese tiempo, arribaban también a Asunción muchos paraguayos que huían de los combates del interior, vagando entre la desesperanza, la miseria y el hambre, como espectros entregados al abandono. En una reciente publicación, Carlos Gómez Florentín (2010: 16) ofrece una cruda imagen de la situación. Hechos tan tétricos no dan lugar a eufemismos:

"... Los cadáveres todavía sin sepultar se exhibían como un recordatorio del macabro desenlace de la guerra. Animales de carroña se aprovechaban de los cuerpos sin vida arrojados en los caminos de tierra mientras todavía podían sacar ventajas a los gusanos y a las moscas...".

El caos y el estado general de desamparo de la antigua capital permitieron que la prepotencia y el oportunismo se asocien para que aventureros, tanto paraguayas como extranjeros que llegaban a la saga de los soldados, se adueñen de los bienes que se libraron de las garras del ejército de ocupación. Las casas, como lo narra Freire Esteves (1996: 21), fueron poseídas por el primer ocupante, lo que dio lugar "a una interminable serie de usurpaciones y reclamaciones ulteriores, de parte de los legítimos dueños que retornaban a sus hogares".

El pillaje alcanzó también a instituciones oficiales y delegaciones extranjeras. Muchos diplomáticos elevaron su protesta ante la "indisciplina" de los soldados brasileños. Así, el cónsul de Francia escribía a Caxias: "Vi saquear el Consulado de Portugal y la Legación norteamericana; mi propio Consulado fue robado dos veces". Lo mismo pasó con el Consulado de Italia.

Aunque no es posible jerarquizar los atropellos cometidos durante la ocupación y establecer cuál de todos ellos es más atroz o lesivo, debe ponerse especial énfasis a la tan injustificable como vergonzosa acción del conde d'Eu 8 de llevarse, como botín de guerra, gran parte de los instrumentos integrantes del Archivo Nacional de Asunción, conjuntamente con los documentos capturados en Piribebuy.

Esos autos oficiales fueron entregados por el conde d'Eu a José María da Silva Paranhos, vizconde de Rio Branco. Luego de la muerte de este último, los documentos robados fueron donados, en 1881, a la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, donde, inconcebiblemente, se encuentran hasta la fecha.

Al analizar el catálogo9 se puede notar que en el mismo se encuentran documentos de gran valor para la historia paraguaya. Entre ellos se puede citar, solo referencialmente por lo extensa de la lista, órdenes de los reyes de España Carlos III y Fernando VII; instrucciones a los demarcadores Juan Francisco Aguirre y Félix de Azara; el Acta del Congreso General de la Provincia del Paraguay de124 de julio de 1810; numerosos acuerdos del Cabildo de Asunción del año 1811; el Acta del Congreso del 22 de julio de 1811 donde se conformó la Junta Superior Gubernativa; abundante correspondencia diplomática, intercambiadas durante los distintos gobiernos de Francia y los López; decretos y autos de designaciones oficiales, contratos de prestación de servicio y títulos de propiedad, entre otros.

Paranhos escribía, y lo recoge Sánchez Quell (1976: 8-9), al saber que cayeron en poder de las tropas brasileñas, "parte de los archivos del Estado paraguayo, siendo muy probable que entre los papeles que él contiene se hallen documentos de gran importancia para el Gobierno Imperial". Atendiendo a que el acervo también incluye documentos baladíes, sin trascendencia oficial e inexplicablemente llevados como trofeo, `se puede constatar el error en que incurrió el vizconde de Rio Branco. Así, se observa entre tantos "papeles" un expediente sobre robo de caballos, ejecutado por indios en el Chaco Central; el ocioso intercambio epistolar entre la Junta Superior Gubernativa y el Cabildo, que se dio como consecuencia del olvido, imputable al portero del Cabildo, de cumplir con la exigencia de forrar los asientos destinados a los miembros de la Junta, en la ceremonia del día de Todos los Santos; una lista de invitados a un baile en el Club Nacional; invitaciones para concurrir a funerales; el testamento del ciudadano Francisco Ignacio Sarabia; una lista de especies animales del Paraguay, destinada a la "Societé Nacional d'Acclimatation" de París; el trabajo escolar del niño Nicasio Marecos, alumno del preceptor Fernando Antonio Benítez, y curiosas correspondencias, como la remitida por Benigno López a José Berges donde le da noticias sobre una viuda con quien éste mantenía relaciones.

Todos esos documentos, sean relevantes o no, son patrimonio exclusivamente paraguayo; son testimonio de su historia colonial y de sus primeros pasos como país independiente. No existe razón alguna para que sigan en poder brasileño.

A muchos puede parecer absurdo que un estudiante o investigador paraguayo, para conocer capítulos fundamentales de su historia, tenga que recurrir a una biblioteca de Rio de Janeiro antes que a un archivo asunceno. Pero, más que desconcierto, comprender que la guerra se llevó hasta la memoria de los paraguayos, dejando tan solo una tabla rasa y escombros donde reconstruir el Estado, genera repugnancia.

Un alto precio tuvo que pagar el Paraguay por su "libertad" y por el acceso a la "civilización". Asunción, donde no se libró batalla alguna, salvo un simbólico bombardeo desde la bahía, cuando unos buques brasileños sortearon las defensas de Humaitá, quedó literalmente devastada.

 

B) INSTALACIÓN DEL GOBIERNO PROVISORIO

 

Luego de consumado el saqueo de Asunción, en los primeros meses del año 1869, los brasileños iniciaron el proceso de instalación de un gobierno provisorio capaz de firmar el acuerdo de paz y aceptar el Tratado de la Triple Alianza, poniendo así de manifiesto su voluntad de controlar el Paraguay de posguerra. López, como se señaló más arribó, estaba reorganizando su ejército en Cerro León ante la indiferencia de los aliados10.

Mal podía la ciudadanía, o lo que quedaba de ella, elegir con meridiana libertad y mínimas herramientas democráticas un gobierno que les represente y no sea dirigido e influenciado por los aliados, árbitros de la situación. Muchos paraguayos estaban, por entonces, peleando contra el ejército brasileño y acompañando en el penoso éxodo a quien, legalmente, todavía ejercía el título de Presidente de la República del Paraguay. La norma fundamental vigente, aunque sin las características de las constituciones modernas, era la "Ley que establece la Administración Política de la República del Paraguay y demás que en ella se contiene" sancionada e116 de marzo de 1844, bajo el gobierno de Carlos Antonio López. Dicha ley contemplaba la elección del presidente a través de la Comisión Permanente del Congreso Nacional (Título V art.1°) pero, hasta esa fecha, el cargo no estaba acéfalo.

El Tratado de la Triple Alianza no previó la instalación de un gobierno interino en el Paraguay, mientras se redefinían las instituciones oficiales y se iniciaba la reconstrucción. Eso era comprensible, considerando que Bartolomé Mitre pensaba y anunció, al inicio de la guerra, que en tres meses llegarían a Asunción y, además, nadie pudo prever que la contienda se prolongaría en exceso, con las desproporcionales consecuencias, tanto para el perdedor como para los propios vencedores. Los legionarios, suponían que López iba a ser derrocado con rapidez por los aliados, pero la prolongación de la guerra daba cuenta de otra realidad y de un futuro poco alentador. La correspondencia, fechada el 7 de julio de 1866 y remitida por Serapio Machaín a José Díaz de Bedoya, reproducida por Gill Aguinaga (1959:63), es sumamente clara en ese sentido:

"Todo va dándonos resultados que no habíamos previsto, ni pensado. Y por último, cómo vamos a hallar nuestro país? Si la guerra se hace más larga, ciertamente que el Paraguay se verá más que destruido y nosotros nos llevaremos el chasco más grande".

No obstante, en el tratado secreto se contempló que:

"Art. 8. Los Aliados se obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la República del Paraguay. En consecuencia el pueblo paraguayo podrá elegir el gobierno y las instituciones que le convengan, no incorporándose ni pidiendo el protectorado de ninguno de Tos aliados, como resultado de la guerra".

Contrariamente a lo declarado, la Confederación Argentina siempre tuvo intenciones anexionistas, desde sus primeros días de independencia, e inclusive antes de definir la estructura del nuevo Estado. Los intentos de Buenos Aires de subyugar al Paraguay se inician con el fracaso de la misión de Espínola y Peña, que llevó a la Junta porteña a decidir que su ejército, bajo la dirección de Belgrano, invada y someta a esa "provincia rebelde". Como desenlace tuvo las derrotas de Paraguarí y Tacuary. Después arribaron a Asunción, en tiempos de la Junta Superior Gubernativa, Nicolás de Herrera y otros, intentando que el Paraguay, como provincia, envíe diputados o se subordine a la autoridad de Buenos Aires. Por su parte, el director Pueyrredón también se vio tentado con la anexión del territorio paraguayo a lo que fuera la antigua capital virreinal11. Es conocida, además, la posición del dictador Juan Manuel de Rosas con relación al reconocimiento de la independencia paraguaya. Mitre quiso repetir la campaña de Belgrano, y de hecho lo hizo, pero no por mera venganza. Alberdi (2007: 83) resume estos hechos en la siguiente frase:

"... Toda la historia moderna del Paraguay, desde 1810 hasta 1865, se reduce a un pleito de cincuenta y cinco años con Buenos Aires sobre su soberanía...".

En 1868, el presidente argentino Bartolomé Mitre y su canciller Rufino de Elizalde fueron sustituidos por Domingo Faustino Sarmiento y Mariano Varela, respectivamente. Este último, en un mensaje no exento de polémica, diría que: "la victoria no da derechos a las naciones aliadas a declarar por sí límites suyos los que el Tratado señaló"12.

Por su parte, el Brasil, si bien tenía contiendas territoriales con el Paraguay y que datan ya desde la época de Carlos Antonio López, no manifestó su interés anexionista, insistiendo en muchas oportunidades en la importancia de preservar la independencia paraguaya. Warren (2008:73) señala que la mayor amenaza para la independencia del Paraguay provenía de la Argentina y no del Brasil, "... cuando Elizalde y Octaviano de Almeida (representantes de la Argentina y del Brasil) discutían los términos del Tratado de la Triple Alianza, Elizalde se mostró muy renuente a garantizar la independencia del Paraguay e insistió en limitar en cinco años esa garantía"13.

En los primeros meses del año 1869, se estaba incubando en Asunción la división entre quienes habían integrado la Legión Paraguaya, con Juan José Decoud al frente, y el conglomerado, de dispersos elementos humanos ensamblado, y liderado por Cándido Bareiro. Este último grupo, de tendencia conservadora, estaba formado principalmente por antiguos funcionarios del gobierno de López, como Félix Egusquiza, por dar un nombre, y jóvenes que habían viajado por estudios a Europa, algunos de ellos becados por dicho gobierno, pero todos recién llegados tras el ejército aliado y con miras a asumir el control político del desolado país.

Cándido Bareiro (1833-1880), nacido en Luquel4, estudió en el colegio dirigido por Juan Pedro Escalada y fue uno de los primeros becados a Europa por Carlos Antonio López. En 1864 el gobierno paraguayo le designó como su encargado de negocios en Francia e Inglaterra. Por entonces, se le encomendó la tan urgente como improvisada compra de armas para la inminente guerra, operación que no pudo realizarse a tiempo, como dice Arturo Bray (1996:154), debido a su proverbial indolencia. A partir de su regreso al Paraguay, en febrero de 1869, su actividad politices fue intensa. Su talento indiscutible para el ejercicio de la política y su fuerte ambición le permitieron sobresalir rápidamente, ganándose no pocos enemigos, principalmente entre los liberales, quienes lo hicieron blanco principal de sus ataques.

