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JERRY W. COONEY

  EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY 1807 – 1814 - Por JERRY W. COONEY - Año 2012


EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY 1807 – 1814 - Por JERRY W. COONEY - Año 2012

EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY 1807 – 1814

Por JERRY W. COONEY

 

2012

© JERRY W. COONEY

© INTERCONTINENTAL EDITORA S.A.

Caballero 270 - Teléfs.: 496 991 - 449 738

Fax: (595-21) 448 721

Pág. web: www.libreriaintercontinental.com.py

E-mail: agatti@libreriaintercontinental.com.py

Traducción del inglés: GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

Cuidado de la. edición: HORACIO ANTONIO PETTIT

Diagramación: GILBERTO RIVEROS ARCE

Corrección: ARNALDO NÚÑEZ

 

 

Mucho celo y técnica fueron empleados en la edición de esta obra. No obstante, pueden ocurrir errores de digitación, impresión o duda conceptual. En cualquiera de las hipótesis, solicitamos la comunicación a nuestra Casa Central para que podamos esclarecer o encaminar cualquier duda.

La Editora y el autor no asumen responsabilidad alguna por eventuales daños o pérdidas a personas o bienes originados por el uso de esta publicación.

Hecho el depósito que marca la Ley Nº 1328/98

ISBN: 978-99967-25-30-2

 

 

 

RECONOCIMIENTOS

 

         La historia de los últimos años de la colonia y el surgimiento de la república en el Paraguay ha sido el objeto de mi interés durante varios años. En todo ese tiempo, me ha sorprendido la frecuencia con que la independencia se ha presentado dando un particular realce al ascenso del Dr. José Gaspar de Francia, y como si la independencia fuera un mero preludio de la Dictadura Perpetua. Aunque ningún historiador de aquella época pueda ignorar la importancia del Dr. Francia, he llegado a la conclusión de que el estudio del nacimiento de la República del Paraguay merece un tratamiento propio, pues no se lo puede considerar como la obra de una sola persona.

         En menos de una década, el Paraguay dejó de ser una provincia (en rigor una intendencia) del vasto imperio español en el Nuevo Mundo para convertirse en una nación independiente. Aunque aquel gran cambio se debió en parte a la influencia de hechos ocurridos en otras latitudes del imperio español, fueron los mismos paraguayos quienes definieron el rumbo de su tierra en aquel periodo. Por otra parte, no podemos ignorar el rol desempeñado en aquel proceso por los españoles peninsulares (funcionarios del Gobierno colonial o magnates de la economía exportadora de la provincia) y los porteños que representaron los intereses de Buenos Aires entre 1810 y 1813. Por aquellos años se mantenían aún el prestigio y el poder de las grandes familias y no podía ignorarse la importancia del sistema de milicias. Pero finalmente tuvieron un peso decisivo las actitudes y la mentalidad de la masa mayoritaria de los paraguayo-americanos, formadas éstas a lo largo de siglos de un desarrollo colonial orgánico. Tomando en cuenta todos estos factores, he tratado de explicar la revolución como un acontecimiento en sí mismo -como la historia de un final y de un comienzo-.

         No pretendo que éste sea un recuento definitivo de la Revolución Paraguaya. Como se señala en la breve sección titulada "Reflexiones sobre lo que no sabemos", que antecede a la Bibliografía, quedan muchas preguntas sin respuesta sobre la gente, los acontecimientos y las cambiantes relaciones de poder de aquella era decisiva. Sin embargo, espero que mi tratamiento de algunos de los momentos más relevantes del periodo pueda esclarecer o provocar un debate provechoso de ciertos aspectos soslayados del Paraguay de comienzos del siglo XIX. Por supuesto, tales opiniones y afirmaciones son de mi exclusiva responsabilidad -como lo son los errores que inadvertidamente pude haber cometido-.

         Todo estudio de esta naturaleza debe reconocer los aportes de los historiadores del pasado y del presente. En este sentido, considero este estudio como un ladrillo más agregado al edificio levantado laboriosamente por personas a quienes debo mucho. Los historiadores de los últimos años de la colonia y la era revolucionaria -Julio César Chaves, Efraím Cardozo, Mary Monte de López Moreira, Lidia Areces y otros- han esclarecido algunos aspectos del periodo. También quiero expresar mi agradecimiento a Thomas Whigham por las conversaciones mantenidas sobre los albores de la historia nacional paraguaya, y a Guido Rodríguez, quien ofrece aquí una excelente traducción de mi obra al español y, en la preparación de este estudio, me hizo comprender muchos aspectos de la historia paraguaya.

         A los setenta y un años, echo una mirada sobre mi relación con el Paraguay, complacido de haber elegido el país como tema de estudio hace unos cuarenta años, porque la satisfacción va más allá de lo meramente académico. Recuerdo el afecto y buena voluntad demostrados por los paraguayos -historiadores o no- durante mis visitas a su país. Y me vienen a la mente los recuerdos -por momentos confusos, placenteros- de las conversaciones con paraguayos de todas las esferas sociales, de los paseos por el campo, las comidas de la Plaza Uruguaya y las maravillosas noches del Paraguay.

 

 

PREFACIO

 

         En la primera década del siglo XIX, podían verse en el Paraguay dos realidades distintas: por un lado, la vida tradicional del campo, que poco había cambiado desde finales del siglo XVI; por otro lado, los grandes cambios de la economía y la administración de la provincia, efectuados a partir de las reformas borbónicas de la década de 17701. En 1776, la creación del Virreinato del Río de la Plata aceleró la eliminación de las restricciones a la navegación en el sistema fluvial del Paraguay-Paraná y las exportaciones de la yerba paraguaya aumentaron enormemente en los treinta años siguientes. Otro cambio económico importante fue la conversión del Paraguay en el único productor de tabaco autorizado en un amplio sector del Rio de la Plata y la concomitante creación de la Real Renta de Tabacos en Asunción, con lo cual la provincia conoció por primera vez la economía monetaria. La exportación de yerba -sumada a la exportación de madera para la industria de la construcción de Buenos Aires y Montevideo- aceleró el surgimiento de una nueva clase mercantil en Asunción, estrechamente vinculada a los mercaderes porteños, quienes suministraban crédito y enviaban productos manufacturados río arriba. En 1782, el nuevo Virreinato fue dividido en intendencias, una de las cuales fue la del Paraguay. Por intermedio del virrey de Buenos Aires, la autoridad del rey llegaba hasta la del gobernador intendente de Asunción y subordinaba al Paraguay a la autoridad real en un grado hasta entonces desconocido.

         Hacia el mismo tiempo se dieron cambios internos en la provincia. Se suprimió el sistema de encomiendas, que requería el trabajo forzado de los pueblos de indios, y las encomiendas vacantes revirtieron en la Corona. Para enfrentar la amenaza secular de los ataques indios en la frontera del norte, un sistema de asentamientos y puestos militares extendió la frontera del Paraguay hasta el río Apa. Para poblar aquella nueva frontera se concedieron vastas extensiones de tierra a miembros privilegiados de las familias influyentes de la provincia y se alentó la migración al norte para apoyar los diversos asentamientos nuevos a lo largo del río Paraguay. Una nueva clase de mercaderes, compuesta mayormente de españoles peninsulares, llegó a dominar la vida económica de Asunción, mediante la exportación de yerba y la importación de bienes procedentes de las provincias del sur. Favorecidos por los intendentes, los recién llegados ya dominaban el venerable Cabildo de Asunción para 1795 y recibieron puestos de menor importancia en forma discrecional, favorecidos por el prejuicio de su lealtad a la Corona, y porque se los consideraba imprescindibles para que el fisco obtuviera ingresos a través del comercio fluvial2. Otro grupo de peninsulares llegó con la creación del Estanco de Tabaco; ellos, con otros burócratas, impusieron un grado mayor de centralización en la provincia.

         La otra realidad era la de un Paraguay que se había desarrollado en forma casi aislada y orgánicamente a partir de la Conquista de mediados del siglo XVI. Durante siglos, los conquistadores y sus descendientes se unieron a la población guaraní de la provincia. El aislamiento geográfico y la negligencia de la Corona produjeron una conformación cultural única, centrada mayormente en Asunción y sus alrededores, aunque también se extendía hasta Villarrica en el este, Curuguaty en el nordeste y el río Tebicuary en el sur -así como hasta una frontera indefinida del norte, que los indios nómades asaltaban continuamente-. Como se ha mencionado, al terminar la serie de asentamientos del siglo XVIII a lo largo del río Paraguay -desde Ñeembucú en el sudeste hasta Concepción en el norte- se había extendido considerablemente el ejercicio real de la autoridad de los intendentes en la provincia. Los intendentes ejercían además una autoridad nominal sobre la zona ribereña del Gran Chaco, a lo largo de la margen occidental del río Paraguay, pero Asunción tenía poco interés en aquella región vasta e inhóspita, poblada por tribus nómades y a menudo hostiles.

         Para 1800, el núcleo de la población paraguaya se encontraba concentrado en la zona de los actuales departamentos Central y Cordillera; la población total de la provincia se acercaba a los 110.000 habitantes. De este número, cerca del once por ciento eran pardos (esclavos o libres); cerca del veintiún por ciento eran indios de los pueblos; sesenta por ciento eran españoles americanos. Cerca de la mitad de los pardos eran libres, pero en el Paraguay hasta los pardos libres estaban sometidos a la institución del amparo, o sea que estaban sujetos a la autoridad de individuos o a la de las órdenes religiosas en los pueblos de pardos. Los indios de los pueblos eran un grupo protegido por la Corona. En 1800 la encomienda de indios, que permitía a ciertos españoles americanos privilegiados valerse del trabajo de los indios de los pueblos por una parte del año, casi había desaparecido. Pero eso significaba que, a partir de entonces, los indios quedaron obligados a trabajar para los funcionarios de la Corona. En los pueblos de indios la vida cambió muy poco; la diferencia consistió más bien en que los religiosos se vieron reemplazados por funcionarios civiles en la administración de aquellos pueblos.

         Los españoles americanos constituían la gran mayoría de la población de la provincia, cuya cultura, sociedad y economía dominaban. Eran los descendientes de los varones españoles de la Conquista y las mujeres guaraníes. Como muy pocas mujeres españolas llegaron en los años de la Conquista (mediados del siglo XVI), y muy pocos varones españoles llegaron después de 1560, los españoles americanos ocuparon un lugar principal en la sociedad paraguaya, heredando encomiendas y ocupando cargos públicos menores (a veces mayores) en la provincia. Alrededor de 1660, el rey de España Felipe IV declaró que todos los descendientes de varones españoles e indias guaraníes eran legalmente españoles3. Hacia 1700, aquellos descendientes formaban el grupo de los que podían llamarse con propiedad paraguayos.

         En el grupo de los españoles americanos había grandes diferencias de poder y dinero. En el primer lugar de la jerarquía social estaban unas treinta familias, las que habían dominado la campaña durante siglos, mediante la posesión de encomiendas, grandes propiedades y gran influencia en las autoridades locales; además, de sus filas salían muchos de los oficiales de la milicia provincial4. Los integrantes de aquellas familias también habían dominado el importante Cabildo de Asunción. En los últimos cuarenta años de la era colonial, la encomienda quedó abolida y los peninsulares recién llegados asumieron el control del Cabildo. Pero aquellos cambios no hicieron desaparecer el poder de las grandes familias del campo, pues la ocupación efectiva del territorio de la zona del río Apa se vio acompañada por el otorgamiento de vastas propiedades a los representantes de dichas familias, cuyo poder en el campo se vio reforzado con los puestos administrativos y judiciales que les concedían los intendentes. Y, al margen de las reformas experimentadas por la milicia, aquella élite ocupó habitualmente los cargos más importantes. De manera no oficial, muchos de los miembros de aquella élite tenían excelentes relaciones personales con los intendentes, quienes pensaban con razón que las buenas relaciones con las grandes familias les facilitaban la administración de la provincia.

         En el segundo lugar de la jerarquía social estaban los españoles americanos, respetados por ser propietarios rurales o tener concesiones de tierras para la cría de ganado y el cultivo. Los de este segundo grupo, por lo general, eran líderes comunitarios en los numerosos pueblos pequeños esparcidos por el campo paraguayo. Después de ellos en jerarquía venían las personas empleadas en la navegación fluvial y las tareas forestales; en el nivel inferior estaban los jornaleros agrícolas, vaqueros de las estancias o peones de los yerbales del norte. Los paraguayos se beneficiaron de la prosperidad comercial generalizada de la provincia a partir del fin de siglo XVIII de distinto modo y en grado diferente. Sin embargo, aún tomando en cuenta el crecimiento económico de la zona de Concepción en el norte (un crecimiento permitido por el comercio de la yerba) y muy especialmente el crecimiento de Asunción como centro comercial del Alto Plata, es evidente que la mayoría de los paraguayos seguían viviendo una vida de subsistencia agrícola y no fueron alcanzados por los beneficios de la economía de Asunción, ni por las nuevas ideas llegadas de algún modo al Paraguay. Independientemente de su pertenencia a una clase social determinada, la mayoría de los españoles americanos compartían ciertas aspiraciones e ideas sociales y culturales que se habían desarrollado en la campaña entre finales del siglo XVI y finales del siglo XVIII. En vísperas de la independencia, la mayoría de los paraguayos vivía mentalmente en el mundo rural de la era de los Habsburgo, y no en el nuevo mundo asunceno de los reformadores y comerciantes borbónicos. Aquella concepción tradicional del mundo influyó enormemente en la conformación del Paraguay nacido en el tumulto de la era de la independencia.

 

NOTAS

 

1.      Sobre los cambios del siglo XVIII, ver Blanca Rosa Romero de Viola, Paraguay siglo dieciocho: Período de transición (Asunción: Ediciones Comuneros, 1987). Sobre la era de la Intendencia en particular, ver Edberto Oscar Acevedo, La Intendencia del Paraguay en el Virreinato del Río de la Plata (Buenos Aires: Ediciones Ciudad Argentina,1996); y Jerry W. Cooney, Economía y sociedad en la Intendencia del Paraguay (Asunción: CPES, 1990). El mejor estudio sobre el Paraguay inmediatamente anterior a 1811 es el de Mary Monte de López Moreira, Ocaso del colonialismo español. El gobierno de Bernardo de Velasco y Huidobro, su influencia en la formación de Estado paraguayo (1803-1811) (Asunción: Fondec, 2006).

