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Andrés Guevara (+)

  PORTADA DEL DIARIO O PAPAGAIO - Ilustración de ANDRÉS GUEVARA


PORTADA DEL DIARIO O PAPAGAIO - Ilustración de ANDRÉS GUEVARA

PORTADA DEL DIARIO O PAPAGAIO

Ilustración de ANDRÉS GUEVARA

 

En el trazo de Andrés Guevara se aprecia la preocupación de la época,

con la irrupción del modernismo y la intención de captar mucho más que el parecido en las caricaturas:

se trataba de expresarse,

de interpretar la reali­dad desde el punto de vista del artista y su estilo.

Y, sin dudas, el de Guevara alcanzó los picos más altos del virtuosismo,

como pueden ejemplificarlo las caricaturas y diseños de estas páginas.

 

 

 

 

EL CÓNDOR DE WALL STREET

Caricatura de ANDRÉS GUEVARA

 

 

 

ANDRÉS GUEVARA fue un diseñador e ilustrador de trascendencia continental. Nació en 1904, en Villeta, ciudad paraguaya “donde ni la peste consigue pros­ perar”, según sus propias palabras. Quizá por eso mismo, después de trabajar como diseñador y publicar sus caricaturas en El Diario y El Liberal, publicaciones que abrieron sus páginas para gran parte de la ‘Generación de 1923’, de la que formaba parte; Guevara se apresuró a salir del país y luego viajar a Europa, usufructuando un premio que había ganado en Buenos Aires.

 “La razón de su viaje –nos cuenta Olga Blinder, artista plástica y educadora paraguaya, amiga de Guevara– fue que ‘le entró en yacaré’ a la hija del Pre­sidente de la República, y éste se enteró. Tuvo que huir rápidamente para no enfrentar la furia del padre de la chica, quien casualmente era también nuestro presidente en aquella época”.

 ‘Entrar en yacaré’ es una típica expresión paraguaya para designar al aman­te furtivo, que visita a su amada a escondidas, en contra de los deseos de los padres… o muchas veces del marido.

 “Era un ‘dandy’, un caballero. No repetía una camisa en el día, siempre estaba impecable. Ese estilo ya no se ve actualmente…” recuerda Olga. “Lo conocí en la casa de Josefina Plá (escritora española-paraguaya), en una de las tertulias de intelectuales que se realizaban allí. Ella vivía en la esquina de las calles República de Colombia y Estados Unidos (alrededores del centro histórico de Asunción). Yo vivía a pocas cuadras, la visitaba a menudo, y fue cuando conocí a Guevarita, y nos hicimos amigos. No lo veía tanto porque él se había ido, y regresaba muy de vez en cuando debido a su situación com­prometida, y porque tenía bastante trabajo en Buenos Aires, San Pablo, Río de Janeiro. Pero cuando yo viajaba a Buenos Aires, a visitar exposiciones de arte, también aprovechaba y nos encontrábamos… siempre hablando y soñando con un Paraguay mejor”.

 “En la obra de Guevara siempre se distinguen dos planos o niveles bien definidos y al parecer contradictorios –decía Josefina Plá, en un artículo publicado en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica–, articulados, sin embargo, sobre un fondo común de sensibilidad y humanismo. El primero está constituido por su obra humorística, realizada principalmente en Brasil, sobre escenas de la tierra. El segundo nivel está constituido por obras de un patético expresionismo, construido contraria pero paralelamente al primero, sobre aquello que en el individuo sella lo inmerecido del drama eterno: el contraste entre sueño y destino”.

En su raudo viaje-huida de Paraguay a Argentina y luego a Europa, el destino lo retuvo en el Brasil. Durante una escala en Río de Janeiro, decidió permane­cer unos días aprovechando la invitación del embajador paraguayo Modesto Guggiari, quien le pidió que se quede algún tiempo “para mostrar tu arte a los cariocas”. Los días iniciales se extendieron a varios años y Guevara comenzó a publicar sus chistes e ilustraciones en publicaciones como A Maçã, A Manhã y Crítica. Sus colaboraciones también se extendieron a Papagaio, O malho, Para Todos, Ilustração Brasileira O Cruzeiro y la efímera Jazz, de la que era director. Algunas de sus colaboraciones eran especialmente virulentas para la época, así que, después de algunos incidentes en Crítica, creyó, prudentemente, que era mejor abandonar el país.

Mientras estuvo allí, su estilo causó sensación y obtuvo seguidores. “La estilización cada vez más original de los ‘títeres’ de Guevara (…) punto este, además, de los más decisivos en el arte naciente de algunos jóvenes princi­piantes de la época, tales como Alvarus, Mendez, Nássara, Martiniano y Theo” –observa Herman Lima, crítico brasileño–. “La colaboración de Guevara (…) afirma cada vez más la popularidad del caricaturista de tan personal estilo artístico, al punto de ser único”.