Por su parte, Juan José Decoud (1847-1871) era hijo del coronel Juan Francisco Decoud y Concepción Domeq. Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal, Asunción, con el maestro Ildefonso Antonio Bermejo, continuando luego su formación en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay de la provincia de Entre Ríos y, después, en Buenos Aires. Integró la Legión Paraguaya hasta que por las diferencias entre su padre y Fernando Iturburu, comandante de la agrupación, renunció a ser miembro de la misma y pasó a servir en el ejército argentinol5. Dedicado al periodismo organizó en la ciudad argentina de

Corrientes el periódico El Liberal (1868) donde, además de criticar a Iturburu, cuestionó los excesos de las tropas brasileñas de ocupación. Luego, en Asunción, se convertiría en fundador y director de La Regeneración (1869), órgano de difusión y propaganda del grupo liberal.

Estas dos facciones, que innecesariamente atomizaron sus esfuerzos, en tiempos donde la unidad de acción era imprescindible, sentaron las bases de lo que, dos décadas más tarde, serían los partidos colorado y liberal, respectivamente.

Al grupo conservador, llamado también bareirista, se sumarían más adelante los generales Bernardino Caballero y Patricio Escobar, ambos de gran protagonismo en la contienda. Bareiro se alió, además, con Fernando Iturburu, Cayo Miltos y Juan Bautista Gill, quienes tenían marcadas diferencias con los Decoud.

Fernando Iturburu era un comerciante paraguayo que había emigrado a la Argentina. Establecido primeramente en Concordia en 1850, pasó luego a Buenos Aires en 1854, donde se dedicó a la venta de lanas, cueros de venados y vacunos y plumas de avestruz16. Nunca ocultó su interés sobre la anexión del Paraguay por la Confederación Argentina, como una provincia más. Intención suya que proviene ya de tiempos del dictador Rosas. Luego, durante la contienda ejerció la jefatura de la Legión Paraguaya, con el grado de coronel. Sus tempranas diferencias con Juan Francisco Decoud, su segundo al mando, provocaron el alejamiento de varios miembros de la legión. Esta división, que se produjo ya a finales de 1865, tendría sus consecuencias también en la posguerra, contribuyendo con el surgimiento de fuerzas antagónicas en el momento en que se buscaba consensuar sobre quienes ejercerían los roles en el gobierno de la república. Iturburu, al llegar a Asunción, se instaló con su tropa en el Palacio de López y en coherencia con su poco disimulado argentinismo tuvo la intención de proponer al general Juan Andrés Gelly y Obes17 como gobernador provisorio de Asunción, pero no fue bien recibida esa iniciativa. Después, buscó impulsar su propia candidatura haciendo firmar una petición a los hombres a su cargo, pretensión que tampoco prosperó a causa de sus adversarios. Como relata Bordón (1976:41), "... comisionaron a Benigno Ferreira para desbaratar la trama. Ferreira, en la noche del 16 de enero de 1869, se presentó en la casa de [Felipe] Recalde y pidió que le exhibiera la solicitud ya firmada por muchos. Enterado ya de su contenido, Ferreira hizo añicos el documento." El acercamiento de Bareiro e Iturburu obedeció a cuestiones estratégicas más que ideológicas o programáticas. Ya que este último al no tener cabida en el grupo de los Decoud buscó otras vías para satisfacer sus intereses y Bareiro necesitaba sumar hombres a su, por demás, heterogéneo equipo.

Otro integrante de la nucleación conservadora, Cayo Miltos (18431871), era originario de Concepción. Inició sus estudios en Buenos Aires, para proseguirlos luego en Francia, donde se graduó en derecho en la Universidad de París. Desde esa época data su amistad con Cándido Bareiro, quien por entonces ejercía tareas diplomáticas en la capital francesa. En 1869, de regreso al Paraguay, se dedicó inicialmente al comercio para ir después incursionando en distintas actividades públicas, entre ellas la política y el periodismo. Llegó a adquirir una imprenta con la que se dio vida a la gaceta La hoz del Pueblol8, medio con el que los conservadores harían el contrapunto a La Regeneración.

Juan Bautista Gill (1840-1877), también nacido en Asunción, viajó a Buenos Aires en 1854 para terminar sus estudios secundarios e iniciar la carrera de medicina, que no llegó a concluir, regresando al país en 1863. En la guerra, formó parte del ejército paraguayo, alistándose en el célebre Batallón 40, integrado por jóvenes de las principales familias de la capital. Cayó prisionero de las fuerzas imperiales en la batalla de Itá Ybaté, siendo liberado en enero de 1869, regresando luego a Asunción.

Entre los liberales, llamados despectivamente legionarios, sobresalían también: Carlos Loizaga, José Segundo Decoud, Facundo Machaín, Benigno Ferreira, Salvador Jovellanos, Juan Silvano Godoy y Jaime Sosa Escalada, entre sus principales referentes19.

Carlos Loizaga, enemigo del régimen de Carlos Antonio López, emigró a Buenos Aires, donde se dedicó al comercio. En esa ciudad tomó contacto con otros compatriotas, adversos a ese gobierno. Entre ellos se encontraba Fernando Iturburu, con quien compartió su ánimo anexionista, sentimiento que les acompañó desde los días de la Sociedad Libertadora, creada el 2 de agosto de 1858, con miras a derrocar al presidente paraguayo. Esa organización antecedió a la Asociación Paraguaya y su ala militar la Legión Paraguaya, donde Loizaga, además de fundador, integró todas las comisiones directivas y presidió las asambleas. En nombre de la asociación y en los albores de la guerra gestionó con el Imperio brasileño un acuerdo que les otorgue la facultad de organizarla referida legión y les facilite los recursos necesarios para la campaña, pero no tuvo el éxito esperado. Intentó lo mismo con el gobierno argentino, donde, sin embargo, recibió respuesta satisfactoria. Se les permitió así incorporarse a las filas de la Confederación, formando para ello una legión a la que se le proveería de todos los elementos necesarios para combatir al ejército paraguayo. Gill Aguinaga (1959: 34) recoge un proyecto de resolución elaborado por Carlos Loizaga donde se evidencian las principales ideas que circulaban en la nucleación, en él se declara que:

"La Asociación Paraguaya asume de hoy en adelante la representación de la soberanía nacional Paraguaya y defender sus derechos. . . ".

Tiempo atrás, en fecha 18 de septiembre de 1851 y en coincidencia con la política anexionista porteña, Carlos Loizaga había remitido con Fernando Iturburu una correspondencia al dictador Juan Manuel de Rosas, donde solicitaron: "la reincorporación de la Provincia del Paraguay" a la Confederación Argentina, para cuyo efecto proponían una expedición de dos mil hombres que marchase silenciosa y rápidamente "por el Chaco hasta Asunción", ofreciéndose ellos a formar parte de ella, en compañía de "otros paisanos» 20.

Benigno Ferreira (1846-1920) nació en Limpio. Aprovechando una beca prosiguió sus estudios en el Colegio Concepción del Uruguay de la provincia de Entre Ríos. Este hecho le permitió conocer a otros para guayos emigrados, opositores al régimen de López, a los que se unió desde entonces. En Buenos Aires se inició sus estudios de derecho, que fueron interrumpidos por el inicio de la guerra, donde activó como integrante de la legión. Asistió a la rendición de Uruguayana, aunque, como dice Raúl Amaral (2000: 251), sin la edad ni el poder suficiente como para que se le imagine una participación decisiva.

José Segundo Decoud (1848-1909) nació en Asunción. Es otro de los hijos del coronel Juan Francisco Decoud. Desde joven se inició en la actividad política, inquietud abonada por la atmósfera que le rodeaba en Buenos Aires, donde al igual que otros compatriotas se encontraba estudiando. Contrario al gobierno de López, se unió como los anteriores a la Legión Paraguaya con el objeto de derrocarlo21. En su personalidad sobresalieron siempre la inteligencia y el oportunismo. Esas cualidades permitieron que se destaque, a pesar de su corta edad, en la intensa actividad pública que se desarrolló en Asunción desde inicios del año 1869, con la ocupación aliada.

Facundo Machaín (1845-1877), oriundo de Asunción, realizó sus estudios en Chile, donde se graduó de abogado. También fue miembro de la Legión Paraguaya. Desde su regreso a la capital paraguaya, se distinguió por su sólida formación y sus condiciones personales, especialmente el talento para la oratoria22. Llegando a gozar de mucha popularidad, se constituyó inmediatamente en uno de los principales referentes del sector liberal, que se presentaba con mayor homogeneidad de ideas y objetivos mejor definidos,

Salvador Jovellanos (1833-1881), también contrario al gobierno paraguayo, emigró desde muy joven a Buenos Aires y fue uno de los fundadores de la Asociación Paraguaya, sirviendo luego en las filas de la legión. Tras su llegada a Asunción, acompañando al ejército invasor, hecho que se produjo a mediados de enero de 1869, inició su dinámica y agitada carrera política, que lo tuvo como uno de los principales protagonistas de los hechos más relevantes que se sucedieron en esos difíciles años de posguerra.

Juan Silvano Godoy (1850-1926), natural de Asunción, cursó sus estudios en el colegio jesuita de la Inmaculada Concepción de la ciudad de Santa Fe, República Argentina, donde tuvo como compañero al poeta oriental Juan Zorrilla de San Martín23. Pasó después a Buenos Aires, donde estudió Derecho, sin poder concluir la carrera por el inicio de la guerra. Regresó al Paraguay con sus antiguos compañeros de la Legión, con el objeto de participar en el proceso de reconstrucción nacional, donde dio pruebas de una brillante inteligencia y mucho ímpetu. Pero, como a los demás jóvenes de su generación, a la sólida formación teórica con que contaba le faltaba el complemento de la experiencia política para eludir los múltiples escollos que se irían presentando, como vallas insorteables para esas, siempre insuficientes, buenas intenciones.

Jaime Sosa Escalada (1846-1906) nació en San Pedro de Ycuamandyyú, emigrando luego a la Argentina, donde prosiguió sus estudios y se unió a otros jóvenes paraguayos que compartían sus sentimientos adversos al gobierno de López y, como los demás, formó parte de la Legión Paraguaya. En la capital porteña ejerció la docencia, rubro en el que también se destacaría en la posguerra.

Estos jóvenes, formados en el extranjero, donde respiraron desde temprana edad el antagonismo al gobierno de López y las ideas liberales, en ese orden, sumándose a otros emigrados de más edad como Loizaga y Jovellanos, que habían sedimentado enconos contra el presidente paraguayo, pasarían a constituir la clase política e intelectual del país y tendrían a su cargo la edificación de una nueva estructura estatal.

El 20 de febrero de 1869 arribó a Asunción el consejero José María da Silva Paranhos, enviado en representación del emperador Pedro II para ejecutar el plan trazado. El diplomático brasileño buscó conciliar a los grupos en pugna24. Organizó una reunión a finales del mes de marzo donde los escasos asistentes reclamaron la conformación de un gobierno provisorio. Como alternativa de consenso, fueron designados cuatro ciudadanos con el mandato de ir a Buenos Aires a reunirse con Mariano Varela, canciller argentino, e impulsar el proceso de reorganización de la autoridad política paraguaya. La comisión, con miembros de las dos facciones políticas en ciernes, estaba integrada por los bareiristas Félix Egusquiza y Bernardo Valiente. Como representante de los legionarios fueron designados José Díaz de Bedoya y Carlos Loizaga. Este último declinó ir a la capital porteña por diferencias con Egusquiza. Finalmente el grupo quedó reducido a tres miembros.