2.      A menudo los historiadores que estudian las últimas décadas de la colonia pasan por alto el número considerable de europeos que ocupaban puestos en la milicia provincial. Existe buena información acerca de los oficiales de las diversas organizaciones de la milicia en el libro de Juan Bautista Rivarola Paoli, El régimen jurídico de la tierra, (Paraguay en los siglos XVI-XIX) (Asunción: edición del autor, 1993), pp. 301-316.

3.      Real Cédula, Madrid, 31 de diciembre de 1662, al gobernador del Paraguay, en

Archivo de Indias, Buenos Aires 2, según cita de Rafael Eladio Velázquez en Breve historia de la cultura en el Paraguay, 7º edición revisada y actualizada (Asunción: Autor, 1980), pp. 29-30.

4.      Rivarola Paoli, El régimen jurídico de la tierra (Paraguay en los siglos XVI-XIX, pp. 301-316.

 

 

 

ÍNDICE

 

Reconocimientos

Prefacio

Capítulo 1: Los últimos años de la Colonia

Capítulo 2: La derrota de Belgrano

Capítulo 3: ¡Alboroto en la Plaza!"

Capítulo 4: El Paraguay autónomo

Capítulo 5:1812, año de ambigüedades

Capítulo 6: La cuestión del Río de la Plata: 1812-1813

Capítulo 7: 1813: De la Junta al Consulado

Capítulo 8: El Consulado

Conclusión

Reflexiones sobre lo que no sabemos

Bibliografía

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 6

 

LA CUESTIÓN DEL RÍO DE LA PLATA: 1812-1813

 

         El tiempo que siguió a la celebración del tratado del 12 de octubre de 1811 fue de dificultades entre el Paraguay y Buenos Aires1. Quizás ni la mejor voluntad hubiera bastado para conciliar los intereses contrapuestos y, como es frecuente en los periodos revolucionarios, la buena voluntad escaseaba entonces. Cada signatario del tratado procuraba alcanzar sus propios objetivos, sin mucha consideración con el otro signatario. En Buenos Aires el flamante Triunvirato se había visto obligado a aceptar las exigencias paraguayas a causa de la incierta situación en que se encontraba. La situación en la Banda Oriental se había vuelto muy grave a causa de la intervención portuguesa en apoyo de los realistas de Montevideo; aquello había alarmado tanto a los dirigentes porteños, que ellos consideraron de primordial importancia conservar la unidad entre los revolucionarios, y olvidaron momentáneamente sus pretensiones de hegemonía en el antiguo Virreinato del Río de la Plata*. Sin embargo, como se vería más tarde, el nuevo gobierno porteño no renunció a sus proyectos de reconstruir el Virreinato, pero con un sistema revolucionario dirigido por los criollos bonaerenses.

         Por otra parte, en el Paraguay sucedió algo frecuente en las antiguas provincias del Virreinato, que vieron en la confusión del periodo revolucionario la oportunidad de separarse definitivamente del muy resistido control de Buenos Aires -un control que, en su aspecto económico, significaba el propósito abierto de favorecer los intereses de la ciudad portuaria-. Darse un gobierno propio, sin injerencia de Buenos Aires fue el desiderátum del Paraguay después de 1811. Al mismo tiempo, para que continuara el comercio por el río Paraná, era necesaria la buena voluntad de Buenos Aires, que controlaba todos los puertos para el tráfico fluvial, lo cual dejaba al Paraguay en una situación desventajosa. En tales circunstancias, era inevitable el surgimiento de conflictos y resentimientos entre Asunción y Buenos Aires, tan pronto como los porteños se sintieran en una posición más segura, que les permitiera reanimar su deseo de preponderancia.

         Antes de lo que hubiera podido esperarse, Buenos Aires se recuperó de los temores de 1811. En octubre de aquel año -el mes de la firma del tratado paraguayo-porteño-, la ciudad portuaria y los realistas de Montevideo acordaron el armisticio que se firmó en Montevideo. El mismo se llamó Tratado de Pacificación y contó con el apoyo de los británicos, cuya política en el Río de la Plata era la de garantizar la continuación del comercio. Las luchas esporádicas entre porteños y realistas en el estuario del Plata eran por cierto nocivas para el comercio, y tanto los porteños como los realistas dependían de la buena voluntad británica. Aquella tregua obligó a los porteños a abandonar la Banda Oriental y abrazar (aunque nominalmente) la causa de Fernando VII y de su resistencia contra Napoleón. Los realistas, por su parte, debieron levantar el bloqueo del Río de la Plata y el Paraná. Los portugueses, que ingresaron a la Banda Oriental a instancia de los realistas, debían retirarse del lugar2. A primera vista, aquel acuerdo podría parecer una traición a la causa revolucionaria en la Banda Oriental; sin embargo, los hechos probarían que el armisticio dio mayor impulso a las fuerzas rebeldes uruguayas y, con ello, fortaleció a los porteños indirectamente. Tampoco puede culparse a Buenos Aires por la firma del tratado y la consecuente postura adoptada, porque la crisis surgida en el norte lejano, en el Alto Perú, le requería el empleo de todos sus recursos, por lo demás modestos. Por eso el Triunvirato decidió apartarse de la línea dura, de los métodos jacobinos de Mariano Moreno. Después de octubre de 1811, los intereses porteños debieron adoptar procedimientos más sutiles. La práctica puramente revolucionaria cedió paso a la prosecución de los objetivos revolucionarios tomándose en cuenta los intereses porteños, si no fue a la inversa.

         En oposición a lo decidido por el Triunvirato de Buenos Aires, el teniente coronel José de Artigas, máximo líder oriental, decidió no acatar el Tratado de Pacificación; en vez de hacerlo, siguió promoviendo la insurrección en su tierra y, al frente de sus regimientos irregulares de gauchos, Artigas enfrentó a los portugueses y realistas, en una manifestación del naciente nacionalismo uruguayo. Al mismo tiempo que lo hacía, Artigas decidió pedir ayuda al Paraguay y, a comienzos de diciembre de 1811, envió a Asunción a su emisario, el capitán Juan Francisco Arias3. Arias tenía la orden de informar a la Junta paraguaya sobre la nueva situación de la Banda Oriental y el número de soldados bajo las órdenes de Artigas. También debía informar que el ejército de Artigas proseguía sus operaciones contra los españoles de Montevideo, con independencia de Buenos Aires4. En aquel momento resultó evidente que Buenos Aires debía tomar en consideración, no sólo a los obstinados paraguayos; sino también a los igualmente obstinados gauchos uruguayos, la nueva fuerza del Rio de la Plata. Aquellos jinetes tenían sus propias ideas sobre lo que debía ser la revolución del Río de la Plata, y profesaban un cierto tipo de nacionalismo que no podemos comentar detenidamente aquí. Al margen de las ulteriores disputas entre porteños y orientales, la súbita insurrección de la Banda Oriental tuvo como consecuencia el fortalecimiento de la causa revolucionaria en el Río de la Plata y, a corto plazo, el fortalecimiento de Buenos Aires.

         Arias llevaba una nota de Artigas, que explicaba a la Junta paraguaya los motivos de la continuación de la lucha en la Banda Oriental y pasaba revista a las tropas bajo el mando del Caudillo, quien pidió a la Junta la celebración de un acuerdo entre las provincias que luchaban por la libertad5. Aunque aquel acuerdo no pretendía ser un tratado formal, era de carácter suficientemente independiente como para mostrar que Artigas no se sentía sometido a los dictámenes de Buenos Aires. Aun buscando un acuerdo con el Paraguay, Artigas tuvo la cautela suficiente como para no romper con los porteños: si bien decidió por sí mismo el envío de Arias al Paraguay, también comunicó al Triunvirato su deseo de entrar en comunicación con los paraguayos, algo que el Triunvirato consideró conveniente6.

         El emisario de Artigas llegó a Asunción a fines de 1811 y fue cordialmente recibido por la Junta paraguaya. En las conversaciones mantenidas sobre la situación del Río de la Plata, la Junta manifestó a Arias que, aunque simpatizaba con Artigas y los rebeldes de la Banda Oriental, no podía ayudar a Artigas ni emprender operaciones contra los portugueses a causa de la falta de armas y el estado precario de las fronteras paraguayas. El Paraguay se limitó a apoyar a los rebeldes uruguayos con el envío de yerba y tabaco gratis7. Al mismo tiempo, el gobierno asunceno dejó en claro que ninguna manifestación o acción suya debía interpretarse como un rompimiento con Buenos Aires8.

         Para devolver la cortesía que significó la visita de Arias a Asunción, la Junta paraguaya envió al capitán Francisco Bartolomé Laguardia al campamento de Artigas. Laguardia debía agradecer a Artigas por la atención que fue el envío de Arias a Asunción; entregar a los orientales la yerba y el tabaco prometidos; informar a Artigas del estado del Paraguay y de los movimientos y ambiciones portuguesas en el norte paraguayo y finalmente recibir de Artigas instrucciones sobre la mejor manera de coordinar la acción de las fuerzas del Paraguay con las de la Banda Oriental9. Para fines de febrero de 1812, Laguardia llegó al campamento de Artigas en Salto Chico y conferenció con el caudillo. Artigas quería que los paraguayos atacaran a los portugueses para debilitar las fuerzas enemigas y disminuir su presión en la Banda Oriental (los portugueses no se habían retirado de la zona, como lo exigía el Tratado de Pacificación de 1811). Laguardia explicó que el Paraguay no podía hacerlo, porque carecía de armas y necesitaba todos sus efectivos para poder defender sus fronteras. Aunque Artigas no pudo recibir ayuda de Asunción, quedó complacido de que el Paraguay reconociera su importancia en el Río de la Plata y le enviara tabaco y yerba10. Además, encontró en Laguardia una persona que escuchaba atentamente sus quejas contra la negligencia de Buenos Aires y la divergencia de los objetivos de los orientales y los porteños. Después de reponerse de una enfermedad, Laguardia regresó al Paraguay lleno de admiración por el líder uruguayo; a su regreso siguió una larga correspondencia entre Artigas y la Junta de Asunción, que sin embargo nunca se decidió a ayudar a Amigas militarmente11.

         La misión de Laguardia agrió las relaciones entre Buenos Aires y Asunción. La ciudad portuaria fue informada de la misión paraguaya ante el caudillo oriental e inmediatamente desconfió de los motivos de la Junta de Asunción. A finales de 1810 y en 1811, los porteños comprobaron la resistencia a su política por parte de las provincias del interior, ¿pensaban también los paraguayos ignorar la autoridad de Buenos Aires? La larga estadía de Laguardia en el campamento de Artigas, ¿se debió solamente a una enfermedad, tal como se informó? En marzo de 1812, el Triunvirato de Buenos Aires escribió a la Junta de Asunción que Laguardia sembró división en el campo revolucionario y, para evitar tales contratiempos en lo sucesivo, sería deseable que las misiones diplomáticas de ese tipo quedaran a cargo de Buenos Aires12. Aunque el Paraguay no hubiera renunciado al derecho de mantener relaciones diplomáticas, aceptó las recriminaciones porteñas sin mayor protesta, si bien el Gobierno bonaerense, más adelante, calificó a Laguardia en estos términos:

         [Laguardia] trató de seducir al General Artigas, para que se substrajese de la dependencia de este Gobierno, valiéndose al Intento de falsedades y calumnias indignas del carácter de su representación, ofensivas a la dignidad del Gobierno de las Provincias Unidas, y muy capaces de inducir a una división entre los pueblos hermanos, sumergiendo a la Patria en todos los horrores del desorden y de la anarquia13.

         Resulta evidente que Buenos Aires entendía las facultades del Paraguay y de Artigas de una manera que no concordaba con la que aquellos tenían de las mismas. Pero, contrariamente a las suposiciones de los porteños, la misión de Laguardia no se propuso crear fricciones con Buenos Aires. Sin embargo, el recelo entre el Paraguay y Buenos Aires aumentaba a medida que surgían cuestiones importantes, como la ayuda militar, las restricciones comerciales y el derecho paraguayo a la plena autonomía.

         El tratado de 1811 entre Asunción y Buenos Aires no resolvió nada en forma definitiva. Buenos Aires se vio obligada a firmar el tratado sólo a causa de su situación precaria en 1811 pero ni el Triunvirato bonaerense ni sus sucesores en el poder aceptaron la actitud independiente del Paraguay durante el periodo revolucionario. Dice mucho sobre el descontento porteño con la libertad paraguaya el hecho de que, mientras el Triunvirato relaciones cordiales con Asunción a nivel oficial, no desdeñaba pedir (o al menos recibir) el consejo de los adversarios de la Junta sobre la mejor manera de desestabilizarla y de soliviantar el Paraguay. Un paraguayo residente en Buenos Aires, el doctor Ventura Díaz de Bedoya, presentó al Triunvirato un plan para someter el Paraguay a Buenos Aires en enero de 1812. Bedoya conoció a Francia en los últimos años del régimen colonial en Asunción y lo sucedió en al cargo de promotor fiscal de Hacienda. Luego se estableció en Buenos Aires para dedicarse al comercio, aunque aun así participó en el Congreso paraguayo de 1811. Por eso Bedoya estaba bien informado sobre el Paraguay y es revelador que su plan subversivo se centrara en la oposición al doctor Francia, aun sabiendo que Francia estaba retirado de la Junta de Asunción al tiempo de presentarse el plan al Triunvirato.

         Los paraguayos seguían ciegamente a un egoísta sin otro propósito que el de consolidar sus ambiciosos planes mediante la miopía de más de cien mil habitantes que lo consideran su oráculo a causa de su fama de gran hombre -una suposición- que debió ser reconocida años atrás. El resto de los individuos de ese gobierno [Yegros, Caballero, Mora] son hombres sin la menor habilidad; esto, Señor, es un hecho comprobado para cualquiera que haya conocido y tratado con esos hombres14.

 

         Bedoya proseguía su exposición con la propuesta de que Buenos Aires enviara un emisario secreto al Paraguay para soliviantar a las tropas y los vecinos importantes de la provincia.