Luego de su primera estadía en Brasil, en 1930 viajó a Argentina, donde se hizo más conocido como diseñador gráfico, pero siempre aportando sus ilus­traciones, chistes e historietas a varias publicaciones, como el diario Crítica y las revistas Sintonía y Mundo Argentino.

Como diseñador, su principal aporte fue sumamente importante para la época. Guevara introdujo el concepto de planificación al trabajo de diseño, impulsado en parte por la grave escasez de implementos de trabajo como el plomo, usado en los caracteres tipográficos con los que se impri­mían los periódicos pero también en los incontables proyectiles y armas que la Segunda Guerra Mundial requería ansiosamente para matar seres humanos en cantidades desconocidas hasta entonces.

Guevara decidió reutilizar los muchos clichés y tipografías desechados, olvidados en los de­pósitos de los diarios, fundiéndolos nuevamente en un novedoso sistema de reciclaje. Dividió en columnas de seis los textos de las publicaciones de tamaño tabloide y en nueve las de tamaño grande, aprovechando mejor los espacios y economizando material. También, a través de la diagramación previa, la plani­ficación se extendía a la cantidad de líneas disponibles para que el periodista se explayara en el texto. Esto no era del agrado de muchos de ellos (“soy un periodista, no un contador”, protestaban algunos porteños), pero benefició a los medios escritos con mejores resultados en cuanto a la producción e, indu­dablemente, los costos, sin afectar la calidad visual del diseño, que conservaba siempre la típica elegancia guevariana.

Cuando en 1945, el diario Clarín de Buenos Aires apareció por primera vez, presentó a sus colaboradores. El primero entre los ‘cuatro malabaristas del trazo’ era Andrés Guevara, presentado de la siguiente manera: “Es un teorema artístico en acción. El número, la línea, la escuadra y el compás puestos al servicio del arte en un equilibrio armonioso que cobra alto relieve en nuestras páginas”. Guevara, decía Clarín, daba a su diseño un estilo indefinible que no sabían en qué residía, pero que ese estilo se debía a Guevara, que “no necesita firmar una página para que se sepa que su escuadra y su lápiz y, sobre todo, su ima­ginación, han trazado el plano cuidadosamente dentro del cual se encerrarán las notas y las ilustraciones. Porque Guevara es algo más que un nombre; es una nueva manera de presentar las cosas y una nueva forma dentro de cuyo molde se cuecen las ideas y las informaciones”.

 “El paraguayo Guevara -recuerda el argentino Guillermo Ares, periodista de larga trayectoria en Paraguay, quien lo conoció y fue su discípulo- le puso límites al consumo indiscriminado de plomo. Con él aprendimos a trabajar medido. Contaban que la fórmula para economizar insumos se le ocurrió a Guevara mirando las ‘galeras’ en los talleres de Crítica. Se trataba de una bandeja de acero rectangular, especie de pala, con dos lados abiertos y otros dos con una pestaña, como de dos centímetros, en las que se apoyaban las columnas de plomo procesado, convertido en líneas de composición. Dicen que Guevara -comenta Ares- al ver aquellas galeras depositadas en los amplios anaqueles, pensó que aquello representaba toneladas de plomo inútil y desperdiciado; y los textos compuestos en el, totalmente desactualizados e inservibles.

Todo aquel plomo esperando la oportunidad de ser fundido; eran horas de trabajo de linotipistas y tipógrafos que se habían consumido en tipear exten­sos artículos, cuyo destino de espera era desesperante. Midiendo los textos al escribirlos se empleaba menos tiempo en escribir, componer y se ahorraba material. Supimos que en los talleres de algunos otros periódicos sudamericanos se habían introducido normas de economía, pero ellas no influían demasiado en la presentación habitual de las publicaciones. Algunos habían limitado el número de grabados, menos dibujos y menos fotos, grandes blancos desechados rápidamente porque había que aprovechar cada resquicio de papel”, recuerda el finado Guillermo Ares en sus memorias.

Andrés Guevara impuso en la prensa argentina de los años de la guerra mundial, su diagramación económica, o ‘de guerra’, que consistía en un diseño rigurosamente calculado para ahorrar plomo, pues escaseaba, “no se conseguía zinc, no había cobre ni antimonio, faltaban ácidos y drogas para los fotógrafos y los fotograbadores...”. Guevara había ingresado al entonces prestigioso diario Crítica de Buenos Aires hacia mediados de los años ‘20. Allí “hizo maravillas como dibujante, caricaturista, periodista y creativo”. Posteriormente fue contra­tado por grandes diarios y semanarios de Brasil, Chile y otros países. “Con su proverbial humildad –recuerda Ares–, dio origen a una escuela periodística que se mantiene hasta nuestros días y, que por esas variabilidades de la vida, se ha incorporado a la informática, con un asombroso y peligroso parecido a la realidad del plomo de otros días.

