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Fernando Allen Galiano

  LA VIRGEN LAURETANA - REDUCCIÓN DE SANTA ROSA - Fotografías de FERNANDO ALLEN - Texto del Padre ALDO TRENTO


LA VIRGEN LAURETANA - REDUCCIÓN DE SANTA ROSA - Fotografías de FERNANDO ALLEN - Texto del Padre ALDO TRENTO

LA VIRGEN LAURETANA

Talla en madera. 120 x 58 cm.

 

 

REDUCCIÓN DE SANTA ROSA

Fotografías de FERNANDO ALLEN

Texto del Padre ALDO TRENTO

 

 

 

            Situada a 248 kilómetros de Asunción y fue fundada en 1698 por el Padre jesuita Ranzonier con familias provenientes de Santa María de Fe. En 1883 la iglesia original fue destruida por la acción del fuego. Sobre sus cimientos se levantó la nueva iglesia que incorporó algunas de las pilastras de la primitiva iglesia a su fachada. Lo más llamativo constituye el campanario original construido en piedra roja y la capilla de Nuestra Señora de Loreto que guarda unos de los más preciados tesoros artísticos: los frescos pintados en sus muros. También puede apreciarse un grupo escultórico que representa la Anunciación una de las obras más bellas del Barroco italo-guaraní. La actual iglesia está ornamentada con un retablo original de un altar lateral originalmente ubicado en la Capilla de Nta. Sra. de Loreto, pero dada su importancia se lo consideró lo suficientemente grandioso para convertirlo en altar principal. En cuanto al conjunto urbano, la plaza se halla conformada por la iglesia y un importante número de viviendas con galerías, de gruesos muros y techos de teja, como testimonio del trazado jesuítico preexistente. La plaza de Santa Rosa, sigue siendo, al igual que antaño, un punto vital en la vida del pueblo.

 

 

 

           

 

 

LA CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO

 

            La capilla dedicada a Nuestra Señora de Loreto está ubicada en el lado sudeste de lo que era la gran plaza de la Reducción de Santa Rosa, al lado de la Iglesia Mayor de la cual queda todavía, una columna de lapacho. Entre la capilla y la torre del campanario actualmente se encuentra la casa de los Padres jesuitas y a la derecha la Iglesia Parroquial. La capilla, hasta hoy, con todo su esplendor, es una pequeña joya del arte jesuita. La dimensión y sus características son las clásicas de todas las capillas y oratorios: un lugar de pequeñas dimensiones, de devoción, en honor, en nuestro caso, a la Virgen Lauretana. Totalmente pintada, en su interior, con frescos que describen escenas evangélicas y el cuento de la Santa casa de Loreto. Entrando por la única puerta que tiene la capilla, puesta en la fachada que mira la Plaza Mayor, hecha de madera maciza de dos hojas, encontramos en la pared izquierda el gran fresco de la Natividad dividida en dos cuadros. En la pared sur, los frescos de la Santa casa, llevada a Loreto por los ángeles. Mientras en la pared que está ubicada a la derecha se puede contemplar el bellísimo fresco de la Sagrada familia en su trabajo cotidiano. El cielorraso de la capilla está pintado de azul, lleno de estrellas, que da a la capilla una dimensión profundamente religiosa. La primera vez que entré contemplando la intensidad del azul y la luminosidad de las estrellas, enseguida mi mente corrió al Icaro de Matisse, documento excepcional de la sed de infinito del hombre.