         Después de presentar el plan al Triunvirato, Bedoya viajó al Paraguay; es razonable suponer que con la misión de poner en práctica su plan subversivo, aunque no exista prueba de que el Triunvirato lo apoyara15. Su llegada al Paraguay en abril de 1812 coincidió con el recrudecimiento de las actividades porteñistas y fue por aquel tiempo que los sacerdotes Sarmiento e Ibarbals fueron expulsados de la provincia por su adhesión a los porteños. Según un importante documento de la época, el "Diario de los sucesos memorables desde el 14 de mayo de 1812", el invierno de 1812 estuvo lleno de rumores de actividades porteñistas en Asunción16.

         Ninguna campaña subversiva de los porteños hubiera podido convencer a los paraguayos de que debían someterse de nuevo a la pasada subordinación económica y política a Buenos Aires. Quizás algunos para guayos de ideología liberal recordaban con nostalgia la perdida unidad del Virreinato del Rio de la Plata, que deseaban ver restablecida bajo un sistema liberal, pero es difícil que algunos se atrevieran a emprender la tarea a reconducir al Paraguay hacia aquella unidad. Quienes realmente querían la unión con Buenos Aires residían en Buenos Aires y no tenían ninguna influencia en Asunción. Considerando la situación en su conjunto, ¿por qué debieran tener alguna influencia? Para el Paraguay, Buenos Aires significaba la dominación económica, el riesgo de comprometerse en asuntos que no concernían al Paraguay y el control político de personas muy distintas tanto en la cultura como en la lengua-. Además, la conducta de Buenos Aires en los años 1810-1812 no daba ninguna esperanza de que aquella ciudad estuviera dispuesta a reconocer la igualdad entre las provincias. Dada la anarquía frecuente en la misma ciudad portuaria, así como la arrogancia ideológica y económica de la misma, más bien resulta sorprendente que otras provincias no hubieran seguido antes el ejemplo separatista del Paraguay. Para colmo, las tentativas de hegemonía de los porteños fueron siempre mal ejecutadas, sus agentes se identificaban fácilmente y la resistencia paraguaya era demasiado fuerte. Pese a todos sus deseos de mantener relaciones comerciales amistosas con la ciudad portuaria, Yegros, Caballero y Mora eran sinceros patriotas, y de ninguna manera estaban dispuestos a entregar la provincia a su antigua capital17. Fue un rotundo fracaso la misión de Bedoya, quien regresó Buenos Aires con las manos vacías y lamentablemente no dejó nada escrito sobre sus actividades encubiertas en su país de origen.

         Es razonable suponer que el Triunvirato no confiara plenamente en que la subversión forzara al Paraguay a acercarse más a Buenos Aires, puesto que prosiguió sus relaciones diplomáticas con Asunción mientras Bedoya ejecutaba su misión subversiva. En los primeros meses de 1812, fue de importancia primordial para las relaciones bilaterales el pedido de ayuda militar; en aquel punto, los paraguayos y los porteños asumieron posturas diametralmente opuestas. El Tratado de 1811 contenía una cláusula imprecisa sobre la defensa mutua, que ambas partes deseaban interpretar en beneficio propio. El Paraguay se consideraba amenazado por los indios y los realistas, y aún más por los portugueses, pues la invasión portuguesa de la Banda Oriental en 1811 puso a la zona de las Misiones del Paraguay en una desventajosa situación defensiva. Es difícil comprender qué pensaban los hombres de la Junta de los portugueses en aquel. momento, pero pareciera que, a fines de 1811 y en 1812, Asunción deseaba la paz antes que el inicio de acciones ofensivas contra sus vecinos lusitanos, pues todos sus preparativos militares se realizaron con un criterio más defensivo que ofensivo. De todos modos, al Paraguay le faltaban armas, y una de las primeras medidas de la Junta, después de firmar el Tratado de octubre 1811, fue pedirlas a Buenos Aires18.

         Apoco de celebrado aquel tratado, el flamante Triunvirato de Buenos Aires advirtió la falta de armamento del vecino y se dispuso a enviar pertrechos militares a Asunción19. Por entonces, Buenos Aires sugirió que el envío de material bélico dependía de una mayor participación del Paraguay en la lucha contra los portugueses en la Banda Oriental. En enero de 1812 el Triunvirato manifestó abiertamente sus exigencias: la Junta debía enviar mil hombres a la Banda Oriental para reforzar las tropas de Artigas20.

         El Paraguay no podía satisfacer el pedido. Sin duda, la Junta de Asunción simpatizaba con la causa de los orientales enfrentados a los portugueses y realistas de Montevideo. Sin embargo, a principios de 1812 la situación local no permitía el envío de tropas paraguayas al sur, porque los portugueses del Brasil tenían guarniciones formidables al norte y al este del Paraguay. Si la Junta se desprendía de los soldados y las armas que necesitaba en el país, para iniciar con ellas las hostilidades en la Banda Oriental, los lusitanos de la zona de Coimbra podían atacar Fuerte Borbón y Concepción. Si los paraguayos marchaban contra Coimbra, las tropas portuguesas de la zona de San Borja podían invadir fácilmente el Paraguay por la zona de Misiones. Por muy identificado que se sintiera con el movimiento rebelde del sur del Río de la Plata, ningún dirigente paraguayo podía exponerse a provocar la guerra; la prudencia era tan necesaria como el valor. El 19 de marzo de 1812 la Junta de Asunción contestó por nota el pedido bonaerense de enviar mil hombres explicando la situación difícil del Paraguay. La nota detallaba las actividades sospechosas de los portugueses del norte, afirmaba que no podía enviar la ayuda solicitada a Artigas, y concluía reafirmando la lealtad paraguaya a la revolución21. El Triunvirato bonaerense quedó satisfecho con la respuesta; la breve ocupación de Fuerte Borbón por los portugueses respaldaba las afirmaciones de la Junta sobre la situación peligrosa en que se encontraba el Paraguay22.

         Aunque el temor a una incursión portuguesa en la frontera del norte fuera un motivo válido para no atender el pedido porteño de enviar mil hombres a la Banda Oriental, existieron también otros factores que pesaron en aquella negativa. El Paraguay no tenía ni dinero ni las armas necesarias para defender su territorio, y menos podía costear una expedición militar al exterior. El envío de una expedición de ese tipo debería depender del apoyo de Buenos Aires; vale decir que los soldados paraguayos de la Banda Oriental deberían quedar bajo el mando militar porteño. ¿Qué hubiera significado aquello para la "autonomía" de la provincia? Aun más, emprender una "aventura extranjera" hubiera sido un riesgo político para cualquier gobierno paraguayo. La milicia paraguaya, de cuyas filas deberían salir los hombres destinados al sur, se oponía abiertamente a cualquier expedición a las "provincias de abajo". Desde el punto de vista paraguayo, rechazar el pedido de Buenos Aires era conveniente y necesario.

         En mayo, de nuevo, los porteños pidieron ayuda, porque la Banda Oriental fue ocupada por cinco mil soldados portugueses; la flota realista de Montevideo dominaba el río Paraná e incursionaba en las costas del litoral del Río de la Plata; el Alto Perú estaba de nuevo en poder realista. Se pidió a todas las provincias que ayudaran a Buenos Aires, cuyos recursos parecían insuficientes frente a la amenaza. El Triunvirato insistió en que el Paraguay enviara quinientos hombres para ayudar aArtigas23. La alarmante situación de los patriotas en la Banda Oriental mejoró en aquel mismo mes, con la firma del armisticio entre los representantes portugueses y bonaerenses en Buenos Aires24. Paraguay no envió la ayuda solicitada pero, en el mismo mes de mayo, volvió a enviar una reducida expedición militar al sur, para el caso de que Corrientes se viera amenazada por el anunciado ataque de una flota enviada desde Montevideo. Aquella medida fue apreciada por Corrientes y Buenos Aires25.

         Durante todo el resto del año 1812, la cuestión de la ayuda militar irritó a Buenos Aires y el Paraguay. Una apreciación imparcial del asunto lleva a la conclusión de que ninguna de las dos partes tenía intención de actuar de acuerdo con lo estipulado en el tratado de 1811. El Paraguay no pensaba enviar soldados al extranjero; Buenos Aires utilizaba todos los medios posibles para someter a los levantiscos paraguayos. No es posible desconocer el fervor revolucionario de ninguna de las dos partes, pero es evidente que ninguna de ellas comprendió las dificultades de la otra. Los agravios nuevos y los antiguos, como los recuerdos de la autoridad o de la opresión pasada, impedían cualquier auténtica cooperación. Al mismo tiempo, en el otoño y el invierno de 1812, la misión de Martín Bazán, el capitán del puerto de Asunción, avivó aún más la desconfianza entre porteños y paraguayos.

         El control de Montevideo por los españoles dificultaba enormemente el tráfico de las embarcaciones y mercancías paraguayas por el Paraná. Tanto las embarcaciones de la flota de guerra como las de los corsarios de Montevideo dominaban el Paraná. En marzo, Bazán recibió la orden de entregar al comandante de la flota española del Paraná una nota de la Junta de Asunción. Esa nota deploraba la captura de embarcaciones paraguayas por Montevideo y afirmaba que el Paraguay no dependía de ninguna manera de Buenos Aires; que el Paraguay aún era leal a Fernando VII, aunque se gobernara por sí mismo y que, desde la revolución de mayo, había permitido el libre ingreso de las embarcaciones provenientes de Montevideo (esto último como justificación de la misión de Bazán). Además, Montevideo tenía pruebas de que el Tratado de 1811 entre Asunción y Buenos Aires no se dirigía contra Montevideo, y no había razón para confiscar las embarcaciones paraguayas en el Paraná. Finalmente, la Junta paraguaya deseaba una respuesta sincera y esperaba que Bazán fuera tratado como correspondía a un enviado26.

         Desde el punto de vista de lo dispuesto en el Tratado de 1811, la misión de Bazán resultaba injustificable y no podía dejar de crear dificultades entre Asunción y Buenos Aires. Además, la misión de Bazán no era secreta, pues se notificó de ella a las autoridades del Corrientes y Santa Fe -asegurándose con eso que Buenos Aires supiese de ella-27. Fue una gran imprudencia de Asunción el envío de Bazán, cuya misión fue un fracaso total, y es comprensible que Buenos Aires quedase indignada con la conducta de la Junta asuncena y exigiese una explicación28. Para colmo Bazán, al regresar de Montevideo al término de su fracasada misión, fue detenido por funcionarios porteños subalternos. La Junta respondió a la queja porteña a mediados de agosto y explicó en detalles las órdenes dadas a Bazán; como justificación, afirmó que las autoridades de Corrientes tenían pleno conocimiento de la misión. La Junta agregó que, si Buenos Aires había firmado el Tratado de Pacificación en octubre de 1811 sin consultar al Paraguay, el Paraguay también tenía derecho a tomar decisiones unilaterales. Si Bazán estuvo en Montevideo, fue porque lo llevaron a la fuerza hasta Montevideo29.      Aun teniendo buenas razones para quejarse, Buenos Aires se puso en una situación desairada a pedir explicaciones a Asunción, puesto que el mismo Triunvirato, en ocasiones anteriores, había mantenido negociaciones diplomáticas con los españoles sin informar al Paraguay. Aunque el Paraguay no estuviera dispuesto a someterse a las presiones de Buenos Aires, su conducta fue muy reprochable y la misión de Bazán, sumada a la cuestión de la ayuda militar, sólo podía empeorar las relaciones. Como se aquello hubiera sido poco, otra querella surgió en 1812: la referente a la navegación del Paraná y los impuestos aplicados a los productos paraguayos por los porteños.

         El primer incidente de la disputa comercial entre Asunción y Buenos Aires ocurrió en abril de 1812, cuando un recaudador de impuestos del puerto de San Nicolás exigió el pago del "derecho de sisa y arbitrio" sobre el cargamento de yerba perteneciente a dos comerciantes paraguayos; una exigencia violatoria del Tratado de 1811 y la Junta se quejó al Triunvirato30.  El Triunvirato prometió estudiar el caso y pidió el parecer del fiscal de Cámara31. El fiscal dictaminó que, según el tratado de 1811, era ilegal exigir el pago de sisa y arbitrio, aunque los porteños podían cobrar impuestos moderados sobre los productos paraguayos, a él no se le había informado sobre la creación de dichos impuestos32. El Triunvirato aceptó el dictamen y, por un corto tiempo, pareció que los problemas comerciales quedaban resueltos amigablemente; sin embargo, otro conflicto surgió tres meses después.

         Como se ha mencionado ya, el cierre de los ríos y el consiguiente perjuicio para el comercio colocó al Gobierno paraguayo en una difícil situación financiera. Para obtener fondos, la Junta asuncena envió a Santa Fe un cargamento de productos del país, de propiedad fiscal. El transporte y la venta de dichos productos se encomendaron al capitán Rafael de la Mora*, quien aprovechó la ocasión para realizar ciertos negocios personales. Buenos Aires fue informada de aquella operación y se le pidió que proveyera la seguridad necesaria para que Mora y su cargamento llegaran a Rosario33; a su vez, el Triunvirato informó al comandante del puerto de Rosario sobre el asunto. Después de una breve batalla contra los corsarios de Montevideo frente a Rosario, Mora pudo desembarcar sin contratiempos su cargamento y venderlo; posteriormente solicitó al teniente gobernador de Santa Fe el pasaporte para regresar a Asunción. El funcionario le negó el permiso, alegando como justificación el peligro de que los corsarios capturaran la embarcación paraguaya. Finalmente, hacia fines de julio, Mora se cansó de esperar y se embarcó, después de recibir un permiso especial de Buenos Aires. En el Paraná lo interceptaron marinos españoles, que lo vencieron y capturaron. Pocos días después, una embarcación porteña recuperó la nave y el dinero paraguayos34.

         La Junta de Asunción protestó al Triunvirato por la conducta del teniente gobernador de Santa Fe. Además de demorar el regreso de Mora cuando el mismo resultaba seguro, el funcionario aseguró a Mora, en la víspera de su partida, que no había corsarios en el río35. Además de aquel proceder dudoso, no se dio ninguna ayuda a Mora cuando lo atacaron los corsarios; la recuperación del barco paraguayo, varios días después, mostró que se hubiera podido impedir su captura. En cuanto a la cuestión de a quién pertenecían los bienes rescatados, los paraguayos sostenían que los corsarios no tenían ningún derecho de propiedad sobre el barco y el dinero, y que los mismos debían devolverse al Paraguay36.

