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ROBERTO A. ROMERO (+)

  PROTAGONISMO HISTÓRICO DEL IDIOMA GUARANÍ - 3ª Edición - Por ROBERTO A. ROMERO - Año 2008


PROTAGONISMO HISTÓRICO DEL IDIOMA GUARANÍ - 3ª Edición - Por ROBERTO A. ROMERO - Año 2008

PROTAGONISMO HISTÓRICO DEL IDIOMA GUARANÍ

 

Por ROBERTO A. ROMERO

 

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Diseño y Diagramación de interior: BERTHA JERUSEWICH

Corrección: BEATRIZ POMPA

 

ISBN: 9789995300890

3ª Edición, 2008 (183 páginas)

Tamaño: 13 x 20 cm

Asunción – Paraguay

 

 

 

 

 

INDICE

 

INTRODUCCIÓN

Mapas

 

PRIMERA PARTE

- El Guaraní, Idioma de autonomía

- Protagonismo del Idioma Guaraní en el proceso nacional

- Los Idiomas Nacionales del Paraguay. Necesidad de oficializar el Guaraní

- ¿Paraguai o Paraguay?

- Las mujeres guaraníes. Sus derechos y sus nombres

- Sobre el origen de la Lengua Guaraní

- De cómo murió el Cacique Lambaré

- Juan de Salazar de Espinoza, fundador de Asunción

 

SEGUNDA PARTE

- El Guaraní: Idioma de la Defensa Nacional

- El Mariscal López y la Proclama de Cerro Corá

- La noche antes de Goycochea Menéndez traducida al Guaraní

- El Idioma Guaraní en la Guerra del Chaco

- Antecedentes históricos sobre el uso oficial de la Lengua Guaraní

- Una carta al Rey de España en guaraní

- Los Cabildos indígenas peticionaban en Guaraní

- Una petición en Guaraní a la Junta Superior Gubernativa

- Una petición en Guaraní al Gobernador Lázaro de Rivera

- Expediente promovido en guaraní ante el Gobernador Velazco

- Uso del Idioma Guaraní en la Revolución Americana

-El Guaraní tuvo también uso diplomático

- El Idioma Guaraní en las Misiones Jesuíticas

- Valores del idioma nativo, «Las Catilinarias» ele Cicerón traducidas al Guaraní

- Una semblanza de Emiliano en Guaraní

- Homenaje a la Ciudad de Corrientes

 

TERCERA PARTE

- El Himno Nacional Paraguayo del Doctor Francia

- Himno Nacional Paraguayo Primitivo

- La traducción al Guaraní del Himno Nacional. Cuestiones que plantea. La grafía.

Traducción o Adaptación. Conclusión

- Versiones guaraníes del Himno Nacional actual

 

APÉNDICE

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         La Constitución de la República del Paraguay, sancionada por la Convención Nacional Constituyente el 25 de agosto de 1967 y promulgada por el poder ejecutivo en la misma fecha, dispone en su Art. 5°: «Los idiomas nacionales de la república son el español y el guaraní. Será de uso oficial el español».

         La citada norma constitucional tiene con relación al guaraní un efecto declarativo e importa el reconocimiento de una realidad social e histórica, ya que el mismo fue siempre la lengua nacional del Paraguay. Fue su primera lengua desde antes de la llegada de los conquistadores europeos, hablada por nuestros antepasados aborígenes. El castellano ha sido adoptado en nuestro país razón de haber sido la Provincia del Paraguay, una colonia dependiente del imperio hispánico, durante tres siglos. De allí proviene su tradición de idioma dominante.

         Durante todo el tiempo que duró la Colonia, mantuvo el guaraní su condición de lengua general del Paraguay. Los Cabildos de los pueblos de indios peticionaban a los Gobernadores en idioma guaraní. Hernando Arias de Saavedra, por Ordenanza N° 31 de 29 de noviembre de 1603, adoptó el guaraní como idioma de gobierno, al disponer que todas las actuaciones de su administración, sean pregonadas en dos lenguas: la castellana y la guaraní, «para que lleguen a noticia de todos». Al utilizarse el guaraní como medio de comunicación entre gobernantes y gobernados, se daba uso oficial al mismo.

         En el período independiente, los Bandos de la Junta Superior Gubernativa se publicabais también en idioma castellano y en idioma guaraní, en la forma tradicional establecida en la citada Ordenanza de Hernandarias, para que lleguen a conocimiento de todos.

         En las dos guerras internacionales que sufrió nuestro país, el guaraní fue el idioma de las trincheras, idioma de la defensa nacional.

         La inmensa mayoría del pueblo paraguayo siente y habla en guaraní. Siendo que existe como una realidad y como un componente de los perfiles espirituales de la nación el idioma guaraní oficializa por sí mismo, de tal suerte que su declaración legal no sería sino un acto consagratorio de ese valor inalienable.

         Esta hora de nuestra historia, signada por el asedio de fuerzas desintegradoras de nuestra identidad nacional, está favorecida por una mentalidad contumaz de sometimiento. Esa mentalidad de sometimiento es dimanante de una educación que no protege ni fomenta la defensa de los valores genuinos de la nacionalidad. Así podemos observar en nuestro propio territorio fronterizo con el Brasil, una real penetración económica y lingüística de parte de nuestros vecinos del Este, formándose verdaderas colonias sustraídas a la explotación por parte de los ciudadanos paraguayos sin tierras -los dueños seculares de las mismas-, de tal suerte que casi todas las relaciones socio-culturales de esa región se desarrollan en idioma portugués. Se va formando insensiblemente un nuevo "yopará" o mezcla idiomática del castellano, guaraní y portugués.

         El guaraní fue siempre una lengua de liberación nacional, una frontera ideológica defensiva de nuestra soberanía contra los embates del colonialismo, un arma espiritual del pueblo paraguayo contra los enemigos de su libertad.

         «Quiero conocer él guaraní. ¿Qué esperan para hacerlo idioma oficial? Y si los otros no lo entienden, ¿qué a ustedes? ¡Ya lo aprenderán! No tienen que hacerse fáciles para que otros les entiendan. No se dejen clasificar como si fuerais animales de zoológico. Si no les entienden en vuestra lengua, ¡que la estudien!.

         Leo aquí los libros que tengo en la Sección Americana de mi biblioteca; con esa lengua pelearon cuatro caciques: Paraguá, Paragua-í, Guarambaré y Lambaré; ¿Qué más tradición histórica quieren ustedes? Con el guaraní de aquellos cuatro caciques en la boca, se enfrentaron sin temor alguno a los españoles. Los guaraníes no tenían riquezas que defender sino la tierra de sus abuelos...»

         «El idioma guaraní pues merece una atención especial, pues con él se ha buscado el camino de la libertad paraguaya», decía don Miguel de Unamuno a don Manuel Gondra, en carta de fecha 19 de febrero de 1911.

         En realidad, ¿qué mejor tradición necesitamos para adoptar el guaraní como idioma oficial? Un pueblo carente de la mística de su pasado histórico, no tiene presencia valorativa en el concierto de las naciones.

         Las precedentes consideraciones han motivado la publicación del presente trabajo, con el objeto de fortalecer la conciencia ya existente en nuestro pueblo, de oficializar el idioma guaraní, para que no nos despersonifiquemos.

         Necesitamos oficializar el guaraní, para que ambos idiomas, el castellano y el guaraní, iguales en la ley, continúen forjando, cada cual dentro del área de su competencia, el proceso cultural de la República.

 

         El Autor

 

 

 

PRIMERA PARTE

EL GUARANÍ: IDIOMA DE AUTONOMÍA

 

         Fue nuestra primera lengua la de los cari'ó-guaraníes del Paraguay, y por consiguiente, idioma nacional desde antes de la constitución del Estado paraguayo.

         GUARANI quiere decir nación o pueblo libre. Los cronistas de la conquista y de la colonia que acostumbraban acomodar a la palabra «guaraní» el significado de «guerrero», derivándolo arbitrariamente, de la voz nativa GUARANI que significa «guerra». Así se vino repitiendo, tal como figura todavía en nuestros días, en algunos textos de enseñanza. Era una acepción interesada para magnificar la obra de la conquista o usurpación de las tierras de los «belicosos» naturales y para justificar la violencia y crueldad con que se reprimieron las rebeliones de los guaraníes que se sucedieron a lo largo del período colonial. Era también provechosa, porque solamente los indios «que libraren guerra permanente contra los españoles» podían ser sometidos a la servidumbre, según las leyes de Indias, que al prohibir la esclavitud, establecían esa excepción.

         Antonio Ruiz de Montoya, en sus obras «BOCÁBULARIO» y «TESORO DE LA LENGUA GUARANI» -Julio Platzmann, Leipzig 1837-, no menciona la palabra «guaraní» con significación de «guerrero». Esos libros son el «panléxico» del idioma nativo.

         «La verdad es que los aborígenes guaraníes no se tenían por guerreros o belicosos, si bien no por eso dejaban de ser conquistadores y dominadores: ellos admitían la guerra para defender su expansión y sus chacras». (1)

         Ningún pueblo, ningún ser humano apareció sobre la tierra con el arma bajo el brazo para matar a sus semejantes. La evolución de las comunidades primitivas registra diversos estados prehistóricos de cultura, anteriores a la historia escrita. La guerra, como hecho social, nació en un momento determinado del desarrollo de dichas comunidades, por imperio de la necesidad. Es una ley universal. Los guaraníes no podían haber sido una excepción.

         La característica principal de nuestros antepasados aborígenes fue la arraigada pasión por su libertad. Ante los impulsos de la invasión colonialista, ellos defendieron con su vida y con su sangre, la tierra de sus abuelos.

         Recordemos, como ejemplo, la gran rebelión de los indios de Arecayá que estalló el 28 de octubre del año 1660, encabezada por el corregidor del lugar, el cacique Rodrigo Yaguariguay, que pretendió terminar con la dominación española. Vencieron las armas realistas, y el gobernador Alonso Sarmiento de Figueroa ordenó la «desnaturalización» o desaparición del pueblo de Arecaya. Los indios sobrevivientes de la batalla fueron traídos como prisioneros, acollarados, para ser repartidos en yanacona entre los encomenderos de Asunción. Yaguariguay, junto con otros nueve caciques que participaron de la insurrección, fueron condenados a morir en la horca, para escarmiento. Nunca se hubieran imaginado aquellos nobles y heroicos guaraníes, hijos de la selva, que el hombre llamado «civilizado» fuese capaz de utilizar semejante instrumento de persuasión.

         El gobernador mandó oficiar una «Misa de acción de gracias» en la Iglesia Catedral para celebrar «la Paz de la Provincia».

         Mientras los conquistadores europeos buscaban su libertad, que para ellos valía más que cien de la Plata.

         Los CARI’O o carios, habitaban la región situada en la margen oriental del Río Paraguay, entre los ríos Jejui y Tebicuary, de Norte a Sur, y por el Este, la cordillera de Ybytyruzú, en donde estaban asentadas sus parcialidades organizadas dentro de TAVAS o aldeas fortificadas, con su gobierno de caciques o Mburuvichá (de Mborúvaicha, como un padre), en cuya vara de mando o «yva» se guardaba, según sus mitos, el secreto del origen de su idioma que debían dominar a perfección, como un requisito indispensable de su elección y de su autoridad. Eran designados en asambleas (Amandayé), siendo la gran aldea o tavaguasú PARAGUAY (la «Y» con sentido gutural), el centro de esa nación.

         Eran agricultores, apegados a sus tradicionales formas sociales y políticas de vida, conforme a una democracia de iguales, basada en un régimen de economía comunitaria que les daba seguridad e independencia.

         Eran orgullosos de su autonomía, de su GUARANI (GUARA: Raza, pueblo, nación, y NANDI: libre y sin ataduras, en el guaraní antiguo). La contracción de las palabras es una característica propia de la lengua nativa. En su acepción de lenguaje, significa idioma de pueblo, que acostumbraban llamarse a sí mismos AVA ETE (hombres verdaderos).

         El arma de su expansión fue su idioma portentoso. Los demás pueblos guaraníes, emparentados y diseminados entre las cuencas hidrográficas del Amazonas y del Plata, y desde la costa marítima del Brasil hasta la falda andina, como los de las islas del Delta, los yapeyúes y los tápes del Alto Uruguay, los del Paraná, Guairá y Tayaóva, Matto Grosso y Curitiba, los Karichó del litoral oceánico -desde la barra de la Cananea hasta la laguna de los Patos-, los guayanás de San Paulo, y en general los tupí-guaraníes, los itatines y los chiriguanos, mantenían constantes relaciones con los carios del Paraguay.

         Aunque diferenciados culturalmente, estaban vinculados por el idioma común que los misioneros cristianos denominaron después «lengua general del Paraguay», y lo utilizaron para su obra de catequización de los indígenas, contribuyendo de esa manera a darle mayor difusión. «Lingua geral» le llamaron los portugueses.

         «Era el único lazo de inteligencia entre tribus cuyos idiomas eran intraducibles los unos en los otros y que sólo sabían entenderse en guaraní». (2)

         Aquellos pueblos que vivían dispersos y distantes, formaban una especie de DOMINIO LINGÜÍSTICO, en donde el guaraní cumplía la función de idioma principal de relación y comunicación.