La comisión, guiada por Paranhos, presentó a la cancillería argentina la nota del 29 de abril de 1869, con la firma de 335 ciudadanos, solicitando la conformación de un gobierno paraguayo, de carácter transitorio, que se encargaría de atender las apremiantes necesidades administrativas y preparar la reorganización política de la República, definiendo además las autoridades permanentes que celebrarían los tratados que sean necesarios.

Paranhos, con su conocida habilidad, buscaba ensamblar los elementos humanos disponibles en el país, e incondicionales a los intereses imperiales, en una estructura con apariencia jurídica, de manera a consumar el paso siguiente: la mutilación del Paraguay. El ejército brasileño controlaba militarmente Asunción y los pueblos vecinos, convertida en su gran campamento, cumpliendo, además, las funciones administrativas básicas.

En Buenos Aires, se reunieron los representantes diplomáticos de las fuerzas aliadas: Mariano Varela, ministro de relaciones exteriores del gobierno argentino, José María da Silva Paranhos, delegado imperial, y el comisionado uruguayo Adolfo Rodríguez. Dorarioto (2004: 405-   406) menciona que "Paranhos ya sabía que Varela se oponía a la formación de un gobierno interino en el Paraguay. El gobierno argentino incluso había propuesto que los generales aliados nombrasen autoridades para gobernar únicamente la ciudad de Asunción". No obstante, el representante brasileño presentó un memorándum el 30 de abril de 1869, donde defiende la creación de un gobierno provisorio y señala que el mismo deberá aceptar las condiciones del tratado del 1 de mayo de 1865 y estar investido de plenos poderes para la firma de tratados de paz, cuyo aplazamiento era par demás peligroso y perjudicial. También propone la necesidad de mantener en el Paraguay las tropas de ocupación.

El canciller Varela, en efecto, se opuso a las pretensiones de Paranhos, entendiendo prematura la instalación del gobierno provisorio. Según el canciller argentino, el momento de reorganizar el gobierno paragua yo todavía no había llegado. López no había sido vencido aún y seguía oponiendo resistencia25.

Esta posición era también compartida por el uruguayo Adolfo Rodríguez. Este último se mostró disconforme en celebrar con un gobierno interino los acuerdos definitivos de paz.

Finalmente, Paranhos terminó por convencer a sus pares de la pertinencia de sus propósitos y, a pesar de las salvedades de Varela, que no obedecían "sino a un verdadero celo por el crédito e intereses comunes de la alianza", fue tomando forma la instalación de un gobierno provisorio en el Paraguay26.

Como resultado de esas reuniones se firmó el Protocolo del 2 de junio de 1869, donde se estipulaba, con no poca contradicción, que: "en el territorio libertado del dominio de Mariscal López", quien se encontraba en Azcurra, habrá un gobierno designado "por la libre elección de los ciudadanos paraguayos..." (Art. 1°), con la condición de que dicho gobierno ". . . se constituya en forma y con personas que den garantía de estabilidad, paz y perfecta inteligencia con los Gobiernos aliados..." (Art. 2°).

El art. 3° del Protocolo sujeta el gobierno interino a las leoninas condiciones del Tratado de la Triple Alianza, en los siguientes términos: "Ligados estos gobiernos por un Tratado de Alianza, que es hoy del dominio público, en el que se consignan los propósitos y fines de la guerra, a que las tres Potencias que lo firmaron, fueron arrastradas por el Dictador López; el Gobierno Provisorio que ahora se establezca en el Paraguay, sin dejar de tener la libertad en el ejercicio de su soberanía nacional por lo que respecta a la guerra, se obliga a proceder de entero acuerdo con los Aliados hasta la terminación de la guerra con arreglo a las prescripciones del referido Tratado".

Para colmo, y para que no se deslicen dudas sobre quiénes tenían el control de la situación, los aliados prohibían al futuro gobierno "tratar con el Mariscal López, así como con persona que lo represente, o sobre quien él influya" (art. 4°)

Sin reserva alguna, a través de la nota de fecha 11 de junio de 1869, los comisionados paraguayos aceptaron las condiciones establecidas en el protocolo, por entender que "deja incólumes los derechos del Para guay, que no impone al Gobierno provisorio otras obligaciones que las que su misma lealtad les aconseja y que sólo envuelve las garantías necesarias a la libre acción militar de los Aliados".

En esas condiciones, como bien lo señala Laconich (1939:34-35), se estaba constituyendo, en fondo y forma, un cuarto gobierno aliado. El 5 de agosto, en Asunción y en plena ocupación de las tropas brasileñas, a quienes se le sumó la tarea de controlar el proceso electoral, fueron electos por una junta27 los miembros del triunvirato que gobernaría provisionalmente el país; éste fue integrado por Carlos Loizaga, José Díaz de Bedoya y Cirilo Antonio Rivarola. Inicialmente, fue electo como miembro del triunvirato Juan Francisco Decoud, pero los aliados se opusieron a esa designación, porque: "... uno de sus hijos, Juan José, escribía artículos cáusticos en un periódico de Corrientes28. En lugar de Decoud pusieron a Rivarola, llegando así un hombre mediocre a la carrera política que habría de destruirlo" 29. Era evidente que aquello de "por la libre elección de los ciudadanos paraguayos", establecido en el protocolo, era pura retórica o un acto más de cinismo de los aliados.

Bedoya, al igual que Loizaga, era integrante de la Legión Paraguaya, formada para combatir a López junto al ejército aliado; ambos se dedicaban al comercio en Buenos Aires, donde estaban radicados. Como se advirtió más arriba, la Legión era el brazo armado de la Asociación Paraguaya, nucleación constituida en diciembre de 1865 e integrada por opositores al régimen de López que emigraron a la capital argentina. Bedoya llegó a formar parte de la comisión directiva de dicha agrupación e inclusive a presidirla.

En la Legión, y en abierta violación a las convenciones sobre la materia, eran incorporados forzosamente los prisioneros paraguayos, obligados así a pelear contra sus propios compatriotas. Llegaron inclusive a la aberración de utilizar el pabellón paraguayo en sus filas, cuando combatían junto a las fuerzas aliadas. Con relación a estos hechos, es muy ilustrativa la correspondencia remitida por el brigadier Gelly y Obes el 22 de abril de 1865, en nombre del gobierno argentino y a días de la celebración del tratado secreto, informando a los miembros de la Asociación Paraguaya que:

"Siendo la guerra contra el Gobierno y no contra el pueblo del Paraguay, y simpatizando el Gobierno y el pueblo Argentino con los votos de los ciudadanos Paraguayos que desean ver imperar en su patria las instituciones y los principios libres que rigen a las demás Repúblicas Americanas: el Gobierno acepa los servicios ofrecidos por la Asociación Paraguaya en nombre de sus compatriotas, autorizando la formación de una Legión que lleve los colores de la bandera de ese pueblo hermano...".

Rivarola, de los tres, era el único que residía en Paraguay. Natural de Barrero Grande (hoy Eusebio Ayala), Departamento de Cordillera. Hijo de Juan Bautista Rivarola, quien impugnó, por considerarlo dictatorial, como diputado en el Congreso General de 1844, la carta política votada por la mayoría en dicha asamblea30. Tuvo una instrucción regular y estudió en la Escuela de Derecho dirigida por Juan Andrés Gelly (1850)31. Antes de la contienda se dedicó a la abogacía. Sirvió como sargento en el ejército paraguayo, al cual se incorporó a finales de 1868. Luego cayó prisionero de las fuerzas brasileñas en oportunidad de la toma del campamento Cerro León, por quienes fue llevado a Asunción. Esa situación fue duramente cuestionada por algunos contemporáneos. Aveiro (1970:78-79) refiere el siguiente hecho:

"... vino el parte que habiendo habido (sic) una lluvia grande esa noche, el jefe de día había encontrado a Rivarola durmiendo, y a muchos enfermos ahogados por el raudal, y por falta de la reunión, se le aplicó doscientos palos, y fue destinado a Cerro León, donde un día, haciendo el servicio de avanzada se pasó al enemigo...".

Con todo eso, su carrera política fue verdaderamente meteórica y no precisamente en la misma dirección. Por el contrario, dio un giro de 180 grados. Sobre todo si consideramos que hasta finales de mayo se guía combatiendo al lado de López y, en pocos meses, pasó a formar parte del gobierno creado por los aliados.

El 15 de agosto de 1869, al tiempo en que las ruinas del hospital de sangre de Piribebuy, donde el conde d'Eu dio pruebas de salvajismo y brutalidad, seguían ardiendo y en vísperas de la inmolación de miles de niños en las praderas de Acosta Ñu, asumió el flamante gobierno.

Los triunviros prestaron juramento ante el capellán del ejército argentino y, luego de dar votos de amplia cooperación, celebraron con quienes en ese momento representaban a los verdugos de su pueblo: Paranhos y Roque Pérez.

Las fuerzas imperiales hicieron entrega de la casa de gobierno donde hasta esa fecha, aniversario de fundación de Asunción, estaba flameando la bandera brasileña como señal de dominio.

La ciudad continuaba bajo control extranjero.

 

C) EL GOBIERNO DE FACTO

 

El gobierno interino no era más que un gobierno de facto. Su instalación fue realizada sin la observancia de las normas jurídicas vigentes en el país y, además, López seguía siendo el presidente del Para guay. Así lo entendieron los demás países americanos que nunca reconocieron al gobierno provisorio, fruto de la voluntad exclusiva de los aliados y no de una representación democrática, siquiera por imitación.

En agosto de 1869, la mayoría de la población se encontraba en los territorios bajo el control de López; la capital y sus alrededores estaban en poder extranjero. Por eso el Protocolo del 2 de junio de 1869 ponía énfasis en que el gobierno provisorio debía establecerse en el "territorio libertado del dominio del Mariscal López". Sobran los análisis para concluir que ese gobierno creado por la fuerza de los hechos no podría ser llamado, ni siquiera por eufemismo, gobierno nacional.

Por entonces, la existencia de la República estaba en riesgo y era ya imposible revertir la victoria aliada. Los escasos sobrevivientes, entre los que se hallaban ex funcionarios del gobierno de López y antiguos emigrados, legionarios en su mayoría, eran los únicos que podían llevar adelante la reconstrucción de un país arrasado hasta los cimientos. Tarea ciclópea que no iba ser fácil para nadie, ni para el más virtuoso estadista.

Los miembros del Triunvirato, que adoptaron por Decreto del 15 de agosto de 1869 el título oficial de Gobierno Provisorio32, se dividieron las responsabilidades administrativas, asumiendo Rivarola las tareas propias de los ministerios del Interior y de Guerra y Marina. Loizaga, a su vez, se ocuparía de las tareas concernientes a la cartera de Relaciones Exteriores, mientras que Bedoya se haría cargo de la secretaría de Finanzas, Industria y Comercio.