            Esta "sed y hambre del Infinito" que define el "yo" humano, encuentra en la iglesia, en Cristo, presente hoy, su única respuesta. En el oratorio de Nuestra Señora de Loreto, el hombre auténticamente religioso percibe y experimenta con conmoción la Presencia del Misterio. El templo en la tradición judeocristiana es la morada de Dios entre nosotros. Por eso toda la arquitectura y el arte en general de los jesuitas, expresión de la fe y de la belleza de la Iglesia, encarnada en la cultura guaraní, expresa el misterio de la Encarnación, del Dios hecho carne que acampó entre nosotros. La misma luz del sol que a través de unos rayos entra por la única ventana de la capilla, nos recuerda la entrada del Misterio divino en el mundo. Estos rayos que penetran a través de esta fisura iluminando la oscuridad de la capilla, son el símbolo del hombre que en el drama de la vida busca el azul del cielo, lleno de estrellas (decía un gran premio de la literatura italiana Ungaretti: "Cerrado entre cosas que mueren también el cielo lleno de estrellas se acabará ¿porqué deseo a Dios?"). Lo que impide la muerte del deseo, lo que permite que el grito no se transforme en desesperación sino en esperanza es que la fisura de la libertad humana permita a la luz, al Verbo, entrar, y desde allí, transfigure lo humano, divinizándolo. La capilla en toda su forma arquitectónica y decorativa parece describir los versículos del prólogo del evangelio de San Juan: "la luz brilla entre las tinieblas... la luz que ilumina a todo hombre llegaba al mundo... a todos los que la recibieron les dio la capacidad de ser hijos de Dios". Ultimo detalle interesante es el monograma de la Virgen tallada en la puerta, sobre la cual está el monograma de Cristo. La Virgen en la tradición cristiana es llamada "Ianua Coeli", "puerta del cielo". María, como la Iglesia, de la cual es madre e hija, es la puerta del cielo, la estrella que permite al hombre el despertar en su corazón la nostalgia del Infinito. Ella es la puerta que nos permite entrar en la morada de Dios: Cristo, que el monograma IHS nos recuerda. En las reducciones de Chiquitos (Bolivia) está escrito en el tímpano del templo: "Haec est ianua coelí", "esta es la puerta del cielo". Síntesis de la mariología y eclesiología cristiana.

 

 

 

 

LA ANUNCIACIÓN

            Dos tallas en madera La Virgen, de 106 x 56 cms.

            El ángel, de 146 x 90 cms.

 

            Este grupo escultórico, con seguridad, junto con el Cristo crucificado, que podemos contemplar en el Museo de San Ignacio Guazú, se coloca entre las obras más bellas del barroco italo-guaraní.

            La expresión del rostro, la sonrisa apenas pronunciada, los ojos de la Virgen que contemplan al "Verbum caro factum est", sus manos cruzadas sobre el pecho como para adorar, defender, proteger la semilla divina depositada en su vientre, los movimientos del vestido, su postura mendicante, expresan la sorpresa, el asombro de todo lo creado, de toda la historia dramática del hombre, sintetizada en esta adolescente de Nazaret. La plasticidad de sus movimientos que forman una sinfonía nos ayudan a reconocer que ya el Misterio está aquí entre nosotros.

            El Arcángel Gabriel, sonriente, expresa en el gesto de las manos todavía levantadas como signo de saludo, en la alegría del rostro, en la posición de los pies, en el movimiento del vestido y de la estola, el gozo porque la voluntad salvadora de Dios Padre ha sido acogida por María. Parece que no haya existido ningún tiempo entre el anuncio y el "sí", Parece que el "hágase en mí según Tu palabra" haya eliminado hasta la pregunta de la Virgen, "cómo acontecerá esto si no conozco varón", junto con la respuesta del Ángel, dejando todo concentrado en la propuesta del Anuncio y el "sí" de la Virgen. Porque lo que adquiere valor es la adhesión del hombre, la libertad del hombre que reconoce la libertad de la iniciativa divina que acontece, se manifiesta dentro del vivir humano, dentro de todas sus contingencias, dificultades y vicisitudes.

 

 

 

            LA HISTORIA DE LA CASA DE LORETO

 

            Al entrar a la capilla se tiene como fondo escenográfico un gran fresco, dividido en tres cuadros, de 108 x 280 cms., 108 x 315 cms. y 108 x 440 cms. respectivamente, separados uno del otro por pequeñas columnas de madera.