         «De todas las lenguas americanas, es la que ha tenido mayor difusión en el continente, hablada a manera de lengua internacional entre pueblos guaraníes, guaranizantes y extraños. Fue la lengua diplomática del Atlántico. La toponimia de América está llena de palabras guaraníes». (3)

         Un camino terrestre unía la capital de los carios -hoy Asunción- con el puerto marítimo del MBYAZA, frente a Santa Catalina. Era la vía de comunicación e intercambio con las tribus del Brasil. Aquellos llevaban mercancías, como hamacas y cacharras y traían, a cambio, sal para aderezar sus alimentos, entre otras cosas. Ese camino, el TAPE AVIRU, existía todavía hasta mediados del siglo XVIII, según Natalicio González. Una antigua relación lo recuerda:

 

         Mamopa rejhó cheirú,

         Ajhá Paraná riré,

         Mba'épa reruta chéve,

         Yuky veramí manté.

 

         El prestigio gravitante que tenían los guaraníes del Paraguay entre las tribus aborígenes de la región platina, se proyectó en el destino de la casa-fuerte levantada por Juan de Salazar de Espinoza sobre el mismo recinto de la antigua tavaguasú «Paraguay», el 15 de agosto de 1537. La ciudad de Nuestra Señora de la Asunción, centro de poder de la Colonia, capital de la llamada «Provincia Gigante de las Indias», vio facilitada su misión fundadora de ciudades a los cuatro vientos: Ontiveros y Ciudad Real, Villa Rica, Santiago de Jerez, Concepción del Bermejo, Corrientes, Santa Fe, la segunda Buenos Aires y Santa Cruz de la Sierra, mediante la tradición de capitalidad idiomática y racial que tenía la vieja CIUDAD-NACION de los carios. Los mestizos asuncenos, que sólo hablaban el guaraní, llevaron a esas fundaciones, junto con la sangre de su estirpe, las flores perfumadas de su idioma.

         Se proyectó también en el proceso de las luchas libertarias que tuvieron por escenario nuestra ciudad capital, desde sus días iníciales. Los mestizos paraguayos, al imponer su propia lengua vernácula en todo ámbito de la Provincia, dispusieron del medio de comunicación general de su pasión política, siempre orientada hacia la reivindicación de la heredad común usurpada a sus antepasados nativos por la fuerza de la conquista. Esa conciencia de nacionalidad permitió la fácil difusión y entusiasta acogida que tuvo en el Paraguay la prédica del Obispo Bernardino de Cárdenas, de José de Antequera y Castro y de Fernando de Mompox, en contra del absolutismo feudal y en favor de los fueros locales.

         El legado castellano de los derechos del Común o pueblo, se fortaleció con la savia de la nativa tradición autonomista y ambas corrientes, en natural conjunción, sostuvieron la doctrina de la Revolución Comunera del Paraguay, con su lema invencible: LA VOLUNTAD DEL PUEBLO ES LA PRIMERA LEY, y que tras largo y porfiado batallar culminó victoriosamente con la Independencia Nacional.

 

         NOTAS

 

1- Antonio E. González, «YASIH RENDIH» - Editorial El Gráfico, 1960, Asunción.

2- Efraím Cardozo, «Historia Cultural del Paraguay» T.I. Época Colonial.

3- Juan José Soler, «Introducción al Derecho Paraguayo», Edic. La Colmena, 1959, Asunción.

 

 

 

PROTAGONISMO DEL IDIOMA GUARANÍ EN EL PROCESO NACIONAL

 

         Con la llegada de los conquistadores españoles y la implantación del régimen de las encomiendas por Domingo Martínez de Irala, se liquidaron las antiguas estructuras sociales de las comunidades nativas, a pesar de la enconada resistencia de las mismas. La necesidad de aumentar la población creada por el nuevo orden de las relaciones políticas, jurídicas y económicas del sistema colonial, dio origen al mestizaje. Con el mestizaje nació nuestro bilingüismo, qué representó desde un principio la interpenetración de dos formas culturales diferentes: la europea y la autóctona, en una convivencia y enfrentamiento a la vez, que se manifestó en dos expresiones idiomáticas también distintas, el español y el guaraní.

         El guaraní, lengua de unidad y de resistencia de la población mestiza, fue uno de los factores principales que contribuyeron para la formación de la conciencia de la nacionalidad, sostenida por la voluntad de los hijos de la tierra.

         Desde entonces, ambos idiomas, independientes el uno del otro, relacionados y complementados por la necesidad de la supervivencia nacional, en paralelo itinerario, han marcado el agitado proceso de nuestra historia.

         La consagración oficial de nuestro bilingüismo, aparece ya en las actuaciones del primer gobernador criollo.

         Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), gobernador del Río de la Plata y del Paraguay, nacido en Asunción en 1560, designado por voluntad de los vecinos de la Provincia del Paraguay conforme a la Real Cédula del 12 de Septiembre de 1537, dispuso que los actos de su gobierno fuesen pregonados en dos lenguas: la española, la de los encomenderos, y la guaraní, por ser la lengua preferida de toda la población mestiza de la Colonia, según Ordenanza N° 31 del 29 de noviembre del año 1603, como se verá luego. «HERNANDARIAS eligió el guaraní como idioma de mando» (Efraím Cardozo).

         Se había familiarizado tanto el uso de la lengua nativa, desde los primeros tiempos del régimen colonial, siendo la que presidía toda la vida de relación de la Provincia.

         Los aborígenes resistían aprender el español y los mestizos preferían hablar la lengua materna.

         La evangelización de los naturales era impuesta por la Corona y figuraba en las instrucciones al Adelantado don Pedro de Mendoza.

         El Sínodo Diocesano de Asunción del mes de octubre de 1603, reunido bajo la presidencia del Fray Martín Ignacio de Loyola, Obispo del Río de la Plata, resolvió adoptar oficialmente el idioma guaraní para la enseñanza de la doctrina cristiana «por ser la lengua más clara y hablarse generalmente en todas estas Provincias», siendo su conocimiento obligatorio para los curas encargados de esa enseñanza. Adoptó asimismo como texto obligatorio para la instrucción de los indios, el Catecismo en guaraní del P. Luis de Bolaños, al que se agregaron después, por otro Sínodo reunido en 1631, las oraciones en guaraní del Beato Roque González de Santa Cruz.

         El sistema educacional de la Colonia se desarrolló en los dos idiomas: la enseñanza en castellano para los hijos de españoles, en escuelas a cargo de preceptores autorizados por el Cabildo, para instruir en letra, oficios y doctrina, y la enseñanza en guaraní, masivamente impartida a la población indígena con el mismo fin.

         En las Misiones Jesuíticas del Paraguay funcionaban escuelas donde la enseñanza se difundía exclusivamente en guaraní, en cuya lengua se cumplían también las actuaciones del gobierno de los pueblos o reducciones, con su corregidor, alcaldes y regidores indígenas. «Nadie allí entendía el español, sino que se leía y escribía sólo en guaraní», aseveró Félix de Azara luego de visitar el territorio misionero poco tiempo después del extrañamiento de los Jesuitas. Las conocidas gramáticas y diccionarios de los padres Alonso de Aragona, Ruiz de Montoya, Paulo Restivo y José de Anchieta, que registraron y consolidaron el idioma nativo, representan el período clásico de la literatura escrita en guaraní.

         Los Cabildos de los pueblos de indios, situados dentro de la Provincia del Paraguay, a los que se agregaron los Cabildos de los trece pueblos misioneros después de 1767, peticionaban al gobernador en idioma guaraní.

         Mencionamos dos cartas del Cabildo de Santa María de Fe, dirigidas al gobernador Joaquín de Alós; la una pidiendo la expulsión de estancieros arrendatarios establecidos en sus tierras, con el siguiente encabezamiento: «Ore ruvichá guasú: Al Sr. Gobernador y señor de todos los Cabildos», con el texto íntegramente en guaraní (ANA-SH 512 folios 4, N° 5, año 1788), y la otra pidiendo la libertad de algunos presos - «poriahu, ombaapohaguá- rogüerecó hagüa angapyhy» (pobres, para que trabajen y tengamos tranquilidad) ANA, NE folios 133 y 134. Firman el corregidor, cabildos y caciques. Estas y otras peticiones de los Cabildos de Yuty, Altos y otros pueblos, citados por Bartomeu Meliá, S.J. (FUENTES documentales para el estudio de la Lengua Guaraní de los siglos XVII y XVIII - Asunción, 1970), demuestran la utilización oficial del idioma guaraní en la comunicación de los Cabildos con el Gobernador de la Provincia.

         Esa demostración del carácter oficial que tenía el idioma nativo, constituye la frondosa correspondencia del general Manuel Belgrano, dirigidas a las autoridades de la Provincia del Paraguay, en vísperas del cruce del Río Paraná por el ejército a su mando, para explicar los motivos de su expedición armada. La carta al gobernador dice: «Paraná rembey, 6 de diciembre de 1810. Señor Mburuvichá Don Bernardo de Velazco». Otra dirigió al «Cabildo Paraguay pegua pe», Las versiones en castellano tienen textos separados. Así, la famosa Proclama a los Paraguayos: «Nobles, fieles y leales paraguayos», en la versión guaraní dice: «Poromoñandú. Paraguay gua peva, hecó agüiyeibeba, hae hecó catupyrybe ba». Y otra serie de cartas al obispo del Paraguay, a los comandantes de Misiones e Itapúa. Todas redactadas en guaraní sin ninguna mezcla del castellano, tal como se escribía entonces en la región misionera. (Museo Mitre de Buenos Aires. Lenguas Americanas.-BELGRANO. Documentos en guaraní Legajo 14-88. Año 1810).

         «Los mestizos del Paraguay y de Corrientes abandonaron el español por innecesario. Por más de dos siglos el aislamiento mantiene invariable la situación lingüística... cuando la invasión de Belgrano penetra en el Paraguay; la situación lingüística de la región no había variado. Por supuesto que en los pueblos de españoles e indios, o en los de indios fundados por los españoles aún en las cercanías de Asunción, el guaraní era la lengua única.» (MARCOS A. MORÍNIGO: «Para la historia del español en la Argentina - Las cartas guaraníes del General Belgrano». Buenos Aires, ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS, 1969).

         Al comunicarse con las autoridades del Paraguay en guaraní, Belgrano, vocal de la Junta de Buenos Aires, le daba al idioma nativo el rango de idioma oficial.

         Consta también que después del 14 de mayo de 1811, el MANIFIESTO a todos los habitantes de la Provincia, «Hecho en el Cuartel General de la Asunción del Paraguay a 9 de junio de 1811», firmado por Pedro Juan Caballero, F. Yegros, Antonio T. Yegros, Mauricio J Troche, J.B, Rivarola y Vicente I. Iturbe, fue publicado por Bando «en la forma acostumbrada, explicándose su contenido en lengua castellana y en lengua guaraní», tal como dos siglos antes se publicaron las Ordenanzas de Hernandarias «para que llegue a noticia de todos» (ANA, SH, Vol. 214 folio 59, año 1811).

         Durante los regímenes autonomistas del doctor Francia y de don Carlos A. López, la prolongada e intransigente defensa de la independencia de la República contra los enemigos del exterior, y en lo interno, la tenaz política para liquidar las formas jurídico-sociales heredadas del colonialismo, contribuyeron para consolidar la unificación nacional de la población mestiza y para mantener el legado del idioma nativo por su continuado uso, conservado como lengua hablada por haber cesado su enseñanza después de la extinción de las reducciones jesuíticas.

         Correspondió al gobierno del Mariscal López la reivindicación de la literatura escrita del idioma guaraní y del uso oficial del mismo, al disponer la publicación por la Imprenta Nacional de los periódicos bilingües «Cabichu'i», «La Estrella» que apareció en Piribebuy ya en papel de caraguatá, además del «Semanario», y uno enteramente en guaraní: «El Cacique Lambaré», con una ortografía adoptada por el Congreso de Grafía de Paso Pucú del 18 de mayo de 1867. Eran todos periódicos oficiales, medios informativos de los actos del gobierno así como de los acontecimientos bélicos ocurridos durante la contienda.

         Ya «El Centinela» anunciaba en su primer número que «de vez en cuando hablará en su querido guaraní, porque así se expresará con más gusto en su propia lengua». Los versos en guaraní, a veces humorísticos, demostraban un espíritu de optimismo bélico, como éstos publicados en el Nº 10: «Mitre ya odisparama/Flores ohó tenondé/Caxias mante opytá/Imbegüe co carumbé». También el «Campamento Cerro León», con letra en guaraní, fue el himno popular que animaba el entusiasmo del ejército combatiente. Durante la guerra contra la Triple Alianza, el guaraní fue el idioma de la resistencia.

         Esa misma importancia tuvo el idioma nativo, en nuestro siglo, durante la guerra del Chaco. Utilizado en el frente de operaciones para impartir órdenes con claves ininteligibles para el enemigo y así despistarlo. Fue el idioma de las trincheras.