El gobierno de facto tuvo una vigencia de poco más de un año33. Del mismo, fue uno de los colaboradores principales a José Segundo Decoud, quien se desempeñó en el cargo de secretario del órgano gubernamental al igual que Serapio Machaín y Miguel Palacios. Participaron además del gobierno: Facundo Machaín, que estuvo al frente del Poder Judicial presidiendo el Superior Tribunal de Justicia; Fernando de Iturburu, Ministro del Interior; Juan Francisco Decoud, Jefe de Policía de la Capital34; Benigno Ferreira, Director de Puertos (Aduanas)35; Juan José Decoud, Fiscal General del Estado; Salvador Jovellanos, Ministro de Hacienda36; Guillermo Zanda, Administrador de Correos; y Sinforiano Alcorta, Intendente de Asunción, teniendo a Adolfo Decoud en el puesto de Secretario de la Municipalidad.

Los aliados no profesaban mucha estima hacia los miembros del gobierno de facto, quienes eran más bien ignorados, cuando no despreciados, especialmente por los jefes militares del Imperio, cuyos testimonios recogió Doratioto en su siempre consultada Maldita Guerra (2004: 412), a saber:

"... Para el capitán de fragata A. J. de Mello, `los tales gobernadores improvisados o provisionales tienen cara de jueces de paz de campo (...) y se mueven según los deseos de Paranhos'. La opinión del conde d'Eu no era menos severa cuando afirmaba que Loizaga "es un viejo estúpido que se emborracha diariamente; en cuanto a Rivarola, recordaba había sido sargento del Ejército de Solano López hasta caer prisionero, y que se había mandado confeccionar un uniforme de general para pasarle `una ridícula revista a la Legión Paraguaya'. El príncipe apenas destacaba la figura de Bedoya, a quien calificaba -equivocadamente- como `el más decente' ".

A pesar de sus vicios de origen, agravados por la nula autonomía y escasa representatividad, la gestión del gobierno de facto tiene aspectos importantes de resaltar. Su historia, aunque escrita en claroscuros, no deja de ser esencial para entender el desarrollo del Paraguay.

Entre sus primeras actuaciones se encuentra el Decreto de fecha 17 de agosto, donde el nuevo gobierno declaró a López, a quien considera desnaturalizado paraguayo, "fuera de la ley y para siempre arrojado del suelo de paraguayo como asesino de su patria y enemigo del género humano". Para reforzar lo anterior, impone a todo ciudadano: "... contribuir cuanto esté de su parte para la completa victoria de la República y de los Gobiernos aliados acreedores de nuestro cordial agradecimiento, prestándoles nuestra decidida cooperación contra el tirano López" 37.

Un hecho significativo fue el surgimiento del primer periódico no estatal, a instancia de los Decoud, llamado La Regeneración y cuyo primer ejemplar apareció el 1 de octubre de 1869. El nombre elegido para el tabloide no fue producto de la casualidad. Evidenciaba la idea imperante en quienes iban a ocuparse de llevan las riendas del país. Éstos buscaban regenerar el Estado, no reconstruirlo. Regenerar es volver a crear la nación, con moldes nuevos, con ideas distintas, un renacimiento. Sin embargo, reconstruir es volver a levantar una estructura, respetando el diseño anterior. Este proyecto venía madurando desde hacía tiempo, ya en Buenos Aires, cuando a través de la hoja El Grito Paraguayo (1859) el escritor chileno Francisco Bilbao propugnaba esa profunda transformación del Paraguay. También colaboraban en la redacción de la gaceta los argentinos Isaac Tezanos, Fermín Pereira y Amigas y los paraguayos Manuel Pedro de Peña y Gregorio Machaín38.

Julio César Frutos (2008: 58) resume las consideraciones del chileno Francisco Bilbao, que inspiraron a los legionarios, de la manera siguiente:

a) El paraguayo era incapaz de discernir dada la educación jesuita despersonalizante, sistema educativo continuado por el Dictador Francia y los López, que formaba individuos exclusivamente sumisos.

b) Como consecuencia de lo anterior había que organizar la invasión al Paraguay para liberarlo de la dictadura, misión sagrada que correspondía a sus países hermanos Argentina y Brasil. Invadir el Paraguay constituía un acto de humanidad, para liberar a las extendidas masas esclavas de la voluntad del tirano.

c) Una vez vencido el tirano López, la nueva clase gobernante iniciaría la regeneración del pueblo con medidas de orden social, económico y cultural, y dentro de ésta un nuevo sistema educativo.

d) Que la guerra que se declare no será contra el Paraguay, sino contra el dictador Solano López39.

Intentar erigir una República apartándose de los cauces propios de su nacionalidad, de la idiosincrasia de su gente, hacía cuesta arriba la tarea. Las recetas políticas no son de aplicación universal. Para su eficacia son determinantes los matices que le aportan cada pueblo. Grandes proyectos políticos han fracasado por razones estrictamente prácticas. Marx no pensó en Rusia ni en Cuba al desarrollar sus ideas económicas. Lo mismo es aplicable con relación a Adam Smith o John Locke, quienes tal vez nunca oyeron hablar de la entonces provincia del Paraguay. Nadie puede negarles valor, hoy día, a los principios de la democracia liberal. Pero la incorporación de instituciones diseñadas para naciones, no precisamente más civilizadas, como siempre decían los del gobierno de facto, sino con más recursos económicos, requiere de forzosas adecuaciones, que no fueron hechas. No hay que olvidar que profundos ideales revolucionarios han sido postergados en muchos países en pos del desarrollo o el sostenimiento del régimen.

Si bien el triunvirato no era un gobierno surgido de una revolución, tenía todas las condiciones para realizar un cambio radical en el país, del tipo revolucionario, divorciándose del pasado y alterando no solo las instituciones sino también la conciencia nacional. Pero sin las condiciones económicas adecuadas era prácticamente utópico. Los aliados trajeron la "liberación" del yugo de un gobierno del tipo autoritario, pero a ellos no les interesaba el destino del Paraguay. Por encima estaba la cuestión de límites. La guerra fue principalmente un asunto de intereses pecuniarios; las diferencias ideológicas pasaban a un segundo plano.

El Manifiesto del gobierno de facto, del 10 de septiembre de 186940, es un documento cargado de retórica pero de mucha utilidad para comprender las ideas rectoras de los nuevos actores de la política paraguaya. Se extrae un fragmento del mismo:

"... El Triunvirato, gobierno que se establece entre la tumba abierta a un régimen y la aurora de otro que se levanta; entre el despotismo bárbaramente consagrado por el aislamiento, por el sistema más restrictivo y la negación de todas las libertades, que se hunde, y el risueño aspecto de una era nueva que se presenta bajo la égida de los derechos del hombre y cortejada de todos los principios liberales que son el patrimonio de las naciones más cultas;... ...el Triunvirato, no responderá a sus antecedentes, sino adoptará por norma de su gobierno y base de la reorganización nacional, los principios, garantías y derechos consagrados constitucionalmente por los pueblos más libres del continente americano, y especialmente por las naciones mismas que forman la Alianza.”.

Las penosas condiciones de la población superviviente a la guerra y la miseria que ésta dejaba a su paso, como una estela de desolación que podría envidiar el propio Atila, eran las principales vallas para el desarrollo de las ideas liberales, que propugnaban el nuevo gobierno y sus colaboradores. Por entonces, la contienda estaba arrasando con los más brillantes exponentes de una nación, llevándose a sus mejores hombres. Utilizando las reflexiones que Rafael Barrett nos legó en su Dolor Paraguayo, puede decirse que:

"... Las generaciones posteriores se tallaron de otra manera. Nacieron a instituciones cuya letra es más libre, pero fueron menos libres ellas en su fuero interno, menos vigorosas, peor armadas, más indolentes, más viciosas, más incapaces de emanciparse por medio del esfuerzo individual. Fueron una casta distinta, inferior; otra nación improvisada, soldada de cualquier modo a la antigua. Para los actuales habitantes el progreso es difícil...".

Las urgencias mantuvieron ocupado al gobierno de facto. Las arcas vacías no permitían siquiera cubrir los gastos de la mínima burocracia estatal existente. Aun así, y durante todo el mes de setiembre de 1869, se procedió a cubrir los cargos vacantes de los Juzgados de Paz, de las Jefaturas Políticas del interior y de otras dependencias del gobierno.

La debilidad del gobierno permitió que se fortaleciera la figura de los Jefes Políticos, a quienes se les confiaron demasiadas atribuciones administrativas, más aquellas que ellos mismos se autoasignaron, con no poca prepotencia, improvisándose así una réplica del modelo feudal, que parecía haberse superado y que escaso benefició aportó al respeto de las incipientes instituciones.

Una de las medidas gubernamentales de receta liberal, tomada por el gobierno por Decreto de 27 de septiembre de 1869, fue la desmonopolización de la explotación de yerba mate y madera, hasta entonces, principal ingreso público.

También inmediatamente y a instancias de las fuerzas aliadas que ocupaban la ciudad capital, que necesitaban del ingreso de diversos productos para el mantenimiento de la tropa y no querían pagan impuesto alguno por ello, fueron suprimidas temporalmente las aduanas y declarados francos los puestos de la república. Por ello, debían generarse otros recursos que alimenten el exhausto erario público.

El Paraguay no contaba con un sistema tributario, siquiera mínimamente organizado. Como una de las prioridades del gobierno era la recaudación, éste se vio en la necesidad de crear algunos impuestos y tasas, como el pago de patentes por el ejercicio de profesiones, indústrias y comercios y el uso de papel sellado en los trámites administrativos, oficinas públicas y tribunales4l. La reacción del comerciante norteamericano Hopkins, al recibir la notificación de la vigencia del impuesto de patentes con relación a su explotación industrial en Villa Occidental, desencadenó el conocido incidente diplomático que derivó en la prolongada ocupación militar argentina de esa zona, que se extendió por casi diez años.

Por diversos decretos los triunviros se ocuparon de reglar aspectos tributarios del país en el afán aumentar los ingresos del gobierno, siempre insuficientes. Fue fijado así el pago de tasas por el envío de encomiendas, certificaciones e impresiones y gravadas la exportación de cuero vacuno y la explotación de yerba mate, maderas y otros productos. Una población pauperizada al extremo no estaba en condiciones de soportar esa carga tributaria, por más reducida que sea.

Después, en fecha 22 de marzo de 1870, se restituyó el impuesto aduanero que gravaba las mercaderías introducidas en el país, con el 5% sobre el valor consignado en las facturas42. Por supuesto, aquellos bienes destinados al ejército aliado estaban exonerados del pago de dicha obligación43. Estas medidas tampoco fueron eficaces. En contramano a los esfuerzos de la administración y según lo relatado por Teodosio González (1997:94), los comerciantes extranjeros se entendían con los proveedores aliados e introducían sus mercaderías como si estuvieran destinadas al ejército de ocupación. Con actos de colusión, la principal actividad comercial de esa época, se sostenía con el oportunismo y, además, burlando el pago de impuestos.

Otro problema, que frenaba la recuperación económica del país, era la ausencia de una política monetaria, que otorgue seguridad y agilidad al comercio. Por entonces circulaban en el país, sin control ni regulación alguna, monedas de distintas naciones. Un intento de paliar las consecuencias del desorden financiero lo constituye el Decreto de fecha 15 de marzo de 1870, que, lejos de reducir la anarquía, la incentivó dando rienda suelta a la especulación. Sigue abajo el texto de la norma: "... Se declara no de curso forzoso las monedas de plata circulantes en el mercado y por consiguiente su valor será convencional...".