            El conjunto representa el traslado de la sagrada casa de Nazaret a Loreto, transportada por los ángeles. Solo dos de estos cuadros nos permiten observar con suficiente claridad, a pesar de haber perdido su belleza original, las etapas recorridas por los ángeles llevando la casita; mientras que en el primero de la secuencia ya no se percibe ninguna imagen. La mano que pintó estos frescos no parece ser la misma que pintó la Sagrada Familia en el cual el nivel artístico de expresividad, de descripción del Misterio expresado, es mucho más alto, Aquí estamos ante una pintura más primitiva, si bien todo ha acontecido en el mismo tiempo que han construido la capilla. En las reducciones trabajaron juntos los maestros jesuitas y los indígenas, artistas como Brasanelli y otros que ciertamente crearon una escuela de artistas y discípulos indígenas.

            La característica del Arte Barroco-Guaraní es la unidad que sólo la fe engendra y permite la valoración de todos los elementos auténticamente humanos presentes en cada cultura. La belleza del arte Barroco-Guaraní es un documento de la catolicidad de la fe de la Iglesia.

 

 

 

LA NATIVIDAD

Fresco. Mide 190 x 450 cms.

 

            Abarca toda la pared oriental de la capilla, siendo tristemente uno de los pocos ejemplos y el único de este tamaño, que queda en las Reducciones. El fresco, mal conservado y hasta destruido en partes, representa el Misterio de la Encarnación, el corazón del cristianismo; está compuesto por dos cuadros que dividen en dos la pared de la capilla. En la parte izquierda está representada, estéticamente muy hermosa, la Natividad, toda la secuencia de la Encarnación, arriba el rostro del Padre que envía al Espíritu Santo en forma de paloma, y abajo el pesebre que lleva encima tres letras del alfabeto latino: V.C.F., "el Verbo se hizo carne". Mientras un conjunto de ángeles con las manos unidas, contemplan el Acontecimiento más grande de la historia, cantando: "Gloria a Dios en las alturas". Un panorama espectacular: el cielo se une a la tierra, lo divino entra en lo humano, "el Verbo se hizo carne y se acampó entre los hombres".

 

 

FRESCO DE LA NATIVIDAD (DETALLE)

San Miguel echa a los ángeles rebeldes al Infierno

 

            En la parte derecha del fresco de la Natividad se presenta un cuadro hermoso, a pesar de estar desgastado por el pasar del tiempo, que visualiza a través de un conjunto de colores vivos la hipótesis teológica sostenida por Santo Tomás, según la cual Lucifer y algunos ángeles no aceptaron el acontecimiento de la Encarnación. Por esta razón fueron echados al infierno por el Arcángel San Miguel que es la figura dominante del cuadro.

            Pero más que una hipótesis teológica parece una tesis bien documentada mirando como hasta hoy lo que escandaliza al hombre, lo que es inaceptable al orgullo humano es el Misterio de la Encarnación. Podríamos sintetizar esta postura con lo siguiente: "un cristianismo sin Cristo", totalmente espiritualizado o reducido a un conjunto de valores éticos. El dramatismo de la escena, los movimientos de Miguel que con la espada echa al infierno a los ángeles rebeldes al hecho de la Encarnación, son un documento evidente de la tragedia humana que nace de un cristianismo vaciado de la presencia física de Cristo. El fresco sintetiza la conciencia que los jesuitas tenían de la misión: el anuncio del Verbo hecho carne y la libertad humana que puede abrazar o rechazar la presencia de Dios entre nosotros. La consecuencia del rechazo es el castigo, o sea, la destrucción de lo humano, de la realidad creada, personificada por los ángeles rebeldes. Mientras el reconocimiento de esta Presencia entre nosotros es la exaltación de lo humano, el cumplimiento de la realidad como parece expresar el rostro asombrado y lleno de delicia de los angelitos que contemplan al niño Jesús en el pesebre.

 

 

 

LA SAGRADA FAMILIA

Fresco Mide 110 x 160 cms.