         Por su poderosa razón de autonomía, fue un factor de la unidad y del sacrificio nacional. Puede decirse que toda la campaña de la guerra y de la victoria, las vivió el pueblo paraguayo en guaraní.

         Continúa siendo en nuestros días el guaraní la lengua familiar de la mayoría de la población paraguaya. Es imposible conocer la idiosincrasia de ésta como unidad sociológica distinta, con sus intereses, sus pasiones y sus ideas, sin la ayuda del idioma nativo que es el medio genuino de expresión de la conciencia de la nacionalidad sobre su propio destino independiente, dentro de la comunidad de los pueblos americanos.

         Sobrevive nuestro idioma nacional a pesar del largo período de incomprensión y desplazamiento de que fuera objeto después de la guerra contra la Triple Alianza. En la Asamblea Nacional Constituyente del año 1870, se prohibió el uso del guaraní en las sesiones de la misma. Por Resolución del 7 de marzo de 1870, firmada por Cirilo Antonio Rivarola, miembro del Gobierno Provisorio impuesto por los vencedores: «se prohíbe el uso del idioma guaraní en las escuelas». La prohibición del uso del guaraní en las escuelas era con el pretexto de ser el mismo un factor de atraso y de estancamiento intelectual.

         En esa campaña contra nuestro idioma nativo, se ha hecho ya un lugar común la opinión repetida hasta nuestros días, de que el guaraní entorpece el aprendizaje del castellano.

         El español es nuestro idioma nacional que nos une con el mundo exterior y con él recibimos los adelantos de la civilización universal, en tanto que el guaraní nos relaciona con nuestro pasado y con él recibimos las mejores tradiciones patrias.

         Nuestro bilingüismo se manifiesta principalmente en las poblaciones de las ciudades. El español es el idioma empleado en las reparticiones públicas, en los tribunales, en las conferencias, en las aulas escolares o universitarias. Pero apenas salidos de esos lugares, al encontrarnos con nuestros amigos, preferimos comunicarnos en nuestra confidencial e igualitaria lengua, el guaraní.

         Pero en las zonas rurales del país, el idioma generalmente utilizado por habitantes en sus relaciones diarias es el guaraní. Entre los campesinos, la posición de la lengua heredada de sus antepasados, los mestizos de la Colonia, es todavía bastante sólida. Las autoridades locales se comunican con ellos en el idioma nativo. Las actuaciones ante los juzgados de Paz, como los comparendos y declaraciones testifícales se cumplen también en el mismo idioma. Cualquier orador que pretenda interesar a sus oyentes del campo, deberá dirigírseles en guaraní, para ser verdaderamente comprendido.

         Un fenómeno frecuente entre nosotros, es el que presentan muchos inmigrantes originarios de los más diversos lugares del mundo, que pasan por sobre el castellano para aprender directamente el guaraní. Esto despertó la curiosidad del eminente lingüista sueco Bertil Malmberg que visitó nuestro país, citando el caso del inmigrado de Finlandia que llegó al Paraguay «sin otro bagaje lingüístico que el finlandés y no aprendió más lengua que el guaraní». Le era suficiente, sin embargo, para comunicarse con los habitantes del campo.

         En labios de los campesinos adquiere nuestro idioma toda su importancia y su riqueza para expresar imágenes de infinita variedad, para la síntesis de las ideas y también para sátira y la ironía, manejadas éstas con gracejo incomparable. Una vieja anécdota de la época en que a los vecinos de las compañías se les reunía en «junta» para recibir instrucciones de los comisionados del gobierno, refiere que en cierta ocasión, durante una de esas convocaciones, en la región de Itá, a un funcionario que recomendaba mejorar la cantidad y calidad de las cosechas del año, y solicitaba un mayor esfuerzo de los agricultores, terminado su discurso, uno de los presentes le contestó: «Romba'apoco nde carai, jha ro ñemity icatujháicha: pe'ënteco pende retaiterei» (Trabajamos, señor, y cultivamos todo lo posible, pero ustedes son muy numerosos).

         La estadística más aproximada a la realidad, dice que el 91% de la población habla el guaraní, el 44,9% exclusivamente el guaraní y el 46,1 % guaraní y español. Elocuente demostración de la vigencia actual del guaraní como primera lengua nacional.          La copiosa literatura escrita existente en guaraní, en diversos géneros, con sus cultores principales como Narciso R. Colmán, Marcelino Pérez Martínez, Julio Correa, Emiliano R. Fernández, Gumersindo Ayala Aquino, Manuel Ortiz Guerrero, Darío Gómez Serrato, Félix Fernández, Teodoro S. Mongelós, Eduardo Saguier, etc., demuestra que el idioma nativo, en vez de estancarse, más bien ha florecido. Citemos también a Tadeo Zarratea, Ramiro Domínguez, Carlos Martínez Gamba, Rudi Torga, Félix de Guarania, José Frutos (José Yvá), Pedro Encina Ramos, José D. Portillo, Feliciano Acosta; Ramón Silva, Miguel Ángel Meza, Natalia K.de Canese y otros.

         «Parece mentira, pero es lo cierto que lo que mata a las lenguas es la falta de cultivo literario, la ausencia de escritores. Los idiomas se alimentan de las emociones de los poetas, del dolor fecundo de los artistas. En el fin de todas las lenguas observaréis una ausencia absoluta de escritores de valor», dice Natalicio González en su libro «Ideología Guaraní». No hay peligro entonces de que nuestro idioma se debilite. Los escritores guaraníes son cada vez más prolíficos y fecundos. Son los verdaderos custodios del idioma y cuyas obras creadoras de verdades y de belleza, contribuyen a mantenerla y perfeccionarla.

         Tanta actualidad tiene nuestra lengua vernácula que su tradición ejerce sobre la sensibilidad del hombre nacido en esta tierra, una permanente influencia como expresión de relación con el pasado legendario y misterioso de la estirpe. Está presente en las leyendas y relatos, cuentos y ñe'engá, en las canciones y en todas las manifestaciones del folklore popular. Y hasta en el cielo, con Yasy (la luna), Mboreví rapé (la Vía Láctea), Guyrá yoasá (las Tres Marías), Mby-yá co'ë (Venus Matutina), los planetas y las estrellas cubren de nombres guaraníes las celebradas noches del Paraguay.

 

 

SOBRE EL ORIGEN DE LA LENGUA GUARANÍ

 

         Los diversos estudios científicos realizados hasta nuestros días no han permitido dar una conclusión cierta y definitiva sobre el origen del hombre americano. Si éste haya provenido de otro Continente, cuándo y cómo, es cuestión que pertenece todavía al mundo de las hipótesis. Según algunos, el hombre primitivo americano tuvo su origen en suelo americano. Existen trabajos interesantes sobre la materia, como son los libros de Florentino Ameghino: «Filogenia»; de Alcides D'Orbigny: «El hombre americano»; de Ulloa: «Noticias americanas» y de Paun: «Recherchez sur les americaans».

         La verdad es que las primeras comprobaciones que tuvieron los europeos de nuestro Continente y sus habitantes, datan de los descubrimientos y conquistas de los siglos XV y XVI.

         Los centenares de dialectos que hablaban los habitantes indígenas de América, diferían completamente de las lenguas de otros Continentes. Los trabajos de lingüística comparada han señalado cerca de quinientos dialectos, reducidos a unas veinte y seis lenguas matrices, esencialmente distintas las unas de las otras e irreductibles a un centro lingüístico único. Entre estas lenguas matrices se encuentra el GUARANI, hablada por los indígenas del Paraguay, desde donde se había difundido hacia otras regiones del Río de la Plata y del Brasil. Aquí debió haber nacido la lengua guaraní que conocemos y que cruzando los siglos, llegó hasta nuestros días.

         Un testimonio histórico de lo aseverado precedentemente, constituye la Carta de Luis Ramírez, sobreviviente de la expedición de Juan Díaz de Solís, fechada en el puerto de San Salvador el 10 de julio de 1528, memorial que constituye el primer jalón historiográfico del Río de la Plata, donde aparece por primera vez la palabra PARAGUAY, aplicada al río epónimo, así como la voz GUARANI para referirse a los aborígenes que habitaban la comarca donde se fundó la Ciudad de la Asunción, el 15 de agosto de 1537. (Publicada por el Museo Mitre de Buenos Aires, Archivo Colonial, T.I. PP. 88-116, 1916).

         También Martín Afonso de Souza, quien fundó en 1532 la Capitanía de San Vicente, llamó GUARANÍES a los aborígenes de la costa Atlántica. Los tupíes del Brasil y los guaraníes del Paraguay pertenecían a una misma raza y hablaban un mismo idioma que fue diferenciándose con el tiempo por la influencia del portugués en el Brasil y el español en el Paraguay, donde esa influencia no llegó al extremo de desnaturalizar la lengua guaraní que perdura hasta hoy con sus atributos esenciales.

         «El punto más importante de la historia de los guaraníes es su origen. ¿Cuál fue su cuna? Hay dos teorías. Según la primera la tuvieron al norte del Amazonas; esto es poco aceptable pues existen vestigios guaraníticos más antiguos en el Paraguay que en el Amazonas. La segunda teoría sostiene que son originarios del Paraguay y de aquí se dispersaron rumbo al norte, al noroeste (Alto Perú) y al Río de la Plata. Esta es la tesis compartida por los principales investigadores modernos.

         Pero los guaraníes no fueron los primeros pobladores de nuestro país. Antes que ellos lo habitaron otros indios de procedencia mongoloide que al mezclarse con otras razas produjeron el guaraní. Sus antecesores inmediatos fueron los guayaquies, (hace tres mil quinientos años). El guaraní «como tal» dataría de comienzos de nuestra era y tuvo su origen en un pueblo que ocupó el Paraguay hace unos siete mil años. La cronología sería ésta:

         Hace 15.000 años: aparece el hombre americano.

         Hace 7.000 años: aparece el caingag en el Paraguay.

         Hace 3.000 años: aparece el guayaquí en el Paraguay.

         Hace 1.960 años: aparece el guaraní en el Paraguay.

         «Los «caingag» serían láguidos, así llamados por pertenecer al tipo del hombre fósil hallado en Lagoa Santa, lugar del Brasil». (Julio César Chaves, «Compendio de Historia Paraguaya», 1958). El ilustre antropólogo y filólogo francés Metreaux, pudo identificar hasta 71 tribus o naciones guaraní-tupí o guaranizadas que hablaban o hablan la lengua guaraní y sus dialectos. «Se encuentran tribus pertenecientes a esta gran familia lingüística, ante todo en el Brasil, Paraguay, en la Argentina, en Bolivia, en el Perú y en las Guayanas Francesas.» (Alfred Metreaux: «La civilisatión matérielle des tribus tupí-guaraní», París, 1938).

         El sabio Dr. Moisés S. Bertoni, en su obra: «Influencia de la lengua guaraní en Sud-América y Antillas» (1916-1918), menciona la existencia de 61 dialectos del antiguo guaraní del Paraguay.

         Aún en la hipótesis de que los primitivos guaraníes hubiesen venido de otras latitudes para fijar definitivamente el asiento de sus TAVAS o ciudades en la comarca y bahía de la Asunción, es aquí donde desarrollaron, cultivaron y perfeccionaron su lengua armoniosa que transmitieron a la posteridad, la lengua vernácula que continúa siendo el idioma nacional del Paraguay.

         Nuestros antepasados guaraníes habitaron desde remotísimos tiempos la comarca donde se fundó la ciudad de la Asunción. Un testimonio de ello nos ha dejado aquel eximio poeta, filósofo y antropólogo don Narciso R. Colmán (ROSICRAN) en su obra «ÑANDE YPY CUERA» (Nuestros antepasados o Génesis de la Raza), POEMA ETNOGENÉTICO Y MITOLÓGICO -Protohistoria de la Raza Guaraní, seguida de un estudio etimológico de los mitos, nombres y voces empleados». Imprenta EL ARTE, Asunción, 1929).

         ÑANDE YPY CUERA es un poema mitológico que intenta reconstruir una cosmogonía, donde el autor evoca las divinidades que dieron origen a la nación de los guaraníes. El hallazgo de una gigantesca escultura guaranítica en la gruta del cerro «Tatu Cuá» de Acahaí, dio nacimiento al poema, que no es sino el resultado interpretativo de los jeroglíficos que presenta la consabida escultura indígena. El mismo relata la apasionante trayectoria seguida por la raza aborigen desde la aparición de los primeros hombres creados por Tupä y Arasy, habitante del sol y de la luna, con la arcilla del lago TAPAICUA, a semejanza de ellos, fueron las estatuas transformadas en dos vigorosos seres humanos: Tupävé y Sypavé, la primera pareja, sobre las colinas de Areguá. Tal es el origen de la raza guaraní, en el libro de ROSICRAN.

         Y ya en los dominios de la creación artística: los genios y las deidades, aquellos fantásticos seres de la mitología indígena, que adquieren vida real en el poema, son figuras alegóricas que representan las virtudes y los defectos humanos. Si hay personas sabias como Tumé-arandú, hermosas como Porasy o exquisitas cantantes Yrasema, ¿acaso no hay también hombres-loros como Mboi-Tu'í, hombres víboras y hombres-perros como Mboi-yaguá, hombres lobos como Luison, feos y malos como Moñái?, y más peligrosos todavía porque llevan sus deformaciones en el alma, donde los jeroglíficos son más difíciles de descifrar que los del cerro de Achái.