El periódico La Regeneración, en su edición del 18 de marzo, se quejaba de la crisis monetaria que generaría el mencionado decreto, alertando que "... ese sistema convencional va a ser una de las nuevas causas de la ruina del comercio y fuente de nuevos pleitos y nuevas ruinas".

La esclavitud, institución a la que el gobierno consideró incompatible con los principios de libertad, igualdad y justicia, quedó abolida por decreto de 2 de octubre de 186944. No obstante, esa medida no surgió espontáneamente sino a partir de una intimación del conde d'Eu, a quien, al decir de Warren (2009:102), "sorprendió" que la esclavitud todavía existiera en el Paraguay.

La instrucción pública recibió una de cal y una de arena de parte de Rivarola, quien en su natal Barrero Grande, y para impulsar la enseñanza elemental en todo el territorio nacional, decretó que en los pueblos y villas se establezcan escuelas, destinando para ese fin los edificios públicos, declarando obligatoria la enseñanza primaria. Es más, a pesar de los limitados fondos públicos, determinó que el gobierno asumiría los costos de la educación de los niños huérfanos. Sin embargo, en un injustificable desprecio hacia las tradiciones y el patrimonio cultural del país, prohibió el uso del idioma guaraní en las escue1as45. El guaraní, que había sorteado duros escollos para sobrevivir a siglos de colonización española, seguiría encontrando detractores y, en más de una ocasión, sería menospreciado, acusado de ser una lengua inferior46, culpable del atraso de su pueblo y su aislamiento47. Estas teorías hoy suenan absurdas y ya no resisten el mínimo rigor analítico. A principios del siglo pasado, Rafael Barrett defendía el uso del guaraní, a la par del castellano, diciendo:

"La historia nos revela que lo bilingüe no es una excepción, sino lo ordinario. Suele haber un idioma vulgar, matizado, irregular, propio a las expansiones sentimentales del pueblo, y otro razonado, depurado artificial, propio a las manifestaciones diplomáticas, científicas y literarias. Dos lenguas, emparentadas o no; una plebeya, otra sabia, una particular, otra extensa; una desordenada y libre, otra ordenada y retórica. Casi no hubo siglo ni país en que esto no se verificara... ... Pobre idea se tiene del cerebro humano si se asegura que son para él incompatibles dos lenguajes...".

En el empeño de impulsar la educación en el país, surge la figura de Jaime Sosa Escalada, fundador de la Biblioteca Nacional de la Asunción, a quien se le encomendó la reorganización de la instrucción pública, a partir de la Municipalidad de Asunción. A pesar de la estrechez financiera existente se crearon dos escuelas, una para niñas y otra para varones, más una tercera en la ciudad de San Lorenzo48.

Como las atribuciones del gobierno no tenían más soporte que el espurio Protocolo de12 de junio de 1869, sus competencias no estaban delimitadas y actuaba tanto de administrador como de legislador. Por eso, no debe sorprender que e114 de enero de 1870 dictara la Declaración de Derechos, también de carácter transitorio, considerando que una de las metas del triunvirato era la realización de la constituyente49. En esa suerte de Bill of Right improvisado, que consta de 21 artículos50. Se reconocieron los derechos de libertad, propiedad y seguridad de los habitantes de la República (art. 2), la inviolabilidad del domicilio de las personas (art. 3), la igualdad ante la ley (art.10), la inviolabilidad de la correspondencia (art. 14), el derecho de petición a las autoridades (art. 15), por citar algunos. También se instituyó el servicio militar obligatorio (art.1ó) y se mantuvo la legislación española que seguía en vigor en el país desde el tiempo de la colonia, entre las que se encontraban las Siete Partidas, las de Castilla y las de Toro y el Estatuto de la Administración de Justicia, aprobado por Carlos A. López e124 de noviembre de 1842 (art. 18). Esas Partidas, que datan del siglo XIII, poco tenían de garantistas. Su vigencia contradecía ostensiblemente a la citada declaración de derechos individuales. No debe olvidarse que al amparo de aquellas leyes coloniales, impregnadas de elementos del derecho canónico, lo que permite adivinar su carácter inquisitivo y que tenía a la tortura como medio válido a utilizarse en un interrogatorio, funcionaron los tribunales de sangre de López5l, tan cuestionados, principalmente por los legionarios52. Por otro lado, y a falta de reglamentación vigente sobre la materia; se adoptó el Código de Comercio Argentino (art. 20).

No deja de llamar la atención que, entre toda esa vorágine de problemas que agobiarían a cualquier administración, el gobierno de facto no desaprovechó la oportunidad de congraciarse con los argentinos y declarar feriado el día 25 de mayo, aniversario de la revolución de independencia de dicha república53. Tal vez la fuerza de la costumbre o la inercia de haber servido tantos años en las filas de la Confederación seguía asomándose el fantasma del anexionismo, que nunca se alejó demasiado. Paradójicamente, la conmemoración de la independencia paraguaya no les motivó ningún gesto.

En poco tiempo, uno de los triunviros se apartó del colegiado. José Díaz de Bedoya fue a Buenos Aires con la tarea de gestionar créditos y de vender algunos objetos de plata labrada de las iglesias que habían escapado de la rapiña imperial y así recaudar fondos para cubrir parte de las necesidades del nuevo gobierno. Así lo hizo, pero ya no regresó al país, abandonando el cargo que le fuera confiado en atención a sus habilidades comerciales más que a su militancia política54. Remitió a sus pares una renuncia, alegando problemas.de salud, pero olvidó despachar lo recaudado. Esos valores jamás ingresaron a las arcas del Estado55. Si esa gestión tuvo que recaer en manos de una de las principales autoridades nacionales, surgen en evidencia lo reducido de la burocracia gubernamental y la estrechez de la economía del país, sumándose a los testimonios del estado de carencia en el que se desenvolvía la golpeada república.

Tiempo después, Carlos Loizaga tomó la decisión de renunciar al gobierno. Su renuncia que dejaba sin mayoría al otrora colegiado, y que fuera aceptada por la Convención Constituyente el 31 de agosto de 1870, generó una fuerte crisis que agudizó las diferencias entre las facciones políticas en ciernes, que pugnaban por los pequeños espacios de poder que los aliados cedían.

Rivarola, a partir de entonces, ejerció solo el gobierno de facto. Loizaga y Bedoya renunciaron a la oportunidad tan anhelada de conducir el destino del país; afán abrigado por tanto tiempo en Buenos Aires ya desde la época de la Sociedad Libertadora del Paraguay que fuera fundada el 2 de agosto de 1858 y luego en la Asociación Paraguaya; como legionarios se sumaron a las fuerzas aliadas y marcharon a la guerra. Pero ésta costó demasiadas vidas y bienes al Paraguay, que los "vencedores" ya no quisieron hacerse cargo de las ruinas.

Era evidente que no estaban a la altura de las circunstancias. Inclusive, y para más vergüenza, Bedoya se comportó como un vulgar ratero, llevándose candelabros de las iglesias a cambio de su cargo en el gobierno.

Más adelante, Loizaga haría algo más: intervendría en la celebración de los tratados de paz y límites con el Brasil, concluidos aceleradamente en fecha 9 de enero de 1872, donde se consumó la mutilación prevista a favor del Imperio en el Tratado de la Triple Alianza.

Esos eran los primeros pasos del gobierno en manos de quienes execraban a López y anunciaban la redención de una nación esclavizada, que sería encaminada en la senda de la civilización.

 

D) OCUPACIÓN DE VILLA OCCIDENTAL (VILLA HAYES)

 

Antes de concluida la guerra, en los últimos meses del año 1869, el gobierno de facto tuvo que enfrentar su primera crisis diplomática con uno de los países patrocinantes de su instalación. Cuando el triunvirato, en ejercicio de la soberanía que creía tener, notificó a comerciantes e industriales radicados en el Chaco la entrada en vigor de los nuevos tributos que alimentarían las carentes arcas del Estado, la Confederación Argentina reaccionó ocupando militarmente Villa Occidental56 y dejando en evidencia su intención de aplicar sin variaciones lo pactado en el Tratado de la Triple Alianza.

El art. 16 del mencionado acuerdo fijaba de antemano la forma en que se repartirían los aliados el territorio paraguayo, a saber:

"... Para evitar las discusiones y guerras que traen consigo las cuestiones de límites envuelven, queda establecido que los aliados exigirán del gobierno del Paraguay á celebrar con los respectivos gobiernos tratados definitivos de límites bajo las siguientes bases:.. .". "... La República Argentina quedará dividida de la República del Paraguay por los ríos Paraná y Paraguay hasta encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo estos, en la ribera derecha del río Paraguay, la Bahía Negra...".

"... El Imperio del Brasil quedará dividido de la República del Paraguay, en la parte del Paraná por el primer Río después del Salto de las Siete Caídas que, según el reciente mapa de Mouchez, es el Ygurey, y desde la boca del Ygurey y su curso superior hasta llegar a su nacimiento. En el interior, desde la cumbre de las sierras del Mbaracayú, las vertientes del Este perteneciendo al Brasil y las del Oeste al Paraguay, y tirando líneas, tan rectas como se pueda de dicha sierra al nacimiento del Apa y del Ygurey...".

La causa inmediata de la ocupación argentina fue una maniobra del norteamericano Eduardo Augustos Hopkins, por entonces dedicado a la explotación maderera en Villa Occidental. Este comerciante, con el único propósito de evadir el pago de impuestos al gobierno paraguayo, al recibir una comunicación sobre sus obligaciones fiscales57, recurrió al general Emilio Mitre, que estaba al mando de las fuerzas argentinas en el Paraguay, alegando que, en virtud del Tratado de Alianza, su establecimiento industrial se encontraba bajo jurisdicción de laArgentina58.

A raíz de ello, Emilio Mitré remitió al gobierno de facto la nota de fecha 17 de noviembre de 1869, con acuerda del presidente Sarmiento, donde se dejaba en claro que:

"Habiendo el señor Hopkins recibido una intimación, por la cual se le da conocimiento de una resolución de la capitanía del Puerto de esta ciudad, ordenándole que saque patente para el establecimiento que tiene en el Chaco, debo dirigirme a VE. para hacerle presente que el Chaco es exclusivamente argentino, y que en él, nada tienen que hacer las autoridades paraguayas. Muy pronto mandaré por tanto a Villa Occidental, una guarnición y un jefe a fin de que enarbole allí la bandera, y establezcan nuestra jurisdicción".

Consecuentemente a esa determinación, el 21 de noviembre, las tropas al mando del general Mitre pasaron de la amenaza a los hechos y ocuparon Villa Occidental. Como señal de soberanía, izaron la bandera argentina.

En reacción a esos hechos, a instancias de Paranhos, el gobierno de facto paraguayo respondió a la ocupación militar con la nota del 25 de noviembre, que entre otras cosas ponía énfasis en que el Tratado de la Triple Alianza, con relación a los limites:

"... no establece sino condiciones que dependen de ajustes ulteriores entre todas las partes interesadas... ... En esta inteligencia no podía el Gobierno Provisorio persuadirse de que le sería recusado el derecho de ejercer jurisdicción de una población, frontera de la Capital de la República, creada por los esfuerzos y capitales de la Nación Paraguaya...".

Era evidente que el gobierno paraguayo, impuesto y controlado por el imperio, no tenía dominio sobre lo que estaba ocurriendo en el país.