 

            Esta obra es una pequeña joya. Parece un cuadro normal: una cornisa y dos columnas enmarcan la composición y al mismo tiempo delimitan el perímetro de la casa de Nazaret, al centro la Sagrada Familia durante el trabajo cotidiano. Entre José y María está Jesús adolescente. Los tres están trabajando: Jesús con el serrucho cortando una tabla, José que fabrica estrellas (interesante este particular, porque el trabajo es el nexo entre lo humano y lo divino, entre lo contingente y las estrellas), la Virgen un poco desenfocada parece estar tejiendo, pero más bien ocupada en la única verdadera ocupación: mirar las razones de su vida, Jesús y José. José y María expresan en sus movimientos, (maravillosa la posición de la cabeza de José, los lineamientos de su rostro, su mano derecha), la conciencia de que aquel chico es todo y que todo fue creado por El, con El, y en El. El trabajo es la evidencia de esta postura. El artista con este fresco quiere ofrecer a los indios el primer fruto del encuentro con Cristo, de la civilización que el Acontecimiento cristiano trajo al mundo: la familia y la dignidad y lo esencial del trabajo humano.

            La familia es el comienzo de las Reducciones; y el trabajo, la modalidad que permitió el nacimiento de esta experiencia excepcional, porque es totalmente humano. El trabajo en la cultura de las Reducciones, sea éste intelectual o práctico, es vivido como dimensión de la fe, como factor constitutivo de la civilización. Mirando el fresco uno puede recoger la belleza de la vida cotidiana de los indios cristianos, y también la pedagogía con la cual los jesuitas formaban hombres maduros, protagonistas de la historia. La civilización es lo divino que entra en lo humano, y lo que permite este nexo es el trabajo humano vivido como gloria de Dios: "Ad maiorem Dei gloriam". La civilización de las Reducciones es la evidencia.

 

 

 

LA PIEDAD

Talla en madera, de 120 x 80 cms.

 

            El modo con el cual el artista expresa el momento más dramático de la historia, el momento en el cual la Virgen María recibe en su regazo al hijo muerto, nos remite al talento que ha esculpido la Anunciación. Entre las dos obras existe un profundo nexo, una conciencia clara del Acontecimiento. Ambas imágenes describen el itinerario de la fe de la Virgen: al asombrado y tímido "sí" de la Anunciación corresponde el sí de la madurez, de la entrega total, llena de dramatismo. Es el cumplimiento definitivo de 1o que el Ángel le había pedido y de lo que Simeón en el templo había profetizado. Las dos tallas no se pueden separar. A la dulzura de la mirada de La Anunciación que contempla la semilla que está creciendo en su vientre, corresponde la mirada llena de lágrimas, de dolor de la Piedad. Pero un dolor totalmente entregado, que cumple el "sí" del comienzo. Los ojos fijos hacia arriba, al cielo, al Misterio que le ha pedido todo y los brazos que sostienen el cadáver del "Verbum", son la síntesis de su personalidad de fe. No más de rodillas, ahora sentada porque el peso del dolor parece aplastarla, dolor que en realidad es recuperado como gesto de redención en la expresión mendicante de su rostro. Esta talla expresa también todo el auténtico andar, la vida del hombre en su peregrinación hacia el Absoluto, la madurez de la fe en el hombre que vive el Bautismo. El dolor no es el fin de la vida. El sentido de la vida es la felicidad, el gozo. Pero la condición es el dolor como testimonia la dramática postura de la Virgen en la talla. El sentido de la vida es la totalidad, la libertad, o sea, la felicidad que solamente se encuentra en aquel punto fijado por la mirada de ella que justo un momento antes de recibir en su regazo al hijo, fue entregada por El a nosotros corno Madre: el rostro del Padre más allá en el "cielo".

 

 

LA VIRGEN DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN

Talla en madera, mide 70 x 40 cms.

 

            La belleza es el esplendor de la verdad. Ninguna creación se puede comparar con la belleza de María, "la tierra sin mal", en la cual ha brotado la verdad, el significado de la vida humana y de todo. Aún más el escultor expresa en esta imagen, a través del movimiento de los vestidos, la posición de las manos, la mirada fija en el Misterio, la pureza de la Virgen. Pureza que es la integridad del ser creado, la transparencia del significado último de todo. Solamente un hombre transfigurado, gracias al encuentro con el Acontecimiento del cristianismo, puede expresar a través del arte, la belleza que la verdad engendra despertando en el corazón sencillo el deseo del Misterio.