 

 

EPÍLOGO DE «ÑANDE YPY CUERA»

 

 

         «Con el arribo de Colón a tierra americana, la virgen morada de los autóctonos», el autor baja el telón sobre el escenario de la historia de Ypy Cuéra.

         Expira la civilización guaraní, agobiada por la fuerza de la conquista avasalladora.

         El soneto que da fin al poema describe la destrucción del Mba'e Verá Guasú, la ciudad resplandeciente que desaparece sumergida bajo las aguas del lago Ypacaraí:

 

Y-upá ye i pochygui i tyái

Opupurö o pupu, jha o pupuve

Ava cuéra o ypy jha i yaveve

Jhymbá cuéra ye upeicha avei...

 

Y-upá nde pochy eteve gueteri

Cu Jhalante o ñemiva pe nde ype

O güajhene-pa ára, jha jhasype

Pe tëtä ro jhechavo aye.i?...

 

Y-upá re mimbi Vera Guasúva

Opa ite che mo äjhó upe nde réra

Mombyrygui nde rechávo o ye yúva;

 

Pyjharérö, nde Y-ári ye oúva

Umí ore ro é jha: "ÑANDE YPY CUERA"

Ne royrö jha tesaráipe o yejhúva.

 

 

(Versión castellana)

 

Rompió el lago la paz de sus cristales

Y de furia hizo hervir su seno tanto

Que se tragó hasta al indio con su espanto

Y con él, a sus propios animales.

 

¡Oh, lago de furores infernales

Que guardas de «Jhalante» el lauro santo!...

¿Vendrá día en que muestres el encanto

De la que fue morada de inmortales?

 

¡Oh, lago rumoroso y reluciente:

Por tu nombre suspiro blandamente,

Tú, a quien mira el viajero embebecido.

 

Dicen que «Ypy cuéra» sobre tus ondas,

Tejer suelen, noctívagos, sus rondas

Viviendo en el desprecio y el olvido!

 

         ROSICRAN

 

 

Nota del Autor: ¡Ironías del destino! Nosotros festejamos el 12 de octubre de cada año el «Día de la raza», cuando fue ese día precisamente, hace cinco siglos en que comenzó la agonía de las razas autóctonas de América, con la pérdida de su libertad.

 

 

 

DE CÓMO MURIÓ EL CACIQUE LAMBARÉ

 

         El cacique Lambaré protagonizó la primera resistencia armada contra los conquistadores europeos de la libre tierra de los guaraníes.

         El capitán Juan de Ayolas, remontando la corriente del río Paraguay, llegó hasta la Angostura y después de derrotar a los agaces, continuó navegando hasta llegar el 15 de agosto de 1536 a la Frontera o Villleta (25° 21' 50" lat.) y hacia la parte oriental, en valle de Guarnipitán; fue recibido a flechazos por los indios carios, comandados por los caciques Lambaré y Ñanduá, comenzando la batalla. «Vencidos naturales, se refugiaron en el bosque inmediato al cerrito de Lambaré, en donde los tuvo Ayolas tres días como bloqueados hasta ajustar con ellos la paz.» (Blas Garay: «Historia del Paraguay», Asunción, Talleres Gráficos «La Colmena», 1915).

         Un año después del combate de Guarnipitán, el capitán Juan de Salazar de Espinoza de los Monter, fundó el Fuerte de Nuestra Señora de la Asunción el 15 de agosto de 1537.

         Conminado a prestar el requerimiento a juramento de fidelidad al Señor Rey Carlos V, Lambaré, altivo jefe de los carios, se negó a ello, diciendo según la tradición: «Na ñesü va'eräi yvypóra renondepe. Che yara Tupä ñoite». (No me arrodillaré ante un mortal. ¡Yo no reconozco otro señor más que Tupä!).

         Durante el primer gobierno de Domingo Martínez de Irala, el cacique Lambaré dirigió una gran conspiración contra los españoles, juntamente con los caciques Paraguá y Guarambaré. La sublevación fue dominada y los referidos Mburuvichá o jefes guaraníes fueron condenados a morir en la horca, según el siguiente proceso:

         «El presente gobierno de acuerdo con el Señor Gobernador de esta Provincia, en el proceso incoado a los Mburuvichá: Lambaré, Paraguá y Guarambaré, por insurrección en la persona de Su Majestad Cathólica don Carlos V y vista la necesidad de preservar la tranquilidad de esta Provincia, hace saber a todos los moradores de esta tierra del Cacique Paraguay, que en la Santa Semana de este año de 1541, serán ajusticiados los Caciques: Paraguá, Lambaré y Guarambaré, los que dicen no conocer más Señor para ellos que un tal Tupá, y en vista de ello levantándose contra este mismo Gobierno, y en el proceso de que parte tomaron, dixeron: jeí vaecué Tamandaré peyutajá ñane poyocuá jetá ára pytaguá cuera, upébare tecotevé peyeyucá. Lo que quiere decir en Cario-Guaraní: Dijo Tamandaré que iban a venir unos extranjeros a ponerles en cadenas, por lo que era necesario el levantamiento. Considerando la tranquilidad de esta bahía del Mburuvichá Paraguay, y por orden del señor Gobernador de ella han de ser así ajusticiados. Ellos mismos dijeron: Mbaéicha rupí oúta pytaguá cuera omboaparypy tetá guaraníme, oicuaá yre iñeé ha imbaembyasy. Cova co tetá, Cacique Paraguay mbaé, ndo jeyá moái jetá tetá ambué oú pytú pá isasó, upevare tecotevé oicuaá magmá pytaguá cuera, mbaéicha Carió-Guaraní ja Paraguay ray omanó ja oporoyucá Tupá rérape, aní jaguá avavé oñoty ipy ja ji anga yparagua-y yquere ja Paraguá yvypy. Esto es: cómo van a venir los extranjeros a esclavizar a la tierra guaraní, sin conocer su lengua y sus sentimientos. Esta patria, que pertenece al indiano Paraguá, no va a permitir que se les ahogue la libertad, y que han de morir en bien de comunidad, etc., etc. Ellos mismos dixeron: Yaicó vaecué jetá árape, ñande sasó poyvy vype, ja coanga peé peyuta pytaguá cuera pe mondojo ñande sasó omeé vaecué oréve jeta ara pajá rire Mburuvichá Paraguay tayraré, ja upéva ñaipysyróne ñamano pevé, aní peicha peichante oú pytaguá cuera oiquytí quysé ipucuvape ñane sasó. Jeta árapema peé pytagua cuera peñomí guaraní ja carió ray cuera ruvyrejevé. Esto es: Hace tiempo que vivimos bajo el manto de nuestra libertad para que ahora vengan ustedes a ponerla presa y que han pasado muchos años desde que el Cacique Paraguay y sus hijos le dieron libertad de otras razas, y que también nosotros comerciamos con la sangre de ellos, lo que es una intriga manifiesta en la persona de Su Majestad Cathólica y la del señor Gobernador de estas Provincias.

         «En auto de rigor de la presente y dicho y confesado, el Gobernador y Señor de esta Provincia, Capitán y Lugarteniente Domingo Martínez de Irala, en consejo de todos los presentes, ordena se cumpla la ejecución de los Caciques: Paraguá, Guarambaré y Lambaré, al primer lunes de esta misma pascua de Nuestro Señor, en horcas precisamente puestos en el frente de la Yglesia Cathedral de esta Provincia, porque han intrigado en la persona de Su Majestad Cathólica y en la del Señor Gobernador de esta Provincia, utilizando el engañoso lenguaje de sus abuelos, que así lo usan para defenderse de la autoridad de esta Provincia, y envenenando el alma de nuestros hijos, que olvidando la lengua de Castilla, solamente en guaraní ya quieren hablar, así con lengua de asesinos, y dado el cúmplase en los puertos, de Paraguay, de la Provincia de su Majestad Cathólica del mismo nombre, así lo firmo, en nombre del Señor Gobernador.

         FDO. Leonardo García H.

         ESCRIBANO DEL SEÑOR GOBERNADOR»

 

         El presente documento fue extraído del Archivo de Simancas, España, en el año 1940. Vol. 1024, Sección Historia, Legajo Paraguay, folio 122 y vta.

         Perteneció al Archivo particular del Prof. Dr. Gustavo González.

 

         Observación: El legendario Cacique Lambaré debería ocupar un lugar en el Panteón Nacional de los Héroes, en una urna simbólica, conforme a los testimonios de nuestra historia.

         «Mba'eicha rupi óúta pytaguá cuéra omboaparypy Tetä guaraníme, oicuaá yre iñe'éjha imba'embyasy» (Palabras del Cacique LAMBARÉ). Traducción: Como van a venir los extranjeros a esclavizar a la tierra guaraní, sin conocer su lengua y sus sentimientos».

         Si consideramos que todavía hoy, en nuestros días, llegan a diario miles de extranjeros, en gran parte orientales, a nuestro país, sin conocer nuestro idioma nacional y nuestros sentimientos; que no vienen a trabajar la tierra, sino para explotarnos como comerciantes, prestamistas y usureros, reconocemos cuánta actualidad tienen las palabras del cacique Lambaré, el altivo jefe de los Carios. Deberíamos avergonzarnos de nuestra propia culpabilidad.

 

 

 

SEGUNDA PARTE

EL GUARANÍ: IDIOMA DE LA DEFENSA NACIONAL

 

         En épocas de peligro para la independencia y la soberanía territorial de la república, el idioma nativo adquirió gran importancia como factor de la defensa nacional. Fue durante las dos guerras internacionales que conoció el Paraguay. En la sangrienta contienda contra la Triple Alianza, los periódicos de campamento publicaban canciones patrióticas, copias del repertorio popular e informaciones en guaraní para distraer el espíritu y estimular el ánimo combativo de los soldados. Esos periódicos fueron: «El Centinela», «Cabichuí», «Cacique Lambaré» y más tarde, casi al final de la Guerra, «La Estrella» en Piribebuy. «En EL CENTINELA encontrará el sabio la índole de la literatura guaraní, y la fuente del ardoroso amor a la patria, comunicado por medio de esa corriente eléctrica del idioma nacional, que ha contribuido poderosamente a la celebridad del soldado paraguayo» («El Centinela», Año 1 N° 4).

         El Mariscal López alentó el florecimiento de la literatura guaraní. El Mariscal tenía profundos conocimientos del idioma nativo, con el que se comunicaba familiarmente con su pueblo y con sus soldados. Estaba siempre dispuesto para bromear en ese idioma que hablaba con elocuencia.

         Bartolomé Mitre, refiriéndose a Solano López, expresó lo siguiente: «Lo conocí en 1851. Era ya entonces un hombre distinguido, muy educado y muy inteligente. En aquella época empezaba yo a aficionarme a los estudios históricos, haciendo mis primeras investigaciones y reuniendo los primeros libros y papeles de mi biblioteca americana. Aproveché, pues, la ocasión para pedirle noticias sobre la bibliografía guaraní, oyendo de sus labios una erudita disertación sobre el particular. Conocía perfectamente la cuestión. Por lo demás, me dio siempre la impresión de un hombre bastante preparado». Así manifestó a don Juan E' Oleary, quien lo visitó en su casa de la calle San Martín, Buenos Aires, en el año 1904. Iguales declaraciones hizo a don Manuel Gondra. (1)

         Mitre, en sus notas sobre la expresión de la raza y el idioma guaraní en la época del descubrimiento de América, reconoció los aportes que le hiciera el general Francisco Solano López sobre la materia. (2)

         En la entrevista de YATAITY CORÁ del 12 de setiembre de 1866, ambos presidentes recordaron aquel primer encuentro que tuvieron en Buenos Aires. Fracasada ya la iniciativa de López de procurar «medios conciliatorios e igualmente honrosos para todos los beligerantes», ellos continuaron dialogando sobre otros temas.

         - «Siento, general -exclamó Solano López-, haberlo conocido tan tarde... Creo que nos hubiésemos entendido y que se habría evitado esta guerra...

         El general Mitre intentó sonreír con amargura y contestó: - Ya me había Ud. tratado en el año 59, cuando me hizo el honor de visitarme en Buenos Aires

         - «Sí, pero en aquella ocasión sólo me habló de libros guaraníes. Vuestra excelencia, no me habló de política... Por cierto que guardo un bello álbum que entonces me ofrendaron los porteños, con motivo de mi intervención en el Tratado de Flores en señal de «agradecimiento eterno». Su autógrafo encabeza esas firmas...» (3)

         El padre FIDEL MAÍZ, testigo calificado de la época, escribió sobre el Mariscal: «Poseía una gran facilidad para expresar sus pensamientos por escrito, y todavía más, para producirlos a la voz, y entonces, con una elocuencia siempre conmovedora, en ocasiones arrobadoras, arrastraban a sus oyentes. Esto principalmente en sus arengas militares, sea que hablase en castellano, sea que lo hiciese en guaraní, idioma que mucho estimaba, hablándolo con especial propiedad y hasta con elegancia.

