Portal Guaraní - A PUERTAS DEL MUNDO FELIZ - Por SERGIO CÁCERES MERCADO

En una noticia proveniente de Chile, el genetista español Miguel Pita asegura que la creación de embriones a la carta será una posibilidad plena en breve y, por lo tanto, el debate sobre la modificación genética estará a la orden del día. Este anuncio y sus posibilidades tienen su historia.

Cuando la ciencia nace como una metodología empírica y racional durante la revolución científica iniciada en el siglo XVI, la gran frase que resumía todo el programa político y social que se gestaba fue "el conocimiento es poder", del filósofo Francis Bacon. Desde ese momento, la filosofía y la literatura han reflexionado siempre sobre el controversial papel del ser humano en intervenir sobre los fenómenos naturales.

Cuando la fiebre racionalista de la Ilustración prometía que la luz de la ciencia traería solo progreso a la humanidad, una romántica como Mary Shelley publicaba su novela Frankestein, queriendo hacernos ver el posible reverso de esa tecnolatría que estaba instalándose en la mentalidad de su época.

Pero el avance de la ciencia como un saber-poder fue inevitable. Para el siglo XIX la Revolución Industrial ya había instalado por doquier una tecnología que cambiaba definitivamente la vida de todos. Mientras este acaparamiento en el ámbito del conocimiento se daba de forma imparable, obras como la de Shelley también aparecían de vez en vez y apenas se inventó el cine (irónicamente como fruto de la reproductibilidad técnica) también se produjeron películas críticas que sumaron sus voces a la literatura y la filosofía en su revisionismo a la tecnolatría. La ciencia ficción llegaba con Metrópolis, pero la crítica a la tecnociencia también se hacía desde comedias sociales, como Tiempos modernos, de Charles Chaplin.

Estas cintas venían de la mano de novelas como La isla del Dr. Moreau o El hombre invisible, en que H. G. Wells, a finales del siglo XIX, fundaba una narrativa que imaginaba futuros mundos en que la tecnociencia modificaba la vida en sí misma y el modo de vivir de la gente. Sin embargo, será Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, la que mostrará lo terrible que puede llegar a ser la utopía que nos promete la ciencia si esta no va acompañada de una reflexión sobre sus repercusiones éticas y políticas.

Ahora que la eugenesia, deseo de muchos, puede llegar a ser una realidad, se impone una seria discusión sobre sus ventajas y desventajas. El canto de sirena que significa la aplicación de cierta tecnología sobre la vida humana solo por ver qué ocurre, nos puede conducir a que naufraguemos en un proyecto que se supone es para nuestro bienestar.

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