         Al margen de que la apreciación legal de la Junta fuera correcta, Buenos Aires no hubiera retenido el barco ni el dinero si realmente hubiera deseado mantener buenas relaciones con el Paraguay. Esto resulta particularmente válido si, como se rumoreaba, el teniente de gobernador de Santa Fe estaba en connivencia con los corsarios; se llegó a decir incluso que los corsarios no eran españoles37. En febrero de 1813, después del intercambio de un gran número de notas y de las dilaciones debidas a la burocracia, las autoridades de Buenos Aires decidieron que el barco y el dinero debían devolverse a Asunción. La explicación oficial de la demora fue que el tratamiento del asunto había quedado en manos de la Asamblea General Constituyente [de las Provincias Unidas del Río de la Plata] convocada en Buenos Aires en 181338. En realidad, la retención del barco y cargamento fue parte de la tentativa porteña de forzar a Asunción a adoptar una posición menos independiente. Pero, como se verá más adelante, Buenos Aires deseaba que el Paraguay estuviese representado en la Asamblea General Constituyente de 1813**y, como una muestra de buena voluntad y para facilitar el envío de un emisario porteño a Asunción, el barco y el dinero se devolvieron. Tanto en el caso de Bazán como en el de la Mora, funcionarios inferiores del Gobierno de Buenos Aires ignoraron lo que el Paraguay consideraba su derecho, y es muy curioso que en ninguno de los dos casos el gobierno porteño reprimiera a sus funcionarios. La desconfianza y el recelo entre Asunción y Buenos Aires aumentaban.

         En septiembre de 1812, el Triunvirato porteño dio el paso definitivo para la ruptura de las relaciones bilaterales al declarar:

         El tabaco extranjero o el de una de las provincias separadas de la jurisdicción de este Superior Gobierno pagará a su introducción [...] el doble de los derechos impuestos al tabaco nacional39.

         El Paraguay quedó comprendido en este decreto; también se estableció un puesto de aduana en Corrientes, quedando ese puerto como "punto de frontera"40.

         La aplicación del nuevo impuesto sobre uno de los productos de exportación más importantes del Paraguay fue muy imprudente, si Buenos Aires quería mantener relaciones cordiales, y además violaba el Tratado de octubre de 1811. En aquel tratado (en rigor, en el artículo separado, con valor legal igual al de los demás artículos) se definían expresamente las condiciones para la aplicación de algún tipo de impuesto moderado.41 El nuevo impuesto violaba el texto y el espíritu del tratado. El Gobierno asunceno protestó inmediatamente contra la imposición del nuevo gravamen, pues resultaba evidente que se trataba sólo de otra medida más de Buenos Aires tendiente a lograr la sumisión del Paraguay42.

         El nuevo gobierno de Buenos Aires, llamado Supremo Poder Ejecutivo (o segundo Triunvirato), que nació como consecuencia de un golpe de Estado en octubre de 1812, insinuó que el Paraguay no había cumplido con el compromiso de brindar ayuda militar y por lo tanto no tenía derecho a quejarse43. Cuando el artículo separado del Tratado de 1811 se creyó perdido, el Paraguay quedó en una situación difícil; notas polémicas se intercambiaron entre Junta y Triunvirato, hasta que el doctor Francia regresó al poder en noviembre de 1812. Cada gobierno repitió sus quejas contra el otro, hasta que una nota de la Junta de febrero de 1813 declaró: "Por último concluimos que con Buenos Aires nada se adelanta, y nada hay que esperar, aun tratándose de la justicia y buena fe con que deben observarse los tratados"44. Después de esta nota, las relaciones entre Asunción y Buenos Aires quedaron prácticamente rotas. Sin embargo, a finales de 1813, Buenos Aires trató de revivir la solidaridad revolucionaria en el Río de la Plata.

         La conducta del Triunvirato durante el año de 1812 hizo que el interior aborreciese al Triunvirato y, por extensión, a Buenos Aires. Finalmente, a causa de la oposición y las quejas, el Triunvirato convocó el congreso, o Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que debía reunirse a finales de octubre de aquel año". En octubre de 1812, antes de que el congreso pudiera reunirse, el Triunvirato que lo había convocado fue reemplazado por un segundo Triunvirato; el nuevo gobierno prometió iniciar las sesiones del congreso en el término de tres meses. Con el cambio, en las provincias del interior se creyó que las nuevas autoridades respetarían los derechos y aspiraciones provinciales.

         A mediados de noviembre el nuevo gobierno, el Supremo Poder Ejecutivo, invitó al Paraguay a enviar sus representantes o diputados a la proyectada asamblea46. En aquel momento, Buenos Aires deseaba la participación paraguaya en la asamblea, como una demostración de la solidaridad revolucionaria rioplatense. Sin embargo, los porteños no se tomaron la molestia de devolver el barco y el dinero de Mora, ni la de modificar el nuevo impuesto sobre el tabaco. Ambos asuntos, para los porteños, debían decidirse en la asamblea general; a ellos les parecía evidente que los paraguayos se verían forzados a concurrir para defender su causa47. Al recibir la invitación a la asamblea, la Junta paraguaya consultó con el Cabildo de Asunción, cuyo parecer fue que el Paraguay debía mantenerse en un compás de espera en vez de apresurarse a enviar sus diputados48.

         El Paraguay esperó que la asamblea de 1813 comenzara a sesionar. Al principio pareció que Buenos Aires y el Supremo Poder Ejecutivo eran sinceros en sus declaraciones federalistas. Fue un engaño, porque los representantes de las provincias quedaron obligados a seguir las directivas de la asamblea en vez del mandato recibido de sus respectivas provincias*. Varias personas acreditadas como diputados de provincias del interior en realidad residían en Buenos Aires o representaban intereses porteños. Si el Paraguay hubiera mandado sus diputados, ellos se hubieran visto obligados a aceptar las decisiones de la asamblea sobre el gobierno de la totalidad del Río de la Plata, algo contrario a lo dispuesto por el Congreso paraguayo de junio de 1811. En este punto, los paraguayos no eran los únicos descontentos con la llamada Asamblea del Año XIII: los uruguayos compartían el mismo sentimiento. Artigas emitió sus famosas Instrucciones del Año XIII*; en el curso de la asamblea, se produjo una ruptura abierta entre el gobierno porteño y Artigas, cuyos representantes abandonaron la asamblea. Las cosas irían más lejos: a principios de 1814, Buenos Aires declaró a Artigas traidor a la causa revolucionaria del Plata y comenzaron los enfrentamientos armados entre orientales y porteños, precisamente en lo más enconado de la lucha rioplatense contra los portugueses y españoles49.

         La asamblea de Buenos Aires de 1813 impuso la teoría del centralismo como justificación del poder del Supremo Poder Ejecutivo. Era imposible pedir federalismo a un gobierno dominado por Buenos Aires. A partir de 1813, la historia del Río de la Plata fue en gran medida la lucha del interior contra la posición privilegiada de los porteños. Aquella lucha prosiguió incluso mientras el general José de San Martín organizaba y dirigía su ejército contra los españoles de Chile y el Perú. El enfrentamiento entre federales y unitarios condujo a la etapa anárquica del poder de los caudillos en la Argentina.

         El Paraguay se mantuvo apartado, sin mandar un solo representante a Buenos Aires en 1813. Sin embargo, el Supremo Poder Ejecutivo creía que las relaciones entre Asunción y Buenos Aires podían mejorarse (como se ha visto) si la embarcación y el dinero de Mora se devolvían al Paraguay como demostración de buena voluntad. En 1813 los dirigentes bonaerenses encargaron a Nicolás de Herrera una misión diplomática en el Paraguay. El comisionado Herrera llevaba instrucciones muy precisas sobre la manera de tratar con la Junta asuncena. Debía expresar los sentimientos amistosos del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata (como se llamaba entonces a la que llegaría a ser la República Argentina) y reiterar la firme adhesión de su Gobierno a los principios que unían al Paraguay al resto del Río de la Plata. Debía invitar al Paraguay a enviar delegados a la asamblea, que ya había comenzado sus sesiones cuando Herrera recibió sus instrucciones. El comisionado debía explicar las ventajas que el Paraguay obtendría formando parte del territorio gobernado por Buenos Aires, y alertar sobre las maquinaciones de los portugueses. Herrera no debía llegar a ningún compromiso sobre la futura forma de gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pues sólo la Asamblea General Constituyente tenía autoridad para resolver el punto. Al Paraguay se le reconocía el derecho de decidir el número de sus representantes en la asamblea –una concesión tendiente a anular la objeción (ya formulada) de que, en las votaciones, se encontrarían en inferioridad frente a los votos porteños-. Además, Herrera debía recalcar la independencia de  que gozarían los representantes en la asamblea. Si el Paraguay decidía no mandar un diputado a Buenos Aires, el comisionado porteño debía pedir al menos que mandara un enviado plenipotenciario que – en caso oportuno- pudiera convertirse en diputado. Herrera podía utilizar el asunto del impuesto sobre el tabaco como una discreta medida de presión para acelerar la aceptación de las condiciones porteñas por la Junta asuncena50.

         Nada habla cambiado. Buenos Aires seguía tan aferrada al centralismo como Asunción opuesto a él; la capital virreinal exigía la sumisión del interior. La asamblea, dominada por Buenos Aires, sería la autoridad suprema en la tima de las decisiones, que no podían ser impugnadas por las provincias. Al Paraguay no se le ofreció lo que siempre había considerado necesario para las buenas relaciones: la autonomía. Herrera salió de Buenos Aires a mediados de marzo y fue autorizado por la Junta a ingresar al Paraguay el 21 de abril de 181351. Desde Corrientes, el comisionado porteño informó a sus superiores que el Paraguay se mostraba inflexible en lo referente a su autonomía52.

         Herrera llegó a Asunción el 20 de mayo y al día siguiente fue recibido por la Junta y presentó sus credenciales53. Después de cumplir con aquella formalidad, conferenció con Francia, Yegros y Caballero, reiterando el pedido del envío de diputados paraguayos a Buenos Aires. Finalmente, en una sesión del 4 de julio de 1813, la Junta decidió convocar el Congreso General de la provincia para que el mismo decidiera qué respuesta debía darse a Buenos Aires54. Mientras tanto, Herrera se comunicaba con Buenos Aires para informar a sus superiores sobre la demora y la convocatoria del Congreso General. Sugirió dos medios para convencer o coaccionar al Paraguay a enviar su diputado: crear otro impuesto sobre los productos paraguayos para solventar la guerra contra España y declarar que las provincias ausentes en la asamblea de Buenos Aires deberían aceptar sus decisiones sin protestar ni pedir modificaciones. Sería inútil -afirmaba Herrera- demorar el inicio de la Asamblea Constituyente para esperar la incorporación paraguaya. Al mismo tiempo, Herrera creía que la mayoría de los paraguayos ilustrados deseaban la unión con las demás provincias rioplatenses55.       Las comunicaciones entre Herrera y sus superiores continuaron, y parece que por momentos Buenos Aires se vio obligada a refrenar el entusiasmo de su comisionado. En julio, Herrera expresó su parecer sobre lo que debería hacerse en caso de que el Paraguay se negara a estar representado en Buenos Aires: el Paraguay debía ser tratado como enemigo o, en el mejor de los casos, como neutral. Si se lo trataba como neutral, Buenos Aires debía retirar a su comisionado Herrera, prohibir todo comercio con la provincia y cerrar los ríos a las embarcaciones paraguayas. Si se lo trataba como enemigo, debía forzárselo con las armas a cumplir el Tratado de 1811. Herrera agregaba:

         Artigas ha escrito a éstos que no se dejen engañar; que sostengan su federalismo y que cuenten con él. Tienen una correspondencia directa. Los europeos [españoles] dan aquí la opinión. Inventan mil mentiras para amilanar a la gente. Los porteños son más odiados que los sarracenos [españoles]. Los gobernantes resisten la unión por no largar el mando y las tropas están con ellos; por consiguiente es temible que violenten la decisión del Congreso. [...] El partido de la incorporación es numeroso pero débil. Las tropas no llegan a trescientos hombres indisciplinados, sin oficiales y con malas armas [...] Si se niegan a enviar diputados y se les declara la guerra, media provincia se une con nosotros; tal es el efecto de la tiranía con que los tratan56.

        

         Una semana después, Herrera informó a su gobierno que existía una fuerte opinión pública a favor de la creación de una República del Paraguay independiente, completamente separada de Buenos Aires. Con sorpresa, Herrera informaba que hasta los religiosos eran de ese parecer. A continuación se explayaba sobre el modo en que lo vigilaban los espías, la ignorancia generalizada de los paraguayos y la falta de comodidades básicas57. Herrera comenzaba a detestar Asunción.

         Después de haber visitado a Francia varias veces, el comisionado porteño recibió la información de que el Congreso General comenzaría el 30 de septiembre de 181358. El interminable asunto de las relaciones entre Asunción y Buenos Aires estaba próximo a resolverse, si bien no de acuerdo con los deseos de Herrera. El Congreso General iba a proclamar la independencia y a crear un nuevo gobierno; al hacerlo, fijaría el rumbo del país para la generación siguiente. Pero, antes de analizar aquel congreso y el final de la misión de Herrera, es necesario pasar revista a la política interna del Paraguay, desde el regreso del doctor Francia a la Junta en noviembre de 1812 hasta la reunión del congreso en 1813.

 

 

NOTAS

 

1.      El mejor libro sobre las relaciones entre paraguayos y porteños en el periodo de la independencia, si bien desde un punto de vista paraguayo, es el de Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay: 1810-1813.

*        Las tropas portuguesas invadieron la Banda Oriental para apoyar a los realistas de Montevideo, sitiados por las fuerzas de Artigas y sus aliados porteños, quienes controlaban toda la campaña uruguaya. (N. del T.)

2.      Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay. 1810-1813, p. 170.

* En junio de 1811, las tropas de Buenos Aires fueron derrotadas por las realistas en Huaqui (Alto Perú). (N. del T.)