Los diarios tamaño sábana y es­tándar tenían ocho columnas; los tabloides, cinco. Guevara fue, posible­mente, el primero en imponer nueve columnas para los diarios grandes y seis para los tabloides; con ello se ganaba en plomo de composición y en zinc para la clichería y, por extensión, en todo lo demás, lo que comportaba una real economía”.

Guevara creó los proyectos gráficos de varios medios, incluyendo al diario Clarín, de Buenos Aires, para el que también diseñó su memorable logotipo. Dibujó una historieta para el mismo medio, Blanca Nieve y Pío Pío, y luego se trasladó a Brasil, en 1943, convocado por el diario Folha Carioca, como director de arte del medio, colaborando además con la Revista da Semana. Guevara desarrolló un período de gran actividad como diseñador gráfico, viajando entre ambos países en varias oportunidades. En la ciudad de São Paulo, trabajó con el lanzamiento de las publicaciones Almanaque y Última Hora.

Olga Blinder relata: “cuando tenía 50 años me escribía una larga carta, en enero de 1954, y en uno de los párrafos decía: ‘… por mi vigorosa resistencia a la vejez, me siento alentado para pintar en forma joven permanentemente. Quisiera ser siempre un adolescente, así no me den cuero y huesos’. Al volver a Asunción, después de una muestra que realicé en Buenos Aires, Guevara me pidió que trajera un paquete de ‘papeles’ suyos. Ese paquete contenía apun­tes, cartas, fotografías, aquellas hermosas témperas que él llamaba ‘apuntes para…’, los calendarios de Alpargatas que había ilustrado con sus caricaturas y muchos papeles más que ponía en mis manos porque quería que se guardaran en mi país. Aún hoy, en esta época de olvidos, su recuerdo se agiganta en mi memoria: era, simplemente, un genio”.

En los últimos años, Guevara se dedicó a la pintura, siempre en Buenos Aires, y siempre soñando con una exposición en su país, que nunca se concretó durante su vida. Falleció en 1963.

 

 

 

 

 

AMADO QUIJOTE

Caricatura de ANDRÉS GUEVARA

 

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Fuente :

HISTORIA DEL HUMOR GRÁFICO EN PARAGUAY

ROBERTO GOIRIZ

Con la colaboración : ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ

Y ALEXIS ÁLVAREZ

 

HISTORIA DEL HUMOR GRÁFICO

Directores de la colección:

Armengol Tolsà Ermengol

Juan García Cerrada

Coordinador: José Lorenzo Sánchez

EDITORIAL MILENIO – LLEIDA, 2008

Con la colaboración de: UNIVERSIDAD DE ALCALÁ

FUNDACIÓN GENERAL

Este libro es producto de una investigación encargada

por la Fundación General de la Universidad de Alcalá de Henares,

realizada por Roberto Goiriz y editada por Editorial Milenio,

por lo que queda exenta de derechos de autor.

© de los dibujos: sus autores/

© de la selección y los textos: Roberto Goiriz 2008

© dibujo de la cubierta:/

© dibujo de la contracubierta:

© de esta edición: Editorial Milenio, 2008

Sant Salvador, 8 - 25005 Lleida (España)

www.edmilenio.com

editorial.milenio@cambrescat.es

Diseño de la cubierta: Aran dissenyadors

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ÍNDICE

  • Prólogo I. El humor en la isla sin mar por Andrés Colmán Gutiérrez.
  • Prólogo II. ¿Quién escribió este libro?
  • Más o menos en el centro
  • Los cronistas en las conquistas y la colonización de América
  • A sangre y fuego: el inicio del humor gráfico en Paraguay
  • “La guerra fue un detonador para que surgiera el Cabichuí”
  • El centinela: vigilante humor de campamento
  • Precursores en el siglo XX
  • Viaje en el tiempo.
  • Ñande y Aquí, una revista de actualidad y su semanario sensacionalista, con mucho humor
  • Farolito, una revista con mucha luz
  • El retorno de La Tribuna
  • El Pueblo para el pueblo
  • Tata, un dibujante audaz
  • Cara a cara con la dictadura... caricatura
  • La invasión del humor gráfico
  • Botti, el humorista gruñón
  • Nico: por los caminos del humor
  • Nico después del golpe
  • Los rostros del humor
  • Caló: “Rata me fue dada en adopción”
  • Melki: el dibujo con espinas
  • Escribiendo una sonrisa
  • Robin Wood: la aventura del humor
  • El humor de Wood
  • Los libros que muerden
  • Creadores y editores
  • El Raudal: Más que un epifenómeno meteorológico
  • El Yacaré entra subrepticiamente a escena
  • Guarara: un tumulto en las calles
  • Los diarios vuelven a la carga
  • Chaké!: cuidado con el humor gráfico y la historia en Paraguay
  • Any se fue a dibujar al cielo: homenaje a Any Ughelli en Chaké!
  • Rojita: de diseño y humor negro
  • ¿Qué hay de nuevo, viejo?
  • Postfacio

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA 

ÍNDICE DE AUTORES CONSULTADOS

 

 

 

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