Aun así, tenía que formular sus reclamos por más estériles que resultaren. Además del gobierno, protestaron por la ocupación argentina los periódicos La Regeneración y La Voz del Pueblo. Contrariamente, a estos medios no les causaba ninguna incomodidad la presencia del ejército brasileño en Asunción, que utilizaba esa ciudad paraguaya como uno de sus campamentos. El pabellón argentino en Villa Occidental era más urticante que todos los soldados imperiales que se enseñoreaban en la capital. Inclusive hasta algunas horas antes de que asumiera el gobierno de facto, estaba izada en el Palacio de López la bandera de Pedro II.

Los brasileños se opusieron desde el primer momento a la ocupación argentina de Villa Occidental. Si bien al inicio de la contienda consintieron las pretensiones argentinas sobre el Chaco Boreal, entendían ahora que ello fortalecería demasiado a un vecino siempre peligroso, más aún si mediaba entre ambos países una extensa frontera. No pasaría mucho tiempo para que se presenten nuevos conflictos políticos que podrían desembocar en otra contienda bélica atendiendo a que, en palabras de von Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios.

Al imperio no le interesaban los derechos del Paraguay sobre el Chaco. Pero sí le preocupaba que el dominio argentino sobre esa gran extensión de tierra rompiera el equilibrio, siendo preferible que lleguen éstos sólo hasta el río Pilcomayo, no hasta Bahía Negra. De ahí que Paranhos, quien detentaba el poder real en el Paraguay, conminó al gobierno de facto a manifestar sus quejas por la ocupación chaqueña. Luego, sólo por convenir a las pretensiones del Imperio, se le daría al Paraguay la oportunidad de defender sus propios intereses.

Para el gobierno paraguayo, que se mordía de impotencia, entre todos los males de la guerra, el menor era la deslealtad brasileña para con sus aliados argentinos, a quienes, cuando necesitaron sumar fuer zas para vencer y arrasar con el Paraguay, no tuvieron reticencias para ofrecer todo el Chaco, hasta Bahía Negra, tal vez como incentivo. Ahora que el despojo premeditado, diseñado ya en 1865, comenzaba a dar sus frutos, los agentes imperiales operaban para evitar que la Argentina satisfaga sus desmedidas pretensiones.

Hoy es de conocimiento público que el Imperio nunca tuvo en sus planes que los argentinos traspongan la línea del río Pilcomayo. Ya el 30 de noviembre de 1865, el Consejo de Estado se había ocupado del tema de los límites previstos en el Tratado de Alianza. En el documento que testimonia esos debates se puede leer:

"De ahora en adelante, el Brasil quedará dependiendo de la Confederación (Argentina) en todo lo que concierne a la navegación hasta la Bahía Negra o hasta el Yguazú. Nuestra frontera de Coímbra y Miranda sólo tenía que temer la invasión paraguaya, de ahora en adelante temerá también a la Argentina... ...Lo que convenía al Brasil, aunque por necesidad consintiese en cesión de la margen del Paraná, es que la Confederación no tuviese un palmo de costa en el Paraguay, encima del Pilcomayo; que de ahí hasta el Pan de Azúcar perteneciese al Paraguay y que encima de este punto, fuese atribuida a Bolivia, no porque ésta cuenta con mejor título, sino porque así lo exigen los intereses de la navegación, comercio y seguridad del Brasil... "59.

Entonces Bolivia, que también estaba interesada en el Chaco y afirmaba tener derechos legítimos sobre el mismo, entró en escena. Los brasileños querían que el país del Altiplano participe en las negociaciones y, de ese modo, suavicen sus reclamos limítrofes contra el Imperio, con quien también tenía discusiones territoriales. El Imperio pretendía las tierras del Acre boliviano, ricas en caucho y que, finalmente, con el tratado de Petrópolis del año 1903, se quedaría con ellas.

Mientras, los brasileños intentaban matar dos pájaros de un tiro. Además de evitar el riesgo de contar con una extensa frontera con la Argentina, querían asegurar la libre navegación del río Paraguay, del que eran ribereños en ambas márgenes aguas arriba de Bahía Negra, en la región de Mato Grosso. Entendían que la incorporación boliviana a las discusiones sobre la posesión de territorios chaqueños, entre los que no estaba en juego ni un solo metro cuadrado de suelo imperial, aparte de frenar la expansión argentina, influiría positivamente en la libre navegación del mencionado cauce.

En una correspondencia al barón de Cotegipe, con fecha 9 de mayo de 1869, el emperador Pedro II expresa que: "..., es importante y conviene que Bolivia sea también ribereña del río Paraguay en esa parte [Chaco Boreal] para que más fácilmente se mantenga la libre navegación...".

Con relación a la ocupación militar del territorio chaqueño, el canciller argentino Mariano Varela, a quien también se remitiera una copia de la protesta paraguaya, sentó posiciones. En su nota del 27 de diciembre, reproducida por Salum (1994: 25), sostiene que:

"el proceder del brigadier general D. Emilio Mitre ha sido aprobado plenamente y que la República Argentina cree y sostiene, apoyada en títulos incontestables, que el territorio que se cuestiona le pertenece exclusivamente... ... Sin embargo, el Gobierno Argentino ha sostenido, hace poco tiempo, en discusiones con el representante de S. M. el Emperador del Brasil, que la victoria no da derechos a las naciones aliadas, para reclamar por sí limites suyos, los que el tratado señala...60. ...Así, al ocupar el Chaco, la República Argentina no resuelve la cuestión de límites: toma por el derecho de la victoria lo que cree ser suyo, dispuesto a devolverlo si el Paraguay presenta pruebas que venzan a las nuestras, cuando la cuestión de derechos se trate".

La posición de Varela, la victoria no da derechos, abonó los argumentos imperiales tendientes a evitar una aplicación rigurosa de lo acordado en el Tratado Secreto. De ser así, la Argentina obtendría ventajas desproporcionales a los esfuerzos "invertidos" en la contienda en comparación con el Brasil, en cuyo pensamiento jamás estuvo, al decir de Cardozo (1996:328), "por conveniencia propia sostener la intangibilidad del Tratado de Alianza y que, desde mucho antes, se preparaba para destruir las ventajas que el tratado otorgaba a la Argentina".

Por su parte, el gobierno paraguayo reconvino al canciller argentino en su correspondencia del 12 de enero de 1870, donde insiste en los antiguos derechos paraguayos sobre el suelo en disputa:

"... salvando el derecho de la República del Paraguay al dominio que, desde la fundación de esta Provincia, ha ejercido hasta hoy en el territorio últimamente ocupado por las fuerzas de la República Argentina... "61.

La Confederación Argentina se aferraba en su ocupación chaqueña. Cuando se iniciaron las conversaciones preliminares para los acuerdos de paz en Asunción, oportunidad en que se produjo el Protocolo del

20 de junio de 1870, el plenipotenciario argentino, Julio de Vedia, hizo constar en el instrumento, como salvedad, que la posición de su gobierno con relación a la ocupación de Villa Occidental ya fue registrada en las anteriores notas62, concluyendo que "... allí estaba bien y terminantemente explicado que el Gobierno Argentino no quería usar su derecho de vencedor para resolver la cuestión de límites, y sí ventilarla por un acuerdo amigable y en vista de los títulos de una y otra parte".

A inicios del año 1872, la celebración y ratificación apresurada de los tratados firmados entre Carlos Loizaga y el barón de Cotegipe, donde se acuerda la paz entre el Paraguay y el Brasil y se definen los límites entre ambos países, constituyó la ruptura de lo pactado en el Tratado Secreto, donde los aliados se comprometieron a no negociar ni firmar tratados de paz con el enemigo, separadamente, "sino por perfecta conformidad de todos" (art. 6).

Sarmiento, en represalia y con la evidente intención de darle un ropaje legal a la posesión manu militari que estaba lejos de concluir, dictó el decreto de fecha 31 de enero de 1872, creando la Gobernación del Chaco y designando gobernador del mismo al comandante de las fuerzas argentinas en Paraguay, Julio de Vedia. El Congreso de ese país, al dictar la ley de Territorios Nacionales, en fecha 18 de octubre de 1872, estableció en Villa Occidental la capital del Chaco Argentino.

La ocupación de Villa Occidental continuó por varios años más, ínterin seguían los debates diplomáticos que parecían inacabables. En el país se iniciaba la saga de conspiraciones y asonadas que serían la constante por mucho tiempo.

Luego de muchas idas y vueltas, Facundo Machaín y Bernardo de Irigoyen firmaron el Tratado de13 de febrero de 1876, donde al Paraguay, además de la imposición del pago de todos los gastos de la guerra, daños y perjuicios, se le despoja de los territorios de las Misiones y del Chaco Central. Por lo menos, a tenor del art. 4° del instrumento, la propiedad del territorio comprendido entre el río Verde y el brazo principal del Pilcomayo, que incluía a la Villa Occidental, quedaba sometida a la decisión definitiva de un fallo arbitral. Las Altas Partes eligieron para el arbitraje al presidente de los Estados Unidos de América.

El Tratado Machaín-Irigoyen estuvo antecedido de otras discusiones y acuerdos de variopintos resultados. Afínales de 1872, fue comisionado a Buenos Aires el ex triunviro Carlos Loizaga para negociar las condiciones de paz y límites. Éste, con más dolo que torpeza, reveló de antemano sus instrucciones y dando rienda suelta a sus antiguos anhelos, contrariamente a su mandato, discutió con el canciller Tejedor sobre la anexión del Paraguay a la Confederación Argentina. A poco estuvo de superar su "hazaña" con el Imperio cuando aceptó sin reservas todos los términos propuestos por el barón de Cotegipe. Tiempo después, ante nuevos intentos, pero esta vez en la Corte Imperial en Río de Janeiro, Jaime Sosa celebró en nombre del Paraguay con el citado representante argentino un tratado63 donde, entre otras renuncias, cedió Villa Occidental a los argentinos a cambio de la condonación de la deuda de guerra. Felizmente, el gobierno paraguayo, entonces ejercido por Juan Bautista Gill, desaprobó lo actuado por el plenipotenciario. Sosa tuvo el descaro de sostener que Villa Occidental no era importante para el Paraguay y justificaba su actuación, según lo recogido por Amarilla Fretes (1941: 109), diciendo: "que la villa Occidental en manos Argentinas, es una garantía contra los que en nuestra Patria quieren establecer la tiranía y la reclusión, porque ella será un refugio para los ciudadanos paraguayos..."64. A juicio del siempre respetable Cecilio Báez, recogido por Salum (1994: 82), el entonces presidente en ejercicio Salvador Jovellanos65 procedió de una manera desleal y antipatriótica: ". . . entregó una instrucción secreta a Jaime Sosa revocando sus instrucciones oficiales, le autorizaba a confabularse con el Ministro Tejedor y ceder a la Argentina la Villa Occidental hasta el río Verde".

Poco antes, en 1873 y por medio de cartas confidenciales, que, en actitud tan torpe como imprudente, el entonces canciller argentino Carlos Tejedor dio a publicidad, el general Bartolomé Mitre advertía que la Argentina no tenía derechos sobre el territorio en cuestión y un eventual arbitraje era lo mismo que su abandono66.

Finalmente, los argentinos tuvieron que retirarse de la pugnada Villa Occidental. Para ello han tenido que transcurrir casi diez años y fue después del laudo arbitral favorable a las pretensiones paraguayas, dictado por el presidente norteamericano Rutherford B. Hayes, en fecha 12 de noviembre de 1878. El Paraguay en definitiva detentaba los derechos sobre el Chaco y, por fortuna, entre tantos documentos robados por los brasileños no se encontraban aquellos que sirvieron para probar la legitimidad de los derechos invocados y largamente ejercidos.