3.      Instrucciones para el Capitán del Ejército don Juan Francisco Arias del General Artigas de la Banda Oriental, Cuartel General del Daymán, 7 de diciembre de 1811, ANA, SH 215.

4.      Del General José Artigas a la Junta del Paraguay, Cuartel General del Daymán, 7 de diciembre de 1811, ANA, SH 215.

5.      De Artigas a la Junta del Paraguay, Cuartel General del Daymán, 7 de diciembre de 1811, ANA, SH 215.

6.      Del Triunvirato de Buenos Aires a Artigas, Buenos Aires, 21 de noviembre de 1811, en Museo Mitre, Contribución documental para la historia del Río de la Plata (Buenos Aires: Imprenta de Coni Hermanos, 1913), I, 1.69.

7.      De la Junta del Paraguay a Artigas, Asunción, 9 de enero de 1812, ANA, SH 218.

8.      Fue durante aquel intercambio de opiniones que el Cabildo de Asunción trató inútilmente de intervenir en los negocios de la Junta.

9.      Instrucciones de la Junta del Paraguay al Capitán don Francisco Laguardia, Lambaré, 15 de enero de 1812, AGN X-1-9-N° 13. De la Junta del Paraguay al General José Artigas, Asunción, 9 de enero de 1812, ANA, SH 218.

10.    Efraím Cardozo, Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811, pp. 5354.

11.    Ibíd., pp. 53-54. Aunque el Paraguay no tuviera el propósito de establecer una alianza estrecha con Artigas, quería mantener buenas relaciones con el caudillo uruguayo por una cuestión diplomática, porque mantenerlas impedía que Buenos Aires adoptase una actitud poco cordial con Asunción.

12.    Del Triunvirato de Buenos Aires a La Junta del Paraguay, Buenos Aires, 24 de marzo de 1812, AGN X-1-9-N° 13.

13.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 8 de julio de 1812, en Benjamín Vargas Peña, Paraguay-Argentina: correspondencia diplomática, 1810-1940 (Buenos Aires: Ayacucho, 1945), pp. 175-177. En adelante citado como DA.

14.    Del doctor Ventura Díaz de Bedoya al Triunvirato de Buenos Aires, 23 de enero de 1812, AGN X-1-9-N° 12.

15.    Vázquez, El doctor Francia, pp. 200-201. Chaves, El Supremo Dictador, pp. 140-144.

16.    Zavala y Delgadillo, "Diario", 245-248. Es muy probable que el bando del 19 de junio de 1812 de la Junta paraguaya, que ordenaba marcharse del país en el plazo de quince días a los desafectos con la Junta, se hubiera promulgado tanto por las actividades de los porteñistas como por las actividades de los francistas.

17.    Carlos R. Centurión, "La obra de la primera Junta Gubernativa", Historia Paraguaya, VI y VII (1961-1962), pp. 49-51. En ese artículo Centurión presenta como prueba de la lealtad de Fernando de la Mora un hecho de menor importancia. Sin embargo, en la biografía de Francia de Wisner existe una afirmación contraria sobre la lealtad de Mora en 1812, y es la siguiente. Durante la ausencia del doctor Francia de la Junta, Mora quiso establecer relaciones más estrechas con Buenos Aires. Aquella pretensión de Mora y de su secretario Gregorio de la Cerda pasó desapercibida por Fulgencio Yegros y Pedro Juan Caballero, pero Francia se percató de ella y, para informar a Yegros, lo visitó en su casa a altas horas de la noche. No he podido encontrar otro testimonio -exceptuando el de Wisner- de esta interesante explicación que, de ser cierta, aclararía por qué Yegros y Caballero, algo después, expulsaron a Mora de la manera en que lo hicieron. Wisner, El dictador del Paraguay, p. 57.

*        Esto se refiere especialmente al territorio actual de la provincia argentina de Misiones, entonces bajo posesión paraguaya, y amenazadas por tropas de Río Grande del Sur. (N. del T.)

18.    De la Junta del Paraguay al Triunvirato de Buenos Aires, Asunción, 19 de diciembre de 1811, en DAB, III, 436-439. De la Junta del Paraguay al Triunvirato de Buenos Aires, Asunción, 27 de octubre de 1811, P-A, pp. 89-91.

19.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 20 de noviembre de 1811, AGN X-1-9-N° 13. En noviembre de 1812 llegó al puerto de Asunción un modesto cargamento de armas enviado por Buenos Aires. Sin embargo, los porteños no cumplieron las promesas hechas al Paraguay. Buenos Aires se encontraba escasa de armas y muy necesitada de ellas, porque emprendía importantes campañas militares en el norte argentino y el Alto Perú. Además, las relaciones entre Asunción y Buenos Aires se deterioraron considerablemente en 1812, y es dudoso que los líderes porteños quisieran armar a un potencial enemigo.

20.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 13 de enero de 1812, AGN X-1-9-N° 13.

21.    De la Junta del Paraguay al Triunvirato de Buenos Aires, Asunción, 19 de marzo de 1812, ANA, SH 217.

22.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 20 de abril de 1812, AGN X-1-9-N° 13.

*        Después de la derrota porteña en la batalla del Huaqui, se temía que las fuerzas

realistas descendieran desde el Alto Perú hasta Buenos Aires; de hecho, los realistas llegaron hasta Tucumán, donde fueron detenidos por Manuel Belgrano en 1812. (N. del T.)

23.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 12 de mayo de 1812, AGN X-1-9-N° 13.

24.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 19 de junio de 1812, P-A, p. 174.

25.    De la Junta del Paraguay al Teniente de Gobernador de Corrientes Joaquín Legal y Córdova, Asunción, 10 de mayo de 1812, ANA, SH 218.

26.    Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay 1810-1813, pp. 186-187. De la Junta del Paraguay al Capitán Martín Bazán, Asunción, 11 de mayo de 1812, AGN X-1-9-N° 13.

27.    Del Teniente de Gobernador de Corrientes Joaquín Legal y Córdova a la Junta del Paraguay, Corrientes, 15 de mayo de 1812, ANA, NE 1797.

28.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 8 de julio de 1812, P-A, pp. 175-177.

* Según manifestó la Junta, Bazán no tenía instrucciones de ir hasta Montevideo, sino de entregar la nota al comandante naval español, que se encontraba en algún puerto del Paraná. Pero, al tratar de entregarla, fue apresado por los marinos españoles, quienes lo enviaron hasta Montevideo. En Montevideo le permitieron regresar después de haberle dado correspondencia para entregar en Asunción, que cayó en manos de los funcionarios argentinos. (N. del T.)

29.    De la Junta del Paraguay al Triunvirato de Buenos Aires, Asunción, 19 de agosto de 1812, P-A, pp. 185-189.

30.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 19 de mayo de 1812, AGN X-1-9-N° 13. Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay. 1810-1813, pp. 184-185.

31.    Del Triunvirato de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 19 de mayo de 1812, AGN X-1-9-Nº 13. Del Fiscal de Cámara al Triunvirato de Buenos Aires, Buenos Aires, 2 de mayo de 1812, AGN X-1-9-Nº13.

32.    Del Triunvirato de Buenos Aires al Colector de Impuestos en San Nicolás de los Arroyos, Buenos Aires, 5 de junio de 1812, AGN X-1-9-Nº13.

*        Hermano de Fernando de la Mora. (N. del T.)

33.    De la Junta del Paraguay al Triunvirato de Buenos Aires, Asunción, 23 y 25 de abril de 1812, ambos ANA, SH 218.

34.    De la Junta del Paraguay al Comandante de la Bajada del Paraná, Asunción, 3 de mayo de 1812, ANA, SH 218. Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay: 1810-1813, pp. 190-191.

35.    De la Junta del Paraguay al Triunvirato de Buenos Aires, Asunción, 19 de septiembre de 1812, P-A, pp. 193-196.       

36.    Junta del Paraguay al Triunvirato de Buenos Aires, Asunción, 19 de septiembre de 1812, P-A, pp. 193-196.

* El derecho marítimo concedía la propiedad de un bien recuperado de los piratas (o un porcentaje de ese bien) a quien lo recuperaba. (N. del T.)

37.    Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay: 1810-1813, p. 191.

38.    Del Supremo Poder Ejecutivo del Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 20 de febrero de 1813, AGN X-1-9-N°13.

**      También llamada Asamblea del Año XIII, que debía dar una constitución a las provincias del Río de la Plata, y cuya primera convocatoria correspondió a la Junta porteña creada el 25 de mayo de 1810. En el congreso de junio de 1811, el Paraguay decidió enviar como representante al doctor Francia. (N. del T.)

39.    Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay: 1810-1813, p. 192.

40.    ibíd.

41.    Artículo separado del Tratado del 12 de octubre de 1811, ANA, SH 214, S.

42.    De la Junta del Paraguay al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Asunción, 25 de noviembre de 1812; dos cartas, una en ANA, SH 218 y la otra en AGN X-1-9-N° 13. Aunque las notas estuviesen dirigidas al Triunvirato de Buenos Aires, para cuando llegaron se había efectuado un cambio de gobierno en Buenos Aires.

43.    Del Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1812, AGN X-1-9-Nº13.

44.    De la Junta del Paraguay al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, 24 de febrero de 1812, AGN X-1-9-N°23.

45.    Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay. 1810-1813, pp. 196-201.

46.    Del Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 15 de noviembre de 1.812, ANA, SH 216

47.    Del Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires a la Junta del Paraguay, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1812, AGN X-1-9-N°13.

48.    De la Junta del Paraguay al Cabildo de Asunción, Asunción, 30 de noviembre de 1812, P-A, p. 205. Báez, Historia diplomática, 1, 207.

*        El enfrentamiento entre federales y unitarios marcó la Asamblea del Año XIII. Los federales querían asegurar la autonomía de las provincias; los unitarios, someter a las provincias a la autoridad de Buenos Aires. El primer roce se dio al decidirse que los diputados no eran representantes de sus provincias sino de la asamblea, lo cual era ignorar la voluntad de las provincias del Plata. (N. del T.)

*        Entiéndase instrucciones a los representantes de la Banda Oriental del Uruguay. De acuerdo con esas instrucciones, ellos debían proponer la creación de una confederación de provincias autónomas en que Buenos Aires no tuviese hegemonía. Buenos Aires rechazó las credenciales de varios representantes orientales, y ese fue el comienzo del rompimiento oriental-porteño. (N. del T.)

49.    Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay: 1810-1813, pp. 203-204.

50.    Instrucciones del Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires a Nicolás de Herrera, Buenos Aires, 4 de marzo de 1813, AGN X-1-9-Nº12. Del Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires a la Junta de Paraguay, Buenos Aires, 6 de marzo de 1813, AGN X-1-9-Nº 12.

51.    De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Corrientes, 3 de mayo de 1813, P-A, p. 231.

52.    De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Corrientes, 3 de mayo de 1813. P-A, p. 231-232.

52.    De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Asunción, 27 de mayo de 1813, P-A, p. 238.

54.    De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Asunción, 13 de julio de 1813, P-A, pp. 238-239.

51     De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Asunción, 5 de junio de 1813. P-A, pp. 234-236.

56.    De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Asunción, 13 de julio de 1813, P-A, p. 240.

57.    De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Asunción, 19 de julio de 181.3, P-A., pp. 241-242.

58.    De Herrera al Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires, Asunción, 19 de agosto de 1813, P-A, p. 244.

 

 

 

CONCLUSIÓN

 

         El estallido de las revoluciones hispanoamericanas en la segunda década del siglo XIX tuvo como consecuencia la desaparición del poder español en la América continental. Desde California y Tejas hasta el Cono Sur, las repúblicas reemplazaron a la secular estructura imperial. Si bien se llama movimiento de independencia hispanoamericano al conjunto de ese gran cambio político, hubo grandes variaciones regionales. Entre los varios factores que determinaron esas diferencias se cuentan la geografía, la estructura social, las particularidades económicas, la relación de fuerzas entre los realistas y los revolucionarios, las consideraciones raciales y el liderazgo. Debido a tales variantes, no debe sorprender que la vía paraguaya a la independencia estuviera marcada de modo especial por cuestiones regionales y locales.

         Entre 1810 y 1814, las conflictivas relaciones con Buenos Aires fueron una permanente preocupación de los dirigentes paraguayos. A poco de la revuelta de los criollos de Buenos Aires contra la autoridad virreinal y el rechazo de la autoridad de la regencia española, el nuevo gobierno porteño pretendió someter a su autoridad a las provincias del interior. En Asunción, el gobernador Velasco, un español leal, contemporizó hábilmente, declinó la imposición porteña y recibió el apoyo de influyentes élites locales, que desconfiaban de las intenciones de los porteños. Cuando Buenos Aires, con muy poco tacto, envió al odiado coronel Espínola al Paraguay para buscar el apoyo a la causa porteña, el resentimiento contra la antigua capital virreinal cundió entre las clases populares. Espínola huyó a Buenos Aires, donde el gobierno revolucionario decidió organizar una expedición militar para "liberar" al Paraguay, una medida que tendría el éxito asegurado, de acuerdo con la versión de Espínola.

         A partir de aquel momento, la relación entre el Paraguay y Buenos Aires quedó definida por diferencias irreconciliables, que no se resolvieron ni siquiera después de que el Paraguay acabara con el poder español en 1811. Durante todos aquellos años, los criollos de Buenos Aires creyeron sinceramente en su derecho de asumir el liderazgo del interior por ser los herederos del gobierno virreinal, los primeros en rechazar la autoridad española en el Río de la Plata, y además por su destacada actuación militar en la prolongada lucha contra sus señores coloniales. Como contrapartida, demasiados paraguayos recordaban los sufrimientos de la conscripción de la milicia en 1806 y los posteriores desastres de los milicianos paraguayos en la cuenca del Río de la Plata. Para ellos, aceptar la autoridad de Buenos Aires podía conducirlos a nuevas "aventuras en el extranjero". Frente a la amenaza de la expedición armada que pretendía imponer al Paraguay la aceptación de la supremacía porteña, se consolidó el sentimiento de rechazo de los paraguayos.