 

 

LA VIRGEN LAURETÁNA

Talla en madera, de 120 x 58 cms.

 

Detalle

 

            La Virgen de Loreto, a la cual está dedicada la capilla, es representada con el niño Jesús en brazos. Las manos del niño, a diferencia de las de la Madre que no se ven, a través de un movimiento característico de todos los niños que pertenecen a un hogar lleno de gozo, de cariño, junto con la sonrisa del rostro en el cual brillan dos ojitos que parecen brillantes, indican toda la ternura, el deseo de abrazar a cada hombre que lo reconoce.

            La figura del niño despierta y asombra a cualquier inteligencia humana que reconoce en El la Misericordia del Padre, remitiéndonos a la frase de Jesús: "si no volvéis a mí como niños no entraréis al reino de los cielos". El rostro de la Virgen llena de conmoción y de paz, repite los movimientos de la talla de la Anunciación: con los ojos un poco abiertos mirando al niño, y la sonrisa liviana de los labios. Una obra original que se diferencia de la iconografía que desde siempre representa a la Virgen de Loreto: el rostro muy oscuro, toda fajada dentro de un estatismo impresionante. Aquí todo lo contrario. El detalle del manto en particular exalta la diferencia: es totalmente abierto indicando que ella es la casa, la morada, el refugio, el punto de partida de la salvación, Jesucristo, que es como única "carne" con su madre. En la talla se percibe una diferencia con respecto a la mitad superior y la inferior. Dentro de un mismo tronco se desarrolla la madre y al niño se lo percibe como rama que brota de ella, que hundiendo sus raíces en el seno de la madre a un cierto punto se constituye. La Unidad entre madre e hijo se constata en la parte inferior, a través de las piernas del niño que se funden en el seno de la madre.

            En la mitad superior, la expresión de dos individualidades: la madre que contemplando al hijo afirma que la consistencia de su persona, el significado de su existencia radica en Él, y el niño, presencia tierna y misericordiosa que se ofrece al mundo.

 

 

 

SAN PEDRO Y SAN PABLO

 

            Son dos cuadros pintados sobre madera y miden, uno 100 x 34 cms. y el otro 100 x 36 cms., respectivamente. Estos cuadros siguen la iconografía clásica; San Pedro con la llave en la mano y San Pablo con la espada y el libro. La conciencia de la iglesia, como presencia física en el tiempo y en el espacio de Cristo, la Iglesia como contemporaneidad de Cristo, continuamente se encuentra no solamente en la catequesis de los jesuitas y en lo concreto de la vida, sino también en todas las obras artísticas de las reducciones. El lema "Ad maiorem Dei gloriare" coincide con la "implantatio ecclesiae". La evangelización es para los padres de las misiones el acontecer de la iglesia, que tiene en la solidez de Pedro la garantía y la seguridad de la fe y en el dinamismo físico de Pablo el ímpetu misionero. Normalmente las tallas de madera como las pinturas que encontramos en las Reducciones, a través de los movimientos marcados en los cuerpos y en los vestidos, expresan en modo plástico la conciencia cristológica y eclesiológica que tenían los habitantes de las Reducciones catequizados por los padres. La referencia continua a San Pedro y San Pablo era la evidencia de la catolicidad de las "doctrinas" y de la unidad con el corazón que garantiza la experiencia auténtica de la fe: la comunión con el Papa.

            Documento excepcional de una verdad fundamental: la existencia, el crecimiento y la riqueza de una Iglesia particular depende exclusivamente de la comunión y obediencia filial al Vicario de Cristo. En los jesuitas no existía ni la mínima tentación del nacionalismo diabólico que puede ser la tentación más grande de una Iglesia particular.

 

ENLACE INTERNO A DOCUMENTO FUENTE DE LA INFORMACIÓN

 

(Hacer click sobre la imagen)

 

REDUCCIONES JESUÍTICAS - EL CRISTIANISMO FELIZ

Padre ALDO TRENTO

Editorial SAN RAFAEL

Fotos de FERNANDO ALLEN

Asunción - Paraguay. Enero 2001 (147 páginas)





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