El restablecimiento de la posesión de Villa Occidental al Paraguay se formalizó el 14 de mayo de 1879, en un acto solemne en el que se incluyeron salvas de cañones. Discurso mediante, se arrió la bandera argentina izándose luego la paraguaya.

El Congreso paraguayo, un día antes, sancionó la ley donde se estableció en Villa Occidental la capital del Departamento del Chaco, pasando a denominarse desde entonces Villa Hayes, en homenaje al árbitro que, impartiendo justicia, evitó otro despojo al Paraguay por vía de la fuerza.

Como ciertamente afirmó Mariano Varela: la victoria no da derechos.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

1) ALBERDI, Juan Bautista. Grandes y pequeños hombres del Plata. Editorial Punto de Encuentro; Buenos Aires, Argentina; año 2007.

2) ALBERDI, Juan Bautista. La guerra del Paraguay. Intercontinental Editora; Asunción, Paraguay, año 2001.

3) AMARILLA FRETES, Eduardo. La liquidación de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (Negociaciones Diplomáticas). Imprenta Militar; Asunción, Paraguay; año 1941.

4) AVEIRO, Silvestre. Memorias Militares (1864-1870). Ediciones Comuneros; Asunción, Paraguay; año 1970.

5) BÁEZ, Fernando. El saqueo cultural de América Latina, De la conquista a la Globalización. Editorial Sudamericana S. A.; Buenos Aires, Argentina; año 2009.

6) BARRETT, Rafael. El dolor paraguayo. Editorial Servilibro; Asunción, Paraguay; año 2006.

7) BLINN REBER; Vera. The demographics of Paraguay: a reinterpretation of the Great War, 1864-1870. Hispanic American Historial Review; Vol. 68, N° 2.

8) BORDÓN, Arturo. Historia Política del Paraguay. Era Constitucional. Tomo I; Edición del autor; Asunción, Paraguay, año 1976.

9)      BRAY, Arturo. Solano López, soldado de la gloria y el infortunio. Editorial El Lector; Asunción, Paraguay; año 1996.

10) BURTON, Richard F Cartas desde los campos de batalla del Paraguay. Traducción de Rosa María Torlaschi; Librería El Foro S.A.; Buenos Aires, Argentina; año 1998.

1l) CARDOZO, Efraím. El Paraguay Independiente. Editorial El Lector; Asunción, Paraguay; año 1996.

12) CASABIANCA, Ange-François. Una guerra desconocida: La campaña del Chaco Boreal (1932-1935). Volumen I. Editorial el Lector; Asunción, Paraguay, año 1999.

13) CENTURIÓN, Carlos R. Historia de la Cultura Paraguaya. Tomo I; Biblioteca Ortiz Guerreo: Buenos Aires, Argentina; año 1961.

14) CHIAVENATO, Julio José. Genocidio americano, La guerra del Paraguay. Traducción de Justo Pastor Benítez (h); Carlos Schauman Editor; Asunción, Paraguay; año 2008.

15) DOMÍNGUEZ, Manuel. La traición a la patria y otros ensayos. Imprenta Militar; Asunción, Paraguay; año 1959.

16) DORATIOTO, Francisco. Maldita Guerra. Nueva historia de la Guerra del Paraguay. Emecé Editores S.A.; Buenos Aires, Argentina; año 2004.

17) FALCÓN, José. Escritos Históricos. Editorial Servilibro; Asunción, Paraguay; año 2006.

18) FREIRE ESTEVES, Gomes. Historia contemporánea del Paraguay. Editorial El Lector; Asunción, Paraguay; año 1996.

19) FRUTOS, Julio César. Progresismo republicano y las ideas liberales. Edición del autor; Asunción, Paraguay; año 2008.

20) FRUTOS, Julio César & VERA, Helio. Pactos Políticos. Editorial Medusa, Asunción, Paraguay; año 1993.

21) GILLAGUÍNAGA, Juan Bautista. La Asociación Paraguaya en la guerra contra la 71-iple Alianza. Edición del autor; Buenos Aires, Argentina; año 1959.

22) GÓMEZ FLORENTÍN, Carlos. El Paraguay de la Post Guerra 1870-1900. Editorial El Lector; Asunción, Paraguay; año 2010.

23) GONZÁLEZ, Teodosio. Infortunios del Paraguay. Editorial El Lector; Asunción Paraguay; año 1997.

24) GONZÁLEZ DE BOSIO, Beatriz. Periodismo Escrito Paraguayo, 1845-2001, de la afición a la profesión. Intercontinental Editora, Asunción, Paraguay; 2008.

25) LACONICH, Marco Antonio. El Paraguay Mutilado. Editorial Paraguay; Montevideo, Uruguay; año 1939.

26) LILLIS, Michel & FANNING, Ronan. Calumnia, La historia de Elisa Lynch y la Guerra de la Triple Alianza. Traducción de Gladys Croskey; Editorial Santillana S.A.; Asunción, Paraguay; año 2009.

27) PANGRAZIO, Miguel Ángel (compilador). Las Constituciones del Paraguay. Intercontinental Editora; Asunción, Paraguay, año 2008.

28) RAMÍREZ CANDIA, Manuel Dejesús. Derecho Constitucional Paraguayo. Tomo I; Edición del Autor; Asunción, Paraguay; año 2009.

29) REGISTRO OFICIAL de la República del Paraguay; correspondiente a los 1869 a 1875, Tomo I; Editores Ficher y Quell; Asunción, Paraguay; año 1887.

30) RIBEIRO, Ana. El Caudillo y el Dictador. Editorial Planeta S.A.; Montevideo, Uruguay; año 2008.

31) RIVAROLA, Milda. La República Liberal, publicada en Crónica Ilustrada del Paraguay, Tomo II; distribuidora Quevedo de Ediciones; Buenos Aires, Argentina; año 1998.

32) ROSA, José María. La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Editorial Punto de Encuentro; Buenos Aires, Argentina; año 2008.

33) RESQUÍN, Francisco Isidoro. La guerra del Paraguay contra la Triple Alianza. Editorial El Lector; Asunción, Paraguay; año 1996.

34) SALUM FLECHA, Antonio. Derecho Diplomático del Paraguay, de 1869 a 1994. Ediciones Comuneros; Asunción, Paraguay; año 1994.

35) SALUM FLECHA, Antonio. Historia Diplomática del Paraguay. Intercontinental Editora; Asunción, Paraguay; año 2007.

36) SÁNCHEZ QUELL, Hipólito. Los 50.000 documentos paraguayos llevados al Brasil. Ediciones Comuneros; Asunción, Paraguay; año 1976.

37) VARIOS AUTORES. Forjadores del Paraguay, Diccionario Biográfico. Distribuidora Quevedo de Ediciones; Buenos Aires, Argentina; año 2000.

38) VERÓN, Luis. Enciclopedia Paraguaya. Editorial Azeta S.A., Asunción, Paraguay; año 2008.

39) VIOLA, Alfredo. Asunción bajo dominación extranjera. Anuario de la Academia de Historia Paraguaya, Vol. XXV año 1988.

40) WARREN, Harris Gaylord. Paraguay y la Triple Alianza. La década de posguerra: 1869-1878. Traducción de Guido Rodríguez Alcalá; Intercontinental Editora; Asunción, Paraguay; año 2009.

41) WARREN, Harris Gaylord. Paraguay: Revoluciones y finanzas. Traducción de Guido Rodríguez Alcalá; Editorial Servilibro; Asunción, Paraguay; año 2008.

 

 

PIE DE PÁGINA, SOBRE CENIZAS

 

1.      Para enfrentar al Paraguay se unieron el Imperio del Brasil, la Confederación Argentina y la República Oriental del Uruguay. El pacto de alianza se formalizó a través del tratado secreto celebrado en Buenos Aires el 1 de mayo de 1865.

2.      El ejército paraguayo quedó prácticamente eliminado en las grandes batallas de diciembre (Ytororó, Abay y Lomas Valentinas) que forman parte de la breve, pero decisiva, campaña de Pikysyry, a las que el célebre explorador inglés Richard Burton denominó la Waterloo de la guerra. El día 27 de dicho mes, ante su derrota irreversible, López logró escapar con algunos hombres por el lugar denominado Potrero Mármol, dirigiéndose a Cerro León. Caxias, conductor de las tropas aliadas, fue acusado de haber permitido su huida, pues, como se desarrolló la batalla, capturar a López y poner fin a la guerra era cuestión de voluntad.

3.      También Alberdi (2001: 226), luego de analizar el texto del tratado secreto, concluye que ":..El fin de la alianza es destruir al Paraguay como Estado, y no solamente el de derrocar al presidente López... ...pero cabalmente no será este gobierno sino los futuros gobiernos, creados bajo el influjo de los aliados, los que harán firmar los tratados en que se obliguen a entregarles la mitad del suelo de su patria, la totalidad de las rentas públicas del Paraguay, sus vapores de guerra, sus depósitos militares, de destruir sus fortificaciones, maestranzas y arsenales militares...".

4.      Ahí, en Cerro León, el ejército paraguayo fue reorganizado. A los restos de la tropa se sumaron ciudadanos de distintos lugares de la república, llegando a constituir una fuerza de 13.000 hombres, que incluían a heridos, ancianos y niños. El material de guerra era casi inexistente. Sin embargo, en Ybycuí seguían fundiéndose cañones con el bronce extraído de las campanas de las iglesias, denominándose a uno de ellos cañón cristiano, por esa circunstancia. Semejante estado de cosas, dice Arturo Bray (1996:268), "no podía pasar inadvertido para los brasileños, invitaba a una acción decidida que fin pusiera a la guerra. Sesenta y dos kilómetros hacen apenas una jornada de marcha para tropas de a pie y un tiempo mucho menor para jinetes bien montados".

5.      Fernando Báez (2009: 233-234) denuncia que: "Por acción u omisión, el ejército de los Estados Unidos ha estimulado la quema de un millón de libros en la Biblioteca Nacional de Bagdad y en el resto de las bibliotecas del país; a esto debe sumarse el saqueo de trece mil obras de arte del Museo Arqueológico de Bagdad y de todos los museos de la nación; y como si no fuera suficiente, siete mil asentamientos arqueológicos fueron objeto de pillaje y se robaron más de ciento cincuenta mil piezas de arte antiguo...". Sin embargo, la guerra fue sólo contra Saddam Hussein.

6.      Cuenta Falcón (2006:107) que, apenas concluida la contienda en 1870, regresaron a Asunción como prisioneros "los que pudimos sobrevivir a tanta miseria, para venir a encontrar nuestras casas saqueadas hasta el último mueble, y las puertas y ventanas de ellas, arrancadas y destruidas para ponerlas al fuego".

7.      Viola, 1988: 100.

8.      Gastón de Orleans, yerno del emperador Pedro II que le sucedió a Caxias en la conducción del ejército brasileño, recordado también por haber ordenado el horrendo incendio del hospital de sangre de Piribebuy, luego de la batalla del 12 de agosto de 1869, con todos los enfermos y heridos adentro, habiendo cerrado puertas y ventanas, previamente.

