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CARMEN ESCUDERO DE RIERA (+)

  ONK-HORN (Cuento de CARMEN ESCUDERO DE RIERA)


ONK-HORN (Cuento de CARMEN ESCUDERO DE RIERA)
ONK-HORN
Cuento de CARMEN ESCUDERO DE RIERA

 

 
 
CARMEN ESCUDERO DE RIERA
 
Nacida en San Sebastián, España, naturalizada paraguaya. Es casada, madre de cinco hijos y abuela de numerosos nietos. Pese a sus múltiples ocupaciones en el hogar, se ha dedicado a la labor asistencial a través de varias entidades de nuestro medio y aún halla tiempo para su mayor entretenimiento, la lectura y también para escribir cuentos en los que rescata recuerdos familiares y tradiciones de su país de adopción.
Es miembro del Club del Libro Francés y, desde su fundación, del Taller Cuento Breve y del Club del Libro Nº 3.
 
 
 
 
 

ONK-HORN
 

Leído alguna vez ere algún libro.
¿Será falso?, quién puede saberlo.

 

Los días se iban acortando, la luz de amarilla se iba agrisando. El norte con sus vientos cada vez más fríos, se acercaba anunciando lo que para ellos no tenía nombre: el inconfundible invierno. Se tornaba difícil, para el jefe, encontrar alimento, llegó a imposible cuando el letargo invernal se adueñó de toda la región. Esa tarde, al volver de una excursión tan larga como estéril, reuniendo a los principales de la comunidad les habló así:
 
-No tenemos que esperar, lo antes posible partiremos hacia el sur. -Fue la primera noche nevada, silencio y nieve; nieve y silencio cubrieron todo. Hacia el este una claridad mortecina insinuaba el blanco horizonte, el aleteo del despertar iba llenando el lugar. Las últimas órdenes fueron impartidas. La formación sería una V perfecta; en el vértice, se situaría Onk-Horn, él guiaría la bandada; a sus flancos, abriéndose de a poco lo harían los machos y entre todos, a manera de cuña romperían el aire helado. En el medio, las hembras volarían protegidas, los más jóvenes, no tan avezados, serían los últimos.
 
Estaban listos. El sol aún no asomaba su rostro pálido, cuando majestuoso Onk-Horn levantó vuelo, seguido por los demás. Se organizó la partida entre bulliciosos graznidos, rumbo al sur. Parecía un ala enorme. Con movimientos acompasados se fueron alejando de los campos yermos, no los volverían a ver hasta el próximo verano.
 
El bosque, todavía coloreado, ocultaba la cabaña de un poblador solitario llamado Turlock. Este hombre que vivía en uno de los parajes más bonitos de la tierra, Maryland, era malo y peor trabajador, abandonó a su familia y no pensaba en otra cosa que en matar a cuanto bicho se pusiera a tiro de su temida escopeta. Holgazán, miraba con ansiedad al cielo; se iba acercando la época en que grandes bandadas de patos, provenientes de Canadá, se acercarían hacia las marismas que rodeaban su cabaña y serían blancos a su perfecta puntería. Se regodeaba con solo pensarlo.
 
Volar, volar, volar y volar, eran miles de kilómetros; descansaban muy de vez en cuando, pronto seguían el camino. Onk-Horn conocía de sobra el lugar y con instinto certero conducía la bandada a su destino final: tierras de Maryland, las del clima benigno y la comida abundante. Llegaron, Onk-Horn se adelantó a la formación, volando más rápido y planeando suavemente reconoció el sitio y dio aviso a los demás. De pronto se oyeron varios estampidos; apenas pasan unos segundos y nuevamente estampidos... Onk-Horn percibe el peligro: "el hombre cazador", el temible cazador. Gira velozmente, toma altura, lo sigue la bandada y con la velocidad del rayo abandonan el lugar, el alcance de la escopeta asesina no es suficiente.
 
Turlock enfurecido no puede creer en lo que ha visto, él se imaginaba un festín y tendrá que conformarse con un solo pato herido que cayó en aguas de la laguna. Sube al bote y empieza a remar.
 
Onk-Horn al fin encuentra un claro, desciende y todos lo siguen, están a salvo, deber cumplido. Busca sus polluelos y con espanto los encuentra solos, mamá pato no está, algo malo ha ocurrido. Desesperado intuye que algún disparo dio en el blanco. Sin dudar un instante, remonta vuelo y se dirige hacia la laguna, en vuelo rasante mira y escucha, escucha un quejido, es el de su preciosa compañera con un ala herida. Como puede la arrastra ocultándola entre los juncos de la orilla. Justo a tiempo, los remos se van acercando y Turlock con ellos. No hablan, no se mueven, apenas respiran, saben que la vida les va en ello. Turlock es burlado y furioso retorna a su cabaña. Onk-Horn acaricia, cuida y alimenta a su compañera, no la abandona un instante sino cuando busca comida hasta que juntos pueden remontar los aires y volar hacia sus hijuelos.
 
Pasan los meses, los pequeños crecen. Onk-Horn no deja de prevenir del peligro que entraña "el hombre cazador": Turlock, mientras tanto, cavila en cómo engañar a los astutos patos y mirando las enormes bandadas que surcan el cielo idea un truco infernal. Con una cañita hueca fabrica una especie de pito, al soplarla imita el hablar de los patos, talla en madera patos de diferentes tamaños a los que pinta con vistosos colores y los echa a flotar en la laguna. Se levanta de madrugada, se esconde entre el malezal orillero y espera, de tanto en tanto se oye un lastimero graznido... ¡Con inmensa alegría ve patos que se acercan! Prepara la escopeta, esta vez sí.
 
Onk-Horn lleva a los jóvenes ánsares a recorrer el territorio para que admiren la bellísima región que habitan; se propone llegar hasta la bahía de Chesapeake, quiere que conozcan el mar y que se asombren con su grandiosidad. Vuelan hacia el océano cuando algo llama su atención. Extraño. En las cercanías de la cabaña del "hombre cazador", unos cuantos patos retozan felices y contentos en la laguna. -¡Qué misterio! Que nadie abandone la formación, dada la orden solamente él investigará. Pronto descubre el engaño y vuela tan alto como veloz a prevenir a sus obedientes patitos. La sorpresa de Turlock es tan grande que no atina a disparar un solo tiro y con rabia ve cómo se aleja la bandada rumbo al mar.
 
El verano pasa y el otoño se anuncia. Los pájaros no necesitan ni de reloj ni de calendario. Onk-Horn prepara el largo viaje, en días más retornarán a Canadá.
 
Un niño curioso, en el balcón de una gran casa de una gran ciudad mira el cielo. Una interminable bandada de pájaros, en perfecta formación vuela hacia el norte. Papá, ¿de dónde vienen, a dónde van? El padre se queda pensativo y no responde, puede que esta historia sea la respuesta.
 
 
Fuente:
 
 
(CUENTOS Y POEMAS PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES)
 
 
Editado con el auspicio del FONDEC
 
QR Producciones Gráficas S.R.L.,
 
Diciembre, 2002 (210 páginas).
 
 
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