         «López, en medio de sus preocupaciones bélicas, consideró necesario convocar un Congreso de Grafía Guaraní, que se reunió en el Campamento de Paso Pucú, el 18 de mayo de 1867, para señalar pautas al periodismo de guerra sobre el uso de la ortografía del idioma. Hecho que demuestra los afanes culturales del Presidente. Las conclusiones de ese congreso desaparecieron, lastimosamente, en la vorágine de la contienda.

         Aquella experiencia debería servirnos como lección de patriotismo para que nos pongamos de acuerdo los paraguayos sobre la unificación de la grafía de nuestro idioma nativo, del que todos nos enorgullecemos.

         Debemos mencionar también que las Bandas militares «Múa», «Para-í», «Acaverá», así como las unidades de la escuadra paraguaya tenían nombres guaraníes: «Jejuí», «Ypora», «Paraguari», «Tacuary», «Pirabebé» y «Saltos del Guaira», como una afirmación de nuestra soberanía sobre las imponentes cataratas desde los remotos tiempos del cacique Kanindeyú.

         Asimismo, en guaraní se escribieron copias y canciones muy populares en el ejército, como las de Natalicio Talavera, el poeta soldado. Esas copias decían:

 

         «Tío Mitre ha'e avá Flores

         Perú mocoi tembiguái.

         Oñe vendé co umi tió

         Oipotagüi el Paraguay».

 

         «Oyapurá Peto 2º

         Ohenoiucá Tamandaré

         Heroviá omboú Ignacio

         Yahechá mávapa imondavé».

 

         El guaraní fue el idioma de la resistencia de nuestro pueblo, para defender su soberanía, en la guerra contra la Triple Alianza.

 

         NOTAS:

 

1-Juan E. O'Leary, «E1 Mariscal Solano López», 2º Edición, Madrid, 1925.

2- Bartolomé Mitre, «Catálogo razonado de la Serie LENGUAS AMERICANAS» T.II, Museo Mitre de Buenos Aires.

3- Ramón J. Cárcano, «La Guerra del Paraguay» , Edic. 1941, Buenos Aires.

 

 

El IDIOMA GUARANÍ EN LA GUERRA DEL CHACO

 

         Durante la guerra del Chaco de 1932-1935, nuestros soldados portaban dos armas indispensables: el fusil y la revista «OCARA POTY CUE-MI», donde se publicaban las composiciones patrióticas de nuestros poetas y músicos populares, como Emiliano R. Fernández, Herminio Giménez, Leonardo R. Alarcón y otros que alentaban el heroísmo de los combatientes. José Asunción Flores actuó también en la campaña chaqueña.

         UN DOCUMENTO HISTÓRICO estableció el uso obligatorio del idioma guaraní para las comunicaciones telefónicas del Ejército en Campaña. Dice el mismo: «Ejército en Campaña - Comandante en Jefe- Estado Mayor P.C. 28-V-33.

         ORDEN GENERAL N° 51

         Siendo necesario reglamentar el uso de los teléfonos del Ejército en Campaña.

         EL COMANDANTE EN JEFE DEL EJERCITO EN CAMPAÑA,

         RESUELVE:

         ...7° Las comunicaciones se harán exclusivamente en guaraní y las secretas serán cifradas.

         8° Toda infracción a las disposiciones sobre trafitelefónico, su secreto y las reglas para el uso del teléfono, serán severamente sancionadas; para lo cual, los encargados de las centrales o puestos telefónicos elevarán en cada caso, un parte al comando respectivo, dando cuenta de la infracción.

         9° Comuníquese, circúlese y archívese.

         El Coronel, Comandante en jefe: ESTIGARRIBIA (1).

         La orden de Estigarribia era: HABLAR EN GUARANÍ. En la guerra del Chaco, el guaraní tuvo el carácter de idioma de uso oficial del Ejército en Campaña.

         En ese idioma se daba el «santo y seña» en el frente de operaciones: «Yvoty», «Yasyra'y», «Mberú», etc., y también en guaraní se redactaban claves telefónicas. Estaban prohibidas las conversaciones telefónicas en castellano sobre asunto de servicio. El enemigo podía interceptarlas. Y como los bolivianos disponían de intérpretes guaraníes, debía utilizarse la lengua nativa en sentido figurado. Para ello, el vernáculo tenía recursos ilimitados.

         Un parte decía: «Jhetá oyeroky riré los mitá peina ojhó peteï teï ma jhicuái. Che ra'y cuéra peina oitypeí yoáma oga renondé».

         Su traducción literal sería más o menos:

         «Terminada la fiesta, los invitados van yendo de a poco. Los míos ya están barriendo la casa.»

         Y su sentido real: «Después de intenso combate, enemigo se retira. Sector sin novedad.» (Juan E. Melgarejo, «Transmisiones en la guerra del Chaco»)

         El citado autor, en su libro testimonial, relata un caso donde aparece manifiesto ese caudal de humor y picardía del guaraní.

         Refiere «una anécdota personificada por nuestro centralista del Estado Mayor del III Cuerpo de Ejército, en ocasión en que acabábamos de acampar en el fortín boliviano «La Señora» y el centralista, el clásico tipo del campesino dicharachero, al terminar la conexión de las líneas a su central, hace la correspondiente prueba, llamando a cada uno de los usuarios, hasta que llegó el turno a «Conchitas». Llama nuestro centralista y pregunta: Hola, máva pico nde? Nde pico tapypi; che co-ápe cuñacaraí jhina...»

         «Che syvá guasú, che sombrero'í jha jhacú jhina cuarajhy» significaba: «Tengo un frente extenso, poca tropa con que cubrir ese frente y ataque muy fuerte del enemigo» -parte de un oficial, el Tte. Saturnino Prieto a su comando, en el frente de Nanawa, año 1933.

         El uso general de la lengua nativa establecía una comunicación de carácter paternal entre los jefes y oficiales con sus subordinados - CHE RA'Y (hijo mío) llamaban al soldado-, una relación de honda compenetración espiritual y de recíproca confianza, lo que fue un factor de gran importancia para el éxito de la campaña guerrera. Puede decirse que el guaraní fue el idioma de la victoria.

 

 

LA PAZ DEL CHACO

 

         Las instrucciones finales del Dr. Eusebio Ayala al Dr. Luis A. Riart, canciller del Paraguay, para la firma del Protocolo de Paz del 12 de Junio de 1935, fueron dadas en idioma guaraní.

         El doctor FELIPE BERREDA LAOS, representante peruano en el grupo mediador de países neutrales presidido por el Dr. Carlos Saavedra Lamas, Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina, relata el laborioso proceso que culminó con la firma del Protocolo que dio término a la guerra del Chaco. Se había llegado al día 8 de junio de 1935 sin que los negociadores hubiesen alcanzado el éxito esperado. Dice el Dr. Barreda Laos:

         «Para esa misma noche del 8 de junio citó el grupo mediador a los cancilleres de Bolivia y Paraguay a la Cancillería, instalada entonces en la planta baja de la Casa Rosada, en donde tuvo lugar una sesión realmente histórica.»

         «Presente el Dr. Tomás Manuel Elio, antes de dar su conformidad a la redacción ya revisada del Protocolo, solicitó garantía de que el arbitraje no quedaría frustrado en caso de no lograr éxito las negociaciones directas; la respuesta brotó sin tardanzas ni vacilación, con la emocionada sinceridad propia de tales momentos, de las palabras de los cancilleres Saavedra Lamas y Macedo Soares, al empeñar la palabra de honor de la Argentina y el Brasil de que no retirarían sus delegados de la Conferencia de Paz hasta que no finalizara el proceso arbitral. Cada uno de los representantes de los países mediadores, siguiendo el mismo ejemplo, formulamos idéntico compromiso.»

         «Con la delegación paraguaya nuestras discusiones de esa noche ofrecieron episodios sumamente interesantes. El canciller Dr. Luis Riart acompañado del ministro Dr. Vicente Rivarola, incorporados a nuestra mesa de trabajo, no oponían importantes reparos al texto del Protocolo, pero formulaban diversas observaciones, disimulando el propósito de dilatar la redacción final, e insinuaban aplazar la aceptación del documento. Poco efecto hacían nuestras enérgicas exigencias para que esa misma noche se ultimaran estas negociaciones. Estando las dos partes de acuerdo en la suspensión de hostilidades nos parecía monstruoso seguir sacrificando vidas humanas; nuevos sangrientos choques se sucedían en el Chaco; no debíamos perder instante en detener la matanza.

         Alguna razón, ignorada por nosotros, debía existir para esta inesperada renuncia de la delegación paraguaya que ponía en peligro la paz, casi lograda, que se escurría a nuestra vista. En tal coyuntura, el presidente general Agustín P. Justo, que seguía momento a momento el curso de la batalla pacifista empeñada en los salones de la Cancillería, tuvo genial inspiración; en las primeras horas de la madrugada del 9 de junio logró comunicación telefónica con Asunción, con el presidente doctor Eusebio Ayala; agotó recursos persuasivos hasta convencerlo de que diera instrucciones al canciller Riart para rubricar esa misma noche el Protocolo de Paz.

         Momento inolvidable fue aquel en que el canciller Carlos Saavedra Lamas anunció a los Riart y Rivarola que el presidente Ayala les solicitaba que se acercasen al teléfono para hablar con ellos. Ambos se retiraron de nuestra mesa de trabajo encaminándose a un salón interior para hablar telefónicamente con Asunción.»

 

«HABLABAN EN GUARANÍ»

 

         «Tan angustioso e impaciente era nuestro suspenso durante esos largos minutos de conversación, que el canciller Saavedra Lamas, procurando captar el diálogo que diera alguna satisfactoria explicación a la inesperada actitud paraguaya, salió de nuestra sala en pos del teléfono; a escasos minutos regresó, preocupado y cabizbajo, lamentando no entender absolutamente nada, porque el presidente Ayala hablaba todo el tiempo en guaraní con el canciller Riart.»

         «La conversación entre Asunción y Buenos Aires tuvo efecto decisivo; a partir de ese instante cesaron las dificultades, y el canciller Riart aceptó rubricar el Protocolo.»

         «Más tarde tuvimos la explicación de lo ocurrido: después del contraste boliviano de Ingavi quedaba vulnerable la zona norte hasta Robaré; el comando paraguayo se propuso, como inmediato objetivo, apoderarse de Ravelo, para lo cual necesita que no se firmase la suspensión de la lucha armada antes de cumplir su designio.»

         «A esas horas de la madrugada del 9 de junio había ya cundido el rumor de nuestra reunión en la Cancillería con el triunfo de la paz; tantas horas de tensión habían sembrado alarma e inquietud entre numerosísimas personas que aguardaban afuera, golpeando en las puertas cerradas sus voces de impaciencia, en espera del anuncio feliz que no llegaba.»

 

 

«EL PROTOCOLO DEL 12 DE JUNIO DE 1935»

 

         Quedaba aún por cumplir el epílogo de esta noche histórica. Para la firma del documento los dos cancilleres tenían que tomar asiento en nuestra mesa y encontrarse frente a frente. A fin de que la situación fuese lo menos embarazosa posible fui comisionado, por el grupo mediador, para hablar con cada uno de ellos y acordar actitudes para evitar cualquier nota discordante. Cada uno de los dos había sufrido en la terrible contienda la pérdida de muy cercanos parientes y muy queridos amigos. Era tanto el resentimiento doloroso, tan honda la herida del alma, que ninguno de los dos aceptaba siquiera saludarse, ni menos estrecharse las manos. Se convino en que todo el grupo mediador se pondría de pie para recibirlos, entrando ambos por puertas distintas, para sentarse en los extremos opuestos de nuestra mesa. Pero lo asombroso de este epílogo fue que dos días después, cuando ambos gobiernos expresaron definitiva aceptación, enormes manifestaciones de intenso júbilo rebasaron la plaza de Mayo, y cuando los cancilleres Tomás Manuel Elio y Luis Riart aparecieron juntos en los balcones de la Casa Rosada, estos dos grandes hombres de América, sacudidos por la más profunda emoción, se estrecharon en un conmovido abrazo que los ojos de la inmensa muchedumbre vertían cristalina ternura brotada de las más íntimas fibras del corazón argentino.»

         «Esta es la historia vivida, desconocida hasta hoy en muchos de sus notables episodios, del Protocolo de Paz del Chaco del 12 de junio de 1935.» (2)

         El Dr. Eusebio Ayala hablaba en forma correcta y fluida la lengua nativa. A sus conocimientos del guaraní atribuía la facilidad con que había aprendido los idiomas europeos, especialmente el alemán, según refería desde Berlín a su hermano Críspulo Ayala, en uno de sus viajes, como estudioso, por el Viejo Mundo.

         En la Campaña del Chaco, el guaraní fue el idioma de la defensa nacional. Con él se impartían las órdenes militares en el campo de batalla. Y según el testimonio del Dr. Felipe Barreda Laos, que fue embajador del Perú en Buenos Aires y uno de los negociadores del cese de las hostilidades, fue también en guaraní que el Dr. Eusebio Ayala, presidente de la República, dio la instrucción final en la batalla diplomática que culminó con la victoria de la paz entre dos pueblos hermanos de América.