9.      Esa parte fundamental del archivo público paraguayo, que fue objeto de piratería, es conocido como "Colección vizconde de Rio Branco" y está compuesta por 5.122 títulos que contienen 49.313 documentos.

10.    También algunos paraguayos, que retornaron a la capital tras el ingreso de las fuerzas de ocupación, consideraron la necesidad de contar con un gobierno interino, pero eran conscientes de que previamente debían obtener el consentimiento de los aliados. Así, en la residencia de Felipe Recalde, entre los días 24 y 25 de enero de 1869, fue tomando forma el Proyecto de petición para el establecimiento de un Gobierno Provisorio, presentado por Serapio Machaín.

11.    La historiadora uruguaya Ana Ribeiro, en su trabajo El Caudillo y el Dictador (2008:109), asevera que: "La idea de `subyugar' a la rebelde provincia del Paraguay entusiasmaba a Pueyrredón...".

12.    Rosa, 2008: 289; Amarilla Fretes, 1941: 45.

13.    No quedó claro si el inicio del plazo de cinco años debía computarse desde la fecha de la firma del Tratado Secreto de la Triple Alianza, del 1 de mayo de 1865, o desde la ratificación de los futuros tratados de paz a celebrarse una vez concluida la contienda.

14.    Verón, 2008: 93. Según Raúl Amaral, habría nacido en asunción en 1834.

15.    Según lo expone Beatriz González de Bosio en Forjadores del Paraguay (2000: 187188), la salida de Juan José Decoud de la legión se dio luego de enterarse de las cláusulas del Tratado Secreto de la Triple Alianza; también Carlos Centurión (1961: 332) es de la misma versión. Sin embargo, y como lo relata Juan B. Gill Aguinaga (1959: 54-56), su renuncia fue presentada recién el 1 de octubre de 1865 y por las señaladas divergencias en el grupo, conjuntamente con la de Benigno Ferreira, Jaime Sosa y su hermano José Segundo Decoud, en Paso de los Libres, luego de haber participado en la conferencia con Antonio de la Cruz Estigarribia en Uruguayana, que terminó con la recordada capitulación del jefe paraguayo. A pesar de haber participado como redactor en distintos medios de prensa, no se cuenta con publicación alguna donde J. J. Decoud criticase al tratado secreto.

16.    Bray, 1996: 206.

17.    El comandante de las fuerzas argentinas era descendiente del paraguayo Juan Andrés Gelly, periodista y diplomático, de destacada actuación en el gobierno de Carlos Antonio López.

18.    Centurión, 1961: 339.

19.    Como siguiente paso en la organización política, los liberales fundaron el Club del Pueblo, el 26 de junio de 1869, asociación que serviría para aglutinar esas fuerzas.

20.    Gill Aguinaga, 1959: 25.

21.    Ya en el frente de combate participó, con su padre y otros legionarios, de la recordada conferencia con el comandante De la Cruz Estigarribia, en Uruguayana, con la intención de instarle a capitular, tamo en efecto lo hizo. Pero no se sabe a ciencia cierta si esas conversaciones finalmente persuadieron al jefe paraguayo.

22.    Aunque José Segundo Decoud, en su autobiografía, le atribuye pocas facilidades pana escribir.

23.    Verón, 2008: 335.

24.    Una de las instrucciones principales de Paranhos era establecer un gobierno con un presidente interino pero el consenso no fue posible ante la polarización de grupos y diversidad de interesados en ocupar el cargo. Burton (1998: 545-546), que por entonces se encontraba de visita en Asunción, refiere que "entre los candidatos más destacados se encontraban el Dr. Serapio Machaín, un inválido con pocas expectativas de vida; diversos miembros de la familia Decoud, de gran influencia y profundamente ofendida; el Coronel Iturburú, que por largo tiempo comandó la Legión Paraguaya del Ejército Aliado; el señor Egusquiza, tildado de ser un "Lopista", y D. Carlos Saguier, un comerciante argentino, hijo de un colono francés y nacido en la pequeña República".

25.    Mariano Varela, Memorándum de18 de mayo de 1869.

26.    Amarilla Fretes, 1941: 86.

27.    En la asamblea realizada el 22 de julio, en el Teatro Nacional, bajo la presidencia del representante argentino José Roque Pérez y la asistencia de Paranhos, se constituyó una Junta Nacional compuesta de 21 miembros; en su seno, se creó a su vez un     Comité Electoral, integrado por Ignacio Sosa, José Segundo Decoud, Miguel Palacios, Mateo Collar y Bernardo Valiente. Este comité fue el encargado de seleccionar la terna de candidatos a ocupar los cargos del futuro gobierno, que fue propuesta al consejero Paranhos para su decisión.

28.    Juan José Decoud, quien sería el proyectista de la futura Constitución, fundó en la ciudad argentina de Corrientes, en julio de 1868, el periódico El Liberal, con el objetivo de combatir al grupo de legionarios encabezados por Fernando Iturburu, de quien los Decoud se habían separado. Bordón, 1976: 39.

29.    Warren, 2009: 83.

30.    Freire Esteves, 1996: 41.

31.    Frutos y Vera: 1993: 288.

32.    Registro Oficial, 1887: 4.

33.    Desde el 15 de agosto de 1869 hasta el 31 de agosto de 1870.

34.    La fuerza policial del gobierno de facto era por demás exigua. Por el Decreto del 20 de agosto de11869, se le asignó a la jefatura la dotación de 120 hombres "armados con sables".

35.    A Benigno Ferreira se le asignaría después el cargo de Jefe de la Guardia Nacional, teniendo a su mando "un Batallón de Infantería", conforme lo resolvió el gobierno de facto a través del Decreto del 26 de junio de 1870.

36.    En reemplazo de José Díaz de Bedoya, quien hasta principios de 1870 desempeñaba esa cartera de gobierno.

37.    Cardozo, 1996: 306.

38.    Este periódico era el órgano de difusión de la Sociedad Libertadora, cuyos integrantes, contrarios al régimen de López, fundarían después la Asociación Paraguaya.

39.    Para ahondar en el tema puede leerse también el artículo de Francisco Bilbao titulado El Precursor, publicado en El Grito Paraguayo en su edición del ó de enero de 1869. También es un documento referencia) la Proclama de los Paraguayos Liberales, cuya redacción se le atribuye al intelectual chileno.

40.    Registro Oficial, 1887: 5/10.

41.    Estos tributos fueron creados por decretos dictados en fecha 28 de septiembre y 30 de diciembre, todos de 1869.

42.    Registro Oficial, 1887:65.

43.    La mencionada exoneración estaba sustentada en el acuerdo consignado en el Protocolo del 2 de junio de 1869, que en lo pertinente se lee: "... Todos los individuos, navíos, víveres, forrajes, y demás material de cualquier especie, pertenecientes a los ejércitos aliados, o a sus proveedores, tendrán entrada y salida por el territorio de la república con exención de todo y cualquier gravamen; y sin más fiscalización que la que fuese acordada con los Generales o los Representantes diplomáticos de los Gobiernos Aliados...".

44.    Es bueno resaltar que el segundo consulado de la República, integrado por Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, en el año 1842, declaró la libertad de vientres y prohibió la importación de esclavos.

45.    Decreto del 7 de marzo de 1870.

46.    Para Justo Pastor Benítez, constituía una vana pretensión intentar convertir al guaraní en vehículo de cultura superior, científica o filosófica. También Arsenio López Decoud lo denostaba afirmando que los guaraníes "no poseían palabras para las ideas abstractas, y referían los estados de ánimos a sensaciones puramente fisiológicas".

47.    Cecilio Báez insistía en que el encierro del país era consecuencia de la utilización del guaraní en la enseñanza, como lo hicieron los jesuitas "preparando el sistema de aislamiento del doctor Francia".

48.    Centurión, 1961: 319-320.

49.    Registro Oficial, 1887: 53/55.

50.    Para los escritores paraguayos Juan Manuel Frutos y Helio Vera (1993:18), el decreto, por sus consecuencias, tenía carácter constitucional "... ya que a ella se subordinaba toda la legislación paraguaya...".

51.    Silvestre Aveiro (1976: 79-80), fiscal de sangre de López, justificaba que "la legislación española se hallaba vigente entonces, y estas son inexorables, contra los delincuentes políticos, tanto que hasta se admiten testigos inhábiles, tratándose de delitos de lesa patria...".

52.    Las Partidas estuvieron en vigencia en el Paraguay hasta la sanción del Código Penal, e124 de agosto de 1871, sobre la base del proyecto Tejedor, redactado para la República Argentina.

53.    Registro Oficial, 1887: 83.

54.    Frutos y Vera, 1993: 17.

55.    Esa operación fue, inclusive, autorizada por Decreto de120 de diciembre de 1869. Por la venta de esos objetos, a Mariano Billinghurst en Buenos Aires, Bedoya obtuvo el importe de 11.000 pesos fuertes y el mote de José candelero.

56.    Colonia creada por Carlos Antonio López en.1855, denominada en la actualidad Villa Hayes.

57.    Pago de Patentes, creado por decreto de fecha 28 de septiembre de 1869.

58.    Salum, 1994: 23; Amarilla Fretes, 1941: 41-42.

59.    Laconich, 1939: 39.

60.    Para muchos autores, en esta nota se encuentran las bases de toda una doctrina. Sin embargo, la historia enseña que, con o sin derecho, los vencedores siempre impusieron su voluntad al vencido.

61.    Laconich; 1939: 43-44.

62.    Del 21 de noviembre de 1869 y 27 de diciembre de 1869, respectivamente.

63.    El Tratado Sosa-Tejedor fue suscrito en fecha 20 de mayo de 1875 al igual que la convención sobre el pago de daños y perjuicios de la guerra.

64.    Como puede verse, las discusiones diplomáticas estaban centradas sobre el dominio de Villa Occidental y todo lo que comprende el denominado Chaco Boreal, lo que demoraba la definición de límites con la Argentina. En cuanto a las Misiones, la isla de Cerrito o el Chaco Meridional, los representantes paraguayos no ofrecían mucha resistencia a las pretensiones argentinas. Lo que equivale decir que la entrega de esos territorios estaba prácticamente asumida.

65.    Cabe aclarar que Juan Bautista Gill inició su periodo presidencial a partir de125 de noviembre de 1874. Las instrucciones de Jaime Sosa datan del 21 de agosto del mismo año, cuando Salvador Jovellanos ocupaba primera magistratura, completan do el primer periodo constitucional de la Segunda República que se inició con la elección de Cirilo Antonio Rivarola por la Asamblea Constituyente. Con el cambio de gobierno, la política exterior paraguaya tuvo un giro brusco. Jovellanos, como ex legionario y ante una lógica reacción contra la intervención brasileña en las últimas revueltas que se produjeron durante su crítico gobierno, se inclinaba hacia la Argentina; contrariamente, Gill era más amigo del Imperio.

66.    Rosa, 2008: 304/308; Salum, 1994: 93/95.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para compra del libro debe contactar:

LIBRERÍA INTERCONTINENTAL, EDITORA E IMPRESORA S.A.,

Caballero 270 (Asunción - Paraguay).

Teléfonos: (595-21) 449 738  -  496 991

Fax: (595-21) 448 721

E-mail: agatti@libreriaintercontinental.com.py

Web: www.libreriaintercontinental.com.py

 

 

Enlace al espacio de la INTERCONTINENTAL EDITORA

en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)

 



 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
INTERCONTINENTAL
INTERCONTINENTAL EDITORA



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA