BUENAS NOTICIAS

 Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Como otros, me he propuesto solamente comentar buenas noticias, una fórmula hasta ahora poco ensayada y de pobres resultados. Pero, veamos.  Hace pocos días, una preciosa morena paraguaya obtuvo el galardón Miss Grand Internacional, en Rangún, antigua capital de Myanmar (antes Birmania), país que durante décadas, hasta principio de este año, padeció sucesivas sanguinarias dictaduras militares. Ahora auspicia concursos de belleza. Lo dicho: buenas noticias las hay en todas partes.

Nuestra compatriota escuchó pronunciar su nombre en la premiación final, desplomándose desmayada por la impresión. Hay quien conjetura que antes le habían notificado que si salía electa tendría que leer una página de “Yo el Supremo”, libro declarado de cabecera oficial para nuestras mises. Pero no debe ser verídico. Lo cierto es que, cuando recobró la conciencia, nuestra Clarita Sosa ya era reina. Considérese el mérito, porque a Letizia Ortiz, por ejemplo, le llevó mucho más tiempo y saliva.

No suele suceder que las mises lleguen a ese estado de alteración emocional; generalmente se limitan a llevarse las manos al rostro, llorar y abrazarse temblorosamente con las perdedoras, esas princesas que se apresuran a rodearla, nunca se sabe si para congratularle o apuñalarle como a Julio César (los que ansían presenciar esto último, suelen quedar defraudados). En fin, así es como nuestra representante está hoy en todas las noticias mundiales. Cabe inscribir, por tanto, una nueva paradoja: que la caída de Clarita resultó muy eficaz para subir.

Según los reglamentos de este tipo de organización, el título de “miss” se concede con una validez de un año, improrrogable; vale decir, cumplido el término, hay que entregar la corona a la sucesora electa regularmente. No obstante, nuestra reina tendrá, seguramente, la oportunidad de concurrir a algún bufete de abogados compatriotas capaces de dictaminar que cabe la reinterpretación del instrumento legal, a fin de reconocérsele la posibilidad de optar por la reelección. Alternativamente, Clara podrá hacer lo de Evo Morales, recurrir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que ésta determine que la opción a la reelección indefinida es un derecho humano fundamental e inalienable, que ni siquiera la Constitución puede desconocer.

Pero, por lo general, las misses no aspiran a tanto; se cuenta que suelen acabar su etapa de soberanas con gran cansancio acumulado por viajes, ceremonias, visitas, acontecimientos sociales y fotografías de prensa, que suponen alzar o besar a niños famélicos o enfermos, posar frente a chozas miserables, ayudar en la construcción de alguna modesta vivienda o, si se le dan las cosas, tocarle ir a asistir a víctimas de inundaciones, tormentas o terremotos.

Estar en esto, al cabo de un año es, a no dudar, agotador. Súmese el hecho de que debe mantenerse en forma física impecable, muy bonita siempre, erguida, elegante, sonriente y… (iba a decir lúcida, pero no estoy seguro de que sea indispensable). Y un detalle importante: no desmayarse con frecuencia. Hasta aquí lo actuado estuvo bien; fue creativa, original. Si su ejemplo cunde y en el futuro más misses optan por desplomarse en el momento culminante, se sabrá que ella fue la pionera y seguramente recibirá el reconocimiento histórico merecido.

Y entonces sucedería lo contrario de lo que ocurrió en una ocasión parecida, cuando una modelo compatriota, desfilando en una playa argentina, súbitamente se despojó del corpiño en medio de la pasarela, ostentando ante el mundo los curvilíneos contornos de sus pechos ubérrimos (como relatarían las crónicas cien años atrás); aunque sin lograr, no obstante su arrojo, la promoción esperada. Es que llegaba tarde a las ferias de desfachatez que por entonces inundaban la Argentina.

Lo de Clara Sosa es una excelente noticia. Celebremos que no se haya roto nada en la caída y deseémosle un reinado calmo y feliz, sin exigencias de rendición de cuentas, sin auditorías, sin intervenciones ni solicitudes de pérdida de investidura.

¡Ah! Y sin tener que leer su libro de cabecera.

Fuente: ABC Color (Online)