 

         NOTAS:

 

1-Juan E. Melgarejo, «TRANSMISIONES EN LA GUERRA DEL CHACO», Libro 1 - Editorial El Gráfico, 1969, Asunción, Paraguay.

2- Felipe Barreda Laos, «Episodio diplomático. DINÁMICA DE LA PAZ DEL CHACO», en «LA NACION» de Buenos Aires del 16, 19, 21 y 22 septiembre de 1967.

 

 

USO DEL IDIOMA GUARANÍ EN LA REVOLUCIÓN AMERICANA

UN ANTECEDENTE HISTÓRICO DEL USO OFICIAL DEL MISMO EN EL RÍO DE LA PLATA

 

Decreto en Guaraní

 

         «Con fecha 1° de Marzo de 1813, la soberana Asamblea General Constituyente reunida en Buenos Aires, sancionó el relativo a la extinción del tributo, y además la derogación de la mita, las encomiendas, el yanaconazgo, y el servicio personal de los indios. Al darlo a conocer el mismo, se mandó a traducir a los idiomas Aymará, Quichuay, Guaraní. En este último, reproducimos el texto extraído de la obra «LA REVOLUCIÓN DE MAYO A TRAVÉS DE LOS IMPRESOS DE LA ÉPOCA» Tomo II 1812 - 1815, compilados por Augusto E. Maille».

 

 

GUARANÍ

 

         «Mburubichabeté nemoñongusúpe oporoquaitaba opácatu, Yosuámo haétaba pábe rubia peteípe oñoírubaerehe, Asamblea general constituyenteyaba, Aba pabengatupe oiqua Oca aog yquaitába catupirí. Yyipiberamo, coaraguibe ohecoboña aco quaitaba omboypibaecue capitanguasu Roi ambae ohasabaecue 1811 setiembre ñepiruárape. Maramove oiquaipemee behagua Abaraycueri tributo yaba, ni mita, ni encomienda ababeupe. Upeichabe ababe tembiguairamo oyapobeihagua Aba amo, ni tupa óga: ni payabare ni mburubicha: ni batetiroa emonaabeco mburubichabeté guemimbotaurupí oiquauca opácatu mbiapabeupe, abacuéera opaácatu ang guibe, abapoquiritequarey catupiriramo opitahabaopa caraiambuae cuerami; Hariteabe, oyecohu yoyahagua aco tecopisiro moñangaba caraicuera abal gua pape oguerecobarehe. Coriré, opa ang quaitaba toyeyabapi quahape, hae, papengatu reinduharamomo oicohagua. Abacuera opacatu ñeepie tombovehu uperamibe, opa abatenro oiqua hagua, taba opacaturupi toñehenduca. Upeichacatu oiquaa capitandusu, Supremo Poder Executivo chá, ombuaye, catupirihagua ang orequu utabaípabengatu.

         Buenos Aires Ayres marzo 12 de 1813 -Dr. Tomás Antonio Valle, Presidente; Hipólito Vieytes, secretario; Al Supremo Poder Executivo de estas Provincias. Es copia: Dr. Bernardo Vélez, secretario de el gobierno intendencia. (DE «OÑONDIVE». Revista del Instituto «José Félix Bogado» Filial San Nicolás, Año II N.3, Diciembre 1981. República Argentina).

         En aquella Asamblea General Constituyente que inició sus deliberaciones el 20 de febrero de 1813, participó el Dr. José Francisco de Ugarteche, paraguayo, guaireño, como representante de la Provincia de la Rioja. Debió haber participado también en la redacción del texto en guaraní que estaba destinado a las regiones donde se hablaba el idioma aborigen: Corrientes, Misiones y Paraguay, como vehículo de información y con fines de propaganda política.

         Escrito con la grafía misionera y con la antigua pureza que conservaba todavía entonces la lengua nativa, el decreto en guaraní expresaba sin dificultad las conquistas sociales proclamadas por los pueblos del Río de la Plata, cuando se emanciparon del imperio colonial hispano.

         Pocos días después de la publicación del documento en guaraní, era designado don Nicolás de Herrera como delegado del gobierno de Buenos Aires, en misión especial al Paraguay para obtener la concurrencia del mismo, por medio de representantes, a la Asamblea General que funcionaba en la capital porteña. Nicolás de Herrera llegó a Asunción el 20 de mayo de 1813 y fue recibido por los miembros de la Junta Gubernativa, Yegros, Francia y Caballero, ante quienes expuso los motivos de su comisión. La Junta resolvió convocar un congreso general de la provincia para que el mismo determine sobre el envío o no de diputados a la Asamblea de Buenos Aires.

         El II Congreso Nacional, reunido en el Convento de la Merced y compuesto por mil diputados, inició sus sesiones el 30 de setiembre de 1813. Su primera disposición fue rechazar por aclamación los alegatos presentados por Herrera en un extenso memorial que tituló: «Reflexiones Políticas», donde se argumentaba sobre las ventajas y beneficios que representaban para el Paraguay su incorporación a las Provincias Unidas, es decir, sobre «las ventajas de la anexión». El Congreso resolvió no enviar diputados a la Asamblea General Constituyente de Buenos Aires.

         El mismo Herrera había previsto ese resultado en su correspondencia: «Se habla ya públicamente de erigir aquí una República independiente de los porteños, y hasta los frailes piensan ya en los prelados supremos que han de elegir.»

         «Es Francia quien lleva la voz en estos asuntos». Dio por terminada su misión diplomática y retornó a Buenos Aires a mediados de octubre, con las manos vacías. Desde Corrientes informó al Supremo Poder Ejecutivo, el 19 de noviembre de 1813, que el «doctor Francia ha persuadido a los paraguayos que todas nuestras ventajas eran supuestas».

         «Pero cada uno es dueño de sus propios negocios», expresó finalmente don Nicolás de Herrera en carta a Guillermo Robertson, con sentido bien realista.

         La Asamblea del año XIII que había dado uso oficial y diplomático al musical idioma guaraní, coronó su obra con los laureles del canto nacional argentino: ¡Libertad, Liberad, Libertad!

         Nuestro Congreso Nacional, también del año XIII, que dictó el Reglamento de Gobierno y designó a Francia y Yegros como cónsules de la República del Paraguay, adoptó la bandera y escudo nacionales, en sustitución del pabellón real, borrándose la imagen de Fernando VII, coronó su labor el 12 de octubre de 1813 declarando solemnemente la INDEPENDENCIA NACIONAL.

 

 

DEL VOCAL DE LA JUNTA DE BUENOS AIRES A LAS

AUTORIDADES PARAGUAYAS

 

COMANDANTE YTAPUA UPEGUA QUATIN IMBOHASAPI

 

         Ne ñequabee hague coticoti nde quatia ara 12 co yaci reheguape, che remimondo yebica, ara 6, hecegua; aycuaa pora amboypiry ygua nde poguipe oybae ohasa hague Don Bartolome Coronil estancia pe, imondabo, hae o poromoata reibo, aipota reicuaa, hae reicuáa uca opaba upe, aha boy ete pota eupe penerendape, hae Parana mboipi igua aypicibae ombocaba, có tera ngo eyma hecobe amboyuca boy etene, hae rami abey Paraguay ygua, co tera, ybi ambue igua y pihipi mbocarehebe, oicone, hecobe, imboypiramo, oyapice ramo Capayu eta, ñande Rey Don Fernando 7° mbae che pó guipe arecobae.

         - Tupá ta ne raaro heta roy rupi.

         Candelaria Taba 17, Diciembre de 1810.

 

         MANUEL BELGRANO

 

         Señor Comandante Ytapua pegua.

         MANUEL BELGRANO

         AL COMANDANTE DE ITAPÚA

         Gobernador comandante de Itapúa.

 

         Contra las promesas de usted fecha del 12, consiguiente a mi oficio de 6 del corriente, sé que han pasado europeos de su jurisdicción y mando a hostilizar y robar en la estancia de don Bartolomé Coronil: haga usted entender a todos, y sepa que voy a pasar muy pronto al otro lado, y que al europeo que tomare con las armas en la mano, o fuera de sus hogares, será inmediatamente arcabuceado, como lo será también el natural del Paraguay, o de otro cualquier país, que hiciera fuego a las tropas de su majestad el rey don Fernando VII que están a mi mando. Dios guarde a usted muchos años.

 

         Cuartel General de Candelaria, 17 de diciembre de 1810.

         MANUEL BELGRANO.

 

         Del Libro: «Antecedentes de la Independencia Paraguaya. LAS PROCLAMAS castellano-guaraní del General Belgrano». de Roberto A. Romero, Edic. Intento, Asunción 1988.

 

 

EL IDIOMA GUARANÍ DE LAS MISIONES JESUÍTICAS

 

         Las misiones, reducciones o pueblos jesuíticos del Paraguay tenían una organización uniforme en su actividad religiosa y económica, con una sola autoridad, una sola nación con hábitos comunes y un solo lenguaje.

         Por un rescripto del Rey Felipe III, los jesuitas fueron autorizados para poner a los naturales convertidos, en congregaciones o reducciones, de tal modo que quedasen separados de todo contacto con los colonizadores españoles. Una de las formas eficaces para conseguir esa separación, fue la adopción del guaraní como idioma único, a manera de idioma oficial de la Provincia Jesuítica. Esa finalidad fue facilitada por la propia resistencia de los indígenas para aprender y hablar el castellano, que aunque no estaba prohibido, ellos lo consideraban como un idioma extranjero. Las cédulas reales que urgían la enseñanza del castellano, fueron de imposible aplicación en las Misiones.

         En los treinta pueblos misioneros «existía una sola raza y un solo idioma», dice el P. José M. Paramás en su obra «La República de Platón y los Guaraníes», lo que contribuía a cimentar la amistad entre los ciudadanos, según la recomendación de las Leyes. No había mestizos y el guaraní fue el exclusivo vehículo de comunicación social de dichos pueblos, cuyos cabildos por naturales, cumplían también en ese idioma sus actividades administrativas y sus peticiones escritas.

         Sobre esa preeminencia del idioma nativo, da una gráfica pintura la siguiente relación: «Tanto Cardiel como Sánchez Labrador nos informan que cuando se ponía algún énfasis en el aprendizaje del castellano, preguntaban los indios: ¿y por qué los españoles de la Asunción y de Corrientes hablan nuestro idioma y no el vuestro? y lo que sucedía en Asunción y en Corrientes sucedía en las Misiones; aún aquellos que sabían bien el castellano, no hablaban sino el guaraní, y eso aún cuando la otra parte les hablaba en la lengua de Castilla.

         «Hablámosles los Padres nuestro idioma castellano, escribe Cardiel, y responden en el suyo. Instámosles a que nos hablen en nuestra lengua: responden que no es natural suyo ni del país. Es que el indio amaba su idioma y se sentía hombre libre al valerse de él, mientras el castellano le era algo exótico, algo inútil y hasta algo despreciable! Ante estos hechos y puesto que la ley no obligaba a los indios a aprender el castellano bajo pena de tales o cuales castigos o sanciones, los jesuitas urgieron siempre, pero jamás obligaron su empleo». (Guillermo Furlong S.J.: «Misiones y sus pueblos de Guaraníes», Bs. Aires 1968).

         Habiéndose fijado el empleo de un sólo lenguaje como medio de comunicación entre las Reducciones, el guaraní se enseñaba a todos en las escuelas y en ese idioma se impartía la instrucción elemental de la lectura, escritura y aritmética. En cada pueblo había dos escuelas, en una se enseñaba la danza, la música y el canto, y en la otra las primeras letras. En los talleres, a las mujeres se les enseñaba a hilar y tejer y a los hombres, oficios y artesanía. La coeducación de sexos estaba proscripta. Las mujeres y los hombres permanecían separados en las escuelas, en la iglesia y en las fábricas. Por adición, a los hijos de caciques e indios principales, destinados a ser luego regidores, alcaldes, prefectos de iglesias, médicos o maestros ayudantes, se les enseñaba a leer y entender el español, aunque no a hablarlo. Y también lecciones de latín a dichos elegidos. (C. MARY CADELL: «Historia de las Misiones en el Japón y Paraguay», traducido del inglés, Madrid, 1857).

         «No había mestizos en las Misiones y el neófito no había aprendido el castellano en 150 años, pero sí a odiar el español, y volviéndose a su estado salvaje, se sepultó de nuevo en la espesura de su selva, para contar después a sus hijos, a orillas del gran río, la leyenda de su cautiverio. Un montón de escombros señala el lugar donde se levantó la capital de la famosa República Cristiana», opinó Manuel Domínguez. Más severo en su apreciación fue Cecilio Báez al decir: «La instrucción era nula en las Reducciones. ¿Ni de qué le servirían al indio misionista aprender a leer y escribir cuando su condición era la de una bestia de carga o instrumento de trabajo?