         La expedición fracasó por completo. Pero curiosamente, las victorias de Paraguarí y Tacuarí llevaron a la caída del poder español en el Paraguay y, al mismo tiempo, al fortalecimiento de un sentimiento localista en la población. Un breve acercamiento entre Asunción y Buenos Aires tuvo lugar con la firma del tratado del 12 de octubre de 1811, pero Buenos Aires no renunció a su empeño de incorporar al Paraguay a una nueva versión del Virreinato del Río de la Plata. Pero ya los recursos utilizados no fueron militares sino diplomáticos: la promesa de que el futuro gobierno de la vasta región se elegiría, con entera libertad, en una asamblea, y además las presiones económicas. Asunción no se dejó convencer.

         Los porteños no supieron comprender el sentimiento ni la política paraguaya. Con insistencia, Buenos Aires pidió apoyo militar para la lucha revolucionaria, pero ningún gobierno paraguayo podía enfrentar el descontento popular que provocaría el envió de tropas al exterior. Asunción tenía suficientes dificultades para mantener la disciplina de la milicia, desorganizada a partir del golpe de mayo de 1811, y en condiciones precarias para defender la frontera del norte de las incursiones indias. Además, los roces habidos con los portugueses de la frontera fueron un serio cuidado de la junta asuncena entre 1811 y 1814. Aquellas dos cuestiones básicas de los paraguayos no fueron comprendidas por los porteños, quienes debieron enfrentar serios problemas en el noroeste y en la Banda Oriental en los años 1811 y 1812. Los distintos gobiernos bonaerenses de aquellos años también se dejaron engañar por ciertos informantes del Paraguay, quienes les hicieron creer en la debilidad de los gobernantes paraguayos y en el rechazo popular que causaba el crecimiento de un fuerte sentimiento porteñista. Por cierto, hubo por momentos críticas contra varios dirigentes, sin que aquello significara en, ningún momento la aceptación de la autoridad de Buenos Aires.

         En el periodo de su independencia, el Paraguay tuvo la fortuna de verse libre de prolongadas guerras y combates, de la militarización de la política y del surgimiento de caudillos y presuntos libertadores. Por su puesto, sufrió la invasión de Buenos Aires a fines de 1810 y comienzos de 1811, pero pudo derrotarlo totalmente. Después de las derrotas de Belgrano en Paraguarí y Tacuarí, el curso de la independencia fue determinado por las contradicciones internas y resuelto en forma incruenta, por contraste con otras áreas de la América española. Los cambios en la estructura de poder del Paraguay fueron de la mayor importancia para determinar el rumbo que tomó la provincia para lograr su independencia.

         Antes de 1810 hubo varios centros de poder en la provincia. Entre ellos se contaban el nuevo grupo de los comerciantes de Asunción, en su mayoría españoles peninsulares, que había contado con el favor de los gobernadores intendentes, agradecidos por el apoyo prestado a las finanzas provinciales y virreinales, así como su conocida lealtad a España. Esos comerciantes controlaban también el Cabildo de Asunción y, aunque la corporación ya no tenía el poder detentado durante el siglo XVII y las primeras décadas del XVIII, seguían siendo una fuerza respetable.

         Otro grupo importante era la elite tradicional del campo. Esas grandes familias habían experimentado una transformación económica en los cuarenta años anteriores, con la abolición de la encomienda, pero aún, mediante la preferencia en la concesión de tierras, tenían mucho poder. Además, en la nueva "milicia disciplinada" de la provincia ellas dominaban el cuerpo de oficiales y ocupaban importantes cargos en el administración pública rural. También estaba el entonces gobernador intendente, Bernardo de Velasco. Aunque siempre es difícil evaluar la fuerza de una personalidad, no hay duda de que Velasco era respetado y tenía una considerable habilidad política. Bajo sus órdenes estaban los burócratas locales y la Iglesia. Había establecido buenas relaciones, tanto personales como profesionales, con las grandes familias. Al mismo tiempo, había pocos desacuerdos entre el intendente y el Cabildo de Asunción, y los comerciantes de la capital no hallaban motivos para criticar su administración. Sin duda, era plenamente leal a la Corona y seguía fielmente las instrucciones y la política indicada por los superiores, pero lo hacía demostrando tacto y comprensión para los subordinados.

         Pero aquellos grupos de poder constituían sólo una reducida minoría de la población de la provincia. ¿Qué se puede decir de la masa de los "españoles americanos" del campo? El establecimiento del sistema de intendencia, la centralización del poder en Asunción y la labor de varios intendentes firmes y eficientes en términos generales, tuvieron como consecuencia la marginalización política de los campesinos (al menos en la voluntad de los administradores). Y sin embargo, aquel Paraguay marginado era precisamente el mismo cuyos "mancebos de la tierra" se hicieron conocer atrás allá de las fronteras por su espíritu levantisco en los siglos XVII y XVIII; en el proceso de la independencia, su voz no podía dejar de hacerse oír.

         Durante la preparación de la defensa de la provincia, el gobernador ordenó la movilización de las compañías de urbanos, cuyos oficiales eran vecinos renombrados. Aquellas unidades adicionales, autorizadas por la reorganización de la milicia virreinal en 1801, tuvieron un entrenamiento militar apresurado. Estaban mal armadas y carecían de una formación militar adecuada, por tratarse de unidades existentes sólo en el papel antes de su movilización; sin embargo, tuvieron una intervención decisiva en la derrota de los invasores.

         Las victorias paraguayas de Paraguarí y Tacuarí de principios de 1811 tuvieron un gran impacto en la estructura de poder de la provincia. Sólo aparentemente se salvó el Paraguay para conservarlo bajo la Regencia de España, pues se trató de una salvación ilusoria, cuya consecuencia fue la liquidación del poder español. La huida del campo de batalla de varios españoles, incluyendo el gobernador, desacreditó el viejo sistema en el sentir de los paraguayos. Fue un verdadero escándalo la fuga de los comerciantes españoles de Asunción al recibirse la falsa noticia de la derrota de Paraguarí. En aquel momento crucial, el único poder efectivo -aunque limitado- en Asunción era el del Cabildo realista, cuyos miembros pusieron en evidencia su incapacidad al llegar el rumor del revés de Paraguarí. Entonces el poder y la influencia española sufrieron un golpe del cual ya no habrían de reponerse.

         Puede suponerse que, de los grupos de poder tradicionales del Paraguay, sólo las grandes familias adquirieron prestigio mediante el eficiente mando militar de Manuel Atanasio Cabañas y Juan Manuel Gamarra en Paraguarí y Tacuarí. De hecho, durante el proceso de la independencia, aquel fue el punto culminante del poder y la influencia de aquellas familias, cuyo ascendiente dependía de una estrecha relación con el poder español. Con la desaparición final de aquel poder, aquellas familias desempeñaron un rol cada vez menor en los cuatro años siguientes.

         El gobernador Velasco era sagaz, y comprendió que su poder y el de España se habían debilitado considerablemente. No podía tornar medidas contra la correspondencia amistosa y dudosa entre Manuel Belgrano y Manuel Cabañas después de la batalla de Tacuarí. Sin embargo, comprendió el peligro potencial que representaba el victorioso ejército paraguayo, y prontamente envió a lugares alejados de Asunción a las compañías de la milicia disciplinada y desmovilizó a una gran parte de los hombres reclutados en el campo poco tiempo atrás. La guarnición de Asunción quedó integrada por tropas de urbanos, que consideraba menos peligrosas que las disciplinadas; Gamarra y Cabañas fueron  "recompensados" con ascensos que les privaban del mando efectivo de tropas.

         Un abismo se abrió entre el gobierno realista de Asunción y la masa de la población paraguaya. Olvidando la conducta de los españoles en el campo de batalla de Paraguarí y luego en Asunción, el Cabildo y el gobernador se comportaban como se la derrota de Belgrano les diera carta blanca para defender a la regencia española dentro y fuera de la provincia, sin tomar en cuenta el sentimiento paraguayo. Algunos españoles – como Velasco- se veían obligados a seguir esa línea a causa del cargo que ocupaban; sin embargo, otros lo hacían por mero interés egoísta, para conservar una posición de privilegio en el Paraguay o para beneficiarse con el comercio con la leal Montevideo. Algunos de este último grupo, irreflexivamente, creían que el Paraguay podía aplastar el espíritu revolucionario del río de la Plata con la ayuda de Montevideo.

         Aunque muchos urbanos pasaron unos seis meses bajo las armas y alejados de sus pueblos y chacras, no recibieron ninguna paga del gobierno. El tratamiento excesivamente duro dado a los prisioneros de guerra porteños irritó a algunos oficiales, también molestos por la crítica del Cabildo contra las negociaciones de Cabañas con Belgrano después de Tacuarí, y más molestos aun por verse excluidos del favor dispensado por Velasco a una pequeña élite. También inquietó la tentativa de establecer un frente común con la realista Montevideo, para donde se habían enviado yerba y tabaco en marzo de 1810, ¿se pretendía comprometer a la provincia en alguna acción militar en las provincias de abajo?

         Para fines de marzo de 1811, las conspiraciones contra Velasco estaban en el aire. La presencia en Asunción del emisario portugués José de Abreu fue la gota que colmó el vaso. El estado incierto de la provincia convenció al Cabildo  de que el sistema político, tan favorable a los españoles, sólo podría conservarse mediante una intervención extranjera. El Cabildo se mostró dispuesto a aceptar la protección de la Corona Portuguesa y además el ingreso de tropas portuguesas al territorio paraguayo. El acuerdo con los portugueses presagiaba, además de la participación paraguaya en aventuras extranjeras, la dominación portuguesa del Paraguay. Ambas posibilidades resultaban inaceptables para el grupo de jóvenes oficiales de urbanos que ya tramaba un golpe de Estado contra Velasco en Asunción, a quienes les resultaba un escarnio entregar la provincia defendida por ellos mismos "a una potencia extranjera, que es la portuguesa".

         En la noche del 14 al 15 de mayo, los conspiradores se enteraron de que el gobierno estaba al tanto de sus planes y el Cabildo había llegado a un acuerdo con el emisario portugués. La reacción fue el cuartelazo incruento que, además de destruir el sistema español en el Paraguay, significó el surgimiento de un nuevo factor de poder en la provincia. La guarnición de urbanos de la capital -entonces los únicos soldados armados de la ciudad- abrazó la causa rebelde prontamente y, pocas horas después de salir de sus cuarteles, hizo reconocer su autoridad al gobernador Velasco.

         Ya en control del cuartel general de la capital, los urbanos designaron a los miembros del Triunvirato que debía gobernar hasta la convocatoria del congreso general de la provincia. Pero el Triunvirato obraba bajo la tutela directa del comandante del cuartel general, Pedro Juan Caballero. El Cabildo de Asunción, dominado por los realistas, quedó disuelto hasta la elección de un Cabildo "popular". Se multó a los comerciantes españoles para cubrirse los gastos de la pasada movilización de la provincia, y se informó al emisario portugués de la nulidad de todos los acuerdos del gobierno anterior.

         Los españoles dejaron de pesar en la conducción política del Paraguay. El congreso general de la provincia, reunido en junio de 1811, legitimó la revuelta de los urbanos con una declaración de la autonomía del Paraguay y la elección de una Junta General. Los participantes del congreso, antes que elegidos, fueron designados y los oficiales de urbanos constituían un número considerable de la concurrencia. Aunque entre los participantes se contasen algunos españoles y religiosos -como también los miembros de las grandes familias- aquella asamblea representó a la totalidad del Paraguay, y no solamente a Asunción. La nueva Junta General se convirtió en otro factor de poder en el Paraguay, aunque no de tanto peso como pudiera creerse sobre la base del mandato del congreso. Lamentablemente, demasiados oficiales del interior, deslumbrados por el poder adquirido, mostraron una falta de disciplina que fomentó el desorden. Por otra parte, la misma composición del congreso general significó una cierta pérdida de poder de las grandes familias. Aunque los acontecimientos de mayo y junio de 1811 hubiesen asegurado la autonomía provincial y cambiado las relaciones de poder, un cierto grado de inestabilidad política subsistía bajo la superficie de la unidad provincial.

         La noticia de la revuelta de los urbanos agradó al gobierno de Buenos Aires, que decidió entablar negociaciones con el Paraguay. El tratado del 12 de octubre de 1811, suscrito por el Paraguay y Buenos Aires, además de reconocer la proclamada autonomía paraguaya, marcó el momento del surgimiento de otro poder en la provincia. El doctor José Gaspar de Francia, miembro del Triunvirato y elocuente defensor de la autonomía paraguaya en la apertura del congreso general de 1811, era ya miembro de la Junta, y negociador principal del tratado con Buenos Aires. Su prestigio aumentaba día tras día en toda la provincia; su reconocida capacidad administrativa se sumaba a una habilidad política hasta entonces desconocida. Francia pensaba que el mayor obstáculo para un gobierno efectivo era la nueva clase militar relacionada con la revuelta de los urbanos; la misma Junta y las grandes familias podían ser otros potenciales obstáculos –aunque obstáculos secundarios de momento-  Despues de su segundo apartamento de la Junta (ocasionado éste por la indisciplina de los oficiales de la milicia), el doctor maniobró solapadamente para socavar la autoridad de la Junta. Al obrar así, se ganó el decidido apoyo del campo, que lo llevó al poder; aquel apoyo comprendía el de muchos urbanos.

         Antes de que llegara a consolidarse, el liderazgo de Francia enfrentó la oposición de Fernando de la Mora, el vocal secretario de la Junta General, quien pretendió establecer otra base de poder. A principios de 1812, en ausencia de Francia, Mora quiso darle a la Junta una política distinta.  Mora proponía reformar la educación aumentar la producción de la yerba y el tabaco sobre la base de los principios de la fisiocracia. Aun siendo un gran terrateniente, Mora tenía estrechas relaciones con la comunidad mercantil asuncena; lo que le faltaba era una comprensión más precisa de la realidad del Paraguay en aquel momento. El fomento de las exportaciones se veía impedido por el bloqueo de la navegación del Paraná como consecuencia de la guerra, y su base de poder se limitaba casi exclusivamente a la capital y a los círculos favorecidos por el gobierno. Las críticas al gobierno aumentaron hacia el mes de mayo, cuando pareció que la provincia carecía de conducción política.

         De todos los cambios en la estructura del poder del Paraguay revolucionario, el surgimiento del doctor Francia en 1812 es el menos explicado y documentado. Se carece de información sobre sus actividades durante su ausencia de la Junta, si bien se tiene la suficiente para comprender que se mantenía en estrecho contacto con sus partidarios de Asunción, y que recibía visitas -mayormente del campo- y entablaba conversaciones reservadas. El ausente deploraba el proceder de la Junta y los permanentes desórdenes del campo; fomentaba la desconfianza hacia Buenos Aires y rebajaba a quienes buscaban algún tipo de acuerdo con la antigua capital virreinal; en especial a Fernando de la Mora.

         Cuando la situación de la frontera del norte exigió que Mora viajara a Concepción para custodiar el área, Yegros y Caballero quedaron como los dos únicos miembros de la Junta presentes en Asunción y la crítica de su desempeño, abierta o solapada, debilitó seriamente al gobierno central. Los dos vocales terminaron transigiendo con Francia. Aunque sólo tengamos el texto del acuerdo, por el cual el doctor Francia regresó a la Junta con el poder de veto a cualquier decisión del gobierno y el mando de uno de los dos batallones de Asunción, es casi seguro que el acuerdo se firmó sólo al cabo de negociaciones entre Francia, Yegros y Caballero. Además, no hubo objeciones al acuerdo de parte del cuartel general de Asunción, aún en poder de los oficiales de milicia. Francia consideraba el cuartel como un bloque de poder en sí mismo, y que además reflejaba el sentir de los urbanos del campo y de los de la guarnición de Asunción.

         El acuerdo de noviembre fue un paso decisivo en el ascenso de Francia al poder, y que anuló a Mora políticamente. Ya en posesión del control de la administración y el nombramiento de funcionarios, el futuro doctor Francia aseguró su influencia en todos los aspectos del gobierno. Con anterioridad, él había observado que el mayor obstáculo para un gobierno efectivo era la falta de disciplina y los abusos de los oficiales de milicia en el interior. La existencia de un contingente militar que solamente recibía órdenes del futuro dictador podía ser la base para la creación de un ejército nacional disciplinado. En el curso del año 1813, Francia neutralizó gradualmente a los oficiales de milicia que todavía se le oponían. Así pudo crear una nueva estructura política que, una vez plenamente desarrollada, dominó el Paraguay durante toda una generación.

         El Congreso de 1813 consolidó el dominio político de Francia sobre el Paraguay. Por cierto, la creación del consulado de Francia y Yegros implicaba un gobierno limitado, y por ende limitado; sin embargo, la falta de interés de Yegros en el manejo diario de las cuestiones administrativas permitió alcanzar el poder total a Francia, cuyo ascendiente en la campaña quedó de manifiesto con la libre elección de los delegados al congreso. La declaración de la perfecta independencia del Paraguay como república por aquel congreso cerró toda posibilidad de participación civil en una asamblea dominada por Buenos Aires y de participación militar en cuestiones extranjeras. Pocos paraguayos deseaban el envío de tropas al exterior, y el doctor Francia (como varios compatriotas) temía que la participación en una asamblea de todas las provincias del Río de la Plata restringiera la libertad de acción paraguaya.

         ¿Cómo pudo alcanzar tanto poder, en sólo tres años, aquel abogado y ex funcionario público? Si bien se había ganado el respeto de sus paisanos por su capacidad antes de 1810, nunca había pertenecido a ninguno de los grandes grupos de poder de la provincia. No representaba a ninguna de las grandes familias, ni a la clase favorecida de los comerciantes y altos funcionarios peninsulares, ni a la milicia. Pero, más que cualquier otro dirigente paraguayo, comprendió la mentalidad, el carácter y los temores y aspiraciones ancestrales de sus compatriotas; compartía su recelo de la dominación porteña y el rechazo a las "aventuras extranjeras". Comprendía que el gobierno provincial, la comunidad comercial e incluso el Cabildo de Asunción -dominados por los españoles- carecían de apoyo popular, y que la mayoría de los paraguayos del campo desconfiaban de las grandes familias. Supo mantenerse apartado, a la espera del momento oportuno para intervenir (como lo hizo en 1810 y principios de 1811), y obró con mucha paciencia y con cuidadosa preparación de sus acciones políticas. Su aguda comprensión de sus compatriotas le permitió alcanzar un control casi absoluto de la campaña, que a largo plazo se convirtió en el foco de poder más importante de la nueva república. Con demasiada frecuencia, al doctor Francia se lo juzga por la larga dictadura concluida sólo con su muerte, en 1840. Sin embargo, también deben reconocérsele sus méritos de político habilísimo, capaz de sortear los infinitos escollos de los años procelosos de 1810 a 1813.

 

 

 

REFLEXIONES SOBRE LO QUE NO SABEMOS

 

         Como se dijo en los "Reconocimientos", este libro no tiene la pretensión de ser una monografia definitiva sobre la Independencia del Paraguay. Aún quedan por saberse muchas cosas de la historia del Paraguay transcurrida entre los años 1810 y 1814, cuyo conocimiento aumentará considerablemente si se investigan debidamente los siguientes puntos de la era de la independencia.

         Existe una gran laguna en nuestro conocimiento del estado económico de la provincia entre 1810 y 1816 -siendo la segunda fecha aquella en que el doctor Francia regularizó las finanzas públicas de la nueva república, pasada la agitación de los comienzos de la vida independiente-. Por cierto, son muy confusos los documentos de la administración provincial de este periodo pero, en mi opinión, la investigación del punto puede ser muy provechosa. Juntamente con el estudio de las finanzas públicas debe ir la investigación del comercio privado de la provincia. Aunque el tráfico fluvial se interrumpió en este periodo, el comercio de la carrera del Paraguay no cesó por completo, y el comercio interno del Paraguay prosiguió.

         Con demasiada frecuencia, los historiadores de este periodo se han centrado en los acontecimientos de Asunción, y el autor de este libro también puede ser acusado por lo mismo. Sin embargo, el Paraguay era básicamente una región de pequeños pueblos cuyos moradores llevaban una vida entregada a las actividades agrícola y ganadera. ¿Qué sucedía en el campo durante aquellos años agitados? Sabemos que hubo desórdenes rurales entre 1811 y 1813, pero sólo existen relatos imprecisos de tales desórdenes, así que tenemos un conocimiento reducido de su alcance y naturaleza. Posiblemente, la vida tradicional siguió su curso habitual, pero, ¿de qué manera fue afectada -si lo fue- la vida cotidiana por los acontecimientos políticos de 1810 a 1814?

         La movilización de la provincia de 1810 fue la mayor que el Paraguay había conocido hasta entonces, y de ella surgió un nuevo factor de poder político: los oficiales de urbanos. Las compañías de urbanos fueron decisivas en la exitosa resistencia a la invasión de Belgrano; posteriormente, los oficiales de urbanos desempeñaron un rol fundamental en los acontecimientos del 14 y 15 de mayo de 1811 y el congreso de junio de 1811. Un estudio de aquellas compañías y en particular de sus oficiales puede arrojar luz sobre la historia militar y social de la provincia en aquel tiempo.

         Otro aspecto de los años de la independencia digno de investigación y que se refiere a la defensa del Paraguay es la reconstrucción de las fuerzas armadas de la provincia desde finales de 1812 hasta 1816. El colapso del viejo sistema de milicias con el golpe del 14 y 15 de mayo de 1811 significó, tanto el surgimiento momentáneo de los urbanos como fuerza política, como también la desorganización de la milicia en 1813. Posteriormente, el doctor Francia se propuso restarle poder político a la milicia, pero al mismo tiempo crear un ejército nacional eficiente y sometido a un control central. Sabemos que, para 1816, había alcanzado ese objetivo y existen investigaciones sobre el punto, pero se precisa investigarlo más.

         Junto con la cuestión de los oficiales de urbanos está la de los representantes elegidos para los distintos congresos entre 1810 y 1816. Sabemos quiénes fueron esos representantes, cómo votaron y el resultado de las deliberaciones, pero quedan preguntas por responder. ¿Cuál era su condición civil (la de mercaderes, estancieros, agricultores, grandes o pequeños propietarios, eclesiásticos)? ¿Qué funciones militares y administrativas desempeñaban? ¿Influyó en el parecer y voto de los representantes el hecho de que hubiesen nacido en la provincia y sus relaciones familiares? ¿Participaron en más de un congreso los mismos representantes? Tenemos alguna información sobre los eclesiásticos y sobre la extracción social de algunos representantes, pero nuestro conocimiento del asunto es muy incompleto.

         Otro componente de la sociedad paraguaya de la era de la independencia requerido de investigación es el de los españoles peninsulares. Con certeza, eran reducidos en número y se concentraban en Asunción, pero jugaron un rol superior al que pudiera esperarse por su corto número. Entre 1810 y 1814, los peninsulares aparecen como figuras destacadas -sea durante el año de la resistencia a Buenos Aires; sea posteriormente, como un grupo potencialmente subversivo que debe ser vigilado, perseguido y por momentos ignorado o manipulado políticamente-. Quizás la investigación no deba limitarse al periodo de la independencia, para tomar en cuenta la inmigración peninsular a partir de 1760, que convierte a los españoles en un grupo influyente en la vida paraguaya, hasta los años de la dictadura de Francia, en que los españoles pierden toda relevancia como grupo. Algo similar puede decirse de las grandes familias del Paraguay durante los últimos cuarenta años del periodo colonial, y cuya transición de élite encomendera a élite terrateniente merece mayor estudio, como su relación con los gobernadores intendentes y su influencia en el periodo crítico de 1810 a 1811.

         También merecen atención ciertos detalles. La batalla de Paraguarí fue un acontecimiento decisivo en la resistencia contra Buenos Aires, pero no tenemos información de las razones y motivos por los cuales el gobernador Velasco concedió a Cabañas y Gamarra posiciones de mando militar superior. Tampoco contarnos con información precisa sobre la composición de las tres secciones del ejército paraguayo en aquella batalla. Quizás no existan documentos sobre la elección de Cabañas y Gamarra para el mando superior, pero una investigación bien encaminada podría ampliar nuestro conocimiento de la composición del ejército paraguayo. Como se ha mencionado ya, la "conspiración" de septiembre de 1811 requiere mayor investigación, pues hay demasiados "cabos sueltos" en los "Autos de la conspiración". Además, sabemos muy poco sobre las actividades políticas del doctor Francia, desde su segunda renuncia a la Junta Gubernativa en diciembre de 1811 hasta su acuerdo con Yegros y Caballero en noviembre de 1812. Quizás nunca podamos elucidar el punto por falta de evidencia documental pero, si tal evidencia llegara a encontrarse, ella llenaría un considerable vacío histórico. Finalmente, un estudio de los nombramientos efectuados por la Junta en 1813 y por el Consulado en 1814 nos revelaría mucho sobre la consolidación del poder del doctor Francia y la erosión del poder de las grandes familias.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

         ARCHIVOS

 

Archivo General de la Curia Metropolitana de Asunción. Asunción, Paraguay. Catálogo viejo. [AGCMA]

Archivo General de la Nación. Buenos Aires, Argentina. Legajos IX-5-N°1; X-1-9-N°12; X-1-9-N°13; X-3-2-N°4; X-3-5-N°6; X-23-2-N°6. [AGN]

Archivo Nacional de Asunción. Asunción, Paraguay. Nueva Encuadernación, volúmenes 815; 1035; 1793 a 1795; 1797; 3402 a 3409. [ANA, NE]

Archivo Nacional de Asunción. Asunción, Paraguay. Sección Historia, volúmenes 74, 107, 204, 205, 211 a 223; 359; 360; 363; 366; 370; 371; 396. [ANA, SH]

Coleção Nacional Visconde de Rio Branco. Biblioteca Nacional. Río de Janeiro, Brasil. [CRB]

Manuel E. Gondra Colección de Manuscritos. Biblioteca de la Universidad de Texas. Austin, Texas. [MGC]

 

         COLECCIONES DE DOCUMENTOS

 

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Francia. I. 1762-1816. Edición comentada, aumentada y corregida de la Colección Doroteo Bareiro del Archivo Nacional de Asunción. Asunción: Tiempo de Historia, 2009.

Molinari, Diego Luis (editor). Antecedentes de la revolución de mayo. I. Buenos Aires: 1930.

Museo Mitre. Contribución documental para la historia del Río de la Plata. I. Buenos Aires: Imprenta de Coní Hermanos, 1913.

Museo Mitre. Documentos del Archivo de Belgrano. III. Buenos Aires: Imprenta de Coní Hermanos, 1914. [DAB]

Registro oficial de la República Argentina que comprende los documentos expedidos desde 1810 hasta 1873. I. Buenos Aires: La República, 1879.

Vane, Charles William, editor. Correspondence, Despatches and Other Papers of Viscount Castelreagh, Second Marquess of Londonderry. VII. London: H. Coburn, 1851.

Vargas Peña, Benjamín (ed.). Paraguay-Argentina: Correspondencia diplomática, 1810-1840. Buenos Aires: Ayacucho, 1945. [P-A]

 

         LIBROS

 

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Areces, Nidia R. Estado y frontera en el Paraguay: Concepción durante el gobierno del Dr. Francia. Asunción: CEÁDUC, 2007.

Azara, Félix de. Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. I. Madrid: Imprenta de Sánchez, 1847.

Azara, Félix de. Memorias sobre el estado rural del Río de la Plata en 1801; demarcación de límites entre el Brasil y el Paraguay a últimas del siglo XVIII, e informes sobre varios particulares de la América Meridional española. Madrid: Imprenta de Sánchez, 1847.

Báez, Cecilio. Ensayo sobre el doctor Francia y la dictadura en Sud-América. Asunción: Talleres Nacionales de H. Kraus, 1910.

Báez, Cecilio. Historia diplomática del Paraguay. I. Asunción: Imprenta Nacional, 1931.

Barbagelata, Hugo D. Artigas y la revolución americana. París: P Ollendorf, 1915.

Benítez, Justo Pastor. Formación social del pueblo paraguayo. 2a ed. Buenos Aires: Ediciones Nizza, 1967.

Benítez, Justo Pastor. La vida solitaria del Dr. José Gaspar de Francia, dictador del Paraguay. Buenos Aires: El Ateneo, 1937.

Beverina, Juan. El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar. Buenos Aires: Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, 1935.