         «Se le enseñaba, sí, a retener en la memoria el bendito, el padre nuestro y el credo en latín y guaraní, para que nunca supiese el castellano; porque el conocimiento de este idioma pudiese ponerle al habla con los españoles, con quienes toda comunicación estaba prohibida por temor a que les descubriese los secretos de la vida misteriosa de las Reducciones». (C. Báez: «Resumen de la Historia del Paraguay», 1910).

         Desde un punto de vista, el económico, la organización del trabajo, no era tan misteriosa la vida de las reducciones, ni ella podía escandalizar a los españoles encomenderos, ya que la suerte del indio -cuya labor beneficiaba principalmente a sus patrones-, era la misma en una y otra Provincia. «En el principio -dice Blas Garay- la propiedad privada no existía ni siquiera de nombre, y todo el fruto del trabajo de los indios se depositaban en los graneros comunales... Dos períodos notablemente distintos deben señalarse en la historia de la Compañía de Jesús en el Paraguay: el primitivo, en que echaron los Padres los cimientos de su futura República, mirando sólo el bien espiritual y no buscando mejorías de que copiosamente no participaran los catecúmenos; dedicados al servicio de Dios y de la religión, sin propósito alguno de medro personal; rodeados del cariño popular, porque respetaban los ajenos derechos y el poderío aún no los había ensoberbecido. Pero a la vuelta de algunos años, y a la par que crecieron sus progresos, tomándose ambiciosos dominadores de pueblos, que poco a poco sacudieron todas las naturales dependencia en que debían estar sujetas; afanándose por acaparar riquezas materiales en menoscabo de su misión cristiana y civilizadora; ...y convirtieron su República en una inmensa sociedad colectiva de producción». (Blas Garay: «El Comunismo de la Compañía de Jesús en el Paraguay». Buenos Aires, 1942).

         Durante el primitivo período de fundación de las Reducciones del Guairá y del Paraná, los jesuitas denunciaron la penosa situación de la población indígena, sometida a un doble flagelo: el régimen del servicio personal de las encomiendas, por una parte, y por la otra, el azote bandeirante. Los indios sometidos al sistema de las Misiones, quedaban liberados de servir a los encomenderos. «Los haremos hombres y cristianos -declararon públicamente en Asunción los P.P José Cataldino y Simón Mazetapero nunca esclavos. No son un pueblo conquistado y por lo mismo no tenéis la reclamación del conquistador sobre ellos. No os es permitido privarlos de su libertad, ni a nosotros ser cómplices del hecho. La ley de Dios y la ley de las naciones igualmente lo prohíben y por eso no lo haremos; pero lo que podemos y debemos hacer, es lo que prometemos». Montoya fue el primero en señalarla desaparición de millares de indios en el beneficio de los yerbales del Mbaracayú, a causa del hambre, las enfermedades y el látigo de los encomenderos, a pesar de las Ordenanzas de Alfaro cuyas disposiciones benéficas no se cumplían». ¡Cuántos han quedado muertos recostados sobre sus cargas...», dice en «La Conquista Espiritual».

         Prometieron mejorar la suerte del indio incorporándole al régimen de las Misiones, donde fundarían, dentro de sus rígidas fronteras, una sociedad basada en el trabajo de todos para beneficio de todos, un socialismo cristiano o «Reino de Dios en el mundo» para lograr la magnífica igualdad entre los hombres. En esa etapa de organización de las primeras Misiones, que duró medio siglo, los jesuitas sufrieron penalidades con apostólica voluntad, llegando algunos hasta el martirio y la muerte. Fundaron asilos, hospitales, talleres y escuelas e incorporaron a los indios al trabajo colectivo y disciplinado, quienes vivían en amplias habitaciones comunes, en número de iguales familias en cada pueblo. Con almacenes donde se depositaban, por secciones: en unas, las cosechas de las familias, de las tierras del Avamba'é (cosa del hombre), y en otras las del Tupamba'é (cosa de Dios) y las del Tavamba'é (perteneciente a la comunidad), trilogía que mantenía el equilibrio del sistema.

         Esa etapa experimental de las reducciones fue comparada por Manuel M. Peramás con la República de Platón. «Aquella sociedad de género único -dice Manuel Domínguez- realizó la utopía de Platón, el comunismo». Llamó la atención del mundo y todavía continúa siendo una fecunda fuente de investigación sociológica. Tenían, ciertamente, las misiones, algún parecido con las sociedades utópicas. Su economía cerrada y metódica, en algo les aproximaba a las «sociedades interiores» de Roberto Owen, y su gobierno, en cuanto regulaba todos los momentos de la vida de los neófitos, a horario fijo, hasta las íntimas relaciones de los cónyuges, en algo también les aproximaba al Falansterio de Charles Fourier, con su Ministerio del matrimonio y del amor.

         Pero como estaban incrustadas las Misiones dentro del dominio territorial hispánico, los jesuitas no podían sustraerse de la aplicación de las Leyes de Indias que regulaban todo el mundo colonial, y ellos a fin de cuentas, habían venido al Paraguay para reducir a los gentiles por la fe para convertidos en hijos fieles de la Iglesia Católica, que sean a la vez leales vasallos de la Corona. Debían las reducciones pagar tributos y prestar servicio militar a la autoridad real, y el gobierno de los pueblos, compuesto por indígenas, dependía del Rey y del Gobernador, quien también desde 1654, por instancia de Felipe IV, designaba los párrocos de dichos pueblos, ejerciendo el patronato real.

         El experimento social de los iniciadores no pudo prosperar. La industrialización y comercio de la yerba-mate y de la ganadería, consolidó la posición económica y política de las Reducciones, al extremo de construirse las mismas en un obstáculo para el desenvolvimiento material de la Provincia civil-municipal del Paraguay. Esa segunda etapa de las Reducciones, abarcó desde la mitad del siglo XVII hasta 1767. «La Compañía de Jesús poseía en la época de la Revolución Comunera, tierras y ganados en mayor cantidad que todos los vecinos juntos del Paraguay y que todas las otras órdenes religiosas juntas» (CARLOS PASTORE: «La lucha por la tierra en el Paraguay», Montevideo, 1972).

         Los jesuitas poseían estancias en Paraguarí, Tacuruty, Ybytypé, Yeguariza, Caañabé, Pindapoitá, Yariguaá-miní, Román Potrero, Guazu-Cuá, Yariguaáguazú, Román Potrero Viejo, Novillo Vacay y La Cruz. Además de las tierras de Tacumbú, la chacra de San Lorenzo con sus cerros, Barsequillo Potrero y Capiirepy, así como 33 leguas de tierras en las Cordilleras. (Natalicio González: «Proceso y Formación de la Cultura Paraguaya»).

         Esos bienes fueron inventariados con motivo de la ocupación de las temporalidades de los jesuitas, después de la expulsión.

         En ese período de su organización expansiva, económica y política, conformaron las Reducciones jesuíticas un estado independiente, donde los extraños no tenían acceso y llegaron a constituirse en sostén principal del régimen colonial, al aportar sus milicias para la invasión armada de la Provincia por el representante virreinal Mariscal de Campo Bruno Mauricio de Zavala, para reprimir la Revolución Comunera.

         El acaparamiento de riquezas materiales a costa del trabajo indígena en los establecimientos agropecuarios y yerbateros de la Compañía, en desmedro de su misión evangelizadora, convirtió a la Provincia jesuítica en otra colonia de expoliación del indio.

         Así quedó frustrado el ensayo de edificar el reino de Dios en el mundo, en medio de las selvas y praderas del Paraguay, como fue la inspiración originaria de los fundadores de la República Cristiana. Ese reino era incompatible con la servidumbre.

         Producida la expulsión de los jesuitas, gran parte de la población indígena se dispersó, abandonando las antiguas Reducciones, para integrarse con las comunidades de los pueblos de indios del área asuncena, y continuar el proceso de mestización que duró hasta la Guerra Grande. Algunos grupos de ex-misionistas emigraron hacia el sur, a Corrientes principalmente, donde continuó hablando su idioma y donde por mucho tiempo se continuó empleando la ortografía del guaraní misionero. Hasta Buenos Aires llegó Cristobal Pirejhovy, quien enseñó música y canto hasta 1794, año de su fallecimiento, y Antonio Guayaquí dirigió orquestas en Córdoba, según información de Cayo Sila Godoy.

         En 1784 la población sólo alcanzaba 16.500 habitantes en las Misiones. El idioma del mundo jesuítico fue el guaraní. Los padres estudiaron y difundieron su enseñanza. El P. Alonso de Aragona escribió la primera gramática: «Breve introducción para aprender la lengua guaraní». Esa ortografía fue integrada por Montoya con el uso de la «Y» griega con doble función: como consonante (Yopará, mezcla) y como vocal gutosanal (apyre'y, nunca jamás), tal como se emplea en el «Vocabulario», signos que llegaron hasta nuestros días.

         Antonio Ruiz de Montoya fue el más ilustre de todos, autor de las siguientes obras: «TESORO DE LA LENGUA GUARANÍ», primer diccionario guaraní-castellano, editado en Madrid en 1639 por Juan Sánchez, «ARTE Y VOCABULARIO DE LA LENGUA GUARANÍ», Madrid 1640 en un tomo, y el «CATECISMO DE LA LENGUA GUARANÍ», Madrid 1640, editado por Diego Díaz de la Carrera. Componen en su conjunto una monumental obra didáctica, producto de 30 años de estudios para sacar a luz, según las palabras del Lic. Gabriel de Peralta: «Lengua tan excelente y que parecía imposible poderse reducir a escritura». En la imprenta de Santa María la Mayor se editó también el «VOCABULARIO» en 1722, así como el «ARTE» en 1724, con Escolios, Anotaciones y Apéndices del P. Paulo Restivo. Las nombradas obras de Montoya, formadas por tres cuerpos, según la edición príncipe, fueron publicadas nuevamente sin alteración alguna por Julio Platzmann, en Leipzig, en 1876. También escribió Montoya «LA CONQUISTA ESPIRITUAL», publicada por la Imprenta del Reyno, el 28 de junio de 1639, reeditada en Bilbao en 1892, que es una crónica de las primeras fundaciones, escrita en español y traducida al guaraní en 1733, así como al portugués. (Anales de la Biblioteca de Río de Janeiro, Vol. VI, 1879). Sobre la obra misional de Montoya, ver Blanco Villalta, «MONTOYA, apóstol de los guaraníes», Bs. Aires, 1954.

         PAULO RESTIVO fue autor del «Manuale ad usum Fatrum Societatis Jesu...» escrito en latín y guaraní, impreso en Santa María la Mayor en 1721. En esa misma imprenta se editó en 1724 la «EXPLICACION DEL CATECISMO EN LENGUA GUARANÍ» del cacique y músico Nicolás Yapuguáy (que debió ser Yapugua'y), el verídico, el que no sabe mentir, según Manuel Gondra. Pero como la grafía misionera desconoció el apóstrofe como signo de suspensión glótica entre vocales, la escritura alteró el concepto del nombre, como en muchos casos. También se debe a YAPUGUAY: «SERMONES y EXEMPLOS EN LENGUA GUARANÍ», impreso en San Francisco Javier en 1727, reeditada por la Editorial Guarania, Bs. Aires, 1953. «Nada más elegante ha escrito jamás jesuita alguno», ha dicho Peramás de los trabajos del autor indígena. El ejemplar príncipe de la obra de Yapuguay últimamente citada poseía don Manuel Gondra, en su biblioteca que hoy se encuentra fuera del país.

         También se utilizó en las Reducciones el «CATECISMO BREVE DEL CONCILIO DE LIMA», traducido al guaraní por Fray Luis de Bolaños, puesto al alcance de los niños. Los jesuitas, utilizando el alfabeto castellano, convirtieron la lengua oral, ágrafa, de los guaraníes, en idioma escrito. Ese valor histórico de su labor filológica, perdura sobre las ruinas de los antiguos templos de las Reducciones.

         A través de los libros de Montoya y Yapuguay, podemos percibir la elegancia y lozanía del guaraní purísimo, exuberante y natural, sin los neologismos de construcción de nuestros días, con el que se hablaba y se cantaba en los pueblos misioneros, en medio de la fragancia de sus naranjales.

 

 

SITUACIÓN DE LAS DOCTRINAS DE INDIOS GUARANÍES

 

         Estaban divididas las Doctrinas o Reducciones en dos grupos. El primero lo formaban los pueblos cuyas vertientes daban al Paraná y Paraguay: San Ignacio Guasú, San Cosme, Itapúa, Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio mini y Corpus, que con los de los Itatines, Santa María de la Fe y Santiago venían a formar 10 Doctrinas.

         El segundo lo componían los pueblos cuyas vertientes corrían al Uruguay, San José, San Carlos, San Javier, Mártires, Santa María la Mayor, Apóstoles, Concepción, Santo Tomé, La Cruz, Yapeyú, en la ribera derecha; San Nicolás y San Miguel en la izquierda: en todo 12 Reducciones. Estos dos grupos formaron 22 Doctrinas que había hasta el último tercio del siglo XVII.

         Las últimas Reducciones que se agregaron fueron la del Jesús, formada primero en 1687, junto al río Monday, con indios silvestres; Santa Rosa de Lima, colonia desprendida en 1697 de Santa María de Fe; Trinidad, fundada en 1706 y las 5 del Uruguay, San Luis, San Borja, San Lorenzo, San Juan y Santo Ángel, la última de las cuales se estableció en 1707. Con éstas se completaron las 30 famosas Doctrinas de Guaraníes. (Facultad de Filosofía y Letras - Instituto de Investigaciones históricas- Documentos para la Historia Argentina - Tomo XIX- CARTAS ANUAS de la Provincia del Paraguay, Chile y Tucumán, de la Compañía de Jesús (1609-1614). Bs. Aires, 1927.

         La planta general de los pueblos se puede estudiar en las ruinas que todavía se conservan, como las de Trinidad del lado paraguayo y San Ignacio mini, cerca de la actual ciudad de Posadas, Argentina. «Alrededor de una espaciosa plaza, se agrupan la gran iglesia, el llamado colegio en forma de claustro, escuelas y oficinas de artesanos; a espalda la gran huerta, en frente el pueblo, a los tres lados de la plaza, con sus calles correspondientes al número de sus pobladores. En la vecindad hay un río, campo de cultivo y selva; en cuanto a las estancias del ganado estaban más lejos». (CARTAS ANUAS, obra citada).

 

 

LA IMPRENTA DE LAS MISIONES JESUÍTICAS

 

         «El estudio de la lengua guaraní empieza en los siglos XVI y XVII de la manera más seria. Basta recordar los nombres de ANCHIETA, MONTOYA y FIGUERA. Después de haber llegado a un conocimiento práctico perfecto del idioma, esos abnegados apóstoles consignan en sus escritos las palabras que recogen directamente del labio de los indios, las coordina, y nos dejan los primeros vocabularios que siempre constituyen nuestros mejores documentos del pasado. Ninguno de ellos era verdadero filólogo; más para el fin que se proponían, no era indispensable el serlo. Bastaba con ser fieles y exactos, y lo fueron. Con todo, acometieron el estudio filológico, trataron de estudiar el mecanismo de la lengua, pusieron en claro muchas útiles etimologías y cada uno compuso una gramática guaraní. Este último trabajo debía ser el más imperfecto; la lingüística, ciencia esencialmente comparativa, naturalmente como tal no habla nacido; y esos autores construyeron una gramática guaraní sobre el plan de la latina. Pero si aquel no era un orden natural, era un orden y llenó bastante bien las necesidades prácticas, sin contar con los planes de ambas lenguas tienen varios puntos comunes», escribió el Dr. Moisés S. Bertoni en «La Lengua Guaraní como Documento Histórico» -Puerto Bertoni- Alto Paraná, Paraguay, (1920).

         La edición de libro en guaraní por la imprenta misionera, fabricada con materiales del país, con tipos de maderas, por los aborígenes, bajo la dirección de los P.P. José Serrano y Juan Bautista Neumann, contribuyó en gran medida para la jerarquización del idioma nativo, convertido en instrumento de cultura. Esa imprenta traslaticia se instaló sucesivamente en los pueblos de San Ignacio Guazú, Loreto, San Francisco Javier y Santa María la Mayor. Su producción comprende el período transcurrido desde el año 1700, en que se imprimió el primer libro: «EL MARTIROLOGIO ROMANO», por el P. Neumann, hasta el año 1727, cuando se publicó en San Francisco Javier la carta del Dr. José de Antequera y Castro, dirigida desde su prisión de Lima al Obispo del Paraguay, Fray José de Palos, y la respuesta de éste. La edición del escrito polémico del caudillo comunero fue la posible causa del silenciamiento definitivo del taller tipográfico misionero. En los cuarenta años transcurriendo desde entonces hasta el 27 de febrero de 1776, fecha del Real Decreto de Carlos III, no se conoce obra alguna editada en las Misiones, «pero la imprenta estaba todavía en ese pueblo de Santa María la Mayor, en 1784», según José Toribio Medina en «Historia y Bibliografía de las primeras imprentas Rioplatenses».

         Actualmente se conservan en el Museo del Cabildo de Buenos Aires, restos de la imprenta misionera. Aparte de las obras de Montoya, Restivo y Yapuguay, también se imprimió en las Reducciones la célebre obra mística del P. Juan Eusebio Nieremberg: «De la diferencia entre lo temporal y eterno, crisol de desengaños...», dividida en cinco libros, vertidas en guaraní por el S.J. José Serrano (Libro 1 - YBYPEGUA YBAPEGUARA AGUIRECOE HABATE MBOIEQUA ANI - con cuarenta y cinco láminas xilográficas ilustrativas, siendo la más perfeccionada producción de la tipografía misionera y editada en 1705). El mismo P. Serrano tradujo al guaraní el «FLOS SANTORUM» o Vida de los Santos, en tres tomos, obra del P. Pedro de Rivadeneira.

         Se menciona como artífices del grabado en caracteres de madera, a los indígenas Juan Yaparí y Tomás Ticara.

         No solamente se imprimieron obras de contenido religioso, en guaraní o castellano y guaraní, sino también otras sobre astronomía, medicina, agricultura y calendarios.

         Entre los libros utilizados para la instrucción de los neófitos, debe mencionarse el «ARA PORUAGUYYEY HABA: CONICO, QUATIA POROMBOE HA MARANTU» (El recto uso del tiempo) en dos tomos, del jesuita paraguayo José Ignacio Insaurralde, editado en Madrid por Joaquín Ibarra, en 1759 y 1760, y que detallaba la actividad diaria del indio misionista. Actividad regulada desde el alba a la oración. Y aún después: «Redobles de tambores recordaban a ciertas horas de la noche la obligación de cumplir con el deber conyugal», para el buen uso del tiempo.

         Los libros impresos y manuscritos sobre temas religiosos, y de gramática y diccionarios, sirvieron a los maestros jesuitas para la enseñanza de la doctrina cristiana, así como de la lectura y escritura, todo en guaraní. Los jesuitas tuvieron un método de enseñanza y una administración del gobierno escolar desconocidos en el área civil de la Colonia. Esa enseñanza tuvo su sistema, su disciplina y su administración continuada que le dieron características propias. Utilizando el idioma nativo, los jesuitas aplicaron un método fonético de recitado y repetición a coro de las oraciones y del catecismo. Ese sistema oral de las clases era también aplicado en Europa por las escuelas Port-Royalistas del siglo XVII y considerado innovador para la época. La disciplina que imponía la obediencia a la autoridad absoluta y la subordinación al motivo religioso, los jesuitas, adiestrados en el arte de enseñar, reemplazaron el castigo corporal como incentivo pedagógico, sustituyéndolo por la emulación, acompañada de los cánticos y de la música, aprovechando la capacidad receptiva y la inclinación natural del indígena por esas artes, salvándose las dificultades del aprendizaje, mediante la variedad de alegres canciones. Era un adelanto de obscurantismo en que primaba la idea de que «la letra con sangre entra». Los castigos físicos se empleaban en las Misiones como medios punitivos en los delitos comunes, pero los jesuitas no lo empleaban como acicate para obligar a aprender.

         El canto y la música, como auxiliares de la instrucción misionista, fueron cultivados con esmero. Instruidos en la teoría musical, los guaraníes entonaban las canciones sacras sobre notas y los instrumentistas ejecutaban sobre partituras impresas en los talleres de la Compañía.

         La imprenta misionera que funcionó desde el año 1700, fue la primera del Río de la Plata, hecho de mucha importancia si se considera que en Córdoba la instalaron los jesuitas en 1765. Buenos Aires la tuvo en 1780 durante el Gobierno del Virrey Juan José Vértiz, y en Montevideo recién apareció en 1807, cuando la segunda invasión inglesa. En Asunción se estableció la primera imprenta al comienzo de la primera presidencia de Don Carlos Antonio López para la edición del «PARAGUAYO INDEPENDIENTE».

 

 

 

TERCERA PARTE

EL HIMNO PARAGUAYO DEL DR. FRANCIA

 

         También se había compuesto un himno, «A la Libertad del Paraguay», atribuido a Norberto Ortellado, delegado del departamento de Santiago (Misiones), hombre de vasta cultura, pero que no tuvo aceptación bajo la dictadura, porque estaba escrito en castellano, «idioma de chapetones», decía Francia. El Supremo prefería tener un himno en guaraní, según Auto del 20 de Julio de 1831, que don Manuel Gondra conservaba en la colección de documentos de su archivo.

         El Himno de Anastasio Rolón tenía ocho estrofas y un PURAJHEI YOA o Coro, para ser cantado. Fue traducido al castellano con el título de «Himno Nacional Paraguayo», en época de don Carlos A. López. He aquí ambas versiones:

 

         TETA PURAHEI

 

Ñande yyvá, ñande recové,

Ñane retáme yajhepyme'emby guará,

ndo roheyái xene

iyacatúa peguá oñemomarü.

Yaguarete Paraguay guá,

ocororô vaerâ iñarô ha huguype

oimehaixaguá motare'ymbara rehé,

ta iñañá, ta ihuguypy.

Ñande ra'y cuérape ña me'êne

iyyvaté veva Tetâ repy,

tembiguay nda ha'ei xéne

pu'aca ambcé Tetü oyeyapova gûi.

Tenondé opá vaerá

avañemoñangá Paraguay,

yayepy'apy mboyvé

pytaguá cuéra po vype.

Upéva jhaepaité amó mombyry oimé opurajheiva.

Amó mombyry.

Che ánga iñangaipá ojhogui chejheguí

Cu oguerúmi jhaguáicha che maé ojhecá ichupé,

Che corazó ojhecá aveí jha jhaé noiri chendivé

Pe pyjharé omomorotimbá caaguy yepevé.

Ñandé upero guaré ndajhaevéima coangaguá.

Añetejhape ajhacjhú vaecué jha mbaéichaitépa ájhacjhúmi.

Che ñeé ojhecámi pe ybytú oyamijhaguá pe iyapysáre.

Ambué mbaéma, ambué mbaéne. Ayurupyté mbocvéro guaícha.

Pe iñeé jha jheté morotí. Jhesamimi opave-'ynva.

Nda jhacjhuveíma añetejhape jha icatuntevoi ajhacjhú gue terï.

Mbykyco pe mboracjhú jha ipucú pe tesarái.

Pyjharé coáincha guápe aguerecó nípi che yivá ári.

Che ánga nda jhoryvéi ojhógui chejheguí.

Jhaéramo yepé co vyháyn ipajhaitégua omeéva cheve.

Jhaéramo yepé ipajhaitégua coá ñeé iporavó pyré ajhaíva imbaerá

 

 

         Versión libre del poema: PUEDO ESCRIBIR LOS VERSOS... del poeta Pablo Neruda, hecha por Atilio G. Servín.

         San Lorenzo, Junio 1985

 

Paraguaycuerá maymá, ndapekyhyyévai,

¿Peipotá pico tová yepevé?

¿Ocañy pende réra, pende terecuá?

¡Ntera po'sa hendápe pe mano!

 

¡Manó, manó, manó!

Osununú. mbocá tuixaveva,

Sapucái yoapy tavaguasugua

Ikyre'y ha imarangatuva!

 

Ahoyá cuéra ovevé,

Poapy cuéra ndo vaváivape,

Mbocaguasú onohé

Mbotá iñarova ha oporoyucáva!

 

Ha ñane reta isásómava

Noñembohovái avavendive,

Iñemomba'e omboyehuca,

Mbarangatú, poi mboayé.

 

 

 

         PURAHEI YOA

 

Toicové ñane sáso,

Ñane reta toryetérema,

Tapiá ta isásó.

Tapiá ta iyoheipyré.

 

         ANASTASIO ROLON. Poeta y guitarrista de Caraguatay, en tiempo del Dr. Francia.

 

 

 

         HIMNO NACIONAL PARAGUAYO PRIMITIVO

 

Nuestros brazos, nuestras vidas

A la Patria son debidos:

No serán impunemente

Sus derechos ofendidos.

 

El león del Paraguay

Rugirá fiero y sangriento

 

Contra cualquier enemigo

sea pérfido o cruento.

A nuestros hijos daremos

Alta Patria preciosa:

Esclavos nunca seremos

De prepotencia orgullosa.

 

Primero se ha de acabar

La Paraguaya Nación,

Antes de sufrir aviltada

La extranjera opresión.

 

Paraguayos valerosos.

¿Queréis insultos sufrir?

¿Perder el nombre y la gloria

O antes mil veces morir?

 

¡Morir, morir, morir!

Y que retumbe grandioso

El eco del pueblo fuerte

¡Magnánimo y brioso!

 

Los estandartes tremolan

En los pulsos belicosos:

Los cañones ya vomitan

Marciales golpes rabiosos.

 

Y la Patria independiente

Ya no es más contestada;

La Victoria declaróla

Justa, ovante, respetada.

 

CORO

 

Viva nuestra independencia

Y nuestra gloriosa patria,

Siempre sea soberana,

Siempre sea majestuosa.

 

 

         Lo publicó «El Paraguayo Independiente» en su edición N° 2 del día 3 de mayo de 1845. Su autoría se atribuyó siempre a don Carlos Antonio López. Fue una traducción del Himno en guaraní del Dr. Francia.

 

 

 

 

 

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