Beverina, Juan. Las invasiones inglesas al Río de la Plata (1806-1807). 2 volúmenes. Buenos Aires: Círculo Militar, 1939.

Blanco Sánchez, Jesús L. El Capitán don Antonio Tomás Yegros: Prócer de la independencia nacional. Asunción: Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, 1961.

Caballero Campos, Hérib. De moneda a mercancía del Rey: Efectos y funcionamiento de la Real Renta de Tabacos y Naipes en la Provincia de Paraguay (1779-1811). Asunción: Arandurã Editorial, 2006.

Caillet-Bois, Teodoro. Historia naval argentina. Buenos Aires: Emecé Editores, l944.

Cardozo Efraím. Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811. Montevideo: 1963.

Cardozo, Efraím. El Paraguay colonial: Las raíces de la nacionalidad. Buenos Aires. Ediciones Nizza, 1959.

Cardozo Efraím. El plan federal del Dr. Francia. Buenos Aires: 1941.

Carranza, Ángel Justiniano. Campañas navales de la República Argentina. I. Buenos Aires: 1914.

Centurión, Carlos. Historia de la cultura paraguaya. 2 volúmenes. Asunción: Biblioteca Ortiz Guerrero, 1961.

Centurión, Carlos R. Precursores y actores de la independencia del Paraguay. Asunción: Editorial Atlas, 1962.

Centurión, Juan Crisóstomo. Memorias del Coronel Juan Crisóstomo Centurión o sea reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay. I. Buenos Aires: Imprenta de J. A. Berra, 1894.

Chaves, Julio César. Castelli, el adalid de mayo. 3º ed. Buenos Aires: Ediciones Leviatan, 1857.

Chaves, Julio César. El Supremo Dictador. 4º edición. Madrid: Ediciones Atlas, 1964.

Chaves, Julio César. Historia de las relaciones entre Buenos Aires y el Paraguay: 1810-1813. 2º ed. Buenos Aires: Ediciones Nizza, 1959.

Chaves, Julio César. La revolución del 14 y 15 de mayo. Asunción: Biblioteca Histórica Paraguaya de Cultura Popular, 1961.

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Cooney, Jerry W. Económia y sociedad en la intendencia del Paraguay. Asunción: CPES, 1990.

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Garcia de Loydi, Ludovico, S.J. El virrey marqués de Sobre Monte: su actuación durante las invasiones inglesas. Buenos Aires: 1930.

Gill Aguinaga, Juan B. Un documento inédito sobre la revolución del 14 y 15 de mayo de 1811. Buenos Aires: Sobretiro de volumen 6-7 de Historia Paraguaya, 1965.

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Lynch, John. Spanish Colonial Administration,1782-1810. The Intendant System in the Viceroyalty of the Río de la Plata. London: University of London, Athlone Press, 1958.

Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República del Paraguay. Exposición de la causa del Paraguay en su conflicto con Bolivia presentada a la XV Asamblea de la Sociedad de las Naciones reunida en septiembre de 1934. Asunción: Imprenta Nacional, 1934.

Mitre, Bartolomé. Historia de Belgrano y de la independencia argentina. I y II. Buenos Aires: Ediciones Estrada, 1947.

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Molas, Mariano Antonio. Descripción histórica de la antigua provincia del Paraguay. 3º ed. Buenos Aires: Ediciones Nizza, 1957.

Monte de López Moreira, Mary. Ocaso del colonialismo español: El gobierno de Bernardo de Velasco y Huidobro, su influencia en la formación del Estado paraguayo (1803-1811). Asunción: Fondec, 2006.

Moreno, Fulgencio R. Estudio sobre la independencia del Paraguay. I. Asunción: Talleres Nacionales de H. Kraus, 1911.

Moreno, Fulgencio R. La ciudad de Asunción. Buenos Aires: Librería J. Suárez, 1926.

Oddone, Rafael. Esquema político del Paraguay. Buenos Aires: Editorial. Asunción, 1948.

Potthast-Jutkeit, Bárbara. "¿Paraíso de Mahoma" o "País de las mujeres"?: El rol de la familia en la sociedad paraguaya del siglo XIX. Asunción: Instituto Cultural Paraguayo-Alemán, 1996.

Ramírez Braschi, Dardo. Patriotas y sarracenos: La lucha revolucionaria en la provincia de Corrientes. Corrientes: Moglia Ediciones, 2009.

Ramos, R. Antonio. La independencia del Paraguay y el Imperio del Brasil. Rio de Janeiro: Imprensa Nacional, 1976.

Rengger, J. R. and Longchamp, M. The Reign of Doctor Joseph Gaspard Roderick de Francia, in Paraguay; being an account of a six years residence in that republic, from July, 1819 to May, 1825. London.: Thomas Hurst, Edward Chance & Co., 1827.

Riquelme García, Benigno. El ejército de la independencia. Asunción: Autor, 1973.

Rivarola Paoli, Juan Bautista. El régimen jurídico de la tierra (Paraguay en los siglos XVI-XIX). Asunción: 1993.

Rivarola Paoli, Juan Bautista. El régimen jurídico de la tierra: Época del Dr. Francia y de los López. Asunción: Ediciones y Arte, 2004.

Roberts, Carlos. Las invasiones inglesas del Río de la Plata (1806-1807) y la influencia inglesa en la independencia y organización de las provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Talleres Gráficos, 1938.

Robertson, J. P y Robertson, and W.P. Francia's Reign of Terror: Being a Sequel to Letters on Paraguay. 2 vols. Philadelphia: E. L. Carey y A. Hart, 1839.

Robertson, J. P y Robertson, and W.P. Letters on Paraguay: Comprising an Account of a Four Years Residence in that Republic, under the Government of the Dictator Francia. 2 vols. London: John Murray, 1838.

Robertson, William Spence. France and Latin-American Independence. Baltimore: John Hopkins Press, 1939.

Romero de Viola, Blanca Rosa. Paraguay siglo dieciocho: Período de transición. Asunción: Ediciones Comuneros, 1.987.

Rubio, Julián María. La infanta Carlota Joaquina y la política de España en América (1808-1812). Madrid: Imprenta de Estanislao Maestre, 1920.

Ruiz-Guiñazú, Enrique. Epifanía de la libertad: Documentos secretos de la revolución de mayo. Buenos Aires: Editorial Nova, 1.952.

Toribio Medina, José. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en las provincias del Plata. Buenos Aires: Editorial Huarpes, 1945.

Vargas Peña, Benjamín. Vencer o morir. Asunción: La Colmena, 1933. Vázquez, José Antonio. El Doctor Francia visto y oído por sus contemporáneos. Asunción: Fondo Editorial Paraquariae, 1960.

Velázquez, Rafael Eladio. Breve historia de la cultura en el Paraguay. 7º edición revisada y actualizada. Asunción: 1980.

Velázquez, Rafael Eladio. El Paraguay en 1811: Estado político, social, económico y cultural en las postrimerías del período colonial. Asunción: 1965.

Vittone, Luis. El Paraguay en la lucha por su independencia. Asunción: Imprenta Militar, 1960.

Whigham, Thomas L. y Jerry W Cooney. Campo y frontera: El Paraguay al fin de la era colonial. Asunción: Servilibro, 2006.

Whigham, Thomas. Lo que el río se llevó: Estado y comercio en Paraguay y Corrientes, 1776-1870. Asunción: CEADUC, 2009.

Whigham, Thomas L. The Paraguayan War. I Causes and Early Conduct. Lincoln, NB: University of Nebraska Press, 2002. Hay edición en español: La Guerra de la Triple Alianza. Volúmenes I y II. Asunción: Santillana, 2010 y 2011.

Whigham, Thomas y Jerry W. Cooney (compiladores). El Paraguay bajo el Dr. Francia: Ensayos sobre la sociedad patrimonial. Asunción: El Lector, 1996.

White, Richard Alan. Paraguayos Autonomous Revolution, 1810-1840. Albuquerque, NM: University of New Mexico Press, 1978.

Wisner, Francisco. El Dictador del Paraguay José Gaspar de Francia. 2º ed. Buenos Aires: Editorial Ayacucho, 1957.

Zinny, Antonio. Historia de los gobernantes del Paraguay, 1535-1887. Buenos Aires: Imprenta .y Librería de Mayo, 1887.

 

         ARTÍCULOS

 

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Belgrano, Manuel. "Expedición al Paraguay". Museo Mitre. Documentos del Archivo de Belgrano (Buenos Aires: 1914), III: 271-295.

Cardozo, Efraím. "Cavañas y la revolución del 14 de mayo". Academia Nacional de la Historia. II Congreso Internacional de Historia de América. (Buenos Aires: 1938), IV 141-150.

Cardozo, Efraím. "La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay". Revista de Indias, IX (Madrid: 1954), 359-383.

Cardozo, Efraím. "Una conferencia inédita en Tacuarí". Historia Paraguaya, I (Asunción: 1956),57-65.

Centurión, Carlos. "La obra de la primera junta gubernativa". Historia Paraguaya, VI y VII (Asunción: 1961-1962), 37-51.

Chaves, Julio César. "Dos misiones de la junta en los primeros días de la revolución (misiones Arias y Agüero al Paraguay)". Academia Nacional de la Historia. II congreso internacional de historia de América. (Buenos Aires: 1938), IV: 151-156.

Chaves, Julio César. "Primeras relaciones entre la junta de mayo y el Paraguay". Academia Nacional de la Historia. II congreso internacional de historia de América. (Buenos Aires: 1938), IV.- 166-181.

Correa, Manuel. "Breve noticia sobre la campaña del Paraguay". Revista Histórica, VI (Montevideo: 1.913), 554-574.

Díaz, Ana María. "El primer ciudadano: Paraguay, 1811-1814". Cahiers des Amériques latines, Nº 46 (Parir-Université Sorbonne Nouvelle: 2004), 103-113.

"Documentos". Revista do Museu e Arquivo do Rio Grande do Sul, IV, IX y XII (Porto Alegre, Brasil: 1921-1923), 67-80, 43-56 y 14-36 respectivamente.

"Documentos históricos. Supuesta conspiración de 1815". Revista del Instituto Paraguayo, II (Asunción: 1898), I-8.

"Estado de defensa de la provincia del Paraguay en 1810", Revista del Instituto Paraguayo, III (Asunción: 1899), 234-247.

"Expediente formado sobre el apresamiento de la balandra Sn. Joseph y Animas de Dn. Manuel Doldán, procedente del Paraguay por el bergantín de S. M. el Paraná, Juzgado de Presas, año 1811, Montevideo, año de 1811". Historia Paraguaya, VI y VII (Asunción: 1961-1962), 105-125.

Giménez Fernández, Manuel. "Las doctrinas populistas en la independencia de Hispano-América". Anuario de Estudios Americanos, III (Sevilla: 1946), 517-665.

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Maeder, Ernesto J. A. "La población del Paraguay en 1799. El censo del gobernador Lázaro de Ribera". Estudios Paraguayos, III, N° 1(octubre de 1975), 63-86.

Moreno, Fulgencio R. "Artigas y el Paraguay". Revista Histórica, V (Montevideo: 1912), 726-748.

Ornstein, Leopoldo R. "La primera operación argentina de pasaje de rio a viva fuerza". Academia Nacional de la Historia. II congreso internacional de historia de América (Buenos Aires: 1938), IV: 624-646.

Pérez Acosta, Juan F "Los contingentes paraguayos de 1.806 y 1807". Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, XXVI (Buenos Aires: 1942), 150-190.

Pérez Acosta, Juan F. "Repercusiones de las invasiones inglesas en el Paraguay". Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, XXVI (Buenos Aires: 1935), 142-150.

"Proceso formado al Dr. Juan Manuel de Granze". La Nueva Revista de Buenos Aires, XII (Buenos Aires: 1885), 452-470.

Quevedo Pfannl, Roberto. "Villa Real de la Concepción en los días de la independencia". Historia Paraguaya, VI y VII (Asunción: 1961-1962), 60-68.

 - "Reconstrucción del congreso del 17 de junio". Historia Paraguaya II (Asunción, 1957), 125-136.

"Relación acerca de la batalla de Tacuarí". Moreno, Fulgencio R. Estudio sobre la independencia del Paraguay (Asunción: 1911), I: 245-252.

Robertson, William Spence. "The Juntas of 1808 and the Spanish Colonies". English Historical Review, XXXI (Londres; 1916), 573-585.

Roca, José Mila de la. "Relación de don José Mila de la Roca". Museo Mitre. Documentos del Archivo de Belgrano (Buenos Aires: 1914), III: 297-310.

Rodríguez, Marcelino. "Recuerdos de un precursor de la revolución paraguaya en 1811". Revista Nacional, XIII (Buenos Aires: 1893), 169185.

Somellera, Pedro. "Notas del doctor don Pedro Somellera a la introducción que ha puesto el doctor Rengger a su ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay, Montevideo, 14 de septiembre de 1841". Museo Mitre. Documentos del Archivo de Belgrano (Buenos Aires: 1914), III: 313-340.

Street, John. "Lord Strangford and Rio de la Plata". Hispanic American Historical Review, 33:4 (noviembre, 1953), 477-510.

Williams, John Hoyt. "The Deadly Selva: Paraguay's Northern Indian. Frontier," The Americas, 33:1 (Washington, D. C.: julio, 1976), 1-24.

         - "Governor Velasco, the Portuguese and the Paraguayan Revolution of 1811: A New Look," The Americas, 28:4 (Washington, D.C.: abril, 1972), pp. 441-449.

         - "Tevegó on the Paraguayan Frontier: A Chapter in the Black History of the Americas." The Journal of Negro History. 56:4. (Washington, D.C., octubre, 1971), 272-283.

Zavala y Delgadillo, José Antonio de. (anteriormente atribuido a Juan Manuel Granze), "Diario de los sucesos memorables de la Asunción desde el 14 de mayo de 1812". Revista Nacional, III (Buenos Aires: 1887), 241-256, 311-320 & 378-382.

 

         PERIÓDICOS

 

Gacetet de Buenos Aires (1810-1821). Reimpresión facsimilar. Il. (Buenos Aires, 1910).

El Orden. Asunción, 12 y 13 de marzo de 1931.

El Paraguayo Independiente. Asunción, Reimpresión. (Asunción: Imprenta de la República, 1859).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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